Voy a comprar cigarrillos y vuelvo

Algunos autores de TR nos hemos animado a escribir relatos sobre crímenes. "Voy a comprar cigarrillos y vuelvo" de ZESNA. Pueden ocurrir muchas cosas mientras te vas a comprar cigarrillos...

El ejercicio está abierto a todos los autores de TR. También sigue abierto el plazo. Para más detalles, puedes ver la dirección:

http://www.todorelatos.com/relato/41882/

Si te animas, no tienes más que escribir a solharis@yahoo.es


Un hombre y una mujer se disponían a entrar al departamento de ella, lugar de encuentro clandestino de la pareja de amantes desde hacía más de un año.

-Querida, me he olvidado de traer cigarrillos, ¿me acompañas a comprar?

-Pero siempre el mismo pelotudo... Pues ve tú solo. Estoy muy cansada como para estar en la calle a estas horas de la noche. Te estuve esperando por más de 3 horas... ¿no me habías dicho que me ibas a pasar a buscar más temprano por el trabajo?

-Sí, cielo, pero tuve que urdir un plan para que mi esposa no sospechara. ¿Recuerdas que te dije que estaba muy mimosa últimamente?

-Sí, ya me habías dicho que esa yegua estaba en celo...

-Pero, amor... –interrumpió-. No seas así... se trata de mi esposa...

-¡Ve a comprar los malditos cigarrillos, y no te tardes!-ladró.

El hombre volvió a ingresar al ascensor mientras la mujer buscaba ofuscada las llaves dentro de su cartera. Las encontró y acto seguido ingresó al departamento.

Encendió la luz.

Un ruido apenas audible, la asustó.

-¿Quién anda ahí?-dijo casi agazapada, intentando ver a través de la penumbra de su dormitorio.

No hubo respuestas.

Volvió a preguntar alzando la voz. El silencio reinaba ahora en el lugar.

Por las dudas, dejó la puerta de entrada abierta a sus espaldas y se dispuso a averiguar si el ruido provenía en verdad desde dentro de su departamento.

Fue hacia su recámara y encendió la luz; paseó la vista con temor por todo el lugar y sólo la detuvo cuando vio la ventana abierta. Temblorosa, se acercó a ella y la cerró; y cuando se disponía a volver a la sala principal presa de pánico, un par de manos que salieron por debajo de la cama le sujetaron los tobillos y la hicieron caer de bruces sobre el piso de la habitación.

Alguien con atuendo totalmente negro, con guantes y con un pasamontañas del mismo tono que le cubría el rostro, salió de su escondite provisorio y se dispuso a correr hacia la puerta.

-¡Auxilio! -gritó la mujer, alcanzando a tocar el pie del fugitivo, que perdió el equilibrio y cayó golpeándose el hombro muy fuertemente contra el marco de la puerta.

-¡La puta que te parió, pendeja de mierda! -gritó con furia.

El desconocido se levantó y fue hacia ella. La tomó de los cabellos y la hizo ponerse en pie de un salto, le desgarró la falda, le zarandeó la bombacha hasta que ésta cedió y literalmente se deshizo en su mano, y la empujó violentamente para dejarla tirada boca abajo sobre la cama.

-¡Ya verás lo qué te sucede por ser tan puta! -le dijo y abrió su bragueta, sacó su miembro embrutecido y se subió encima de ella.

Sin siquiera lubricar en lo más mínimo, le ensartó la estaca por el culo y se sacudió una docena de veces. Los gritos desgarradores de la víctima se silenciaban merced a lo fuertemente apretada que el violador mantenía su cabeza contra la almohada y se disimulaban gracias al coro improvisado de los crujidos de la misma cama.

Una vez que él explotó, vino la calma, Se salió de dentro de ella, guardó su "arma", fue donde la mesa de luz, tomó un florero y volvió al lugar donde yacía la mujer que continuaba gritando en forma histérica.

-No, por favor... ¿qué hace? -dijo vislumbrando lo peor.

-¡Cállate! -aulló el intruso mientras propinaba un fuerte golpe en el cráneo de la indefensa mujer sin ninguna compasión, y un gran chorro de sangre salpicó hacia todos lados.

Se hizo el silencio.

-¡La puta que te parió! -gritó el hombre mirando cómo su atuendo había sido manchado por la sangre de la mujer.

Como si hubiera caído preso de una posesión demoníaca, el individuo volvió a golpear en la cabeza a su inerte víctima una y otra vez, hasta que el florero estalló en mil pedazos.

Un charco de líquido rojo intenso se formó rápidamente debajo de la cabeza de la dueña de casa y comenzó a inundar las sábanas.

El asesino se dispuso a escapar y una vez que llegó a la puerta de salida, que aún permanecía abierta, se chocó con un hombre que intentaba entrar en ese momento y que portaba un paquete de cigarrillos en su mano.

Ambos hombres se miraron a los ojos por un par de segundos.

-¿Qué...? -preguntó sorprendido el amante de la dueña del lugar.

-Aquí tienes las fotos que te comprometían -le dijo el enmascarado entregándole un sobre de color blanco manchado de sangre.

-Pero ¿qué ha sucedido aquí? -preguntó sin comprender nada.

-Todo se ha complicado. Estoy seguro que no querrías averiguar lo qué sucedió con esa puta. Si nadie los ha visto jamás por aquí, como tú me habías dicho, no podrán conectarla nunca contigo. Te garantizo que ella, además de que no te extorsionará otra vez con mostrarle esas fotos a tu esposa, ya nunca más volverá a molestarte.

-Pero ¿qué fue lo que ha sucedido allí dentro? -insistió con un asombro que se negaba a abandonar su rostro, mientras intentaba ver más allá del hombro del intruso.

-No te preocupes. Tú ya me has pagado lo convenido, yo te he entregado lo que tú deseabas obtener y encima te has librado de esa yegua para siempre. ¿No quedamos todos contentos?