Volviendome una zorra a espaldas de mi novio 2
Continuación de la primera parte.
Habían pasado varios días desde la noche en la que se la chupé a Adrián en un portal. No habíamos vuelto a hablar desde entonces y yo no paraba de darle vueltas al tema. Cada noche que me metía con Hugo en la cama lo recordaba y sentía fatal. Y esta noche iba por el mismo camino.
- ¿Cariño, nos metemos ya en la cama? Estoy reventado.
Hugo me miraba sonriendo, ajeno a mis pensamientos.
- Claro, yo también estoy cansada.
Era verdad, apenas conseguía dormir, pero no solo por la culpa, sino porque me ponía a pensar en aquella noche y me excitaba tanto que siempre acababa masturbándome.
Me quité el pijama para meterme en la cama (en nuestro piso la calefacción siempre está altísima al ser central) y me acurruqué en un lado. Hugo entonces puso una mano sobre mi cintura y me acarició un pecho. Luego siguió jugueteando con el pezón y noté como presionaba su erección en mi culo. Suspiré. Realmente hacía días que evitaba hacer nada sexual con él porque me comía la culpa, pero también sabia que si me apartaba se iba a preocupar. Me giré y le besé con pasión, mientras él ya metía la mano en mi tanga. Cogí su polla y empecé a pajearle despacio, mientras él me penetraba con sus dedos. Cuando me noté lo suficiente excitada me quité el tanga, entonces él se puso encima de mi y me la metió de un golpe. Gemí de placer y nos besamos mientras me follaba despacio. Cuando ya estaba llegando al orgasmo me levantó las piernas hasta tocar mis rodillas con mis tetas y me penetró con más fuerza. No aguanté más y me corrí entre gritos. Hugo tardó unos segundos más y también acabó dentro de mí. Se salió, me dio un beso en la frente y en lo que yo iba al baño a limpiarme, él se quedó dormido.
Me quedé mirándolo y por primera vez me sentí tranquila. Todo iba bien, y me convencí a mi misma de que a la larga olvidaría a Adrián. Solo había sido una mamada y no iba a arruinar mi relación porque yo hubiera dejado salir a la guarra que hay en mí una vez.
Era sábado, y el cumpleaños de una de mis mejores amigas, Martina. Lo íbamos a celebrar en su piso con el resto de amigos del grupo, entre los que estaba, sorpresa, Adrián. Yo estaba muy nerviosa ya que era la primera vez que le iba a ver desde aquel día. Me puse uno de mis vestidos favoritos, negro, ajustado en la cintura y con un escote en V muy pronunciado. Hasta Hugo se sorprendió cuando me vio.
- Joder, a veces se me olvida lo buena que está mi novia. Hoy ligas fijo.
- Pues a ver si es verdad y te cambio que ya te tengo muy visto
- Si, sí, eso te gustaría a ti… - dijo mientras se reía.
Me miré por última vez al espejo y salí en dirección al piso de Martina.
Cuando llegué ya estaban todos, asique fue un alivio para mi solo darle un beso a la cumpleañera y los demás saludarlos con la mano porque “eran muchos”, dije de excusa. Adrián ni me miró, estaba concentrado en una conversación con Raúl, otro amigo en común.
La noche trascurrió sin problemas, el alcohol corría de vaso en vaso y yo ya me notaba bastante borracha. Entonces a Martina se le ocurrió una idea “genial”. No recuerdo como se llamaba el juego, pero si las reglas: Se escribían los nombres de todos en papelitos, se doblaban y luego se cogían dos al azar. Esos dos tendrían que pasar 15 minutos en la habitación de al lado, a solas. Podrían hacer lo que quisieran y lo que pasara no saldría de ahí.
A todos nos pareció buena idea (el alcohol nubla la razón) y yo pensé que si éramos 12 había una probabilidad muy pequeña de que nos tocara a Adrián y a mí. La primera en sacar dos papeles fue Martina, y sacó a Paula y a Lucas. Ambos tenían pareja y entraron a la otra habitación sin problemas. Al cabo de 15 minutos entraron a avisarles y estaba claro que no había pasado nada. Después les tocó a Marcos y Andrea. Nunca se habían llevado bien y todos nos miramos incomodos. Andrea entró muy digna y marcos se encogió de hombros. No escuchamos voces, asique nos tranquilizamos un poco. Pasó el rato y entré a buscarlos. No me lo podía creer. Andrea estaba encima de Marcos mientras se besaban apasionadamente.
- ¡JODER! – dije sorprendida.
Ambos se apartaron.
- Mierda – dijo Marcos – No le digas nada a nadie, Lucía, por favor.
Marcos tenía novia desde hacia un par de meses y estaba claro porqué no quería que dijera nada. Asentí y me fui, sabiendo que no era problema mío. Volvieron y el ambiente estaba algo raro, pero todos pensaban que era porque habrían discutido.
Martina quiso continuar con el juego, y salió mi nombre. Me miró sonriendo y luego me enseñó el otro papel: ADRIÁN.
- Joder otro en el que no pasa nada, ¡si son mejores amigos!
- Bueno y ella esta con Hugo, está claro que no.
- Entonces igual no hace falta que vayamos – dije aventurándome.
- Un juego es un juego – dijo entonces Adrián, que aún no me había dirigido la palabra.
Asentí y le seguí a la habitación de al lado. Cerré la puerta y me senté en la cama lo mas lejos posible de él.
- ¿Me tienes miedo? – preguntó de pronto él.
- No, claro que no. Pero prefiero mantener distancias.
- ¿Y eso por qué?
Adrián me agarro del brazo y tiró de mi hasta juntarme con él.
- No quiero que vuelva a pasar nada.
- Ya – dijo riéndose.
Apoyó su mano en mi muslo y la fue subiendo despacio. Cuando llegó al borde mi tanga, paró.
- Si quieres que pare solo quítame la mano.
Me mordí el labio. Todo esto estaba fatal. Además, no teníamos los móviles y no podíamos saber cuánto tiempo nos quedaba. ¿Y si nos pillaban?
Al no obtener respuesta, Adrián subió aun más y apartó el tanga. Me acarició y una descarga de placer recorrió mi cuerpo. Ahogué un gemido. El sonrió y sacó algo del bolsillo. Intente ver que era, pero me ordenó quedarme quieta. Jugó un poco con él contra mi coño, humedeciéndolo. De pronto lo introdujo entero y yo solté un respingo.
- ¿Qué me has metido? – dije un poco asustada.
- Te he dicho que te estés quieta y me hagas caso.
Asentí. ¿Por qué le hacia siempre caso? En ese momento se separó de mí. Quería preguntar que era eso que notaba dentro de mi pero sabia que me iba a volver a reñir. Podría perfectamente sacarlo y mandarle a la mierda, pero estaba demasiado excitada. Esperamos dos minutos más, sin hablarnos ni mirarnos y entonces entró Martina.
- Chicos, el tiempo se ha acabado.
Ambos nos levantamos y volvimos con el resto. El objeto que tenia en mi interior era tan pequeño que apenas lo notaba al andar, así que pronto me olvidé de él.
Pronto todos decidimos que el juego era un aburrimiento porque “no pasaba nada” (si ellos supieran…) y comenzamos a charlar animadamente.
De pronto noté una vibración y una punzada de placer. Lo entendí enseguida. El objeto era un vibrador a distancia. Miré a Adrián, que solo sonreía. Joder. La vibración no paraba y yo en seguida comencé a mojarme. Cambié de posición las piernas, resoplé, le di un trago a la copa, pero nada funcionaba. Cada vez estaba mas cachonda y al final me iba a correr. De pronto, paró. Me sentí vacía. Volví a mirar a Adrián, que sonreía aún más. Joder, iba a jugar conmigo.
Y vaya si jugó. Eran las 5 de la mañana cuando decidí irme a casa porque no aguantaba más. Iría a casa, me tocaría, y se acabó. No quería saber nada mas de Adrián. Me despedí de todos y me fui. Mientras caminaba por la calle me di cuenta de que aún tenia el pequeño vibrador dentro, así que metí la mano por debajo del vestido y lo saqué. Estaba empapado, igual que yo, que aunque intentaba relajarme la calentura solo iba a más.
Miré para delante, solo me quedaba cruzar un parque y un par de calles para llegar a casa. Normalmente lo rodeaba, pero tenia muchas ganas de llegar y con lo cachonda que estaba no tenía miedo.
Cuando estaba por la mitad noté como alguien me cogía por la cintura por detrás y me tapaba la boca con la mano. Intenté gritar y zafarme, pero no pude. Mi corazón iba a mil. Entonces noté un beso en cuello y lo percibí. Era la colonia de Adrián. Llevábamos siendo amigos años, le habría reconocido a kilómetros. En vez de asustarme me puse muchísimo mas cachonda. Aun así, tuve un momento de lucidez y volví a intentar apartarme.
- Estate quieta, zorra – confirmé entonces su voz.
Le obedecí y entonces me cogió del brazo y me apartó a la zona del parque donde no había luz, poniéndome contra un árbol. Me agarró del cuello con una mano mientras con la otra me sacaba las tetas del vestido y me mordía los pezones. Se le notaba muy excitado.
Me cogió del pelo y me hizo ponerme de rodillas mientras se sacaba la polla.
- Abre la boca.
Acto seguido me la metió hasta la garganta, lo que me hizo tener una arcada. La sacó y la volvió a meter, pero esta vez no entró entera. Enfadado, me dio un bofetón.
- ¿Ni para tragar polla sirves, zorra?
Me sorprende al notar que, lejos de hacerme sentir mal, me excitaba que me humillara. Me esforcé en hacerlo bien y las siguientes embestidas las recibí en mi garganta sin problema. Cuando le pareció suficiente, me volvió a levantar tirándome del pelo y me puso la cara contra el tronco del árbol.
Me levantó el vestido y rompió mi tanga al apartarlo. Sin dudar cogió su polla y me la metió entera en mi coño. Entró sin problemas por lo mojada que estaba y yo pensé que me iba a morir de placer.
- Estabas deseando una polla, ¿eh puta?
Volvió a agarrarme del pelo y empezó a embestirme con fuerza. Yo no paraba de gemir y de un momento a otro me corrí.
- ¿Solo necesitas la polla de otro metida en tu coño durante un minuto para correrte? ¿Tu novio te tiene mal aprovechada o es que simplemente eres una zorra?
Yo en ese momento no pensaba en mi novio, solo pensaba en su polla y en como entraba y salía de mí.
De pronto la sacó, me giró y, levantándome una pierna, apoyó su polla contra mi coño sin meterla.
- Te he hecho una pregunta – dijo muy cerca de mí.
- Soy… soy una zorra.
- Así me gusta. ¿Y a quien pertenece esta zorra?
- A ti – contesté sin pensarlo.
- Que no se te olvide – contestó mientras me la volvía a clavar hasta el fondo.
Agarrándome del cuello me folló con violencia, y yo volví a tener otro orgasmo. Noté entonces como su respiración aumentaba.
- Te voy a llenar de leche, puta. – gimió mientras se descargaba dentro de mí.
La sacó separándose de mi y me miró mientras me colocaba el vestido.
- Para ser la primera vez te has portado muy bien.
Le miré. ¿Cómo me podía excitar tanto que me tratara así? No podía creerme lo que acababa de hacer. Noté como el semen resbalaba por mis muslos.
- Vamos, te acompaño al portal. No quiero que nadie te viole, que encima de va a gustar – dijo riéndose.
¿Cómo podía bromear después de lo que acabábamos de hacer?
Dejé que me acompañara a casa y se despidió de mi con un “adiós, mi zorrita”
Joder… ¿Pero que había hecho?