Volviendo a casa

Tras el día de trabajo uno vuelve a casa con ganas de sentirse bien acompañado y dejar atrás el estrés y el hastío de la monotonía.

Al entrar tras aquella puerta solo supe sonreír; y es que respiraba aquél aroma que cualquier hogar puede hacer sonreír a su dueño, ese aroma que hace olvidar tus penas.

Me desabroche el abrigo sin perder tiempo, a sabiendas que una dama me esperaba tumbada en el sofá. Al llegar al salón busqué con mi mirada a quien quería ver, haciendo que nuestras miradas se encontraran y, sin duda alguna, se fundieran en eso que yo catalogaría como amor.

No supe apartar la mirada, puesto que era lo más bello que pudieran ver mis ojos; pero sí que decidí acercarme para que mis manos pudieran demostrar lo mucho que la apreciaban. Mis labios no iban a ser menos: buscaban a los tuyos para susurrarles esa dependencia tan sublime que sentían por ellos.

No tardo en descifrar mi mirada, y tal vez fuera por eso que suelen llamar "media naranja", pero finalmente nuestros cuerpos abandonaron las distancias y demostraron que, sin esfuerzo alguno, encajaban perfectamente. A partir de ese momento, no sería cortés contar lo que un enamorado puede ofrecer a tal princesa cuando se tiene la intimidad y la pasión que solo el amor puede ofrecer, pero sacando conclusiones solo puedo pensar que sería la única puerta que no me importaría cerrar con llave, aun sin saber lo que podría esperarme detrás.