Volviendo a casa

Llueve, paro en una gasolinera para repostar, pero mi tarjeta no funciona.

Llueve. Me gusta conducir, pero estoy un poco asustada, mi limpiaparabrisas no da abasto. El cielo está gris, casi negro. Aún me quedan doscientos kilómetros para llegar a casa. Mi casa, sonrío pensándolo, allí me esperan mi marido y mis tres pequeños. Pienso en mi trabajo, está bien pagado, pero siempre pienso si compensa la distancia, si merece la pena perderme tantos ratos familiares. Llueve con fuerza. Se enciende la luz de la reserva, cómo lo odio. Odio las gasolineras con autoservicio. Espero que la próxima no sea así. Hoy será especialmente desagradable tener que servirme yo misma la gasolina, lloviendo, con viento. Un cartel me anuncia que la próxima gasolinera está a cinco kilómetros, solo gasolinera, sin restaurante, ni hotel, ni nada.

Doy el intermitente, llueve con rabia, enseguida llego a la gasolinera, odio estas gasolineras, son carteles que conducen a engaño, parece que van a estar a pie de autovía, pero me veo obligada a entrar casi a un pueblo, es una pequeña gasolinera, espero que al menos no sea autoservicio.

Coloco el coche al lado del surtido del gasoil, y bajo, soy cuidadosa, cojo las llaves y el bolso... una ha oído tantas historias de gasolineras. Enseguida sale un chico vestido con un mono de CAMPSA, vaya, esto es suerte, no tendré que servirme yo. Se acerca y me dice "buenas noches", le respondo con un sin sentido "llenoporfavor"

Y me dirijo a la tienda de la gasolinera, miro desde dentro al empleado... y me viene a la cabeza el símil de la manguera y el depósito. No puedo estar pensando eso. Soy una mujer casada, mis hijos, mi marido. Veo como cierra el tapón del depósito y viene hacia a la tienda, he cogido unos chicles y algunas chuches para llevar a mis niños. Les hace ilusión, son cuarentaytantos euros de gasoil y otros tres o cuatro de chuches. No me fijo en el importe exacto. Le entrego la tarjeta y el DNI. Mira el DNI con detenimiento. Pasa la tarjeta y no funciona.

-lo siento, Esther- me llama por mi nombre- no pasa tu tarjeta

No puede ser, pienso, pagué la comida de este mediodía y pasó correctamente.

Vuelve a intentarlo.

-nada, Esther, que no pasa.

Me agobio, no llevo dinero en efectivo.

Pero... si me ha funcionado hoy mismo

Te creo, Esther (recalca mi nombre), pero ahora no funciona.

Llamaré a casa y mi marido puede acercarse, estamos a doscientos kilómetros, no tardará mas de dos horas.

¿Dos horas?, En dos horas podría salirte mucho más barato y tu marido no tendría que coger el coche en esta noche tan desagradable.

No quería oír lo que estaba oyendo.

Además, mira, son las diez, cerramos a las diez. Yo no tengo obligación de esperar a que tu marido venga a pagarme, pudiendo pagarme tú.

Pero... ya le he dicho... no llevo dinero en efectivo.

¿Quién ha hablado de dinero, bombón?- esa frase ya me terminó de preocupar.

Sin ni siquiera mirarme, echó el cierre de la tienda, yo estaba dentro... atrapada?

La temperatura era agradable, fuera hacía frío, pero allí se estaba realmente bien.

Apago las luces y quedaron únicamente encendidas las de emergencias. La sensación que yo tenía era... miedo, placer, intriga, pánico, todo mezclado.

Sin mediar palabra se acercó a mí y empezó a desnudarme. No pude decir nada, porque no me sentí ultrajada, desde el primer botón... fue besándome, delicado, dulce, acariciando... no podía indignarme con aquel empleado... me daba lo que deseaba.. mmmm el símil, manguera... depósito. Me entregué a él de inmediato. Su lengua se apropió de mi boca y lamía mi paladar, mis muelas, mordisqueaba mi lengua... y la humedad de nuestras bocas por arte de magia se trasladó a mi sexo... sentí como me humedecía, como manchaba mis braguitas, como mi coño reaccionaba a las caricias de aquel empleado desconocido. Y los besos se sucedieron, con caricias, con manos locas por encontrar sexo, las suyas, varoniles buscando la humedad de mi rajita, las mías, femeninas, buscando confirmar la erección de su deseada polla... manguera, me sonrío.

Me desnuda completamente, me come los pezones mientras dos de sus dedos se clavan con desespero en mi coño, que los empapa. El también está desnudo. Hay únicamente una mesita y cuatro sillas por si algún viajero quiere comer allí un bocadillo. Pero no la vamos a utilizar precisamente para eso. Me lleva hacia la mesa y me empuja, casi con violencia

Mi cuerpo sobre la mesa y mi culo a su merced, aunque a él no le parece lo suficiente y abre más mis piernas. Me invade una sensación de entrega.. me siento una perrita tan indefensa... y disfruto de ello... me siento tan puta.

Noto como se aparta de mí, pero no huyo, espero lo mío, lo deseo, que me folle con su manguera, que llene mi depósito. Pero por su cabeza no ronda lo mismo, no quiere mi coño, quiere mi culo, vuelve de la vitrina con una tarrina de margarina... la abre... me desespero. Con tres de sus dedos recoge una buena cantidad de margarina y sin delicadeza ninguna la extiende por mi ojete, clavando dos dedos en mi culo casi al mismo tiempo.... se me escapa un chillido que ahoga inmediatamente tapando mi boca con su mano libre, sus dedos salen de mí... y mi culo no descansa, pues rápidamente su capullo toma posiciones.... mmm duele al entrar, es enorme.

Pero él dice las palabras mágicas... vamos, putita, disfruta de mi polla.

Y me vuelvo loca. Mi marido lo sabe, sabe que pierdo el sentido si me dice putita mientras tenemos sexo.

Se da cuenta que me gusta por el gemido que he soltado y por la reacción que ha tenido mi culo de tragarse su polla, como una puta realmente.

Y vuelve a decirme mientras me taladra... tomaaaaaaaa, putita

Ya no me controlo y chillo

Siiiiiiiiiiiii dame massssssssss

Soy tu putitaaaaaaa

Siento como se tensa agarrando sus caderas y se pega a mi culo... jadeando... se corre dentro de mí... dentro de su putita y eso hace que yo explote en un orgasmo... me corro oyéndole decir lo puta y lo guarra que soy.

Nada mas terminar, saca su polla de mí.

Vístete, puta

Y ya lo sabes para otra vez. Follarte el culo cuesta menos de 50 euros. Puta.

Me visto y me voy. Llueve, los limpiaparabrisas no dan abasto. Mi culo rebosa semen de un gasolinero. Pronto llegaré a casa. Me espera mi marido y mis niños, les llevo chuches.