Volví a verlo
Alguien que conocí
Normalmente yo no sé cómo se llaman mis ligues y por eso, cuando pienso en ellos, suelo ponerles un nombre. Hay uno que bauticé como Cosabuena. Ya os imaginaréis por qué, digo. Así que a lo mejor el título del relato debería ser “Volví a ver a Cosabuena”. Os cuento.
Yo vivo en Vigo. Hay, nada más cruzar la frontera portuguesa, un pueblo que vive de las tiendas. Todo el pueblo es una pura tienda. Los que conozcáis la zona, seguro que lo identificáis. Pues bien; un día que yo necesitaba unas camisas y algunas cosillas más me acerqué hasta allá. Hice mis compras, metí las bolsas en el coche y fui a dar un paseo por un jardín muy cuidado que tienen allí. No eran los árboles y las flores lo que me interesaba; es que en los jardines hay un WC subterráneo muy concurrido. Aquel día estaba lleno; todas las meaderas ocupadas. Y allí en medio un tiarronazo que me hizo pensar en un hetero, sorprendido por el espectáculo que acababa de encontrarse, esperando a que quedara meadera libre. Un tiarronazo rondando los cuarenta, mal encarado, mal afeitado, apestando a macho, de los que, con sólo verlo, me dio un glub por dentro. Estaba cuadrado el tío; de esos que están tan buenorros que al moverse crujen y que cuando caminan hacen temblar el suelo. ¡Cosa bueeena! Me quedé totalmente cortado y me acerqué a un grifo a hacer como que me lavaba las manos y bebía. El tiarronazo se metió en una cabina; yo pensé que, harto de esperar, iba a mear en la taza. Dejó la puerta abierta. Pero, en vez de ponerse a mear, miró hacia mí y, usando sólo la mirada y el gesto, me “dijo” algo. Puro lenguaje cinematográfico usando sólo ojos y cabeza. Fue una mirada en tres tiempos que con toda claridad decía: “YO a TI te doy POLLA”. Me lancé a la cabina y entré; mientras yo cerraba la puerta, él se preparaba abriéndose el pantalón. Si él era un tiarronazo cuadrado, la polla estaba en consonancia; ¡que cosa! Ataqué con la boca pero él se sacó un condón del bolsillo diciendo “quero foder”. Mientras se ponía la goma (con alguna dificultad), yo bajé mis calzones y puse abundante saliva en el culo. Me di la vuelta y él enfiló el cipotazo pa dentro. Costó un poco; mejor dicho, costó bastante; pero él supo hacerlo bien y terminó entrando. Estuve a punto de morirme de gusto. Pasó unos minutos de mete y saca en los que yo creí llegar a la gloria. Terminó con un saca para no volver a meter. Y, mientras se quitaba el condón, que quedó dado la vuelta, me explicó que él ya no estaba en edad de muchos trotes y que no quería correrse para que después en casa su mujer no protestara. Me dio pena dejarlo así a medias, pero tuvo que ser. Él me dijo que quería mear, pero que tenía que esperar a que se le bajara; me dispuse a quedarme allí dentro para verlo porque el espectáculo de una polla echando chorro me gusta; me da muchísimo morbo. No pudo ser; me hizo salir de la cabina porque, según dijo, si yo no salía, no iba a bajársele. Al salir, vi algunas caras de envidia. Cuando salió él, supongo que después de mear, se fue escaleras arriba y yo me quedé allí abajo, con un gran calentón y sin saber qué hacer porque nadie me interesaba. Y menos todavía después de haber catado el cipotazo de Cosabuena.
No había porvenir y, pasados unos minutos, salí con idea de marcharme ya. Al llegar a los jardines, me crucé con Cosabuena, que volvía al WC. Esperé un poco a ver si subía de nuevo para proponerle buscar con el coche un sitio tranquilo. No subió y entonces bajé yo. Ahora había meaderas libres pero Cosabuena estaba parado allí en medio, impasible, sin hacer nada, sin mover ni un músculo. Al verme, volvió a entrar en una cabina. Otra vez usó el gesto. Esta vez ese gesto tan gráfico de doblar los antebrazos sobre los brazos al tiempo que se da un golpe de caderas. ¡Qué morbazo! Entré; él ya estaba con el condón en la mano. No perdí tiempo y fui en directo a la bajada de calzón y a la ensalivada. Todavía me duraba la dilatación y la entrada ahora fue mucho más fácil. De esta vez, al terminar el meteysaca, el condón estaba lleno de pollón y de lechorra. No sé qué pasaría después con la mujer.
Pasados unos meses, Cosabuena apareció un día por el pinar de Samil. Al verme, y de lejos, me hizo el mismo gesto que me había hecho en el wáter: brazos doblados y golpe de caderas. Se metió entre las cañas y yo lo seguí. Fue media hora de taladrada alternativa por boca y culo. Cuando la sacaba para vérsela, quería que yo también se la mirara. No sé si por la cantidad de saliva que habíamos puesto, o porque el culo se me estaba haciendo agua o porque él chorreaba babazas, la polla estaba reluciente. Como si acabara de salir de un coño. “Mira, entró hasta aquí”. Y los dos comprobábamos que estaba mojada hasta casi la base. “Ahora chúpamela”, Y yo chupaba con ganas hasta que le oía decir. “Pon el culo” “Separa las cachas con las manos y ábrelo que quiero ver por dónde la meto”. Terminó poniéndose un condón y dale-dale, meteysaca, hasta que el condón quedó lleno de leche. ¡Qué abundancia! No se despidió; me dijo que no me fuera, que si esperaba un poco a que él recuperara iba a haber otro polvazo. Hice caso y no me moví del pinar hasta que él volvió a aparecer. Otra vez a las cañas y más de lo mismo. Me acordé del cuento aquel que me había dicho el primer día de que ya no estaba para muchos trotes y que después su mujer protestaba. Joder, ¿que no estaba para trotes? Se lo dije y le hizo gracia; le saqué una risa.
De tarde en tarde, volvimos a coincidir más veces en el pinar. Es como yo: le gusta echarse una conversación antes o después de la faena. Así fui sabiendo cosas de él. Le gusta clavar culos. Es lo único que busca. Y la “jodida” de su mujer no traga. Claro; él entonces tiene que buscarse lo que no le dan en casa. La mujer debe de saber bien lo que tiene; debe de saber que un hombre como el suyo es peligro seguro de cuernos. Y lo controla todo lo que puede. Cuando tiene vacaciones, él consigue escapar, darse un garbeo por el pinar o sitios parecidos y follarse un culo. Es bestia como una mula; y basto como la lija. Haceros una idea: una vez me contó la follada que le habían metido a una burra entre su suegro y él. El suegro, viudo, está por lo visto muy necesitado y Cosabuena lo cachó un día tirándose a la burra. El suegro lo invitó a unirse y él aceptó; el suegro debe de ser todavía más bestia que él. Por lo que lo conozco, estoy seguro de que no era cuento y de que es muy capaz de hacer una cosa así. Y luego contarlo. Y de paso que me contaba, aprovechó para decirme cómo era la picha del suegro. Si a él, con todo lo que tiene, le había parecido grande, prefiero no imaginármela. No me importaría conocer también al suegro ni hacer de burra de los dos.
Volvimos a vernos más veces. Él tiene muy claro lo que quiere y cuando lo veo y entro con él entre las cañas, yo ya sé lo que va a pasar. Y siempre pasa. Y siempre me gusta.
Hubo una vez que tuve que compartirlo. Se nos pegó otro y él no lo ahuyentó como suele hacer. Me dijo que no me preocupara; que habría para los dos. Él lo pasó de vicio con dos bocas y dos culos a escoger. Barrenando por donde se le antojaba en cada momento. ¡Disfrutó como un enano! La corrida se la llevó el otro, pero a mí me gustó ver en primer plano la cara que estaba poniendo mientras se corría en el culo del otro. Aquel día no estaba para trotes y no hubo segunda.
De esta última vez que nos “vimos”, yo le conté. Tengo un amigo, muy buen follador también, que se pirria por enchufarse en un culo y tropezarse allí dentro con la pija de otro tío. Y le gustan los tiarrones del estilo de éste. Se lo conté a Cosabuena. Él, muy bestia y muy basto, debe de tener poca imaginación y haber visto poco cine porno porque se me quedó todo sorprendido preguntando cómo se podía hacer aquello. Tuve que contárselo con todo lujo de detalles, incluyendo lo apretada que entraba así. Se puso como una moto y casi creí que estaba a punto de tirarse a un pino para follárselo allí mismo. Quería que nos fuéramos ya a casa de mi amigo follador. Tuve que calmarlo, darle mi teléfono y pedirle que me dejara unos días para organizar la follada. Después, me puse en contacto con mi amigo, le conté y organizamos. Ahora espero la llamada de Cosabuena. A ver si la mujer le da un respiro y puede llamar. Hace tiempo que no me follan a saco dos tíos a la vez.
Y hablando del WC de los jardines. Si vivís por aquí y los habéis situado, no vayáis. Han puesto vigilancia y ya no hay nada.