Volver a sentir (7)

La reflexión.

CAPÍTULO 19

¿Qué narices había estado a punto de hacer? ¿Verdaderamente había sopesado la idea de mirar como follaban?

Mientras esperaba el taxi no dejaba de llorar.

Humillada por José y por Julia, deseando participar en su juego pero con la certeza de que sólo era un objeto para ellos.

Tenía la sensación de que Julia y José lo habían preparado todo para herirme. De José era hasta entendible, se vengaba así de mi traición.

Pero Julia. ¿Qué daño le había causado yo a esa mujer? ¿Porqué había accedido a hacerme eso?.

Imaginé que lo habrían hablado cuando salieron fuera del restaurante. Salieron discutiendo y entraron riendo y muy cómplices. Si, definitivamente todo fue un plan para hacerme sentir como un muñeco de trapo. Y yo, tonta de mí, caí dentro del agujero desde que comenzara su actuación.

No sabía si me sentía más enfadada o estúpida por lo sucedido. ¿Dónde iba yo comparándome con una chiquilla de 30 años? ¿Qué va a ver José en mí, teniendo a esa mujer comiendo de su mano?

Nada hacía indicar lo contrario, habían jugado conmigo.

Llegué a casa y serían sobre las tres de la madrugada. La canguro de Esther dormía en el sillón y la desperté. Agradecí a la hija de mis vecinos su trabajo y le pagué sus honorarios más una propina por las horas a las que había llegado. Ella tomó el dinero muy contenta y se marchó a su casa mientras yo vigilaba desde la entrada que llegara sin problemas. Era la casa de al lado pero, a esas horas… ¿quién sabe?.

Nada más cerrar la puerta de casa entré a ver a mi hija. Dormía plácidamente junto a su peluche de Lumpi, ese elefantito de Winnie de Poo que tanta gracia nos hacía y que le acompañaba en sus noches desde que nació.

Pude observar como había crecido. Como su cuerpo ya empezaba a mostrar los síntomas de la pubertad. Los pechos definidos y la cintura de mujer, como su madre. Y el pelo rizado y castaño como su padre.

Me acerqué a la cama y la besé en la frente, despertándola ligeramente.

  • ¿Mamá?

  • Shhhh. Duerme cariño, duerme.

Esther se giró dándome la espalda y continuó durmiendo, ignorando su pasado y su futuro.

¡Ay, cariño! Si tu supieras…”

CAPÍTULO 20

Desperté sobresaltada al notar como Jorge se acostaba a mi lado y comenzaba a meter su mano dentro de mi camiseta. Buscaba tocar mis pechos desnudos, como tantas otras veces. Pero esta vez, después de todo lo pasado la noche anterior, no tenía ganas de nada. Y menos con él.

  • ¿Qué haces Jorge?

  • ¿Tú que crees? Vengo muy caliente.

  • Pues te haces una paja. ¿Qué es, que no has podido engañar a ninguna esta noche y estás a dos velas?

  • ¿Qué te pasa María?- dijo Jorge soltando mi pecho y dirigiendo la mano hacia mis braguitas.

  • ¿Pero tú te crees que yo soy imbécil?- exploté- ¿Te crees que no se que ya te has tirado a más mujeres que enfermeras tiene el hospital en plantilla? Una cosa es que me haga la tonta, y otra que lo sea.

  • ¿Y a qué viene esto ahora?

  • Pues que no soy tu muñeca hinchable, Jorge. Que ese tiempo ya pasó.

  • ¡Aaaaa! Ya sé lo que te pasa. Has visto al cornudito, ¿no?

¡¡¡PLAS!!!

El sopapo que le solté le hizo girar la cara. Observé como la cara se le ponía roja y los dedos le quedaban marcados.

  • Para hablar de José te lavas la boca antes, desgraciado.

  • Ya lo se, ya. Ya se que soy un desgraciado. Pero, a diferencia de él, yo estuve contigo. Cuando necesitaste ayuda no era José el que estaba ahí, fui yo. Así que, ahora no me vengas con lecciones de moralidad. No eres la más indicada para darlas.

  • Seguramente no lo soy. Pero yo nunca busqué esto. No te exigí nada. Tú quisiste hacerte cargo de Esther, y que viviéramos juntos. No me culpes ahora por amar a otro ya que yo nunca te lo he ocultado.

Tras decir esto me levanté de la cama, me vestí y salí a la calle a tomar el aire.

Caminé durante un rato hasta que encontré una cafetería y entré a tomarme un café. Eran las 8 de la mañana de un Sábado y aún había poca gente en el local así que pude sentarme en una mesa apartada para poder poner en orden mi cabeza.

La primera conclusión a la que llegué fue que tenia que alejarme de Jorge.

Según las palabras de José, no quería nada con mujeres que tuvieran pareja. Y, aunque lo mío era más comodidad que pareja, a ojos de un tercero podría verse como lo que no era. Así que tendría que buscarme algo de alquiler para poder tener alguna oportunidad con José.

Y en esa reflexión llegué a mi segunda conclusión. Quería recuperar a José, costara lo que costara. Si la única forma de hacerlo era rebajándome y humillándome, lo haría. Si tenía que soportar mirar como follaba con Julia para poder estar cerca de él y que empezara a tener más confianza, lo haría. Si tenía que sentarme mientras otra disfrutaba de mi amado, lo haría.

“El fin justifica los medios, María”. Me dije a mí misma.

Me levanté de la mesa y pagué el café. Y justo cuando abandonaba el bar mi teléfono empezó a vibrar.

Era un mensaje de Julia: “ ¿Podemos hablar?”

Ni que decir tiene que, tras mis conclusiones anteriores, acepté un encuentro decidida a llegar a un acuerdo con Julia, sobretodo, para poder acercarme a José.

CAPÍTULO 21

A las 11 de la mañana ya estaba en la puerta de casa de Julia. Llamé y me abrió.

Nada más entrar, me llegó un olor delicioso a tostadas y a café. A esas horas, y tras un miserable café en mi estómago, el apetito hizo acto de presencia.

Pasa al salón María, yo salgo enseguida.- dijo Julia.

Nada más entrar vi como la mesa estaba preparada para un suculento almuerzo (en Valencia, el almuerzo es lo que comemos entre el desayuno y la comida. Consta de un bocadillo con cacaos y aceitunas, o bien un café con leche con algo de bollería). Tostadas, ensaimadas y magdalenas llenaban la mesa. Un desmesurado almuerzo para dos personas.

Tomé asiento en una silla y, enseguida salió Julia con una cafetera recién hecha y una jarra de leche.

  • ¿Café con leche?

  • Si, por favor.

  • María, ¿magdalena?. Jajaja. Perdona no he querido ofenderte, me ha salido la broma sin más.

  • ¡Tonta! No, prefiero unas tostadas. Esto es mucho para nosotras dos, ¿no?

  • No sabía que te gustaba y compré de todo. Quería pedirte disculpas por lo de anoche. Me pasé, no tenía derecho a hacerte lo que te hice. Eres mi amiga y me pasé de la raya. Quizás, y no quiero que sirva de escusa, el alcohol me hizo hacer cosas que no hubiera hecho en condiciones normales.

¿Una disculpa? No lo esperaba. Creía que Julia me reprocharía el haberlos seguido o el intentar amargarles la noche. Pero no, se estaba disculpando.

No sabía que responder. Venía preparada para un ataque por su parte y, en el primer asalto, ya tocaba retirada.

¿Sería posible que Julia y José no hubieran preparado lo que sucedió? ¿Era viable que lo ocurrido en el hotel no fuera más que un cúmulo de circunstancias que nos llevaron hasta ahí?

  • Julia, es que no se como se te pudo ocurrir eso con José y conmigo.

  • Voy a ser sincera. Nos conocemos desde hace poco pero hemos conectado increíblemente. Me llevo genial contigo y me pareces una mujer en la que se puede confiar.- comenzó Julia a decir mientras se sentaba en la mesa.- Con José hace mucho tiempo que hablo de diversos temas. Nos hemos acostado pocas veces para lo que yo hubiera deseado pero nuestras conversaciones siempre han sido morbosísimas, incluso desde antes de acostarnos juntos. Hablamos de mil temas picantes pero una de nuestras fantasías comunes es hacer un trío con otra mujer. Me pone mucho la idea de ser penetrada mientras me besan o me lamen cualquier parte de mi cuerpo. Espera que no he traído el azúcar.

Julia se marchó a por el azucarero y yo pensé en lo que me acababa de confesar sobre José.

Sabía que hacer un trío era una de sus fantasías, lo habíamos hablado en muchas ocasiones pero el miedo a no ser capaces de soportar ese tipo de relación hizo que desistiéramos en esa idea.

Julia regresó con el azúcar y prosiguió.

  • Pues a ver, que eso, que a mi me da morbo lo del trío y a José también le gustaría probarlo. En la cena se me cruzó la idea por la mente y pensé en ti. Eres una mujer discreta, madura, con buen cuerpo y, seamos sinceras, necesitas que te peguen un buen polvo. Y, ¿quién mejor que José? Por eso intenté que conectarais, para ver si podría materializar nuestra fantasía. Pero cuando os pusisteis a bailar y José se marchó me enfadé porque mi plan no salía como yo quería. Lo hablé con él y le dije lo que pretendía pero a él no le hacía gracia. Decía que, de momento, sólo nosotros dos. Pero, al verte espiarnos…

  • ¡Oye! Que sólo iba a devolverte tus cosas- la interrumpí.

  • Si, ya lo sé, pero nos vistes. Y yo pensé que tú también querías y que no pondrías ninguna objeción. Pero claro, luego José se negó a que participaras, y tú no querías, y yo no sabía que hacer y….lo siento mucho María.

Julia comenzó a llorar.

  • No quiero que me dejes de hablar por haber cometido una estupidez. De verdad que lo siento mucho, no quería hacerte daño.

  • ¡Para, chiquilla, para! Que no te voy a dejar de hablar por eso. Se que te dejaste llevar por el alcohol y por el momento, pero ya te digo que con José lo vas a tener difícil.

Julia me miró sorprendida.

  • ¿Porqué dices eso?

  • A ver…- intenté pensar rápidamente para que no se notara que ya conocía a José- pues que, por lo que vi, a José le pone mucho el trío pero no creo que vaya a ceder tan fácilmente. Hay hombres que les cuesta dar el paso, y José parece uno de esos.

Mientras hablaba parece que se encajaron todas las piezas. Sin pretenderlo, Julia me había abierto la puerta a un futuro encuentro con José.

Si la penitencia que tenia que sufrir para estar juntos era aceptar un trío, pues que así fuera. Además, no es que fuera a la cámara de gas. El precio a pagar era pasar una noche, o las que vinieran, de sexo con José y Julia la que, por otro lado, era muy mona.

Si en su día estuvimos tentados de hacer un trío, ¿porqué ahora no podríamos hacerlo? Ahora que no nos ligaba ninguna relación (aunque era lo que yo buscaba), ¿porqué no podríamos dar rienda suelta a nuestros deseos. Y lo más importante, ¿no cabria la posibilidad de que José se volviera a enamorar de mí al probarme nuevamente?. Ya sabéis que el roce hace el cariño.

  • Y entonces, ¿qué debería hacer?- dijo Julia intrigada.

  • Pues lo mejor es que prepares un encuentro. Pero sin que él sospeche nada, que cuando lo descubra ya no pueda echarse atrás.

  • Pufff… no se si funcionará.

  • Si que funcionará. Te voy a ayudar porque la otra noche algo se movió dentro de mí y, aunque me he negado a aceptarlo, también necesito algo de acción.

  • ¿De verdad? ¿Estás dispuesta a hacer un trío con José y conmigo?

  • Estaría encantada de participar en hacer realidad vuestra fantasía. Y, para que negarlo, también la mía.

  • ¡Gracias, gracias, gracias!

Julia se abrazó a mí y me besó por toda la cara. Eran besos de agradecimiento, pero me besó tanto en las mejillas, como en la frente y, por supuesto, también en los labios. Y he de confesar que no me desagradó.

  • Gracias a ti Julia. Eres un amor.

CAPÍTULO 22

  • ¡María, María!

Julia me llamaba a gritos desde la otra parte del pasillo. Todavía no llevábamos ni media hora trabajando y esa mujer ya tenía la energía a tope y la alegría por bandera.

Había pasado tres semanas desde la cena de empresa y aún no había conseguido hablar con José sobre nosotros. No conseguía quedarme a solas con él o, cuando lo conseguía, se escabullía con cualquier escusa absurda.

Me frustraba no poder explicarle mis sentimientos. Decirle que sería suya para siempre, que estaba dispuesta a hacer lo que me pidiera y que para mí no había otro hombre como él.

  • Calla Julia, que nos mira toda la sala.- intenté calmarla nada más llegó a donde yo estaba.

Durante estas tres semanas mi vida había cambiado sustancialmente.

En primer lugar, me fui de casa y  “dejé” a Jorge. Aunque eso de dejar es muy relativo porque no estábamos juntos.

Cuando le dije que quería vivir sola (bueno, con Esther) se puso a la defensiva y me acusó de ir detrás de José.

Me dijo que si me iba, no volviera con el rabo entre las piernas, que él no daba segundas oportunidades como “otros”, en clara alusión a José.

Por supuesto que yo me encaré a él y le dije que José no me había dado otra oportunidad, que ojalá hubiera sido así porque estaba deseando volver con él.

También le recriminé que me sacara el tema de mi ex cuando él se acostaba con la que le venía en gana. Le dije que para vivir engañados, lo mejor era estar alejados ya que ni él me amaba a mí, ni yo lo amaba a él. Y él no se quedó atrás volviéndome a reprochár que no era quién para dar consejos de moralidad y que, si yo había aceptado vivir con él era porqué José se marchó dejándome sola.

Después de esa discusión terminó aceptándolo, no le quedó más remedio. Aunque tampoco puso muchas trabas para que me fuera, su única condición fue una especie de custodia compartida de Esther. Mi hija viviría una semana en cada casa y los veranos y las fiestas nos las repartiríamos según nos viniera bien.

Esther, que ya no era ninguna niña, se dio cuenta que sus padres no se amaban y, aunque le costó asimilarlo, al final supo que era lo mejor para todos.

Así que, libre de convivencias y con un pisito que alquilé, pequeño pero muy mono, me preparé para intentar recuperar a José.

  • ¡Ya se cuando podemos intentar lo que queremos!- dijo Julia emocionada.- la semana que viene es el cumple de José y me va a invitar a cenar. Podemos aprovechar para….- dijo mirando hacia ambos lados, asegurándose que no nos oía nadie- para hacer el trío.

Efectivamente, el cumpleaños de José estaba cerca y, aunque ya le había comprado un marco donde coloqué una foto que nos hicimos en nuestra luna de miel, pensé que ese momento sería bueno para volvernos a conectar.

  • ¡Perfecto, Julia! El plan ya está trazado desde hace días, sólo hay que ponerlo en práctica.

CAPÍTULO 23

José abrió la puerta de casa y entró besando a Julia desesperadamente. Ni siquiera se percató de que yo esperaba en el rellano y que entré detrás de ellos antes de que Julia lo llevara hacia el salón y volviera a cerrar la puerta. El plan estaba saliendo bien, por lo menos la parte en la que yo entraba en escena.

Julia y José se encaminaban hacia la habitación mientras las prendas de ropa caían por el pasillo. Cuando entraron al dormitorio sólo la ropa interior les separaba de la desnudez completa.

José apretaba los pechos de Julia de una manera agresiva, arrancándole gemidos de placer a su amante, ahogados por el lengua a lengua que se propinaban.

Yo, esperando sin ser vista, empecé a excitarme. Era una escena muy similar a la que presencié en las escaleras del hotel pero esta vez sabía que yo sería coprotagonista, sólo tenía que esperar mi momento.

La pareja se tumbó en la cama y se despojaron de las prendas que les quedaban y, ahora si, piel con piel, empezaron los juegos orales. La cabeza de José bajó hasta lamer los pezones de Julia. Estos eran rosados y puntiagudos, con una areola pequeñita y arrugada por el placer de sentir como la succión le hacía mojarse.

Julia recibía los lametones de José mientras con una mano le mesaba el cabello y con la otra empezaba a pajear la erección de José.

  • Espera, José, espera. – le frenó Julia- Quiero darte tu sorpresa.

  • Otro día, no te preocupes.-contestó José volviendo a sus quehaceres.

  • No, de verdad. Es que está relacionado con esto.

  • Está bieeeen. Venga, dámelo.

  • No. Antes tienes que ponerte algo y tienes que prometerme que, pase lo que pase, aguantarás lo que te haga.

  • ¡Huyyyy! Miedo me das. Vale acepto.

Julia salió del dormitorio y se fue en busca de su bolso, que estaba tirado en el suelo del salón. Al cruzarse conmigo me guiñó un ojo. En ese momento empecé a desnudarme para entrar en acción.

Al volver hacia la habitación y verme en tanga y con las tetas al aire,  Julia me dio una palmada suave en el cachete del culo.

Entró y le enseñó a José un antifaz negro.

  • ¿Eso es para mí o para ti?- dijo José pícaramente.

  • Es para ti. Póntelo y déjate llevar.

José obedeció y se colocó el antifaz. Julia movió rápido la mano hacia su cara para comprobar que no veía y, al corroborarlo, me hizo una seña para que entrara.

Estaba como un flan. Mis nervios casi no me permitían andar y fue más por deseo que por voluntad el que llegara a donde ellos estaban.

Julia me señaló hacia donde estaba José, tumbado en la cama y esperando recibir lo que le diéramos, como un buen sumiso.

Gateé por la cama hasta llegar a sus piernas. Por fin volvía a tener a mi alcance ese pene maravilloso. No lo pude resistir, apenas lo agarré con la mano, lo engullí. Emití un leve gemido de gusto cuando volví a saborear ese manjar. Noté como le crecía la polla en mi boca y como erizaba su piel al notar mis labios subir y bajar.

Me dediqué a hacerle disfrutar. Masajeé su escroto con tal dedicación que sus bufidos resonaban en toda la casa.

Estaba haciéndole un buen trabajo hasta que noté como una mano me tocaba mi abultado clítoris a través del tanga. En ese momento estaba tan concentrada en la mamada, que pensaba que estábamos solos. No me acordé que la jugada era a tres bandas. Pegué un bote asustada y giré la cabeza desaprobando la acción de Julia con la mirada. Mi amiga se quedó paralizada por el gesto y retiró la mano rápidamente.

Fue en ese momento de desconcierto cuando, tras un parón en las atenciones a José y alarmado por los movimientos en la cama, se quitó el antifaz y descubrió lo que tenía que haber descubierto un poco más avanzado el acto.

  • ¿Qué coño hacéis?- dijo José.

  • Es tu regalo, cariño. He preparado un trío.- le contestó Julia con la cara desencajada por mi ultima acción.

  • Ni de broma, no- gritó José mientras se levantaba de la cama.

  • ¿Porqué no? ¿No es lo que queríamos? ¿Tú fantasía?- replicó Julia.

  • Con María no quiero. Ya te lo dije la otra vez.

Yo me mantenía callada y expectante. Era muy lógico que José no quisiera nada conmigo y mi única posibilidad residía en el poder de convicción de Julia. Yo no forzaría nada.

  • ¿Y porqué con María no? Dime, ¿qué tiene de malo María? Porque no creo que no te guste, veo como la miras cuando no te ve.

¡¿Qué?!

¿Qué José me miraba a escondidas?

Mi sonrisa crecía al mismo nivel que mi autoestima, hasta que José me miró.

  • Está bien. Vamos.- dijo José.

Se dirigió a su mesita de noche y sacó del primer cajón un preservativo.

  • ¿Qué haces?- dijo Julia- ¿Porqué te pones un condón?

  • No quiero que luego me cuelen el hijo de otro. Me curo en salud.- dijo José mirándome.

  • ¡Gilipollas!- le respondí con rabia.

  • ¡Pero José!- dijo Julia- ¿qué coño te pasa?.

Salí disparada del dormitorio y me encerré en el baño a llorar hasta que llamaron a la puerta.

  • María, ¿estás bien?- me preguntó Julia- Te traigo la ropa. Vístete y nos vamos.

  • ¿Las dos? ¿Tú no te quedas?

  • No se que pasa entre vosotros pero creo que ya os conocíais de antes y que no hay buen ambiente, aunque eso no es razón para tratarte así. Ya me lo explicarás otro día pero hoy,  nos vamos.

En ese momento entendí lo que pretendía José.

Abrí la puerta del baño y miré a Julia decidida. Si José quería jugar a hacerme daño, le demostraría que puedo soportarlo por él y por el amor que le tenía.

  • Hoy hemos venido a follar y vamos a follar.

Agarré a Julia del brazo y la llevé al dormitorio. Entramos juntas y nos acercamos a José que nos miraba desconcertado.

Sin dejar que hablara, le besé con fuerza y le agarré el pene que ya había perdido la dureza y descansaba sobre sus testículos. Me acerqué a su oído y le susurré.

  • Si te piensas que insultándome me vas a alejar de ti estás muy equivocado. Te vamos a follar las dos y me voy a comer tu corrida. Estaba deseándolo y, ahora que ya estoy aquí, no me voy a ir sin que me hagas tu puta de nuevo.

José no me dejó continuar. Me tumbó en la cama, me abrió las piernas y acercó a Julia a donde estábamos. Colocó su boca en mi vagina y le instó a chuparme. Nada más rozarme por primera vez, Julia, con su lengua, me corrí.

Un orgasmo intenso me atravesó el cuerpo entero. Fue una sensación tan potente que creía que me desmayaría. Hacía tiempo, desde que no lo hacía con José, que mi cuerpo no se estremecía de esa manera. Un “mmmm…” prolongado era el único sonido que podía emitir y mi orgasmo duró lo que tardó Julia en separar sus labios de mi coño. Se coloco a mi lado, en la misma postura que yo tenía y le señaló a José donde tenía que colocarse.

José le dedicó más tiempo a Julia que ella a mí en el cunnilingus. También es verdad que yo alcancé el éxtasis en apenas 15 segundos y Julia tardó algo más en conseguirlo.

Al terminar el orgasmo de Julia, tumbé a mi amado en la cama y comencé a saborear esos huevos  gordos y depilados que tanto rebotaron en mi culo años atrás. Julia se sumó a la felación tan pronto estuvo recuperada y, sin preliminares, engulló hasta tocar con su nariz el pubis de José. Se quedó allí varios segundos, con la boca semi abierta y la lengua masajeando el tronco de José, mientras yo recogía la baba que descendía y la aplicaba como lubricante mientras metía una falange de mi dedo índice en el ano de José.

Entre el “garganta profunda” de Julia y mis atenciones escrotales y anales, José anunció su corrida.

Me hubiera gustado saborearla, pero Julia no quiso soltar el miembro de José mientras expulsaba su semen. Oía como intentaba tragar la lechada de mi hombre y las arcadas que, el golpeteo de la misma en la garganta, le venían a Julia. Era muy morboso ver como intentaba tragarlo todo mientras las gotas resbalaban por los costados de su boca.

José quedó extasiado y agitado tras el orgasmo, pero su mástil continuaba en pie. Fue Julia la primera en sentarse sobre su polla y en comenzar a cabalgarlo. Su premura me descolocó un poco y no pude más que lanzarme a chupar los pezones de José. Los lamía como si fuera azúcar mientras Julia me cogía la mano y la dirigía a su boca, chupando mis dedos de manera lasciva, para el deleite de mi ex.

Pasados unos minutos, José parecía recuperado de su primer orgasmo y se desacopló de Julia para situarla a cuatro patas. A mí me ordenó tumbarme en la cama y abrir las piernas de manera que Julia pudiera comerme el coño.

Mientras Julia recibía las embestidas de José, ella me devoraba el clítoris.

Varios orgasmos nos vinieron a las dos, los de Julia sonoros y los míos muy dulces. Mientras José percutía me miraba a los ojos y sonreía. Lo notaba conmigo nuevamente. Formábamos equipo y esto nunca se podría romper.

CONTINUARÁ...