Volver a sentir (6)

El encuentro.

CAPÍTULO 16

  • María, él es Jo…

  • José- terminé la frase yo.

  • ¿Os conocéis?- dijo Julia.

  • No tengo el placer- se adelantó José.

  • Lo he adivinado. Por la ciudad donde estamos, digo. Aquí es el nombre más común, ¿no?.- intenté disimular.

  • Jajaja, estás en todo chica.- se reía Julia- Pues nada José ya te dejamos tranquilo. Me llamarás, ¿verdad?.

  • Ya veremos Julia, ya veremos.- dijo mi ex.- María, un placer conocerte.

  • El placer es mío José.- le contesté.

Y nuestras manos se juntaron para saludarse formalmente. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al volver a tocarle.

Mis súplicas habían sido escuchadas y volvía a saber de él.

Estaba guapísimo. Más que nunca lo estuvo.

Su cuerpo lucía fibroso y fuerte. Él, que siempre renegaba de los gimnasios alegando que sólo servían para tirar el dinero. Su barba, perfectamente recortada y sus ojos, ¡que ojos!, sus ojos serían capaces de enloquecer a cualquiera. Los años, al contrario que a mí, le habían sentado muy bien a José.

Sin duda alguna seguía enamorada de mi ex. Siempre lo estuve, hasta el tuétano y cada día entendía menos como fue posible que estropeara lo que teníamos.

  • Es guapo, ¿verdad?- me preguntó Julia al separarnos de José.

  • Mucho- dije sin pensar- Digo…que sí, que es guapo. ¿Es tu novio?.

  • Jajaja. ¡Que más quisiera yo? Llevaba más de un año detrás de él y justo la semana pasada quedamos para cenar. Si llegamos a ser más amigas tú y yo, te contaré como me fue. Pero te adelanto que casi rompemos la cama. Jajaja.

Me dolió ver como hablaban, como coqueteaba Julia con mi hombre y, más aún, saber que habían follado.

A ver, que no esperaba que José se mantuviera célibe tras nuestra ruptura, y más de la forma en la que sucedió. Pero no es plato de buen gusto enterarte que la persona que amaste, amas y amarás, está follando con otras. Y menos el primer día que lo ves desde hace más de diez años. Imagino que más o menos como le sucedería a José conmigo. Con la única diferencia que yo lo hice mientras aún éramos pareja y él cuando ya estuvo libre.

Pero bueno, era algo previsible y que tendría que soportar si quería seguir viéndolo.

  • ¿Has visto su mirada?- dijo Julia- ahora ya no se nota tanto, pero cuando lo conocí, hace ya unos años, fue lo que más me atrajo de él. Tenía una mirada profunda, de esas que te llegan al alma, pero muy triste. Debe haberle pasado algo muy fuerte para que huyera de todo.

  • Y, ¿cómo sabes que huyó?- le pregunté haciéndome la desentendida.

  • Mujer, un hombre como ese, con ese cuerpo y esa cara… es extraño que no tenga pareja. Al principio pensé que era gay porque me parecía demasiado bueno para ser verdad, pero ahora ya te digo que no lo es. Así que ha tenido que huir de algo, o de alguien, no lo se. Es una de esas cosas que le da atractivo a un hombre, ese aire de misticismo atrae, ¿verdad?.

  • Si… bueno, no se.- contesté dubitativa

  • ¿Tú tienes pareja, María?

  • Bueno. Pareja, pareja…- ¡joder que lío!- Estoy viviendo con el doctor Ruiz, el director de urgencias, y tenemos una hija en común. Pero no somos una pareja “convencional”.

  • ¿No seréis liberales o algo por el estilo?

  • ¡No, por Dios, no! Sólo digo que estamos juntos por la niña, pero nada más.

Julia no dijo nada, pero torció el gesto en un signo inequívoco de que algo, que no deseaba decirme, no marchaba bien.

Supe en ese mismo momento a lo que se refería. Seguramente Jorge ya le hubiera hincado el diente a más de una enfermera y su fama de galán ya volaría por todo el centro.

CAPÍTULO 17

Varias semanas después, Julia y yo nos habíamos hecho inseparables. Mi único interés era estar cerca de José y estando con Julia lo tendría más fácil. Pero, lo que empezó siendo mera conveniencia, acabó siendo una posible gran amistad. Hablábamos con bastante confianza de casi cualquier cosa y nos ayudábamos en cualquier problema que se nos presentaba, tanto laboral como personal.

Un día estaba charlando con Julia en un pasillo cuando pasó por nuestro lado Jorge. Nos saludó con un “chicaaaas” y continuó la marcha. Julia no pareció contenta con el encuentro.

  • ¿Pasa algo Julia? Has puesto mala cara.

  • No mujer, no pasa nada. Es que me acabo de acordar de una cosa y …

  • El doctor Ruiz está aprovechando el trabajo, ¿no es así?. Ya se ha acostado con alguna.

  • Corren rumores, pero no lo se seguro. No quiero crearos un problema.

-  Problema ninguno. Ya te digo yo que serán ciertos esos rumores. En el hospital del que venimos también hacía de las suyas. Sin ir más lejos, yo soy una de esas mujeres. El problema es que conmigo surgieron complicaciones y por eso estamos juntos. Se que se tira a toda mujer que se le pone a tiro, pero me da igual. Ese hombre no me dice nada, sentimentalmente hablando.

  • Pues será difícil convivir así. Me refiero, ¿qué haces cuando quieres pegar un polvo con alguien?- preguntó Julia.

  • Pues, a decir verdad, los pocos polvos que pego son con Jorge. Pero vamos, que puedo pasarme semanas sin sexo, ya estoy acostumbrada.

  • ¡No me digas! Yo no podría nena. Necesito sexo, por lo menos tres veces por semana.- dijo con guasa Julia.

  • Bueno, para eso existen juguetitos fabulosos, para que no te falte sexo.

  • Pero no es lo mismo. Prefiero un pene de carne que un pollón de plástico.

  • En mi caso no tengo elección.- dije.

  • Siempre hay elección María.- contestó Julia dándome palmaditas en el hombro.

CAPÍTULO 18

Poco tiempo después llegaron las fiestas navideñas y, con ellas, las famosas cenas de empresa.

El hospital organizaba una cena en un conocido hotel de la ciudad, con baile y posibilidad de alojarte en el hotel a pasar la noche si habías bebido mucho, o si terminabas la velada acompañado.

A mí no me apetecía ir ya que no tenía confianza con casi nadie, pero Julia se empeñó en que acudiéramos juntas argumentando que no me dejaría sola en toda la noche.

Otro aliciente para asistir era que José vendría y Jorge no. Jorge tenía guardia y lamentó no poder asistir aunque seguramente ya tendría algún plan con alguien si la noche iba tranquila. Pero vamos, que me importaba poco lo que hiciera él.

Así que allí me fui, con mi mejor traje de noche, mi pelo recogido, mis tacones de aguja y mi maquillaje deslumbrante. Todo para intentar impresionar a José.

No os voy a engañar, por un tiempo estuve pensando que podría ser el mejor momento para volver a retomar una conversación con él.

He de decir que, en este tiempo que llevaba trabajando en el hospital, había coincidido poco con  José y, las veces que lo vi no pude más que saludarlo ya que él no me prestaba la menor atención.

Me frustraba pensar que lo tenía tan cerca y que no podía hablar con él.

Pensaba constantemente en mi ex marido. Aunque antes ya lo era  ahora, con su imagen renovada, se había convertido en el principal protagonista de mis masturbaciones. Me gustaba saber que, en mi mente, seguía siendo mío y que disfrutábamos mutuamente amándonos.

Para hacer más cómoda la introducción a una futura interacción con José comencé a hacer dieta y ejercicio. Quería que me viera como antes y que volviera a pensar en mí.

Aún estaba lejos de mi mejor figura pero, poco a poco y con el estímulo de recuperar a mi amado en el horizonte, terminaría consiguiéndolo.

Pues eso, que con mi vestido de noche y mis truquitos de belleza, entre junto con Julia en el salón donde se celebraba la cena.

Lo de que Julia no me iba a dejar sola duró lo que tardó José en aparecer. Fue hacer acto de presencia, elegantemente vestido con un traje y corbata, y las dos nos quedamos embobadas. Lo seguimos con la mirada hasta que llegó a la barra y Julia se desentendió de mí.

  • Ahora mismo vuelvo.- me dijo.

Se arrimó a José y ya no se separaron.

Así que me quedé sola y desubicada en un lugar donde prácticamente no conocía a nadie, ni nadie me conocía a mí. Oteaba el salón con curiosidad para ver si encontraba a otra compañera con la que relacionarme.

  • ¿Una copa?

Una voz varonil me distrajo de mi búsqueda. Era un hombre de mi edad aproximadamente. Impecablemente vestido y peinado.

  • No gracias, estoy buscando a alguien.- mentí.

  • Pues mientras buscas a esa persona podrías acompañarme con una copa. Dime que tomas y te lo traigo.

  • Que no te molestes.- insistí.

  • No es molestia, de veras. Sólo quiero un poco de compañía. Por cierto, me llamo Ángel.

  • De acuerdo, tráeme un vino blanco, por favor. Yo soy María.- y nos saludamos con dos besos.

  • Ahora mismo vuelvo María. No te vayas.

Imaginaba la estrategia de ese hombre, intentar ser amigable para probarlo más tarde, cuando el alcohol hiciera efecto. Pero había escogido mal su presa, no tenía ninguna intención de que me ligaran. Y mucho menos estando José en la misma sala. Le debía un respeto, aunque ya no fuéramos pareja. Ese respeto que no tuve con él años atrás.

La velada fue muy estresante. José y Julia no se separaban y, aunque no daban muestras de algo más allá de una amistad, yo sabía que terminarían juntos al acabar la cena y era algo que me causaba dolor.

Ver a la persona que amas con otra mujer no es plato de buen gusto y, si bien es cierto que José no tenía nada que esconder, me mataba ver como se tocaban, como sonreían y como se miraban.

En la cena Ángel se sentó con nosotros y no paró de intentarlo conmigo. Al principio le seguía la corriente y le reía las gracias pero tras dos horas de incesante ligoteo, la verdad es que me empezaba a cargar.

A todo esto se sumaba la borrachera de Julia, a la que le dio por ponerse besucona.

Siempre he pensado que hay dos tipos de borrachos, los agresivos y los cariñosos. Pues Julia era de las cariñosas.

No paraba de besarnos a José, que esquivaba los ataques como podía, y a mí. Y lo peor de todo es que estaba empeñada en que José y yo nos besáramos. ¡Y yo encantada, oye!. Pero José era inflexible y no quería.

Yo que me había puesto su perfume favorito para que supiera que aún me acordaba de él, y José que no quería acercarse.

Hasta que ya en el baile, al poner una balada el dj, una alegre Julia propuso un cambio de pareja y, sin dar opción a negarse, se puso a bailar con Ángel (que no se separaba de mí) y nos juntó a José y a mí.

Ante tal suceso, no le quedó más remedio a José que bailar conmigo. Es ahí donde vi mi oportunidad.

  • ¿Qué tal va todo José?

  • Muy bien. Voy tirando.

  • ¿Desde cuando estás en esta ciudad?

  • Desde que… ya sabes. Me saqué el MIR y aproveché que había una plaza libre ya que era un hospital nuevo, y ya no me he movido.

  • Muchos años ya sin vernos y, José, yo quería disculparme por…

No me dejó terminar la frase, se separó de mí y se marchó a la barra. Julia le vio marcharse y se fue tras de él. Empezaron una conversación algo tensa, a raíz de los gestos que hacían y salieron fuera a tomar el aire.

Un rato después aparecieron más calmados y vinieron a donde estábamos Ángel y yo bailando (pero bien separados).

  • María- dijo Julia- lo siento mucho pero José y yo nos vamos a subir a una habitación. La acabamos de reservar ya que, como he bebido, no veo conveniente conducir. Toma las llaves de mi coche. Vete tú y ya hablaremos mañana para ver como me lo devuelves.

En ese momento los celos y la angustia se apoderaron de mí. En mi cara me dijeron que se subían a follar durante toda la noche. Por difícil que resulte, me sentí perdedora, vacía. Tenía muchas expectativas creadas para esa noche. Pensaba que sería el primer escalón para retomar la cordialidad con José. Pero no fue así. Y el tiempo para intentarlo ya comenzaba a  expirar.

Confusa por la situación contesté.

  • No te preocupes Julia. Me tomo un taxi y ya está.

  • Lo que quieras nena, a mí no me importa que cojas mi coche.- dijo Julia.

  • Si quieres te acerco yo.- intervino Ángel.

  • No, tranquilo.

  • No, mujer. ¿Qué necesidad hay de que te gastes dinero si puedo acercarte yo?- insistió.

  • Bueno, está bien- le contesté.

No tenía intención de que Ángel me acompañara a casa, cogería un taxi. Pero era la única forma de terminar esa conversación sin alargarlo más y, de paso, averiguar si José sentía algo al saber que me iría con Ángel. Pero su cara no reflejó nada, sólo la indiferencia.

Nada más separarnos de la pareja, le dije a Ángel que cogería un taxi y, aunque me insistió mucho, conseguí convencerle.

Al sacar el teléfono de mi bolso para llamar al taxi me di cuenta que Julia se había dejado su cartera, su móvil y sus llaves dentro. Pensé que aún podría alcanzarlos antes de que tomaran el ascensor y salí disparada.

Nada más llegar a la recepción del hotel los vi. Iban muy juntos pero sin dar muestras de cariño, aunque hablaban de una manera especial, como si conectaran. Una punzada de celos me recorrió el cuerpo, nuevamente. El hombre al que más amaba iba hacia una habitación de hotel para pasar la noche con otra mujer.

No me sorprendió que José se fijara en Julia, a parte de simpática y alegre, tenía un cuerpo muy bonito, sin nada de más pero sin carencias. Imagino que fruto de una alimentación sana y a las sesiones duras de gimnasio.

Lo que si me sorprendió fue que no subieran por el ascensor, lo hicieron por las escaleras. Entraron hablando y riendo por la puerta que daba acceso a ellas. Y yo entré tras ellos.

Sin pensar lo que estaba haciendo y sin valorar las consecuencias de mis actos subí varios escalones y me apresuré a atraparlos ya que me llevaban un piso de ventaja.

Sólo se oía el retumbar de los tacones de Julia y los murmullos de José contestados con risas de su acompañante. Nadie subía ni bajaba por las escaleras salvo la pareja de tortolitos y la tonta que los perseguía.

De repente, silencio. Los pasos dejaron de escucharse y nadie reía como una bobalicona.

Imaginé que acababan de llegar a su piso y por eso no los oía, pero estaba equivocada. Al llegar casi al rellano del cuarto piso, unos escalones por debajo de este, pude ver el motivo de la interrupción de los sonidos. O, para ser más exacta, del cambio de los sonidos.

Julia y José se besaban lascivamente mientras Julia enroscaba una pierna sobre la cintura de José. Debido a este movimiento, el vestido de mi amiga se había subido hasta sus muslos y José no desaprovechó la ocasión para colar su mano por debajo apretando su nalga.

Al acercarme pude apreciar el ruido que emitían sus bocas al besarse. Eran sonidos prácticamente sordos pero muy excitantes. Si no hubiera sido José el que se estaba besando con Julia me hubiera parecido hasta morbosa la escena. Dos cuerpos disfrutando del inicio del sexo.

Pero no, el saber que José era el que, por los gemidos de Julia, estaba masturbando a su amante, me sumía en un estado desconocido por mí.

Mientras Julia se agarraba fuertemente al cuello de José y le decía en voz baja “ más rápido” , mi estómago se encogió como si le hubieran dado una patada. Tenía una sensación de derrota tan profunda que comencé a sollozar.

Sin pretender ser descubierta, mis hipidos alertaron a la pareja justo en el momento en el que Julia alcanzaba el orgasmo pero, lejos de parar, continuaron hasta que mi amiga terminó de sacudirse.

Fue en ese momento, cuando ella bajó la pierna y se acopló el vestido nuevamente. Se rieron de la situación vivida entre ellos y entraron en el cuarto piso.

Me quedé descolocada, no sabía si me habían visto o no, y no sabía que hacer.

En ese momento se me ocurrió la idea de ir en su búsqueda para devolverle las cosas a Julia y, con algo de suerte, chafarles el plan. Me sequé las lágrimas y continué. Si tenía algo de fortuna, al verme, puede que desistieran de hacer lo que pretendían.

Entré decidida por la puerta de acceso a la planta y, nada más abrir la puerta, me topé con Julia y José esperándome.

  • ¿Eras tú María?- dijo Julia sorprendida.

  • Lo siento, no pretendía molestar,- alegué un poco cortada por mi estúpido plan- pero te has dejado tus cosas en mi bolso y quería devolvértelas.

José me miraba sin pronunciar palabra y sin mostrar ningún gesto que pudiera delatar su estado de ánimo.

Yo los miraba alternativamente, colorada como un tomate. Avergonzada al descubrir que mi plan de estropearles su noche era una soberana estupidez.

  • ¡Madre mía, que cabeza tengo!.- dijo Julia- Muchas gracias, nena. ¿Y Ángel, te espera abajo?

  • No. Le he dicho que se marchara, voy a tomar un taxi… Bueno pues me marcho. Que lo paséis bien.

Y, justo al darme la vuelta, Julia me cogió del brazo y me giró.

  • Espera. Tómate la última con nosotros en la habitación.- dijo Julia con cara de cachorrito.

  • ¡¿Quéeee?! Ni hablar- dijo José, saliendo de su letargo.

  • No quiero molestar, de verdad. Gracias Julia pero no es buena idea.

  • ¡Si sólo es una copa! ¡Vamos chicos! Terminemos bien la noche.

No se como sucedió pero, sin darme cuenta, nos encontrábamos los tres en la habitación guiados por Julia.

Julia se apresuró en sacar del minibar varias botellitas para preparar algo de beber. Mientras tanto, yo me senté en un sillón que había junto a un escritorio y José se sentó en la cama, frente a mí y con cara de sorprendido.

La situación era tensa. José no me miraba y yo no lo miraba a él. No hablábamos y sólo se escuchaba el ir y venir de Julia preparando las bebidas, hasta que las tuvo listas y nos las acercó sentándose, más tarde, junto a José.

La conversación era dominada por Julia. Nosotros nos limitábamos a asentir o negar lo que ella decía. Pese a nuestro hermetismo, Julia parecía estar muy feliz de tenernos allí. Jugueteaba con su mano a subir y bajar por la pierna de José. La subía demasiado alto para lo que yo hubiera deseado ya que, en alguna ocasión, juraría que le alcanzó la zona de su hombría.

Poco a poco, la conversación se tornó más densa conforme la anfitriona se quedaba sin temas recurrentes y, en ese momento se desató todo.

Julia comenzó a besar a José que se negaba a participar de ese espectáculo delante de mí. Pero Julia no cejaba en su empeño y consiguió más de lo que estaba dispuesta a resistir yo.

Fui testigo de como Julia le sobaba a mi ex su, ya abultado, pene. Lo frotaba con vehemencia sobre la tela y, en ocasiones, lo agarraba con fuerza. Como si se pusiera nerviosa de lo cachonda que estaba.

Yo, inmóvil, sólo miraba la escena sin perderme detalle. Pude ver como José se abandonó al placer y desplazó su mano hacia una de las tetas de Julia. Fue el momento que ella aprovechó para bajar la cremallera de José y empezar a desnudar su tronco, tan conocido como anhelado por mí.

  • Espera Julia, espera.

José trataba de parar a una Julia descontrolada. Parecía tan excitada que no coordinaba sus movimientos. Ta pronto mordía el labio de José, como intentaba bajar su cabeza hacia su pecho, o intentaba desabrochar su camisa.

  • Para Julia, María está aquí.

En ese momento, al nombrarme, Julia se acordó de mi presencia. No pareció molestarse y se limitó a decirme.

  • Ven María, disfrutemos juntas de un verdadero hombre.

Me quedé en shock, lo juro. ¿Qué coño me estaba proponiendo, un trío? ¿Con José? ¿Pretendía que viera como se metía el pene de mi amado hasta la campanilla? ¿O quizás quería que viera como otra mujer puede hacerle gozar más que yo?

¡Joder, que situación!

Y yo callada, mirándolos sin poder decir nada. Como si estuviera valorando la posibilidad de unirme.

  • ¡No!- gritó José- Yo no me acuesto con mujeres que tienen pareja.

  • Si no son pareja, sólo viven juntos- replicó Julia.

  • Son pareja, tienen una hija en común y duermen en el mismo techo. ¡No!. Julia, no voy a hacer nada con María. Como mucho, permitiré que se quede ahí sentada, mirándonos. Es a lo máximo que accederé, pero no quiero que participe.

  • Bueno, como quieras- acató Julia.

  • ¿Pero que coño pensáis que soy, una voyeur?- dije al salir del trance- Esto es humillante, si queríais público o hacer un trío, teníais que haber pensado en otra, yo no soy de esas.

  • Jajaja- rio José forzadamente para luego ponerse serio- Lo último que deseo es tenerte ahora mismo en nuestra cama. Vete María, no se que cojones haces aquí. O miras o puerta.

Mi mente me decía vete, pero mi cuerpo no respondía a las órdenes de este. Permanecí un momento sopesando la oferta de José y me decidí por la opción más leal para mi propósito que no era otro que reconquistar a mi exmarido. Los volví a mirar y me decidí.

CONTINUARÁ...