Volver a nunca jamas

Veinte años, recién casada, inocente, preciosa.....Mara acudió aquella tarde a la clínica más prestigiosa. Allí la esperaba el Dr. Swart.

VOLVER A NUNCA JAMÁS (Dedicado a Mara con mucho cariño)

Eran las tres de la tarde. Mara no sabía que ropa ponerse. No deseaba vestirse muy formalmente, pero tampoco quería ir en pantalones vaqueros. El lugar de su visita tampoco lo aconsejaba. Su marido no podía ayudarla aunque se ofrecía a sugerirla. El bastante tenía ya con conocer el lugar al que iba acudir su recién estrenada mujer. Y no le gustaba. Las situaciones que se podían dar allí le creaban nervios, celos, sin razón.

Dentro de la habitación del recién estrenado matrimonio se oyó un gruñido acompañado de una frase lánguida "No, este tampoco". Su marido escuchó sentado sobre la cama. Observaba como Mara había vaciado el armario en busca del afortunado vestido que ese día ocuparía su espléndido cuerpo ante la inminente visita al centro de planificación familiar. Mara lo miró con cara de preocupación. El devolvió la mirada lleno de celos.

-No sé que ponerme. No me gusta ir a ese sitio. No me apetece nada. Me da vergüenza tener que desnudarme delante de un doctor. Enseñarle……todo...que me vea desnuda. ¿Por qué he de ir?

-Porque estamos recién casados y queremos disfrutar del sexo sin que te quedes embarazada. Contestó él.

-Podían existir píldoras para los hombres. Para matar vuestros espermatozoides. Siempre somos las mujeres las que sufrimos todo tipo de vejaciones. El embarazo, dar a luz, las pastillas, las revisiones ginecológicas…….

-No te preocupes, todo irá bien. Los preservativos son un engorro. Es una de las mejores clínicas del país. Es privada. Nos costará un riñón pagar la factura. La seguridad social nos hubiera ido mejor. Es gratis. Pero si tú estás más tranquila así

-¡Encima que tengo que pasar por todo esto, con lo vergonzosa que soy, me hablas del seguro!

-No Mara, te digo que hemos buscado esta clínica precisamente para evitarte esos nervios que se acumulan en tu cuerpo. Seguro que allí te tratan bien. Serán respetuosos. No tengo dudas.

-¡Y encima no sé que ponerme!

-Ya te he dicho cariño que debes llevar una falda o un vestido. Tendrán que inspeccionarte. Siempre será mejor alzar el vestido que quitarte los pantalones.

Al fin Mara se decide por la ropa que va a usar. Camisa blanca y sujetador bajo ella del mismo color. Falda y braga en la parte de abajo. En sus piernas unas medias clásicas de rejilla fina negra sujetas al muslo. Después de calzarse se mira al espejo. Su cuerpo se refleja por entero. Es bella. Sus 20 años han moldeado su figura y luce esplendorosa. Su marido la mira nervioso. Lacera su corazón que otro, un hombre mayor que ella, palpe lo que hasta ahora sólo le ha pertenecido a el. Lo más íntimo de su ser. Que penetre en su interior con sus dedos, se solace con sus pechos, admire su belleza corporal. Los celos y el desasosiego le consumen.

Está lloviendo en la calle. Su marido detiene el coche frente a la verja de un gran jardín. Una placa clara y con caracteres negros avisa del lugar al que va a acceder "Dr. Swart, Clínica de Ginecología". Ambos se miran, marido y mujer, sus rostros reflejan la preocupación del momento. El de Mara, por lo que se va a enfrentar, el de su marido, por la usurpación presumible del cuerpo de su amada. Comienza a llover. Pulsa el timbre y la verja cede. Camina unos pasos y se detiene frente a una puerta blanca. Blindada. Una última mirada a su querido marido que se aleja con el vehículo mientras la puerta blanca se abre. Mara sostiene un último pensamiento en su mente "El a trabajar…..yo a la arena y los leones".

-Pase. Acompáñeme. ¿Estaba citada a esta hora?

-Si. A las 4 de la tarde. El Dr. Swart…, bueno su secretaria me dio la cita hace un mes.

-En ese caso, sígame. Enseguida la atenderá.

Acompañada de la bata blanca, Mara es llevada a una pequeña sala. Una alfombra gruesa orienta sus pasos. Tras comprobar el nombre en la agenda de visitas, la secretaria la insta a tomar asiento en la sala de espera. Mara se sienta y toma una revista que ojea nerviosamente. Mira su reloj impaciente. Las 3,45. Aún un cuarto de hora. Piensa que serán puntuales. La factura lo exige. Abandona la revista sobre una mesa cercana y piensa en lo que la ha llevado hasta ese lugar. Se siente una mujer atractiva, con muy poca experiencia en el sexo pero con grandes deseos de disfrutarlo plenamente junto a su marido, del que está muy enamorada y con el que hace apenas un mes ha contraído matrimonio. Cree que la decisión de tomar la píldora anticonceptiva es la mejor de las soluciones. Descarta el preservativo. Antes de casarse ya lo habían usado, pero esto no provocaba en ella esa sensación de tener a su marido dentro. Siempre se había interpuesto el látex entre los dos. Quizá fuera más fácil decirle al Dr. Swart "Dr. Vengo a que me recete una píldora anticonceptiva sin reconocerme". El se la recetaría y ella se iría a su casa a gozar junto a su marido. Pero no, deberá contestar un sin fin de preguntas íntimas, someterse a una revisión. Tendrá que desnudarse frente a otro hombre que no será su marido. Pasará momentos en los que tendrá que vencer el pudor. Y al final, el Dr. decidirá que tipo de píldora deberá tomar.

Con sus pensamientos flanqueados por los nervios y la desazón de lo desconocido vuelve a la realidad. La voz que emerge de la bata blanca frente a ella es clara y contundente.

-El Dr. la recibirá en este instante. Acompáñeme por favor.

Mara se pone en pie. Atusa su falda. Toma su bolso en la mano y echa a andar tras esa bata blanca con gafas y pelo recogido en un moño.

La puerta de color blanco, rival de la bata, se abre. Otra bata blanca con pelo canoso y pobladas cejas alza su vista. Incorporándose tras la mesa en la que se encuentra, saluda a Mara y la invita a sentarse. La portadora del moño abandona el amplio despacho y les deja sólos. El Dr. Swart extrae un formulario de un cajón y lo deposita sobre la amplia mesa. Una a una ella va contestando todas sus preguntas.

-¿Nombre?

-Mara Salazar Burgos.

-¿Fecha de nacimiento?

-14 de Junio de 1989.

-Hummmm…..tiene 20 años por tanto.

-Si, así es.

-¿A que edad tuvo su primera regla?

-A los 13 años.

-¿Duración?

-Cuatro días.

-¿Cantidad de la menstruación?

-Normal.

-¿Dolores?

-Los normales diría yo. Unos meses molesta más que otros.

-Deducimos que ha practicado el acto sexual ya.

-Así es.

-¿Molestias al practicar el acto sexual?

-No.

-¿Se ha notado algún bulto en los pechos?

-No.

-¿Algún antecedente familiar de problemas en las mamas?

-No.

-¿Y de cáncer de útero?

-No. Tampoco.

-Bien, pues parece que todo es normal. Ahora, antes de hacer una exploración exhaustiva, extenderé unos volantes para que se haga una citología, una mamografía y una analítica. Y si todo está normal, le recetaré unas píldoras anticonceptivas. Por supuesto tendrá que acudir a revisiones periódicas cada seis meses. Con eso controlaremos todo.

"Cada seis meses". Esa frase resonaba en la cabeza de Mara. "Cada seis meses a que me vean". La voz del Dr. interrumpió sus pensamientos.

-Ahora le formularé unas preguntas para hacer una valoración más completa. No tomaré notas sobre sus respuestas naturalmente, pues son de índole personal, pero sus respuestas me ayudarán a tener una idea más clara. Luego pasaremos a efectuar un reconocimiento y dentro de 15 días, si todo está bien, podrá comenzar a tomar la píldora anticonceptiva. Le ruego sea lo más clara que pueda en sus respuestas.

Mara sintió un pinchazo en su sien. No sentía confianza. Nunca en un sitio como ese. Pero sabía que tenía que hacer lo que le dijeran. El Dr. Swart comenzó con un sin fin de preguntas a las cuales Mara fue contestando una a una con más o menos veracidad. Se extrañó del tipo de preguntas que el Dr. le hacía, ella consideraba que eran demasiado personales. No entendía porqué el doctor le preguntaba cosas como por ejemplo con qué asiduidad practicada el acto sexual, en qué postura lo hacía mayoritariamente y si sentía orgasmos satisfactorios. Ella contestó que lo hacía casi todos los días, de diversas posturas y que sus experiencias eran por el momento satisfactorias. Observó la cara de Dr. Swart. Su gesto manifestaba un algo extraño que ella no alcanzó a discernir. Pero le preocupaba ese rostro. Todo había transcurrido más o menos dentro de la normalidad, pero en la última pregunta y ante la contestación de Mara, el Dr. Swart se violentó.

-¿Ha practicado sexo con más personas?

-No. Sólo con el que es hoy mi marido. Pero….pero ¿no entiendo a qué estas preguntas Dr.?

-Son necesarias.

Aquello fue impactánte para el Dr. El se puso en pie.

-Ahora Mara, realizaremos su exploración. Le daré unos minutos para que se prepare y se relaje.

Mara observó aquella habitación donde iba a ser sometida a la exploración. Un biombo de tela blanca casi transparente se ubicaba en un lateral del despacho. Pensó que si tenía que desnudarse allí no tendría intimidad. La camilla apostada en un lateral no ofrecía discreción. Su mirada quedó clavada en el centro de la sala. Allí se encontraba su tortura particular. Su potro. Su silla eléctrica. De barrotes brillantes y cuero negro. En esa silla o camilla debería subirse, abrir sus piernas, dejar que el doctor hurgara con sus aparatos dentro de su vagina. Demasiado para ella. Pensó que tal vez debería haber sido acompañada por su madre. Su marido no era de la misma opinión y ella no quería desairarle. No tan pronto. No recién casados.

-Bien, pues todo listo. Podemos empezar. Vaya detrás del biombo y se desnuda. Yo me ausentaré unos minutos. Enseguida acudirá la enfermera y le dará las indicaciones para la exploración.

Mara alucina. El Dr. Swart se marcha y la deja allí sentada del otro lado de la mesa. Tras cerrarse la puerta, echa un nuevo vistazo a esa habitación. La puerta se abre y aparece una mujer con aspecto de matrona. Su edad se diría que oscila entre los 45 y 50 años. También lleva el pelo recogido sobre su nuca.

-¡Hola Mara! El Dr. volverá de inmediato. ¿Estás relajada?

Mara se siente nerviosa, e incluso cree temblar. No siente seguridad. Se aterra por lo desconocido. Es su primera visita a un ginecólogo. Su madre nunca se preocupó de esos temas. Siente su corazón bombear al galope. Un martilleo se refleja en su sien.

-Pasa tras el biombo y desnúdate. Luego te lavas ahí abajo un poco…… en el bidet que encontrarás en ese aseo.

Deja su bolso en la silla que ha ocupado. Mara camina cansinamente hacia el biombo. Pasa tras el.

-¿Me tengo que quitar la falda? Pregunta desde el nerviosismo.

-¡Claro mi niña!, te quitas la falda y las braguitas. Luego te aseas en ese bidet. Encontrarás una toallita al lado.

-¿Y las medias?

-También mi niña. También. Por el momento con eso será suficiente. ¡Ah y no olvides los zapatos! Luego te cubres con esta sabanita y te vienes para aquí. Tu ropa la puedes dejar tras el biombo.

¿Por el momento con eso será suficiente? Mara se pregunta que más tendrá que quitarse. Tras el biombo casi transparente, Mara se baja la cremallera de su falda y la deja caer a sus pies. Sus medias son enrolladas piernas abajo, y con la cara visiblemente congestionada, baja sus braguitas y las deposita junto con la falda y las medias en una pequeña silla. Observa su pubis. Recortado para la ocasión. Una hilera ascendente de vello emerge de su grieta. Se avergüenza de que alguien la pueda ver así. ¿Qué pensará el Dr. cuando vea su depilación? ¿Cuándo vea la forma de su pubis? La vergüenza y los nervios la embargan. Con sólo su camisa bajo la cual está su sujetador, Mara sale tras el biombo y se dirige al aseo. Agachada toma un gel y enjabona su pubis y lava sus partes intimas que posteriormente aclara con agua tibia. El caos se apodera de su mente y su mano queda paralizada en su entrepierna. Un último pensamiento la invita a huir de allí. "! A la porra las pastillas!" Pero no, su mano recobra el movimiento y prosigue con su lavado.

Mara se pone en pie. Con la toallita seca su pubis y parte de sus muslos. Dobla con cuidado el pequeño paño y se mantiene de pies. Divisa la fina sábana con la que cubrirse. A modo de delantal la sujeta en su cintura con ambas manos.

-¿Has terminado Mara? Pregunta la bata blanca.

-Si.

-Bien, pues en ese caso acércate. El Dr. vendrá enseguida. Supongo, porque este hombre todo lo que tiene de eminencia lo tiene de despistado.

Mara camina lentamente. Descalza. Se dirige arrastrando los pies al potro de su tortura. El moño de la enfermera reclama su atención. Se diría que tiene vida propia y que se ríe de ella.

-Bueno niña, ahora te subes aquí y dejas el culete fuera. Así. Abre bien las piernas y las apoyas aquí.

Mara, ayudada por esa mujer alcanza al fín la meta. En un lado de la consulta, tumbada sobre el cuero negro, con sus piernas abiertas, llena de nervios y esa fina sábana cubriendo su intimidad, cree estar al borde de sufrir un infarto.

-No te muevas de aquí. Enseguida vuelvo. Voy a preparar el espéculo y demás cosas.

La mujer se marcha pero se detiene a medio camino.

-No estés tensa mi niña. Todo pasará rápidamente. No te preocupes, estamos acostumbrados. Tu desnudez no debe preocuparte. Relájate y todo acabará bien.

Mara se queda sóla. Está algo incómoda con el culo suspendido. Esa camilla la violenta en exceso. Un movimiento impreciso de su cuerpo da con la sábana en el suelo. La fina tela resbala y yace sin vida a un lado de la camilla. Su rostro enrojece. Piensa en bajarse y tomar la tela para cubrirse. No quiere hacerlo por temor a que la sorprendan. Valora las posibilidades. Maldice a su marido. Al fín opta por permanecer quieta. Espera con ansiedad la vuelta del moño negro. Ella pondrá la sábana en su lugar. Trata de tranquilizarse. Cierra sus ojos. Cree conseguirlo. Las palpitaciones de su corazón se convierten en taquicardia de inmediato al ver irrumpir en la sala tres hombres con batas blancas. Su garganta se seca. Su lengua se inmoviliza. Las tres figuras giran sus cabezas y la miran. No hablan. Mara se muere de vergüenza. Ellos la miran con descaro. "Maldita sábana". La han visto desnuda. Han mirado sus piernas, su vientre. Han echado un breve vistazo a su pubis. Al no descubrir al Dr. salen del despacho llevándose consigo unos papeles a la vez que inician una discusión tensa. Escucha el nombre de uno. Dr. Peralta. Es muy joven para ser doctor. Es el más enfadado.

Los minutos se hacen eternos. El Dr. no llega. La enfermera tampoco. Ella sigue desnuda. Piensa que tal vez podría haber reclamado la ayuda de esos tres hombres para que la hubieran cubierto con la sábana. Sus pensamientos se interrumpen justo cuando la puerta se abre y aparece la enfermera.

-¡Se me ha caído la sábana! Casi chilla implorando. Y han venido unos doctores y yo estaba…..estaba...

-¡Oh, no te preocupes mi niña! ¿Pero que te ocurre? ¿Por qué estás tan nerviosa?

-Es…es….esta…estaba aquí y la sábana se escurrió y….yo…no…yo no podía….y han entrado tres hombres me han…me han visto…..me han visto desnuda.

-¡Tranquilízate mi niña! No pasa nada. Ellos son doctores. Están acostumbrados a ver mujeres desnudas. Son ginecólogos. Trabajan en esta clínica. No debes preocuparte.

-Pero es que…..yo……estoy…..yo estoy muy nerviosa.

La palma de la mano derecha de la enfermera se posa en el vientre desnudo de Mara a la vez que habla con suavidad.

-No debes tener nervios mi niña. ¿Es la primera vez verdad? Todo pasará. Lamentablemente estas situaciones las tendrás que vivir muy a menudo. Es lo que conlleva ser mujer. Dice con cierto fastidio.

La mano de la enfermera no está inmóvil. La palma de esa mano acaricia el vientre de Mara con suavidad. Ella agradece el calor que emana de esa mano. Tamborilea con los dedos sobre el vientre de la joven a la vez que sigue hablando con suavidad. Con dulzura...

-¿Eres recién casada?

-Si. ¿Se nota? Responde Mara.

-Se te ve muy nerviosa. Debes tranquilizarte para cuando venga el doctor. A el no le gusta que las mujeres estén tensas.

-Pero…pero…es que siento mucha vergüenza. Es mi primera vez. Nunca…..yo nunca he estado….

-Chisssss….tranquila.

La mano de la enfermera ha saltado del vientre a la cara interna del muslo derecho de Mara. Lo acaricia con mimo. Desde medio muslo hasta la rodilla. La mira sonriendo con toda la ternura que su rostro es capaz de componer. Trata de tranquilizar a Mara con su gesto y sus caricias. Mara respira profundamente y trata de relajarse. Esa mano en su muslo simpatiza con ella. Es la mano amiga. Su madre. Pero la mano baja cada vez más hacia su ingle. Y cada vez prolonga más su estancia en ese lugar. Voltea de vez en cuando para rozarse con el vello púbico de Mara. Toma confianzas y pasa directamente a acariciar el felpudo rectangular de la chica. Mara se nota algo más tranquila. Su respiración se vuelve más serena. La mano de la enfermera es más solícita y se atreve a descender por el felpudo hasta encontrar la grieta de Mara. Ella nota las leves caricias en su raja. Mira a la enfermera extrañada. Ella devuelve la mirada acompañada de una sonrisa tierna. La mano aconcabada de la enfermera se detiene entre sus piernas. Mira a Mara y sonríe. Con voz baja, y a la vez que pone su mano izquierda sobre el vientre de ella vuelve a sonreír en un gesto de complicidad.

-¿Más tranquila mi niña?

-Un poco. Responde ella.

-Nos cercioraremos que estás lubricada antes de que llegue el Dr. Swart. De lo contrario el usará el gel para el espéculo.

La enfermera pasea sus dedos por la grieta de Mara. La nota caliente, mojada, palpitante. Mara gira su cabeza hacia un lado y nota como la taquicardia vuelve a su cuerpo. La enfermera no está tocando su raja, está acariciando su grieta en busca de algo más.

Esa bata blanca, con pelo tintado y recogido en un moño está masturbándola. Esa mano sabe hacer. Mara empieza a sentir placer. Nota como la punta de un dedo se hunde de vez en cuando dentro de su cuerpo. Sólo la punta. No se lo cree. No puede ser. Vacila si protestar. Al fín abre su boca.

-¿Qué me está haciendo? Pregunta indecisa con su voz entrecortada.

-Chisssss……tranquila…..no pasa nada….relájate mi niña.

Mara se silencia ante lo desconocido. La mano de la enfermera es constante. La joven siente los primeros síntomas de placer. Cree que se orina.

-¿Qué sientes mi niña? Pregunta la enfermera. ¿Sientes placer?

-Un poco. Contesta ella algo asustada.

-¿Y ahora? Pregunta a la vez que penetra con dos de sus dedos en su interior.

-Siiii…..si

-¿Es placer verdad? Pregunta mientras entra y sale con sus dedos.

-Siiii….Ufffffff

Los ojos de Mara se confrontan con los de la enfermera que la mira fuera de sí. Por primera vez esa mujer la inspira miedo. Está en sus manos. La está masturbando. Algo no marcha bien. No es normal ni esperado.

-¿Qué me hace?

-Calla mi niña…….calla….

La enfermera voltea y se sitúa entre las piernas de Mara. Su bata desciende hasta besar el suelo y su cabeza se aproxima nerviosamente entre las piernas de la joven. La lengua caliente y húmeda de la enfermera se enfrenta a la grieta y el clítoris de Mara. Sin mimo, sin tiento, sin piedad. Lame una y otra vez hasta arrancar los primeros halles de placer de la joven. Sujetando sus muslos firmemente, la enfermera despliega toda su sapiencia en lamer esa raja excesivamente mojada de la paciente a la cual domina por entero. Mara no desea que aquello cese. Quiere sentir el final. Quiere explotar en una corrida salvaje. Nunca había sentido algo parecido. No quiere vedarse al orgasmo que llega lentamente. Sus manos se agarran fuertemente a los bordes de la camilla. Mira sus manos apretadas a los barrotes de la cama. La sangre ha abandonado sus dedos. La concentración del placer y el orgasmo llega haciendo que ella sufra espasmos que le hacen levantar su culo varias veces.

Con sincronía perfecta, la enfermera cede en sus lengüetazos lentamente. Aplica sus últimas pasadas con mimo. Luego se incorpora, aún entre las piernas de Mara, y la sonríe con la barbilla mojada y brillante. Mara cierra los ojos y compone un gesto indescifrable en su cara a la vez que trata de volver lentamente a la realidad. Se siente tremendamente colmada. No quiere analizar. No quiere preguntar por qué. Ese moño se ha aprovechado de su ignorancia. De su situación.

-¿Te encuentras bien? Pregunta esa mujer.

-Yo…he….no sé….he sentido

-Chisssss…no digas nada. ¿Te gustó?

Presa por las sensaciones que ha sentido su cuerpo, Mara guarda silencio. No se atreve a protestar.

-Será nuestro secreto. Es la única frase que escucha Mara antes del impacto.

La puerta se abre y entra el Dr. Swart. A pasos cansinos se acerca a los dos cuerpos. Una mirada cómplice con su enfermera hace que el dibuje una sonrisa forzada y minúscula en su rostro.

-Listo. Vamos a reconocer a esta joven para que pueda tomar la píldora anticonceptiva y pueda disfrutar de la sexualidad sin temor a quedar embarazada.

Mara ha sentido como un bofetón en pleno rostro. Ha sido arrancada del mundo del relax, del silencio, del placer, de la tranquilidad, y ha sido transportada al tobogán del devaneo, de lo incierto, de lo desconocido. Aún piensa en la bata blanca que ha lamido su hendidura. Nadie la creerá.

-¿Se encuentra usted bien? Pregunta el Dr. intrigado ante el aspecto que ofrece Mara.

-Ehh…esto…si….estoy un poco nerviosa.

-¡Quítese la camisa y el sujetador! Exploraremos las mamas.

Mara, inconsciente aún con la realidad, comienza a desalojar los botones de los ojales de su camisa. Alza ligeramente su espalda y la expulsa de su cuerpo y repite operación con el sujetador. Las dos prominencias cambian el gesto del Dr. Swart que se apresura a palpar su dureza. Mara se siente obligada a dejarse hacer. Está lo suficientemente aturdida con lo que acaba de vivir como para preocuparse del viejo que se afana ahora con sus pezones. Siente que se endurecen al sentir las manos del Dr.

Regodeado hasta el infinito con esos hermosos pechos, retira sus manos y poniéndose un guante alcanza la abertura de la joven. Su dedo corazón penetra en el interior de la muchacha sin oposición. Después de sacarlo aplica unas ligeras fricciones sobre el clítoris para examinarlo, despertando en ella nuevamente esa sensación que aún no ha abandonado su cuerpo. Las manos de la enfermera se posan en los pechos de la joven y acarician los bordes de los pezones mientras el doctor trabaja con su raja. Su dedo es sustituido por el espéculo. Ella respira agitada, nerviosa, acalorada. La sensación fría penetrando en su cuerpo la vuelve a la realidad. La muestra de la citología es recogida por el doctor y entregada a la enfermera.

Retirado el espéculo, el doctor vuelve con la mano temeraria a fajarse nuevamente con ese coño que le excita. Con sus dedos índice y corazón dentro de la vagina tantea interiormente a la vez que su misma mano se roza con el pubis de ella y su dedo meñique hurga en el ano de Mara.

Mara está deseosa de placer. Su cara lo refleja. Mira al doctor que por primera vez se encuentra con ese rostro cara a cara. El gesto que compone su cara parece de dolor. Al Dr. Swart le gustaría oír "Doctor, fólleme por favor". Siente el desvarío de su mente. El Dr. Swart se retira y Mara observa a través de la bata abierta, una mancha a la altura de la bragueta del pantalón.

-Está todo bien, puede bajarse y vestirse. Extenderé unos volantes y dentro de 15 días vuelva a consulta.

Mara se sorprende por la voz del Dr., por el cambio de actitud, por las prisas que le embargan por deshacerse de ella. Ayudada por la enfermera, baja de la camilla y se pierde tras el biombo. Una vez termina de vestirse se encamina hacia la mesa del Dr. Swart que la espera nervioso. Preocupado. Tembloroso.

-Está todo bien. Se encuentra usted en perfecto estado. Ahora la mandaré una citología, una mamografía y unos análisis. Dentro de 15 días vuelva por aquí y recetaremos la píldora adecuada si todo está correcto. Discúlpeme pero tengo que irme. Vistase y luego cierre la puerta por favor.

El Dr. Swart sale de su despacho presuroso ocultando su mancha en el pantalón. La enfermera a indicación del doctor rellena un formulario. Luego se marcha dejando el informe sobre la mesa. Mara se viste tras el biombo y se acerca a la mesa a recoger su bolso de encima de la silla. Descubre unos informes bajo un dossier. La curiosidad hace que los espíe. Toma uno en sus manos. Viendo la gravedad de las palabras allí escritas decide en un arranque de locura guardarlo en su bolso. Ojea algún otro. No se lo cree.

Girando sobre sus tacones, Mara se encaminó a la puerta de salida. Una vez en la calle, se apresuró a entrar en una cafetería cercana. Tomó un café, fumó un cigarrillo y aún tuvo tiempo de revivir el hormigueo de su sexo. Seguía pensando cómo podía haber ocurrido algo así. Era seguro que la enfermera había lamido su sexo. Era seguro que ella había sentido "más" que con su marido. Y era seguro que el Dr. Swart o se había meado o se había corrido mientras la masturbaba. No tenía dudas, el Dr. hizo su trabajo, pero se excedió con sus dedos. Se dijo que nunca jamás volvería a esa clínica. Luego leyó el papel que requisó de la mesa del doctor. Quedó perpleja.

De vuelta a su casa, mientras cenaban, su marido preguntó por los pormenores de la visita al ginecólogo. Mara corrió un velo tupido por la historia. No quiso entrar en detalles, se limitó a alguna bagatela y a un "No te gustaría oírlo cariño, ha sido desagradable".

Deseosa de meterse en la cama con la luz apagada, Mara renovó los momentos que vivió en la clínica una y otra vez. Una angustia la embargaba. Una desazón que se hacía incontrolable la pedía a gritos volver a esa clínica y "exponerse a jugar más". Al fin, era sólo eso, un juego. Allí en la oscuridad de la habitación y con el cuerpo caliente de su marido bajo las sábanas, urdió su plan.

Quince días después, Mara se había enterado que el Dr. Swart estaba casado con la enfermera que tanto placer le había proporcionado. Quince días después Mara aún sentía el hormigueo entre sus piernas cuando recordaba. Quince días después Mara había tomado una decisión. Quince días después Mara estaba lista para vengar a cientos de pacientes como ella. Quince día después Mara estaba en su habitación eligiendo qué ropa ponerse para la nueva visita a la clínica.

La misma verja de 15 días antes la recibió. La puerta se abrió y el mismo moño recogido sobre el cuello de la bata blanca la hizo pasar. Sentada tomó una revista. No eran las mismas. Habían sido sustituidas por las últimas editadas. Su espera fue breve.

-El Dr. Swart la atenderá ahora. Sígame.

Mara se puso en pie. Caminó tras la mujer y de nuevo se vio en el despacho del Dr. Swart.

-Buenas tardes. Saludó al entrar.

-Buenas tardes Sra. Salazar. Pase por favor y acomódese. Enseguida estoy con usted.

El Dr. Swart continúo ojeando una historia clínica. Con un gesto de fastidio cerró el dossier y se encaró con Mara.

-Bueno pues he recibido sus pruebas. La analítica está perfectamente. Algo de colesterol. Nada importante. La mamografía está perfecta. La citología no revela nada anormal. En fin que se encuentra usted perfectamente. ¡No hay más que verla! Ahora le recetaré unas píldoras y habremos terminado hasta dentro de seis meses en que procederemos a la próxima revisión.

-¿No tiene que explorarme? Preguntó Mara con cierta picardía.

-¿Ha tenido algún problema en estos días?

Mara llevaba la respuesta preparada. Contestó muy naturalmente. Sin rubor.

-No exactamente. Quiero decir……si. Bueno verá Dr. me noto muy…… ……como muy

-¿Si Mara?

-Excesivamente lubricada.

-¿Muy lubricada?

-Si. Verá… es que me da vergüenza decirlo as텅..pero me mojo con mucha frecuencia. Y estoy asustada.

-No debe estarlo. No tiene importancia. Es el flujo vaginal. A veces se expulsa más y a veces menos. Depende el ciclo.

-Ya…..lo suponía…..pero……no sé….no se como decirle….

-Con claridad Mara. Soy su médico. Cualquier cosa debe contármela. Estamos para resolver problemas y cuidar a nuestros pacientes.

-Pues es que verá doctor, estos días me encuentro como muy…..agitada….aquí abajo.

-¿En qué sentido? ¿Tiene algún problema? ¿Picores? ¿Dolor?

  • Es como si…..ahí abajo….podrían ser picores. No sé, quemazón….Yo creo que debería explorarme.

-La exploraré. Veremos que ocurre. Tal vez tenga hongos.

Mara respiró profundamente y asió el bolso dándolo un abrazo. Estaba satisfecha. Al menos el Dr. la iba a explorar. Su plan comenzaba bien.

-Vaya tras el biombo y desnúdese. La falda y las braguitas. Aséese y vaya a la camilla y se tumba en ella. ¿Podrá?

-Si doctor.

Mara se puso en pie. Dejó el bolso encima de la mesa del doctor, no en la silla como la vez anterior, y se encaminó hacia aquel biombo único testigo de su experiencia con aquella enfermera. Desnuda de medio cuerpo, sus pechos bailaban dentro de su camisa. Salió tras el biombo y se lavó como la otra vez. Con trabajo logró encaramarse en aquella camilla. Era el mundo al revés. Mara aparentemente tranquila y el Dr. Swart visiblemente nervioso. Aquella muchacha de 20 años tomó la iniciativa. Era su perdición.

-Doctor, ¿Está usted casado?

-¡Oh si Mara! Estoy casado desde hace 25 años. La enfermera que le atendió el otro día es mi mujer. Trabajamos juntos. Desde siempre. Me ayuda en estas tareas.

-¡Que bien! ¿Y no está ella?

-No. Hoy no nos acompaña. Pero si desea que llame a otra enfermera mientras la exploro

-No es necesario Dr. Confío en usted.

-Gracias. Tendrá que confiar. Soy su médico. Razonó el.

-Fue muy amable conmigo el otro día. Gracias a ella superé mis nervios.

-Es lógico sentir nervios. Comprendo que este tipo de consultas no son muy agradables.

-Era la primera vez. Dijo Mara.

-Lo se. Se acostumbrará con el tiempo. Hoy será su segunda vez. Estará mas tranquila.

-Eso espero…….

El Dr. Swart se acercó a su sexo descubierto. Mara parecía una experta tumbada en esa camilla con las piernas ligeramente en alto y el culo levemente suspendido. Sintió el flujo manar de interior. Sentía la excitación del momento. Recordaba la escena de la vez anterior. Aquella mujer, esposa del doctor, palpando su sexo con mimo y suavidad. Sus caricias. Su deseo. Y luego aquel acto altruista con su boca que tanto placer la proporcionó. Se mojaba más de pensarlo. Cerró sus ojos y mordió su labio inferior. Sentía el fastidio por la ausencia de aquella mujer que tan bien la trató en su anterior visita. Quería a los dos juntos. En ese despacho. Sobre la marcha tendría que cambiar de planes. Tal vez fuera suficiente con el Dr. Pero esa mujer tenía que pagar. ¿Le habría contado al doctor lo que hizo con ella? ¿Tal vez el doctor sabría o intuiría que su mujer había tenido un contácto con ella? La mano temblorosa del doctor se posó en su sexo.

El Dr. Swart penetró con su dedo corazón en su interior. Su cara reflejaba la excitación que sentía. Era superior a todas sus fuerzas. Aquella visión de esa chica joven, semidesnuda, enseñándole su intimidad, allí tumbada para que el se solazara con sus dedos, era irresistible. No pudo evitar alzar su dedo pulgar y buscar aquel botón que el sabía el efecto que causaría en la chica cuando lo acariciara. Mara lo sintió. Se sentía mojada en extremo. Giró una vuelta más a la tuerca.

-¡Oooohhhhh!...

-¿Ocurre algo Mara? ¿Le hago daño?

-¡Ohhhhh……no…..todo lo contrario!

El Dr. Swart sacó su dedo del interior de ese cuerpo que anhelaba y retiró a su ayudante del clítoris. Su rostro se congestionó. Sus pobladas cejas le daban un aspecto tenebroso.

-Lo lamento, no era mi intención. En ocasiones puede ocurrir….

-No se disculpe. Siga doctor. No me hace dañó. Todo lo contrario. Haga su trabajo.

El Dr. Swart, hombre bregado en mil batallas de ese tipo con derrotas dolorosas y sujeto a mil frustraciones de las que no le reponía su esposa, volvió a tan pecador lugar.

Continuó con valentía renovaba su exploración. Esa chiquilla le había dicho que era de su agrado. Sentía punzadas en su interior. En otras ocasiones, la simple visión del coño le proporcionaba la erección necesaria para masturbarse rápidamente en el aseo recordando las imágenes vistas, y con pacientes que se dejaban hacer sin protestar incluso manchaba sus calzoncillos. Pero esa paciente era miel. Y le había animado a continuar. Se iba a dejar hacer. Como tantas. Saldría victorioso una vez más.

Presto, encerró dos dedos en aquella vagina. Los removía en el interior de Mara. Los sacaba y los introducía con lentitud simulando una extraña exploración. Mara se agitaba por el placer proporcionado. Miró el rostro del doctor. Desencajado hurgaba sin cuidado dejándose llevar por su propia excitación. A Mara aquello le gustaba. Lo necesitaba.

El Dr. Swart bajó su mano a la bragueta y extrajo su pene medio erecto. ¿Se dejaría ella? ¿Sería como tantas otras a las que había violado y se habían mantenido en silencio? Se juró que sería la última vez. Que si Dios se lo permitía no habría mas veces. Pero el era mosca golosa. Mara era miel líquida.

-¿La pica por aquí? Preguntó con voz desgarrada.

-No doctor.

-¿Y aquí que siente? Preguntó de nuevo tocando el clítoris de ella.

-Ohhhhh doctor…..placer…..gusto….

-¿Siente placer?

-Ohhhhh…. ¿que me hace doctor?

-¿Le gusta?

-Ohhh si... Es como si estuviera con mi marido.

-¿Se siente excitada verdad?

-Ohhhhh… Siiii….mucho….

-Ustedes las jovencitas son sensibles a sus propios deseos.

El doctor agitaba su pene con su mano izquierda cubierta por la bata y con la derecha hurgaba en el sexo de Mara. Su cara, su voz, sus gestos y su actitud reflejaban que algo no empezaba a ir como hasta entonces.

Envalentonado, excitado, poseído y con la cara demacrada por la locura acercó su pene a la grieta de Mara. De un suave empujón penetró con sigilo a la vez que aullaba enardecido.

-¿Qué hace, que me está haciendo?

-¿Dígame que siente ahora? Preguntó babeante.

-Quemazón. ¿Qué me ha metido? Preguntó Mara a la vez que incorporaba su espalda para ver.

-¡Chisssss, calle y no diga nada….! Será lo mejor para ambos. Decía a la vez que arremetía contra el cuerpo de la joven.

-¿Me está penetrando? ¡Oh Dios mío me está penetrando!

-Se que le gusta lo que hago. Lo veo en su cara. Ahhhh….

El Dr. Swart se vertió dentro de ella de inmediato.

-Ahora debe silenciar lo que ha pasado aquí. A su marido no le hará ninguna gracia saberlo. La recetaré sus pastillas y todo continuará igual que hasta ahora. Podrá acudir cada seis meses a sus revisiones.

Mara no se lavó. Mara se vistió aprisa y tomó la receta del Dr. Swart, Diane 35, una caja. La entregó dos blister a modo de prueba. Ella tomó su bolso y salió del despacho.

Ya en la calle tomo un taxi y acudió al hospital Lomas Blancas. Los trámites fueron lentos pero disponía de toda la tarde libre.

En su casa, al día siguiente mientras cenaban su marido y ella, la noticia saltó a los informativos.

"El Dr. Swart, famoso ginecólogo galardonado con infinidad de premios y reconocimientos, ha sido detenido hace unas horas en su clínica como consecuencia de la denuncia interpuesta por una mujer objeto de abusos sexuales durante una exploración. Junto a él ha sido detenida su mujer y enfermera de la clínica. Ella también está imputada por los mismos delitos. Al parecer, según fuentes de la policía, una mujer se presentó en la tarde de ayer en el hospital Lomas blancas para someterse a un reconocimiento después que fuera violada por el mencionado doctor en su clínica madrileña. La mujer, cuyo nombre no se ha revelado, presentaba restos de semen que están siendo analizados para ver si corresponden con los del Dr. Swart. Todo hace indicar que las pruebas han resultado positivas pues se ha producido su detención. Se da el caso que esta clínica era sospechosa de abusos con sus pacientes aunque no hubo denuncias al respecto".

Un año después de casarse, Mara estaba sentada en una cafetería tomando café. Fumaba distraídamente mientras pensaba. Tomó su bolso y extrajo el recorte de periódico donde se detallaba todo lo acontecido en el caso del Dr. Swart. Luego tomó el papel sustraído de la clínica. La fotocopia comenzaba a borrase tras haber sido sometida a cientos de lecturas. Leyó su contenido una vez más. ¿Cuántas iban ya?

"Es increíblemente guapa. Buen cuerpo. No como las que habitualmente vienen a que explores sus coños. Pechos moldeados a la perfección. Buen coño, húmeda y accesible aunque algo prematura y nerviosa. Y lo mejor, recién casada. Sólo estrenada por su marido. Te la recomiendo. No tendrás problemas con ella, se dejara, siempre que hagas un buen trabajo. Citada para el 03/11/2009. Sus iniciales son M.S.B. 14/06/89."

Guardó la nota y sus ojos se llenaron de agua. Luego extrajo otra nota del interior del bolso. Con tristeza la contempló una vez más.

"El procurador de D. Emilio Gascón Puente presentará la demanda judicial ante el juzgado competente, se la citará para…….

..Al cabo de un mes, el juzgado dictará sentencia de divorcio, separación o finiquito de convivencia y se inscribirá en el registro civil."

Guardó la nota y lloró.

Su querido Emilio, un año después de casarse, la enviaba a la libertad. Mara había sido altruista y se había ofrecido para erradicar de la sociedad a un asaltador que aprovechando su condición vejaba y violaba a mujeres que silenciaban lo que ocurría en aquella consulta por miedo al escándalo y a no ser creídas. Ella era luchadora. Como su padre. Ella exigía justicia. Emilio no había podido superar que otro la hubiera penetrado. Mara pagó un alto precio.

Un año más tarde de su divorcio, Mara entró en la consulta ginecológica del Dr. Peralta.

-¿Te queda mucho cielo? Preguntó.

-Una paciente mi amor. La atenderé de inmediato. Es una revisión simple. Nos iremos a comer enseguida.

-¿Te espero fuera?

-No, ya que has venido, quédate aquí sentada. A ella no la importará. Se sentirá más segura con tu presencia señora Presidenta de AMVAG.

Mara había sido nombrada presidenta de honor de "Asociación de mujeres AMVAG". La nueva asociación creada a raíz de su incidente. Asociación de Mujeres Víctimas de Abusos Ginecológicos.

Coronelwinston