Volver a empezar (3)

Andrea descubre un vecino que la observa desde la ventana y no puede resistirse.

Andrea llegó a su casa agotada. Por el camino fue recopilando lo ocurrido. Desde que se levantó, había dejado que se la follara su anciano vecino y dos obreros cincuentones, uno de los cuales había usado además sus tetas para hacerse una cubana. Había chupado dos pollas y un tercer obrero se la había meneado en su cara hasta que se la llenó de semen. Y estaba encantada con todo ello. Tan rendida estaba que ni se pasó por casa de su vecino a preguntar qué tal con el fontanero. Estaba hambrienta, ya que aún no había comido. Se cambió mientras se hacía una pasta de sobre. Después trató de digerirla a la vez que sus pensamientos. Se había dado cuenta de que le gustaba que se la follaran personas sin atractivo, como su viejo vecino. Incluso desagradables, como el albañil de hoy ¿Cómo era eso posible? ¿Por qué? Pronto cambió su idea. En realidad, lo malo sería que sólo quisiera follar con Brad Pitt. "Habría mucha más competencia y menos probabilidades." Pensó riendo. "De modo que lo que me gusta es dejar que abuse de mí a su antojo alguien que me considere inalcanzable." No le pareció un pensamiento muy modesto, pero era ciertamente real.  Era joven, guapa y tenía un cuerpo escultural de modo que era ella quien tenía la sartén por el mango y no tendría problema si quisiera que sólo algunos elegidos pudieran tener acceso a ella. El hecho de que nunca hubiera sacado partido de esto, no quería decir que no fuera cierto. Después fue al salón, donde encendió el portátil para ver si tenía algún correo de la oficina y cacharrear un poco. Tenía un mensaje enigmático en facebook. "Hola Andrea. Tú no me conoces, pero yo a ti sí, no te quepa duda. Eres la mujer con el cuerpo más bonito que he visto en mi vida. Y ayer, cuando te vi con esa minifalda y sin sujetador casi me muero. Muchas gracias por vestir así." El perfil del remitente tenía pinta de haber sido creado para lo ocasión. No tenía fotos y el nombre no podía ser más general: Antonio García. El espíritu exhibicionista recién descubierto de Andrea despertó con ese correo y decidió seguir el juego. "Me alegra que te gustara mi modelito. Entonces vives cerca de mí, ¿no?" No tuvo que esperar ni un minuto para tener respuesta: "Ahora mismo te estoy viendo desde mi ventana. Aunque si descorres  las cortinas te veré mucho mejor." Instintivamente Andrea miró la ventana y ató cabos. Más de una vez su ex tuvo que echar las cortinas al descubrir al mirón de enfrente. "Mira que nos hemos venido al último piso de una torre de ocho y que el único vecino que tengamos sea un puto salido….". Efectivamente era un salido. Andrea no era muy cotilla, pero era inevitable que le llamaran la atención ciertas cosas. Especialmente, porque el tío no se molestaba en correr las cortinas al masturbarse consumiendo todos los formatos existentes de porno.  Su televisión gigante mostraba asiduamente escenas de rubias tetonas practicando felaciones mientras él ejercitaba su brazo. Así que era él. Decidió contestarle. "Así que eres tú. El vecino abonado al canal porno. ¿No tienes peli para hoy?". "Tengo todas las pelis que quieras. Pero, como te he dicho,  hoy prefiero que descorras las cortinas, así que ábrelas". Andrea tuvo un fuerte impulso de obedecer. Volvió a convencerse de que tenía que vivir el momento y olvidar de andar siempre evaluando las consecuencias. Se levantó e hizo como le había ordenado el hombre. Curiosamente ahora su vecino si que tenía la cortina echada, aunque había un agujero abierto por el que seguro que la estaba mirando. Cuando se sentó tenía un nuevo mensaje. "Dame tu Messenger". Andrea obedeció e inmediatamente después le llegó la petición para agregarla, que aceptó.

Hola Andrea. Quiero que te pongas el modelito de anoche. Ayer te lo pusiste para el viejo. Hoy quiero que te lo pongas para mí. Lo he echado a lavar  (mintió Andrea) Te he dicho que hoy, en vez de peli porno voy a verte a ti. Si no te pones la ropa de ayer, entonces tendrás que desnudarte para mí. Así que hoy te quieres pajear viéndome las tetas, ¿no? No exactamente. Quiero decir que después de verte con la minifalda ayer, más que tus tetas, no puedo quitarme de la cabeza tus piernas. Quiero verlas. Andrea iba en chándal y camiseta. Se quitó el pantalón, quedándose sólo con el tanga que aún guardaba restos de la fiesta con los obreros. Las ves ahora? Las veo. Son preciosas. Muchas gracias. . Te recuerdo que te has quitado el pantalón porque te he dicho que lo hagas para poder pajearme viéndolas. Asumo entonces que quieres que me masturbe mirándolas La lógica era aplastante. Y la conclusión también. Que este pajillero se la meneara mirándola le ponía a cien. Sin embargo, decidió recular. Estaba agotada y además ese tío era un guarro. No, amigo, me he quitado el pantalón porque voy a echarme un rato, que estoy agotada. Adiós. Apagó el ordenador y se fue a la cama. La actividad física y sexual vivida durante el día, junto con la agitación interna sufrida y la noche en vela pasada hicieron que se durmiera enlazando siesta y noche hasta que el despertador lanzó su odiosa melodía. En el trabajo, de nuevo fue absorbida por el deber y la rutina y su cabeza se relajó de otros pensamientos. Al llegar a casa se acordó de su anciano vecino y llamó para preguntar cómo le fue con el fontanero. El hombre quiso que pasara, pero ella rechazó la oferta. Hoy no quería nada con "ese" vecino. El le contó que todo fue una tontería y ya tenía agua. También tanteó el terreno para ver si podría volver a cepillársela, pero tuvo que desistir. Una vez en casa, abrió las cortinas del salón y colocó el portátil. Empezó a sentir calor en su vientre, señal inequívoca de que iba a deambular por el camino oscuro. Después se cambio poniéndose el conjunto de top ceñido y pantaloncito con que compartió los primeros momentos con el anciano. Se sentó frente al ordenador, y cuando el primer mensaje le entró, un escalofrío ardiente atravesó su cuerpo. T- Hola Andrea. Bonito modelo. Tienes unas piernas preciosas. A- Hola vecino, ¿cómo te llamas? T-- Toni. Ayer fuiste muy descortés, lo sabes, ¿verdad? A- Perdona, Toni, estaba agotada. T- Ayer iba a masturbarme mirando tus piernas y me pones la miel en los labios para después salir corriendo. A- Ya te he dicho que lo siento T- Si quieres que te perdone, vas a tener que enseñarme las tetas. A- ¿Cómo? T- No te preocupes. Una vez las vi mientras follabas con tu ex. Estuve un mes pajeándome con esa visión. Pero lo que hoy quiero no es verlas, sino que me las enseñes. A- ¿Por qué iba a hacer tal cosa? T- Porque lo estás deseando. Así que quítate ahora mismo el top y acércate un poco a la ventana. Así que ese tío la había visto desnuda y follando… La breve conversación había elevado la excitación de Andrea lo suficiente para que le pareciera una buena idea. Se quitó el top, se levantó  y se giró poniéndose frente a la ventana. T- Maravillosas. A- Gracias. T- Que sepas que te mentí. Jamás te las había visto, pero imaginé que te pondría cachonda imaginarlo, ¿me equivoqué? A- Serás cabrón? Jajaja. Pero no te equivocaste. Me has engañado del todo y ha funcionado. T- ¿Te gusta que te las mire? A- ¿Has empezado ya a masturbarte? T- Te he preguntado si te gusta que te las mire. Si te gusta enseñarme las tetas.

A- Sí.

T- Bien. Por cierto, no he comenzado a masturbarme. A- Por que? T- Porque estoy lejos de ti. Mejor voy a ir a tu casa para verte de cerca. A- ¿Qué vas a venir aquí? T- Desde luego. Quiero acariciar tus piernas y tocar esas tetas tan bien puestas que tienes Andrea no sabía qué responder. Era el momento de parar o seguir. Toni lo entendió perfectamente y le dijo: T- Andrea, sabes que lo estás deseando. Si quieres puedes parar todo esto, pero, sinceramente no creo que quieras. Voy a ir allí, ¿entiendes lo que te digo?

A- Sí. T- Por cierto, la pastilla que he visto que tienes en la mesilla es la píldora, ¿verdad? Lo digo por llevar condones o no. A- Joder, nos espiabas o qué? Sí tomo la píldora, sí. T- Claro que os espiaba. También os espié cuando vuestros amigos os regalaron unas esposas, ¿las has utilizado? A- La verdad que no, mi ex nunca mi lo pidió. T-  Muy bien pues va siendo hora. A- ¿Quieres usar las esposas? T- Te diré lo que quiero. Seguro que tienes un juego de llaves de casa de repuesto, ¿me equivoco? A- Lo tengo. T- Pues lo dejarás bajo el felpudo de tu casa. Después irás a tu habitación y  te desnudarás por completo ¿Entendido? A- Sigue. (Andrea se negó a aceptar que hacía rato que había claudicado). T- Te tumbarás en la cama y atarás a ella tus pies, dejando tus piernas bien abiertas para que te pueda penetrar. Después pasarás las esposas por un barrote del cabecero para poder encadenarte ahí. No olvides antes ponerte una venda. No quiero que puedas ver. Andrea, literalmente se licuó. Ni siquiera pensó en las consecuencias de darle las llaves a semejante salido. De hecho precisamente el peligro de perder el control de la situación era el ingrediente mayor de la receta. Se iba a ofrecer de semejante forma al salido de su vecino… ¿acaso podía pedir más? Entonces llegó un último mensaje. T-Estoy esperando, Andrea. Y no olvides abrir las cortinas de tu habitación. Andrea estaba deseando que llegara el momento en que iba a tener al pajillero delante.  Sin perder tiempo, cogió una copia de las llaves y la dejó en el felpudo. Después fue a su cuarto donde, mirando en dirección a la ventana, se quitó el pantaloncito y el tanga. Decidió dar despacio una vuelta completa para que el chico pudiera verla bien. Seguro que él aplaudiría el gesto. Antes de ir a la cama paró por el baño para perfumarse y encontró las esposas, junto con la llave, en un cajón. Preparó tres pañuelos uno de ellos tupido, para los ojos. Ató un tobillo al pielero de la cama y después el otro. No estaba muy cómoda con las piernas tan abiertas, pero la consigna había sido suficientemente clara. Después pasó las esposas por un barrote y las dejó abiertas para poder colocar sus manos con los ojos tapados. Tras vendarlos, fue capaz de ceñir las esposas a sus muñecas y finalizó así lo que le habían ordenado. La excitación de Andrea le dificultaba incluso respirar. Llegó una calma chicha en la que ella, muerta de nervios y tensión, esperaba que pasara algo. Entonces estalló una duda… ¿y si el tío no venía? La cabeza de Andrea comenzó a bullir con todo lo que tenía que haber pensado minutos antes, cuando tenía remedio. ¿Y si no venía? ¿Si estaba enfadado y me gastaba una macabra broma? ¿Cómo no lo había pensado antes? Y que iba a hacer entonces. Podía gritar hasta que alguien la oyera y llamara a la policía... y me encontrara así, ¿cómo iba a explicarlo? Pero no, no podía ser. ¿Ese pajillero, acostumbrado al sexo en la tele o en internet iba a obviar semejante oportunidad de follar? Seguro que no... Claro que... Con ese perfil… ¿y si era un psicópata? Desde luego su actitud era bastante extraña... ¿Y si quería hacerme daño? Madre mía, si quería hacerme algo, no se lo podía haber puesto más fácil, ¿seré idiota? El sonido de la cerradura cortó el torrente de pensamientos. Después oyó cómo se cerraba la puerta y después unos pasos acercándose. Después un silencio. ¿Qué pasaba? ¿Qué hacía? Andrea no pudo aguantar más.

  • Toni, ¿eres tú?

  • ¿Esperabas a alguien más, Andrea?

La voz de su vecino no era muy varonil. Nunca se había fijado en su él, pero creía recordar que era menor que ella.

  • ¿Qué vas a hacerme?

  • ¿Ahora me tienes miedo? – Respondió Toni riendo. - Tenías que haber pensado en eso antes, ¿no te parece?

La respuesta no era muy tranquilizadora. Entonces Toni quitó la venda de los ojos de la chica. Andrea se fijó en el rostro del chico. Debía tener veintipocos años, pero conservaba aún un abundante acné juvenil. Pelo negro, ojos oscuros y mirada obscena. De pronto le enseño una cámara de fotos que parecía de profesionales.

Andrea se horrorizó. ¡Iba a tomarle fotos desnuda! Y el muy cabrón, encima le había quitado la venda para que se la pudiera reconocer. No se había planteado que lo de esa noche podría trascender así. Con ese material… No pudo evitar preguntárselo.

  • Oye, ¿qué piensas hacer con las fotos?

  • Eso, Andrea, es asunto mío. Tú limítate a sonreír.

Debieron ser más de doscientas fotos las que tomó. Con el zoom de la cámara, no estaba segura de qué encuadres había elegido, pero en algunos casos se acercó lo suficiente para saber  que se llevó una buena colección de primeros planos de su rostro, de sus tetas, de su sexo y de sus piernas. Y desde lejos otras tantas

  • Vaya, vaya. Sabes lo palillero que soy. Seguro que has pensado que voy a intercambiar las fotos y hasta tal vez las suba a la red, ¿me equivoco?

  • ¿Vas a hacer eso?– Contestó Andrea

  • Te he preguntado si lo has pensado. –Insistió Toni.

  • Claro que lo he pensado.

  • Lo imaginaba. Lo digo porque siento decirte que, al pensarlo te has puesto como una moto. Había previsto pellizcar tus pezones para que salieran guapos en las fotos, pero estabas tan cachonda que no ha hecho falta.

  • Eso es por el frío. – Se defendió Andrea.

  • Claro, habrá sido el frío también el que ha hecho brillar tu chochito con fluidos… ¿verdad? – Andrea no respondió.- Así que te pone saber que un ejército de palilleros puedan meneársela a tu salud, ¿me equivoco?

  • No quiero que las subas a internet.

  • Eso no es lo que te he preguntado… Te lo repetiré de nuevo ¿Te excita pensar que miles de tíos obscenos se van a masturbar viendo fotos de tus tetas?

Era obvio que sí. Lo sabía. Se había puesto mala imaginándolo. De hecho, hasta le excitó pensar que alguien de su trabajo pudiera ver las fotos. ¿Por qué se negaba a contestar al chico? Si era cierto, era cierto. Punto.

Ya te he dicho que no quiero que lo hagas, pero llevas razón. Me excita pensar en eso.

Así me gusta, cielo, que seas sincera.

Toni colocó de nuevo la venda en los ojos de la chica. Poco después Andrea sintió algo – ¿un dedo?- acariciando sus labios vaginales. Después se introdujo entre ellos y Andrea comenzó gemir. Pese a lo que parecía, el chaval era bastante habilidoso.

¿Qué vas a hacer ahora? – Se preocupó ella.

¿Tienes miedo?

Un poco. ¿Debería tenerlo?

Mira, te lo voy a ofrecer una vez. Si quieres, ahora mismo te desato, dejo la tarjeta con las fotos aquí, me marcho y no vuelves a saber de mí.

El dedo seguía jugando en el interior de Andrea. Tuvo un torrente de pensamientos, pero entre todos, había algo que tenía claro: no quería que se fuera.

No quiero que te vayas.

¿Aunque suba las fotos a internet?

Aunque hagas eso.

Entonces, Andrea, ha llegado el momento de follar. Mi polla se ha corrido docenas de veces pensando en tus tetas. Ahora esa misma polla te va a penetrar y se va a vaciar en tu interior.

El dedo juguetón abandonó sus labios. Andrea no veía nada con la venda, pero oía cómo caía un pantalón al suelo. Después notó el peso de su vecino sobre ella y el aliento en su rostro. De un empellón introdujo la polla en su lubricadísimo sexo y comenzó a bombearla. Andrea se alivió pensando que al fin iba a sofocar su calor. Ella, atada de pies y manos, no podía colaborar apenas con su pareja y se dejaba hacer. Curiosamente, toda la habilidad que había demostrado con el dedo había desaparecido y las embestidas de Toni parecían encaminadas sólo a darse placer a sí mismo.

Ella adoraba sentirse usada, saberse un agujero para satisfacer a otro. Comenzó a gemir y él respondió follándola aún más fuerte. Andrea sentía moverse su cuerpo, como dejándose mecer por las olas que generaba este chico en el mar de su cama. Lamentaba tener los ojos tapados y no poder ver cómo disfrutaba mientras se la cepillaba.

Por fin, sintió vaciarse al chaval dentro de ella, sin que ella hubiera logrado iniciar su viaje. Después le aguantó desplomarse sobre ella y una lengua acarició su boca. Ella la abrió, permitiéndole entrar. Sus lenguas jugaron, casi lucharon. Después, sus labios se separaron y los ojos de Andrea fueron liberados de la venda. Todavía se estaban acostumbrando a la luz cuando notó una mano acariciando uno de sus pezones y oyó la voz del chico.

Te gusta que te follen así, ¿me equivoco? Te gusta que te penetren sin miramientos, ¿verdad zorra?

En realidad, ni siquiera lo entiendo… - Reconoció ella.

Lo supe cuando te vi con el viejo. Tus cortinas no son demasiado tupidas, ¿sabes? – El miembro de Toni, que permanecía dentro de ella, se resistía a perder volumen.

¿Me viste follar con Adolfo?

La verdad que no se veía bien, pero se adivinaba que estabas retozando en la cama. Si te acuestas con un tío como ese, estás buscando morbo. ¿Cuántas veces follaste con el viejo?

Creo que fueron tres.

Y te volvió loca sentirte usada, ¿eh? – Andrea asintió-. El otro día te seguí al trabajo.

¿Cómo? – Andrea se sorprendió, aunque no estaba asustada.

Ya te dije que después de verte con el ancianillo, me llenaste de curiosidad y te seguí al trabajo. Vi cómo entraste con los tres obreretes. Vi cómo te follaron, cómo se corrieron en tu cara y el trato que dieron a tus tetas. Y te vi disfrutar ejerciendo de puta para ellos.

La verdad es que lo pasé de vicio, me costó irme de allí.

¿Te gustó más que te follaran, que se corrieran en tus tetas o chupársela o qué?- Insistió él con morbo.

Lo que me gustó dejarles hacer todo lo que quisieran, saber que no les iba a negar nada.

Pues sí, te vi. Por eso me animé a escribirte. Viendo lo zorra que te habías vuelto, tenía que intentarlo. Y fíjate. Ahora estás chorreando mi leche, tengo una colección de fotos tuyas en pelotas… y lo que es mejor, mira allí.

Toni señaló una estantería y Andrea vio la inconfundible luz roja que indicaba que estaba siendo grabada. Parece ser que el muy cabrón no se conformaba sólo con las fotos… Ella se excitó al ver la videocámara.

De modo que lo has grabado todo.

Eso es zorrita, lo grabé todo. Tengo la sesión de fotos, el polvazo y la confesión de todas tus diabluras. Y ahora, mira la cámara y sonríe mientras te como las tetas.

Toni giró la cabeza y ella dejó de ver su rostro para encontrarse con su pelo. Sintió pronto los labios del chico succionando sus pezones y la lengua recorriendo la piel aledaña. Por supuesto, miró la cámara y sonrió mientras el chico se cebaba con su pecho. Saber que estaba registrando la escena le volvía loca y, sin darse cuenta, se encontró gimiendo levemente.

Toni al fin se encontraba frente a esas dos tetas con las que tantas cosas había imaginado. Las miraba, las chupaba, las lamía, las acariciaba y las agarraba, en una borrachera de felicidad. Mordisqueó suavemente uno de los pezones y ella respondió gimiendo. Mordió un poco más fuerte y ella gimió más fuerte. Apretó el otro pezón mientras mordía éste una vez más y sintió cómo la chica se deshacía. No se lo podía creer. Siguió jugando un tiempo con los senos de aquella mujer, hasta que su aparato le dijo que no podía más. Comenzó a follarla de nuevo, sólo que ahora con menos fuerza para no tener que separarse de sus tetas.

Andrea recibió con entusiasmo la nueva penetración. Antes no había tenido ocasión de correrse. Ahora, sabiendo que la cámara estaba registrándolo todo, sintiendo la boca del chico devorarla y gozando con la penetración… "¡Por favor!, ¿cómo era posible estar disfrutando tanto?", pensó.  Tardó muy poco en comenzar el clímax. "Joder, me están grabando en pleno orgasmo":

Tal vez por eso o porque no pudo evitarlo, Andrea aderezó el orgasmo con unos gritos salvajes. Semejante reacción produjo un auténtico subidón en Toni, que poco después comenzó a vaciarse de nuevo en el interior de la chica, lloviendo sobre mojado. Cuando terminó de eyacular, salió de la chica y cogió la cámara de fotos. Acercó su glande babeante a su pecho y comenzó a hacer fotos mientras las últimas gotas caían de su punta al sonrosado pezón. Después lo restregó para seguir limpiándolo mientras se disparaba un flash tras otro. Por último, para acabar de limpiarla, le hizo abrir la boca y la fotografió mientras se la chupaba.

Andrea, que aún sentía el cuerpo vapuleado por el orgasmo, disfrutó al sentir la humedad de la leche en el pecho. Recibió sin problema una nueva polla en su boca y no dejó de mirar a la cámara mientas le hacía fotos. Notó cómo Toni se estaba excitando de nuevo, por lo que supo que su labor había dejado de ser limpiar el rabo para convertirse en una auténtica mamada. Aunque atada como estaba, poco podía hacer más que ofrecer su boca para que se la follara.

Eso hizo. Mirar la cámara y abrir la boca para Toni disfrutara. Las dos corridas recientes auguraban un largo proceso hasta culminar el objetivo, pero poco le importaba. Ella sólo quería dejarse hacer, dejarse fotografiar, dejarse grabar y que Toni disfrutara. Y Toni disfrutó. Tras varios minutos, el chico tuvo que dejar la cámara a un lado y cogiendo la nuca de Andrea, se la folló fuertemente hasta lograr la tercera del día. Andrea sintió los escasos chorrillos invadir su boca, mezclándose con sus propios hilos de saliva. Después, Toni sacó la verga y se la restregó por las mejillas y la nariz. Ella sintió el fuerte olor y el húmedo rastro que se iba dibujando en su rostro y sonrió. De nuevo le hizo abrir la boca para acabar de limpiarla y ella obedeció.

Andrea vio a Toni volver a coger su cámara para terminar de fotografiarla. Después cogió la videocámara de la estantería y la enfocó mientras le decía.

Andrea, me voy a quedar con la llave de tu piso. No se te ocurra cambiar la cerradura, ¿entendido? Vendré a follarte cuando me apetezca.

De acuerdo, Toni.

¿Cómo lo has pasado puta?

Aún lo estoy disfrutando.

¿Te ha gustado que te folle?

Desde luego

¿Te gusta sentir mi lefote en tus tetas y en tu cara?

Sí. Y me encanta sentir cómo está escapando de mi coñito, que lo has dejado rebosante. ¿Vendrás mañana entonces a darme más?

Vendré cuando quiera. Y cuando venga, te voy a follar sin miramientos, como si fueras una puta… Como a ti te gusta.

Será un placer Toni. Me gusta ser tu puta.

Ciertamente hablar así excitaría al chico, pero ella no lo hizo sólo por él. Le daba un morbo especial pronunciar en alto lo que había descubierto de sí misma. El chico dejó de grabar. Cogió la llave de las esposas, que Andrea había dejado en la mesilla y liberó sus manos. Inmediatamente ella se lanzó a besar al chico, pero el la apartó.

Eh, eh, que tienes mi leche en la boca, no seas cerda.

Ella asintió. Un minuto después ya tenía desatados los pies.

Me voy, Andrea. Después de estos pollazos, quiero descansar un poco.

¿Quieres dormir aquí? - Le ofreció ella.

Hoy mejor no.

Toni se puso los pantalones y ella se levantó de la cama. Vio la mancha húmeda en el centro, justo debajo de donde había estado su sexo. Toni la miró de nuevo. Vio satisfecho el rastro reseco de su leche en los senos y en el rostro de la chica. Cogió el juego de llaves de repuesto y se encaminó a la puerta. Ella lo siguió y se despidieron. Esperó en la puerta desnuda hasta que llegara el ascensor. Sentía el aire frío en su cuerpo, pero le gustaba sentirse así por él. Al fin, el chico desapareció de su vista y ella se quedó sola. Sola y satisfecha. Sabía que había dado un paso más. No sabía cuál era el camino, pero sabía que había dado un paso más.