Voluntariado salvaje en África

Todo me hacía pensar que sería un verano inolvidable en África y, aunque no saliese los planes como pensaba, fue inolvidable. Repetiré el año que viene, y el otro, y el otro... hasta que ya no pueda más.

Mi nombre es Raquel y soy suelo hacer voluntariado cada verano que puedo. Hacía mucho tiempo que no hacía uno porque he estado muy liada con la universidad (sigo estudiando Sociología y relaciones humanas). Como tenía muchas ganas, decidí hacer una locura y, por primera vez, pensé en irme fuera de España para hacer mi voluntariado. Estuve barajando opciones y finalmente me decanté por África. Es un continente muy atractivo por su gran exotismo y me llamaban muchísimo la atención los animales que solo se encuentran en este lugar (león, gacelas, búfalos...). De mi personalidad destacaría mi amor (evidente) por los animales y por ayudar a las personas, mis grandes dotes de trabajo en equipo y las ganas que tengo de probar siempre cosas nuevas. Físicamente, soy una mujer normal: tengo 24 años, aunque siempre me dicen que aparento menos edad (y me siguen pidiendo el DNI en las discotecas a las que voy), de estatura media, pelo castaño, ojos marrones, delgada, con una mirada profunda e interesante, nariz perfilada. Lo que más me gusta de mí son mis tetas, de un tamaño perfecto, ni muy grandes ni muy pequeñas, perfectas para coger con cualquier mano y manosearlas.

Era 25 de julio y cogí rumbo a Senegal, país del que no conocía nada. Cuando llegué allí, me recibieron muy bien en la sede de la ONG. Estaban supercontentos de tener una chica tan joven y con tan buena predisposición a ayudar a los más necesitados. Mi trabajo iba a consistir en dar clases de español a los habitantes de allí, especialmente a los adolescentes para prepararlos para un futuro con más oportunidades. Ya en la pequeña aldea, se me asignó una pequeña choza, acogedora, pero demasiado fría porque no tenía suelo, era solo tierra. Lo mejor de la choza era que estaba muy cerca del "aula" donde iba a dar las clases. Paseando por la aldea, me saludaban todos con una gran sonrisa, era muy gratificante (y todavía no había empezado a ayudar). El día que llegué estaba reventada y me dormí muy pronto después de cenar con la tribu y algunos compañeros de la ONG.

Al día siguiente, el 26 de julio, era lunes y empezaban mis clases. Estaba muy emocionado por saber que me encontraría. Llegué muy temprano y vi como poco a poco se fue llenando la pequeña aula (había solo 5 o 6 mesas). Cuando vi que se llenó por completó cerré la rudimentaria puerta y empecé a hablar con mis alumnos. Eran todos varones porque a las chicas no les dejaban aprender, costumbres de la tribu que poco a poco intentaría ir cambiando. Tendrían en torno a 19 o 20 años mis alumnos y físicamente eran bastante fuertes. Me impuso un poco la imagen aunque no le di importancia al principio. A lo largo de la clase, vi que mis alumnos me prestaban demasiada atención a mi físico. Me miraban de arriba a abajo sin escuchar apenas lo que decía. Sabían un poco de español y entre las risas escuchaba algunos comentarios que no me resultaban agradables. Pensé que serían tonterías mías. Sin embargo, mis sospechas se tradujeron en miedo cuando vi que uno de los chicos más fuertes cerraba la puerta de sopetón y le hacía un gesto al chico más flojo para que vigilira la ventana. En ese momento, pensé que algo malo me pasaría. De repente, los 4 chicos restantes (menos el que se puso a mirar por la ventana) se me abalanzaron sobre mí. Me quedé paralizada del miedo y no pude decir ni hacer nada. Los chicos, todos superiores físicamente a mí, me empezaron a arrancar la ropa de manera brusca y a manosearme por todo mi cuerpo. Seguía aterrada y pensaba que estaba viviendo un sueño, que esto no era real. El manoseo de todos, aunque estaba paralizada, me empezó a calentar. La idea de ver si era verdad lo que decían de la polla de los negros y que una orgía siempre había sido una de mis fantasías (que no podía haber realizado por mi reputación en España) me empezó a nublar la mente. De repente, el más fuerte de todos se sacó la polla de los harapos con los que vestía todo. Me quedé impactada: 24 cm negros que se clavaron en mi mirada (y en más sitios posteriormente). Acto seguido, todos hicieron lo mismo y dejaron entrever pollas descomunales, acostumbradas a pollas españolas de entre 10 y 12 cm, todo lo que fuera +16 cm me parecía descomunalmente grande. Después de sacárselas, me guiaron con sus manos para que usara mi boca y mis manos para tocarles. Hice caso sin pensármelo y empecé a pajear con mis dos manos y chupar con mi lengua las dos pollas restantes. Estaba disfrutando viéndolos disfrutar y me estaba calentando muchísimo la imagen de estar desnuda a merced de unos negros rudos y jóvenes que iban a hacer conmigo lo que quisieran.

Después de estar un rato así, se acercó el más grande, y el que la tenía más grande, hasta mi coño, depilado juvenil y blanco en comparación con su trozo de carne negro y empezó a restregar su polla por mi rajita. Yo no aguantaba más, quería ser empalado por este negro y con la mirada suplicante, mientras chupaba otra polla y pajeaba las otras dos, le supliqué que me la metiera. Me entendió perfectamente, no hacía falta el idioma. De un golpe metió sus 24 cm en un embite que me causó un cosquilleo electrizante por todo mi cuerpo. Empezó un metesaca con un ritmo frenético que me estaba haciendo ver las mil maravillas. Duró poco, quizá por su inexperiencia, pero fueron los mejores minutos de sexo de toda mi vida. Le dije, dejando de chupar la otra polla, que no se corriera dentro, aunque no me entendió (o no me quiso entender) y aumentó sus embestidas para acabar con un orgasmo recorriendo toda mi piel erizada y un chorreón de semen que parecía una fuente. Después de este primer chorro, siguió echando mínimo 5 más. Perdí la cuenta cuando al que le dejé de chupar la polla, aprovechando mi momento de clímax, había dirigido su pollón a mi culo y me lo había clavado. Nunca había hecho sexo anal, pero fue la mejor experiencia de mi vida. Se coordinaron los 3 negros restantes para taparme cada agujero de mi cuerpo. Me sentí llena y rellena por estos negros sin escrúpulos. Estuvimos así casi una hora, ya se había ido el negro más fuerte después de descargar en mí. Después de aguantar tanto, suplicaba descanso y quería que se corrieran y me dejaran. Me empezaba a escocer el coño de tantos orgasmos. Parece que me leyeron la mente porque todos aumentaron el ritmo y acabaron con corridas descomunales casi simultáneamente y un orgasmo que fue el mejor de todos los tiempos. Minutos después me abandonaron, me dejaron muerta de placer y en un éxtasis que me duró días. Yo no sabía nada de ellos, pero ellos supieron que tenían una profesora muy puta que les iba a satisfacer en todo lo que quisieran.