Vivo de las mujeres decentes-libro 2 (Capítulo 9)

Rigo cumple su promesa de acostarse con su amiga y compañera de curso Carmen y su esposo.

Vivo de las mujeres decentes - Libro 2

Capítulo 9

Efectivamente llegamos al hotel a la hora prevista y al entrar en la suite me encontré a un hombre joven y apuesto, de complexión atlética pero sin mostrar músculos, alto y moreno y de una sonrisa abierta y afable, que enseguida se abrazó con su esposa con mucho cariño, para luego volverse hacia mí con una gran sonrisa, como muy seguro de lo que estaba haciendo al entregarme su esposa esa tarde. La habitación era una de las suites del hotel con una cama de matrimonio de dos metros de ancha, una buena terraza y un salón de tamaño medio que había en la entrada y que disponía de un pequeño escritorio, televisión, un sofá muy cómodo y grande con una mesita delante del sofá y otra redonda en una esquina con cuatro sillas y que ya estaba preparada con tres cubiertos.

Carmen nos presentó y excusándose se fue al aseo, dejándonos solos a los dos.

-¿Quieres tomar algo? Hay muchas bebidas en el frigorífico.

-Prefiero solo un refresco, no suelo beber alcohol y menos con el estómago vacío.

-Bueno dentro de un rato nos traen la cena, después si te apetece algo más fuerte te acompañaré.

Estuve tentado de convencerle que abortara aquello que íbamos a hacer, lo veía como una buena persona que podía estar metiéndose en un berenjenal, pero sabía que su esposa ya le había prevenido de todo eso, por lo que opté por seguir hablando naderías, dejando que pasara el tiempo hasta que saliera del aseo Carmen.

¡Joder!, pues sí que salió, pero qué cambiazo con lo que acababa de entrar. Parecía que era otra Carmen, llevaba medias con liguero, cosa que había visto algunas veces entre las chicas en algunas sesiones privadas, un camisón negro y transparente que dejaba ver directamente sus dos tetas muy firmes, un tanga propio para esa tarde también negro y los zapatos de tacón muy alto. Se había dejado suelto el pelo que siempre lo llevaba con una pequeña coleta y se había maquillado mínimamente, realzando sus ojos y los pómulos de la cara, así como el carmín rojo de sus labios. Estaba para comérsela como suelo decir muchas veces y ya se me estaba haciendo la boca agua y la polla lagrimosa solo de pensarlo.

Los tres nos encontrábamos en el salón y lo primero que hizo al entrar fue dirigirse hacia él con unos andares muy insinuantes que no me esperaba de ella... y creo que su marido tampoco. Ambos se sonrieron y se dieron un pico muy corto, luego él le cogió su mano derecha y la alzó para hacerla girar en su propio provecho y en el mío, ya que me miraba como preguntándome qué me parecía su bella esposa. Por toda respuesta a su pregunta no formulada, le ofrecí una gran sonrisa disponiéndome a recibirla entre mis brazos para darle otro piquito y un primer morreo para que los dos supieran que aquello iba en serio. Tan en serio que me pegué un atracón de nalgas porque el tanga no le tapaba ninguna de ellas y estaban tan duras que no tuve más remedio que soltarle una buena nalgada que la hizo reaccionar pegándose más a mí con sus brazos alrededor de mi cuello y sus pezones taladrando mi camisa.

También quería apretar sus tetas casi tanto como lo hice con sus nalgas, eran medianas pero duras y creo que sin silicona, a lo natural. La punta de mi polla daba toques avisando de su existencia en el costado de Carmen, eso a ella la puso en alerta y enseguida bajó su brazo derecho para tener un contacto de primera mano del bulto que la molestaba. Parecía que no entendía muy bien donde empezaba y terminaba ese bulto, estaba confundida pero muy interesada en averiguarlo por su propia cuenta.

-Pónmela hacia arriba, -le dije retirándome cinco centímetros de ella-, así estará en su posición más natural.

Intentando obedecerme, lo subía como podía pero el pantalón no la dejaba maniobrar.

-Por dentro, mete la mano por dentro. -Le dije volviéndola a besar.

Ella llevó su mano directamente por encima de la correa del pantalón y yo ahuequé el estómago para facilitarle la tarea, cosa que hizo muy bien consiguiendo el objetivo de forma inmediata. Mi pollón estaba hacia arriba y ella no me lo soltaba ni a tiros, haciendo que mis labios sonrieran encima de los suyos, por lo que el beso quedó casi anulado. Mi siguiente movimiento fue quitarme la camisa y aflojarme la correa del pantalón pues su mano así estaría más desahogada. Daniel alargó su mano para quedarse con la camisa que dejó apoyada en el espaldar de una de las sillas, volviendo otra vez al sitio de antes donde tenía una mejor visibilidad de lo que hacíamos nosotros.

Ella sacó su mano y casi me empujó para que me sentase en el sofá, luego se agachó y me quitó los zapatos, después le hizo una seña a su marido que se sentó junto a mí, al que le hizo lo propio. Fue a aflojarle el cinturón, pero él ya lo había hecho y ahora se estaba deshaciendo de la camisa. Entonces ella le agarró el pantalón de la cintura y él elevó sus caderas para permitir que se lo quitara, aunque le dejó el bóxer que mostraba un bulto normal. Llevaba razón Carmen, él tenía una polla tamaño medio, de las que tanto veía entre los miembros del club. Luego repitió conmigo el desalojo del pantalón dejándome también el bóxer que sí dejaba ver a simple vista que el bulto era más considerable que el de su marido, como siempre me solía ocurrir, por encima asomaba casi todo el glande que ella parecía que quería tapar con su mano. Así se entretuvo casi un minuto dándome unos fuertes apretones hasta que me hizo poner de pie delante de ella y dejándose de más tonterías, me bajó el bóxer hasta los tobillos para que yo levantara los pies uno a uno y echarlo al lado de Daniel. Luego levantó la cabeza para echar un primer vistazo a mi polla y a los cojones que le quedaban a la altura de su nariz.

-¡Joder! Daniel, ¿Tú has visto? -Le dijo a su marido al tiempo que le mostraba mi polla agarrada por la base haciéndola moverse como un péndulo.

-¿Puede tocarla él? -Me dijo suplicante.

-Todo lo que quiera, es tuya también Daniel. -Le autoricé para toda la tarde.

Él echó su mano hacia mi miembro tocándolo con el dorso de sus dedos, pero su esposa se la tomó para que pudiera agarrarse a ella y apretársela allí haciendo que me pajearan las dos muy suavemente, cuando la soltó él siguió moviéndola con la misma cadencia que ella le impuso. Después la abandonó para quitarse sus bóxer, apareciendo un rabo de lo más normal, ni grande ni pequeño que enseguida comenzó a pajear.

-¿Que te parece la polla de Daniel? -Me pregunto ella con presteza.

-Está muy bien, es una polla normal, -le dije al tiempo que la agarraba y le daba unos pequeños meneos que creo que los dos agradecieron-, métete mi polla en tu boca y chúpala un poco. -Le pedí a Carmen.

Ella obedeció de inmediato, aunque al momento adiviné la poca práctica que tenía en esa tarea.

-Procura no morderla y mueve tu lengua alrededor de mi glande, eso es, sigue así... métela más adentro y sigue igual, pero hacia dentro y hacia afuera un poco más rápido, eso es, muy bien... joder que pronto aprendes, ufff...

-¿No te corres con lo que te hace? -Me preguntó Daniel.

-Solo disfruto de la mamada, me gustaría correrme ahora en su boca, pero queda mucha tarde, luego lo haré si quieres verlo.

-Sí, claro... joder cómo aguantas, yo de verte ya estoy a punto de correrme.

-Pues córrete cuando quieras, pero si quieres paramos y te corres con ella.

-No sé, es un corte para los dos, igual luego no te recuperas si paras y ella pierde el interés en hacerlo contigo.

Estuve a punto de tener un ataque de risa, pero me aguanté como pude y le di vía libre para que se la follara delante de mí, así también veía de primera mano qué era lo que ocurría con Daniel.

Ella se incorporó y yo mismo le bajé las bragas que también entregué a su marido. Me daba morbo hacerlo y a él también le gustaba. Luego se puso a cuatro patas sobre el sofá y él muy ufano se la clavó de un estocazo, comenzando ya a follarla con un ritmo rápido y de corto trayecto pues apenas la sacaba del interior de ella. De vez en cuando se detenía para no correrse y luego reanudaba las penetraciones. En la tercera vez que se detuvo se puso muy rojo intentando de nuevo no correrse, pero no tuvo éxito y sacando la polla se corrió en su espalda y parte de los glúteos, sacudiendo su rabo contra el culo de Carmen satisfecho con los dos chorros que había lanzado y los goterones que ahora se despegaban de su polla y se mezclaban con los otros. Por supuesto que había visto echar menos esperma de muchas otras pollas, pero tampoco era para tirar cohetes.

-Está bien, te has corrido lo suficiente. Yo diría que casi lo normal, -le dije para animarlo un poco-, aunque debes mejorar algo tu técnica para follar. Ahora después te lo explico, pero antes vamos a hacer que Carmen se corra que seguro que lo estará deseando.

Limpié con una toalla la espalda de ella para que quedara ahora apoyada a lo largo del sofá con la cabeza sobre el brazo del mismo, entonces me puse a su costado y le introduje dos dedos de mi mano en su vagina y otros dos de la otra mano en su clítoris. Fue comenzar a darle a un buen ritmo desde el principio y sus gemidos emergieron de su garganta con una gran intensidad, al tiempo que sus caderas se aupaban para recibir más profundamente mis dedos, no tardando ni los dos minutos de mi promedio en correrse mientras aullaba como una loca. Mis movimientos se hicieron más suaves, pero la estuve acompañando hasta que se desmadejó sobre el asiento del sofá, llevándose su brazo a taparse los ojos, como si la luz la molestara.

Después se me quedó mirando no dando crédito a lo que le acababa de ocurrir. Yo le mostré una gran sonrisa y ella atisbó otra más leve mirándome primero a mí y luego a su marido que estaba como alucinado por lo ocurrido.

-Están a punto de dar las siete de la tarde y el camarero no tardará en llegar. -nos advirtió Daniel, por lo que él se puso un albornoz, yéndonos los tres al dormitorio.

-Ponte tendida boca arriba que te voy a follar en la posición del misionero, Carmen, es muy placentera porque nuestros cuerpos estarán muy unidos y nos permitirá besarnos todo lo que queramos.

Y vaya si la besé en cuanto me puse encima de ella. Me encantaban sus besos y más con su marido neófito en estas lides sin dejar de mirarnos, ahora sentado a nuestro lado con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, con su polla flácida mostrada a través de la abertura del albornoz. Luego me incorporé para colocarme el primer preservativo de la tarde.

-Abre los labios de su coño, -le dije a Daniel-, así podrás ver mejor como entra mi polla en su vagina.

Pero ésta apuntaba hacia arriba y había que forzarla para que se colocara debidamente, cosa que él mismo hizo con la otra mano pero tardó lo suyo por la paja que me estaba haciendo, luego sí que la colocó en su sitio y yo arremetí lentamente pero con decisión hasta que le enterré la mitad de mi tranca.

-¿Estás bien? -le pregunté a Carmen que se agarraba a la mano de su marido con los nudillos blancos por la presión que le hacía, -¿Meto más?

-Espera un poco, es muy grande... ahora mete un poco más aaahhh... métela ya toda... aaahhh... Dios mío...

-¿Te duele? -Le preguntó Daniel.

-Nooo... aaahhh... qué gustooo... dame, dameeee... uhmmm... más rápido, dame mássss...

-Tócale el clítoris, -le pedí a él-, dale fuerte que está a punto de correrse.

En menos de un  minuto se volvía a correr entre grandes espasmos que parecía que se iba a partir en dos por la cintura. Sus contracciones en mi polla me estaban matando, pero quería correrme en el siguiente orgasmo, así que haciendo un gran esfuerzo lo pude aguantar.

Su marido la besó muy sutilmente en los labios, mientras yo la penetraba muy despacio en su estrecha vagina. Luego recuperó bastante rápido su vitalidad y su sonrisa al mismo tiempo.

-Ha estado genial cielo, -le dijo él-, ¿Ves como yo tenía razón? Nunca te podré follar como lo acaba de hacer Rigo. Mi polla es pequeña cariño.

A éste Daniel le daba igual lo que le dijeran, más bien parecía que lo que quería es ver cómo ensartaban a su esposa, siendo lo otro un achaque y un mal follar.

-Ponte a cuatro patas, -le pedí-, ahora nos correremos los dos a la vez. ¿Donde prefieres que me corra?

-En las tetas. -Se adelantó él y ella me asintió volviendo la cara hacia mí para no perderse cómo la preparaba desde atrás.

Le restregué el glande por su raja hasta que volví a dar con su pequeño agujero que hoy se lo iba a dejar dos tallas más grande, deslizando toda mi polla en su interior sin hacer más pausas, tampoco ella las quería. Me encantaba lo que veía desde arriba, esa cinturita tan estrecha y ese par de nalgas que saltaban hacia arriba cuando yo la penetraba y luego bajaban cuando me retiraba, joder qué placer, ésto lo tenían que disfrutar el resto de los mortales dos veces al día por lo menos.

-¿Quieres comerle el coño mientras yo le doy desde aquí? -le pregunté a él.

No lo dudó y se metió debajo de ella encajando la cabeza en su entrepierna, luego aprovechando que se había pasado se metió un testículo en la boca chupándolo bastante bien y después se colocó más correctamente para chupar el clítoris de ella y mi nabo de camino. El tío era más goloso de lo que aparentaba y para probarlo dejé que mi polla se saliera quedando apoyada en su rostro. Ahí se despendoló dándome una mamada de lo más salvaje, sabiendo que no debía demorarse en devolverla a su lugar.

-Métela ya Daniel, que estoy a punto...

Carmen no quería más demoras, ni más mamoneos, nunca mejor dicho y los dos nos pusimos a su disposición para darle a tope hasta que le sacamos su orgasmo y casi el mío que tuve que mantener en situación latente hasta que ella se echó a un lado para quedar boca arriba, momento que aproveché para quitarme el preservativo y dirigir la polla a sus tetas al tiempo que la jalaba un poco con la mano, lo suficiente para soltar el primer disparo de un espeso y caliente esperma que empezó en su seno izquierdo y acabó en su frente, luego fue ella la que agarró mi falo para poder dirigir mejor las siguientes erupciones, procurando que los tres primeros le bañaran las tetas, pero los últimos fueron directamente a su boca obligándose a tragar una buena cantidad, el resto lo guardó para su esposo.

Justo en ese momento el camarero dio dos tenues golpes en la puerta y Daniel ya se dirigía a ella mientras se apretaba el cinturón del albornoz y se limpiaba los labios con la manga derecha del mismo.

Carmen y yo quedamos tendido uno al lado del otro, con las manos entrelazadas y mirándonos para dedicarnos sendas sonrisas por el buen polvo que acabábamos de disfrutar los dos.

-Ha sido increíble Rigo, nunca en mi vida pensé que ésto pudiera ocurrir y además sigues empalmado, joder Rigo ¿Tenemos que cenar ya? -me preguntaba con una cara de pena que nos hizo soltar unas risas a los dos, sin poder evitar que el camarero supiera seguramente de qué iba la cosa.

Entonces oímos como Daniel lo despedía dándole las gracias y entraba nuevamente a la habitación, mientras arrojaba el albornoz al butacón.

-Tendremos que cenar porque la sopa se nos va a enfriar. ¿Esto sigue un poco más, no? -me preguntó al ver que mi polla no se doblegaba.

-Por mí me quedaría hasta mañana porque Carmen es una estupenda compañera de cama. -Le respondí mientras ella alargaba la mano para volver a coger por el tallo mi polla.

-No me canso de admirarla Daniel, es espléndida y si vieras el gusto que me da... -luego se incorporó para darle un chupetón al glande-, anda vamos a a cenar cielo, que como no te suelte, no cenamos.

Fue una buena cena que repuso mis energías para poder continuar follando con Carmen casi dos horas más. Daniel también se recuperó y fue capaz de culminar una follada a su mujer algo más plausible, siguiendo mis instrucciones, pero por lo menos y con mi ayuda ella se corrió al mismo tiempo que él. Tenían que seguir practicando, desde luego.

El coito anal necesitaba en su caso de algún plug anal previo, por lo que lo dejamos con solo la introducción del glande al ver que no podíamos ir más allá, aunque ella me pedía que siguiera intentándolo. La cabalgada que me hizo me encantó, viendo como se retorcía encima mía cada vez que alcanzaba uno de sus orgasmos y luego volvía a retomar la cabalgada.

Daniel ya no tuvo más corridas aunque su polla tuvo erecciones parciales, pero que no duraban nada. Al final fue un poco de incordio, porque no nos dejaba tranquilos a ninguno de los dos. El último polvo lo echamos en un sillón sentada a horcajadas sobre mí, así fue como acabamos la noche cuando por fin logré correrme en su interior, aunque dentro del condón, pero ya le tenía ganas porque a Daniel lo que más le estimulaba era ver brotar mi leche en las distintas eyaculaciones.

La verdad es que acabamos rendidos los dos y después de ducharnos no dudé en tirarme en la cama a todo lo largo. En cuanto me ofrecieron pasar allí la noche el sueño me rindió al momento a pesar que no era muy tarde. Antes del amanecer ellos hablaban muy bajo.

-Tenemos que repetirlo cielo, -le decía él-, ¿Tú quieres verdad?

-No sé, si es por cumplir tus caprichos... pero cariño, que yo contigo tengo bastante.

-No digas eso que yo nunca podré darte esos orgasmos que él te ha dado. Esta tarde está libre también, al menos eso me dijiste.

-Sí, pero no le vamos a pedir que repita esta tarde, después del esfuerzo que hizo anoche.

-¿Te gustaría hacerlo a solas? Luego si quieres me lo cuentas.

-Estás fatal Daniel, ¿Cómo se te ocurre una cosa así? Si hacemos algo, sería siempre en presencia de los dos.

-Solo una vez Carmen, cielo. Si quieres subo después de una hora o así. Os lleváis unas pizzas a la suite y así no perdéis el tiempo, mientras yo ceno en el restaurante sin prisas.

-No sé... bueno, vete a ducharte que hable primero con él. No salgas hasta que yo entre contigo.

-Es temprano, tenéis mucho tiempo, ya sabes.

-Venga, vete ya, que solo vamos a hablar lo de esta tarde.

En cuanto él se encerró en el aseo ella se volvió hacia mí que la esperaba con una gran sonrisa en la cara y una enorme erección en mi entrepierna que la sorprendió muy gratamente.

-Esta tarde nos vamos a mi casa, tú decides si con él o a solas los dos.

Se lo estuvo pensando mientras la penetraba lo más salvaje y ruidosamente posible, quería que Daniel la oyera gemir, que supiera lo que era dejar a su mujercita sola conmigo, pero el cabrón no tuvo paciencia y se vino con nosotros para seguir incordiándonos. Quiso despedirse a lo grande trabándose todo el semen directamente de mi pene.

Ella se lo pensó mejor y decidió que ya estaba bien por esa primera vez, así que nos fuimos los dos al curso donde más tarde encontré un sobre en mi mochila con 400 libras. En el descanso de veinte minutos quise devolvérselo a Carmen, pero ella me dijo que no sabía nada por lo que tuvo que ser Daniel quien lo puso allí y que como se los devolviera se iba a enfadar con ella. Que eso no era nada importante para ellos y que a mí me vendría bien, en fin que me dio muchas explicaciones para que me lo quedara y al final lo acepté. Internamente me prometí a mí mismo que sería la última vez que protestaría por esos regalos.