Vivo de las mujeres decentes-libro 2 (Capítulo 8)

Rigo pasa el fin de semana con Pilar y acuerda con Carmen y su esposo tener un encuentro por primera vez.

Vivo de las mujeres decentes - Libro 2

Capítulo 8

Después del desayuno llamé a Malory.

-Hola Rigo.

-Buenos días Malory, te llamo para decirte que Cristina y José Luis no pueden venir hoy, Pilar mi ex, está aquí conmigo por lo que si mantienes la invitación lo haríamos los dos como otra pareja más.

-Sí, me ha llamado Cristina hace un rato, pero claro que sigue vigente la invitación, ahora te paso la dirección para que podáis venir, o mejor si quieres os envío mi coche. Pásame la vuestra. Os recogerá a las 19:30, así cenamos todos juntos antes de comenzar la velada.

A mí me había gustado eso de ir de compras a Harrods, por lo que se lo propuse a Pilar ya que necesitaba un nuevo traje para esa tarde y por supuesto que aceptó, comprar era su hobby favorito, como todas las demás. Allí ni me dejó pagar en el restaurante ni permitió que lo hiciera con el traje, aparte que me compró todo lo que encontró de paso, con lo que a ese ritmo tendría que enviar un contenedor con mi ropa en la vuelta a casa. Quise comprarle algo sexy para acudir a la reunión de la noche, pero más discreto que lo que se ponía para los eventos de los swingers, solo quería que apreciaran lo bella que era la mujer con la que llegué a comprometerme. Pero después de dejarse convencer con el vestido que elegí, tampoco me dejó pagarlo.

Luego en la casa nos arreglamos con la ayuda de Tali y Toñi que no estaban de acuerdo con el largo de mi pantalón y que en pocos minutos me lo dejaron perfecto. A ella la peinaron a su manera, quedando todos impresionados por lo guapa que quedó, parecía una diva de la noche parisina, al menos eso dijo ella, porque yo no he estado nunca en París.

Como siempre, nos recogió el chófer con la máxima puntualidad y poco antes de las ocho ya estábamos siendo recibidos por los habituales de la última semana. Ni que decir tiene que todos quedaron impresionados por la belleza que irradiaba Pilar, que iba vestida muy atrevida pero con la elegancia que solo ella era capaz de mostrar. Por supuesto que Phillip ya se estaría poniendo el primero en la lista para estar con ella y Colin echaría el resto, o sea, cinco gotas en lugar de tres que era su promedio.

Malory como siempre mostraba su esbeltez a pesar de los años que en ella sí que perdonaban. Ginger estaba para comérsela porque esa noche se puso demasiado sexy, sin sujetador por supuesto y con esas tetas que se gastaba, cubiertas por una fina blusa que por culpa de sus encajes no se apreciaban bien sus pezones, pero que sí los marcaba para deleite de todos. Darcy había dejado atrás el luto por su marido, dejándose ver con las máximas transparencias que solían usarse en la veladas swingers, en eso no fue recatada y la apunté en mi libreta de ocho polvos de esa noche. Sus pechos medianos estaban a la vista de todos y su culito respingón cubierto con la minifalda negra muy ajustada, nos mostraba la parte baja de sus glúteos y su pequeñísimo tanga también negro, en cuanto se sentó a cenar justo a mi lado.

Durante la cena no dejamos de hablar sobre los dos últimos encuentros que habíamos tenido esa semana, aunque en el último no estuvieron los dos maridos presentes y que ahora se divertían con lo que les contaban sus esposas. A pesar de su condición de swingers, aquello había veces que me parecía irreal y no quería pensar porqué enviaba yo a Pilar a tener sexo con otros hombres. ¿Sería que también me había convertido en otro más como ellos?

La velada se desarrolló en los mismos términos más o menos de las otras ocasiones, con el aliciente de que los dos maridos disfrutaron principalmente de Pilar como ya había previsto y yo me centré en las otras tres féminas, aunque en esta ocasión no me libré de una mamada que me hizo al final la empleada, la que ya dije que estaba para mojar pan. Colin estuvo a su altura, es decir que después de entregarlo todo con mi ex, se dedicó a dar sexo oral a los demás, incluyendo a Phillip y a mí mismo. A mi novia la follé por el culo en una doble penetración junto a Phillip. Entre las chicas tampoco se quedaron cortas y Pilar fue también la más privilegiada en ese aspecto. El chófer no se estrenó esa noche y fue raro que él mismo me limpiara el cipote dos veces, porque la verdad es que no me lo esperaba tan diligente.

Al final estábamos tan cansados que todos aceptamos la invitación a dormir que nos hizo Malory, con la insistencia de Colin y la simpatía que ambos mostraban.

Por la mañana Malory nos trajo ropa interior para los dos, una cazadora para mí y se llevó a Pilar en tanga a su vestidor donde ésta escogió una ropa menos sofisticada para desayunar junto a los demás y marcharnos a la casa. Temiendo estaba que me dieran un sobre, pero no lo hicieron ni me lo dejaron en ningún bolsillo oculto, menos mal, porque de verdad que me harían pasar un mal trago delante de Pilar.

El lunes se marchó Pilar con la promesa que volvería el viernes, porque el jueves le era imposible debido a la carga de trabajo que tenía en su empresa. A pesar de mis continuos recordatorios de que solo éramos amigos, ella no dejaba de besarme como si se fuera a dar una vuelta por otros planetas antes de regresar.

Desde luego que esas muestras de cariño eran imposibles que se correspondieran con una falsa representación, era indudable que ella seguía queriéndome, al menos igual que antes de nuestra separación. La verdad es que no me gustaba enredarme en esas reflexiones, porque siempre acababa con un nudo en el estómago, maldiciendo esas infidelidades que llegaron a provocar nuestra separación.

Me bastaba pensar mínimamente en lo que me hizo con el asunto de su teléfono, los mensajes para provocarme que bloqueara al cabrón ese, mientras se citaban para follar con otro nuevo. O también el viernes que llegó tarde diciendo que venía desde otra provincia, cuando la verdad es que comieron juntos y estuvieron toda la tarde follando. Y el papelón que hice yo pidiéndole que la próxima vez se quedara en un hotel a dormir. Con esos dos mínimos recuerdos del compendio de todo lo que llegó a hacer, era suficiente para desterrar toda posibilidad de volver a creer nada de lo que me decía. A ver si se iba ya de una vez con el mierda ese... me cago en la puta de oros.

El lunes en el curso, durante el descanso de los veinte minutos y la comida, Carmen no dejaba de insistir en que le contara cómo fue lo de tener relaciones con ese matrimonio y porqué estaba él delante durante el acto sexual. Como la otra vez y ya casi por cansancio, le conté que eso era normal entre las personas participantes en el mundo swinger.

-¿Pero el marido siempre está delante?

-No siempre, pero su esposa debe tener el permiso de él para tener relaciones con el otro hombre, si no puede estar presente.

-¿Y los celos? Vamos que no le importa nada su mujer. Es eso ¿No?

-Todo lo contrario, son los matrimonios o parejas que más se quieren, según he podido comprobar.

-Pero esas relaciones les hacen ser infieles.

-Para nada Carmen, jamás se engañan unos a otros, primero porque no tienen necesidad, ya que siempre cuentan con la aprobación de su pareja y segundo que los engaños están muy mal vistos por todos ellos, así que nadie lo hace por propio convencimiento.

-Pero tú no tienes pareja, contigo no se intercambian.

Solté unas risas al oír esa reflexión.

-No Carmen, pero parece que tengo unas buenas cualidades para el sexo y eso también es muy apreciado por esas parejas.

-¿Y te invitan sin más?

-Pues sí, pero oye que yo también disfruto y mucho.

-¿Y qué es eso de que tienes buenas cualidades?

-Joder Carmen, no querrás que entre en mis intimidades también. ¿Porqué no me cuentas tú las tuyas primero? Luego ya veré qué te cuento yo de mí.

-Mira Rigo, mi marido y yo formamos un matrimonio casi perfecto. Nos queremos mucho, como ya os he comentado algunas veces a todos aunque sea de broma. Últimamente se le ha metido en la cabeza que no me hace gozar haciendo el amor porque la tiene demasiado pequeña, pero no es cierto Rigo, la tiene normal y yo termino gozando con él, ya sabes. Ahora está todo el día insistiéndome que debemos probar con alguien que la tenga más grande que él, porque yo tengo derecho a gozar y que con él no lo hago del todo. Que por lo menos lo hagamos una vez. Una locura vamos.

-¿Y estáis pensando en mí?

-Sí, no conozco a nadie mejor que tú para satisfacer sus deseos y parece que por lo que me dices se te da bien. ¿Tú lo harías con nosotros Rigo? ¿Nos harías ese favor? Solo sería una vez... de verdad.

-Carmen, eso os puede crear complicaciones a los dos y no me gustaría que me recordarais como el cabrón que rompió vuestro matrimonio.

-Se lo he dicho una y mil veces, pero cada día está más decidido a llevarlo a cabo. Nunca te recordaremos por eso, porque si no lo haces tú, el me va a buscar a otro, que vete tú a saber. También me ha comentado que está dispuesto a hacerte un regalo, que te lo diga por si eso pudiera ser un requerimiento. ¿Ellos lo hacen?

-No es necesario Carmen, si llegamos a hacerlo es por hacerte un favor, no tengo honorarios por hacer eso. Tampoco te voy a negar que de vez en cuando acepto un regalo, pero es por mi condición de estudiante sin más ingresos que la paga que me da mi padre mensualmente, pero no me tenéis que dar nada, de verdad.

-¿Entonces le puedo decir que lo vamos a intentar al menos?

-Que sí, si estás decidida, lo haremos.

-¿Cuando lo puedes hacer?

-A partir de la próxima semana, porque de ésta a partir del jueves vienen a verme los amigos de mi ciudad y no estoy libre hasta el lunes.

-Pero mañana o el miércoles sí puedes, ¿No?

-¿Él está aquí en Londres?

-Viene mañana para estar hasta el siguiente fin de semana aquí conmigo.

-No sé, lo veo todo muy precipitado, pero si es lo que queréis, por mí bien, pero quiero que sepas que no es llegar, echar un polvo rapidito y marcharnos, yo no lo hago así.

-¿A qué te refieres?

-Que yo utilizo mis tres armas en el sexo, o sea, mis dedos, mi lengua y mi pene, que también me gusta besar a la mujer con la que voy a tener sexo hasta que nos cansemos de hacerlo. Practicaríamos  sexo oral y si puede ser, procuraremos tener sexo anal.

-¿Pero cuánto sueles tardar en correrte? Mi marido no dura más de cinco minutos cuando lo hacemos y... bueno ahí se acaba todo.

-Joder Carmen, mejor que te busques a otro, te lo digo de verdad, porque después lo vas a llevar bastante mal con él. Deberíais tener otras experiencias más a lo vuestro, a vuestra manera de entender el sexo.

-Es que no te gusto mucho, por eso no quieres hacerlo.

-Carmen, eso no sería un hándicap contigo aunque fueras poco agraciada, pero eres muy atractiva y sé lo que guardas bajo esas ropas y lo que me va a encantar tenerlo entre mis manos, mi lengua y mi polla, te follaría esta misma tarde en tu hotel hasta venirnos los dos juntos para el curso, pero os crearía un problema posiblemente irreversible.

Ella se quedó anonadada unos segundos ante mi respuesta, pero luego reaccionó con decisión.

-No, mejor mañana con él aquí, quiero que sea como mi marido me lo ha pedido, con él delante, al menos la primera vez.

-Pero si me has dicho que solo sería una vez.

-Es verdad, es que ni sé lo que me digo, me has puesto nerviosa al decirme todo eso.

No discutimos los detalles pues esa tarde lo terminaría de hablar con su esposo. La idea sería irnos los tres al hotel que estaba cerca de la sede. De los condones y el lubricante me encargaría yo, aunque le pedí que se pusiera algo sexy, que estaría bien que se cambiara en el aseo y que apareciera en la habitación hecha una heroína de Aragón con ansias de batalla, que ya le atacaría yo con una guerra de guerrillas.

Esa tarde no me aburrí y tampoco me contuvo el hecho de que al día siguiente tenía que dar la talla para dejar contenta a la pareja, igual los dejaba hecho polvo que era lo que más me temía. Si hubiera podido hablar con su marido, lo llamaría para disuadirlo de esa gesta que quería que su mujer librara y le aconsejaría que siguiera con ella como siempre, queríendola y amándola hasta el final de los tiempos, que el beneficio era parco para lo que se jugaba si se metía en pérdidas, que era lo más seguro.

Pues eso, que primero estuve follando con Toñi y luego con Tali, las dos estaban locas por repetir conmigo y a mí me hubiera gustado tener ambas a la vez, pero desde que el viernes apareció Pilar de improviso, no querían arriesgar ni lo más mínimo. Hasta se habían inventado una seña para que la que estuviera conmigo abandonara a toda leche mi cama al percibir la misma. También me había comprometido con ellas que nunca diría que follábamos como cosacos, bueno, ni como nada.

El martes llevaba en mi mochila los preservativos, el gel lubricante y un bóxer para después de la última ducha. El otro que lo tiraran porque tenía doscientos comprados entre unas y otras. Carmen estaba muy nerviosa nada más verme, hasta derramó el café que tomábamos en el descanso de la mañana.

-Relájate Carmen, que a pesar de lo que te dije ayer, solo ocurrirá lo que tú quieras que ocurra, si solo deseas una follada rápida y adiós, así lo haré, no te preocupes.

-No, no, ya le he contado a Daniel cuáles son tus condiciones y le ha parecido muy bien. Estará a punto de llegar al hotel y le he dicho que se quede allí hasta que lleguemos nosotros. Iremos andando, son unos diez minutos.

-¿Cenaremos en el mismo hotel? -Le pregunté.

-Esto... sí, ¿Quieres cenar con nosotros antes de irte?

-Sí, pero que suban la cena porque si bajamos y luego subimos de nuevo vamos a terminar muy tarde.

-¿Pero no terminarás antes de la cena?

-Ya te he dicho que si quieres, lo terminamos a tu manera, pero si es a la mía, lo haremos algo más tarde de la cena. Ten en cuenta que al hotel llegaremos a las 18:30 y la cena será a las 19:00, es que es imposible Carmen.

-¡Ah!, claro, llamaré a Daniel durante el almuerzo que ya estará en el hotel y se lo diré.

-Carmen, no quiero que te sientas obligada y si al final prefieres dejarlo, me lo dices y me marcho, sin problemas.

-No, por nada del mundo, ya quiero que pase. Ayer me dijiste que te parecía que era atractiva y te digo que tú eres lo más parecido al príncipe azul con el que soñaba desde niña, así que ya que mi marido quiere, yo estoy dispuesta a sacrificarme, -me dijo con una sonrisa-, al menos una sola vez.

Durante la comida llamó a su marido y le dio las instrucciones para que encargara la cena de los tres, también le dijo delante de mí que yo llevaba los condones y el lubricante, que de eso no tenía que preocuparse.