Vivo de las mujeres decentes-libro 2 (Capítulo 3)
Los tíos de Pilar viajan a Londres para hablar con Rigo
Vivo de las mujeres decentes - Libro 2
Capítulo 3
Estábamos entrando al salón cuando nos encontramos a José Luis y Cristina de pie hablando con Toñi, que le estaba dando explicaciones sobre donde me encontraba yo en esos momentos, pero éstas dejaron de ser necesarias al vernos llegar a Angie y a mí.
Cristina se vino enseguida para abrazarme como si le hubiese salvado la vida, tal era su vehemencia, José Luis más recatado se nos acercó para coger a su esposa por los hombros procurando que me soltara, cosa que por fin hizo, entonces el abrazo me lo dio él un poco más corto, pero con mucha fuerza.
-Ella es Angie, una amiga de la familia, igual la conocéis ¿No?
-Claro que sí, -respondió ella misma, acercándose a nuestros visitantes para darles dos besos en las mejillas-, ¿Qué tal estáis?
-Hola Angie, -le respondió José Luis-, cada día estás más guapa. ¿Y tus padres donde andan?
-De viaje, como siempre, -respondió mostrando su bella sonrisa de niña que no rompe un plato, aunque conmigo esa tarde rompió toda una vajilla-, bueno os dejo que he quedado con la pandilla.
Luego se despidió de nosotros y se marchó. Entonces me volví hacia ellos algo preocupado.
-¿Le ha pasado algo a Pilar?
Ambos se miraron esperando que el otro tomara la palabra, mostrando una gran preocupación en sus caras. Fue José Luis el que se arrancó primero.
-Está muy mal Rigo, se mata a trabajar durante su jornada laboral buscando abstraerse de sus penas, pero luego no deja de llorar por tu ausencia, come poco y mal y nos tememos que muy pronto pueda caer en una depresión.
Yo asentía también muy preocupado, Pilar seguía ocupando un rincón en mi corazón, no terminaba de olvidarla aunque eso era lo que pretendía, volcándome incluso en un sexo abundante y salvaje desde que nos separamos, pero no dejaba de tenerla en mis pensamientos. Creo que eso le pasaría a todos los que se separan después de una buena relación, pero había que hacerle caso al dicho popular en eso de que el tiempo todo lo cura.
-Rigo, deberías hacer algo, -tomó la palabra ahora Cristina-, todavía estamos a tiempo para que pueda rectificar en su comportamiento.
-Igual lo que ella necesita es estar nuevamente con León, según me dijo lo había dejado, pero quizás ese sea el error.
-No estarás hablando en serio Rigo, -me dijo José Luis-, ella no quiere saber nada más de él.
-Eso me dijo a mí el día que lo despidió, pero todo fue una mentira desde el primer día, pues no dejaron de verse en una habitación que reservó permanentemente en un hotel. No os debería contar estas cosas porque forma parte de nuestra historia privada, pero es que creo que su problema es no estar con León, yo creo que no pinto nada en su vida, deberíais hablar con ellos dos.
-¿Cómo sabes lo de la habitación? De todos modos canceló la reserva cuando vino a nuestra casa y también se deshizo del teléfono que utilizaba para quedar con él. -Afirmaba José Luis.
-No seáis ilusos, seguro que ya tiene otra habitación o quedan en su propia casa, ya no necesitan esconderse. ¡Ah! Y todo esto lo sé porque me lo dijo ella misma el miércoles de la semana pasada. Vino a mi piso a contármelo todo, ¿Cómo dijo? Sí, que no venía a pedirme una reconciliación, si no a contarme todo lo que hizo porque yo tenía derecho a saberlo según ella.
-Rigo, te aseguro que no ha vuelto a verse con León ni a contactar con él siquiera, -me respondió José Luis-, de eso me he encargado personalmente y a los dos los he puesto bajo vigilancia, a ella para que no vuelva a recaer y a él para que no lo intente ni una sola vez más, después de una clara advertencia, a no ser que sea ella la que lo demande y no lo ha hecho en estas dos semanas Rigo.
-¿Ha comenzado la terapia?
-Fue a las dos primeras sesiones con la psicóloga, pero no quiere seguir, -me respondió Cristina-, y se está hundiendo moral y físicamente.
-No sabéis como lo siento, porque de verdad que lo siento, pero ¿Qué esperáis de mí? Yo no puedo volver con ella, eso quiero que lo tengáis claro, no hace ni dos semanas que nos separamos, es normal que si me quiso un poco, todavía no me haya podido olvidar, a mí me pasa lo mismo y me aguanto, como tantas parejas que lo dejan.
-Llámala aunque sea breve y demuéstrale que al menos te importa algo Rigo, -me pidió Cristina-, porque ahora me doy cuenta que desde ese miércoles es cuando ella ha ido de mal en peor. ¿Te enfadaste con ella o le recriminaste por lo que te contó?
Hice memoria por si en algún momento la pude ofender durante el tiempo que estuvo en el piso, pero no recordaba que hiciera o dijera algo ofensivo contra ella.
-No, todo lo contrario, solo le mostré una indiferencia total, no llegué a pronunciar ni una palabra a pesar de las barbaridades que me contó, además que se lo dije, que no me tenía que contar nada, porque ya no éramos pareja.
-Es que eso a veces es la peor reacción para una confesión como la que ella te estaba haciendo Rigo. Le transmitiste con esa manera de actuar que no te importaba nada, por eso cuando se fue de tu casa salió tan desconcertada, seguro que ella esperaba que le pidieras explicaciones por lo que hizo, que la recriminaras o que te enfadaras. -Esto me lo dijo Cristina, dejándome muy confuso.
No me lo estaba diciendo una persona cualquiera, me lo decía una mujer por la que sentía un gran cariño y que sabía que era recíproco. Ella estaba luchando por su sobrina, lo cual era más que legítimo si además ésta pasaba por un mal momento, pero también sabía que no me iba a proponer nada que fuera malo para mí.
-Está bien, decirme cómo la puedo ayudar. Confío en vosotros y en vuestra experiencia.
-Solo necesita que la llames para que pueda sentir que estás preocupado por ella aunque solo sea como un amigo, nada más que eso Rigo. -Me propuso José Luis.
-Y de paso convéncela para que reanude la terapia, sobre todo como dice mi marido queda con ella como un buen amigo.
-Está bien, la llamaré ahora mismo antes de la cena. Una cosa más, ¿Ella sabe que habéis venido a verme? Porque se lo pienso contar.
-No, no se lo hemos dicho, pero no nos importa que se lo digas si ese es tu deseo, no pasa nada Rigo.
-Está bien, esperar aquí, la llamo y vuelvo para cenar con vosotros.
Ellos asintieron al tiempo que sus pulmones soltaban el aire que habían estado reteniendo durante todo el tiempo que duró nuestra charla y yo me fui a la mesa grande de la piscina donde nadie podría molestarme.
-¿Rigo? ¿Eres tú? -Me preguntaba por lo evidente al recibir mi llamada.
-Sí Pilar, quería conocer de primera mano cómo te encuentras, porque han venido a verme tus tíos en persona aquí a Londres y están muy preocupados contigo.
Se hizo un breve silencio al darse cuenta de la trascendencia que estaba teniendo su comportamiento derrotista.
-Ya sabes cómo son, se preocupan demasiado por mí, pero estoy bien, no les hagas caso.
-Y si estás tan bien como dices, ¿Porqué has cancelado tus sesiones de terapia?
Ella no contestó de momento porque estaba claro que no podía hacerlo, como demostraban los sollozos que intentaba ahogar con poco éxito, por cierto. Entonces volví a tomar la palabra.
-Quiero que vuelvas a retomar esa terapia Pilar, espero que no me defraudes, ¿Me lo prometes?
Tampoco era capaz de responder.
-Sé que estás llorando, no quiero que te contengas por eso conmigo y prométeme que vas a retomar la terapia.
-Síiii... -Me respondió con un hilo de voz y otro sollozo ahora menos tapado.
-Además quiero pedirte disculpas por mi comportamiento de la tarde que viniste a contármelo todo.
-Aquí la única que se ha comportado mal he sido yo, -me respondió algo más serena-, tú no tienes que disculparte por nada, otro cualquiera me hubiera dado una patada en el culo antes de tirarme por las escaleras.
-Es que creo que era lo que yo tenía que haber hecho, pero no te dije nada y después no tenía manera de contener mi rabia. Lo pasé fatal Pilar, ¿Te insulto si ahora te digo que eres una hija de puta, un zorrón y una cabrona, después de tantos días?
-No, no, dímelo las veces que necesites hacerlo, -me decía tan contenta como si le hubieran dado un premio Goya a la mejor actriz protagonista, pero en la película “Cómo ponerle los cuernos a tu novio”, claro-, yo misma me siento peor que todo eso que me has dicho.
-Oye, que no es que quiera que volvamos a ser pareja, solo quiero que sigamos siendo buenos amigos.
-Yo seré para ti lo que tú quieras que sea. Te prometo de momento que voy a retomar las sesiones con mi psicóloga y que no me voy a saltar una comida más, te lo juro, cari... Rigo. Perdona.
-Está bien, ahora me iré a cenar con tus tíos.
-¿Y a ti como te va por Londres? No me has contado nada.
-Muy bien, ¿Sabes que me alojo en la casa de Samuel?
-No, no lo sabía, pero me alegro mucho por ti, ahí vas a estar mejor atendido.
-Y mejor acompañado, porque van a venir varias parejas del club a verme. Ya sabes como son.
-Sí, claro... así te sentirás mejor con ellos, ojalá pudiera hacer yo lo mismo, bueno, me refiero a visitarte yo también para darte ánimos.
-Si es sin compromiso, cuando quieras. Te lo digo en serio y tampoco veo mal que acudas a las veladas del grupo swinger. No te cortes y procura divertirte ahora que estás nuevamente soltera y sin compromiso.
-¿Entonces me dejas ir a verte? Sin compromisos naturalmente.
-Claro que sí, aunque ellos no creo que vengan los fines de semana porque dejarían de acudir a sus reuniones. Podrías aprovechar para venir otro día con alguna pareja, así no estamos los dos solos.
-¿Vas a pasar entonces la noche con mis tíos?
-No lo sé, pero si me lo proponen, claro que lo haré.
-Me parece bien, a ver si gracias a mí disfrutan de una noche contigo, que no paro de darles disgustos.
-Bueno, pues te dejo, que están esperando que acabe de hablar contigo.
-Una última cosa cielo, uy, perdona, Rigo. No he vuelto a contactar con el culpable de todo lo que me ha pasado. También te lo quería decir, pues fue lo único que me deseaste ese miércoles.
-Pero lo echarás de menos.
-Para nada, cada día me odio más por haber estado con ese tío, te lo juro, a ver si me aclaro en la terapia, porque no entiendo nada de lo que hice, pero si me aclaro, me gustaría que fueses el primero en saberlo.
-Claro que sí, anda que me voy con ellos que estarán con muchas ganas de conocer lo que hemos hablado. Un beso de amigo, cabrona.
-Otro de tu mejor amiga y muchas gracias por haberme llamado, cielo.
Los dos soltamos unas risas y cortamos la llamada. Me fui en busca de los tíos de Pilar que otra vez se entretenían hablando con Toñi que les había servido una copa de vino a cada uno. Pero al verme llegar nuevamente al salón, ambos se dirigieron rápidamente hacia mí disculpándose con la chica que sonriendo se marchó nuevamente a sus quehaceres.
-Ha ido todo bien, -les dije antes de que pudieran preguntarme-, me ha prometido retomar la terapia y comer debidamente.
Cristina se abrazó a mí con fuerza, sin permitir que esta vez su marido nos separase, mojándome toda la camisa con sus lágrimas. José Luis quedó de pie estoicamente a nuestro lado, esperando que su esposa remitiera en su emoción. Por fin lo hizo y se volvió hacia su marido para abrazarse ahora a él, con lágrimas pero con cara de contenta.
-Dinos algo más, si habéis hablado un cuarto de hora.
-Nada, que la he insultado con más de diez días de retraso y se ha quedado súper contenta. Al final hemos quedado como amigos, que si quiere puede venir a verme, mejor con alguna pareja de vuestro grupo, pero sin ningún tipo de compromiso, le he dejado claro que nada de pareja. También le he pedido que se divierta, que acuda a algunas de vuestras veladas y que se lo pase bien.
-Joder tío, eres único -me dijo José Luis-, al final te tengo que dar la razón por haber venido aquí a tratarlo en persona con Rigo, -le decía ahora a su esposa-, has acertado como siempre.
-Claro, no hemos perdido el tiempo querido, -le respondió Cristina-, todavía estamos en hora para visitar a nuestros amigos de aquí.
-¿Qué amigos? -Pregunté inocentemente.
-Anda cámbiate y te vienes con nosotros a visitar a uno de los grupos swingers de más prestigio de Londres, con ellos hemos compartido muchas noches en nuestras visitas o la de ellos a nuestro club. -Me dijo Cristina muy alegre, después de como se habían desarrollado los acontecimientos en favor de Pilar.
-Y ponte guapo, que esta gente lo merece, ya verás cómo es este personal, pero hoy les vamos a dar una sorpresa de lo más grata contigo.
-Sí, qué lástima que no esté aquí Pilar, -comentó José Luis-, no veas los machos que se ven por aquí, se lo iba a pasar en grande.
Entre risas, me empujaban a las escaleras diciéndome que me pusiera mi mejor traje, zapatos negros y corbata roja. En 15 minutos estaba de regreso, algo preocupado por no saber si esa noche iba a dar mi talla habitual, después de mis cuatro corridas de hacía menos de dos horas con el angelito de Angie. Me había puesto el último traje que me compraron Julia y Adela en el centro comercial Harrods, así como los zapatos negros y la corbata roja, seguro que las muy canallas sabían perfectamente porqué me compraron esas prendas.
Ellos se habían terminado de acicalar en uno de los aseos de la primera planta, donde habían fijado su dormitorio para esa noche después del evento. Cuando me vieron llegar me dedicaron todo tipo de elogios por lo atractivo que iba, incluso José Luis no se pudo aguantar y me dio un apretón en una de mis nalgas. Toñi nos esperaba en la puerta de la casa con su pequeño coche, para llevarnos al lugar donde íbamos a pasar la velada con este nuevo grupo swinger que no conocía. Cristina y yo íbamos en los asientos traseros y ella no dejaba de morrearse conmigo hasta que Toñi nos avisó que estábamos llegando, dándole tiempo a ella para retocarse el carmín de sus labios y limpiarme los míos.
Pero sí que conocía al menos a la pareja formada por Thomas y Daisy que me recibieron con un fuerte abrazo ante el estupor de mis dos acompañantes cuando fueron a presentármelos.
-Pero bueno... es que ésto es increíble, ¿Cómo es que conoces a nuestros amigos? -Me preguntaba Cristina algo desconcertada-, ¿Pero tú has visto? -le decía a José Luis entre las risas de todos.
El ambiente era muy similar al de las veladas de mis amigos en nuestra ciudad, aunque parecía que allí había algo más de glamour y también el grupo era casi del doble de parejas. Lo que más me impactó era que éste grupo tenía más diferencias en las edades de los miembros del club, pues había una pareja cercana a los 60 compartiendo con otra que no llegaría a los 30.
Si los hombres vestíamos casi todos igual, como si fuésemos de uniforme, las mujeres iban cada una a lo suyo o a lo poco suyo, porque casi todas iban mostrando sin ningún pudor por supuesto, la mayor parte de su anatomía, si no directamente, sí con muchas transparencias que en definitiva no dejaban nada oculto a todo aquel que las quisieran observar.
A mí me aceptaron con el aval de José Luis y Cristina que hasta tuvieron que firmar una especie de certificado, donde ellos afirmaban que disponían de mis pruebas de estar libre de enfermedades venéreas.
El sistema era parecido al que yo ya conocía, o sea, que unos camareros y camareras nos servían bebidas y diversas tapas o canapés, mientras todos conversaban normalmente en pequeños grupos de personas, abundando más los grupos de mujeres y hombres por separado, pero no necesariamente. El local sin embargo era público, de esos que se suelen usar para todo tipo de eventos. El salón era muy grande y en la pared del fondo se podían apreciar que habían preparado una serie de camas enormes, separadas por unas mamparas de poco más de un metro de altas, que daban como algo de intimidad a cada uno de los grupos que se podían formar en cada lecho. De momento todo estaba en penumbras, pues esa parte no estaba iluminada.
José Luis ya estaba enrollado charlando con unos amigos suyos, pero Cristina no se separaba de mí presentándome a unos y otras que enseguida me aceptaban de una forma muy cordial, deseándome todos que pasara una buena velada junto a ellos. Yo le había echado el ojo a más de una por lo bellas que eran y los cuerpazos que se gastaban.
Una media hora después se encendieron unas luces de distintas tonalidades muy atenuadas donde estaban las camas y comenzó a sonar una música acorde con el evento. A unos cinco metros de las camas se deslizaron unas nuevas mamparas de dos metros de altura, dejando dos puertas disponibles para entrar en el nuevo recinto donde se encontraban las camas. También había una barra de bar, unos aseos mixtos y un montón de taquillas enumeradas pero sin llaves donde cada uno dejaría su ropa cuando le viniera bien. En cada puerta uno de los miembros del club marcaba las personas que iban entrando y cuando entramos nosotros, anotaron nuestros nombres y apellidos y la procedencia, de esta manera pude observar que habían dos parejas de Estados Unidos en las lista del que estaba en la puerta por donde entramos Cristina y yo.
También dispusieron de una serie de sofás cercano a las camas para aquellos que quisieran descansar, o solo observar las actividades que se desarrollarían en las más cercanas. Enseguida salieron más ligeros de ropa por no decir casi desnudos, tanto los camareros como las camareras que ahora servían pelotazos en sus bandejas, aunque también refrescos y alguna que otra copa de vino. Los más sibaritas se acercaban a la barra del bar donde dos camareras espectaculares, servían unos cócteles ya convenidos en una lista cerrada que colgaba de la pared.
Un primer grupo de cuatro mujeres fueron las primeras en acercarse a las taquillas para dejar allí las prendas que agasajaban hasta ese momento sus hermosos cuerpos y enseguida casi todos las imitamos para volver a las inmediaciones de las camas y algunos hasta se sentaron en los sofás, ahora tan desnudos como nuestras madres nos trajeron a este mundo.