Vivo de las mujeres decentes-libro 2 (Capítulo 21)

Rigo acepta pensarse la enésima proposición de Darcy para casarse con él y a Pilar es la primera a la que se lo cuenta.

Vivo de las mujeres decentes - Libro 2

Capítulo 21

El último fin de semana me desplacé a Londres para ver como seguía Tony de su irritación de garganta, cosa leve pero que le habían causado unas fiebres un poco altas que el granujilla aprovechó para hacerme prometer que iría a verlo y por supuesto, yo encantado.

Darcy y yo preferimos quedarnos ese fin de semana en casa acompañando a nuestro hijo, que aunque se encontraba ya recuperado de su dolencia, se empeñaba en que no nos separásemos de su lado. También consiguió de la madre una ampliación del permiso para que me pudiera enseñar a jugar con Mario en su tablet, sí el del bigote, el mono y la gorra. Era increíble cómo con esos deditos sobre la pantalla hacía que el muñequito corriera, saltara y pasara al siguiente nivel de dificultad.

Más tarde después de la cena y con Tony ya durmiendo en su cama nos fuimos al salón a tomarnos una copa antes de irnos nosotros también a la cama. Ella me dio más detalles sobre cómo pasó nuestro hijo la dolencia de esa semana y yo le conté cómo me iban las cosas en mi negocio.

-Te estoy dando información privilegiada en relación con los demás inversores, cabrona, pero no te voy a permitir que aumentes tu inversión porque me vayan bien las cosas.

Ella se tronchaba de la risa. Bueno para que os hagáis una idea, su fortuna la administra ella misma con la ayuda de un gabinete económico y un despacho de abogados que trabajan juntos dedicados al cien por cien a sus empresas y sus diferentes inversiones, con presencia de representantes en los consejos de administración de algunas de las mejores empresas del país. Esa fortuna procede de su propia familia y de lo que le dejó en herencia su marido al fallecer, su hermano Marcus, sí, ese que no me traga mucho, es su persona de confianza en todo ese tinglado y el que se ve las caras en el día a día con sus asesores para cumplir las directrices que marcaba Darcy. La verdad es que lo tenía todo muy bien montado y atado, por supuesto, permitiéndole por otro lado disponer de todo el tiempo que quisiera para ella misma y para atender a su hijo.

Luego de dar un último sorbo a su copa, la depositó en la mesita y se sentó en mi regazo, donde comenzó a dispensarme las carantoñas que me dedicaba siempre en situaciones parecidas antes de irnos a la cama.

-¿Sabes? Te he echado mucho de menos esta semana, -me decía mientras me daba mordisquitos en mi oreja y parte del cuello, pues le estorbaba el de mi camisa-, y creo que la semana que viene te voy a extrañar más todavía, -ahora su objetivo era mi mejilla y la comisura de mis labios-, y la siguiente estoy segura que no la voy a poder resistir, -esta vez se permitió darme dos mordiscos brutotes en mi labio inferior-, tenemos que encontrar una solución para vernos durante los días de diario, ya no me conformo con los fines de semana.

Le tuve que pegar una nalgada porque al apretar en el último mordisco casi me hace una herida en el labio la muy puta.

-Pues vente allí conmigo, yo también os echo de menos a los dos, a Tony porque ya es mi hijo preferido, -le dije haciendo que ella me diera un pellizco más arriba de la rodilla, mientras yo soltaba una carcajada-, y a ti porque cada día necesito más que estés a mi lado.

-Por la noche, no ¿Verdad? Por la noche no te hago ninguna falta , solo de día.

-Serás cabrona, cuando digo cada día, me refiero a cada 24 horas del día, zorrita mía, -le dije ahora dándole un besaso de lo más ruidoso posible y un fuerte apretón en su nalga a la que ya había elevado la marea que subía desde mi entrepierna-, tienes que pasar más tiempo allí, que yo te pueda ver y que no sea por la vídeo conferencia esa con una pantalla llena de microbios pixelanos.

-Eso tiene fácil solución y no me vuelvas a decir que te estoy chantajeando. Si me voy allí con nuestro hijo para vivir contigo, ya sabes que primero me tienes que conceder tu mano.

Los dos soltamos unas risas y es que Darcy es una cachonda mental diciéndome esas cosas.

-Pero cielo, hoy día todo el mundo convive con su pareja y nadie hace ningún reproche sobre eso.

-Lo siento, a mí me educaron de otra manera y eso es lo que hay. Además que casi te tengo en el saco, ya me has dicho dos veces que lo vas a pensar.

Su pecho izquierdo con eso del achuchón que nos dábamos los dos sin tener el debido sujetador, me estaba provocando, porque ya me mostraba la areola y la base del pezón que se inclinaba llevado por el borde del escote.

-Me estás confundiendo con ese asomo del pezón putita mía y ya no sé ni donde me hallo ni de lo que dices que tengo que pensar.

-¿Sí? Se me habrá olvidado ponerme el sujetador, yo también tengo mis lapsus cuando pienso en ti y lo cabezota que eres.

Naturalmente cuando la llevé en brazos a la cama ya íbamos totalmente corrompidos por la adicción a nuestros cuerpos, ahítos de sexo y desnudos, yo totalmente empalmado al haberme reservado un último tirito para el dormitorio. En esos momentos nos adelantaba subiendo la escalera Felicity, su buenorra empleada del hogar con toda nuestra ropa doblada sobre su brazo izquierdo, consiguiendo llegar antes que nosotros a la puerta del dormitorio para facilitarnos el acceso al mismo. Luego arrancó de un tironazo la colcha y la sábana para que pudiera depositar a Darcy sobre la cama, yéndose enseguida al baño a prepararnos la bañera asesina. La llamo así porque la última vez que estábamos disfrutando los dos de unos placenteros chorros de agua del jacuzzi, ella me desplazó hacia el centro del arco para luego girar el regulador a la máxima potencia y casi me desgracia el testículo derecho. Había que verle la cara de preocupación y las risas que se le escapaban al mismo tiempo. Os juro que entre los alaridos de dolor iba soltando los peores tacos que he aprendido a lo largo de mi vida, pero como eran en español Darcy solo entendió unos pocos.

Cuando Felicity nos dio permiso para pasar al baño, me puse al lado del regulador para que ella no tuviera acceso al mismo. Durante ese último polvo tuvimos de espectadora a la chica que no dejaba de entrar y salir del aseo, cambiando las zapatillas, los albornoces y todo tipo de cosas que se le ocurrió. Pero nosotros estábamos a lo nuestro y nos importó un comino. El problema lo tenía ella por estar su marido desplazado en la marina inglesa.

El domingo ella se levantó primero y yo me quedé solo en la cama dándole vueltas a nuestra situación durante media hora al menos. ¿Era Darcy la mujer de mi vida, la que iba a ser la madre de mis hijos? Al menos de uno ya lo era y todos los días le estaría dando las gracias por haber tomado aquella decisión hace ya casi cinco años. Tony era lo que más quería en este mundo y cada vez que se abrazaba a mí o me pedía que lo tomara en brazos... joder, es que me emociono.

¿Y porqué no me pensaba al menos de verdad el ciento de propuestas que me había hecho Darcy? Al principio ni me lo planteaba. Ella tenía 33 años y yo acababa de cumplir los 21 cuando cometimos el milagro de engendrar a nuestro hijo. La primera vez que me propuso casarme con ella estaba terminando mi carrera, pero cuando estuve en su casa por lo del máster, ya me lo planteó más en serio, aunque entonces no me veía capaz de afrontar todavía esa responsabilidad, pero ahora sí que podría asumirla si al menos se cumplieran unas mínimas condiciones y la primera y más importante era que ella se tendría que venir a vivir conmigo, cosa que al parecer anoche casi me aceptó entre risas y morbo, pero lo hizo. No sé, lo iba a pensar y como dice Pilar en alguna ocasión, que no me tiren el guante porque soy de los que aceptan el duelo.

Durante el desayuno con ella, le prometí que lo pensaría, que me diera un par de semanas para que pudiera tomar una decisión y que en ese fin de semana le haría saber cual era la que había tomado y si no lo hacía ya era porque no me lo había planteado seriamente hasta esa misma mañana.

Cuando por la tarde me acompañaron al aeropuerto, Tony no se despegaba de mi abrazo y muy serio me decía que quería que siguiéramos juntos los tres, a él le daba igual que fuese en España o en el Reino Unido.

Tres días días más tarde le envié un mensaje a Pilar para invitarla a cenar, tal como hacemos otras veces cuando queremos comentarnos algo donde merezca la pena el parecer del otro. Cuando subí a su piso para recogerla, la tuve que esperar veinte minutos mientras terminaba de arreglarse, pero eso era lo habitual y a mí me servía para charlar con Marta que ahora ya no se cortaba por mi presencia. Cuando Pilar apareció en el salón venía con una gran sonrisa en la cara, sabedora de lo mucho que me iba a gustar lo bella que se  mostraba, pero también eso era lo habitual en cuanto se acicalaba lo más mínimo. En esas ocasiones me daban ganas de anular la salida, regresar con ella a su dormitorio y follarla hasta el amanecer. Pero ese día tenía que consultarle algo muy importante que no terminaba de cuadrarme.

Antes de irnos llegó Gonzalo que no sabía nada de que íbamos a cenar, pero como era su costumbre tampoco era que le importara mucho, así que le dio un pico a su esposa y un cachete a mí en la nalga y se fue a duchar. Me lo podía haber dado en el hombro, pero el culo iba más con su forma de ser.

En la sobremesa le solté la bomba.

-Me caso Pilar, -le dije muy serio-, en poco tiempo me caso.

Ella se quedó pasmada total, no reaccionaba a la noticia que le acababa de dar. En ese momento tenía una sonrisa en la cara que se le quedó congelada pero sin ese brillo en los ojos que siempre le acompañaba. Su reacción tampoco es que se hizo esperar mucho rato.

-¿Qué dices... que te casas? Dime que es una broma.

-Bueno, eso es lo que quiere mi futura esposa. -Le dije ahora con una pícara sonrisa.

-¡Darcy! Ha sido ella la que te lo ha pedido, ¿Verdad?

-Qué lista eres algunas veces, -volví a picarla-, ¿O es que te lo ha dicho ella misma?

-Tú no te casas con nadie mientras yo viva, tu único compromiso es conmigo y para siempre. -Me dijo muy enojada, perdiendo claramente los papeles.

-Relájate cariño, que te he traído aquí a cenar para hablarlo contigo y conocer tu parecer, pero razonado cielo. Necesito saber qué opinas sobre eso, así que primero te tranquilizas, -le dije mientras le rellenaba la copa de vino-, anda, tómate ésto preciosa.

-Pero es que tú me lo has dicho como si ya hubieses tomado la decisión.

-Solo le prometí que lo pensaría, aún no he decidido nada, esta noche quiero que seas tú la que me diga cuales son los pros y los contras... -pero no me dejó acabar.

-Pros, ninguno y contras, todos. -Me respondió todavía enojada.

-No respondas hasta que te bebas la copa y pasen cinco minutos.

-¿Es que necesitas que me emborrache para que te de mi opinión?

-Se comenta por ahí que los borrachos siempre dicen la verdad de lo que piensan, pero con esa copita no te vas a emborrachar y me puedes decir cualquier mentirijilla que se te esté pasando por esa cabezota testaruda que tienes.

Cuando le solté la parrafada le sonreí como disculpándome por eso último y le hice un gesto subiendo y bajando la palma de mi mano mientras aspiraba el aire por la nariz y lo soltaba por la boca. Entonces cogió la copa y mirando hacia la pared que estaba a su derecha se la bebió de un solo trago. Enseguida la volvió a soltar sobre la mesa y se dispuso a repetirme lo que me había dicho hacía un minuto.

-Espera, espera gatita, todavía no puedes abrir la boca, te quedan cinco minutos para poderlo hacer. -le dije intentando que se relajara un poco porque no había manera de que lo hiciera sola por su cuenta.

Por fin se quedó quieta en su silla muy seria pero al parecer dispuesta a mantenerse en silencio por unos minutos. No sabía qué era lo que estaría pasando por su cabeza, pero su cara fue cambiando de una expresión de enojo, a otra de desesperación y a una última de rendición al tiempo que sus ojos se tornaban brillantes por las lágrimas contenidas en esos últimos momentos. Luego se llevó un pañuelo de papel a los ojos como si quisiera eliminar una mota de cada uno de ellos, pero había muchas motas que quitar y ya sin disimulo extendió el pañuelo y se lo llevó a esos ojos lagrimosos soltando unos sollozos muy lastimeros.

Yo seguía observándola en silencio intentando respetar el tiempo que le había marcado a ella, menos mal que el resto de los comensales ya se habían marchado. Creo que le venía bien ese tiempo de relax y su reacción me estaba dando la razón. Cuando estimó que ese tiempo de silencio había terminado, se sonó la nariz y mirándome para ver si ya le daba permiso para hablar, se dispuso a hacerlo.

-Todos mis males proceden de dos malas personas, -me dijo ahora sí muy relajada-, mi ex-marido y mi ex-amante, sobre todo éste último  que fue el que provocó nuestra ruptura y que mi psicóloga llegó a la conclusión que aquello se debió a un proceso similar al síndrome de Estocolmo, pero yo no estaba fuera de culpa Rigo, yo sabía que te estaba siendo infiel y también temía que tú lo podrías averiguar porque aquello iba de mal en peor, pero yo no paraba cielo, era como esos fumadores que se quieren quitar de fumar y fuman el doble porque se estaban despidiendo del tabaco, pero no se fijan una fecha y yo tampoco la fijaba. Ese momento en el que salías de mi casa arrastrando tu maleta, fue el peor de mi vida, no habrá nada que pueda superar el dolor que sentí ante tu partida. Quería que me dieras otra oportunidad porque ya no iba a fumar más a partir de ese día cielo, pero la fecha estaba equivocada, lo tenía que haber dejado el día que te conocí.

Hizo una pausa, se sirvió ella misma media copa más de vino y se la bebió de otro trago, luego continuó hablando.

-Desde entonces no he parado de buscar excusas para seguir estando lo más cerca posible de ti, me hice novia de Gonzalo porque tú me lo pediste, me casé con él por el mismo motivo sabiendo que lo nuestro se había acabado para siempre, porque tú nunca me ibas a perdonar a pesar de que me seguías queriendo.

Seguro que puse alguna expresión en mi cara que no sabía cual sería, pero que ella lo había detectado al momento.

-Que sí cariño, que para eso las mujeres tenemos una especie de radar que detecta esos pensamientos en el hombre del que estás enamorada. A pesar de todo, he conseguido al menos tenerte durante todo este tiempo lo más cerca que te podía tener, cielo, pero ahora me pides que te aconseje sobre algo que llevo temiendo que ocurra desde que terminaste tus estudios, sabiendo que el día que te cases dejarás de estar a mi lado para siempre, salvo que la afortunada fuese yo misma.

-Pilar tú ya estás casada con Gonzalo y le debes fidelidad a él.

-Y se la estoy guardando Rigo, si me acuesto con alguien es con su beneplácito y tú lo tienes desde el primer día, pero solo me bastaría una palabra tuya para deshacer mi matrimonio y casarme contigo. Lo sabes tú y lo sabe Gonzalo y nunca os he mentido sobre eso a ninguno de los dos.

Hizo una pausa y volvió a tomar la palabra.

-Darcy es una buena mujer y mejor amiga, ya lo sabes y ella también conoce mi situación en este matrimonio que algunas veces ha sido casi de tres. Pero darte mi aprobación sería como dictar mi propia sentencia...

-No digas eso ni en broma Pilar, -la atajé de inmediato-, pero qué tonterías dices. Tu marido es Gonzalo y yo solo soy tu amigo con derecho a roce desde el día que rompimos nuestro compromiso y al menos hasta ahora ha sido así, pero sabes que tarde o temprano yo formaré mi propia familia con una mujer que me merezca, según mi parecer y el de ella, naturalmente. Debes meterte eso en tu cabeza y deja de creer que sigues enamorada de mí, tú estás enamorada de Gonzalo y lo necesitas a él más que a nadie.

Ella negaba con la cabeza con la cara algo achispada por el punto que había cogido al tomarse esa copa y media de vino.

-Que sí mujer, y ahora si quieres me dices qué piensas sobre la propuesta que me ha hecho Darcy.

Se volvió a hacer un tenso silencio entre nosotros dos y ya estaba dispuesto a marcharnos de allí sin volver a hablar más de ese asunto, cuando ella volvió a tomar la palabra.

-Es culta, es muy rica, está muy enamorada de ti, es hermosa e inteligente y lo principal, es la madre de tu único hijo. Esos son los pros.

Luego volvió a hacer una pausa antes de proseguir.

-Te lleva doce años, vive en Londres donde querrá que pases la mayor parte de tu tiempo, vuestro hijo tendrá que atenerse a un régimen escolar, seguro que en Londres, se acabará tu libertad para follarte todo lo que se menea como haces ahora, porque tendrás que serle fiel. Estos son parte de los contra, aunque seguro que habrá más y es que ahora estoy un poco achispada y no razono bien.

Me quedé pensando en todo lo que me había dicho, los pros ya los conocía y los contras aunque no exentos de veracidad, se podrían suavizar bastante, pero ella no había terminado de hablar.

-Y ya ni sin pros, ni sin contras, lo más importante de todo, ¿Es que tú la amas hasta el punto de desear casarte con ella?

Ahí sí que había dado en todo el meollo de la cuestión. Vayamos por parte, de su físico sí que estoy enamorado, porque es un monumento de mujer, de su forma de ser, también, pues los dos nos entendemos a la perfección, la hecho de menos cuando no la tengo cerca, eso ocurre e incluso nos llamamos a cada instante para solucionar ese distanciamiento físico. Y último punto, ¿Estoy tan enamorado de ella como cuando lo estuve de Pilar? Bueno, es que hay cosas que no son comparativas, creo, menuda pregunta, mejor me tomo yo también una copa. Tendré que hablar largo y tendido con Darcy sobre esos contras, a ver si podemos llegar a un acuerdo y si el roce hace el cariño, yo la iba a rozar hasta despellejarnos juntos.

-Creo que sí Pilar, la amo mucho, pero a mi manera de ahora. Anda vámonos que me parece que nos hemos dado la noche el uno al otro.

Al final, yo me quedé en el tercero y ella se fue a dormir con su marido. Hacía tiempo que no teníamos relaciones sexuales y parecía que iba a seguir así.

Cuatro días más tarde lo comenté con mis padres y mi hermana obteniendo división de opiniones. Mi padre se quedó muy preocupado por mi posible abandono de los negocios de la familia y del que había abierto en la capital con la financiación de él mismo y otros muchos amigos que también me ayudaron y a los que no les podía abandonar a las primeras de cambio. Si me habían ofrecido esas ayuda era porque confiaban en mí y no podía dejar el negocio en manos de otras personas. Mi madre por un lado rechazaba la diferencia de edad y la posibilidad de que terminara yéndome a vivir a Londres más definitivamente, pero por otra parte veía bien que arreglara ante Dios el desaguisado de tener un hijo sin estar casado con la madre. Mi hermana fue la que obviando esos razonamientos, me dio el suyo más determinante y era que yo con la que me tenía que casar de una vez era con Pilar, sin punto ni coma.

Con Pedro y su esposa tuve una charla a la tarde siguiente y también eran de la opinión de que no debía dejar a Pilar para siempre, que la iba a matar de un disgusto, que ya estaba bien que tuviese que casarse con el Gonzalo ese, pero que casarme con Darcy conllevaba el hecho de que me distanciara definitivamente de ella, que no se merecía eso de mí.

El lunes cené con José Luis y Cristina porque también necesitaba conocer la opinión interesada de ellos. Curiosamente no veían mal que me casara con Darcy, pero que tendría que ser ella la que se viniese a vivir a nuestra ciudad principalmente, porque si yo me iba a Londres, me convertiría en algo muy parecido a un parásito, me lo dijeron literalmente y lo acepté sin problemas, teníamos mucha confianza entre nosotros para esas cosas.

Por otra parte pensé qué mujeres de las que conocía iba a dejar de follar si me casaba con Darcy, pero tuve que contar al revés porque sería más fácil y conté con los dedos de mi mano derecha, una mi madre, dos mi hermana y tres Paula la compañera de estudios de Luisa, ah, sí y Dolores, la cuarta, aunque a ésta la tenía apuntada en mi agenda de posibles candidatas. No había más mujeres que yo conociera y que no me hubiera follado, me sobró un dedo de la mano.

Dios mío ¿Y qué pasaría con Carmen, con Lea, con Marta? Las tendría que olvidar a todas, no tenía más remedio, había que serle fiel a Darcy. A Pilar la podría volver a follar en las veladas swingers donde nosotros entraríamos a ser socios del club. También tendría que prescindir de los ligues que iba consiguiendo por ahí en bares de copas y discotecas sobre todo, algunas de esas chicas eran ya asiduas en mi cama y aunque no han salido en este relato, no dejan de ser unas chicas hermosas que me dan todo lo que les pido y mucho más. ¿Sería yo capaz de abstraerme de tanto gozo? Tenía que intentarlo, no podía seguir con esta vida de desenfreno.

Llamé a Darcy y quedamos en que ella se desplazaría el fin de semana para vernos y tratar del asunto este de casarnos.

La boda la fijamos para dentro de cuatro meses, al menos tendremos esos cuatro meses de novios antes del enlace matrimonial. Ella se ha venido a  vivir conmigo, donde en principio estamos compartiendo mi piso del tercero, mientras buscamos una casa en una de las urbanizaciones más conocidas y que es donde viven mayoritariamente nuestros amigos.

Marta me pidió cambiarse para servirnos a nosotros, pero ese era otro asunto que se tenía que terminar y ante mi negativa, terminó por recomendarme a una amiga de su pueblo que según nos dijo, era tan competente como ella. A los dos días ya la teníamos empleada en el piso y aunque estaba más buena que un pan, no quise seguir perdiéndome por esos derroteros y me limité a ser un buen patrón de Puri, que así se llama la chica.

Pilar estuvo muy seria conmigo e incluso con Darcy en un principio, pero conforme van pasando los días parece que se va calmando y poco a poco aceptando que lo mío con Darcy no tiene vuelta atrás. A mi prometida le he explicado todos los compromisos que llevaba adelante hasta ahora, le he sido sincero a requerimiento de ella y estamos todavía tratando de llegar a un acuerdo entre nosotros que no nos obligue a guardar una fidelidad eterna, porque seguramente ninguno de los dos lo deseamos, ni yo podría aceptarlo a estas alturas. Esas trabas nos llevarían a una separación a la que ya hasta se le podía poner fecha.

Ambos estuvimos de acuerdo en hacernos socios como pareja del club swinger de nuestra ciudad y el de Malory en Londres, también practicaríamos encuentros privados con aquellas parejas que nos lo solicitaran y con las que nosotros propiciáramos. Otro punto y aparte eran las veladas con Carmen y con Lea y sobre todo con Pilar. Pero por ahí no transigió, solo lo haríamos con ellas y sus parejas si coincidíamos en las veladas del club swinger.