Vivo de las mujeres decentes-libro 2 (Capítulo 2)

Rigo llega a Londres acompañado por las dos hermanas Adela y Julia

Vivo de las mujeres decentes - Libro 2

Capítulo 2

Con razón tantos ingleses abandonan su país para darse un chapuzón por todas las costas que pillan por ahí, incluido nuestro país por supuesto, porque cuando llegamos estaba lloviendo intensamente y la temperatura también bajaba bastante con respecto a la que dejamos en nuestra ciudad. Toñi nos estaba esperando súper contenta por tener tanta compañía de golpe, venía con Conrad el empleado de mantenimiento de la casa que se haría cargo de todas las maletas y de Tali que se iría con él en el furgón.

Empleado de mantenimiento quería decir que también se hacía cargo del jardín que rodeaba la casa, otro jardinero, es que me persiguen, pero tenía una cara afable, pelirrojo y poco hablador hasta que trató de dirigirse a mí en un español propio de los indios de las películas del oeste, al menos lo intentó, pero cuando le dije que prefería que me hablara en inglés, observé que sí que hablaba, más que una cotorra diría yo, pero parecía muy buena gente.

Tali era alta y delgada, de alrededor de 30 años, pocas tetas y poco culo, se podía decir que su cara enmendaba sus otras carencias, pues era muy guapa y muy risueña.

Toñi no llegaría a los 30 y ésta sí que tenía tetas y culo, pelo corto y muy moreno, de estatura media con un cuerpo muy bonito, que si se terciaba... Se ve que ya le habían hablado de mí, porque no me quitaba el ojo de encima como si estuviera evaluando si era verdad lo que le habían contado, al parecer no salí mal parado de ese escrutinio, por las sonrisas que me dedicaba a la menos de cambio, sin dejar de atusarse el pelo, estirarse la falda que la tenía demasiado corta o ponerse púdicamente una mano sobre el canalillo de sus pechos, aunque en ningún momento le dio por abrocharse ese botón díscolo de su camisa, ni su falda tardaba en subirse más de lo que estaba en cuanto terminaba de bajarla en cada tirón.

-Canalla, aquí no te vas a aburrir -me dijo Julia en un susurro a mi oído, mientras señalaba a Toñi con un leve gesto de cabeza y enarbolaba una leve sonrisa.

-Sabes que yo solo te soy fiel a ti, -le respondí provocando unas risas en ella, que hasta llamó la atención de las demás.

-¡Éste!, tan granuja como siempre -le indicó a su hermana, provocando una mirada de complacencia de Toñi que estimaba y acertaba que el comentario tenía que ver con ella.

Nosotros nos marchamos para la casa en un todo terreno pequeño de cuatro plazas, mientras Conrad y Tali lo hacían en un pequeño furgón cargado con las maletas.

Aunque ya había estado en Londres en varias ocasiones, la verdad es que no pude identificar nada que me fuera familiar durante el camino. La casa se encontraba en los alrededores de la gran ciudad, pero muy bien comunicada con la misma y con el aeropuerto. Disponía de un seto de medio metro de altura junto a la acera de la urbanización, mucho césped, un par de árboles bastante grandes y frondosos, sin piscina exterior, pero sí que tenía una no muy grande en el interior, climatizada por supuesto, con varias camas por hamacas por si el sol se dignaba salir y una mesa para albergar unos diez comensales, además de un bar totalmente equipado.

Tenía dos plantas y un sótano, con un estilo exterior claramente inglés, pero con un diseño interior que se asemejaba más a las casas que poseían en nuestra ciudad, solo que ésta tenía un salón algo más pequeño por el terreno que le quitaba la piscina, pero con seis habitaciones en la planta alta que superaba a las otras.

Abajo tenía la cocina, un par de habitaciones para el servicio, un aseo y las escaleras que comunicaban con el sótano tras una puerta que había en el hall de entrada. El salón presentaba un gran ventanal con cristales azulados que mostraban la zona de la piscina.

Toda la casa me la mostraron entre las dos hermanas que se veían contentas por estar allí conmigo hasta el jueves que se marcharían con sus maridos, después de que éstos llegaran al día siguiente Samuel y el miércoles Rafael.

Mi curso empezaba el mismo miércoles, por lo que no iba a estar mucho tiempo con Rafael, pero no me fiaba de las mañas de Julia para que volviera a repetir la mamada que le hice la semana anterior, eso si no me pedía que le hiciera lo propio a nuestro anfitrión Samuel, tampoco su hermana se quedaba corta en el arte de la seducción.

Toñi nos iba acompañando por si surgía alguna cuestión por parte de Adela, pero enseguida se marchó para ayudar a deshacer todas las maletas que subió Conrad. Mi habitación quedaba entre las de Adela que ocupaba el dormitorio principal y la de Julia, las otras tres eran más pequeñas por cuestiones de espacio. Las cinco camas eran exactamente iguales de 150 de ancho, en contra de los anfitriones que disfrutaban de una de 200 por 200, también su cuarto de baño era mucho más grande, pues albergaba un gran jacuzzi en la esquina que era una provocación para mí, solo de pensar lo que podría hacer allí con aquellas dos hermosas hermanas. Ahora que me lo pregunto, no sabía cual de las dos ejercía de hermana mayor, a ver si un día que estuviésemos achispados se lo preguntaba, porque en fresco me la liarían parda con sus puyas y sus cachondeos, quedándome al final sin saberlo.

Tali y Toñi ya nos estaban preparando de comer, por lo visto con el horario inglés, o sea, que a las 12:30 ya nos estábamos sentando a la mesa del salón. Eso sí, la comida que se disfrutaba en esa casa era la típica mediterránea, con algún retoque inglés de vez en cuando.

Era curioso el mal tiempo que hacía en la calle mientras nos tomábamos una copa en la piscina con el agua algo más arriba de la cintura, a una temperatura más que ideal y que nosotros estábamos haciéndola subir con la que emitían nuestros cuerpos con tantos roces y manoseos. Conrad no dudó en entrar unos minutos mientras hacía mediciones del PH del agua y controlaba la temperatura del calentador para que no se formaran escarchas en los cristales.

También entraba como por su casa Toñi, reponiendo la bebida, limpiando la mesita o trayendo cubitos de hielo junto a nuevos refrescos, que ninguno tomaba apenas. Luego nos sentamos en las camas con las toallas por los hombros, porque ahí se notaba algo más de fresco. Enseguida me di cuenta que el servicio sabía cual era el hobby de los dueños de la casa, porque sin preocuparse de Toñi que estaba casi a nuestro lado, Adela se acercó a mí para darme un beso en los labios, a mi otro costado se colocó Julia que repitió lo que hizo su hermana, mientras dos manos se afanaban por hacerles unas refriegas a mi verga que ya estaba pidiendo guerra.

En pocos momentos como decía mi amigo Pedro se folló el formón, o sea, que nuestros bañadores mojados estaban tirados por el suelo, las toallas echas un lío debajo de nuestros cuerpos desnudos, Adela dándome una buena mamada y Julia morreándose conmigo como si no hubiera un mañana. Menudo espectáculo para los tres sirvientes que no se cortaban mucho en mirar desde el salón, o entrar para seguir con sus quehaceres en ese lugar. Pues si a ellas les daba igual, a mí me daba lo mismo, así que estuvimos follando hasta la hora del té, que en nuestro caso fue la del café cortado y unas galletas para reponer fuerzas.

Como siempre procuraba con aquellas dos, las hice comerse el coño, besarse como dos descosidas y regarles de vez en cuando sus boquitas con mi leche pasteurizada. Era mucho el morbo que me daban cuando se desinhibían de esa manera.

Lógicamente cada vez que nuestros fluidos eran expuestos, Toñi se presentaba al momento con unas toallitas templadas húmedas y secas, para que nos pudiéramos acicalar, al tiempo que aprovechaba para dedicarle unas miraditas a mi erecto pene, extrañada quizás por su tamaño y porque nunca se rendía.

Luego nos fuimos al jacuzzi que ya nos tenía preparado también Toñi, que estuvo allí de pie recogiendo nuestras toallas de baño. Por supuesto que volvimos a caer en la tentación. Cuando estábamos más liados llegó Toñi para acercarle el teléfono a Adela porque la llamaba Samuel. Entre risas le explicó lo que habíamos hecho y lo que estábamos haciendo en esos momentos.

-No lo sé, -le decía a su marido-, pero creo que nos hará caso a nosotras si se lo pedimos, tranquilo que lo vas a disfrutar.

Más risas mientras me miraba con una cara de zorra que provocó unas embestidas más fuertes en el coño de Julia.

-Si te vas a correr hazlo en mi boca dice Samuel, -me dijo mientras con su mano izquierda nos azuzaba para que nos corriéramos más pronto los dos.

Haciéndole caso arreciamos aún más en nuestro ritmo de penetraciones, hasta que ella explotó en un sonoro orgasmo, seguro que para que Samuel la oyera mejor y yo me incorporé para sacar una pierna fuera del jacuzzi, mientras le daba unos últimos meneos a mi polla que ya en la boca de Adela comenzó a soltar unos fuertes trallazos de leche, haciendo que casi se ahogara con un fuerte ataque de tos provocando las carcajadas de Samuel al otro lado de la línea.

-Aggg... es que me ha pillado aspirando y casi me ahogo, -le decía a su marido con los ojos empañados en lágrimas-, joder lo que me ha soltado el canalla éste. A ti que te voy a contar que ya no sepas.

Ahora reíamos Julia y yo mientras ella se limpiaba la cara con el dorso de la mano, intentando ofrecernos una sonrisa.

-Mañana a las once, vale, sí te mando a Toñi... que sí plomazo, lo intentaremos por lo menos. Te quiero, Muaaa.

Luego le dio el móvil a Toñi, a la que previno que a las once del día siguiente tendría que recoger a Samuel en el aeropuerto.

-Me tenéis en ascuas, ¿Qué es lo que os está pidiendo Samuel?

-Tú sabes lo que nos pide, precioso, -me respondió Julia con el asentimiento de su hermana-, y nos lo tienes que dar, bueno a él. -Ahora reían las dos.

Yo me hice el loco, sabiendo que al día siguiente me esperaba una mamada al bueno de Samuel. ¿Y porqué se lo iba a negar, si ya estaba casi a la altura de los miembros del club? Pero les daría un poco de trabajo antes de verme obligado a hacerlo. Todo fuera por el morbo que les iba a provocar.

Después nos fuimos a descansar un poco a nuestras habitaciones, para irnos luego a cenar a un restaurante conocido por ellas donde ya habían reservado mesa.

Allí me esperaba una sorpresa pues también iba a comer con nosotros una chica muy mona, hija de unos amigos suyos, él inglés de pura cepa y ella de nuestra ciudad y amiga de las dos hermanas desde que se conocieron en el cole de pequeñas. Sus padres no podían acudir porque se encontraban de viaje de negocios en Nueva York.

-Rigo ésta es Angie, la hija de nuestros mejores amigos aquí en Londres. Angie, aquí tienes al famoso Rigo, -le decía a ella entre unas primeras risas que no cesaron en todo el tiempo que estuvo con nosotros.

Esta chica debería andar por los 18 o 19 años, muy alta, yo diría que sobre el metro setenta y cinco,  rubia y de ojos azules, apostaría que más propios de su padre inglés, cara preciosa, y como siempre yo a lo mío para terminar de describirla con unas largas piernas, buen culo y mejores tetas, una vez que se quitó el abrigo que traía algo mojado, porque la lluvia en la calle no cesaba.

¿Que le hubiera pedido matrimonio en aquel momento? Pues no lo descartaría, era un sueño de mujer para cualquier hombre que se precie. Hablaba un perfecto español y un mucho también de francés, ya que sus padres poseían una casa en el Valle del Loira, donde solían pasar muchos días a lo largo de cada año.

Enseguida congeniamos los dos, notaba que yo también le caía muy bien, pues nada nos casábamos en un mes y ya está. Pero bromas aparte, ella comenzaba sus estudios en la universidad el próximo curso y a mí me restaban varios años hasta estar preparado para ganarme la vida, al menos retomando los negocios empresariales de mi padre. Francamente era impensable mantener una relación en esas circunstancias. Tendríamos que hablarlo dentro de siete u ocho años, hasta llegué a reírme para mis adentros, en fin esa era mi vida y mis circunstancias.

La cena fue muy bien y ella se ofreció, más bien la obligaron a ofrecerse las dos arpías, a pasar conmigo el fin de semana, para distraerme un poco después de tanto curso. Antes de despedirnos intercambiamos los números de teléfono y quedamos en que ella me recogería el sábado por la mañana en la casa de Adela.

Esa noche la liamos parda en el dormitorio principal, porque si yo tenía un gran aguante, ellas no me iban a la zaga mostrándose insaciables hasta que el cansancio nos abatió.

Por la mañana entre risas comentábamos lo ocurrido esa noche.

-Vamos a tener que pedir refuerzos, porque vais a acabar conmigo, -les decía entre risas.

-Tenemos una pareja swinger de aquí que son amigos nuestros, si quieres les pido que se unan hoy a nosotros, -me respondió Adela-, ella te va a gustar porque es muy parecida a nosotras, bueno si es que al final te gustamos.

Ahora reíamos los tres. La verdad es que manteníamos un ambiente muy relajado.

-Si ella es la mitad de hermosa que una de vosotras, llamadla para que se venga ya esta tarde, -le respondí con otras risas.

-Desde luego que eres un zalamero redomado, por eso te queremos tanto mi hermana y yo -me dijo Adela-, espera que la llamo ahora mismo a ver qué posibilidades hay.

Posibilidades hubo muchas, llegando a comprometerse la pareja para esa tarde a la hora del té.

Más tarde nos fuimos a visitar los almacenes Harrods donde ellas solían ir de compras cada vez que visitaban Londres. Si en algún sitio se puede observar el glamour de cerca, éste era el sitio ideal para hacerlo, eso sí los precios eran prohibitivos, al menos para mí, no así para estas descerebradas que tiraban de la tarjeta sin darle la más mínima importancia. A las 12:30 como un reloj se nos unió Samuel en el restaurante donde ellos solían comer en esos almacenes.

Enseguida me dio un fuerte abrazo, al tiempo que se interesaba por como me encontraba después de mi separación con Pilar. Era otra buena persona del grupo swinger, más bien, es que no había ninguno que no lo fuera.

-Estoy bien Samuel, gracias a Dios os tengo a vosotros que no paráis de ayudarme.

-Claro hombre, faltaría más. ¿Te ha gustado mi casa de aquí?

-Muchísimo, aprovecho para darte las gracias a ti y a tu esposa por permitir que me  aloje en ella.

-Y anoche ¿Qué tal lo pasasteis? -Me preguntó con una sonrisa picarona.

-Imagínate con el morbo que me dan las dos hermanas, pues nos dieron las tantas, ya sabes, -le respondí con otras risas-, a ti que te voy a decir que no sepas.

-Esta noche me desquito con Julia, que mañana viene Rafael y éste no va a parar con Adela.

-¿Oye te han dicho que esta tarde viene una pareja amiga vuestra del mundillo swinger de aquí? -le pregunté.

-¡Ah!, no, pero sí sé quiénes son, ella es Daisy y él Thomas, casi siempre que venimos a Londres quedamos con ellos. Daisy te va a encantar porque es una preciosidad y disfruta el sexo como nadie, ya lo verás esta tarde.

Luego de comer ellas siguieron con las compras aunque en esta ocasión la ropa fue para Samuel y para mí, que me compraron tanta que no iba a poder llevármelas a mi regreso junto con la que ya traía.

Volvimos a casa con tiempo suficiente para darnos una ducha y recibir al matrimonio amigo de nuestros anfitriones, que fueron muy puntuales, haciendo gala de la fama de los ingleses.

Enseguida fui presentado a ellos que era el único al que no conocían, pues Julia también había participado en más de una fiesta con este matrimonio.

Tal como me había adelantado Samuel, Daisy era un espectáculo de mujer, muy alta, rubia, de unos 33 años y un cuerpo digno de las mejores modelos del momento. Las insinuantes líneas de sus caderas fue lo que más me impactó y preferí entretenerme más con su marido Thomas que era muy locuaz, para no pensar en lo que íbamos a hacer en un rato, porque seguro que mi entrepierna hubiera llamado mucho la atención.

Thomas andaría cerca de los 40, de mi estatura, con una barba mediana y un cuerpo bastante cuidado en el gimnasio, rubio también como su mujer.

Las bebidas las sirvió Tali en el salón, mientras Toñi estaba entretenida preparándonos toallas, lubricantes, preservativos y papeleras, tanto en la piscina como en la habitación principal, donde a la cama de dos metros le habían adosado otra de uno, con luces rojas y muy atenuadas, lo que generaba un ambiente propio para lo que allí se iba a desarrollar en un rato.

Cuando acabamos con las bebidas calientes, decidimos quedarnos todos en la piscina sentados tres en el borde de una cama y los otros tres en la de enfrente. Seguíamos charlando de las mismas cosas que ya traíamos desde dentro del salón, algunos se sirvieron una copa también.

A mi lado derecho se encontraba Daisy y a mi izquierdo Samuel. Ella tenía una falda negra y acampanada que mantenía muy subida al tener sus piernas cruzadas, pegadas a las mías. Encima con la punta de sus dedos jugaba con el borde de la tela, lo que añadía un plus de piel a nuestras vistas cada vez que se la enrollaba en sus primeras falanges, todos sabíamos a esas alturas que su tanga también era negro. Ella misma fue la que desató la tormenta sexual, al pasar su brazo por detrás de mi cintura, haciendo que su teta más próxima se aplastara en mi costado, mientras yo la rodeaba los hombros con el mío dejando que mi mano se posara encima de su otra teta.

A partir de ahí nos fuimos desnudando dejando nuestras ropas encima de cada colchoneta-cama, que enseguida Toñi no tardó en retirarla. Juntos de la mano me llevé a Daisy a la piscina con mi rabo tan duro como los pezones de ella, los dos nos teníamos ganas desde que nos presentaron y hasta tuvimos que aguantar unas bromas de los demás relacionadas con nuestras prisas, que todos reíamos, pero que no hicieron mella en nuestra resolución por comenzar la velada los dos juntos.

La iniciamos dándonos unos piquitos mientras nos colocábamos de frente para poder acariciar y apretar nuestros glúteos mutuamente. Los piquitos terminaron en un gran morreo, al tiempo que ella llevaba su mano derecha a mi rabo con objeto de hacerle una peritación. Al parecer resulté bien valorado porque la sonrisa de su cara no se borró en un buen rato. Ella tenía un chocho con unos labios mayores muy alargados y bien decorado con una tira de vello púbico de un centímetro de ancho y unos ocho de largo, tan rubia como su propio pelo. Tanto me gustó que la senté en el borde de la piscina para hacerle una buena comida de coño, acompañada por dos de mis dedos en su interior, con tal ímpetu que creo que batí mi propio récord en conseguirle su primer orgasmo. Sus gritos hicieron que los demás llegaran a prestarnos un poco de atención, pues no los esperaban tan pronto.

Daisy perdió el apoyo de sus manos y quedó tendida hacia atrás con las piernas aún en el agua, entonces me salí para arrodillarme a su lado acariciándole el pelo, esperando su recuperación que no tardó en producirse, quedándose mirando fijamente a mis ojos como si yo fuera un alienígena que había llegado de otro planeta, con intención de sacarle un orgasmo que nunca antes nadie lo había conseguido de esa manera. Pero al final su sonrisa hizo que mi ego siguiera ganando muchos enteros.

Después nos secamos y nos fuimos a una de las colchonetas donde ella me hizo una mamada espectacular, pero no quise que fuera completa, porque lo que yo más deseaba era seguir utilizando los otros agujeros que todavía no había visitado, así que a eso me dediqué en los siguientes minutos, hasta que conseguí correrme coincidiendo con su segundo orgasmo. Como los demás ya habían acabado también, nos pusimos nuestros respectivos albornoces para estar todos igualados en nuestras vestimentas.

A partir de ahí tuvimos otro rato de charlas hasta que nos pasamos a la mesa grande donde Tali y Toñi nos pusieron una serie de platos repletos de pinchos variados, siendo los de tortilla española los que más celebraron el matrimonio inglés. Cuando terminamos nos dirigimos al dormitorio principal de Samuel y Adela, para continuar con nuestros escarceos sexuales un par de horas más, hasta que dimos la sesión por finalizada, marchándonos luego cada uno a su habitación para poder asearnos antes de dormir.

Por supuesto que entre las tres chicas lograron convencerme con muchas aproximaciones y roces con la polla de Samuel, hasta que consiguieron su objetivo que no era otro, que el que yo le hiciera una fugaz mamada. Otro más que lo conseguía.

Julia no quiso dormir sola y lo hizo conmigo, llevándose su premio matinal poco antes de levantarnos.

El curso comenzaba a las diez de la mañana y era de jornada intensiva hasta las seis de la tarde. La comida la hacíamos en el mismo complejo donde se impartían los cursos. Toñi me llevaba y me traía de vuelta todos los días, en un trayecto de veinticinco minutos aproximadamente.

Rafael estuvo el miércoles con todos nosotros, aunque solo hubo una sesión después de la cena. Esa noche dormí con Daisy con el permiso de Thomas. De madrugada me despertó haciéndome una mamada que acabó en un buen polvo en sus dos agujeros.

El desayuno del jueves fue el de la despedida de todos que se marchaban prometiéndome que volverían más veces durante mis dos meses de estancia.

Antes de marcharme al curso, se me acercaron Samuel y Rafael para entregarme un sobre con tres mil libras, que me obligaron a aceptar para que pudiera salir con Angie y otros compromisos sin que tuviera que padecer problemas económicos. Al final, me los quedé con la condición de que al terminar el curso aceptaran que les devolviera lo que no hubiera gastado.

El sábado, tal como me prometió, se presentó en la casa Angie que me recogía para hacer una visita a la urbe, en teoría claro, porque en la práctica me llevó directamente a comer a una pizzería, eso sí en el mismo centro de Londres, donde me explicaba algo y con muchas dudas de los lugares por donde andábamos, incluyendo algunos datos erróneos.

Después de la pizzería me llevó a su propio apartamento muy cerca de allí, donde sacó una Nintendo con la que echar diversas partidas de varios juegos. En casi todos me ganaba, porque de vídeos-juegos estaba muy perdido. Entre risas jugamos una última partida donde el ganador tendría derecho a que el perdedor le cumpliera un deseo y como siempre, me volvió a ganar.

-Me vas a tener que cumplir el primer deseo, pero si te gusta te puedo seguir pidiendo otros más. -Me dijo.

Yo asentí, acojonado por lo que aquella cría de 18 años, dos menos que yo, me pudiera pedir, porque espabilada era un rato.

-Me tienes que preparar la bañera y encargarte de mi baño durante veinte minutos.

¿Quéeee...? ¿Pero de donde había salido esta chica? Si tenía una cara de inocente que no podía con ella. Y si me gustaba el primer deseo, ¿Cuáles eran los siguientes?

Estaba haciendo mis cábalas, cuando me dio como diez velas y un mechero para que me fuera al aseo a preparar su baño. Desconcertado me puse a la faena y en cinco minutos lo tenía más que preparado.

-Ya está, -le dije con un congojo sabiendo que se iba a desnudar en un periquete, lo que me pondría muy berraco, por muy angelical que me pareciera la chica, que por otra parte tenía un cuerpo ya para siempre, que pedía guerra sin cuartel.

Ella se levantó del lecho para acompañarme al aseo, quedándose allí de pie delante de la bañera y yo esperando que se desnudara, pero no lo hacía y pensaba que la chica no estaba muy cuerda.

-Te tienes que encargar de mí hasta que salga bañada del cuarto de baño, así que desnúdame y méteme en la bañera que se nos pasan los veinte minutos.

Me acerqué a Angie para quitarle la camiseta y el sujetador, quedándome anonadado al ver sus pezones atravesados por dos piercings y los pechos señalados por varios chupetones, al igual que su hombro derecho. Sin hacer ningún comentario, le quité los pantalones y el mini tanga, pudiendo observar que el daño en sus nalgas era de primer grado comparado con los anteriores, pues se veía que alguien la había azotado con alguna paleta, según mis primeros cálculos, sin descartar que hubiese sido con una chancla.

-Pero Angie, -comencé a decirle al no poder callarme en esta ocasión-, ¿Has visto como tienes las nalgas?

-¡Ah! Eso, los chicos de la pandilla que ayer se pasaron un poco.

-Deberías ponerte alguna crema sanadora, porque te lo han dejado fatal.

-No creas, porque algunas veces me lo dejan peor.

Yo negaba con la cabeza viendo que con esta chica no se podía razonar demasiado, así que la cogí del brazo para ayudarle a meterse en la bañera. Luego la enjaboné con mis propias manos ya que no disponía de ninguna otra cosa, la aclaré con una ducha y la sequé con mucho cuidado por no hacerle más daño en su piel. Después me di yo mismo otra ducha y nos fuimos desnudos los dos a la cama.

-Estás muy bien dotado, -me dijo-, bueno, la verdad es que nunca había visto una polla real de ese tamaño.

¿Pero cuántas pollas había visto ella? Por la forma de decirlo, parecía que unas diez mil por lo menos.

El resto de la tarde la pasamos revolcándonos y follando en todas las posturas conocidas por mí, hasta quedar rendidos los dos. Ninguna chica me había aguantado que la follara tanto y tan seguido, utilizando además todos sus agujeros. Estábamos los dos boca arriba mirándonos y riéndonos al hacerlo.

-¿De qué te ríes? -Me preguntó.

-De que viendo tu carita de niña buena, nunca habría supuesto la sensualidad que te gastas en la cama, -le mentí un poco, porque en realidad estaba pensando que al verla el día de la cena, se me vinieron algunas ideas sobre un matrimonio con ella.

-Cuando me llevó de regreso a la casa, me encontré conque José Luis y Cristina acababan de llegar para hablar conmigo.