Vivo de las mujeres decentes (Capítulo 9)
Rigo continua conociendo a Pilar
Capítulo 9
Retrocedí inmediatamente acercándome al coche de Pilar con una orden directa a mi cerebro para que dejara la mente en blanco, que solo eran unos segundos los que me separaban de conocer los motivos por los que me reclamaba de nuevo.
Cuando abrí la puerta ella miraba al frente sin fijar la vista en ningún punto determinado, ya no pude acallar por más tiempo mi cerebro que hizo un examen telepático del de Pilar, llegando a la conclusión que procedía pegar saltos eufóricos por lo que me iba a decir.
-¿Quieres venir a casa conmigo? -fue lo que me dijo para que yo sin dar ningún salto como exigía la voz de mi henchido ego, me sentara de nuevo en el lugar del acompañante y me pusiera el cinturón de seguridad.
-Por supuesto que sí, -le respondí asiendo su mano derecha para llevarla a mis labios y darle un beso en el dorso-, cuando quieras.
Enseguida nos pusimos en marcha hacia su casa adonde llegamos media hora más tarde, todo estaba en silencio cuando entramos, pero enseguida nos abordó María que salía de una de las puertas cercanas a la cocina.
-Buenas noches, -nos saludó-, ¿Necesitan que les prepare algo de cenar?
-Buenas noche María -la saludó Pilar-, ¿Quieres comer alguna cosa, un sanwich? -ahora me preguntaba a mí.
-Buena idea, -le respondí-, un sanwich mixto estaría bien con una cerveza.
-Prepáranos dos entonces -le pidió a su empleada-, nos lo tomaremos en la terraza de la habitación.
Luego me dio la mano para encaminarnos a la escalera de subida a las habitaciones, accediendo los dos al dormitorio principal y de motu propio dirigirnos ambos directamente al aseo. Ella soltó unas risas mientras se adelantaba para hacer un pis, sin pedirme que me saliera.
-Mira que eres guarrilla, orinar delante de mí, qué vergüenza... -me mondaba de risa mientras le decía estas cosas y ella me las acompañaba igualmente.
-Para que aprendas a no hacerlo tú, so marrano -seguíamos riendo, mientras se pasaba al bidé para lavarse.
Entonces me tocó a mí, que me puse de costado para que pudiera ver cómo salía mi orina del capullo, si ella era una guarrilla yo sería un guarro completo. Cuando terminé me lavé también en el bidé, pues no sabía hasta donde íbamos a llegar esa noche y era bueno hacer una limpieza de bajos. Ella abría un ropero para darme otra toallita limpia.
-Quítate el bóxer para que te lo lave María, si quieres te dejo unas bragas para esta noche.
-Pues mira, no estaría mal, nunca me he probado una, aunque no sé donde iba a meter ésto, -le dije señalando mi miembro que ya se estaba poniendo morcillón con tanta salida al aire-, pero si quieres me pongo las que llevas puesta.
-Serás marrano, éstas ya han sufrido más de un calentón y no creo que sea lo más prudente para ti, -cedía subiendo su falda para mostrármelas sin ninguna objeción por su parte.
Entonces me agaché delante de ella y le bajé las bragas muy decidido, con prisas incluso, deseando poner aquella tela que había estado en contacto con su coño casi todo el día, cubriendo mi polla. Ella se agarraba con una mano a mi hombro para sostenerse mientras levantaba uno y otro pie dejando que me la llevara en la mano. Eran unas bragas muy suaves al tacto, un poco clásicas porque tenían unas florecillas sobre la seda blanca con ribetes rosados. Ella seguía riendo viendo la imposibilidad de que aquella prenda pudiera tapar el pollón que se mostraba en mi entrepierna, aunque antes de ponérmelas me las llevé a la nariz para inspirar profundamente, mirándola a los ojos fijamente cortándole las risas de inmediato, mostrando una gran sorpresa en su rostro.
-Qué asco, por favor -me dijo poniendo cara de eso mismo-, te vas a intoxicar.
Lo que no se esperaba era que sacara mi lengua para darle un lametazo en el cubre chocho. Reaccionó llevándose su mano derecha a los ojos para cubrirlos, haciéndome ver que aquello era una indecencia, pero los dedos dejaban unas rendijas para no perderse nada. Luego me acerqué a ella para darle un beso en los labios, pero otra vez volvieron las risas mientras intentaba medio evitar lo inevitable.
-Aléjate de mí so guarro, -me decía oponiendo una mínima resistencia, no fuera yo a hacerle caso y la dejara sin ese beso guarrera que estaba deseando.
Enseguida se dejó atrapar por mi mano en su nuca, mientras ponía morritos en sus labios. Yo imité esos morritos juntando los míos a los suyos, aunque después de tres segundos la asedié con mi lengua contaminada, hasta que conseguí que se dejara de morritos y nos diésemos un morreo como Dios manda.
-Puaaafff... serás marrano, -me dijo cuando se quiso soltar sacando la lengua para restregarla en el dorso de su mano-, deberíamos ir a hacernos un análisis de toxicología en urgencias.
Ahora el que se reía era yo a carcajadas limpias haciendo que ella al final se contagiara de las mías.
-¿A que no eres capaz de hacer lo mismo con mis calzoncillos? -la reté siguiendo con las risas.
-Ni muerta, -me decía sin querer coger el bóxer que le tendía con mi mano derecha-, olerá a pipí.
-No, que va, si huele a algo será a líquido preseminal, por las veces que me has calentado, ya sabes, -le dije mientras le acercaba la prenda a su nariz que ya no reculaba, incluso elevó su mano para hacerse con ella y aplastarla contra su cara manteniéndola allí unos segundos sin dejar de mirarme con ojos lujuriosos. Las risas se habían acabado y nos volvimos a besar para reafirmarnos en que no nos importaba lo guarros que éramos los dos.
Luego yo me puse sus bragas y ella mis bóxer para dirigirnos a la terraza de la habitación, donde nos sentamos en un banco de dos plazas pegado a un lateral de la balaustrada.
-Nunca me he sentido tan atraído por mis bóxer como esta noche, -le dije mientras le subía la falda hasta la cintura-, que bien se ajusta a tu trasero, me vas a tener que dejar que me lo coma luego.
Ella hacía esfuerzos por aguantar las risas viendo cómo mi polla deformaba sus bragas, intentando salir de aquella prisión dejando eso sí, que mis testículos estuviesen al aire con la tela de por medio, que con tanta presión sabía que iba a tener dolor de huevos veinte horas seguidas.
En eso entraba María, que nunca pedía permiso para presentarse delante nuestra, con una bandeja donde llevaba nuestros bocadillos y las cervezas. A pesar de que nos veía de esas guisas, su cara no se inmutaba lo más mínimo, otra vez parecía que era lo que veía todos los días antes de irse a dormir. La puñetera era muy mona de cara y tenía lo que se suele decir un buen polvo, con aquella camisa blanca que mostraba unas buenas tetas y su falda negra que dejaba ver un culazo de infarto. Lo dicho, un polvazo.
-¿Necesita algo más señora Pilar? -le preguntó a ella sin dejar de observar lo que los dos no tapábamos.
-No, gracias María, mañana necesitará Rigo estos bóxer porque no se ha traído otra ropa.
-No se preocupe señor Rigo -ya se había aprendido mi nombre-, mañana lo tendrá listo para ponérselo. Buenas noches.
Luego se dio media vuelta y se marchó moviendo ese culazo que con sus balanceos me hacían ver chiribitas en los ojos.
-Esta mujer no se sorprende por nada de lo que vea -le dije a Pilar-, parece como si estuviera acostumbrada a encontrarse con escenas como ésta.
-Lleva conmigo desde que me fui a vivir con mi ex cuando éramos novios y nunca ha demostrado sorprenderse por nada que se haya encontrado. Como has podido ver, cuando se le pide algo, ella entiende que ya tiene todos los permisos para llevarlo a cabo, -me decía bajito, no fuera a que volviera para arrancarle los bóxer-, en varias ocasiones nos pilló follando en el dormitorio cuando entraba sin más avisos.
-¿A tu ex-marido no le importaba?
-¿A él?, nooo... para nada, yo creo que hasta se la follaba cuando yo no estaba en casa.
-Espera que me quite tus bragas -le decía al tiempo que elevando un poco el trasero, me bajaba aquellas bragas que ya me estaban haciendo un poco de daño-, me van a aplastar los testículos.
Fue ella la que se agachó para terminar de sacármela por los pies y dejarla en otra silla que teníamos a nuestro lado. Luego cogimos nuestras cervezas para hacerlas chocar en un efímero brindis, dando un trago cada uno a su botella desechando los vasos que nos había dejado María en la mesa. Los sanwiches estaban calientes y buenísimos, así que nos lo comimos con ganas, casi sin hablar. Luego nos retrepamos en el banco con las botellas en la mano para terminar de darle los últimos tragos.
-Eres preciosa -le dije mientras le pasaba el pulgar por sus labios sin dejar de mirarla a los ojos-, me tienes loco por besarte desde esta mañana.
Sus labios se tensaron en mi pulgar para adoptar una leve sonrisa.
-Pero si ya me has besado varias veces -me dijo.
-Sí, pero no lo suficiente para mí, -Ahora acercaba mis labios a los suyos para darle un primer pico-, querría estar besándote tres días seguidos.
-Por mí no te cortes, -me respondió con un nuevo pico dado por ella-, me puedes dar todos los que quieras y veinte más que te daría yo.
Sin poder detenernos por más tiempo, nos fuimos a su cama para terminar de desnudarnos y echar nuestro primer polvo, en misionero llegando los dos a un orgasmo muy rápido, seguro que por lo caliente que estábamos.
Luego me llegué al aseo para traerme un aceite corporal que ella tenía. A continuación la tendí boca abajo y le puse un cojín bajo su vientre, colocándome entre sus piernas mientras metía dos dedos en el interior de su vagina, acercando mis labios a su trasero para comenzar a besar y mordisquear sus hermosos glúteos, desplazándome poco a poco hacia mi objetivo que no era otro que su ano.
Ella hizo un primer intento de girarse, pero al ver mi decisión de continuar, me dejó hacer no molestándose más en abortar tan placenteros lametazos. Mi dedo pulgar obstaculizaba mis lamidas intentando introducirse en aquel agujero rosado, cosa que consiguió no sin que ella diera un pequeño respingo, luego apliqué un chorro del aceite en la raja del culo impregnando los dedos de mi otra mano, lo suficiente para introducir primero el dedo medio sin ninguna dificultad en su recto, al que luego acompañé del índice, lo que hizo que se quejara.
-Espera, más despacio...
Tenía que ayudarme del anular también, porque si no sería imposible meterle el rabo. Con mucha paciencia logré hacerlo sin que ella se volviera a quejar ni una sola vez. Luego me embadurné la polla con el aceite y le eché un buen chorreón en su esfínter, dando por terminada la tarea de preparación.
-Pilar ahora voy a entrar muy despacio. Si sientes el más mínimo dolor paramos, ¿De acuerdo?
Ella asintió con dos movimientos afirmativos de su cabeza dando su consentimiento. Entonces dirigí mi glande enfundado en el segundo condón de la noche a su ano dejándolo allí bien apoyado, luego con mis dos manos aparté sus glúteos para dejarlo lo más abierto posible, dando el primer empujón. El glande traspasó a la primera su esfínter pareciendo que se lo había tragado él solo.
-Espera un poco, deja que se acople... -me pidió quedándome parado al momento-, mete un poco más...
Antes de hacerlo volví a poner más aceite en toda la zona. En el segundo intento se tragó más de media polla, pero ahí me encontré una barrera que no me dejaba avanzar, era hasta donde habían llegado mis dedos.
-Espera otra vez, no metas más que me duele -se quejó.
-¿Quieres que la saque? Otro día llegaremos más adentro, por mí no te preocupes cariño, -joder ¿Le había dicho cariño ? Ni me había dado cuenta.
-No, no la saques si puedes terminar ahí sin meter más... aaahhh...
Era su primer gemido por penetración anal, no estaba mal la cosa, tampoco me iba a quejar por no poder meterla más a fondo, así que primero despacio y luego algo más rápido, comencé a penetrarle su hermoso culo, haciendo que sus gemidos se hicieran más elocuentes. Cada vez se colaba un poco más mi rabo en su interior sin que ella se quejara, todo lo contrario, parecía que pedía más y más, hasta que al final entró toda comenzando a oírse cómo mi pelvis chocaba contra su trasero, pero ella necesitaba algo más para volver a correrse, así que la puse nuevamente de costado para seguir metiéndosela en esa nueva posición, acercando mi mano derecha para frotar su clítoris a toda pastilla.
Ahora sí, su orgasmo se iba haciendo notar de inmediato junto con el mío al que ya no quería parar y en menos de un minuto nos corrimos los dos entre los gritos de ella y los roncos gemidos míos.
Después nos pusimos de frente los dos para volvernos a mirar a los ojos, interrogándonos por la experiencia que acabábamos de tener, primero algo serios, cambiando luego a una leve sonrisa, que terminó en unas risas. Luego nos dimos un pequeño morreo.
-¿Lo habías hecho antes? -le pregunté sin dejar de sonreír.
-No, mi ex-marido lo intentó más de una vez, pero no supo hacerlo y eso que su pene era más bien normalito, por no decir pequeño, -respondió a mi cuestión-, todavía no comprendo cómo me has metido todo esto. -Me lo dijo agarrándome la polla que seguía más tiesa que un poste de teléfonos.
Hasta que no terminé con mis cuatro corridas de turno, la estuve follando sin darle tregua provocándole innumerables orgasmos hasta altas horas de la madrugada.
Estaba amaneciendo cuando noté que una mano empujaba mi culo para que me voltease, pero no lo lograba, entonces entreabrí los ojos para ver quien coño me estaba despertando, pudiendo ver que se trataba de María que se quería llevar los bóxer que yo aprisionaba con mi pubis. Me giré hacia ella que tuvo que dar otro pequeño tirón para terminar de liberarlo aunque parecía que no con la suficiente fuerza, entonces volví a abrir los ojos para observar cómo no dejaba de mirar mi polla que tenía una erección matutina, hasta que le echó mano tirando de ella como si de una manguera se tratara, para hacerme girar un poco más y llevárselo por fin en la otra mano. Joder con la inexpresiva María de los cojones.
Cuando me desperté Pilar estaba todavía a mi lado profundamente dormida, corrí la sábana para deleitarme con su cuerpo desnudo, dándole un beso en la mejilla antes de levantarme e irme al aseo.
Cuando volví a la habitación, seguía en la misma postura, así que me senté contra el cabecero para seguir observándola, pero la que volvió a entrar fue María que traía una bandeja muy grande con nuestro desayuno. Ella siguió hasta abrir el ventanal de la terraza donde depositó la bandeja, volviendo a entrar para acercarse a Pilar a la que zarandeó con delicadeza, mientras se acercaba a su oído para pedirle que se despertara, que tenía el desayuno esperándola en la terraza.
Ella entreabrió los ojos levantando los brazos para darse un estirón antes de terminar de incorporarse sobre los codos. María se levantó y sin dejar de mirar mi polla, se marchó cerrando la puerta, la verdad, que no sé para qué.
Más tarde nos fuimos nuevamente a la piscina para seguir con nuestro descanso bien merecido. Por allí andaba el jardinero que también se ocupaba del cuidado de la piscina. Era un chaval joven de unos 22 años, casi 1,80 de estatura y buen cuerpo.
Pronto me di cuenta que no dejaba de mirar a Pilar diría que con bastante insistencia, lo que no era muy normal teniendo en cuenta que ella se encontraba acompañada por mí. Poco después se marchó de la casa y ella se quedó en topless de inmediato.
Ese día volvimos a comer en su casa, en esta ocasión una paella de mariscos que nos preparó María, de la que dimos buena cuenta en el cenador del jardín.
Más tarde dentro de la piscina echamos un primer polvo, después cuando subimos a cambiarnos volvimos a repetir. Cristina la había llamado para quedar en su casa esa misma tarde con nosotros dos y allí nos dirigimos.
Sole nos preparó una merienda para los cuatro, pues José Luis también se encontraba en la casa esa tarde. Ellos se interesaron enseguida por cómo nos iba desde que ella me dejó en su casa el día anterior, poniéndolos nosotros al día de nuestras andanzas.
-Ya te dije que Rigo era la solución a tu abstinencia de más de un año de sexo, -le dijo ella a Pilar dándole un apretón en la mano-. Parece mentira lo bien que te hace sentir en una cama éste tío, -le decía a ella pero cogiendo ahora mi mano para darme otro apretón, dedicándome una gran sonrisa-, que sepas que fue tu tío el que tuvo la feliz idea para que te pusieras en contacto con él.
-Hombre yo sé de lo que es capaz Rigo, no he conocido un tío que se desenvuelva mejor que él con una mujer. Espero que nos lo dejes de vez en cuando sobrina, -dijo José Luis muy serio-, sería una gran pérdida para nosotros que no lo hiciera aquí en casa o en el club.
Pilar miraba a su tío y a mí sin saber qué decir pues no habíamos hablado de ejercer ningún tipo de exclusividad, los dos seguíamos siendo libres como era lógico pues no habíamos tenido tiempo para más.
-No sé tío, deja que lo hablemos entre nosotros primero, luego ya os diremos. De entrada no tenemos ningún compromiso, sería Rigo el que debería tomar su propia decisión.
-Piénsate la propuesta que siempre te hemos hecho de hacerte socia del club con tu pareja, ahora podría ser Rigo tu acompañante, -le dijo su tía.
-Ya veremos, -le respondió-, porque sería otra cosa que tendríamos que discutir los dos.
-¿Vosotros compartiríais sexo con nosotros dos? -les interrogué porque no lo tenía nada claro.
-Rigo entre los socios tenemos dos hermanas a las que tú has compartido en más de una ocasión en la cama, por supuesto que también se intercambian los maridos, -me respondió Cristina-, nosotros tampoco tendríamos problemas con ese tema, sería el primer veto que se produciría en el club si José Luis no pudiera follar con Pilar.
Me quedé muy intrigado por saber quiénes eran las dos hermanas, aquello tenía verdadero morbo, ¡Joder con los swingers! La verdad es que yo no lo tenía nada claro, pero mi polla se había estirado en mi pantalón según pudieron comprobar todos.
Esa noche volví a quedarme en casa de Pilar. Ninguno de los dos quería sacar el tema sobre un compromiso entre nosotros.
-Tus tíos no se cortan ni un pelo con el tema del sexo, -me atreví a lanzar el primer dardo.
-No, ya te dije que ellos no sienten ningún apuro por hablar de estos temas con los amigos y la familia. Le puedes preguntar a cualquiera de mis tíos por todo tipo de detalles de lo que ocurre en ese club.
-Lo de las hermanas me ha dejado flipado perdido, -le comenté-, jamás me hubiera podido creer que me iba a follar a las dos en una cama.
-¿Piensas ir este sábado a la velada con ellos? -me preguntó.
-No sé Pilar, es que no sé qué es lo que tenemos entre nosotros en estos momentos.
-La verdad es que solo hemos pasado dos días juntos, pero yo me siento muy bien a tu lado. -Me respondió.
-¿Es cierto lo que dice tu tía que desde que te separaste no has tenido sexo con nadie? -Le pregunté porque no podía creerme tal afirmación a la primera, sobre todo porque se desenvolvió conmigo como una mujer más activa en el sexo.
-Bueno, es que a mi tía no le cuento nada sobre eso, porque tal como es ella al otro día lo sabría toda la familia, pero lo cierto es que sí tengo sexo con un chico de vez en cuando, -me respondió intentando ser franca conmigo-, pero vamos que no es una relación formal ni mucho menos.
-Parece que es algo que tienes fijo, ¿No?
-Sí, lo hacemos normalmente una vez a la semana.
-Es el chico que te cuida el jardín y la piscina, ¿Verdad?
-Sí, viene dos días en semana y de vez en cuando lo dejo subir a la habitación de invitados.
-¿Estás muy enganchada a él?
-Lo hace muy bien y me suele dejar bastante satisfecha, aunque nada que ver contigo. No sé si estoy enganchada como tú dices, pero si una semana no follo con él, lo hecho de menos. María se acuesta con él los días que no lo hace conmigo.
Joder con María, no desaprovecha una la cabrona.
-¿Tú quieres que sigamos juntos? -me preguntó.
Hombre, querer claro que quería seguir con ella, pero tendríamos que hablarlo y llegar a unos acuerdos mínimos de aquí en adelante.
-Lo hablamos -le respondí sin más.