Vivo de las mujeres decentes (Capítulo 8)
Rigo continua conociendo a Pilar
Capítulo 8
De momento sí que era el último apretón a mi desconcertado cipote, que estaba acostumbrado a despendolarse cuando alguna mano ajena a la mía lo mimaba, para ya no dar marcha atrás. Pero es que Pilar se había retirado abandonándolo como se abandonan los zapatos viejos, según Sabina. ¡Qué desastre!
La seguí con mi mirada en su camino de vuelta a la piscina con solo ese tanga como única ropa y estuve a punto de eyacular de placer. Qué figura más espléndida balanceaba esas nalguitas tan apetitosas. No me lo pensé dos veces para incorporarme y acompañarla en el baño que se iba a dar, cuando casi tropiezo con su empleada que nos reponía una cubitera de hielo, llevándose un susto de muerte al ver con lo que había tropezado. Le pedí disculpas y me lancé al agua sin esperar su aceptación, nada de escaleras de entrada prudente, no, a lo Tarzán en busca de su Jane.
Al momento estaba a su lado donde ella me estaba esperando aguantando unas risas, mientras veía como se alejaba la mujer con la otra cubitera muy enfadada.
-Qué rica estás puñetera, no voy a poder olvidar en la vida esos andares que tenías mientras te acercabas a la piscina, -le dije sin dejar de sonreír mientras me quitaba el agua de la cara-, luego te voy a grabar con tu propio móvil para que veas que es cierto lo que te digo.
-Tú no te cortas un pelo, -me dijo mientras con sus manos se tapaba disimuladamente sus tetas-, y procura que se te baje eso -ahora se dirigía a mi miembro sin dejar de sonreír.
Estábamos en la parte baja, con el agua por la cintura sin ponerle ninguna dificultad a que pudiera ver como mi pene seguía tan tieso, como cuando me lo tocó hacía unos minutos.
-¿Porqué no me ayudas a relajarlo? Te prometo que no te vas a arrepentir y los dos nos lo vamos a pasar de maravilla. ¿Me puedo quitar el bañador? Es que me molesta un poco.
-¿Pero tú te estás escuchando? -me dijo un poco más seria-, si me estás pidiendo que nos acostemos para que te puedas correr, lo llevas claro. Yo no me voy a acostar contigo así porque sí.
-Pero te caigo bien ¿Verdad? -le dije para que se relajara.
Ella soltó una pequeña risa junto con la mía.
-Anda enséñamelo, -me daba permiso para quitarme el bañador-, pero no me toques con eso.
La verdad es que era una incomodidad tener ese empalme en un bañador algo escueto para albergar tamaño rabo, así que me deshice de él en un santiamén dejando que el frescor del agua me lo rodeara directamente. Pilar me lo miraba sorprendida por el tamaño que le mostraba, sobresaliendo incluso media polla fuera del agua, pues se encontraba empinada en vertical. Luego se dio media vuelta para nadar a brazas hasta la parte más honda donde se sentó en los escalones niquelados de la otra escalera.
-Me encanta la sensación que me da al bañarme desnudo, es súper agradable. Inténtalo tú si te atreves y me darás la razón. -Le dije desde la parte opuesta adonde ella se encontraba.
-Me lo quito, pero no mires, -me respondió al tiempo que lo iba haciendo.
Desde luego que no aparté la vista de ella mientras se desprendía de aquel tanga, pudiendo apreciar un pubis totalmente depilado, porque el chocho era imposible distinguirlo bien. Luego se deslizó nuevamente al agua en dirección hacia mí.
-¿Qué tal la sensación? -le pregunté-, aunque supongo que lo harás asiduamente cuando estés sola.
-Lo hacía con mi marido, pero sí que me encanta esta sensación de libertad que te da el estar desnudo, ¿Verdad?
Qué morbo tener aquel bombón en pelotas justo a mi lado y no poder follármela allí mismo si más preámbulos. Pero no me quería comportar como un principiante desesperado por meterla en caliente. Si ella no quería sexo, pues qué le íbamos a hacer. Pasaríamos unos días juntos y después ya veríamos como se daba la cosa. En el fondo me sentía orgulloso que esta chica que me llevaba seis años por lo menos, se sintiera a gusto a mi lado.
Estuvimos un buen rato dentro del agua, luego fui el primero en salirme para acercarme a la hamaca y poder secarme con mi toalla. Ella no tardó en salir con una mano tapándose su intimidad hasta que pudo hacerse con su toalla. Yo tomaba de nuevo el sol tendido en mi hamaca, viendo todo lo que ella iba haciendo. Luego me mató porque se volvió de espaldas a mí para colocar su toalla en la colchoneta, mostrándome todas su desnudez desde atrás. Menudo culo tan perfecto tenía a un metro de mí. Después no tuvo ningún reparo en tenderse boca arriba, sabiendo que no le quitaba ojo, aunque esas miradas indagatorias eran recíprocas según podía ver y si mi polla seguía tiesa como un garrote, sus pezones también estabas duros como una roca. Una pena desperdiciar esa buena oportunidad para darnos una satisfacción, que seguro que ella también deseaba. Esta vez nos pusimos crema cada uno por delante.
Después nos relajamos conversando de mil y una cosas, porque ella desarrollaba una charla muy amena, luego fuimos entrando en temas más íntimos de cada uno, yo le conté la medio novia que tuve el último curso del instituto, mientras ella me contaba sus primeros amores de colegiala, más un novio con el que estuvo un año para después tener ya la relación corta de novia con su ex-marido, su boda y el consiguiente divorcio.
-¿Sabes que yo he tenido relaciones con un club de swingers? -le dije porque no sabía si sus tíos le habían hablado de sus actividades.
-Claro, lo sé por mi tía, también de tus hazañas en las sesiones con ellos, -eso me dio un poco de corte, pues parecía que me catalogaba como un profesional del sexo-, ¿Cómo es eso que puedes correrte cuatro veces cada noche?
Joder, pues estaba bien la cosa, solo faltaba que le hubiera enseñado un vídeo demostrativo.
-Es que normalmente no se me baja hasta que me corro por cuarta vez, siempre que tenga a una chica dispuesta, -le dije, pues si ya lo sabía casi todo, debería saber también que si me dejaba, la follaría hasta dejarla desmadejada.
En esos momentos precisamente y después de tanta charla mi polla descansaba morcillona sobre mi muslo izquierdo. Ya era media tarde y no sabía cuáles eran los propósitos de Pilar para lo que quedaba de esa tarde, e incluso si tenía pensado algo para los próximos días.
-¿Tienes algo que hacer hoy? -me preguntó como si me leyera mis pensamientos.
-No sé Pilar, cuando no quedo con nadie me suelo ir a la disco que está cerca de mi casa, -le contesté-, siempre encuentro algún amigo o amiga para echar el rato.
-¿Quieres que vayamos a cenar por ahí y luego nos acercamos a la disco? -me propuso.
-Tendríamos que pasar antes por mi casa porque aquí no tengo más ropa que la que traje puesta esta mañana.
-¿Por qué no vamos de compras? A mí me encanta, si quieres vamos de tiendas y te compro alguna ropa que es mi hobby favorito.
Pilar me adelantaba el regalo sin haberla hecho disfrutar todavía, eso era nuevo para mí.
-Venga, nos duchamos y nos vamos que no puedo seguir viéndote así desnuda, me estoy poniendo muy malito -le dije señalando mi cipote que otra vez se estaba despertando.
Ella soltó una carcajada al ver cómo evolucionaba mi polla de tierna a dura en unos segundos.
-Te vas a tener que hacer una paja, porque si no vas a estar toda la tarde muy incómodo.
-Creo que tú también vas a tener que tomar medidas, porque tus pezones también te delatan cada dos por tres, -le dije mirando aquellas tetas empitonadas.
Ahora seguía riendo, pero menos. Lo que sí hizo fue fijarse en la dureza de aquellos pezones no muy anchos, pero de más de un centímetro de largo, sacudiéndolos con el dorso de los dedos de sus dos manos, como si se quitara unas pelusas, consiguiendo que se endurecieran más todavía. Viendo que aquello no tenía remedio los dejó por imposible, incorporándose para acercarse al borde de la piscina de donde cogió su tanga y mi bañador.
-Vale, vamos a subir para arreglarnos y marcharnos, -me decía mientras por su espalda se volvía a acercar su empleada, que por cierto estaba de muy buen ver, con otra cubitera de hielo-, no, María, ya no vamos a tomar nada más.
La mujer se hizo cargo de los vasos que estaban encima de la mesa, sin dejar de echarnos unas miradas a nuestros cuerpos desnudos, sobre todo a mi polla que estaba ya totalmente despierta. Si su patrona llevaba un año sin desmadrarse con nadie, a ella no se le notaba nada, parecía como si estuviera acostumbrada a ver cuerpos desnudos en la piscina todos los días.
Nosotros nos fuimos caminando al interior de la casa, con María detrás nuestro disfrutando de unas buenas vistas, eso por supuesto. Subimos directamente a su dormitorio, donde entramos los dos al aseo para darnos una ducha juntos sin ningún reparo, siendo ella la primera en enjabonarme la espalda para hacerlo yo después, pero desde delante, como si la estuviera abrazando, refregando mi polla en el pubis y vientre de Pilar que no decía nada, pero que tampoco tomaba iniciativa alguna.
-Pilar, lo siento, pero necesito que me dejes solo unos minutos, no puedo seguir más tiempo así sin darme una refriega al menos. -Le dije ya desesperado porque tenía que calmar mis huevos por necesidad biológica.
-Hazlo delante mía, -me dijo, dejándome un poco loco.
-Si te quieres quedar, sería mejor que me ayudaras tú, por favor Pilar, no puedo más.
-Está bien, me pondré detrás tuyo, pero no mires mientras lo hago, ¿De acuerdo?
-Claro que sí preciosa, lo que tú digas. -Le dije mientras me volvía de espaldas a ella para mirar al ventanal que seguro que daría al jardín.
Enseguida se acercó poniendo una mano en mi hombro y la otra directamente en el pene que parecía que ya llevaba el movimiento adecuado antes de agarrarlo, luego lo incrementó a un buen ritmo y paró unos segundos para echarse algo de gel en la mano y seguir con la paja, ahora con mayor recorrido.
-Pégame las tetas a la espalda, -le pedí porque necesitaba ese aliciente.
Ella no solo las pegó, sino que se movía haciendo unos círculos en mi espalda con sus maravillosos pezones, a los que de vez en cuando espachurraba contra mis omóplatos. La puñetera sabía que así iba a durar menos, tampoco yo iba a poner pegas para correrme como si fuese un eyaculador precoz.
-Sigue así... uhmmm... jodeeerrr... uhmm...
No fui capaz mantener mi promesa y bajé la vista para ver cómo salía disparado el primer chorro de leche que pegó contra la mampara, dejando una línea de treinta centímetros de semen viscoso, inmediatamente salieron los demás, dejando la mampara echa un asco de chorreones de lefa. Ella sabía muy bien lo que estaba haciendo, porque acompasó sus movimientos a mi corrida de la forma más armoniosa posible.
Con mi mano izquierda me agarré al grifo para no perder el equilibrio, la otra se fue hacia atrás para agarrar el cuerpo, o más bien el culo de Pilar, logrando un mejor apoyo. Ella no dijo nada y me seguía agarrando el nabo a pesar de que la eyaculación había terminado, al mismo tiempo acercaba su boca a la espalda para festejarla entre chupetones, besos y bocados, todo mezclado y muy seguido. Poco a poco me volteé para quedar frente a ella, mirándola fijamente a sus ojos.
-Gírate tú ahora, -le dije mientras yo mismo la ayudaba a posicionarse en esa postura.
No dijo nada tampoco cuando le rodeé la cintura con mi brazo izquierdo, mientras con la mano derecha ya me estaba haciendo cargo de su coño, deslizando mis dedos a lo largo de su raja haciendo que mi dedo medio buscara la cavidad vaginal, introduciéndose hasta los nudillos, pronto le añadí el índice al mete y saca del primero, mientras me posicionaba mejor separando bastante más mis piernas con objeto de quedar algo más bajo, consiguiendo un mejor acceso a su vagina, así pude inclinarme más hasta poder formar un pequeño ángulo con mis dos primeras falanges que buscaban el punto G de Pilar. A todo esto mi mano izquierda abarcaba y amasaba su teta izquierda, mi rabo lo refregaba en su nalga derecha y mis besos en la comisura de sus labios, las chupaditas al lóbulo y los mordiscos al cuello y hombro, hacían que ella en su conjunto estuviera ya al borde de su orgasmo.
-Aaahhh... sigue por Dios, no te pareeees... mássss... dame mássss... ah... ah... me corroooo... aaaggg...
Una primera contracción hizo que me pegara un culazo al que reaccioné reculando yo también para que no me dejara un huevo inservible, luego le siguieron otros estertores muy continuados obligándome a sujetarla con más fuerza, pues temía que se resbalase y cayera sobre el plato de ducha que aunque era acrílico y antideslizante, no estaba hecho para ponerlos a prueba de los orgasmos de mi nueva amiga. En esos momentos dejé de tocarla y solo la sujetaba hasta que comenzó a reponerse y relajarse.
-Ha estado bien, todo está bien, cielo -le decía para terminar de calmarla-, solo ha sido una liberación que nos reclamaba nuestros jóvenes cuerpos.
Ella echó su mano a los grifos para regular nuevamente el agua, luego nos terminamos de duchar y treinta minutos después estábamos en su coche camino de la capital, los dos la mar de contentos.
Aparcamos en un centro comercial que no conocía y normal que no lo conociera, porque todas las tiendas eran de alto standing, con precios prohibitivos lógicamente para mí, pero no para Pilar, que no paraba de adosarme ropa de todo tipo, aparte de la que ella misma se compraba, desde luego, a la tarjeta de crédito la iba a achicharrar.
Allí mismo cenamos en un restaurante muy chip, pero algo incómodo por la poca privacidad que tenía, además de una reunión de diez personas que más que hablar gritaban como locos. Pronto nos fuimos de aquel inhóspito restaurante para sentarnos en una terraza también en el propio lugar, ahora sí mucho más apacible, lo que nos permitía seguir hablando de nuestras cosas sin interferencias molestas.
Me estuvo explicando que su tío José Luis era el hermano menor de su madre, que su tía Cristina era una mujer excelente y que los dos estaban muy enamorados. También me dijo que sabía que yo había pasado la noche con ella y que la tarde anterior me acosté también con Sole. El sexo no era ningún tabú en su familia, por supuesto que todos conocían las andanzas de sus tíos. Antes de conocerse los dos, su tío José Luis vivió tres años en pareja con un novio por su condición de bisexual declarado.
-¿Tú has tenido también relaciones con los maridos swingers del club? -me preguntó.
-No y sí, no a que yo no toco a ningún hombre deliberadamente y sí, a que solo lo hago cuando estoy con alguna de las mujeres y ellos se meten por medio, pero aunque son tocamientos accidentales, tampoco los rehuyo cuando se producen, -le aclaré cual era mi participación-, otra cosa es lo que ellos hacen, pues casi todos actúan como bisexuales, vamos que es raro que quede uno que no me haya hecho una mamada, o no se haya tragado mi esperma.
-Y si algún día te echas una novia, ¿La meterías en ese mundillo?
-No sé Pilar, pero creo que no podría resistir que otro disfrutara de ella, pienso que sería yo el que dejaría de participar, -le respondí con total sinceridad-, de hecho falto a muchas de las veladas porque hasta me aburren un poco.
-Y si no vas a las veladas, ¿Cómo te las apañas?
-No tengo ningún problema para estar con alguna amiga de la universidad e incluso de la propia discoteca donde ya voy conociendo a más de una.
-¿No eres novio entonces de la chica que te acompaña a las fiestas swingers?
-¿Paula? No, fuimos un rollete al principio de curso, pero lo dejamos enseguida porque ninguno lo tenía claro, además de que ella en su pueblo tenía novio casi formal. De todos modos seguíamos follando y también me acompañó a varias veladas como si fuera mi pareja.
Se quedó pensativa rumiando lo del novio formal y los cuernos que le ponía nada más se daba la vuelta. La verdad es que Paula junto con mi amiga Lili, no tenían ningún reparo en ponerle los cuernos a sus parejas. Los miembros del club swingers eran mucho más fieles, a pesar de que parecía lo contrario.
-¿Tú lo practicaste alguna vez con tu marido? -le pregunté, porque ahora quería saber cosas de ella.
-No, él quería que lo hiciéramos, pero me negué en redondo. Yo creo que en realidad nunca me quiso de verdad y si deseaba que participáramos en ese club sería para follarse a todas las mujeres de los demás, incluida mi propia tía Cristina.
-De todos modos, habrás hecho alguna travesura alguna vez, ¿No? -le dije.
-Que yo sepa, lo más fuerte para mí ha sido el día de hoy contigo.
-Pero si eso casi no cuenta, solo ha sido un pequeño desahogo ante tanta calentura por estar desnudos más de una hora juntos. -Le respondí.
Era ya un poco tarde para ir a la discoteca, además que nos tendríamos que pasar previamente por mi casa para cambiarme y arreglarme un poco, así que pagué la cuenta -lo único que pagué ese día-, luego fuimos a por el coche de Pilar para marcharnos al centro, a dejar el coche en el parking que había en la plaza al lado de mi calle. Después cogimos todas las bolsas de las compras para subir a mi humilde morada, esta vez sí, pero era lo que había.
Ella entró al aseo mientras yo colocaba toda la ropa que me había comprado en el ropero, a continuación entré a hacer un pis al mismo tiempo que ella se estaba dando unos retoques en la cara.
-Espera que salgo, -me dijo muy apurada al verme dispuesto a mear-, Rigo tú no te cortas, ¡Eh!
-No te vayas, si esto es lo más natural del mundo, además ya conoces mi verga, -le comenté para que se quedara allí conmigo mientras comenzaba a soltar el chorro de orina.
A pesar de su apuro se quedó allí terminando lo que estaba haciendo delante del espejo. Había superado otra barrera según creí apreciar. Poco después nos íbamos andando a la disco que estaba a menos de diez minutos.
El ambiente se encontraba muy tranquilo pues no era fin de semana que sí se ponía a tope, así que nos sentamos en un rincón cerca de la pista, pero donde podíamos conversar sin tener que elevar mucho la voz. Estábamos muy juntos en lo que parecía un sofá que pillaba toda la pared, aunque no hubiese motivo alguno para ello, pero así lo procuramos los dos, quedando ella con la espalda apoyada sobre mi pecho, al tiempo que le tenía echado el brazo por encima del hombro. Después le di varios besos cerca de la comisura de sus labios mientras la apretaba más contra mí, viendo como mi polla tropezaba con su codo al ponerse tiesa. Pilar volteó su cara provocando que nuestros labios se rozaran de forma casi accidental en un primer momento, para luego centrarnos en propiciar lo que sería nuestro primer beso, de forma muy suave, sin prisas pero sin pausa, fue un beso entrañable como lo haría una pareja de novios enamorada. El único que parecía tener prisa era mi rabo que no dejaba de incordiar el codo de Pilar, también mi mano derecha que molestaba el pecho izquierdo de ella con pequeñas presiones de las yemas de mis dedos en el durísimo pezón. Su codo cedió dando paso al antebrazo que era el que ahora presionaba toda la longitud de mi pene.
Otra vez nos estábamos calentando con nuestras caricias casi distraídas pero muy placenteras. Aquellos besos no se parecían a los que yo había dado a tantas y tantas chicas, no que va, eran besos de los que me gustaría estar disfrutando toda la noche, hasta parecía que me olvidaba del sexo, como si pasara a un segundo plano de menor importancia. Fue ella la que impuso un poco de cordura entre los dos.
-Rigo, eres un peligro público, -me culpó sin diligencias previas siquiera-, no sé qué es lo que tienes, que me haces perder el juicio.
-¿Sabes? -la interrogué con la mirada con una leve sonrisa en mis labios-, a mí me pasa lo mismo contigo. Nunca he deseado estar tan cerca de una mujer que no fuera para echar cuatro polvos, ya sabes, sin embargo a tu lado todo lo que necesito es que me abraces y me beses, no pienso en polvos lujuriosos, pasajeros, solo en hacerte el amor de una forma que perdure para siempre en nuestra memoria.
Guardamos los dos un silencio lleno de intentos de evadirlo, para continuar diciéndonos cosas que no nos atrevíamos a pronunciar. ¿Pero qué era lo que me estaba pasando? Yo solo quería acostarme y follarme a Pilar mis cuatro veces reglamentarias, pero eso era por la mañana, ahora, después de estar todo el día con ella mis ideas habían cambiado, ahora estaba pensando como si aquella chica me importara algo más, o mucho más. Tenía que salir huyendo de su presencia o sabía que me iba a meter en un lío del que difícilmente saldría ileso.
-Será mejor que despidamos ya ¿No te parece? -fue ella la que volvió a poner cordura ante aquella situación.
-Sí, creo que será lo mejor. Vamos, te acompaño al parking. -No quería que fuese sola a ese aparcamiento inhóspito por la hora que era y por ser un día entre semana.
Llegados a su coche, nos subimos los dos hasta que el vehículo tomó la salida a la plaza, luego ella lo arrimó a la acera para que yo me pudiera bajar.
-Buenas noches, cielo -me dijo acercando sus labios a los míos para darnos un pico de despedida.
-Buenas noche, princesa -le respondí-, llámame cuando llegues a casa ¿Vale?
Ella asentía cuando yo ya me bajaba para caminar por la acera en busca de mi casa. Antes de doblar la esquina, volví la cabeza para ver cómo se marchaba de allí, pero el vehículo seguía detenido con el warning haciendo que todas las luces intermitentes lanzaran sus más fulgurantes destellos.
Me estaba llamando a voces ¿Y qué iba a hacer yo?