Vivo de las mujeres decentes (Capítulo 5)
Rigo acude a su primera velada swinger
Capítulo 5
El día siguiente era sábado y estaba claro que si se habían reunido durante la semana improvisadamente, es que querían verme en ese próximo evento.
No sabía qué era lo que más me convenía, pero tenía que tomar una decisión pronto, además yo solo, sin la posible ayuda de Lili porque no la podía llamar hasta que su marido volviese a la mar. A mi amigo Pedro tampoco lo veía yo como para que me diera algunos consejos en estos temas, a él le sentaba mejor que le contara los hechos, no las dudas.
Entonces me tendría que buscar la vida por mi cuenta, ya era mayor de edad y si me equivocaba en la toma de decisiones, me serviría para acumular experiencias, que de eso tenía muy poca.
-Si voy no me comprometo a tener sexo solo con vosotros, seguiré haciéndolo con mis amigas también ¿De acuerdo? -de esta manera comencé a despejar mis dudas.
-No, no tienes esa obligación, aunque sí que te obligas a usar siempre preservativo al tener relaciones con nosotras, -me decía Julia-, todos los componentes del club nos hacemos unos test de confirmación de que estamos libres de cualquier enfermedad de transmisión venérea. Así lo podemos hacer sin condones de por medio.
-Otra cosa, yo no pienso tocar a ningún hombre con intención de hacer que se corra.
-Si lo haces, nadie te va a significar como bisexual ni nada por el estilo, -me respondía Rita-, en nuestro grupo todos sin excepción nos procuramos placer con la persona que tenemos más a mano, sea de nuestro sexo o del sexo contrario, pero si no lo quieres hacer, tampoco te lo van a recriminar ni mucho menos. Nuestros hombres se dan placer con las manos o con la boca, nunca tienen sexo anal entre ellos ni se besan en los labios, normalmente actúan ayudando a otra pareja, casi nunca solos entre ellos.
-¿Donde hacéis las reuniones privadas? -volví a seguir despejando dudas, si de eso se trataba.
-En la casa de cualquiera de nosotros, -me respondió Julia-, normalmente en los salones e incluso en las habitaciones. Pero en verano utilizamos también los jardines y las piscinas. Antes del evento nos suministran el catering y luego durante la fiesta nos sirven tres de nuestras sirvientas que son de más confianza. Lola es una de las fijas en servirnos y su marido Juan que además es el jardinero de mi casa, se encarga de prepararnos las bebidas toda la noche.
-Se ve que en esas veladas no os falta de nada -le respondí.
-Que va, -me contestó Rita-, a veces contratamos un equipo de animación sexual, o sea, de actores que se atreven a tener relaciones sexuales delante de nosotros, o incluso interactúan con algunos de los nuestros con las debidas protecciones si se llega a la penetración.
-Pero algunos tendréis hijos o algún otro familiar que viva en vuestras casas -suponía lógicamente que no todos vivirían solos.
-No puede haber nadie durante el tiempo que dura nuestra velada, si no puede ser, lo hacemos en otra casa y ya está, -me respondió Julia.
De momento todas mis dudas estaban aclaradas y la verdad es que tenía ganas de follarme a unas cuantas de esas mujeres y si era delante de sus maridos, más morbo me daban, así que no quise alargar más sus inquietudes por mi respuesta.
-Entonces si mañana vais a tener una de esas veladas, me gustaría asistir. ¿Qué tengo qué hacer?
Las dos se miraron con una gran satisfacción en sus rostros y yo de pensar que al día siguiente me las iba a follar otra vez, ya se me estaba poniendo durísima.
-Primero reservarte para mañana, procura no correrte hasta que empecemos todos, porque te va a hacer falta estar muy en forma. Nosotros no follamos nunca desde dos días antes y que sepamos, todos hacen lo mismo o se dan más días de abstinencia todavía.
-Bueno, pero es que yo tengo una cita esta noche con una amiga que ya no puedo cancelar, aunque no os preocupéis que mañana estaré en forma como siempre, -y como veía las caras de preocupación que pusieron, les tuve que convencer-, También antes de estar con vosotras y con José el otro día, tuve sexo con otra chica la noche anterior.
-No me lo puedo creer Rigo, -me dijo Rita-, si te corriste cuatro veces ese día.
-Como siempre Rita, yo siempre me corro cuatro veces, después ya se me baja la erección.
Ellas seguían mirándose como si yo estuviese fanfarroneando de alguna manera.
-Está bien, -me decía ahora Julia-, toma esta nota con la dirección de donde mañana tendremos la reunión, pide un taxi para que te lleve y puedas llegar sobre las 20:00 horas, la carrera tardará unos treinta minutos. A la puerta de la casa te estará esperando una persona que pagará al taxista y te llevará con nosotros. A la vuelta cualquiera de nosotros te dejará lo más cerca posible a tu calle.
-Mañana no sé con quien voy a estar, pero quiero repetir con vosotras dos, ¿Vale?
-Claro que sí campeón -me dijo Rita- y porque no tenemos permiso, que si no, nos íbamos ahora mismo a un hotel a pasar un rato contigo.
Con buen sentido del humor y unos besos en las mejillas, dimos por acabada nuestra charla hasta el día siguiente.
Más tarde llegó Mavi a mi casa que venía con un toque de maquillaje con el que se veía más guapa todavía, esa frescura natural a sus dieciocho años, sin otros arreglos adicionales me hacían dudar si no estaba cometiendo una tontería por eso de ir al día siguiente a la velada swinger. En fin, eran dos cosas distintas desde luego.
-¿Quieres que pidamos algo para tomar aquí o bajamos a cenar? -le pregunté porque en los alrededores de mi casa tenía todo tipo de restaurantes, incluidos pizzerías, chinos y hamburgueserías que eran donde más nos prodigábamos.
Al final nos decidimos a bajar al restaurante chino que tenía las mesas distribuidas en unas especies de habitáculos, que nos daban mucha intimidad, aparte de que esa noche estaba bastante tranquilo.
Una vez servidos nos dispusimos a cenar tan a gusto, con esa música de fondo suave que me imaginaba también sería china, con voces de geishas bellísimas.
-Mavi, me tienes que hacer un favor -le dije mostrándole una de mis mejores sonrisas logrando contagiar la suya.
-Tú me dirás. -Me dijo mirándome a los ojos esperando a ver qué le iba a pedir yo.
-Se trata de nuestro amigo Pedro, -Ahora su expresión quedó neutra-, resulta que el pobre todavía no se ha estrenado, vamos que es virgen de nacimiento.
-Para el carro Rigo, que te veo venir -me soltó la espabilada de Mavi con una mueca de disgusto-, tú lo que quieres es que se estrene conmigo.
-Es un favor que te pido yo Mavi, además los dos se lo debemos, yo por acostarme con su novia siendo mi mejor amigo y tú por aprovecharte de él para acercarte a mí, que esas fueron tus palabras cuando me explicaste tu noviazgo con él -le dije pero no la veía muy convencida.
-Rigo yo soy libre de acostarme contigo, siempre que tú quieras claro y no me mola nada eso de hacerlo con Pedro. Sabes que es un cerdo cebado y pedorro.
La definición de mi amigo Pedro no podía ser más acertada, pero si le daba la razón, no lograría mi objetivo.
-Que va, si lleva toda la semana apuntado a un gimnasio, además que ahora come más sano y ya no tiene gases -le dije acompañado de un gesto de estar muy convencido.
Ella soltó una carcajada como si le hubiese contado el mejor chiste del año.
-Pero tío, si solo ha ido una vez y lleva toda la semana renegando del monitor y ayer se comió dos platos de potaje de garbanzos delante nuestra, sabes que Pedro no tiene cura, -me respondió y llevaba razón porque además los acompañó con una barra entera de pan, eso sí, era integral porque según nos dijo, se estaba poniendo a dieta.
-Mavi a Pedro lo despachas tú en un periquete mujer, después le dices que ha estado fenomenal y a otra cosa mariposa.
-Rigo por venir de ti me lo pensaré, solo te concedo eso de momento -me dijo enfadada y dejando su plato por la mitad, porque se le habían quitado las ganas de comer.
Entonces alargué mi mano para acariciar su cara mientras le pedía perdón por haberle dado la cena.
Esa noche me esforcé sacando lo mejor de mí para darle los mayores placeres que habría disfrutado en su vida. Hasta me hizo el desayuno antes de marcharse de mi casa.
Ese día me tocaba gimnasio, aunque tuve que dejarlo para el lunes porque Mavi me había dejado para el arrastre y esa noche tenía que cumplir, así que me dediqué a no hacer nada durante el día. Para el almuerzo me pedí una pizza y de nuevo reposo hasta las cinco, que comencé a prepararme como si fuese un ritual, con objeto de llegar a la fiesta de esa noche con mi mejor aspecto posible.
A las 19:30 estaba dándole la dirección de destino al taxista que me iba a llevar a mi primera fiesta swinger de mi vida y quizás la última, tal era el pellizco que tenía en la boca del estómago. Hasta estuve tentado un par de veces de pedirle al conductor que se diera la vuelta.
Cinco minutos después de las ocho de la tarde el taxi se detenía ante una puerta con un letrero que rezaba “Villa Cristina” y el número de la calle. En ese mismo momento se acercó al taxi una joven que me saludó muy amablemente.
-Es usted el señor Rigo ¿Verdad? -Me preguntaba y yo asentía, volviéndose entonces hacia el taxista para entregarle un billete y decirle que se quedase con el cambio, mientras ya me abría la puerta donde yo me encontraba. En mi vida me habían llamado de usted y de señor, ¡Qué tenía dieciocho años joder! Y encima me habría la puerta como si yo fuera un ministro.
Salí del vehículo echándome mi parka por encima de los hombros, porque hacía un frío de cojones en aquella urbanización que estaba muy en alto y algo apartada de la ciudad.
-Yo soy Sole y trabajo en esta casa de don José Luis y su esposa doña Cristina, sígame por favor, le esperan todos en la casa, -me dijo manteniendo abierta la puerta anexa al portón de entrada de vehículos, para que yo pasara.
¿Cómo que me estaban esperando todos? Hasta las piernas me empezaron a flaquear.
Ya dentro de la finca, la seguí por la acera que se mantenía junto a la calzada que llevaba al parking de la casa, pero que al final se desviaba hacia una glorieta que había delante de la fachada principal, todo muy bien iluminado por unas farolas muy modernas. Al porche se accedía subiendo dos escalones, de inmediato la puerta principal se entreabrió apareciendo otra chica muy guapa, también muy joven que la sostenía para que entrásemos los dos. Sole se echó a un lado muy educadamente para dejar que pasara yo primero. Al entrar me encontré en un hall muy amplio donde me esperaban seis personas, Julia y Rita con sus maridos y otra pareja más que me analizaban disimuladamente sin apartar los ojos de mí.
Enseguida Julia y Rita me saludaron con besos en las mejillas, seguidas por José y Rafael que me estrecharon mi mano.
-Rigo ellos son nuestros anfitriones de esta noche, Cristina y José Luis, -ella sería de unos 35 años y él debería pasar de los 40 seguramente.
-Encantado de conoceros -les dije mientras les saludaba repitiendo los rituales de antes con los cuatro amigos.
-Qué ganas teníamos de conocerte -me dijo Cristina con una voz muy dulce, algo bajita, de tetas medianas y visibles en su totalidad por la transparencia de su camisa y la falta de sujetador, una falda negra acampanada y unas sandalias con unos tacones de aguja de más de diez centímetros. En conjunto tenía un cuerpo muy bonito, descarado quizás, pero acorde con el evento que íbamos a disfrutar esa noche.
José Luis, al igual que José y Rafael vestía de traje y corbata, era casi tan alto como yo, en contraste con lo pequeña que era su esposa. Era el único que tenía un poco de barriga y que además usara gafas.
Rita y Julia tampoco iban de monjas, más bien parecía que les faltaba muy poco para terminar de enseñas sus cuerpos a los demás. Julia con toda la espalda al aire y sus tetas asomando por los laterales del mini-vestido, muy corto, dejando ver una buena parte de sus muslos. Rita se vestía con una especie de mono con pantalones por abajo, pero mínimo por arriba, que con las tetazas que tenía, al menor movimiento enseñaría las areolas y casi los pezones, aunque éstos ya se adivinaban por los puntazos que se mostraban en el peto de ese mono.
Estaban las tres preciosas, dignas de una buena follada por mi parte, que ya tenía ganas de conocer a las demás, porque si se parecían a éstas, esa noche tendría que exigirle a mi nabo al menos una corrida más.
Después entramos al salón donde se encontraban el resto de las parejas que acudirían esa noche, es decir seis parejas más y una mujer a la que no pudo acompañar su marido por encontrarse de viaje. Todos me fueron presentados por Cristina, la anfitriona de esa noche. Entre ellas se encontraba la pareja más joven de todas que estarían sobre los treinta años y la más mayor que andarían por algo más de cuarenta ella y cerca de los cincuenta él.
Efectivamente todas las mujeres iban con mucha piel expuesta para el deleite de los varones que allí nos encontrábamos, una de ellas llevaba como un peto muy abierto bajo las axilas por donde mostraba prácticamente las tetas desde el lateral, hasta el punto que en ocasiones se las tenía que recolocar porque se le salían fuera del peto.
Enseguida fui rodeado por todos, tanto mujeres como hombres, Isabel que era la que venía sin pareja me tomó prácticamente como la suya, agarrándose a mi brazo continuamente para darme unos buenos refregones de tetas. A ella le calculaba unos 35 años de edad, morena de media melena, de labios para besarlos dos días seguidos, tetas duras, quizás demasiado para ser naturales, camiseta blanca con escote palabra de honor por los suelos, con una abertura en V por el centro que no dejaba casi nada a la imaginación. Breves caderas y un culito respingón tapado con una minifalda de cuero roja que dejaban ver unos muslos redondos como a mí me gustan, por supuesto calzaba unos taconazos en botas de media caña.
Las copas y viandas no paraban de repartirse por parte de las tres asistentas de esa noche, la chica que se llamaba Sole, la que me abrió la puerta y otra más, todas muy jóvenes y muy hermosas. Pasaba una hora desde el comienzo del evento cuando el ambiente cambió, las luces se atenuaron, comenzó a sonar una música suave y las ropas fueron desapareciendo con la ayuda de las asistentes y Juan el chaval que atendía el bar, que se encargaron de recogerlas y clasificarlas en un guardarropa anexo al salón. Luego las chicas se dejaron ver con unos simples tangas de cuero rojo de la mínima expresión, al igual que Juan que mostraba un taparrabos por toda vestimenta.
A partir de ahí, parecía que todo seguía igual cada uno con su copa, charlando con la gente que tenía más cerca, pero todos desnudos, incluido yo que hice lo mismo que los demás. El problema es que a mí se me notó muy pronto que el roce de tetas de Isabel, le estaba afectando directamente a mi cipote, que pasó de flácido a morcillón y por mucho que quería distraerme con la conversación que mantenía con Rafael y Julia, aquello no paraba de crecer. Entonces Isabel tiró de mí para llevarme a un sofá que estaba al fondo y que las chicas habían convertido en cama, como al resto de los sofás que por allí había.
En él nos recostamos los dos y ella me echó los brazos al cuello y una pierna por encima de mi cintura para darnos el primer beso de la noche, pero su obsesión era mi nabo y no tardó en hacerse con él para que nadie se le adelantase. Enseguida llegó otra pareja de las seis que me presentaron por un lado y Cristina con su marido por el otro, mientras José Luis ayudaba a Isabel en la mamada que me estaba haciendo, su mujer vino a besarme echada a mi lado, la otra pareja al ver lo ocupado que yo estaba, se dedicaron a comerle el coño a Isabel y Cristina respectivamente.
Nunca me habría imaginado formar parte activa en una bacanal como aquella. Estaba muy excitado y tuve que hacer grandes esfuerzos para evitar una eyaculación precoz. Una de las chicas vino enseguida con una pequeña mesita, dejando encima de ella varios condones de mi talla, junto a unas toallitas húmedas desechables. Debajo tenía un fondo para utilizarlo de papelera.
Yo quería comerle el coño a Isabel, pero de momento no había manera, así que alargué la mano para coger un preservativo que entregué a José Luis que fue el que estuvo atento a mi maniobra. Él mismo fue quien me lo puso y aprovechó el momento de confusión de Isabel para colocar a su mujer encima de mí, sin dejar de agarrar mi manubrio hasta que lo dejó ir en el interior de Cristina. Eran los anfitriones y parecía que los demás respetaban el derecho de pernada de ella, que ya me cabalgaba como una loca, mientras su marido no dejaba de sobarnos a los dos por todos lados. No tardó en correrse ni dos minutos con las ayudas que le prestaban los otros componentes de la cama.
Entonces me incorporé para darle a cuatro patas pero la que se colocó en esa posición fue la propia Isabel, así que el otro hombre me cambió el preservativo antes de penetrarla, estaba claro que todos querían ayudar y participar de alguna manera. Cuando me dispuse a clavarla desde atrás pude comprobar que teníamos varias personas alrededor del sofá cama, sin querer perderse mi siguiente follada. Pues por mi parte no habría ningún problema en darles esa satisfacción, así que comencé a penetrarla despacio pero sin paradas hasta que todo el rabo quedó enterrado en su vagina. Se oyó algún que otro comentario que no llegué a entender, pero que sonaban como de admiración.
Ajeno a todo lo que ocurría en mi entorno, comencé mi faena para darle todo el placer posible a aquella mujer, que tanto interés tomó por mí desde el principio de la velada. Cristina que ya se había recuperado de su orgasmo y que continuaba echada a nuestro lado, se fue remetiendo bajo el cuerpo de Isabel hasta que encajó su cabeza entre las piernas de su amiga. Allí inició una labor de chupeteo a todo lo que tenía por delante, léase clítoris, tallo y testículos, de forma que aquel plus de placer nos estaba llevando al borde de nuestros respectivos orgasmos. Isabel quería devolverle el favor a Cristina, pero no había manera por los empellones que yo le proporcionaba y los continuos gemidos que exhalaba que la mostraban fuera de sí.
De todos modos aguantó un par de minutos más que su amiga en correrse, a mí me faltaba medio minuto para hacerlo, mis cosquilleos eran ya imparables y fue la tercera mujer que nos acompañaba en la cama la que me pidió que me corriera en su boca. Tuve el tiempo justo de sacarla y quitarme el preservativo, para regar toda esa boca que me esperaba abierta de para en par con toda la lengua fuera. Lo que no esperaba es que mi primer disparo le cruzara toda la cara y el pelo, aparte de un veinte por ciento que le entró en la boca y que la hizo toser por atragantamiento. La verdad es que yo en esos momentos no controlaba mucho y fue ella la que terminó por agarrarme la polla para dirigir los siguientes chorros de leche directamente en su boca, aunque lo de su cara ya no tenía remedio. Luego me abandonó como una bellaca para ir a morrearse con su marido, que terminó dejándole la cara como una patena.
Los murmullos de admiración se hicieron más patentes haciendo que me recuperara enseguida de mi primera eyaculación, levantándome de aquella cama donde había terminado mi primera faena. Rafael y José me daban palmadas en la espalda, felicitándome por mi primera actuación, al tiempo que me sacaban de allí para llevarme a la zona de bar donde Juan se esmeraba con los cócteles que le iban pidiendo.
Por el camino eché un vistazo a lo que se desarrollaba en los otros sofá camas, pudiendo observar cómo le hacían una doble penetración a Rita y cómo Julia en otra cama se morreaba con una rubia de muy buen cuerpo y sobre todo piernas, mientras otro de los maridos se la follaba de costado.
Algunos penes, como el de Rafael eran de buen tamaño, otros eran normales y había otro de los maridos, Alberto, que la tenía realmente pequeña, tanto, que me fijé lo que iba haciendo durante toda la noche, dejándome sorprendido porque se folló a cuatro, al menos que yo supiera. Tampoco sé si se corría o no, naturalmente.
Mi charla con mis dos conocidos duró poco, porque descaradamente tres chicas me llevaron a otro de los sofá cama donde pasamos casi media hora follando, hasta que las hice correr a lar tres para luego regarlas con mi segunda lechada. En esta ocasión no intervinieron ninguno de los maridos.
Luego le cedieron el turno a dos parejas que ninguna eran matrimonio, con los que llegué a protagonizar dos penetraciones dobles, a una de ellas incluso fui yo el que le hizo el anal, por cierto el único de la noche, la leche se la repartieron entre las dos chicas y uno de los chicos. Nadie quería que desperdiciara una de mis corridas en un condón.
La última follada la hice con mis dos amigas Julia y Rita, Julia estaba en la barra detrás de Juan, su empleado, dándole unas buenas refriegas en su torso y por supuesto en el paquete que lo tenía muy duro, pero a una indicación mía se vino conmigo para recoger a Rita, que estaba charlando encamada con otra pareja, a la que tampoco dudó en abandonar para acompañarnos a los dos.
Éste para mí era un terreno conocido y de lo más morboso, sobre todo porque al momento teníamos a nuestro lado a Rafael y José que estuvieron muy participativos conmigo y con la mujer del otro. A ellas las dejamos para el arrastre por las veces que se corrieron, José fue el primero en correrse de los tres, abandonando la cama para irse al bar. Después le ocurrió lo mismo a Rafael, aunque éste se quedó presenciando como follábamos nosotros tres, hasta que al final ya no me pude retener más y les solté la última lechada en las cuatro tetas que dispusieron delante de mí. Otra vez estábamos rodeados de los amigos swingers de esa velada, que al final se pusieron a aplaudir como si de una representación teatral se tratara.
Julia, Rita y yo mismo, hacíamos inclinaciones entre risas agradeciendo esos aplausos.
La velada estaba terminando y ya nadie follaba, todo el mundo comentaba cómo le había ido la noche, mientras poco a poco nos íbamos duchando y vistiéndonos con las ropas que nos entregan las tres chicas y Juan, los cuatro ya más vestidos.
Poco después nos despedimos hasta el próximo evento y a mí me llevaron hasta las cercanías de mi calle uno de los matrimonios que conocí esa noche, por cierto que ella fue una de las que me follé en esa velada.
En el bolsillo de mi parka me habían dejado un sobre con el doble de cantidad de las veces anteriores.