Vivo de las mujeres decentes (Capítulo 4)

Rigo conoce también a Rita y su marido, miembros del club swinger

Capítulo 4

Era un poco tarde cuando entré en mi casa, así que me desnudé colgué la ropa en el ropero y me acosté, no quise ni tocar el puñetero sobre que me habían dado, me daba vergüenza hacerlo y mucho menos conocer su contenido.

Al día siguiente llamé a Lili, que me colgó diciéndome que me había equivocado de número al llamar. La muy granuja tendría al capitán a su lado, pero media hora después fue ella la que me contactó.

-Hola Lili, perdona la llamada de antes, -le dije-, supongo que estarías en compañía de tu marido.

-Sí, no te preocupes, pero procura no llamarme hasta que se vaya el doce de febrero, a no ser que sea algo urgente.

-Vale, no te llamaré hasta entonces. Es que quería decirte que ayer estuve con Julia y Rafael en la casa de ellos.

-Ah, me sorprende que haya sido tan pronto -me dijo mientras soltaba unas risas-, se ve que tenía muchas ganas de conocerte.

-Sí sobre todo por lo bien que la informaste pillina, pero bueno, todo bien, salvo que al final me hicieron un regalo y estoy preocupado con eso, -la informé-, la verdad es que no sé qué hacer con él.

-¿Pero qué te han regalado? -claro, era la pregunta del millón.

-No lo sé Lili, es un sobre que Julia me metió en el bolsillo de la cazadora y ni siquiera me he atrevido a conocer qué hay dentro.

-Pues si estás en tu casa mira a ver qué es y me lo cuentas.

-Espera que voy a por él -le dije mientras iba al armario a coger el sobre-, aquí lo tengo... pero es que me da mucha vergüenza abrirlo Lili. Ya les dije que si había estado con ellos era porque tú me lo habías pedido, no por el posible regalo.

-Bueno pero eso ya no tiene remedio, anda ábrelo a ver qué hay dentro.

La cabrona tenía más interés que yo en conocer su contenido, me sentía igual que una puta, pero en tío. Entonces apoyado en la complicidad de ella rasgué la solapa del sobre, Lili que lo escuchaba ya me lo estaba preguntando.

-Rigo ¿Qué es lo que hay? -volvió a insistir

-Hay dinero, espera... son quinientos euros.

-¡Ah!, entonces es lo correcto, -me soltó como si eso era lo que ella esperaba que habría-, se ve que quedaron muy contentos contigo.

-¿Pero Lili de qué estás hablando? -le tuve que preguntar porque no me aclaraba.

-Ya te lo dije, que solo por ir te haría un buen regalo, pero si encima los hacías disfrutar, el regalo sería mejor.

-¿Y tú conocías lo que me iban a dar? -le pregunté algo molesto por no habérmelo dicho antes.

-Sí Rigo, fui yo la que le dije lo que tú te merecías, pero vamos que se lo comenté como algo exagerado, no para que te diera esa cantidad de verdad. Pero tú no te vayas a sentir mal, ellos están forrados y eso se lo gasta Julia en un bolso de Gucci.

-No sé Lili, estoy muy preocupado y encima hemos quedado en que repetiremos la semana que viene. Joder qué mal rollo.

-Mira Rigo, si te lo pasas bien con ella y encima sacas algo para tus gastos, mejor para ti.

-¿Pero mujer, no sería mejor dejar de ir otra vez con ellos? -le pregunté porque era lo más razonable-, yo tengo aquí chicas muy guapas de mi edad con las que me lo paso fenomenal, tú lo sabes.

-En cuanto pueda llamaré a Julia y a ver si el lunes puedo hablar otra vez contigo.

-Está bien, perdona que te haya molestado sabiendo que tu marido está ahí, pero tú me puedes llamar todas las veces que quieras, sabes que me encanta hablar contigo.

-Vale, pues hasta el lunes cariño. Un beso.

-Otro para ti, preciosa.

Haría caso a Lili con lo que me dijera el lunes, que de esas cosas sabía más que yo.

Esa misma tarde quedé con Paula y le conté la verdad, que no podía seguir con ella porque no estaba enamorado, que me atraía mucho, pero que era muy joven para comprometerme en una relación formal. Ella tampoco se preocupó demasiado porque al parecer lo veía venir, luego me confesó que en su pueblo estaba casi comprometida desde ese último verano con un chico de veintidós años, pero que lo que disfrutaba en la cama conmigo no tenía comparación con lo que hacía con este noviete. Al final la invité a cenar en una pizzería cercana adonde yo vivía y de ahí nos fuimos a follar a mi casa toda la noche.

El fin de semana junto con Pedro regresé a nuestro municipio aprovechando para ponerlo al día de todo lo que había acontecido esa semana, menos lo de Mavi, no fuera a cabrearse conmigo por una tontería.

-Oye Rigo, porqué no me llevas a la casa de tus amigos, sabes que yo también tengo tirón con las chavalas, ahí tienes a Mavi, como muestra de lo que te digo.

-Pedro, el problema es que con la barriga te tapas el nabo, tienes que ir a un gimnasio y recuperar la forma, además de comer más sano y menos callos, que luego mira lo mal que te sientan.

-Menudo cabronazo estás hecho, tú follando más que un mono y yo sin mojar el churro todavía. Voy a tener que convencer a Mavi de que lo nuestro tiene futuro.

El sábado por la tarde me llevé una sorpresa al ver que llegaban a mi casa Lili y su esposo para visitar a mis padres, cosa muy habitual por otra parte dada la amistad que les unían. Yo me limité a saludarlos cómo siempre hacía de forma educada, quedándome unos momentos para responder a las preguntas que me hacía él interesándose por mis estudios y mi vida en la capital, pero el tiempo suficiente para enterarme que mi padre y el marido de Lili, quedaban a las ocho de la mañana del domingo, para irse de pesca como otras tantas veces cuando él regresaba al municipio, así que ya sabía donde iba a estar yo el domingo por la mañana.

Efectivamente a las 8:30 me llamaba Lili para decirme que me estaba esperando en su casa y media hora más tarde ya estaba entrando por la puerta que tenía por detrás junto al portón del parking. No entramos a la casa por si se presentaba el marido por sorpresa, así que nos quedamos en lo que llamaban el cuarto de herramientas, donde se guardaban las hamacas y las colchonetas de las mismas para la época estival, pero que a nosotros nos sirvieron para echar dos polvos seguidos. Ella no me dejó seguir porque habían quedado para comer con su familia y sabía que el capitán tendría que volver antes de lo previsto en otras ocasiones. Entonces recompusimos nuestra ropa para poder hablar sobre lo que me tenía que decir de su amiga.

-Ayer estuve hablando con Julia y no sabes lo contenta que está por la tarde que pasó contigo, bueno Rafael también quedó muy satisfecho.

-Sí muy satisfecho y muy tocón el cabronazo ése que no paraba de chuparme la polla cada vez que tenía un resquicio.

Ella soltó una risotada.

-No vayas a creer que es bisexual ni nada de eso, es que los hombres que pertenecen al club suelen ser todos así, digamos que muy desinhibidos y cariñosos con todos los demás, al igual que nosotras las mujeres, pero ya verás que a ninguno les gusta que le den por detrás. Rafael es de los que más disfrutan que otro se folle a su mujer y lo demuestra siendo muy agradecido con el que lo haga en cada momento.

-¿Cómo que ya veré? -le respondí con todas las alertas activadas-, ¿a qué te refieres con eso?

-No, no pasa nada, ya te lo contará Julia que es de ella de quien ha salido la propuesta. Verás, me ha dicho que el martes tiene un compromiso, así que te quiere ver el día siguiente, pero no estará Rafael, entonces ha quedado con Rita que con su marido José son también miembros del club. Ella está súper interesada en conocerte por lo bien que le ha hablado Julia de ti, así que seguramente esa tarde te la presentará.

-Pero Lili, es que yo no quiero conocer a nadie más de ese círculo, mujer, Julia está muy buena, pero a saber lo que habrá en ese club. Sabes que yo siempre tengo a Paula que, aunque no vamos a continuar de novios, sí que hemos quedado en seguir follando y con Mavi, que es otro bombonazo de mi misma edad, igual, ¿Para qué quiero yo estar con esa gente, casi todas con maridos tocones?

-Bueno, pero el miércoles solo la vas a conocer a ella y ya está, luego cuando se marche te quedarás a solas con Julia.

-Claro, y me querrá dar otro regalito como el del otro día. Lili es que eso me da mucha vergüenza, ya te lo dije el otro día.

-Sí y yo te respondí que ellos están forrados y que solo es una pequeña muestra de su gratitud, tú no les has pedido nada, si ellos te quieren hacer un regalo, lo coges y luego te lo gastas en lo que te dé la gana.

Era imposible convencer a Lili, porque la cabrona veía todo eso como lo más normal del mundo.

-Anda vete ahora, no vaya a ser que mi marido vuelva ya de la pesca -me dijo al tiempo que me daba el último morreo.

Iba por la avenida camino de mi casa cuando un vehículo me pitó. Era el marido de Lili que me saludaba cuando volvía a la suya, seguro que veinte centímetros más de cuernos es lo que pescó. Hasta se me agarrotó un nervio en el estómago, porque no me cogió saliendo de su calle de chiripa.

De vuelta a la capital, Pedro me decía que se había convencido para apuntarse a un gimnasio. Yo pensaba que igual ni lo admitían, porque menudo desprestigio para el mismo tener a semejante deportista en lista, así que me pasé todo el camino riendo, al menos los ratos en que no disfrutaba de los efluvios de una de sus pedorretas.

El lunes por la tarde me llamó Julia, cumpliéndose mis pronósticos después de la charla que tuve con Lili.

-Hola preciosa.

-Hola Rigo, ya sé que estuviste hablando ayer con mi amiga, bueno hablando y follando con ella, so canalla, -me dijo con una de sus risas muy controladas. Yo creo que en su vida habría soltado una carcajada como Dios manda-, entonces ya sabes que mañana no nos vamos a poder ver los tres y que el miércoles te voy a presentar a Rita ¿No?

-Sí Julia, eso me dijo Lili, que tenía muchas ganas de conocerme.

-Pues mira, si te parece mejor tomamos café con ella, te la presento y luego nos vamos a mi casa los dos.

Quedamos a las seis de la tarde en la cafetería del centro comercial que había cerca de mi casa.

Ya el domingo por la noche Paula se quedó otra vez a dormir conmigo, aunque lo de dormir es un eufemismo literario para no levantar am-pollas. Desde luego, al final iba a ser Mavi la más formal de todas las amigas a las que me follaba, porque los cuernos a mi amigo Pedro no se podían tener en cuenta y que yo supiera era la única que no tenía pareja. Tendría que pensar si no sería mejor echarme una novia de verdad como la del curso anterior, pero a la que tendría satisfecha para que no me dejara por otro más lanzado que yo. Ahora tenía una cierta experiencia en esos avatares.

Pero no tenía arreglo, al menos de momento, porque lo que tenía en mente era follarme un día a las dos a la vez, tal como hice un fin de semana con las chicas de la discoteca.

El miércoles me presenté a la cita con Julia y Rita a la hora prevista cinco minutos más tarde, con idea de que fuesen ellas las que escogieran la mesa que más se ajustara a sus intereses. Lo habían hecho en la más apartada de todas, una que estaba pegada a la pared del fondo, a cada lado tenía un pequeño sofá de cuero de doble asiento y cada una se sentaba frente a la otra en los asientos pegados a la pared.

-Hola Rigo, ¿Qué tal estás cielo? -me saludó Julia nada más verme, intentando, pero no pudiendo incorporarse, porque para hacerlo se tendría que salir fuera de aquel sofá, así que alargando el cuello pudo recibir los dos besos que le planté en las mejillas.

-Hola Julia, qué guapa se te ve hoy -le contesté al saludo, viendo el canalillo de tetas que me enseñaba con ese esfuerzo fallido por incorporarse y que tan buenos recuerdos me proporcionaban.

Rita que había tenido algo más de tiempo para salirse del incómodo asiento, sí que ya estaba fuera del mismo, de pie con la espalda recta y el culo muy salido, intentando impresionarme con su esbelto cuerpo, o sea, con una estrecha cintura y un buen par de tetas conforme iba subiendo mi mirada, luego alcancé su rostro que me sorprendió, porque donde yo esperaba una cuarentona, me encontré con una mujer diez años menor, con unos ojos que sonreían más que su boca que lo intentaba con una buena hilera de dientes blanquísimos, como parecía que era lo habitual en todas las mujeres que conocía, pero que de verdad solo conseguían acompañar a esos ojazos súper expresivos.

-Ella es Rita -me dijo Julia, algo que todos sabíamos que yo lo sabía, pero que me hizo levantar las cejas como sorprendiéndome por ser la primera vez que lo oía, seguro que me estaba convirtiendo en otro falso pijo de los cojones.

-Hola Rigo -me dijo sin darle descanso a esos ojos risueños que se acercaron a mi rostro obligados por los dos besos que sí tocaron mis mejillas, creo que en contra de todos los pronósticos, pero que no sé si fue una estrategia, porque enseguida llevó su mano derecha a mi cara para limpiarme la barba de siempre tres días con el pulgar, mientras las yemas del resto de sus dedos acariciaban mi lóbulo izquierdo y cercanías. Joder con Rita, seguro que era la más avezada del club de folladoras con maridos tocones.

-Hola Rita, tú también eres preciosa, no sé si por estar con vosotras dos voy a tener que pagar el impuesto de lujo -le dije tal como me salió del alma, de empresariales, pero del alma.

Ella sí que me rió la gracia con una carcajada controlada, aunque estridente si la comparaba con las de Julia. También su voz era un poco más aguda que la de su amiga, pero no todo iba a ser perfecto.

Luego me senté al lado de mi anfitriona que le daba palmaditas al asiento contiguo al suyo, para que no equivocara el destino de mi trasero. Enseguida hizo acto de presencia el camarero que nos tomó nota, dándonos un margen de tiempo hasta que sirvió un café y dos infusiones, para poder hablar de mi situación universitaria y de lo cara que estaba la vida, sobre todo para ellas. Bueno de eso último me descojoné interiormente.

-Le he estado hablando a Rita de ti cariño, -me decía Julia colocando la palma de su mano izquierda en el interior de mis muslos, cosa que la amiga tuvo que apreciar aunque sin verlo-, al parecer te he puesto bastante bien, porque no ha dejado de insistir en conocerte.

Entonces la miré a fondo para ver de qué color eran aquellos ojos oscuros, pero me fue imposible determinarlo, solo sabía que me llamaban muchísimo la atención y que la podría estar mirando sin parar, al menos cuatro veces al día.

-Pues ha sido un placer para mí -le dije muy educado-, me has causado una gran impresión.

-Tú a mí también, cielo, Julia se ha quedado corta describiéndote, me gustaría conocerte más a fondo, -me respondió sin dejarme ninguna duda de lo que significaba eso de “más a fondo”, mientras una de sus manos apretaba otra de las mías suavemente. Luego se deslizó hacia mi muñeca siguiendo algo más arriba, casi hasta el codo, no sé en qué estaría pensando ella pero tampoco la tenía tan grande.

-Rigo nosotras hemos estado de compras desde el mediodía, -terció Julia mientras me seguía sobando el interior de mis muslos de forma más osada-, ¿Te importaría que nos la probemos delante tuya para que nos des tu parecer? Es toda de lencería.

Me estaba proponiendo un trío, eso era seguro. Ambas esperaban mi respuesta mirándome de forma interrogadora con una amplia sonrisa en sus caras y en los ojos de Rita. ¿Y me dejaban decidir a mí que ya la tenía más dura que el mármol de Macael?

-De acuerdo, pero que sepáis que soy muy crítico y si algo no me gusta puede que tenga que intervenir.

Ahora los ojos de Rita adquirieron la iluminación propia de la Navidad de Vigo, hay que ver lo contenta que se puso pensando en la tarde que íbamos a pasar los tres.

-Pues venga nos tomamos esto y nos vamos que el tiempo se nos echa encima -me decía Julia despidiéndose de mi muslo con un apretón en mi paquete.

Poco después partíamos en otro pedazo de coche conducido por Rita. Entonces me asaltó una duda.

-¿Vamos a tu casa verdad? -me dirigí a Rita desde los asientos traseros, pues ellas dos iban delante.

-Sí, es que quiero que de camino conozcas a José mi marido, verás lo bien que te cae.

Otro tío que seguro le gustará probar la calidad de mi leche, bueno mientras no sea un obstáculo para follarme a su mujer, por mí sin problemas.

Tardamos más o menos lo mismo que a casa de Julia. Rita también tenía un gran chalet en otra urbanización, ésta sin barrera de paso. Lógicamente también rodeado de jardín y con una bonita piscina.

José nos estaba esperando “casualmente” en el salón de su casa viendo un partido de la NBA en un televisor de mil pulgadas por lo menos. Al oírnos llegar se levantó del sofá para saludarnos. Debería ser un par de años mayor que su mujer, al menos más de 35 no le echaba. Mediría 1,72 de estatura y también conservaba una buena figura. Vestía muy informal con una camiseta y unas bermudas que junto con unas zapatillas de andar por casa era toda su vestimenta. La temperatura estaba regulada por la calefacción por lo que se podía permitir vestir de esa manera sin problemas. Su pelo estaba muy recortado por los costados y falto en el centro. Se podría decir que tenía una calvicie incipiente, con una barba media que le sentaba muy bien.

-Hola cariño, -le saludo su esposa-, mira éste es nuestro nuevo amigo Rigo -le dijo a su marido señalándome a mí-, y él es mi esposo José.

Los dos nos estrechamos la mano con una gran sonrisa por parte de cada uno.

-Encantado Rigo, ya tenía ganas de conocerte porque en el club casi no se habla de otra cosa que no sea de ti. -Qué bien, ahora me había hecho famoso en un club de parejas cariñosas.

-Encantado yo también José, es un alago ese interés por mí, -no le iba a decir que yo no tenía más interés por ellos que no fuera a follarme a Julia y a su mujer que estaban muy buenas.

Luego nos sirvió unas copas, aunque yo solo tomé un refresco y estuvimos un rato conociéndonos un poco más. Él tenía su propia empresa con más de doscientos trabajadores, dedicándose a la elaboración de productos que luego exportaba por todo el mundo.

Después las chicas se llevaron todas las bolsas con las compras que habían realizado a una habitación anexa al salón.

-Os vamos a mostrar todo lo que nos hemos comprado, a ver si os gustan -nos decía Rita desapareciendo detrás de la puerta que cerraron tras ellas.

El primer pase lo hicieron las dos a la vez cogidas de la mano muy sonrientes. Rita con un camisón de seda plateada con unas bragas negras de tamaño mínimo que no era un tanga pero que se le parecía. Su pubis quedaba resaltado por delante y por detrás su culo mostraba más de la mitad de sus nalgas al aire. No llevaba sujetador quedando sus pezones como dos pitones intentando atravesar el camisón de forma exagerada.

Julia venía en sujetador y tanga directamente, ambos negros haciendo juego en los encajes. El sujetador no podía ser más breve ya que mostraban parte de sus areolas y el tanga era parecido al que me mostró en su casa, o sea, un pequeñísimo triángulo que no terminaba de abarcar su coño y otra vez su línea de pelos mostrados en el pubis. Ambas calzaban unos taconazos de aguja altísimos.

Rita terminó arrimada a mí y Julia a José. No me pude resistir y con una mano le sobaba el culo y con la otra las tetas a través de esa seda lujuriosa. Ella por su parte no tuvo ningún problema en comprobar los estragos que estaba produciendo en mi entrepierna, con ese rabo a tope era imposible escaquearse.

José se había sentado en el sofá llevándose consigo a Julia para cobijarla en su regazo, sus manos se desplazaban por toda la anatomía de ella, acariciándole, amasándole y cacheándole el culazo sin parar.

Pero ellas querían seguir mostrándonos todo lo que habían comprado, aunque solo lograron a salir una vez más porque ni José ni yo queríamos seguir esperando los diez minutos que tardaban en cambiarse.

-Pues sí que estáis calientes los dos -decía Julia con su sonrisa reducida por control interno-, mientras dejaba que José le quitara el segundo sujetador que nos había modelado.

Rita no dijo nada, pero ya me estaba descalzando para quitarme los pantalones, cosa que hizo en un santiamén llevándose consigo los bóxers tan chulos que me había comprado para la ocasión y que no pudieron disfrutar ninguna de ellas. Cuando mi pollón salió a pasear, tropezó de forma violenta contra la cara de Rita a la que no dejé ciega de milagro.

-Wuauuu... -soltó Rita al ver mi pene enhiesto pidiendo guerra-, menuda polla tienes, -me decía a mí pero hablándole a ella.

Los otros dos pararon con lo que estaban haciendo para volverse hacia nosotros, más bien, hacia Rita y a mi miembro al que ella exhibía en su mano derecha como si de un trofeo de caza mayor se tratase.

-Pues verás cuando te lo metas, -le dijo Julia-, vas a alucinar en colores.

-Ven -me dijo tirando de mí para que me sentara en el sofá junto a los otros-, luego se sentó también en mi regazo de espaldas a mí, pero casi encima de mi estómago de modo que mi polla aparecía bastante completa por su entrepierna-, mira el pollón que tengo -le decía ahora a su marido mostrándosela como si verdaderamente fuese parte de su anatomía.

Ahora eran los tres los que jugaban con mi instrumento, pues Julia se había sentado a mi izquierda, abandonando momentáneamente a José, que se quedó solo a mi otro lado. Éste acariciando los muslos de su mujer, no dejaba de sobarme la polla hasta casi acapararla para él solo. Si eso era lo que les pasaba a todos los hombres casados, yo me quedaría soltero para siempre. Desde atrás aprovechaba para agarrar las tetas de Rita, que en esta ocasión llevaba un sujetador ancho por abajo y una pequeña cinta por encima de los pezones, quedando estos al aire, a pesar de las facilidades le abrí el cierre y se lo quité. Lo único que quería era follarla de una puñetera vez, pero no veía cómo hacerlo porque José me estaba dando unos buenos chupetones y ya me estaban entrando los cosquilleos. Menuda escena tenía delante mía, con Julia y Rita morreándose como dos fieras.

Pues si el cornudo quería leche lo iba a empachar porque ya no aguantaba más. El primer disparo lo sorprendió más por la abundancia del chorro que por el hecho de correrme, porque yo ya daba muestras con mis quejidos y los movimientos de pelvis, que aquello se iba a producir, pero el tío no se apartaba, más bien, todo lo contrario, hasta consentir incluso en atragantarse antes de retirar su boca de mi cañón que disparó seis o siete lechazos más, pero él como un jabato se lo tragaba todo.

Rita se levantó para dejarme respirar después de haberme corrido, luego me miró algo extrañada porque no llegó a ver una gota de semen y además mi rabo seguía tieso como un palo. Parecía que dudaba y no hizo otra cosa que besar a su marido para explorarle la boca, convenciéndose que sí lo había hecho.

-¿Cómo es que sigues empalmado? Nadie del club aguanta un empalme después de correrse.

-Pues aprovecha y saca un preservativo del bolsillo de mi pantalón que te quiero follar antes de que se me baje por falta de actividad -le repliqué y al segundo ya estaba en pelotas colocándome el condón.

Luego se posicionó a horcajadas sobre mí que seguía sentado en el sofá con la intención  ensartarse el pollón hasta los testículos, pero le faltaba un buen tramo cuando se dio cuenta de que aquello no iba así. La pobre tuvo que parar para ir aclimatándose poco a poco a tan largo nabo, consiguiéndolo después de unos cuantos intentos.

Julia estaba cabalgando de la misma manera sobre José, pero éste estaba más pendiente de lo que se metía su mujer que de disfrutar su follada con su pareja de turno. Una cosa que me llamó la atención fue que estaban follando a pelo, hombre, que ella se protegía de un embarazo no deseado estaba clarísimo, pero que se enfrentaban a otros riesgos de contagios, también era posible.

Al final conseguí correrme un par de veces con Rita y luego con Julia que no se quería quedar sin su parte del pastel como ella mismo me llegó a decir. Las dos quedaron encantadas con mis habilidades pues gracias a ellas se corrieron en un gran número de ocasiones. José se quedó alucinado a pesar que ya le habían contado de mi aguante, pero como él decía, una cosa es que te lo cuenten y otra poderlo presenciar. El hombre llegó a correrse dos veces, aunque con algunas dificultades.

Cuando dimos por finalizada la velada y terminábamos de vestirnos para marcharnos, nuevamente me hicieron admitir un regalo, que me hizo ponerme más rojo que un tomate. Fue otro mal trago para mí, pero tampoco dije nada en contra. Lili llevaba parte de razón porque yo no pedía ningún precio por mis servicios, que en mi caso ni siquiera los ofrecía, no obedecía órdenes de un cliente, todo lo contrario, se podía decir que interactuábamos recíprocamente, de otra manera no volvería a quedar ni una tarde más. Ya en casa no tuve ningún problema en averiguar que me hicieron el mismo regalo de la vez anterior.

Dos días después me volvieron a citar en la misma cafetería Julia y Rita. Esa tarde solo querían hablar conmigo y tendría que ser así porque había quedado con Mavi para esa noche. Cuando llegué me esperaban sentadas en la misma mesa que la vez anterior. Nos saludamos con los consabidos besos en las mejillas, como si un acuerdo intrínseco nos hiciera comportarnos como unos simples conocidos, que se saludan educadamente en un lugar público como ese.

-Rigo tú sabes que nosotros pertenecemos a un club swinger ¿Verdad? -me decía Julia con su voz tan especial, mientras yo asentía-, somos un club de solo diez parejas, todas casadas, dentro de un margen de diez años de edad aproximadamente, con la única excepción de Lili a la que permitimos que se nos una en nuestras reuniones sin la compañía de su marido, dada la amistad que mantiene con todos nosotros.

Yo volví a asentir esperando que esa voz me siguiera regalando los oídos, sabiendo que hasta ahora solo me había hecho un preámbulo de lo más importante que vendría a continuación. Pero la que siguió con el relato fue Rita.

-Nosotros no tenemos relaciones con nadie fuera del grupo de los que integramos el club, ni tampoco lo hacemos solas o solos sin el permiso por adelantado de la pareja, siempre tienen que intervenir más de dos personas, por ejemplo, yo no puedo quedar con Julia o con su marido a solas, aunque tenga el permiso de José, pero sí puedo pasar un buen rato con los dos si mi marido me da permiso, ¿Comprendes? -otra vez asentí a aquellos preámbulos que me contaban entre las dos.

-Pero desde el verano pasado nuestra amiga Lili no paraba de contarnos todas las excelencias que había encontrado en ti, que eras el mejor amante para gente que gustaba del sexo como nosotros, que además ibas a cursar tus estudios en nuestra universidad y que deberíamos conocerte íntimamente para que comprobásemos que lo que decía era cierto. -Me decía Julia en su turno de palabra, siguiendo con los prolegómenos, haciendo que me impacientara por conocer el contenido de algo que seguramente me iban a proponer esa tarde.

Ahora le tocaba hablar a Rita y así lo hizo.

-Entonces el grupo le dio permiso a Julia y Rafael para que te conocieran, de forma que se pudiera cotejar todas esas virtudes que tienes. Luego hicieron lo mismo con nosotros y con Julia que era la que nos allanaría el encuentro contigo.

Yo seguía asintiendo a todo lo que me contaban y como esperaba, continuó Julia.

-El caso es que nos hemos reunido ayer con la mayor parte posible de los miembros del club, con el objetivo de darles nuestra opinión sobre ti, que como te podrás imaginar ha sido totalmente favorable a que de verdad eres el mejor amante que hayamos conocido tanto Rita como yo desde nuestro punto de vista de la mujer. José y Rafael han ratificado lo dicho por nosotras. -Pues al parecer se acercaban al final de los preliminares y ya solo tocaba coger al todo por los cuernos y fue Julia la que prosiguió con la faena.

-Todos por unanimidad quieren conocerte ahora Rigo, te has convertido en un gran aliciente para nosotros y queremos que asistas libremente a todas las fiestas que organicemos de aquí en adelante, siempre que tú aceptes, por supuesto y puedas venir, porque solo lo hacemos los sábados por la noche y sabemos que viajas algunos fines de semana a tu casa para ver a tus padres.

Ya sabía yo por donde iban a ir los tiros, así que su propuesta no fue una sorpresa para mí, tal como se habían ido desarrollando sus intervenciones alternadas.

¿Y qué iba a responder yo?