Vivo de las mujeres decentes (Capítulo 3)

Rigo "sufre" una prueba a la que le somete Julia y su marido.

Capítulo 3

Aunque no lo podíamos ver, sabía que era el marido de Julia el que acababa de entrar en el salón.

La única reacción de Julia fue sacar la lengua de mi boca, para terminar de darme un pico en los labios, como de despedida hasta dentro de un rato. Yo, sin embargo, si he de decir la verdad, me tensé interiormente aunque por fuera procuraba mostrarme relajado, si alguien se tenía que poner nervioso eran ellos.

-Hola mi amor, ven que te presente a nuestro amigo -le dijo mientras los dos giramos nuestras cabezas hacia atrás para poder verle, pues el sofá estaba orientado hacia el ventanal que daba a la piscina.

Él ya venía aproximándose a nosotros que también nos íbamos incorporando. Se me presentaba la primera papeleta porque al ponerme de pie mostraba un paquete bastante ostensible, a pesar de que los pantalones americanos ajustados trataba de disimularlo.

Cuando llegó a nuestra altura se acercó a su mujer para darle un pico en la boca, luego se echó un poco hacia atrás esperando que ella nos presentara, mostrando una leve sonrisa en su cara al darse cuenta de la prominencia en mi pantalón.

El hombre debería andar cerca de los cuarenta años, más o menos de 1,80 de estatura, se mostraba muy en forma dentro de su traje gris oscuro, camisa blanca y corbata roja lisa, pillacorbatas y gemelos a juego, un rolex en la muñeca izquierda y unos magníficos zapatos negros. Se le notaba el glamour a leguas, casi como un insulto para las personas normales.

-Rigo te presento a Rafael, mi marido -enseguida me tendió la mano volviendo a echar otra miradita a mi entrepierna, esta vez poco disimulada.

-¿Que tal Rigo? Qué buena presencia tienes -me dijo mirándome brevemente a los ojos, para volver a la hinchazón en mi pantalón.

-Hola Rafael, -me parece que a ti te ha gustado demasiado mi presencia, la que tengo entre las piernas, pensé-, aquí, conociendo a tu esposa que es una mujer excepcional.

-Pues es verdad que tienes una voz encantadora -me decía ahora mirándonos alternativamente a los dos, como dándole la razón a su esposa por algún comentario que le habría hecho anteriormente.

Luego se volvió otra vez hacia su mujer con la resolución de que no se le fuera más la mirada hacia mi paquete.

-Me ducho y vuelvo enseguida para ayudarte con el buffet que nos ha preparado Lola, -le decía dándole otro piquito en los labios y un leve cachete en el culo.

Mientras se giraba tuve tiempo de observar que no se iba de vacío, vamos, que se retiraba bien entusiasmado el cornudito.

Nosotros volvimos a sentarnos otra vez en el sofá, ahora más cerca aún si cabe.

-Le has causado muy buena impresión a mi marido -me dijo apoyando su mano en mi muslo izquierdo-, igual que a mí.

Entonces me giré hacia ella y con mi mano derecha le pasé un mechón de pelo por detrás de su oreja, dejándola allí mientras le acariciaba el lóbulo y el pendiente que de allí colgaba.

-¿Te gusta el pendiente que me he puesto hoy para ti? -me dijo con una dulce sonrisa.

-Claro que sí, muchísimo, pero tu lóbulo me gusta mucho más -le respondí-, si no fuera por el pendiente, lo disolvería ahora mismo en mi boca como el mejor de los caramelos.

Me miró frunciendo el ceño un momento, para cambiar a una sonrisa de las suyas.

-Rigo, cada vez me sorprendes más, para mejor, ¡Eh! Pareces un hombre experimentado, en vez de un chico de 18 años, -también sabía mi edad, seguro que Lili le había dado hasta mi certificado de nacimiento. No sabía si también le había transmitido mis dudas.

-Julia, sé lo que quiero que hagamos juntos esta noche porque eres una mujer divina, pero... -no me dejó terminar.

-Si te refieres a mi marido, verás que es un hombre muy cariñoso tanto conmigo como contigo. Él hará lo que tú le permitas hacer y no se molestará porque le niegues algunas cosas, pero me encantaría que le dejaras Rigo.

No sabía qué contestarle, nunca había tenido sexo con ningún hombre, tampoco me atraía eso de agarrar otro rabo que no fuese el mío.

-Julia yo lo que quiero es estar contigo, luego veremos que puedo dejarle hacer, porque la verdad es que nunca se me ha dado una situación así.

Al oír mis palabras, su rostro casi se iluminó con una sonrisa de puta cara, pero puta, que no podía con ella.

-Verás lo bien que lo vamos a pasar bombonazo, esta noche la vas a recordar toda tu vida -eso lo veríamos luego, porque noches de las buenas había tenido ya unas cuantas.

-Tengo que ir al servicio a hacer un pis -le dije mirando si había una puerta cerca que me indicara que era el aseo.

-Ven conmigo -se incorporó echando a andar hacia una puerta pintada en blanco que apenas se distinguía en la pared a tres metros de la barra del bar.

Abrió la puerta entrando ella primero a un aseo enorme con bañera grande y ducha aparte.

-Pasa -me dijo cogiéndome de la mano para colocarme delante del inodoro, ella se colocó detrás de mí, luego me abrió el cinturón y me bajó la cremallera de los vaqueros. A continuación puso la cinturilla de los bóxer bajo mis huevos, me agarró la pija que ahora estaba más tierna y me la sacudió tres veces arriba y abajo-, ya puedes mear so guarro.

No lo dudé dos veces, así que comencé a hacer el pis que tanto necesitaba y cuyo chorro ella dirigía con mucha maestría al centro del inodoro. Curiosamente ni me entró el cosquilleo, ni llegué a empalmarme, pero esa acción sin ninguna duda me hacía coger más confianza con ella. Cuando el chorro se extinguió, me dio otras tres sacudidas, ahora más enérgicas que antes, para guardarlo todo tal como estaba al principio.

-¿Ves qué fácil? -me dijo dándome una nalgada que terminó siendo un apretón.

-¿No prefieres que me lave el pene? -le inquirí mirándola a sus risueños ojos.

-No, no, está bien así. Anda volvamos al salón.

Esta vez nos sentamos menos cerca.

-Rigo ¿Tienes novia?

-Sí, desde que empezó el curso estamos juntos. Somos compañeros en la universidad.

-Ya... ¿Y no te importa estar con nosotros esta noche?

-No sé, lo estoy pensando desde hace unos días, porque creo que no estoy siendo nada legal con ella y no voy a tener más remedio que pedirle que lo dejemos.

En esas estábamos cuando llegó su marido que volvía con una ropa parecida a la mía.

-Hola chicos, ¿Me acompañáis para traer los platos que nos ha preparado Lola? -ambos nos levantamos al unísono para ayudarle.

La cocina era enorme y muy bonita, en la isla del centro había varias fuentes envueltas en papel de celofán, que ellos estaban quitando para dejar al aire lo que en ellas estaba depositado. En el frigorífico había otras fuentes con mariscos. En dos viajes depositamos todas las bandejas sobre la barra del bar, luego Rafael descorchó una botella de cava para acompañar a aquel tentenpié que por su cantidad, hasta llegué a pensar que se nos uniría algunas personas más a la fiesta. Todo estaba buenísimo aunque yo abusé más de las cigalas que tenían un sabor exquisito. Dejando casi todos los manjares en las fuentes nos volvimos al sofá, ahora con Julia en medio de nosotros dos.

Volvimos a llenar nuestras copas de ese cava tan bueno y brindamos por nuestra nueva amistad. A mí, que no estaba acostumbrado a beber nada de alcohol, tanto cava me estaba dejando algo achispado y más desinhibido.

Fue ella la que después de depositar su copa sobre la mesita, volviéndose hacia mí me echó los brazos al cuello para darme un beso largo, un morreo más bien diría yo, solo se separaba para volver a arremeter de nuevo. El pistoletazo de salida estaba dado.

Yo me agarraba a su teta izquierda a la que amasaba con gran deleite. Su marido desde atrás me ayudaba bajándole los tirantes del vestido, para que tuviera más piel que tocar a mi disposición. Poco después cambié mi mano de la teta a sus muslos por debajo del vestido. Tenía una piel muy suave y un tanga muy breve por lo que pude palpar. No me costó nada echarlo a un lado para introducir mi largo dedo medio en su vagina, arrancándole un gemido ronco muy profundo que se ahogaba en mi boca. Rafael era el que ahora se hacía cargo de la teta abandonada por mí hacía unos instantes, si bien ya se encontraba desnudo de sujetador y del vestido que se arremolinaba en su cintura. Dejé de besarla y me incliné para chupar el pezón que me ofrecía él desde atrás. Mientras lo absolvía incrementé el mete y saca que ya le daba con dos dedos provocándole el primer orgasmo.

-Aaaahhh... no paressss... mássss... me corrooo...

Luego su cuerpo se estremeció como si estuviese tiritando de frío, hasta que cayó hacia atrás en los brazos de su marido que la abrazaba con mimo. Pues si quería guerra, la verdad es que el enemigo se rindió en dos minutos. Ni siquiera nos habíamos desnudado, si exceptuamos las dos tetas de Julia que seguían ofreciéndose a quien quisiera cogerlas, masajearlas o chuparlas.

No tardó en recuperarse porque tampoco era que el orgasmo la pilló en medio de una calentura del cuarenta, solo acabábamos de empezar. Cuando abrió de nuevo los ojos se me quedó mirando sorprendida aún, porque no terminaba de creerse que la hubiera hecho correr con tanta rapidez. Después me extendió los brazos para que me echara sobre ella y le diera un beso, cosa que hice, pero dándole algunos más de propina.

-Ponte de pie delante mía que te quiero desnudar yo, -me dijo después del último beso, incorporándose hasta quedar sentada casi en el borde del sofá.

La obedecí y al momento ya me encontraba en la posición que me pedía. Primero puso su mano encima de mi paquete que ahora se encontraba más centrado hacia arriba, para sobarlo una y otra vez a todo lo largo del mismo. Mientras lo hacía miró un par de veces a su marido poniéndole cara de asombro cada vez. Él solo miraba con lascivia ese bulto con fugaces desvíos a los ojos de su mujer y a los míos. Entonces ella le cogió la mano, me miró a mí como pidiendo permiso, para terminar de colocarla y apretarla contra mi polla tapada por la tela del pantalón. No era mucha cosa lo que le permitía y los dejé hacer a los dos, a él sobándola por arriba y a ella por abajo. Por fin se decidió a desnudarme empezando por quitarme los tenis y los calcetines. Luego se dirigió a la correa para abrirla, por último me bajó la cremallera, me agarró el pantalón por la cintura y tiró con fuerza de él hacia abajo para sacarlo por los pies.

Yo mismo me saqué el jersey por la cabeza y lo eché encima del pantalón, en el butacón que quedaba a uno de los lados. En ese momento solo quedaba el bóxer como mi única vestimenta. Mi polla estaba erecta e inclinada a la derecha pidiendo a gritos que la dejaran respirar, pero otra vez se pusieron a jugar con ella entre los dos, ahora transmitiéndoles mejores sensaciones y más aún cuando al ponerla hacia arriba uno de ellos, mi glande apareció como un guiñol en su teatro por encima de la cinturilla del bóxer. La mano de ella se agarró a la cabeza de ese descarado y Rafael tiró hacia abajo del bóxer, lo suficiente como para dejar algo más de media polla al aire.

-¡Joder! -Exclamó él mirando cómo la mano de su mujer tomaba posesión de ese tallo.

Ya no esperó más y deseando verlo entero, me bajó el bóxer para sacarlo por los pies. Me acababan de dejar en pelota picada y muy picada diría yo.

Al parecer Julia no quería compartir nada de lo que se traía entre manos y el pobre Rafael miraba con desespero lo que hacía su mujer, a ver si en un resquicio pudiera meter las suyas. Como no había manera, se decidió por agarrarme un glúteo al que amasó con vehemencia, luego se levantó para desnudarse él también aprovechando el tiempo muerto que le daba su esposa. Su polla totalmente tiesa no era poca cosa tampoco, el cabrón le daría buenas sesiones de sexo a su mujercita con aquel rabo.

Así de pie pasó su brazo derecho por mi cintura ofreciéndole su miembro a Julia, pero ésta parecía estar obsesionada con la mía a la que no daba cuartel. Por fin se fijó que ahora tenía dos a su disposición, así que me dio un chupetón en el glande como si se despidiera de él, para agarrar la de su marido que directamente se la metió en la boca dándole una buena mamada, al tiempo que a mí me pajeaba con la mano derecha. No sabía si era por el placer que estaba sintiendo o si era por otros motivos más siniestros, lo cierto es que el cabrón no paraba de apretarme la cintura para que nuestros cuerpos estuvieran más juntos, casi aplastados el uno contra el otro por el costado. Tampoco me provocaba rechazo esa situación, así que lo dejé hacer.

Fue en ese momento que ella alzó la mirada para fijarla en la de su marido, mientras alzaba mi polla para ofrecércela con una cara de guarra que no podía con ella. Inmediatamente me soltó y se puso de rodillas sobre la mullida alfombra, haciéndose cargo de mi pene primero con su mano derecha y luego con las dos, al ver que su mujer retiraba la suya. Así estuvo pajeándome tan despacio que más que meneármela la estaba disfrutando. Ella se había incorporado con su vestido todavía por la cintura para darme un morreo de cuidado y yo me hacía con sus hermosas tetas, asiliconadas pero divinas. Abajo notaba que me la mamaban con mucha intensidad, poniéndome a punto con el trabajo que me estaban haciendo entre los dos, pero yo quería que mi primera corrida fuera para ella, las otras tres que se la repartieran como quisieran, pero esa primera se la merecía la preciosa Julia.

Con la mano que amasaba sus tetas empujé suavemente hacia fuera para que nos retiráramos un poco más.

-Deja que te termine de desnudar yo -le dije muy bajito, pero lo suficiente para que me oyera también Rafael que echó su cabeza hacia atrás sin dejar de agarrar mi polla con el brazo extendido. Después la soltó para incorporarse y quedar de pie justo detrás de su esposa.

Yo me senté en el sofá para poder meter mis manos por debajo del vestido, con la intención de masajear esos glúteos que tan divinos se marcaban en él. Era pura lascivia todo su cuerpo, pero su culo era lo que más me atraía, además tenía la firmeza justa para desear pasarme toda la noche acariciándolo. La verdad es que no sabía cómo se quitaba aquel vestido y fue su marido el que lo estiró hacia arriba para bajarle la cremallera lateral, dejando que yo hiciera el resto para retirarlo.

Ella se recolocó bien el tanga que todavía se mantenía algo desplazado, de todos modos apenas le tapaba el coño y mucho menos la línea de pelos que adornaba su pubis que estaba totalmente al aire. Era negro de una seda muy suave cómo notaba en la yema de mis dedos al pasarla por encima de la tela, tan era así, que sin poderme contener acerqué mis labios para darle un beso en el centro del mínimo triángulo de ese tanga que incitaba a la perversión.

-Gírate, enséñame tus nalgas -le pedí al tiempo que con mis dos manos le apremiaba a que iniciara ya ese giro.

Ella me obedeció de inmediato acompañando su giro con un movimiento de caderas sibilino, muy sensual, presentándome un hermoso culo totalmente desnudo, salvo por un hilo finísimo que se perdía entre sus nalgas. Estaba algo manchado por el líquido preseminal conque su marido la había impregnado, de modo que se lo tuve que limpiar con mis manos antes de darle un buen bocado en su glúteo izquierdo, que es lo se estaba mereciendo por lo provocador que se mostraba. También el derecho se llevó un fuerte chupetón dejándole una marca de recuerdo para el cornudo de su marido.

Ellos no perdían el tiempo abrazándose y morreándose con mucha pasión, pero yo quería entrar en la siguiente fase, esa que permitiera mi primera descarga de la noche que se estaba haciendo perentoria. Sin llegar a pedírselo de voz, hice la presión suficiente con mis manos para que se volviera a poner frente a mí, cosa que entendió perfectamente recuperando esa posición, mostrándome manchado el tanga y una buena parte de su pubis, otra vez por el líquido preseminal de su esposo. Ya no esperé más para bajarlo de un tirón sacándoselo por los pies. Por fin tenía delante de mí ese coño que esa noche me iba a follar cincuenta veces. Era de esos que muestran el clítoris más desarrollado a través de una leve abertura de sus labios mayores. Así tal como estaba me acerqué para darle un buen chupetón poniendo mis manos en su culo para atraerla más hacia mí, pero el cabrón de Rafael no dejaba de darme con su polla en ellas, al final terminé por ignorarlo y centrarme en el chochito que me estaba comiendo que era lo principal.

Los jadeos no se hicieron esperar, eran roncos, muy graves, como correspondían a los acordes que entonaban sus cuerdas vocales cuando te regalaban unas palabras. Miré hacia arriba para ver cómo su nuca se apoyaba en el hombro de su esposo, mientras él la abrazaba desde atrás sin dejar de masajear sus hermosas tetas. Pues ya que estábamos, ¿Porqué le iba a escamotear un segundo orgasmo? Así que me empleé a fondo con el chupetón a su clítoris, volviendo a introducirle dos dedos en su vagina, luego le metería otra cosa. El orgasmo se veía venir y efectivamente le explotó en menos de un minuto acompañados de los gemidos más bonitos que había oído en mi corta vida de folleteo. Sus piernas le flaquearon, teniendo que hacerse cargo de ella su propio marido, que la dejó recostada en el sofá con la cabeza apoyada en el ancho brazo del mismo.

Con una mano rodeando su pecho y la otra tapando sus ojos, fue relajándose hasta que se sintió otra vez recuperada para volver a buscar mis ojos con los suyos, sorprendida nuevamente por la facilidad conque le había procurado los dos primeros orgasmos. Luego, agradecida me tendió su brazo derecho para que me acercara a ella, me quería besar para mostrármelo. Enseguida me eché sobre ella apoyando mis codos en el asiento del sofá para no aplastarla, luego acerqué mis labios a los suyos y comenzamos una serie de besos muy suaves, porque era lo que correspondía en esos momentos. Rafael estaba arrodillado a nuestro lado acariciándome la espalda y parte de mi culo, también me estaría dando las gracias el cabronazo. Ya llevábamos un par de minutos en esa postura con mi polla enterrada en la entrepierna de ella, pero yo no aguantaba más y lo de la entrepierna se me estaba quedando corto.

-Julia, necesito follarte ya, no aguanto más -le dije muy bajito entre beso y beso. Me incorporé para hurgar en los bolsillos de mis pantalones y sacar todos los condones que me había traído, dejándolos encima de la mesita de centro, menos uno al que ya rasgaba el envoltorio para colocármelo.

-¿Me dejas que te lo ponga yo? -Me dijo el cornudo preocupado por mi posible negativa, pero se lo entregué para que se diera ese gusto si tanto lo deseaba.

Después casi me arrepentí porque no dejaba de jalarme la polla con el condón en la punta del glande, pero sin terminar de desenrollarlo hacia abajo y yo tenía mis huevos en ebullición por la necesidad de soltar mi primera lechada.

-Pónselo ya de una vez cornudito mío. -Le instó su esposa echándome una mano para poder comenzar a dar rienda suelta a mis deseos y seguro que también a los suyos.

Por fin acabó su trabajo de vestir mi polla con el preservativo, pero no me la soltó hasta que la puso en la entrada de la vagina de su mujer, se ve que le había cariño a mi cipote. Ella flexionó sus piernas separando las rodillas para dejar acceso suficiente a lo que le iba a meter, la entrada en ella la hice lo más despacio posible porque a pesar de lo lubricada que estaba, sabía que mi glande necesitaba buscar acomodo en la vagina de cualquier mujer, poco a poco, eso también me lo había enseñado Lili y siempre me había dado buen resultado. Parando, retrocediendo y volviendo a meter, en unos instantes estaba dentro del todo, parado para que ella se pudiera amoldar a mi falo, acerqué mis labios para besarla, cosa que ella aceptó con gran ardor moviendo al mismo tiempo sus caderas, avisándome que me dejara de más precauciones y la comenzara a bombear de una vez.

De todos modos comencé despacio porque sabía que le podía hacer daño, cuando comprobé que todo iba bien, aceleré el ritmo llevándolo a un término medio provocando ya sus primeros gemidos que me volvían loco de placer. Entonces ella colocó sus pies encima de mis nalgas, jodiendo al cabrón del marido que andaba con sus manos por allí, para indicarme con su presión en ellas cual era el ritmo que quería, el que necesitaba para correrse por tercera vez. Aumenté la velocidad haciendo largos recorridos en el mete y saca para que notara lo que le estaba metiendo, hasta que los dos comenzamos a liberarnos en un fuerte orgasmo, que al menos a mí tanta falta me hacía.

No sé si era por el cava que me había tomado, pero hasta creo que me había mareado, después de vaciarme en el maldito condón que evitaba que lo hiciera en lo más profundo de su vagina, como me hubiera gustado que ocurriera. No tenía fuerzas ni para apoyarme en los codos, así que me escurrí entre ella y el espaldar del sofá para no aplastarla del todo. Julia se volvió hacia mí para dejarme algo más de espacio, mientras con su mano derecha me iba acariciando la mejilla y con el pulgar mis labios.

-¿Qué tal estás? -me preguntó sin dejar de acariciarme

-En la gloria Julia, en la gloria, -le respondí mostrándole una gran sonrisa en mi cara-, no sabes cómo lo he disfrutado, ¿Y Tú?

-Es el tercero de la noche y todavía no me he recuperado, canalla, que eres un canalla que me vas a matar como sigas así, -me decía con una gran sonrisa casi sin poderla controlar esta vez.

Al momento noté movimientos en mi polla haciendo que los dos mirásemos hacia abajo, viendo como el mamporrero me desprendía del preservativo para mostrárselo a su mujer.

-Mira lo que ha echado Rigo, -le decía cogiéndolo en vertical para que ella pudiera apreciarlo,- ¡Qué barbaridad!

Ella no apartaba la mirada de la punta del condón que era donde se concentraba toda la leche que había soltado hacía unos instantes. Después miró mi falo que seguía enhiesto como si no acabara de pasar nada.

-¿Ya te has empalmado otra vez? -me dijo mirándome sorprendida.

-Bueno, es que no se me ha bajado, todavía me faltan tres más, porque desde anoche no follo y hoy me he cuidado para estar bien contigo, -le dije con toda la sinceridad que pude.

Ella miraba al marido y a su polla como pidiéndole explicaciones y el pobre no sabía qué decir.

-La juventud cariño, eso es por los dieciocho años que tiene -se disculpaba el cornudo con su mujer, al tiempo que le hacía un nudo al preservativo y lo arrojaba al suelo con desprecio por haberlo dejado en tal mal lugar.

Luego se incorporó para rellenar las tres copas con otra botella de cava que acababa de abrir. Yo me incorporé también para tomar alguna que otra cigala y dátiles envueltos en unas extraordinarias lonchas de jamón, porque no quería ingerir más alcohol sin acompañarlo de algo de comida. Ella levantó su copa para chocarla con las nuestras, a continuación se la llevaron los dos a la boca y se las bebieron de un trago, yo solo probé un pequeño buche y dos cigalas más.

-¿Subimos mejor al dormitorio? -le preguntó Rafael a su mujer-, en la cama estaremos más cómodos.

Ella me miró por si yo tenía algo que decir, entonces se dio cuenta que miraba con algo de pena el abandono de aquellos manjares.

-Sí mejor subimos, -le aceptó ella-, pero nos llevamos una fuente cada uno. Yo cogí la segunda fuente de cigalas, por supuesto y los condones junto con la copa en la otra mano.

Dos horas más tarde volvíamos al salón para vestirnos y que me llevaran a mi casa.

Los tres volvíamos satisfechos de lo acontecido en la maravillosa habitación de matrimonio. El cornudín se había salido con la suya y se llevó media corrida en la boca, la otra media se la tragó su mujer, a la que le hicimos una doble penetración donde nos sintonizamos los tres para corrernos a la vez y la última fue una batalla campal entre nosotros dos, mientras Rafael se pajeaba sentado en uno de los butacones sin perderse ni un solo asalto entre Julia y yo. Al final nos dimos una ducha antes de regresar al salón.

-Rigo ha sido una velada tan maravillosa que a Rafael y a mí nos encantaría repetir -me decía Julia muy emocionada por los cincuenta orgasmos que le había proporcionado esa noche-, Este sobre es para ti, por favor no lo abras hasta que te dejemos en tu casa.

-Pero Julia yo no he venido para que me deis un regalo, lo he hecho porque me lo pidió nuestra amiga Lili y a ella no le puedo negar una petición como esa, aparte que yo también lo he disfrutado mucho, -le decía mientras ella me metía el sobre en el bolsillo de la cazadora, al que cerró luego con la cremallera.

-Pues si lo has disfrutado, queremos que lo sigas haciendo cuando nos citemos otro día, dame un beso cielo que hoy te has portado como un campeón, -pero el beso fue un pequeño morreo con la aprobación de su señor esposo que me levantaba el pulgar para darnos un “me gusta”.

Rafael condujo en su coche mientras nosotros dos íbamos charlando y toqueteándonos en los asientos traseros, durante la media hora que tardamos en llegar a mi casa.

-¿Te vendría bien quedar para la semana que viene? -me preguntaba ella mientras me daba el último morreo antes de bajarme del auto-, el martes sería estupendo para nosotros, el miércoles solo estaría yo y los demás días los tenemos comprometidos con nuestro club.

-Está bien, me llamas y quedamos el martes o el miércoles, cuando tú quieras, pero la vuelta tiene que ser un poco antes porque tengo clases.

-Vale ya te llamo, adiós Rigo -le di la mano a Rafael, un pico a Julia y me fui a casa con un sobre en el bolsillo de mi cazadora, que pesaba demasiado.