Vivo de las mujeres decentes (Capítulo 19)
Rigo habla con los amigos y decide qué hacer respecto a seguir con su novia.
Capítulo 19
En la vida podría suponer lo que Pilar hizo. ¿Cómo fue capaz de engañarme durante ocho meses con el jardinero? Yo sospechaba algo, hasta el punto que llegué incluso a hablarlo con ella, pero todo lo negaba y la llegué a creer, o quizás fuera que quería creerla, porque no concebía que se alejara para siempre de mi lado.
No sabía a estas alturas si estaba realmente tan enamorado de ella como parecía, pero me había acostumbrado a vivir con ella a mi lado, dándome su apoyo en todo, demostrándome que me quería un día sí y el otro también, siempre pendiente de mí y por eso esa mañana que me levanté acatarrado, no se lo dije, porque sabía que se opondría a que fuese a la universidad.
Pero fue esa decisión la que me sirvió para poder descubrir la traición que me estaba haciendo desde casi el principio de nuestro noviazgo. Son las pequeñas cosas que a veces te cambian la vida, en este caso al menos a mí sí que me la cambió, totalmente.
Mi decisión inmediata fue llevarme mis pertenencias a mi piso de estudiante y rehacer mi vida alejándome de ella para siempre, luego fue tanta la insistencia de Pilar para que siguiera en el piso de la plaza que hasta me dio pena en primer lugar e incertidumbre en segundo, por si iba a precipitarme debido a mi inexperiencia en asuntos de novios comprometidos.
Pilar y yo no éramos una pareja lo que se dice liberal, porque en privado solo teníamos sexo entre nosotros mismos, pero tampoco rechazábamos hacerlo con otros si los dos estábamos de acuerdo, sin siquiera haberlo hablado previamente, lo aceptábamos y ya está. Lo que no hacíamos de ninguna manera era decidir por nuestra cuenta si teníamos relaciones con otras personas, eso era simplemente una infidelidad y en mi última conversación con Pilar sobre este tema, se lo dejé muy claro.
Sabía que al final la iba a dejar, porque ya no me fiaba de ella, pero preferí hablarlo primero con mis amigos de la universidad y luego con los tíos de Pilar, por los que sentía bastante cariño, al igual que ellos por mí. A todos les pensaba contar cómo llegué a enterarme de la infidelidad de mi novia y el tiempo que llevaba haciéndolo, esperando que cada uno de ellos me hiciera saber su propia opinión sobre lo que harían ellos si estuvieran en mi caso.
Con el primero que hablé fue con mi amigo Pedro, que lo primero que hizo fue darme las gracias por haberle pedido a Mavi su cooperación para que lo desvirgara. Al parecer se lo confesó cuando él le insistía una y otra vez reanudar su relación, pensando lógicamente que volvía a ejercer un cierto atractivo para ella. Todo eso me lo dijo según él en reciprocidad a la confidencia que le acababa de hacer.
Luego me insistió en que me enterara si había alguien más, porque si el jardinero era todo el problema y ya no estaba, quizás le debía darle una oportunidad a mi novia antes de dejarla definitivamente. Se basaba también en lo que yo la iba a echar de menos, sabiendo lo mucho que la quería.
Tampoco era que él tuviera mucha experiencia en conflictos entre novios, pero su opinión la tendría en cuenta, como haría con la de los demás.
La segunda con la que hablé fue con Paula. En su caso se pilló un buen cabreo por lo que me hizo Pilar y me aconsejó que la mandara a freír espárragos, aunque su expresión literal fue un poco más hortera. Sin embargo al día siguiente me dijo que había recapacitado, dándose cuenta que ella me hizo lo mismo cuando mantuvimos nuestra relación, pues no dejó de ponernos los cuernos, tanto a mí, como al novio que tenía en el pueblo, por lo que rectificaba en su consejo, mostrándose neutral en la toma de mi decisión final. Incluso que si de verdad mi novia estaba arrepentida, debería sopesar la posibilidad de seguir con ella.
Tres más se dividieron en sus opiniones sobre lo que harían ellos, aunque fueron dos los que se manifestaron en contra de seguir con ella y el otro, totalmente a favor porque estaba muy seguro que aquello no volvería a pasar.
Me quedaba Mavi como la última de mis amigos, aunque sabía que no vio nunca con buenos ojos mi relación con Pilar y efectivamente, su opinión fue de que no pasara un día más en el piso de ella, que eso no lo hacía más que una puta descerebrada que no sabía ni siquiera valorar la suerte de tenerme por pareja. Solo le faltó ofrecerse como novia sustituta a partir del día siguiente, por la cantidad de observaciones que hacía sobre que ella jamás me haría una cosa así. Pero también tendría en cuenta su opinión, para eso la requerí.
El último domingo quedé citado con José Luis y Cristina en su casa a las cinco de la tarde, pues decliné su invitación a comer con ellos, porque no me parecía conveniente teniendo en cuenta lo que quería tratar ese día. Después no me importaría aceptar esa invitación en otra ocasión, y en otro contexto.
Cuando el taxi me dejó en la puerta, ya estaba Sole esperándome como siempre, aunque en esta ocasión pagué yo con la tarjeta de crédito que todavía mantenía en mi poder. Cuando entré en la casa los dos me dieron un fuerte abrazo de lo más cariñoso, que yo les devolví de la misma manera. Luego Sole nos trajo unos cafés y unas pastas, además de una buena copa de coñac francés que degustó José Luis mientras hablábamos.
Lógicamente ellos estaban enterados de lo que había pasado, pero tenía que entrar en materia explicando someramente al menos lo ocurrido.
-Como ya os adelanté, el motivo de mi visita es la de poneros en conocimiento sobre lo que ha venido sucediendo entre Pilar y León. La verdad es que casi tengo decidido no seguir con nuestro noviazgo.
-¿Porqué no nos cuenta tu versión de lo que ha pasado? Todo lo que sabemos es lo que nos ha contado nuestra sobrina -me dijo José Luis, demostrando que sabía cómo manejar este asunto desde el principio, lo cual me daba una cierta confianza en ellos-, y necesitamos cotejarlo contigo.
-Os lo resumo en pocas palabras, -les dije mirándoles alternativamente a los ojos-, Pilar mantuvo durante el primer año de su divorcio, relaciones sexuales con León de una a dos veces por semana, luego paró los dos primeros meses de nuestra relación y desde entonces lo ha estado repitiendo prácticamente con la misma frecuencia, hasta que los pillé en el piso del centro cuando iban a comer juntos, para luego meterse en la cama, claro.
Ambos se miraron significativamente contrariados por lo que acababan de escuchar y que seguramente se diferenciaba bastante con lo que ella les relató, de eso estaba más que seguro al ver sus expresiones. Después Cristina carraspeó como si tuviera algo atravesado en la garganta.
-No te vamos a negar que hay algún matiz que nuestra sobrina no nos aclaró, -me decía ahora Cristina con una expresión muy seria, yo diría que casi de enfado-, tampoco es que estemos para nada de acuerdo con lo que te hizo y también se lo hemos hecho saber, más aún, sabiendo lo abierto que has demostrado ser cuando ha sido necesario, seguro que si te lo hubiera planteado, tú la habrías satisfecho de alguna manera.
No la quise dejar que siguiera sin ahondar algo más en lo que acababa de decir.
-Es que hace poco tuvimos una conversación donde le expresé mis sospechas sobre ellos dos, que ella negó y llegué a decirle que si tenía ganas de estar con él, lo haríamos los tres cuando ella quisiera.
Entonces volvió a intervenir José Luis, porque temió que si lo hacía su esposa, la cosa no iba a terminar muy bien que digamos, según la cara de indignación que ella no podía ocultar.
-Verás Rigo, será mejor que no sigamos intentando establecer el grado de infidelidad de Pilar, dejémoslo en que ha cometido un grave error. A partir de ahí, sí que queremos que sepas que hemos hablado mucho con ella, además de entre nosotros dos, -me dijo mientras Cristina algo más relajada asentía-, porque tú nos importas demasiado y no pretendemos pedirte que le des una nueva oportunidad, si no estuviésemos convencidos de que no te va fallar nunca más.
-Sabemos lo mucho que te quiere, -intervino Cristina-, porque se enamoró de ti desde el momento en que te conoció, y cuando le hemos preguntado porqué mantuvo relaciones sexuales con él, nos dijo que ni ella misma sabía el motivo, solo que estaba enganchada a él desde que se divorció, pero que eso ya es historia y que en el sexo se hará lo que tú decidas de ahora en adelante y que está muy arrepentida.
-Eso ya me lo ha dicho ella por activa y por pasiva, pero yo lo que quiero saber es qué me aconsejáis que haga, o más bien, qué haríais vosotros si estuvieseis en mi lugar.
-Rigo, ella solo te ha sido infiel con ese chico, -volvió a intervenir José Luis-, da igual que lo haya hecho una vez o un ciento, lo importante es que no hay nadie más y ella decidió deshacerse de él ese mismo día que averiguastes lo que pasaba y no va a verlo nunca más. Por otro lado los dos os seguís queriendo y si os alejáis lo vais a pasar muy mal, por lo tanto, nuestra opinión es que vuelvas a confiar en ella, pero solo si estás seguro de lo que vas a hacer, en caso contrario, será mejor que cortéis, al menos un tiempo antes de seguir. En cuanto a lo que haríamos nosotros, sabes que no tenemos ningún problema con eso, ambos nos concedimos hace tiempo permiso del otro para mantener relaciones con otras personas, tú mismo has estado a solas con Cristina, yo también me veo con algún hombre de vez en cuando para desahogar mis tendencias bisexuales, que ya conoces. Rigo, nuestro amor está por encima de todo eso.
Poco más hablamos que tuviera la importancia de ser relatado, solo que estaban muy apenados por lo que había pasado y que me iban a seguir queriendo igualmente tomara la decisión que tomara. Antes de marcharme en un nuevo taxi, nos dimos otro abrazo tan cariñoso, como el de cuando llegué a su casa.
La verdad es que tenía que analizar todas esas opiniones y consejos que me habían ofrecido con bastante sinceridad cada uno de ellos, salvo Mavi, que mezclaba su respuesta con su interés personal por mí.
Esa noche cené con mi amigo Pedro, que me insistía en que no la dejara, que era una tontería mientras repetía una y otra vez que estaba seguro que eso no iba a volver a pasar y que por encima de todo estaba el cariño que sentíamos el uno por el otro.
Cuando volví al piso, ella estaba en el salón bellísima como siempre, tomando una copa de vino blanco mostrando una gran preocupación en el rostro. Enseguida pensé que quedarnos los dos en el piso había sido un error mayúsculo, porque en esos momentos lo que tenía era unas ganas enormes de follarla siete veces, tres veces más por eso de la abstinencia de los últimos días.
Para colmo me pidió dormir conmigo las últimas noches de reflexión, antes de tomar una decisión definitiva a final de la semana. Esto último me lo había propuesto a mí mismo, porque no quería prolongar por más tiempo la situación de incertidumbre que mantenía con ella.
Después me contó que ya había seleccionado a los nuevos empleados y cuando se iba a retirar a dormir, no sé que me pasó que casi sin yo quererlo le di permiso para que durmiera conmigo esas últimas noches, aunque le exigí que pusiéramos una almohada para separar nuestros cuerpos en la cama.
Cuando salí del aseo en bóxer para acostarme, me la encontré tendida en su lado de la cama, con un mini-tanga negro que no tapaba nada, pues hasta su línea de vello se podía ver en su totalidad, también había colocado una almohada en el centro que no sabía de donde la había sacado, porque más pequeña no podía ser. No dije nada y me tendí en mi sitio sobre el colchón, apagando la luz para intentar dormir, si podía.
-Me ha enviado un mensaje al Whatsapp, -me dijo nada más echarme en la cama.
-¿Qué? -le pregunté sin saber qué me quería decir.
-León, que me ha escrito un mensaje, bueno dos.
-¿Desde cuando lo viene haciendo? -le pregunté molesto por sacarme al gilipollas ese en la primera vez que volvíamos a estar en una cama.
-Siempre he tenido en la agenda los números de mis empleados por pura necesidad, pero desde hace algún tiempo lo utilizábamos para quedar, sobre todo en este piso. Cuando lo despedí le dije que no se pusiera más en contacto conmigo, pero hoy lo ha hecho y no quiero esconderte nada nunca más, toma. -Me dijo alargando el móvil en su mano para que yo lo cogiera, cosa que hice sin haberlo pensado siquiera.
En la pantalla se reflejaban los dos mensajes que le había enviado ese día. El primero era solo un saludo, pero el siguiente era una petición para volver a quedar los dos donde ella quisiera y a la hora que le pareciera bien.
-Esto es un asunto de tu incumbencia, -le dije bastante cabreado-, si te lo quieres follar otra vez tendrás que contestarle.
-No Rigo, no voy a quedar nunca más con él, a partir de ahora para mí solo existes tú. No te enfades, solo quería que supieras que no te voy a ocultar nada, que todo lo que me pase lo pondré en tu conocimiento inmediatamente.
-Está bien, ya me lo has dicho, ahora vamos a intentar dormir.
Eso fue lo último que hablamos esa noche, pero lo del intento de dormir no salía de eso, así que a medianoche me levanté para hacerme una infusión de valeriana que siempre me había caído muy bien para esos menesteres. Poco más tarde por fin pude dormir, pero cuando me levanté para hacer un pis tenía la polla muy tiesa y los huevos súper cargados de esperma, después de tantos días sin haberme corrido ni haberme hecho ninguna refriega por lo molesto que estaba, para colmo mi novia estaba a un palmo de mí casi desnuda, con esas peras que tanto me gustaban mamar y ese coñito que era mi perdición.
¿Sería verdad que no me iba a volver a engañar? ¡Joder! Estaba empezando a claudicar en mis intenciones por mantenerme célibe hasta que resolviera lo que iba a hacer.
Pero estaba muy cansado y volví a quedarme frito en la cama, a pesar de las evidencias que seguía mostrando por mi abstinencia.
Fue poco antes de que sonara mi despertador cuando volví a medio despertarme, abrazado como siempre a mi novia a la que le gustaba posar su cabeza en mi pecho rodeando con su brazo izquierdo mi cintura. Qué placer tenerla así con ese calorcito que me daba su cuerpo y su pierna encima de las mías. De vez en cuando ella me daba unos refregones en la polla, lo que hacía que en numerosas ocasiones terminara con un polvo mañanero. En fin que me encontraba en la gloria, ahora con mi manaza en el culo de mi chica al que le daba unos buenos apretones.
Cinco minutos antes del primer aviso de la alarma, logré despertarme del todo, viéndome de sopetón en tan imprudente posicionamiento de ambos, pero simulé que seguía durmiendo esos últimos minutos con tal de seguir teniéndola en mis brazos, sabiendo que siempre lo podría achacar a que no nos habíamos dado cuenta de lo que hacíamos.
Pero el puñetero despertador sonó más estridente que nunca, haciendo que ella pegara un repullo al verse en tan atrevida postura casi encima mía.
-Perdona, -me dijo medio soñolienta-, estaba dormida... -casi se quedó sin voz al ver el estado de mi rabo.
-Vale, vale, no pasa nada, pero tenemos que procurar dormir separados, -le dije más falso que una moneda de cinco euros-, mientras me iba al aseo.
-Claro, solo ha sido por la costumbre. Lo siento cariño.
Ese mediodía coincidimos varios en el comedor como todos los días y Paula nos comentó que ya era oficial que lo había dejado con su chico del curso superior, porque no quería sostener un compromiso de lo más soso en los meses de verano. La chica lo tenía más claro que nadie, en dos cursos dos novietes, aparte de lo que tuviera en su pueblo o alrededores.
Le estaba temiendo a la noche venidera porque no sabía cómo iba a contenerme con mi novia a mi lado, semi-desnuda y dispuesta con toda seguridad a tener sexo conmigo, con tal de convencerme a que continuara con nuestro noviazgo.
Esa tarde me encontré con la nueva empleada que se presentó, diciéndome que se llamaba Marta y aprovechando le pedí que me pusiera un café y unas galletas.
Me encontraba estudiando en mi escritorio cuando apareció Pilar por el piso, con aire de estar un poco cansada.
-Le he pedido a Marta que me prepare el jacuzzi, porque me hace falta relajarme de tanto estrés en el trabajo, -me decía acercándose para darme un beso en la mejilla, al tiempo que se iba quitando la ropa que arrojaba al suelo-, ¿Te importaría frotarme un poco la espalda? Si no te parece bien se lo pido a la chica.
-Vete metiendo, dentro de un rato me acerco. -Le dije mientras seguía repasando una de mis asignaturas, sin dejar de mirarla de reojo cuando sabía que no me podía ver.
-Muy bien, pero mientras échale un vistazo al Whatsapp porque éste no para de mensajearme y de llamarme, pero no le he contestado a los mensajes, ni cogido ninguna llamada.
Por curiosidad comprobé que le había llamado tres veces todos como llamadas perdidas, así como leí los cuatro mensajes en los que directamente le pedía quedar otra vez o que le cogiera las llamadas. La verdad que constante sí que era y esperaba que en una de esas no la pillara en un mal momento terminando por follársela de nuevo.
Entonces decidí meterme en el jacuzzi con ella para tratar de relajarme yo también y sin pensar en nada más me desprendí de toda mi ropa para dirigirme al aseo, dándome de bruces con Marta que volvía de nuestro dormitorio recogiendo la ropa que se iba encontrando por el camino, así que agachada como estaba al lado de la puerta del escritorio, se quedó petrificada al observar mi polla a escasos centímetros de su cara cuando levantaba la cabeza para incorporarse.
-Perdona, -le dije tapándome con una mano parte del miembro que estaba morcillón por lo que me acababa de enseñar Pilar-, yo también voy al jacuzzi.
Ella terminó de levantarse y no pronunció una palabra mientras entraba en el estudio a recoger el resto de la ropa y yo continué mi camino hacia el aseo.
Pilar se quedó muy sorprendida al verme llegar en pelotas.
-Yo también necesito relajarme, -le dije-, por los exámenes, ya sabes.
-Claro cielo, ven ponte de espaldas a mí que te voy a enjabonar, -me dijo con una sonrisa que no terminaba de ser todo lo amplia que ella querría, porque dudaba de mis intenciones.
Pero le hice caso y me senté delante de ella que al momento comenzó a mojarme la espalda con sus dos manos, demorándose con el jabón para no terminar demasiado pronto. Luego sí cogió la pastilla de jabón para frotarla sobre mis hombros, con tan mala suerte que se le resbaló cayendo por delante y quedando en mi entrepierna, donde ella metió sus manos sin darme tiempo a que lo hiciera yo, allí intentó coger la pastilla que no paraba de resbalársele, hasta que la dejó estar porque prefería sobarme la polla que estaba pidiendo guerra, mientras siguiendo sus instintos de siempre no dejaba de mordisquearme los hombros, el cuello y los lóbulos de las orejas. Sabía que debía parar, pero había sido yo mismo el que se había metido en ese jacuzzi porque ya no aguantaba más, tenía que echar el primer polvo de inmediato si no quería ir a urgencias a que me hicieran una paja.
En menos de dos minutos la tenía a cuatro patas apoyada en el borde del jacuzzi, dándole a toda pastilla sabiendo que no iba a durar ni medio asalto, pero al parecer ella estaba igual que yo, así que no tardamos en corrernos entre unos gemidos muy sonoros por parte de ella y unos bramidos míos que hasta a mí me sonaron más roncos que ninguna otra vez, o es que quizás ya no me acordaba.
Luego me senté a su lado haciendo que ella lo hiciera a horcajadas sobre mí y aunque dudaba si hacerlo o no, acerqué mis labios a los suyos para darnos un primer beso, despacio, muy despacio, paladeándolo, sin querer que se terminara nunca, un beso de amor, ese que tanto echaba de menos. Ninguno quería acabar, solo nos despegábamos unos milímetros para domar aire y continuar saboreando nuestras bocas.
-Te quiero, te quiero... -me decía sin parar, entre beso y beso, al tiempo que se removía sobre mí buscando la punta de mi ariete, con el que acertó por el bien de los dos, dejándose ir hacia abajo para empalarse hasta topar con mis testículos.
Luego sin dejar de besarnos, comenzamos una danza divina que nos llevaría más pronto que tarde a disfrutar de un nuevo orgasmo. En cuanto que cesamos en nuestros gemidos, oímos a Marta desde detrás de la pared del dormitorio.
-¿Necesitan los señores que les traiga alguna bebida? -Nos preguntó desde allí.
-Pasa Marta, ya te dije ayer que podías presentarte ante nosotros sin ningún pudor.
La chica entró toda ruborizada quedándose bajo la puerta de entrada al aseo con las manos entrelazadas por delante.
-Nos puedes mirar Marta, ya te ha dicho mi novia que no te cortes con nosotros.
-Es que me da vergüenza señorito Rigo.
-Está bien, -le dije para que se tranquilizara-, a mí me traes una coca-cola bien fresquita.
-Yo beberé un sorbo de la de él.
Enseguida dio media vuelta y se marchó, mientras nosotros seguíamos besándonos y acariciándonos como dos tortolitos.
-No está mal la Marta ésta, -le dije con una sonrisa-, es muy mona y tiene un cuerpecito pequeño pero muy bien puesto. A ver si un día la metemos en el jacuzzi con nosotros.
-Igual le gustaría enjabonarnos también la espalda, -me respondió-, a mí también me gusta.
-El fin de semana nos iremos a la casa, -le dije, sin darme cuenta que estaba haciendo planes con ella sin haber concretado aún nuestra continuidad-, quiero conocer a esa pareja que has empleado, ¿Cómo son?
-No están casados pero llevan unos años juntos, ella tiene 29 años y él dos menos, tienen cara de ser buena gente, mi tío está comprobando las cartas de recomendaciones que me han entregado.
Marta llegó con mi vaso de coca-cola, con dos cubitos de hielo y una rodaja de limón, luego colocó el taburete a nuestro lado para dejar el vaso encima de él. Esta vez nos miró más decidida, a mí con casi medio cuerpo fuera del agua y a mi novia con las peras al aire, a ambos se nos clareaban nuestras intimidades que tampoco escapó a su escrutinio.
-Señorita Pilar, ¿A qué hora desea que les ponga la cena?
-¿Qué has preparado? -Le preguntó al mismo tiempo que me agarraba el manubrio que seguía tieso, sin que Marta se perdiera nada de lo que hacía.
-Lubina a la sal, que con lo frescas que están creo que les va a gustar mucho. Las voy a acompañar de patatas a lo pobre.
-¿Qué te parece Rigo? -me preguntó mi novia, a la que le tenía echado el brazo por encima acariciando una de sus tetas.
-Pues que me encanta, ya se me está haciendo la boca agua. Gracias guapísima, -le dije dirigiéndome a ella que por fin nos dedicó una bonita sonrisa.
-Prepara la mesa pequeña del salón y la pegas al balcón para que cenemos allí en una hora más o menos, -le pidió mi novia, yéndose ella al momento más feliz que una perdiz.
Nuestras conversaciones fueron divagando en los temas laborales de ella y los míos en la universidad y en los exámenes finales próximos.
-Podríamos hacer el domingo una barbacoa en nuestro jardín si hace buen tiempo, para que se puedan venir los amigos de la pandilla. Seguro que pasaríamos un buen día con ellos. -Me propuso ella.
Me quedé un momento reflexionando sobre qué pasaba con mi decisión. Pero creí que después de lo que acabábamos de hacer ya no tenía muchas vueltas de hoja.
-Estás dando por sentado que vamos a seguir con nuestro compromiso, -le dije siguiendo con mis reflexiones-, y ya estás haciendo planes para después del viernes.
Ella se quedó muy cortada sin saber qué decir, esperando que todo siguiera por el buen camino, sobre todo porque ya le había comentado mi interés por conocer a esa pareja de empleados el fin de semana.
-De acuerdo, si tú quieres también, seguiremos siendo novios, pero ni una más Pilar, ni una más o no me volverás a ver el pelo. Es mi último aviso.
Esta vez no me abrazó ni se tiró encima mía, esta vez se dio media vuelta quedando de espaldas a mí para que no la viera sollozar. Y no la quise consolar para que no viera como lo hacía yo también, pero en silencio.