Vivo de las mujeres decentes (Capítulo 17)
Rigo pilla in fraganti a su novia siéndole infiel.
Capítulo 17
Pero Pilar no volvió con nuestro jardinero, creo que por dos motivos evidentes, el primero porque hacía un rato que habían follado aunque fuese cinco minutos como me dijo y dentro del habitual intercambio y segundo, porque no le parecía que teníamos un buen ambiente, dadas mis continuas puyas por culpa de sus ansias de pasar la noche con León.
Cuando entró en la habitación sola, me preocupé porque no sabía si me había pasado en mis observaciones para con ellos dos. A ver, yo quería a mi novia como hasta ahora no había querido a nadie. Nunca habíamos tenido el más mínimo rifirrafe entre nosotros y ahora al parecer teníamos el primero por haberme excedido en mis comentarios, totalmente gratuitos porque no tenía ninguna prueba, además cuando lo analizaba internamente terminaba por no darme la razón. Mi novia me quería y me lo demostraba continuamente. Que le daba mucho morbo follar con su jardinero, pues a mí me pasaba lo mismo cuando lo hacía con Sole, Cristina, las hermanas... en fin, que tenía que dejar de ser tan idiota con ese comportamiento irracional para con ella.
-¿Qué ha ocurrido con León, viene más tarde? -le pregunté.
-No cielo, es que al final le he dicho que hoy no lo vamos a hacer porque estoy muy cansada.
-¿Y tan cansada estás de verdad?
-Rigo, tú eres lo más importante de mi vida actualmente y por nada del mundo quisiera verte molesto, -me dijo sin mostrar enfado en su rostro-, y me ha parecido que no estabas por la labor de compartirme con él esta noche.
-Ven aquí cielo, -le dije golpeando con mi mano el colchón, para que se sentara a mi lado-, creo que me he comportado como un imbécil si es que te he dado esa impresión, perdóname mi amor. ¿Donde está él?
Ella se echó sobre mí con tanto ímpetu que ambos quedamos tendidos en la cama abrazados fuertemente, como si la vida nos fuera en ello.
-Perdóname tú a mí, -me dijo apretándose más aún a mi cuello-, quizás se me ha ido la cabeza pensando que tú también deseabas este segundo encuentro, te tenía que haber preguntado de nuevo antes de hablarlo con él.
-Sí, cariño, pero no me has dicho donde está él ahora.
-Se ha ido a la habitación de Antonio y Carmen que lo han reclamado cuando se iba a su dormitorio.
-Joder, ¿Quieres que vaya a por él? Le doy una excusa a ellos y me lo traigo.
Ella se quedó sorprendida por toda la incoherencia mostrada por mí esa noche. Al ver su confusión, le insistí.
-Tú quieres pasar la noche con él, ¿Verdad?
-No Rigo, cariño, ya no quiero estar con él, prefiero dormir contigo amándote como siempre hago. Gracias de todas formas por ser tan bueno conmigo.
-Si quieres nos vamos a la habitación de tus tíos. -le dije con unas risas.
-Pues no sabes lo contentos que se pondrían los dos, imagínate que final de fiesta para ellos.
-Igual están acompañados, -le dije.
-Bueno, yo les he visto entrar solos a su habitación hace un rato.
-Pues venga, vamos a darles una alegría.
Un momento después estábamos entrando en la habitación de ellos, que no se creían su buena suerte mientras nos abrazábamos y reíamos todos contentos y con muchas ganas de sexo.
Para estar con más amplitud, nos colocamos por parejas atravesados en la cama, yo con Cristina y Pilar con José Luis que después de la última experiencia se olvidaron de su parentesco y se dedicaron a pasarlo bien como otra pareja más. Entonces procuré que Cristina me chupara la polla, luego miré a Pilar haciéndole un gesto para que hiciera lo mismo con él, poniéndose a la tarea de inmediato sin dejar de mirarme a la cara. Entonces comprendió el regalo que pretendía hacerle a José Luis.
-Ven cielo, acércate para que lo puedas ver mejor.
Naturalmente que me acerqué y me comí todo el rabo de José Luis compartiéndolo con mi novia, aprovechando para darnos multitud de besos cuando nuestros labios se juntaban. A él se le veía emocionado mientras nos acariciaba a los dos por la espalda y los glúteos. Así estuvimos unos minutos, hasta que me incorporé para follarme a Cristina que me tenía a punto de caramelo con la mamada que me hacía. José Luis le estaba comiendo el coño a mi novia mientras le amasaba las tetas y el culo, aunque después repitió lo de restregarle la polla en su raja y se le volvió a colar un par de veces por error, después procuró que no ocurriera una tercera vez hasta que le sacó su orgasmo. Por último con muchas prisas se vino hacia Cristina para soltarle toda la leche en la boca.
Cristina se corrió por tercera vez cuando la saqué de su interior para ofrecerle mi eyaculación a su marido que no dejó escapar ni una gota.
Ya era tarde, pero parecía que no teníamos prisa por dormir y antes de marcharnos, estuvimos charlando sobre cómo habíamos pasado esos tres días. Aunque insistieron en que nos apuntáramos definitivamente al club como socios del mismo, le hicimos saber que no teníamos intención de seguir, que solo tendríamos sexo esporádicamente con algunos de ellos si la ocasión se presentaba propicia.
Cuando vimos lo tarde que era, nos fuimos casi corriendo a nuestra habitación para ver si podíamos dormir al menos unas horas.
Pronto volvimos a la rutina de los días laborables, ella con sus tareas profesionales y yo con mis libros y apuntes. Ella con sus comidas en la casa y yo con mi pandilla de siempre y el sexo por los suelos como aquel que dice, hasta que nos recuperábamos los fines de semana y algún que otro festivo.
Pero nuestras familias nos requerían también los fines de semana y eso influía, no mucho, pero algo sí que se notaba. Ni ella, ni yo mismo quisimos aprovechar alguna que otra quedada que hacían los tíos de ella, porque ambos preferíamos estar solos después de lo poco que nos veíamos entre semana.
En cuanto al jardinero, no habíamos comentado nada sobre su continuación o no como empleado de la casa, si no, que lo dejamos aparcado porque ninguno quería sacar el tema a relucir. Tampoco hablamos de tener una nueva sesión de sexo con él. Era curioso que siempre que iba a la casa a comer con María, coincidía con el día que tocaba el mantenimiento del jardín y la piscina y más curioso según me iba dando cuenta era que en esos días nunca teníamos sexo por la noche.
Otra vez volvieron a asaltarme las dudas, que no los celos, de si en verdad ella me estaba poniendo los cuernos con el jardinero y no sé en realidad si fue debido a mi poca experiencia en la relación de pareja, o si fue por otro motivo que desconocía, pero yo quería aclarar este asunto de una vez por todas. Fue una noche de esos días en que comió en su casa con María, cuando le planteé abiertamente la cuestión que me preocupaba.
-¿Qué tal tu día? Cuéntame.
-Ella me contaba los trabajos que se estaban realizando por su empresa en esos momentos, que cada día tenían más clientes, que tendría que ampliar la plantilla...
-¿Has comido en tu casa hoy? -la interrumpí.
-Sí claro, con María, ya sabes.
-Con María y León también, ¿No?
-Sí, hoy estaba por allí.
-¿Y qué tal con él?
-Pues nada, le saludé cuando llegué y me contó sobre los últimos cambios que ha hecho en el jardín, luego cuando terminó se marchó.
-¿Sin follar con María?
Ella soltó unas risas algo nerviosa por el interrogatorio que le estaba haciendo.
-Claro, hoy no tocaba estando yo allí.
-Pues follará poco, porque coincides con él las dos veces de la semana.
-Ya... de vez en cuando me meto en mi dormitorio y así les dejo echar un polvo, luego María me avisa cuando está la comida preparada.
-¿Al dormitorio te vas tú sola?
-¿Porqué me dices eso? ¿En qué estás pensando? -me hizo las dos preguntas un poco atorullada.
-Porque no sé qué es lo que está pasando pero no se si te has dado cuenta que esos días que vas a tu casa, por la noche jamás tenemos sexo, es como si ya estuvieses saciada.
-¿Es que piensas que me estoy acostando con León?
-Lo pienso, sí, pero quiero que tú me digas que estoy equivocado mirándome a los ojos.
-Yo no te he dado motivos para que pienses que me estoy acostando con él, -me respondió intentando salir apresuradamente del dormitorio con un gran cabreo.
-Pues dímelo, -se lo dije intentando que no se fuera-, pero sin dejar de mirarme a los ojos.
-Es que me estás poniendo nerviosa, -me dijo girándose hacia mí-, y no sé qué quieres que te diga.
-Que estoy equivocado y que no te estás acostando con el jardinero.
Entonces se llevó las manos al rostro y se puso a llorar como una Magdalena.
-Sabes que yo solo te quiero a ti, no sé porqué me haces esto, -me decía entre hipidos.
-No quiero que llores cariño, solo quiero que hagas lo que te he pedido, tan difícil no es. Te juro que si me lo dices no te molesto más con este tema.
Entonces con los ojos desbordados por las lágrimas me lo dijo.
-Estás equivocado y no me estoy acostando con León.
La verdad es que con los ojos llorosos se podían camuflar sus inseguridades, pero o era muy buena actriz o no había nada de sexo con el jardinero.
-Está bien, te creo de momento, pero te juro que sigo con muchas dudas. No me engañes nunca, Pilar, no te lo podría perdonar. Si alguna vez tienes un calentón y quieres estar con él, me lo dices y repetimos lo que hicimos en la casa rural, pero no lo hagas nunca por tu cuenta. También cuando quieras podemos citarnos con alguna pareja del club, porque estoy seguro que no pondrán ninguna pega.
Ella seguía secándose sus inagotables lágrimas con un pañuelo de papel y yo como soy muy tierno por naturaleza, la acogí en mis brazos para darle mil besos en la mejilla y parte de su cuello.
-Voy a dejar de ir a la casa cuando esté León, -me dijo-, espero que así por lo menos estarás más tranquilo.
Luego entre muchas más carantoñas nos pusimos muy verracos y no tuvimos más remedio que apaciguarnos con dos polvos por mi parte y unos cuantos más por la suya. La verdad es que si ese día tuvo relaciones con León según mis sospechas, no se notó para nada.
A partir de ese día ella se volcó un poco más en mí procurando acabar antes sus tareas en su empresa, apenas pernoctó un par de noches fuera de la ciudad y hasta tuvimos un encuentro a mitad de semana con sus tíos y la pareja formada por Ángel y Sara, que nos expresaron su interés por volver a estar con nosotros.
Estábamos próximo a finalizar el segundo curso cuando al levantarme me sentí un poco mal por un fuerte dolor de garganta, pero eran días importantes en el curso y no podía faltar, así que sin decirle nada a mi novia, porque no me dejaría ir, me tomé un paracetamol y me marché a la misma hora que todos los días. Estuve toda la mañana hecho polvo, sobre todo porque tenía unas mocarreras súper molestas, además del cuerpo destemplado, así que decidí dar por finalizado el día universitario y marcharme a casa para meterme en la cama con diez edredones por encima.
Nada más entrar, observé cómo Lina se ponía muy nerviosa, pero como ella era de pocas palabras y me tenía mucho respeto, no le di ninguna importancia a esos nervios.
-Señorito Rigo, ¿La señorita Pilar sabe que usted está aquí?
Joder ni siquiera me preguntó qué era lo que me pasaba teniendo en cuenta la mala cara que tenía, todo su problema era saber si mi novia estaba al tanto de lo mal que me encontraba.
-No, no la he querido preocupar por un simple resfriado, -aproveché mi respuesta para hacerla saber lo que me pasaba-, ¿Me puedes preparar una infusión para tomarme un paracetamol? Hoy no voy a almorzar nada, por eso no te preocupes.
Ella asintió sin decir una palabra más como tenía por costumbre y yo me dirigía al salón a esperarla.
-Por favor, señorito Rigo, quédese aquí que ya le estoy preparando la infusión, así se toma la pastilla antes.
¿Pero qué era lo que le pasaba a esa muchacha hoy? El salón estaba junto a la cocina, ¿Cual era la diferencia de tiempo entre tomarla en la cocina, o hacerlo en el salón?
-No me importa esperar un rato más, -le dije sonriendo con la poca sorna que me permitía mi estado de salud-, me la pones en el salón, por favor.
Cuando entré en él pude observar que Lina había preparado la mesa para dos comensales y la verdad era que no me cuadraba que Lina compartiera mesa en el salón con mi novia. Entonces volví a la cocina donde la muchacha no levantaba ojo del cacharro donde se calentaba el agua.
-Perdona Lina, ¿Quiénes van a comer hoy en casa?
-No sé señorito Rigo, la señorita Pilar me pidió que preparara dos cubiertos para almorzar.
-¡Ah!, vale, entonces espero no molestarla si tiene un compromiso. Me tomaré la infusión aquí mismo.
-Debería acostarse señorito Rigo, -me dijo con un exabrupto, como si hubiese tenido la idea del siglo-, enseguida le llevo la infusión con la pastilla.
Pero no había terminado de expresarme la parrafada más larga desde que la conocía, cuando sonó el interfono del vídeo-portero que yo mismo tenía un metro a mi izquierda, así que me incorporé para atenderlo, cuando Lina se precipitó sobre él para conectarlo y desconectarlo en un pispás, sin apenas dejarme ver quien llamaba, pero como si fuera un flash el rostro de León se quedó grabado en mi retina.
Enseguida se me encendieron todas las luces de las alarmas en mi cabeza. Todo cuadraba, los nervios de Lina nada más verme entrar, la mesa para dos y la llamada al vídeo-portero de León anunciando que venía a comer y a follarse a mi novia. Mis piernas se me aflojaron de repente y sin decir una palabra presioné el botón que habría la puerta del portal de entrada al edificio. Solo teníamos que esperar un rato para que también se presentara mi novia con la idea de compartir mesa y cama con el jardinero.
Mientras subía León, miré descaradamente a Lina.
-¿Desde cuando ocurre ésto aquí? -le pregunté.
-No puedo responderle señorito Rigo, pregúntele a la señorita Pilar.
¡Mierda de señorito de los cojones!, yo era un señorito cornudo y a lo que se veía, desde bastante tiempo atrás.
En eso sonó el timbre de la puerta y Lina abandonó mi infusión para salir a abrir todo lo deprisa que podía.
-¡Espera!, -casi le tuve que gritar porque ya salía por la puerta de la cocina-, abriré yo mismo.
Cuando abrí la puerta el León se quedó tan de piedra como una estatua, sin saber cual debería ser su decisión más correcta, incluida seguramente la de salir corriendo escaleras abajo.
-Pasa al salón que tienes la mesa preparada, aunque tendrás que esperar a Pilar que estará a punto de llegar, ¿Verdad?
Pero él no se movía un pelo de donde estaba.
-¡Que pases coño! -Le dije en un tono más alto, haciéndole reaccionar de golpe y tras el repullo, entró dirigiéndose hacia el salón donde se quedó de pie a la entrada del mismo, sin saber que más hacer.
-Toma asiento hombre, hay confianza, ¿No es cierto?
Él se sentó en el filo del asiento del butacón, donde no sé porqué se me vinieron múltiples imágenes de él follándola en ese mismo butacón. Estaría delirando por la calentura de la fiebre seguramente.
-¿Me vas a decir tú desde cuando estáis follando a mis espaldas? O también se lo tengo que preguntar a Pilar.
Él me miró primero con prudencia, pero luego adoptó una posición más desafiante.
-Solo paramos un par de meses cuando te conoció, -me respondió desde esa nueva expresión casi de chulería.
-Baja esos humos, porque enfermo como estoy, soy capaz de sacarte la cabeza de un puñetazo cabrón de mierda, -le dije yéndome hacia él con el puño en posición de lanzarlo contra su cara-, ¿Conque pidiéndome permiso para follar en la casa rural? ¡Eh! Menudos hijos de puta.
-Mejor me voy, -me respondió algo acojonado, intentando incorporarse para su huida-, que te veo muy nervioso.
En esos precisos momentos se oyeron los ruidos de la puerta de entrada y unos cuchicheos de Lina a Pilar para advertirla de que yo estaba allí.
Tardó unos diez segundos en hacer su aparición en el salón, donde me encontró de pie muy cerca de León que miraba hacia el suelo sin saber donde meterse. Se la veía desesperada como si la excusa que había elaborado en esos diez segundos de espera, se le mostrase ahora como una gilipollez inútil de plantear, tal era la expresión de culpabilidad de León y la del cabreo mío.
-¿Qué haces tú aquí a estas horas? -Por fin se decidió a abrir la boca.
-¿Te ha molestado que lo haya hecho? ¿Quieres que me vaya para que podáis seguir con vuestra rutina, como si aquí no hubiese pasado nada?
-No, claro que no, ¿Te encuentras mal? ¿Tienes fiebre? -me respondió intentando acercarse a mí con la palma de la mano extendida para tocarme la frente.
Aquello era irreal total, preocupándose por mi resfriado, al tiempo de que se olvidaba que acababa de descubrirle el pastel que se traía con León, desde antes que empezara el segundo curso.
-Esto es de locos, no tienes vergüenza Pilar ¿Cómo me has podido engañar tanto con este gilipollas? -diciendo ésto casi me abalanzo sobre él para terminar de ajusticiarlo.
-Vete León, -le pidió ella al ver que no terminaba de controlarme. Cuando se incorporó hizo un intento de enfrentarme para defender a su dama y si Pilar no se mete entre los dos, no sé que hubiera sido de él, porque estaba verdaderamente cabreado.
-¡Vete ya! -le volvió a pedir, pero él hizo una maniobra que le sirvió para quedar frente a mí parapetando a mi novia y fue entonces cuando le terminé de dar el puñetazo que antes amagué dos veces.
Al caer al suelo arrastró el butacón produciéndose un fuerte estruendo en el salón. Lina entró súbitamente llevándose las manos a la cara dando un grito de horror.
-Trae una toalla, -le pedía mi novia al ver la sangre que brotaba de la nariz del intrépido jardinero-, venga, date prisa.
Ella fue a dar cumplimiento a lo que le ordenaba Pilar y yo me fui al dormitorio a preparar la maleta, aunque el cuerpo me pedía meterme en la cama urgentemente. Entonces cambié de rumbo para ir a la cocina y me tomé el paracetamol con un vaso de agua, despreciando la mierda de la infusión, estaba enfermo y cabreado, muy mala combinación y la verdad es que no estaba para hacer ninguna maleta, así que me encerré en el dormitorio echando el seguro de la puerta, luego me acosté tapándome con la tapa hasta la nariz y quedándome dormido en un momento.
Me desperté tres horas más tarde empapado en sudor oyendo como mi novia aporreaba la puerta y me gritaba que abriera. ¿Porqué me gritaba y porqué estaba cerrada la puerta? Conforme me levantaba para abrirla, recordé todo lo que había pasado horas antes, creyendo que todo había sido un mal sueño. Entonces me levanté y abrí la puerta que tanto maltrataba Pilar, después me volví para entrar al servicio porque necesitaba hacer mis necesidades y darme una ducha, por lo que también cerré la puerta con el pestillo antes de que mi novia me pudiera molestar.
Cuando salí más tarde ella me estaba esperando sentada en el borde de la cama.
-He tenido que cancelar todo lo que tenía que hacer esta tarde para poder hablar contigo, -me reprochó la muy puta, que conservaba la ropa del mediodía manchada aún con la sangre de León.
-¿También has cancelado el polvo con tu jardinero? ¡Qué pena! O a lo mejor no lo has cancelado. -Le decía mientras buscaba toda mi ropa para vestirme, porque estaba en pelotas, coger mis cosas y largarme de una puta vez de ese piso traidor.
-No te hagas el gracioso conmigo y siéntate que tenemos que hablar.
-Guárdate los detalles de cómo te folla tu amante porque no me interesan, así que márchate y deja que recoja mis cosas.
-¿Es que piensas irte? -me preguntó como si estuviese haciendo una locura.
-Está bien, vamos al salón, -le dije saliendo yo delante ya vestido-, allí hablaremos.
Me senté en el butacón porque no quería darle ninguna oportunidad de acercarse. Ella se sentó en la esquina más próxima a mí del sofá.
-¿Qué tienes que hablar conmigo para justificar lo que estás haciendo? -le pregunté.
-No quiero justificarme, es cierto que me acostaba con él, pero eso se acabó, ya lo he despedido y no volveré a serte infiel en la vida, tú eres el único hombre al que yo amo y amaré hasta que me muera. Te juro que jamás volveré a serte infiel.
-Y ahora yo te perdono y seguimos felices como las perdices.
-Te estoy hablando en serio Rigo, deja el sarcasmo para otro momento.
-Vale, dejo el sarcasmo para decirte seriamente que lo nuestro se ha acabado, que en cuanto recoja mis cosas me marcho a mi piso de estudiante, porque lo que has hecho no tiene nombre.
-Querrás decir lo que hice y no quiero que te vayas, quédate aquí mientras lo piensas más tranquilo, por favor, no me hagas esto.
En su cara se dibujó un puchero que terminó en un llanto silencioso, mientras no paraba de susurrarme que estaba muy arrepentida, que no sabía como parar aquello y que jamás me volvería a ser infiel.
-Perdóname cielo, si me dejas me muero de pena, quédate para ver a una nueva Pilar que te va a hacer el hombre más feliz del mundo, te juro que no te arrepentirás de haberme perdonado.
Con esas palabras logró que se me saltaran las lágrimas a mí también, yo la seguía queriendo y lo seguiría haciendo hasta no sé cuanto tiempo más, pero es que lo que hizo era muy grave.
-Mira Pilar, si lo que necesitas para vivir en paz es que yo te perdone, ya te estoy perdonando, pero no puedo olvidar lo que has hecho, tampoco tendré ninguna seguridad de que vuelvas a ser infiel.
-No me dejes Rigo, por favor, no me dejes... León ya no existe y nunca habrá otro León que interfiera en nuestras vidas, te lo juro mi amor, te lo juro...
-Necesito hablar esto con alguien, pues yo no tengo experiencia, me pondré en contacto con tus tíos que estarán de tu parte, también lo voy a comentar con mi pandilla que estarán de la mía, con toda, porque quiero conocer sus opiniones, pero de momento me voy a mi piso de estudiante. Luego te diré cual es mi decisión.
-Pero lo puedes hacer desde aquí, no te molestaré, si quieres duermo en la otra habitación y si no quieres verme en esos días, me quedo en mi casa. Rigo lo que tú digas, pero no te vayas.
-Es que tampoco quiero ver nunca más ni a Lina, ni a María, ellas me han traicionado tanto como tú, por eso me iré a mi piso.
-Las despediré a las dos, no te preocupes que les daré una buena indemnización para que no se vayan descontentas. Lo sentiré mucho por María, pero a partir de mañana buscaremos a otras que las sustituyan y también a otro jardinero, claro.
-De acuerdo, me quedaré aquí, pero tú a la otra habitación y Lina se irá mañana mismo, ya nos apañaremos sin ella. Otra cosa, desde este momento no tengo ningún compromiso contigo, demasiado gilipollas he sido hasta ahora.
-¿Cuántos días necesitas para tomar tu decisión?
-No lo sé Pilar, lo mismo una semana que un mes, no lo sé y no me preguntes nada si algún día no aparezco por aquí.
Ella asintió con cara de preocupación.