Vivo de las mujeres decentes (Capítulo 13)
Rigo y su novia tienen un encuentro previo con otras parejas antes de ir a la casa rural
Capítulo 13
La conversación con León fue unos días después aprovechando que ella fue a comer a su casa y que a él le tocaba ese día sus labores de mantenimiento en el jardín.
Poco antes de la comida los reunió a los dos en el cenador del jardín.
-¿Tú conoces lo del club de mis tíos? -Le preguntó mi novia a León.
-No del todo, -le respondía él un poco incómodo-, María me ha contado algo.
-¿Lo sabe todo? -Ahora se dirigía a María.
-Sí, al menos lo que yo sé. -Le respondió.
-Está bien, -concedió ella-, pues entonces también sabrás que en semana santa vamos a llegarnos a una casa rural, donde seremos cuatro parejas como mínimo y puede que se apunte alguna más.
El chico asintió como si supiera también lo de la casa rural, por lo que ella prosiguió.
-A esos eventos suele acudir el matrimonio que está empleado con una de las parejas, pero no van a poder hacerlo esta vez, por lo que nos va a acompañar María y también nos haría falta que vinieras tú -le explicó mi novia-, por supuesto ambos cobraréis un extra por esos tres días.
León se quedó un poco tenso porque se le agolpaban mil preguntas en su cabeza, a cual más loca e imprudente, sin saber cómo planteárselas a mi novia. Pero la confianza de habérsela follado tanto tiempo le impulsó a hacer la primera.
-¿María y yo también tenemos que follar con vosotros?
-Veréis, vosotros tendréis que estar al servicio de lo que nosotros necesitemos, tú harás un poco de todo, pero principalmente te encargarás de atender el bar. Sole a la que creo que conoces y María estarán más bien atendiéndonos a nosotros, primero con las bebidas y la comida, luego cuando empiecen nuestros encuentros os quedaréis en tanga vosotras, -le dijo a María-, y en este taparrabos tú, -le dijo a León mientras le daba el taparrabos a él y el tanga a María-, sin ninguna ropa adicional. En cuando al sexo solo lo haréis si alguien de nosotros os lo pide, nunca lo pidáis vosotros. Van a ser tres días, por lo que casi os puedo asegurar que también vais a participar.
León tenía un gran empalme en esos momentos según me dijo luego mi novia.
-Perdona, -dijo él cuando mi novia depositó su mirada en el paquete-, no lo he podido evitar.
-No tienes que disculparte y menos ante nosotras que te conocemos bien, tampoco te reprimas en la casa rural si te ocurre, -luego miró a María que tenía los pezones a punto de traspasar la camisa-, anda, acabad pronto que tengo que comer y me espera mucho trabajo esta tarde.
-Si quieres te puedes quedar también, -le respondió León mirando los pezones de Pilar, que tampoco estaban dormidos.
-Vale, pero solo para veros, pues no tengo permiso de Rigo para participar.
Enseguida se pusieron a la faena, dándose unos morreos bastante sonoros, al tiempo que comenzaron a desnudarse, hasta que se separaron unos segundos para quedarse los dos totalmente en pelotas. María se puso de rodillas y se tragó el hermoso falo del chico que estaba bien dotado, entonces él la levantó y la sentó sobre la mesa del cenador justo al lado del codo de Pilar, para comerse todo el coño totalmente depilado de María.
Un minuto después se incorporó colocándose entre las piernas de ella con el rabo más tieso que un poste de ceda el paso y fue Pilar la que agarrándolo y dándole unos meneos previos sobre la raja de ese coño tan rosado, le cedió el paso a su agujero de follar.
El polvo no duró mucho pues ambos estaban muy calientes, además mi novia viendo que el chico no iba a aguantar mucho, ayudó a ella con una buena refriega de sus dedos en el clítoris. Enseguida entre grandes gemidos de María y algunos de él, se corrieron como dos bellacos. León tuvo todo el descaro de sacar su polla del coño y largarle unos últimos lechazos en los dedos de Pilar, que le devolvió un manotazo a la verga por atrevida.
-No seas guarro, que ahora no toca -le dijo con una sonrisa picarona, a la que él respondió con una carcajada-, lavaros y poneros el tanga y el taparrabos, a ver cómo os quedan.
Luego de darles el visto bueno, se dispuso a comer y marcharse a sus nuevas labores.
Esa noche me contó todo lo que pasó en su casa con aquellos dos, quedando ambos muy calientes que era lo único que me faltaba a mí para ponerme como una moto y echarle a mi novia los cuatro polvos de rigor. Ahora alternábamos con el anal para no dejarle la vagina echa unos zorros.
El Domingo de Ramos nos fuimos a comer a casa de los tíos de Pilar, donde también se encontraban las dos parejas formadas por José y Rita y Adela con su marido Samuel, que ahora al verlo sí que lo reconocí de inmediato, pues hasta en una ocasión me llevó a mi casa de alquiler después de una velada.
Estos últimos no habían podido cambiar su destino de esos tres días, por lo que definitivamente no acudirían. A todos se les notaba en sus rostros la fatiga por la noche que se acababan de dar, sobre todo ellos, porque las chicas estaban un poco más alegres. Adela me dio un abrazo más sensual que otra cosa, porque el agarrón a mi culo no fue nada normal. Rita no fue menos atrevida porque lo suyo fue un pico en los labios, mientras le hacía un guiño a mi novia.
Pilar también fue agasajada en sus nalgas durante el corto abrazo de José y Samuel. Su tío sin embargo le dio dos besos en las mejillas y Cristina no se andó con chiquitas al darme un buen sobeo en la polla mientras también me abrazaba.
-Qué polla más espectacular tienes, José Luis no para de hablar de ella, -les dijo mirando a los demás con unas risas de regocijo, al ver que me la estaba poniendo dura.
Todos miraban cómo se iba agrandando el tamaño de mi rabo bajo el pantalón, con la ayuda de Cristina que no la terminaba de soltar.
-Menuda suerte tienes por haberte quedado con Rigo, -le dijo Rita a mi novia-, es que lo tiene todo y lo bien que lo sabe usar el granuja éste, -ahora para señalarme y no dejar equívocos, me largó una buena nalgada.
José me echó un brazo al cuello y me dio un beso en la mejilla, dando a entender a todos que estaba de acuerdo con su esposa. También noté que José Luis estaba indeciso, pero se contuvo y no me hizo ni comentó nada sobre mí. Samuel tenía agarrada a mi novia por la cintura, aunque de vez en cuando le daba una nalgada muy floja sin que ella se inmutara lo más mínimo, aunque cada vez que coincidíamos en nuestras miradas me sonreía pícaramente.
En la comida no dejaban de comentar anécdotas de la noche anterior, algunas muy morbosas como cuando José y José Luis se reían de Samuel, por la follada que le había dado Rafael a Adela su mujer, sin que él se enterara porque estaba en esos momentos en un trío con otra pareja.
-Eso no tiene nada de malo -decía Adela con unas risas que secundábamos todos-, ¿Cuántas veces se ha follado mi marido a Julia? ¡Eh! ¿De eso no decís nada?
Las risas que no cesaban demostraban el buen humor con que todos aceptaban lo que allí se hacía. Ya en los cafés estuvimos poniéndonos de acuerdo sobre cómo nos íbamos a organizar para trasladarnos a la casa rural, que se encontraba en la sierra a unos ochenta kilómetros de nuestra ciudad. Nosotros iríamos con María y León y nos teníamos que encargar de llevarnos todas las bebidas, José Luis y Cristina llevarían a Sole y toda la cubertería, vajilla, vasos y juegos de tazas de café, de la comida se encargarían las otras tres parejas, que se pondrían de acuerdo entre ellas durante la semana.
En definitiva estaríamos cinco parejas más los tres empleados, llegaríamos el jueves por la mañana y regresaríamos el domingo por la tarde después de la última comida.
-Tienes que hacer un último esfuerzo, cielo, -le decía Adela a Samuel, su marido-, yo no me quiero perder esa excursión de tres días y a tu familia la podemos ver al siguiente fin de semana.
Samuel no decía nada, pero parecía convencido que de ninguna manera quería agraviar a su mujer, así que el morbo por ver a las dos hermanas follando conmigo, me hizo una trastada en mi entrepierna, volviendo a dar un espectáculo ante los demás tertulianos.
Ellas se miraban unas a otras relamiéndose por lo que pudiera ocurrir en unos minutos y mi novia se puso un poco tensa porque al parecer todavía no estaba preparada para una follada colectiva. Todos nos encontrábamos un poco revueltos, pues nos sentamos a tomar café tal como llegábamos al salón.
Curiosamente la primera que recibió una caricia fue Pilar, a la que José le tenía puesta una mano encima de un muslo, con los dedos perdidos entre sus piernas, ella no decía nada y hasta creo que se relajó al ver que además de por mí, también había interés por ella. Sin embargo Cristina animaba a José para que fuese más lanzado, dándole un beso con lengua bastante ostentoso, metiéndole la mano por dentro de la camisa y poder acariciarle las tetillas.
Rita no perdió el tiempo, así que mientras dejaba que José Luis le agarrara las tetas, me daba un buen morreo poniendo sus manos en el paquete de él y en el mío. La verdad es que no sé cómo fue, pero en un momento se desencadenó un lío de todos contra todos, primero con los que teníamos a nuestro lado y luego nos íbamos incorporando para sacarnos nuestra propia ropa.
Yo me apropié de Adela a la que le tenía más ganas desde que me enteré que era la hermana de Julia y si antes no me di cuenta de ello, fue porque no se parecían casi nada. Le estaba haciendo una comida de coño cuando pude observar que su marido se entretenía con mi novia que le estaba haciendo una mamada de campeonato, hasta que un momento después la follaba con muy buenas embestidas, curiosamente la espalda de ella se apoyaba en la de José Luis que estaba a lo suyo también, ayudando a José en la follada que le hacía a su mujer. Rita también ayudaba a mi novia, que elevando sus brazos tropezó con una polla a la que se agarró con mucho ahínco sin saber que era la de su tío. En un momento que nos miramos a los ojos le hice un gesto para que mirara a quien le estaba haciendo una paja. Cuando lo vio, le soltó la polla como si de un hierro candente se tratara, mirándome de nuevo para reírnos sin ningún recato, aunque en su cara se dibujaba el placer que estaba recibiendo en el coño. Cuando Rita la volvió a besar y José la penetraba con más fuerza intentando hacerla acabar, no tuvo ningún reparo en agarrarse nuevamente al mismo falo de antes, echándome una nueva mirada desafiante.
El caso es que en cuanto ellos se corrieron por primera vez, sacaron la bandera blanca para rendirse ante su impotencia por intentar seguir en el ajo, sus pollas no se volvían a levantar de ninguna manera. Pilar había recibido la corrida de José en su primera follada con otro hombre delante de mí y se había tragado entera la corrida de Samuel. José Luis cómo no, se había vuelto a tragar la mía, mientras él se folló a Rita hasta correrse dentro de ella.
Todos sabíamos que la menos agasajada era Cristina, porque a Adela la puse en dos orgasmos antes de correrme en la boca de José Luis, pero Sole también estaba sin tocar aunque no dejaba de entrar y salir del salón trayéndonos toallitas húmedas y calientes para que nos limpiásemos de los fluidos que quedaban sueltos por todas partes, ella misma se preocupaba de limpiarnos cuando hacía falta.
Fue mi novia la que tomó cartas en el asunto poniéndola de pie delante de ella, dejándola en pelotas en dos segundos, luego la arrodilló entre mis piernas para que me hiciera una buena mamada, mientras ella desde atrás le agarraba las tetas y le daba mordisquitos que era lo suyo, por todas partes. Por último la sentó a horcajadas sobre mis rodillas y ella misma dirigió mi falo a su coño para que le diera dos orgasmos seguidos, quedando totalmente desmadejada sin atinar a coger ninguna toallita caliente ni fría para limpiarse ella misma.
Ahora le tocaba el turno a Cristina que sabiendo que me quedaban dos tiritos por dar, se colocó la primera de la cola y con la ayuda de Samuel me comieron el rabo un buen rato. En eso vi como Pilar colocaba a su tío a mi lado y cogiéndome mi mano derecha hizo que le agarráramos la polla entre los dos, que ahora sí se puso hecho un verraco hasta que conseguimos que se corriera en menos de dos minutos. Su leche se la limpió Sole que estaba en todo y más con su jefe, primero con la boca y luego con otra toallita.
Me acababa de estrenar en eso de tocar a otro tío, nunca mejor dicho, solo había sido una paja ayudado por otra mano, pero no quitaba nada a que había sido mi estreno y no me había disgustado.
Después de follarme a Cristina en dos posturas y correrse en cada una de ellas, terminé por follarme a Rita. Curiosamente fue Samuel el que tuvo mucho interés en que me la follara, seguro que porque José estaba entretenido con su mujer y no tenía otra cosa mejor que hacer.
Ahora sí que me rendía yo también.
Luego fuimos a la casa, donde nos pensábamos quedar hasta nuestra salida a la casa rural, porque yo no tenía clases en toda la semana. Pilar también aflojó bastante en su jornada laboral y solo trabajó un par de horas cada día. El lunes fuimos a recoger a Lina para que se viniera también a la casa, donde luego se quedaría hasta que regresáramos, aunque Pilar le dio permiso para que esos días la acompañara un noviete suyo, porque le daba miedo quedarse sola en esa casa tan grande.
Por la tarde nos acercamos al centro comercial donde encargamos para que nos lo llevaran a la casa, un montón de bebidas alcohólicas de todas clases, más otro tanto de refrescos. También nos ocupamos de las ropas que llevarían María y León.
El martes estuvo su empleado trapicheando por el jardín y la piscina, hasta que mi novia le pidió que se probara tres conjuntos que le había comprado para que se los pusiera los días de trabajo en la casa rural. Esas pruebas las hizo en el salón, donde yo me encontraba observando pero sin decir nada.
Cuando se tuvo que quedar en calzoncillos porque tenía que probarse uno de los pantalones, vi como se ruborizaba al tenerme a mí delante, pero Pilar le apremiaba para que no se demorase más y con la ayuda de María, le retocaba el largo del pantalón, o le plisaba la camiseta con unos alfileres para que quedara más entallada, además de que con tanto toqueteo y dejarle casi en pelotas porque eran ellas las que abrochaban y desabrochaban las braguetas de los pantalones, el pene del León se hizo poco a poco más evidente, hasta terminar en un buen empalme que hizo reír a las dos y al propio chico que ya no se cortaba tanto porque estuviera yo delante. Luego le hizo probar otros dos taparrabos.
-Perdona, pero es que así como estoy.... -se excusaba él porque la prueba no iba a ser muy normal que digamos.
-No te preocupes por eso, -le dijo Pilar-, mejor, porque así lo probamos para cuando te empalmes allí.
Tampoco tuvo tiempo para más excusas porque mi novia le pegó un tirón hacia abajo de sus calzoncillos, dejándole todo el rabo al aire.
-¿No está mal verdad? -se dirigió a mí por primera vez mientras me mostraba la polla del chaval agarrada por el centro del tallo.
Yo asentí sin darle más importancia a lo que ella agarraba, que era una buena polla, de eso no cabía duda y no iba a pasar desapercibida en el próximo evento, de eso también estaba seguro. Y si tuviera que elegir hacerle una paja a alguien, la prefería antes que la de José Luis.
Luego León se probó los dos nuevos taparrabos que casi no cumplieron lo que prometían por su denominación, quedando ambos muy justos.
-Antes de irte, tendrás que probarte los arreglos que va a hacer María, -le dijo, mientras él se volvía a quedar en pelotas al quitarse el último taparrabo antes de vestirse y marcharse a terminar sus quehaceres.
-Ahora tú María, -le dijo a ella-, tienes que probarte toda la ropa que te he comprado. Rigo acércate para ayudarme.
Lina que estaba en la cocina se quedó muy atenta a lo que hacía su amiga, después de no haberse perdido nada de las pruebas con León.
Lo primero que hizo Pilar fue dejarla en pelota picada, para que empezara por probarse un conjunto de lencería que seguramente compró anteriormente ella sola. Aquello era un picardías para que se lo pusiera una señorita de compañía, aunque la verdad era que tampoco desentonaría en el evento que nos esperaba en dos días. La parte de arriba tenía unos lazos que se ataban al cuello parecido a un bikini y yo le tenía que sujetar las tetas subiéndolas más o menos según me decía Pilar, con el objetivo de dejarlas lo más firmes posible, cuando en su caso no hacía ninguna falta porque las tenía empitonadas hacia arriba.
La cuestión era que yo también me había empalmado y desde esa posición que tenía detrás de María, no dejaba de darle un pollazo detrás de otro en su magnífico culo, que de ninguna manera ella reuhía, si no que más bien lo procuraba.
Mi novia lo veía pero no decía una palabra sobre ese incidente, siguiendo con las pruebas de toda la ropa que le había comprado. Al final también se probó varios tangas similares al primero que le entregó hacía unos días, que ahora sin otra vestimenta que la pudiera deslucir, hacía que mi rabo se irguiera hasta su punto más extremo.
-Joder cómo te has puesto, -me dijo mi novia-, os dejaría que echarais un polvo, pero es que tiene que hacer los arreglos a la ropa de León.
-No te preocupes, lo hacemos luego a la noche -les dije a las dos dándole un cachete a María, que nos miraba como si su décimo de lotería se hubiera quedado a un número del gordo.
María se fue a terminar los arreglos y nosotros echamos un polvo en nuestro dormitorio porque mi novia estaba tan caliente como yo, con tanta polla del jardinero y tantas tetas de María que al parecer también la perjudicaban.
-¿Seguro que era esta polla la que te querías follar? -le pregunté.
-No me provoques y dame permiso para cuando me venga bien que mi jardinero riegue mi planta.
-¿Sin estar yo delante?
-Claro, delante de ti sé que no voy a tener problemas, ¿Verdad? -me dijo dándome un apretón en la punta del nabo que me seguía teniendo agarrado.
Me quedé mirándola algo más serio, porque había algo que no terminaba de cuadrarme.
-¿No te la estará regando desde hace tiempo? -le cuestioné.
Ella se quedó como paralizada en el vaivén que le daba a mi polla y en el resto de sus gestos.
-¿Porqué dices eso?
¿Qué quería que le dijera? Que un chico que la había estado follando un año o más hasta que llegué yo, no era normal que lo siguiera manteniendo como jardinero, sobre todo después de echarse novio. Además que no dejaba de ir a comer entre semana, porque te gustaban las comidas que le hacía María. Seguro que coincidían con los días que iba León a trabajar.
-No sé Pilar, no estoy muy contento conque León continúe trabajando para ti, lo normal es que hubieras buscado otro jardinero hace tiempo.
Ella permaneció callada unos segundos, pensando seguramente qué es lo que me iba a responder.
-Rigo cariño, sabes que de su trabajo no tenemos ninguna queja. Por otra parte a mí me ha respetado siempre desde que nos hicimos novios y por último, mantiene unas relaciones con María que no estaría bien que se las cortara, porque ella no iba a quedar muy contenta con nosotros.
-De acuerdo, -le dije para zanjar la cuestión de buena manera-, solo quería darte mi opinión sobre ese asunto, pero si tú lo ves bien, no tengo nada más que objetar.
-Si quieres lo dejamos pendiente para cuando volvamos de estos tres días de vacaciones en la casa rural, -me dijo-, no estoy dispuesta a que ese asunto te siga contrariando, ni un día más y si no tomo medidas ahora mismo, es porque no nos queda tiempo para buscar a otra persona que venga en su lugar.
-Como tú digas, -le dije aceptando su propuesta-, anda vamos a bajar que María habrá terminado con los arreglos.
Cuando regresamos al salón, María y Lina se encontraban en la cocina junto con León que ya había acabado con sus trabajos y que estaba esperándonos para que Pilar le diera el visto bueno a esos arreglos, cosa que ella manejó con rapidez y en unos minutos finalizó la tarea a plena satisfacción.
-Entonces te esperamos el jueves a las diez de la mañana, -le ordenó mi novia al tiempo que le entregaba una hoja de papel-, busca en Internet esta lista de combinaciones de bebidas, porque son las que más te van a pedir, así no tendrás ningún problema en servirlas.
-Si no le importa llegaré a las ocho de la mañana para darle un repaso al jardín y a la piscina antes de marcharnos, porque si no lo hago, serán muchos días hasta la próxima semana, sobre todo para el tratamiento del agua de la piscina que se puede estropear.
Pilar asintió dejándole marchar sin más cuestiones, echándome una mirada muy significativa después del ofrecimiento desinteresado de su jardinero.
Esa tarde nos fuimos al centro con las dos chicas en un taxi, porque queríamos ver desde los balcones las procesiones que pasaban por nuestra plaza. En el piso ellas prepararon una cena muy ligera para nosotros dos, luego estuvimos viendo pasar hasta muy tarde las hermandades de ese día. Después nos dio pereza volver a salir a la calle con el gentío que había, así que decidimos volver a la casa al día siguiente, quedándonos a dormir en el piso.
-¿Sigue en pie lo de follar esta noche con María? -me preguntó mi novia abrazándose a mí en el sofá del salón donde estábamos tomando una última copa.
-¿Y Lina? -le pregunté porque no sabía si María querría que su compañera se enterase de nuestros escarceos de esa noche.
-Por eso no te preocupes, María la tiene al tanto de todo y la chica también es muy competente. Yo creo que incluso está un poco molesta, porque no hemos contado con ella para llevarla a la casa rural.
-Pero tiene novio formal, ¿No? -le pregunté.
-Sí, aunque según me dio a entender todavía no lo tiene muy claro.
-Pues nada, la tantearemos más adelante -le dije con unas risas que ella secundó.
En esos momentos entraban al salón las dos empleadas.
-Señorita Pilar, si no necesita más de mis servicios, me retiro a dormir, -le dijo Lina.
-Claro que sí y antes de irte quiero que sepas que estamos muy satisfechos contigo por lo bien que realizas tus tareas.
-Muchas gracias señorita Pilar y señorito Rigo, -nos dijo con una gran sonrisa en la cara-, buenas noches.
Los dos asentimos viéndola marcharse más feliz que una perdiz por las palabras de mi novia. Con lo de señorito Rigo por poco hace que me descojonase de risas. Cada día me caía mejor aquella chica de pocas palabras.
-María nos haría falta un buen masaje en la espalda a Rigo y a mí antes de dormir, ¿Tienes los aceites aquí? -le preguntaba mi novia.
-Por supuesto señora, ahora mismo me encargo de acondicionar la cama del dormitorio. -Le respondió marchándose de inmediato del salón.
Unos minutos después estaba de vuelta para avisarnos que ya lo tenía todo dispuesto. Ella venía con una bata blanca de seda muy bien ajustada por un cinturón que no dejaba entrever nada de piel, aunque el balanceo de sus tetas delataban que no llevaba puesto el sujetador. Los tres fuimos al dormitorio donde un par de toallas estaban dispuestas sobre la sábana bajera de nuestra cama, ambas pegadas a los bordes del colchón, dejando una separación en el centro, lo suficiente ancha para que María se pudiera desenvolver sin ningún tipo de problemas.
Allí esperó a que nos desnudáramos y nos echásemos encima de las toallas, luego nos puso otra toalla más pequeña tapando nuestros traseros, quedándose un poco indecisa.
-Dámelo a mí primero, -le pidió mi novia.
Enseguida se puso a la tarea soltándole un chorro de aceite en la espalda para comenzar el masaje. Lo hacía bastante bien según la experiencia que yo tenía, pues en el gimnasio también me sometía a algún masaje de vez en cuando. La única diferencia era que ella no se limitaba a la espalda de mi novia, porque sus manos se perdían continuamente bajo la toalla que tapaba su culo, aunque no sabía hasta donde llegaban esas manos y esos dedos.
A su bata se le aflojaba a cada rato el cinturón que al parecer nunca apretaba lo suficiente, haciendo que se le abriera un tremendo escote entre las solapas, hasta el punto que en alguna ocasión se le salía una teta al aire tardando cada vez más en volverla a tapar. Yo seguía echado boca abajo en la toalla con la cabeza vuelta hacia ellas, con un empalme de caballo en mi entrepierna y sin perderme ningún detalle.
El último minuto no sacó su mano de debajo de la toalla dándole una buena refriega, aunque seguía sin saber cual era la parte de ella que más se beneficiaba, eso sí los ojos los ponía casi en blanco. Finalizó acercando sus labios a los de ella para darle un pico antes de rodear la cama para hacerse con mi espalda y mi culo, por supuesto.
Mi mano quedaba fuera del borde de la cama y María no dejaba de restregar su pubis en ella, mientras se afanaba verdaderamente bien en mi espalda, tanto, que se le volvió a salir un seno de la sufrida bata quedándose al aire, porque ya no le prestó más atención. Ahora su mano se introdujo también bajo mi toalla, pero esta vez sí que sabía hasta donde se atrevía con esas manos que me apretaron las nalgas en un primer momento, luego fue más atrevida porque sus dedos se acercaron hasta mis testículos, rebasándolos incluso hasta tocar la base de mi falo lo que me estaba poniendo a diez mil, pero luego retrocedieron y se entretuvieron en mi orificio anal y alrededores. La yema de su dedo medio se apretaba en mi ano con más fuerza de lo debido, de forma que al estar impregnado con tanto aceite... tampoco quiero confesar aquí que aquel dedo me profanó de una forma deliciosa mi orificio anal, así que para evitar tener una corrida directa sobre el propio colchón, me giré en la cama asiendo a María por la cintura para hacerla caer sobre mí y sobre mi rabo al mismo tiempo.
Un segundo después tenía a mi novia luchando por hacerse un hueco entre los dos, cosa que consiguió al distraer a María con un morreo de los que hacen época. Aquí se había acabado la relación laboral de esta mujer para convertirse en una increíble obsesa sexual, o más bien bisexual, porque tanto recibió de ella mi polla como el coño de Pilar. Tampoco tuvo reparos en que le diera por el culo ayudado por el aceite que aún quedaba en abundancia.
Cuando fui a ponerme un preservativo para follarme a María, mi novia me detuvo.
-No hace falta Rigo, ella también se ha hecho los análisis, -me decía mientras yo volvía a situarme detrás de ella que se encontraba a cuatro patas, con ganas pero con algunas dudas para clavársela hasta el fondo.
-León también se los ha hecho, -añadió María notando mis recelos para follarla a pelo, respingando más el culo para no tener problemas con acertar en su agujero.
Ahora se trataba de darle placer a esta mujer y de dármelo yo también de camino, pero tomé nota de la rotundidad conque Pilar me dijo aquello de su empleada, conociendo seguro que también lo del jardinero.
Llevaríamos una hora follando y corriéndonos, cuando sin decir una palabra entró Lina en la habitación dejándonos en una bandeja varias toallitas húmedas y calientes, marchándose de nuevo sin que la volviésemos a ver para nada más.