Vivo de las mujeres decentes

Rigo va a la Universidad y conoce a Julia

Capítulo 2

La verdad es que pasé un verano espectacular teniendo en cuenta las veces que me acosté con Lili y la de cosas que me enseñó, las mil y una posturas en la cama y en el resto de la casa, cómo desarrollaba el morbo partiendo casi siempre de juegos amorosos entre los dos y los que disfrutábamos con los muchos y variados juguetes que tenía.

También me enseñó cómo comportarme dependiendo de cada momento, había veces que nos poníamos muy melosos y cariñosos, otros en los que nuestros juegos eran amorosos, pero normales, los hubo en los que nos decíamos las guarradas más fuertes que se nos ocurrían, mientras follábamos como titanes. Muy poco me enseñó de sado que no fuesen ataduras a la cama, cachetadas con una paleta que también formaba parte del glosario de juguetes y lo más fuerte era azotarla levemente con un pequeño látigo que también poseía.

Tanto era el tiempo que pasábamos juntos que en varias ocasiones su marido hablaba con ella mientras no dejábamos de follar. La primera vez pasamos muchos apuros y ella le cortó diciendo que había mucho ruido en la línea, luego la cabrona disfrutaba que la follara mientras hablaba con él por ratos casi interminables. La última nos pilló vestidos y tal como iba hablando la desnudé para follarla aunque en esos momentos no lo teníamos previsto hacer.

Me iba gustando eso de follarme a una mujer casada, entre otras cosas porque era la primera interesada en no difundir nuestras relaciones. El tiempo que no estaba con ella lo empleaba en reunirme con mis amigos del último año del instituto, ir a un gimnasio cerca de mi casa y más al final de las vacaciones de verano, en buscar una vivienda de alquiler para mi residencia durante el curso universitario en la capital. Así encontré en un piso en el mismo centro, con una parada de metro muy cerca de allí que me llevaría en poco tiempo a la universidad todos los días. Mi padre me quería proporcionar un vehículo para mis desplazamientos, pero lo consideré más un estorbo que otra cosa pues en la zona centro no había dónde aparcar, ya me haría con uno de los dos que poseía él cuando llegara a casa.

Lo que sí disponía ya era de un teléfono móvil bastante adelantado para ese año, aunque nada que ver con lo que iban saliendo año tras año hasta los que tenemos actualmente, pero me permitía mensajear con otros amigos y por supuesto llamar desde cualquier lugar.

El último polvo de ese verano con Lili fue algo penoso al final, porque llegó hasta a llorar por lo mucho que me iba a echar de menos. La verdad es que los dos quedamos muy tristes.

Mis padres y mi hermana Luisa fueron los que me acompañaron a la ciudad para instalarme en mi nuevo piso de alquiler. Tampoco era que estábamos muy retirados pues apenas nos distanciaba unos sesenta kilómetros de nuestra villa y eso tenía algo más conforme a mi madre, sobre todo si tenía que asistirme mi padre o ella misma para solucionar cualquier problema. Después de llenarme de alimentos los muebles de cocina y el frigorífico, más los ochocientos consejos de última hora. Al final se marcharon despidiéndose de mí como si me fuese a una misión al planeta Marte.

Por fin quedé en aquel piso solo para mí, sin tener que darle cuentas a nadie de lo que quisiera hacer en cada momento. Con el 1,88 que llegué a alcanzar en ese último año mi estatura se estacionó y ya no crecí más, pero casi toda la ropa para ese otoño-invierno que se avecinaba era nueva debido al último estirón de mi cuerpo.

La voz también me cambió haciéndose mucho más grave, curiosamente parecía como si la gente que me rodeaba me tuviese más en cuenta debido a ese motivo.

Al lado de mi casa había un gimnasio al que me apunté de inmediato, pues quería seguir manteniendo el buen físico que tenía en esos momentos. Tampoco se podía hacer footing por las calles del centro, por lo que no tenía otra opción.

Para no ir de pardillo el primer día, a la mañana siguiente cogí el metro para calcular lo que se tardaba en llegar a la universidad y me di una vuelta para conocer la misma. También entablé conversación con toda persona que entendía me podía ser útil. Todas muy buena gente dispuestas a facilitarte información y consejos.

En cuanto comenzó el curso me di cuenta el poder de atracción que ejercía entre mis compañeros y sobre todo mis compañeras. A mí me encantaba rodearme de amigos, pero lógicamente al final terminas fraguando más amistad con unos pocos. También me reencontré con Pedro, que había sido compañero en mi instituto en los dos últimos años, entonces apenas nos tratábamos, pero aquí iniciamos una amistad que aún perdura. Ahora es propietario de una asesoría fiscal y como ya cité anteriormente, es el que me hace las declaraciones de la renta todos los años.

Allí conocí a Paula, una chica muy inteligente, simpática y súper atractiva, andaba por algo más del 1,70, rubia con el pelo liso, preciosa de cara, ojos almendrados que cuando te miraban parecía que te habían echado la larga desde el coche de enfrente, cintura estrecha que daba paso a unas buenas caderas y un buen culo. Me encantaba más cuando se ponía un pantalón americano claro muy pegado, que me producían ciertos cosquilleos cuando le podía ver su culo. Yo no quería tener compromiso formal con ninguna chica, pero es que se ve que los dos nos caímos muy bien desde el principio y poco a poco íbamos quedando para ir de copas, a ver una película, cosa a la que sigo siendo muy aficionado, incluso a alguna discoteca solos o con los demás, pero mostrando cada día más apego el uno por el otro.

En menos de un mes ya nos estábamos acostando, siempre en mi casa, porque ella vivía en la residencia de estudiantes. A ver, los dos sabíamos que no manteníamos una relación formal de novios, no era el caso, ella tenía su vida y yo la mía, nunca llegamos a declararnos el gran amor que sentíamos, porque estaríamos engañándonos, pero los dos nos sentíamos muy a gusto con el tipo de relación que llevábamos.

Pedro se enrolló con Mavi, otra chica del grupo, una morena espectacular, también alta y con las curvas muy bien definidas, su boca era lo que más me atraía de ella, además siempre que sonreía mostraba una dentadura blanca y perfecta. La verdad es que no le pegaba nada de nada a mi amigo, un poco dejado de carnes y un mucho de asqueroso, porque estaba todo el día tirándose pedos que celebraba con grandes carcajadas, vamos un dechado de virtudes para esa preciosidad.

Una tarde que habíamos quedado los cuatro volvimos en el metro como siempre hacíamos, Paula y Pedro tenían enlaces distintos al mío, pero Mavi volvía en mi línea y se bajaba tres paradas más tarde. En el trayecto me preguntaba por unos temas que yo le podía facilitar desde mi portátil, así que me acompañó primero a mi casa para luego volver a coger el metro e irse a la suya.

Pero no volvió a la suya, sino que se quedó a dormir conmigo casi por petición unilateral. La cabrona era una fiera en la cama, pero yo ya no me quedaba atrás y si era por cachetadas, pues cachetadas tendría. Estuvimos follando casi toda la noche, encantándole todo lo que le supe enseñar después de mis prácticas con Lili. Al final no me pude resistir en plantearle algo que me estaba rondando desde que subimos a mi casa.

-Oye Mavi, estás saliendo con Pedro y sé por él que aunque te lo ha pedido varias veces, aún no os habéis acostado -le decía para ver qué motivo me daba-, porque por falta de lívido no era, eso seguro.

Me miró con esa sonrisa cautivadora mostrando unos dientes interminables y perfectos.

-Joder Rigo, es que me cae fatal, ¿Cómo me voy a acostar con él? A mí el que me gusta eres tú y si para eso tengo que pasar por ser amiga de Pedro, pues lo soy y ya está. Mañana lo pienso dejar y tú cuando quieras repetimos que vaya si lo hemos pasado bien los dos. Me llamas y en un rato estoy aquí contigo.

La verdad es que lo tenía muy claro y yo también, por lo que iba alternando entre Paula y ella durante varios meses.

Los fines de semana que no viajaba a casa de mis padres, procuraba quedar con alguna de las dos, pero no siempre era posible. Entonces me iba a la disco que tenía cerca de allí con los amigos que tampoco viajaban y nunca tenía problemas para ligarme una y a veces dos chicas para llevarlas a mi casa. El cabrón de Pedro alucinaba cuando veía la movida que me traía.

Los fines de semana que volvía a casa de mis padres, siempre tenía un buen hueco para visitar a mi amiga Lili, mi maestra sexual.

Estaba en las vacaciones de Navidad en casa de Lili y faltaban dos días para el regreso de su marido, que descansaría algo más de un mes antes de volver a su barco. Ese día fue cuando me habló de Julia por primera vez. Entonces no lo sabía, pero ella iba a suponer un antes y un después en mis relaciones con las mujeres.

Resulta que Lili necesitaba resolver la falta de actividad sexual por las largas ausencias de su capitán, ese último verano me tuvo a mí, pero salvo ese paréntesis, ella se buscaba la vida en la capital, concretamente en un club de swingers muy cerrado que se creó por asiduos a un club de intercambio. A ella la aceptaron a pesar de ir sin pareja porque hizo mucha amistad con Julia y su marido Rafael, además de por su disposición a interactuar con todo el grupo, fuese hombre o mujer. El caso era que Lili le había contado todo lo que había hecho conmigo y las condiciones que para el sexo yo poseía.

Al parecer tanto Julia como su marido deseaban compartir algunos ratos conmigo, incluso si con él yo no quería hacer nada, al menos que los tuviera con la esposa.

-¿Y qué quieres que haga yo? -le pregunté a Lili.

-Hombre Rigo, deberías hacerlo con mi amiga por lo menos una vez, que vea que no era un cuento chino lo que le contaba de ti. Ella es tres años más joven que yo y te aseguro que en la cama puede que me supere.

-Lo siento Lili, pero yo tengo chicas de mi edad donde elegir, ya lo sabes porque te cuento todas mis aventuras y no voy a meterme en la cama con una mujer que me dobla la edad y a la que no conozco. Lo tuyo es otra historia y sabes que ahí no hay problemas.

Todo eso se lo dije porque era verdad, ¿Qué ganaba yo con acostarme con ella o con los dos, si en mi pueblo tenía a Lili y en la ciudad mi medio novia, más la buenorra de Mavi y algunas otras que iban poblando mi agenda? No tenía ningún sentido el meterme en esos jaleos de clubes swingers y compañía.

Ella me miraba dudando entre darme la razón o seguir convenciéndome, luego se decidió.

-Eso también lo hemos hablado los tres y están dispuestos a ofrecerte un buen regalo solo por aceptarlo y otro mejor si les convence tu actuación. Rigo yo ya les avisé que tú te negarías en principio, pero eso les ha animado aún más y como están forrados, pues que no se conforman con un no.

-Lili por favor que no soy un gigoló. ¿Cómo voy a aceptar que me pague? Se te ha ido la olla.

-¿Y a ti que más te da? -me contestó algo molesta-, te follas una tía buena que te hace un regalo y encima me haces quedar bien a mí. Es el primer favor que te pido Rigo, anda no seas malo y vámonos a discutirlo a la cama, igual puedo contactar con mi marido -esto último me lo dijo con una cara de puta cachonda que hasta me hizo dar una carcajada y dos cachetes en su culo. Me acababa de convencer, tampoco iba a perder nada por intentarlo.

A don José no quise ir a verlo, porque aunque era un bonachón, si le confesaba todo lo que estaba haciendo y lo que pensaba hacer, la penitencia sería ya la de flagelarme hasta que no me quedara espalda.

Al día siguiente de mi regreso a la capital recibí una llamada de un número desconocido.

-¿Sí, quién es? Pregunté.

-Soy Julia y tú eres Rigo ¿Verdad? -joder que voz tan bonita tenía esta mujer, si hasta parecía que me la estaba mamando mientra hablaba. Me recordaba a Jane Birkin cantando Je t’aime... moi non plus , una de las canciones preferidas de Lili mientras follábamos dulcemente.

-Sí, hola Julia un placer hablar contigo.

-Me gusta tu voz Rigo, tienes voz de presentador, -pues nada los dos no iríamos a hacer programas de televisión en vez de la tontería esa de follar como conejos-, ahora tengo más ganas de conocerte.

Me estaba diciendo eso y ya me sentía los cosquilleos, sería también porque desde la noche anterior que hice la bienvenida con Mavi, todavía no me había corrido.

-Yo también tengo ganas de conocerte Julia, a mí también me está gustando tu voz -parecía una conversación de lo más tonta pero es que era verdad, me estaba embaucando con esa voz de mamadora empedernida.

-¿Quieres conocer algún detalle previo al encuentro, o prefieres que lo hablemos aquí en casa? -era un párrafo tan largo que de tanto disfrutar de la modelación de su voz, hasta casi no me había enterado de lo que me preguntaba.

-Sí, claro en tu casa -le respondí suponiendo que me estaba preguntando si íbamos a follar en su casa.

-Muy bien, pues mañana a las siete de la tarde te recojo en la puerta de tu gimnasio -coño, hasta sabía dónde me entrenaba-, hasta mañana bombón.

Esta tía ya me conocía, seguro que antes de la cita se había cerciorado al menos de mi buena presencia física. A ver si yo también me llevaba una grata impresión de la suya.

Esa noche estuve follando con Paula hasta las diez porque tenía que irse a la residencia a dormir. Ya me estaba dando un poco de vergüenza ponerle tantos cuernos a mi medio novia, pero es que tampoco éramos pareja formal, además yo no podía saber si ella también se lo estaba haciendo con otro, sobre todo cuando iba a casa de sus padres, pues nunca hablábamos sobre lo que hacíamos cada uno.

Me pasé casi todo el día con Pedro, Mavi y el resto del grupo que ya andábamos de regreso por la capital. Mavi se quería venir esa noche a mi casa, pero le tuve que dar una excusa. Esa era otra mala conciencia en mi cabeza, pues mi amigo Pedro ni sospechaba lo que hacíamos su ex-casi-nada y yo, sin embargo sí conocía adonde iba yo esa noche.

Sobre las cinco de la tarde llegué a mi casa con tiempo más que suficiente para prepararme. Lo primero que hice fue tomarme un vaso de cacao con leche y unas tortitas o pancakes que se calentaban en el microondas y que yo aderezaba con mucha miel. Tenía que tomar nuevas fuerzas y eso me venía muy bien para mis cuatro corridas de esa noche.

Luego me pegué una buena ducha, momento que aproveché para repasarme con la cuchilla de afeitar mis axilas, mis huevos y mi polla, como solía hacer cada dos o tres días, solo dejaba un poquito de pelo corto en mi pubis, tal como siempre me hacía Lili. Me peinaba casi con las manos como también me enseñó ella y repasé mi barba para que aparentara ser de tres días. Después elegí mis mejores bóxer para dar una buena impresión, unos pantalones americanos que me quedaban como un guante y un jersey gris claro de cuello alto en la parte de arriba. Unas bonitas zapatillas completaban mi vestuario.

Tenía el tiempo justo para bajar a encontrarme con Julia, así que con mi cazadora sobre los hombros, y un puñado de preservativos de talla grande en el bolsillo, ya estaba delante de la puerta del gimnasio esperando a Julia, mientras saludaba a dos amigas que salían de entrenar.

Al momento llegó ella en un mercedes no sé cuántos cientos, mirando fijamente hacia mí, lo cual me confirmaba que ya me conocía, me hizo un gesto de saludo con su cabeza, así que me despedí de las dos chicas que sin saber porqué, me dieron dos besos en las mejillas como si no me fueran a ver nunca más. Luego me dirigí a la puerta del copiloto del mercedazo y entré en él, menudo lujo ostentaba el interior de éste vehículo, pero lo mejor era la belleza que me aguardaba con una gran sonrisa en los labios, qué guapa era y qué glamour se desprendía de ella. Con un vestido negro, ajustado a su cuerpo, colgado de sus hombros por dos tirantes que moldeaba un escote amplio, mostrando su canalillo y mucho más de sus buenas tetas, terminando a medio muslo tirando alto. Pendientes, cadenita al cuello y una esclava en la muñeca, todo haciendo juego y cómo no, su anillo de matrimonio.

-Hola Julia, qué guapa eres, -no pude evitar darle mi parecer como entrada.

-Hola Rigo, tú sí que estás guapo de verdad, -¡Coño! Otra vez esa voz que me producían corrientes alternas en las cercanías de mi entrepierna-, y tan joven, qué envidia.

Ésta no se andaba por las ramas para piropear a un tío cuando le caía bien, pues nada a follar se ha dicho. Luego alargó su mano para depositarla encima de la mía que se apoyaba en mi muslo y me dio un apretón para que me fuera enterando cómo me lo iba a hacer en mi pollón esa noche. Entonces un cabrón que estaba parado detrás nuestra y que debía odiar los coches caros, nos pegó una pitada que terminó con la magia del momentazo aquel. Enseguida partimos hacia nuestro destino, que por supuesto yo desconocía totalmente.

Tardamos cerca de media hora en llegar a su casa dada la densidad del tráfico a esa hora de la tarde. Estaba en una urbanización a la que se accedía después de pasar por un control con barrera controlado por vigilantes de seguridad. Durante el trayecto hablamos muy poco, así que me dediqué a inspeccionar el fenomenal vehículo y cómo no, las preciosas piernas de su dueña.

La casa era de dos alturas, se veía muy grande desde fuera, con ventanales amplios, una gran zona de césped y una estupenda piscina que a pesar de que estábamos en invierno, se conservaba lista para bañarse.

Cuando bajamos del vehículo pude observar que su físico era muy similar al de Paula, pero con otro aire, seguro que debido a la edad y a la forma cómo se vestía. Sus tetas deberían estar operadas porque eran muy firmes. Desde luego el culo que le hacía aquel vestido era algo espectacular.

El coche quedó en un pequeño rellano con capacidad para diez vehículos como poco, que quedaba en la parte trasera de la casa por lo que tuvimos que andar por una acera que la rodeaba, hasta dar con el porche de entrada a la casa. Abrió la puerta con la llave que llevaba en la mano y me hizo pasar a un hall de entrada muy amplio que daba acceso al salón, la cocina, un aseo y la escalera de subida a la planta de habitaciones justo enfrente de la puerta de entrada. Allí desbloqueó la alarma y me hizo pasar al enorme salón, luego nos dirigimos hacia un sofá muy confortable que estaba pegado a una barra de bar provisto de todo.

-¿Qué prefieres para beber? -me preguntó mientras ella se estaba poniendo un ron-cola.

-Dame lo mismo pero muy poco ron, por favor, es que yo casi no pruebo el alcohol.

Ella se vino luego hacia mí con las dos copas en las manos, sentándose justo a mi lado mientras me daba la mía. Ambos dimos un sorbo a la copa y la dejamos sobre la mesita que teníamos delante nuestra, a continuación nos retrepamos para apoyar la espalda sobre el sofá, siguiendo muy juntos.

Julia me cogió la mano para acercarla a su regazo dónde la acogió con la otra mano, luego utilizó la misma mano para tocarme el cabello como si me lo estuviera peinando con sus dedos.

-Eres muy atractivo, ¿Lo sabes verdad? -me iba diciendo sin dejar de atusarme el cabello muy despacio.

-No lo sé, la verdad que eres la primera mujer que me lo dice, -le respondí con sinceridad-, tú sí que eres guapa y atractiva, además de la voz tan bonita que ahora puedo confirmar en persona.

Ella soltó una risa controlada, en realidad daba la impresión que lo controlaba todo, la risa también por supuesto. Yo me dejaba llevar sobre todo porque ella estaba en su terreno, nunca mejor dicho, ya que nos encontrábamos en el salón de su casa, pero también por su enorme personalidad y su aire casi de misterio. De momento le iba a ceder la iniciativa a ella para ver qué me aportaba desde su experiencia, seguro que algo aprendería.

-Ya te dije ayer que tu voz enamora, -joder, así no me lo dijo, pero tampoco le iba a llevar la contraria-, parece que me estás insinuando cosas traviesas en mis oídos.

Ahora era el dorso de su dedo índice el que se paseaba arriba y abajo sobre mi mejilla. Después se hizo más atrevido y se paseó por encima de mis labios.

-Tus labios son lujuriosos... -pues vaya, ni que yo fuera la abuelita de la Caperucita Roja, ahora yo contestaría “son para besarte mejor”, esperaría a ver si no me decía lo mismo de la polla, porque el lobo se iba a desmadrar.

Aproveché para besar su dedo que ella giró de inmediato para que el beso se prolongara ahora sobre su yema. Luego acercó sus labios a los míos y me dio un beso solo de roces, para volverse a retirar a su posición anterior. En ese movimiento llegó a elevar la mano que atrapaba la mía, logrando que que su pecho presionara las dos manos, pero con prioridad a la mía.

-Huuummm... eso ha estado muy bien -le dije con una sonrisa a su estilo-, ¿Puedo probar yo?

Le repetí el beso que ella me acababa de dar, pero su mano junto con la mía fue presionada por mi pollón que se acababa de acalambrar con tanto cosquilleo. Cuando me retiré, su mano no lo hizo, sino que se quedó encima de mi paquete dándome pequeñas caricias con las yemas de sus cinco dedos. Mi mano huérfana de la suya quedó apoyada sobre el muslo que me quedaba más cerca, introduciéndose algo más de lo decorósamente correcto por el interior del mismo, superando incluso el borde de su media para acariciar su suavísima piel.

Luego volvimos a aproximar nuestros labios para profundizar en algo más que unos castos roces. Ahora mi otra mano se atrevía a masajear uno de sus pechos, mientras la suya calibraba mi polla para sopesar si era de su gusto.

-Hola Cariño, ya estoy aquí -sonó una voz desde la puerta del salón.