Vivo de las mujeres decentes

Rigo llega a la mayoría de edad y comienza a espabilarse.

Prólogo

Pienso que la vida a veces te lleva por unos derroteros que tú mismo te has buscado y otras veces por los derroteros para los que has nacido.

Éste último parece ser mi caso.

No tengo la culpa de haber nacido así, no sé si decir con estas facultades, pero es que creo que no hay otra.

De todas formas no he tirado la toalla y sigo buscando la mujer de mi vida, mi pareja ideal y la que sería la madre de mis hijos.

Pero tendría que cambiar de trabajo...

Capítulo 1

No quiero entraros de sopetón contándoos mi vida tal como la llevo actualmente, no, prefiero empezar por el principio, concretamente de cuando me bautizaron, porque pertenezco a una familia católica devota y practicante, que me inculcó esos valores para siempre. Pues resulta que no sé porqué exactamente ya que en mi familia soy el único espécimen, a mí me pusieron de nombre Rigoberto, por favor no propaguéis este dato por ahí, sin embargo, creo que al final hasta lo tengo que agradecer porque de ahí saqué mi nombre de batalla “ Rigo ”. El otro, el completo, solo sale cuando me incluyen en una lista que no controlo, me nombraban los profesores en el instituto o en la universidad o cuando recibo un correo oficial, normalmente de Hacienda que lo hace unas cinco veces al año, por culpa de mi amigo Pedro que además es mi asesor fiscal y que me hace unas declaraciones que vaya...

El caso es que desde pequeño ya era un niño muy admirado por toda la familia y las amigas de mi madre. Recuerdo cómo me ruborizaba cuando a los doce o trece años, esas amigas le decían lo guapo que era su hijo, que las iba a traer de calle, que mis ojos y mi boca eran muy llamativos, que iba a ser muy alto. Un día mi madre les dijo que además de lo guapo que era su hijo, de lo alto que iba a ser, también tenía un péndulo demasiado grande, que a su padre no había salido, eso desde luego. Yo no sabía entonces a qué se refería, después sí.

Hasta los dieciocho se puede decir que estaba apoyardado, incluso había tenido una novieta que me duró todo el último curso en el instituto, con la que no me pasé ni un pelo, la tenía que respetar sobre todas las cosas porque en un futuro sería la madre de mis hijos y mis firmes convicciones religiosas, más la insistencia de mi madre, no me permitían cometer ningún pecado contra la moral con aquella chica. Otra cosa era el péndulo, que no se me desprendió de milagro, tales eran las refriegas que le pegaba todos los días, cuatro veces al día. Esto último lo controlaba bien con unos cuantos padres nuestros y aves marías de penitencia que me imponía Don José, el entonces párroco. Lógicamente me quedé compuesto y sin novieta ese mismo verano porque ella conoció a otro más lanzado que yo, pero eso ya fue otro cantar.

Ese verano aprobé con muy buena nota el examen de selectividad para el acceso a la universidad. Todos en mi casa lo celebraban por lo muy aplicado que era en mis estudios y por haber escogido la carrera de empresariales, la misma a la que me animaban mis padres para que luego me pudiera hacer cargo del grupo de empresas propiedad de mi progenitor y que él mismo presidía. La celebración principal fue una semana rezando el rosario todas las noches, incluso en dos de ellas nos acompañó Don José.

Unos días después mi madre me pidió que acudiera a la casa de su amiga Lili, porque tenía que recoger una imagen para nuestra capillita. En cuanto llegué me atendió como si fuese todo un hombre hecho y derecho, cosa que me hizo sentir como más importante, ya no era un chavalote de quince años, eso estaba claro y Lili me lo iba a aclarar aún más.

Rondaría los cuarenta años, pues era de las más jóvenes del grupo de amigas de la cofradía, donde de mis abuelos hicieron cofrade a mi madre desde que ésta nació. Mi madre era unos cinco años mayor que ella, pero se entendían muy bien. La pobre estaba casi siempre sola porque su marido era capitán de un barco mercante y a veces estaba más de un año sin verle.

Me recibió con dos besos en las mejillas y un abrazo muy apretado además de excedido en tiempo y forma, porque sus tetas se apretaban contra mi pecho seguro que inocentemente, sobre todo porque se le habían desabrochado un par de botones, no llevaba sujetador y los dedos de sus manos en mi espalda parecían que se crispaban, hasta el punto que me clavó las uñas, luego como pidiendo perdón me la frotó arriba y abajo, pero tan abajo que sin darse cuenta me estaba sobando el culo.

Esa mañana todavía no le había dado ninguna refriega a mi péndulo, así que éste se despendoló por sí solo sin que yo lo pudiera evitar, incluso estuvo a punto de eyacular el primer semen del día en el costado de mi pantalón. Si no llegó a producirse tal agravio fue por la vergüenza que sentí al suponer lo que pensaría Lili de mí y lo peor, qué me diría mi madre cuando su amiga le contase lo que yo había hecho abusando de su confianza.

Pensé que con esas advertencias que me hacía a mí mismo, el péndulo volvería a su estado de flacidez habitual, pero el muy canalla me estaba delatando ante tan remilgada mujer. Ahora estaba temiendo que se soltara de aquel extraño abrazo, porque sabía que el bulto de mi paquete no era de los que se podían disimular. De pronto la mano que estaba en mi culo se desplazó hacia mi costado derecho, allí dónde descansaba la punta de mi erecto miembro a la que agarró con fuerza. Pues ya está, me había pillado y ya no tenía ninguna excusa ni explicación que ofrecerle a aquella bella y púdica mujer.

-Lo... siento... -le dije muy avergonzado al ver que ya se había dado cuenta que no era solo la punta, sino que sabía que el resto también estaba muy duro, pues me lo tenía agarrado ahora por el centro, palpándolo para comprobar todo lo que le iba a contar a mi madre.

-Shissstt... tranquilízate, todo está en su sitio cielo, esto te pasa porque eres muy joven, a mi marido que me lleva veintidós años ya no le ocurre casi nunca. Ven a sentarte conmigo -me decía mientras sin dejar de comprobar el estado eréctil de mi miembro, tiraba de mí para que me sosegara al sentarme en el sofá.

-¿Tú crees? -le dije viendo el cielo abierto, seguro que a todos los jóvenes a los que se les daba un abrazo su miembro se ponía tieso.

Una vez los dos sentados creí que me soltaría el péndulo para que volviera a arrugarse, pero ni lo soltaba ni se me arrugaba, qué vergüenza, qué diría Don José cuando le confesara que una amiga de mi madre me había excitado de esa manera. Iba a estar rezando padres nuestros una semana entera.

Entonces ella se fue a abotonar los dos botones que se habían soltado de su camisa y que me dejaban ver una porción de tetas que yo no había divisado en la vida, pero en vez de eso, se desabotonó un tercer botón echando la solapa de su camisa hacia un lado.

-Ufff, qué calor hace ¿Verdad? -me decía al tiempo que ahora se abanicaba con dicha solapa, mostrándome cada vez algo más de teta. Yo no quería mirar porque me estaba aprovechando y sin que ella lo supiera llegué a observar parte de su areola izquierda-, ¿Tú no tienes Calor? -pues mira sí, me sentía muy acalorado, pero en mi entrepierna, sobre todo porque otra vez dejó caer por allí su mano.

-Lili, será por eso, porque soy muy joven, pero por mucho que lo intento esto no se aplaca, -le dije señalando con mi cabeza el bulto al que ella no dejaba de catar su longitud y dureza, por cierto, que cada vez se parecía más al tratamiento de refriega que yo le aplicaba a diario, cuatro veces al día.

Ella atendía a lo que yo le decía con una expresión bondadosa, perdonando aquel pecadillo propio de la inexperiencia que me daban mis pocos años. Luego con la otra mano se desabrochó el cuarto botón para tener más solapa con la que darse aire a su espléndido y acalorado pecho, de modo que ya no solo entreveía más areola, sino que también de vez en cuando su pezón cuando levantaba la camisa más de la cuenta. Ésta situación se me estaba haciendo insoportable, tanto que mi pene comenzó a soltar todo el semen acumulado desde la noche anterior, lo que me hizo jadear sin poderme contener.

-Uhhhmmm... ah... ah... ufff...

Mi cuerpo se estremecía en cada salva que salía de mi cañón al tiempo que iba poniendo mi pantalón hecho un asco. Dios mío, aquello era incomodísimo, mi fatiga iba en aumento con aquella buena mujer que me miraba asombrada, pensando que era un obseso sexual del que ya no se podría fiar. La cosa es que seguía sin soltarme e incluso diría que me la refregaba coincidiendo con cada disparo, haciendo que mi placer fuera más grato que mi vergüenza. Su calor llegó incluso al bochorno porque se deshizo del quinto y último botón de la camisa, para que ahora sus pechos tomaran el aire directamente. A mí me parecieron dos pechos muy bonitos y muy llenos, más grandes que los de la novia que tuve ese curso, seguro que sí, aunque solo los pude imaginar a través de su ropa. Pero no quise mirarlo con el ahínco que me pedía el cuerpo, porque no estaba bien que mirara allí tanto rato seguido.

-Espera Rigo, voy a por una toalla para limpiarte todo eso -me dijo señalando con su cabeza hacia la mancha que mostraba mi pantalón.

Ella se incorporó haciendo que aquellas tetas se bambolearan en todas las direcciones, provocando que mis ojos hicieran chiribitas, porque es que no le prestaba atención a otra cosa que no fuesen esas dos beldades. Enseguida dio una carrerita hacia el lavabo que al parecer estaba a la entrada del pasillo, por lo que el espectáculo de pechugas se había acabado, ahora se pondría una camiseta fresca de verano y mi gozo en un pozo. Pero no, en otra carrerita volvía con una toalla de mano para sentarse de nuevo a mi lado, con las tetas pegando saltos arriba y abajo, cosa que me volvió a afectar en mi tímido miembro.

-Ven, ponte de pie delante de mí -me dijo levantándome una mano para que iniciara ese movimiento que me pedía.

Me di cuenta que si nadie lo remediaba, Lili me iba a ver el miembro directamente y la verdad es que no estaba nada presentable, ésta vez me ruboricé poniéndome más rojo que la cresta de un gallo.

-Lili... es que está todo lleno de semen... -le quise advertir para que no siguiera por ese camino-, déjame la toalla, me doy la vuelta y yo mismo me limpio.

Me volvió a mirar sin cambiar su expresión bondadosa, acompañada de una leve sonrisa para tranquilizarme, intentando que no me pusiera más nervioso de lo que ya me encontraba desde que entré por la puerta de su casa y darme cuenta de la poca ropa conque la pillé por no haberle avisado antes de salir de mi casa.

-No te preocupes cielo, soy una mujer casada y no me voy a asustar por verte tu pilila -me iba diciendo mientras ya me había abierto el cinturón y me estaba desabrochando los botones de mi bragueta.

Cuando desabotonó el último no lo dudó ni un segundo y agarrando por la cinturilla los pantalones y los bóxer, tiró hacia abajo con un ímpetu propio de una mujer dispuesta a tomar el mando ante una situación de extrema necesidad, lo que no esperaba es que mi miembro saltara como una catapulta lanzando una bola de piedra de quinientos kilos de peso. La pobre lo recibió en toda la cara con gran estoicismo, era una mujer fuerte y decidida.

-Dios mío Rigo, ¿Pero tú has visto lo que tienes aquí? -pues sí que lo había visto muchas veces, todos los días.

Su asombro no era fingido, de eso estaba seguro, aunque con las refriegas y catas que me hizo, algo debería saber ya. Estaba claro que aquel mastodonte no era precisamente una pilila. Pero se repuso pronto y cubriéndolo con la toalla comenzó a limpiar todo el semen que lo manchaba.

-Sigues empalmado ¿No? -me preguntaba con otro tipo de expresión menos bondadoso.

-Sí, es que me faltan tres todavía -le respondí esperando que con su experiencia de casada, supiera a qué me refería.

-¿Cómo que tres? -me preguntaba pensando que yo hablaba de otras cosas ajenas a lo que me había pasado.

-Yo es que todos los días me corro cuatro veces y hoy no me había corrido ninguna todavía -le tuve que aclarar-, pero no se lo cuentes a mi madre Lili, que ya se lo confieso luego a Don José el párroco.

Ella seguía con su nueva cara, era una expresión que yo nunca había visto antes, parecía que iba a llorar pero aquel brillo de sus ojos querían decir otra cosa, bueno ya me enteraría más adelante porque quisiera o no, era un inexperto de dieciocho años.

-Te voy a quitar los pantalones para limpiarlos, los bóxer no importa porque tengo muchos de mi marido, algunos sin estrenar -mientras me hablaba me iba quitando los zapatos para sacarme los pantalones y los bóxer, dejando todas mis vergüenzas al aire, además que se añadían a las que tenía interiormente. Mi rabo le iba dando por el pelo y la cara, según se agachaba más o menos, impregnándola del líquido viscoso que salía por la punta de mi falo. Yo tenía más interés por que se apoyara en sus tetas, ya que imaginaba que con las manos no me iba a dejar tocarlas.

Luego cogió el pantalón por la cinturilla con los dos brazos en alto para ver el estropicio que contenía en su interior, también miró el bóxer que estaba mucho peor llevándoselo primero a la nariz para olerlo y luego a su lengua para paladearlo. Creía que iba a poner cara de asco, pero no, ahora sus ojos brillaban con más fuerza, fijándolos en el glande que casi apuntaba a su boca. Eso que llegué a pensar no se podía hacer, su boca se iba acercando lentamente a mi champiñón, entonces eché mi culo hacia atrás intentando en un último esfuerzo, tratar de poner un poco de cabeza, aunque no sirvió de nada porque eso fue lo que se tragó Lili, la cabeza de mi falo.

¡Qué horror! Y qué gustillo me daba ese chupeteo que empezaba a darme en semejante sitio. De vez en cuando se tomaba un descanso para arremeter de nuevo con más ganas todavía. Eso se parecía a las refriega que yo me daba todos los días, pero mucho más placentero, tanto que como siguiera así me iba a correr de nuevo.

-Lili se me está acercando la segunda, -le advertí para que tomara precauciones-, me sale casi lo mismo cada vez.

-Mejor subimos al dormitorio para lavarte allí los pantalones en el aseo y escoger el bóxer que más te guste -me cortó el rollo cuando estaba casi a punto de disfrutar mi segundo orgasmo.

Cogidos de la mano me llevó al dormitorio de matrimonio dónde la cama se encontraba deshecha y con unas pollas que parecían reales, pero que deberían ser de plástico.

-¿Ves? -me dijo-, cuando has llegado estaba jugando con estas cositas, porque hecho de menos a mi marido al que no veo desde hace ocho meses y que no vuelve hasta Navidad.

-Nunca había visto nada como eso -le dije asombrado, pensando que yo era un ignorante en todo lo referente a las prácticas sexuales, pero que por el camino que iba, podía salir de esa casa siendo un docto en la materia.

-Después si quieres te enseño como funcionan, pero ahora será mejor que te quites la camiseta para que no se te arrugue, yo también me voy a desnudar para después bañarnos los dos juntos en el jacuzzi.

Haciéndole caso me quité la única prenda que me quedaba en el cuerpo, quedando allí de pie viendo cómo ella tiraba la camisa hacia el butacón, pero sin quitarse nada más hizo que me sentara al borde de la cama colocándose ella de rodillas entre mis piernas, qué fuerte, sus tetazas descansaban ahora sobre mis muslos casi tocando mi falo que seguía erecto como una barra de acero. Sus rodillas se movieron para acercar su cuerpo más hacia todas mis partes sensibles, acto seguido volvió a agarrar mi polla a la que jaló con ímpetu indecoroso unas 15 o 35 veces, pues no las conté porque un cosquilleo me estaba aflorando desde los riñones hasta la punta de mi glande, qué delicia. Luego sus dos manos acercaron las tetas a mi pene haciendo que rodearan mi tallo. Ahora la refriega me la hacía con las tetas, yo no sabía que aquello se podía hacer de esa manera, encima la parte que sobraba por arriba se la introdujo en la boca. Esta vez no me dio tiempo a prevenirla, sino que directamente comencé a eyacular allí mismo. Me la iba a cargar, lo sabía, pero es que no lo pude aguantar, sin embargo Lili no se inmutaba tragándose toda la leche que se me iba saliendo por la punta del biberón, pues eso era lo que parecía.

Al final caí hacia atrás en la cama con los pies en el suelo, clavándome uno de los juguetes de Lili en mi espalda,al que retiré cogiéndolo con la mano. Me extrañó lo suave que era al tacto y lo grande también. Lo eché hacia un lado para dejarle hueco a ella que se acercaba para quedar a mi altura. Hice un amago para agarrar una de sus tetas, pero la dejé lasa sobre mi pecho a la espera de que fuese ella la que la hiciera descansar sobre mi mano, mientras se abrazaba a mí con su brazo y su pierna izquierdas.

-Descansa cariño, que ahora viene lo mejor cuando te recuperes -me dijo aunque no entendía lo que quería decir exactamente.

-Lili aún me faltan dos, todavía no necesito ni descanso, ni recuperarme.

Ella se incorporó lo suficiente para tener una visual completa de mis partes íntimas, quedando sorprendida de lo que vio.

-Pero Rigo ¿Tú de qué estás hecho mi vida? Eres el amante perfecto para una mujer como yo, -me decía al tiempo que recuperaba la posición anterior.

Yo de eso no entendía nada, lo único que quería era verle la entrepierna a esta mujer. Su falda estaba tan subida por esa postura de su pierna que casi me dejaba ver parte de su nalga. Echándole mucha cara, bajé mi mano derecha hacia ese muslo pecador para hacerla subir y bajar a lo largo de él y a lo ancho de su culo. Solo con ese movimiento ya me estaba poniendo otra vez a tono. Mi otra mano también perdió la vergüenza haciéndose la dueña de la teta que improvisadamente cayó sobre ella.

Lili se restregaba sobre mi costado sin parar de darme besos y chupetoncitos sobre mi cuello mientras volvía a las refriegas en mi polla. Luego se fue desplazando por mi mejilla hasta llegar a la comisura de mis labios. ¿Me iba a besar? Solo lo había hecho muy tímidamente con mi novia, o sea que experiencia sí que tenía.

Pero no tanta, pues su boca succionaba la mía con una intensidad que me desbordaba, su lengua se paseaba por mis labios una y otra vez, hasta que yo los entreabrí permitiendo que aquella lengua penetrara inmediatamente en mi boca. Tenía que reconocer que aquel beso no lo había disfrutado nunca, porque además hacía que me volvieran los cosquilleos y no sabía si sería oportuno volver a correrme sin su permiso. Estábamos jugando los dos y ella tenía que saber lo que me pasaba.

-Lili estoy a punto del tercer orgasmo -le dije en un ataque de sinceridad.

Entonces ella se incorporó para ponerse a horcajadas sobre mi vientre. Era una postura un poco rara para mí, pero tenía que dejar a la experta que me fuera enseñando estas cosas poco a poco.

-Rigo, tienes que aprender a controlarte para compartir tus orgasmos conmigo, así disfrutaremos los dos ¿Comprendes? -yo asentía sin saber exactamente lo que tenía que hacer.

-¿Para eso no tendría que penetrarte? -hombre no había practicado nunca, pero eso era de cajón.

-¿Ves? Ya vas entendiendo. Así es como debemos terminar luego, pero antes debes desnudarme lentamente mientras me vas acariciando todo lo que se te antoje a ti y me guste a mí. ¿Quieres ver mi tanga? -me preguntó subiendo su falda lo justo para mostrarme un poquito de aquella prenda, haciendo que volviera mi cosquilleo de forma casi desbocada, pero tenía que demostrarle a Lili que me sabía controlar y no sé como, pero supe hacerlo.

-Ven aquí -le dije cogiéndola de la cintura para echarla a mi lado, ahora iba a ser yo el que le iba a provocar su cosquilleo.

Con una gran sonrisa se quedó a mi lado boca arriba. Lo primero que hice fue despejar su entorno de todos aquellos juguetes, entonces me puse a cuatro patas con la cabeza muy cerca de la suya. Mi primer beso dado por mí no fue muy malo, hasta conseguí que ella me echara los brazos al cuello para profundizar en el mismo. Después fui bajando mientras besaba, lamía y mordía, su barbilla, cuello, hombros, pechos, vientre, me salté la falda yéndome a sus pies, a los que les apliqué el mismo tratamiento, ahora seguí subiendo por sus pantorrillas y muslos. Ahí me paré por fin para mirarla a la cara con una sonrisa que me devolvió, al parecer no lo estaba haciendo nada mal, aunque quizás ahora venía lo más importante.

De momento seguí con el tratamiento que tan buen resultado me estaba dando por el interior de sus muslos, mientras mis manos se metían debajo de su falda para amasar y apretar sus nalgas. Con el dorso de mis manos fui haciendo que la falda se fuese subiendo poco a poco hasta que volví a ver el triángulo de su tanga, que no era muy pequeño pero que me ofrecía una transparencia tal que pude apreciar su chocho en todo su esplendor. Después y con mucha parsimonia, volví a echarle la falda hacia abajo para bajarle la cremallera y quitársela de una vez. Dejándola solo con el tanga la hice girar para apreciar su buen culo, éste sin impedimento por parte del tanga, que allí casi no hacía acto de presencia. También le apliqué el mismo tratamiento a sus glúteos que por su ronroneo, supuse que lo estaba haciendo bien.

-Dame un buen azote en el trasero, -me pidió, dejándome a cuadros pues no sabía porqué quería que le pegara, pero le hice caso y le solté dos buenas cachetadas-, Uhmmm... qué gusto...

Después la volví a poner boca arriba y le fui bajando el tanga sin dejar de darle cien besos en su  pelvis, notando como se iba retorciendo conforme me aproximaba a los labios de su sexo. No me pude resistir, quería verlo de cerca antes de besarlo y lamerlo, así que levanté mi cabeza mientras la desprendía de esa última prenda. Por favor, qué cosa más bonita tenía delante mía. No tuve más remedio que abrirlo con los dedos pulgar e índice de mi mano derecha, quería ver lo que los labios mayores me estaban escondiendo. Otra vez tuve que controlar mis cosquilleos que querían manifestarse por libre. En un impulso me abalancé sobre aquella maravilla de la naturaleza para darle un beso con lengua, aunque la suya no se movía demasiado, pero para eso estaba yo, para morrearle ese coñito tan delicioso y húmedo, pues desde más abajo segregaba un fluido viscoso.

-Mete dos dedos en mi interior, por favor -me imploró Lili que al parecer estaba en la gloria.

Primero tanteé con el dedo índice para comprobar que no le hacía daño, luego le añadí el dedo medio haciéndolos girar hacia uno y otro lado mientras seguía dándole el beso con lengua a ese clítoris que tanto me gustaba. Sus olores volvieron a reproducir mis ganas de correrme, era la primera vez que olía a una hembra de esa manera.

-Los dedos no los gires, mejor muévelos en un mete y saca -bueno, todo no lo iba a hacer bien a la primera-, más rápido y sigue chupándome el clítoris que estoy a punto de correrme.

Pronto le cogí el truco a esos movimientos de mis dedos que cada vez salían más brillantes de su interior y en cuanto al clítoris ahí sí que iba por libre a mi antojo. Había veces que casi lo absolvía entero en mi boca y otras solo le daba con la punta de la lengua a quinientas revoluciones por minuto. La cuestión era que no tardé casi nada en sacarle ese orgasmo que según decía estaba a punto de proporcionarle yo, el inexperto Rigo.

-Aaaahhh... sigueeeee... no paresssss... agggggg... me corrooooo... Dios míoooo...

Lili se retorcía debajo de mí de forma que me fue imposible seguir besando su clítoris, pero con los dedos sí que le estuve dando mientras le duraba el orgasmo, bajando poco a poco el ritmo hasta que paré cuando observé que había acabado, entonces me eché a su lado para mirarla a la cara a ver cual era su reacción después de ese orgasmo, tenía mucha curiosidad por verlo sin que yo no la tocara para nada. Ella con su muñeca derecha se tapaba los ojos que mantenía cerrados. Aquella postura no le duró mucho, quizás preguntándose qué estaba haciendo yo, que ni le hablaba, ni le rozaba ni me movía en la cama. Cuando abrió los ojos retiró su mano para fijarlos en los míos con cierta seriedad al ver lo fijo que yo lo hacía sin apenas parpadear.

-¿Qué haces? -terminó preguntándome con una sonrisa.

-Viendo tu reacción, ¿Cómo estás? Cansada ¿Verdad? -le preguntaba pensando que ya no iba a querer saber más de mí ese día.

-Qué voy a estar cansada, lo que estoy es en la gloria. Menudo orgasmo me has sacado ¿Sabes? Me parece que tú has nacido para esto, so golfo. Pero ahora me vas a follar como Dios manda, que con esa tranca que tienes me vas a hacer ver las estrellas.

Esa afirmación casi me hace zozobrar en mi perenne erección, era mucha la responsabilidad para un chico virgen como era yo. Ni me entraron cosquilleos ni leche frita, mi polla se estaba ablandando.

-Lili, es mi primera vez y me da mucho corte no hacerlo bien -le dije con toda la sinceridad del mundo, pues con ella parecía que ya mostraba cierta confianza.

Antes de contestarme lo primero que hizo fue echar un vistazo al estado de mi aparato, la mujer seguía demostrando su gran experiencia en estos lances. Luego cogió un cojín que estaba a su lado y se medio tapó las tetas, mientras me miraba muy sonriente a la cara.

-¿Qué haces? -le pregunté-, ¿Porqué te tapas?

-¿Quieres ver mis pechos otra vez?

-Claro, me encantan tus tetas.

-Es que me da vergüenza que las veas sin más, -entonces me cogió la mano y la colocó encima del cojín que no era muy ancho-, ¿Las notas así?

Joder, qué morbo me estaba dando la Lili de mi alma, ahora notaba unas ganas enormes por volver a contemplarlas, pero no me dejaba verlas, solo las insinuaba por el lateral, o por abajo, o por arriba, pero no me dejaba verlas ni tocarlas con mis manazas abarcándolas por entero. El resultado fue que sin ella tocarme ni yo darme una refriega, el cipote se puso más tieso que un cirio. Vaya con la experiencia de la casada ésta. Cuando volvió a mirarme el aparato soltó una carcajada mientras me lo tapaba con la parte calentita del cojín, sin dejar de subirlo y bajarlo como si me estuviera haciendo una paja con él. Yo me dedicaba a darle la bienvenida de nuevo a aquellas tetas tan llenas que tenía mi experta amiga. De ahí pasamos otra vez a besarnos con una batalla de lenguas entrelazadas. Un momento después cogió un preservativo de un cajón de la mesita de noche y me lo puso en un visto y no visto, volviendo otra vez a la postura original como si no hubiese pasado nada.

Lili me fue colocando poco a poco encima de ella. Luego flexionó sus piernas dejándolas muy abiertas y agarrando mi cipote casi por la base, restregó el glande a lo largo de su raja para luego dejarlo a la entrada de su vagina. Con la mano izquierda me iba haciendo presión en mi culo para indicarme que era el momento de penetrarla. Eso hice, primero despacio como me iba pidiendo ella, luego de pararme un momento, se la dejé ir hasta el final, hasta que mis testículos chocaron en sus nalgas algo aplastadas por el colchón.

-Eso es Rigo, ahora ve cogiendo más ritmo. Lo bueno sería que aguantaras hasta que veas que me voy a correr, para que lo hagamos los dos a la vez. Pero no te obsesiones por eso, no pasa nada si te corres tú primero y tenemos que parar. Anda, bésame y dame fuerte.

Menuda cátedra me estaba dando mi Lili, pues iba a intentar hacerle caso, para eso tuve que parar los primeros cosquilleos que me pusieron al borde de la eyaculación nada más penetrarla. Es que eso era muy fuerte, quizás me tenía que haber corrido la tercera vez y luego aguantar con el cuarto hasta que ella lo hiciese. Pero seguía aguantando bien, además estaba notando como ella gemía cada vez más hasta intuir que se le aproximaba el orgasmo. Entonces incrementé mis embestidas a un ritmo más fuerte, ahora sin besos ni nada, solo bombeo del bueno, a tope y dejando que los cosquilleos se fueran apoderando poco a poco de mí.

-Aaaahhh... no puedo mássss... me corrooo... aaaggg... aaahhh...

Esa era mi oportunidad para correrme, la última ayuda me llegó por las contracciones de su vagina que apretaban más fuerte mi polla, así llegamos los dos al unísono a aquella corrida bestial.

Luego me eché a su lado intentando observarla otra vez para ver nuevamente su reacción. Me gustaba eso, a lo mejor iba a ser una perversión en mis andares sexuales de aquí en adelante.

Ella revivió después de su letargo con la felicidad marcada en su cara. Me miraba sonriendo como si hubiese echado el mejor polvo de su vida, pero ese iba a ser el de mi cuarta corrida.

Comenzamos esta vez a cuatro patas dónde se volvió a correr sin yo hacerlo. Luego fue de costado, después cabalgando sobre mí, ella se corría con una gran facilidad cada cinco minutos, por fin otra vez en misionero nos volvimos a correr los dos al mismo tiempo.

Después arregló el desaguisado de mis pantalones, lavándolos en el lavabo para luego darle con el secador del pelo hasta dejarlo más o menos seco, por último le pasó la plancha y lo dejó sobre el butacón del dormitorio, mientras nosotros nos dábamos un baño en el jacuzzi.

-¿De verdad que es tu primera vez? -me peguntaba Lili.

-Sí, ¿Se ha notado verdad?

-¿Que se ha notado? Claro, se ha notado que me has dejado la vagina para el arrastre por una semana. Menudo potencial tienes entre tus piernas chico.

-¿Entonces me vas a dejar repetir otro día? -le pregunté.

-¿Cuando te gustaría hacerlo otra vez? -me respondió con otra pregunta.

-Mañana puedo venir toda la tarde.

-Joder, está bien, pero date antes un par de refriegas como tú dices, porque vas a acabar conmigo.

Pues así comenzó mi vida sexual, con Lili, que se hizo más amiga mía que de mi madre. Don José tampoco se portaba mal, me incrementó un poco la penitencia, me regañaba, pero era un cura muy comprensible.