Viviendo con mi hermano IV

A partir de este episodio, todo comienza a complicarse. Lo que parecía que podía evitarse o ir por buen camino, parece jugarnos una mala pasada.

Los días pasaron y evidentemente Alejandro optó por no hablar del tema. No de una manera grosera en la que me evitara, al contrario, se portaba muy amable conmigo y apenas me dejaba hablar de algo. No quería presionarlo, entendía. De alguna manera, estaba dispuesto a aceptar el hecho de que lo que habíamos pasado quedara como eso y ya. No porque no quisiera más, sino porque entendía la complejidad de la situación. A pesar de que no me molestara la idea de vivir con mi hermano toda mi vida, sabía que lo que pasaba entre nosotros no podía llegar muy lejos.

Yo seguía practicando en la universidad. Los trabajos eran cada vez más complicados. Lo bueno de haber forjado una amistad con Fran era que hacíamos todo lo académico juntos, además de nuestra vida sexual.

—Yago, ¿quieres salir a un bar hoy? —preguntó Alejandro sonriendo. Nunca salíamos a ese tipo de lugares juntos. A él le encantaba, cada fin de semana se iba con sus amigos a beber alcohol, aunque se una manera moderada. Llegaba, se desvestía y se dormía al instante. No me quejaba porque me gustaba que se divirtiera, no hacía más que trabajar.

—¿Tú y yo? —pregunté intentando no sonar grosero. Supongo que fue en vano, porque mi hermano soltó una carcajada.

—Bueno, puedes invitar a Francisco, igual invitaré a algún amigo. No hacemos nada juntos salvo comer y ver películas. Tienes que aprovechar tu juventud y qué mejor que con tu hermano.

—Está bien, pero si tú conduces, entonces sí quiero beber —dije levantándome del sofá. Aceptó sonriendo y fue a su habitación a cambiarse.

Caminé a mi dormitorio y busqué algo de ropa. Por la manera en la que mi hermano hablaba del bar, supuse que sería uno de ambiente, entonces no tendría problema en usar cualquier prenda. Tomé una playera que tenía guardada, pero que nunca utilizaba porque no quería que mis padres me recriminaran.

Era negra, tenía franjas oscuras y las demás estaban hechas con una tela más transparente. Como hacía ejercicio, la camiseta se marcaba lo suficiente para que mis pezones alcanzaran a notarse.

Me puse unos jeans ajustados color negro y una chaqueta de mezclilla. Acomodé mi cabello y cepillé mis dientes.

Llamé a Fran, era muy vago, estaba seguro que ya andaría afuera, y no me equivoqué. Dijo que estaba en una fiesta con Marco, pero que seguro me alcanzaba más tarde. No tenía problema con ello. En mi antigua ciudad tenía una amiga que me había ayudado bastante en aceptarme. No tenía ningún tabú sobre ocultar mi sexualidad, no era que lo pregonara, pero tampoco tenía ningún prejuicio a nada, si me gustaba, lo usaba, si lo quería, buscaba la manera de tenerlo.

Salí de mi habitación. Alejandro seguía cambiándose en su habitación. Caminé a la sala y encendí el televisor. Estaba saliendo Glee en Fox. Lo dejé de fondo y comencé a revisar mis redes sociales.

Mi hermano se paró junto a mí y extendió los brazos para que aprobara su ropa. Llevaba puesta una camiseta aterciopelada color azul rey y unos jeans blancos. Mi hermano tenía un culo bien formado, con ese pantalón no lo ocultaba en lo absoluto.

—¿Dónde conseguiste esa camiseta? —dijo entre risas —, se te ve increíble, seguro mamá se muere.

—Es la primera vez que la uso —me levanté del sofá y apagué el televisor. Alejandro apagó todas las luces y caminamos a la cochera. Dijo que un amigo suyo nos alcanzaría allá. Le comenté que igual Francisco.

Nos encantaba cantar en el auto. Sonó una canción que se llamaba Lost on you, de LP, y la cantamos a todo pulmón. Después de un silencio incómodo, pensé que era momento de mencionar lo que habíamos estado evadiendo por ya un buen rato.

—Alejandro— dije casi temblando.

—No quiero hablar de eso, Yago.

—¿Cómo estás tan seguro de que voy a hablar de algo en específico?

—Porque está sonando Killer queen y no la estás cantando. ¿Qué más puede ser?

—Bueno, sí es eso.

—Yago, lo que hicimos estuvo mal. No digo que no lo disfruté, pero no es correcto. No hay manera de que lo que hagamos sea correcto…  quiero que salgas, que disfrutes tu vida, tienes a Francisco. Parece un buen muchacho, y yo encontraré a alguien para mí.

—Pero te extraño —dije triste —, me gustó cómo se sentía tu cuerpo con el mío…

—A mí también, Yago, no tienes idea, pero no es correcto —me agarró la mano y la llevó a su pecho —, te quiero mucho. No quiero meterte en problemas ni confundirte más. Por favor, no hablemos de esto hoy y sólo divirtámonos. Intenta divertirte.

—Vale —ya no estaba sólo triste, estaba molesto también.

—No te enojes —dijo estacionando el auto en el bar—, hoy podemos dormir juntos, abrazados. Eso no está mal, somos hermanos, ¿no? —sonreí. Supuse que tendría que ser suficiente.

Entramos al bar y varios nos miraron de arriba abajo. Alejandro sonreía, yo comencé a sonrojarme. Nos sentamos en una mesa que mi hermano había reservado. La gente que estaba ahí iba muy producida, de repente me sentí incómodo por cómo iba vestido. Él lo notó y me pidió que me quitara la chaqueta. Pensé que iba a sentirme más incómodo por dejar que la gente pudiera ver mi cuerpo por debajo de mi camiseta, pero sentí confianza, de cualquier modo no conocía a nadie ahí.

Llegaron dos amigos de mi Alejandro. Uno más alto que nosotros dos, moreno claro, cejas pobladas, ojos marrones y fortachón. El otro tenía el cabello rizado, rubio y era más bajito que nosotros tres; pensé que eran novios, pero prácticamente se presentaron negando eso. El moreno se llamaba Diego, el rubio se llamaba Jamie.

Eran muy divertidos. La música era muy neutra, nada fuera de lo común, pero Jamie me explicó que era muy temprano, que lo bueno comenzaba después de medianoche.

—¿A cuántos de aquí te has follado? —le preguntó Diego a Jamie. Mi hermano soltó una carcajada y luego esperamos la respuesta de Jamie.

—Creo que —miró alrededor— a ninguno. No soy tan promiscuo como otros —dijo mirando a mi hermano. Abrí los ojos sorprendido y Diego comenzó a hablar de todas las veces que mi hermano los había dejado en el bar por irse a follar con algún hombre.

—En mi defensa —comentó Alejandro—, es culpa del alcohol.

Para este momento ya habíamos comenzado a beber. Miré que Diego le comentaba algo a Alejandro y este se encogía de hombros. Ambos me miraron después de ello y yo no supe qué hacer. Me encaminé a la barra y fui a pedir más bebidas.

—Se te ve increíble esa camiseta —dijo un muchacho detrás de mí. Me giré y miré a Diego. Sonreí y le di las gracias, pidió más alcohol y se quedó esperando conmigo —, ¿tienes novio?

—¿Estás ligándote al hermano de tu amigo? —pregunté sorprendido.

—Digamos que tu hermano no puede impedírmelo —volteamos a ver a Alejandro y Jamie, que nos veían fijamente. No fue difícil deducir, seguramente mi hermano se habría metido con algún hermano, primo o novio de Diego.

— Pues no tengo novio —respondí —, pero sí salgo con alguien. Quizás venga esta noche.

—Bueno, pues si no viene, ponme en el top de la lista de espera —dijo después den pagar las bebidas. Caminamos de regreso con mi hermano y su amigo.

Francisco me envió un mensaje, estaba pidiéndome disculpas por no poder acompañarme. Sus amigos no le habían dejado irse de la fiesta donde estaba. Al menos Fran era mejor amigo que mi hermano y los prefería a ellos antes que a un culo.

La música cambió de repente a algo electrónico con más ritmo. Las luces cambiaron y muchas cosas brillaban en la oscuridad. Los muchachos y las muchachas que estaban sentados caminaron al centro de la pista y comenzaron a bailar.

Diego se paró frente a mí, sacó algo de su bolsillo. Parecía algún bálsamo. Frotó su dedo en él y luego me puso en las mejillas. Eran alguna pintura rosa que brillaba en la oscuridad. Me pidió que le pusiera en la cara también. Miré de reojo a mi hermano. Estaba disimulando que no le molestaba. Jamie le estaba contando algo, supuse que era para aligerar la situación.

Comenzó a sonar una canción que me gustaba mucho, Sweet nothing. Le pedí a mi hermano que fuéramos a bailar. La verdad es que el alcohol ya se me había subido a la cabeza. Estaba un poco mareado, además de que había bebido muy rápido, no estaba muy acostumbrado a beber.

Diego fue el primero en acceder, me tomó de la mano y me llevó al centro de la pista. Mi hermano y Jamie nos siguieron. No éramos los únicos con la cara brillante, mucha gente brillaba en la oscuridad.

Estaba seguro que un setenta por ciento de los que estaban ahí, estaban bajo los efectos de alguna droga.

La música fue cambiando y Diego cada vez se acercaba más a mí. No me molestaba, era bastante atractivo. Me acerqué a mi hermano, le pregunté que si le molestaba y negó con la cabeza. Entre tanta gente, apenas teníamos nuestro propio espacio. Alejandro tenía una botella en la mano y no dejaba de beber de ella.

Diego me tomó de la barbilla y me besó. Le correspondí y nos besamos. Me tomó de la cintura y pegó su cuerpo al mío. Sentí su miembro junto al mío. Jamie comenzó a bailar con mi hermano y después de un rato se comenzaron a besar también. No estaba seguro de que llevaran una relación sentimental, pero tampoco sabía si eran de esos amigos.

De repente empezó a sonar Killer queen.

—Tu hermano me dijo que te gustaba mucho esa canción —me dijo Diego alzando mucho la voz sobre la música —, le envié un mensaje al DJ para que la pusiera.

—Tienes contactos —dije entre risas.

Diego llevaba una botella de vodka en la mano. Me pidió que abriera la boca y puso la botella en ella.

Sentía cómo me quemaba la garganta, pero la estaba pasando increíble. Otro muchacho se acercó a bailar donde estábamos nosotros. Diego se paró detrás de mí mientras el otro muchacho bailaba frente a mí. Comencé a sentir la polla de Diego rozar mi culo, no sabía si estaba erecta, pero la mía sí y se la estaba rosando al muchacho que tenía enfrente de mí.

Estuvimos un par de horas ahí. Mi hermano había bebido bastante, yo también. Jamie había ido al baño a vomitar. Diego era el único medio estable. Supuse que el alcohol ya no le hacía nada.

—¿Quieres que vayamos a mi casa? —preguntó en mi oreja.

—No puedo dejar a Alejandro. Debo ir a casa —hizo un puchero—, pero puedes venir con nosotros. No creo que Alejandro le importe que su amigo duerma con nosotros.

Sonrió de oreja a oreja y nos pidió que saliéramos. Le quitó las llaves del auto a mi hermano y le ayudó a meterse en el asiento trasero junto a Jamie.

Me senté en el copiloto después de asegurarme que mi hermano y Jamie llevaban puesto el cinturón de seguridad. Me abroché el mío y Jamie condujo a mi casa.

Llegamos a casa. Diego ayudó a Alejandro a bajarse y yo ayudé a Jamie. Dejamos a Jamie recostado en el sofá. Nos aseguramos de dejarle una cubeta cerca por si quería vomitar otra vez, pero dijo que estaba bien. Llevamos a mi hermano a su habitación.

—¿Estás bien? —le pregunté.

—Sí. ¿Puedes quitarme la ropa antes de que te marches?

Diego estaba conmigo. Me ayudó a moverlo. Le saqué la camiseta y la arrojé al suelo. Diego le sacó los tenis mientras yo le desabrochaba el pantalón. Le bajé el pantalón hasta sacárselo y nos dimos cuenta de que tenía una erección.

—Anda, maricón, estás tieso —le dijo Diego. Le agarró la polla y soltó una carcajada. Mi hermano soltó una carcajada también y luego se cubrió con una sábana para poder dormir.

Diego se acercó a mí y me besó. Me pidió que saliéramos de ahí y así lo hicimos.

—¡Diego, cabrón! —dijo mi hermano. Nos giramos para ver qué quería —, no te lo folles tan duro, es mi hermanito —dijo con su voz de borracho.

Llegamos a mi habitación, me saqué toda la ropa. Diego hizo lo mismo. Estaba casi seguro que pesaba entre 90 y 100 kilogramos. Era enorme en comparación mía. Tenía la polla enorme, quizás por eso mi hermano le había dicho eso. Me besó, escupió en mi boca y volvió a besarme. Ya veía venir el sexo que tendría con él.

Me arrojó en la cama y comenzó a comerme el culo. Lo mordisqueaba todo y lo lamía como si de una paleta se tratase. Lo llenó de saliva y comenzó a meter un dedo, después otro y luego otro.

—¿Cuántos te caben? —me preguntó.

—Nunca me han metido más de tres —dije apenado.

Se levantó y puso su polla junto a mi boca. La abrí y la metió de un solo golpe. Comenzó a follarme la boca mientras ponía su pie sobre mi pecho. La tragué casi toda, nunca había probado una tan grande. Sentía arcadas, no sabía si por el alcohol o por otra cosa.

—¿Le hago caso a tu hermano o te dejo el culo bien abierto? —preguntó jadeando.

—Fóllame —le dije.

Bajó hasta mi culo, se puso un condón que llevaba en su cartera y comenzó a meter su polla lentamente. Sentía cómo me partía en dos. Me levantó de la cintura y me pegó en la pared. Enredé su cintura con mis piernas y sentí cómo su polla entraba más en mi culo. Estaba jadeando mucho, mi hermano estaba consciente de que me estaban follando, así que no tenía por qué guardar silencio.

Diego empezó un vaivén cada vez más rápido. Me aferré a sus hombros y puse mi cabeza sobre uno de ellos. Me había comenzado doliendo, pero ahora lo estaba gozando.

Me volvió a acostar en la cama, pero ahora en cuatro patas, comenzó a darme duro. Sentí su sudor caer sobre mis nalgas.

Dijo que estaba a punto de venirse.

Me recosté completamente en la cama mientras él me daba duro. La cama hacía ruido. Sentí sus manos aferrarse a mi espalda. Comenzó a soltar unos gritos y yo sentí caliente dentro de mí. Se recostó sobre mí y nos quedamos así un rato. Su polla comenzó a bajar y yo me aseguré de que el condón no quedara dentro.

Escuché muy fuerte la respiración de Diego, supuse que se había quedado dormido. Me levanté de la cama con el culo adolorido. Seguía caliente, sólo él se había venido. Salí de mi habitación y bajé hasta la de mi hermano. Entré y miré que estaba acostado bocarriba. Me acerqué a él. Me recosté junto a él. No se despertó, tenía una erección durísima.

—Yago, por favor no —dijo medio dormido.

—¿No quieres follarme? —pregunté.

—¿Tú quieres que te folle? —abrió los ojos.

—¿Me subo?

No respondió, pero quitó la sábana que lo cubría.

Bajé hasta su polla, le saqué el calzoncillo que llevaba puesto y me la metí a la boca. Tomé un condón de su mesita de noche. Se lo puse y me senté sobre su polla. Sentí cómo me entraba con facilidad. Alejandro despertó por completo. Me tomó de la cintura y comenzó con un vaivén. Bajé hasta su boca y comenzamos a besarnos.

Se sentó y yo crucé mis piernas sobre él para que me entrara más.

—¿Te folló Diego? —preguntó.

—Sí.

—¿Te gustó?

—No tanto como tenerte a ti adentro —dije sonriendo.

—Lo siento por hacerte esperar. No tenía el valor. Quisiera estar así toda la vida —dijo mientras me penetraba.

—Podemos estar así mucho tiempo.

—¿Confías en mí?

—Claro.

—Quiero follarte sin condón —dijo. Acepté sin pensarlo. Se sacó el condón y sentí su polla en mí.

Comenzó a follarme más. Me recosté bocabajo y él sobre mí. Abrió mis piernas y las sostuvo arriba.

Dijo que se iba a venir. Me aferré a las sábanas. Empezó a gemir. Sentí cómo me llenaba el culo de leche. Se dejó caer sobre mí.

—Te amo, cabrón.

—Y yo a ti —dije sonriendo.

—Yo los amo a los dos —dijo Diego en la puerta. Tenía la polla dura y se estaba tocando.

—Mierda —dijo Alejandro en mi oído.

Saben que pueden seguir enviándome correos, en estos días estaré respondiendo los que están pendientes. Lamento haberme demorado tanto, he tenido muy poco tiempo y estoy aprovechando las fechas libres para escribir, los quiero, les mando un beso.

Yago Cáceres

Yagocaceres16@gmail.com