Viviendo con mi hermano II

No supe cuánto tiempo pasó, pero nos quedamos dormidos. A media noche sentí cómo se me levantaba la polla una vez más. Francisco despertó. Giró su cara y me besó. Le pedí que me acercara otro condón. Me lo puse debajo de la sábana y metí mi polla dentro de su culo una vez más. Soltó un quejido.

Había pasado una semana. Estaba a punto de iniciar mis clases. Alejandro y yo nos habíamos acostumbrado muy rápido el uno al otro. Nos levantábamos a la misma hora, íbamos a correr al parque que estaba cerca de su casa, hacíamos una hora de ejercicio en el gimnasio, volvíamos a casa, mi hermano se iba al trabajo y yo me quedaba estudiando.

Cuando por fin llegó el día, Alex se despertó temprano, se saltó su rutina de ejercicio para prepararme desayuno y llevarme a la facultad. Era mi último año de universidad y lo iba a terminar en una escuela que ni siquiera era la mía. No me molestaba la idea, no tenía muchos amigos en mi antigua escuela. Pasaba la mayor parte del tiempo entrenando, quería ser nadador profesional. Iba a ser difícil hacerlo acá, por el cambio de clima.

—¿Estás emocionado? —preguntó mi hermano cuando por fin llegamos.

—Eso depende, ¿las albercas aquí tienen regulación térmica?

—Sí. Hay dos albercas, creo que ambas tienen. ¿Entrarás al equipo aquí también?

—Sí, mi beca está condicionada a seguir practicando y compitiendo, Alejandro, si no lo amara tanto, me sentiría mal por estar obligado—soltamos una carcajada.

Me dio un beso en la frente y me bajé de la camioneta. Llevaba mi mochila llena de cosas para la alberca y dos libretas solamente. Estudiaba nutrición, y me había ido por la rama de nutrición en el deporte. Era lo más cercano que había que mis papás aceptaran y tuviera que ver con natación. Mis padres tenían tres restaurantes pequeños en mi ciudad natal, sabían que, si no me iba bien en el deporte, podría trabajar con ellos administrándolos.

Llegué a la primera clase, era políticas alimentarias. Sólo debatimos durante una hora y media. Me gustaba mucho lo que estudiaba a pesar de no haber sido mi primera opción. Mis compañeros eran muy despreocupados, algo que envidiaba.

Todas las clases eran mejores que en mi universidad, me daba gusto haber tomado la decisión de transferirme. Estuve ansioso todo el día, pero cuando llegó la hora, me encaminé rápidamente al gimnasio de la escuela. Las albercas eran enormes, más grandes que las que tenía allá. Busqué al profesor y hablé con él para explicarle que era el chico de intercambio. Se emocionó al verme y me llevó a su oficina. Yo también estaba emocionado.

Estuvimos platicando sobre lo que hacían, y a diferencia de mi antigua escuela, las competencias llegaban a nivel nacional, lo cual me emocionó aún más. Me entregó un uniforme nuevo, que en realidad eran varios speedos con el logo de la universidad.

Fui a cambiarme en los vestidores y escuché a varios tipos mencionar algo sobre el chico nuevo . Había estudiado en dos bachilleratos, ya sabía lo que era ser el chico nuevo. No quería tener problemas de preparatoria, así que en lugar de hacerlo más complicado me acerqué a ellos e intenté comenzar una conversación.

—Hola —eran tres, se giraron para verme—, me llamo Santiago. ¿Ustedes son del equipo de natación?

—Sí. Yo soy Marco —dijo el más alto—, él es Francisco, y él es Alejandro.

—Mi hermano se llama Alejandro también —dije intentando ser amigable. No se veían conflictivos, salvo Marco, que parecía el líder del grupito. No tenía intención de pelear con nadie, esperaba que mi intento de evitarlo no saliera contraproducente. Marco era pelirrojo, como éramos nadadores, ninguno tenía vello corporal. Su piel era blanca como la leche, y tenía ojos azules como White Walker. Francisco y Alejandro eran rubios, de ojos verdes y castaños respectivamente. El único morocho bronceado era yo.

—¿Vas a competir o sólo vas a pasar la materia de deporte? —preguntó Francisco mientras salíamos de los vestidores.

—Voy a competir. Fue uno de los requisitos para mi trasferencia aquí. Además, lo disfruto mucho.

—¿Y eres bueno? —preguntó Alejandro. A pesar de haber sido muy directo, no parecía haber malicia en su pregunta.

—Supongo. Gané a nivel estatal en las competencias de mi escuela… igual, somos un equipo ¿no? —dije nervioso.

—¿Cuánto tiempo haces en 100 m libres? —preguntó Marco.

—He estado trabajando mucho en ello, pero no consigo hacer menos de 75 segundos —respondí apenado.

—Haces menos tiempo que Marco —dijo Francisco—, igual eres más alto —Marco se puso colorado. Entonces entendí que mi intención de no buscar problemas se había esfumado.

Nos lanzamos a la alberca los cuatro. Efectivamente, hacía menos tiempo que Marco. Francisco terminó en tercer lugar y al último Alejandro. Nadamos de diferente manera y a diferente distancia: libre, espalda, pecho, mariposa, desde 50 a 200 m. Terminamos muertos.

Tenía mi mochila en las gradas. Salí de la alberca y me senté en el suelo. Tomé mi celular y miré un mensaje de mi hermano. Había preparado pescado empapelado, me encantaba. Moría de hambre. Le mandé un mensaje para que pasara por mí. El entrenador se acercó a donde yo estaba. Me levanté rápido del suelo y sonreí.

—¡Eres bueno! Me alegra que hayas llegado para competir con nosotros. En la temporada pasada quedamos en tercer lugar. De cualquier modo, tendremos que prepararte más. ¿Tienes algo que hacer por las tardes?

—No. Sólo vengo a la facultad y el resto del día lo tengo libre.

—Marco viene a las 6 de la tarde. ¿Puedes venir a esa hora a partir de la próxima semana?

—Claro, cuente con ello.

—Bueno, muchacho. Y una última cosa, no te dejes intimidar. Marco es buen chico, sólo es un poco ambicioso. Estás por encima de él por 10 segundos. En estas competencias, cada milésima de segundo cuenta.

—Gracias, haré lo mejor que pueda.

Me alegró escuchar eso. Chequé mi celular una vez más y luego lo metí en mi mochila. El entrenador se marchó dándome unas palmadas en el hombro y yo caminé de regreso a los vestidores. Moría de hambre y cansancio, quería irme a casa cuanto antes. Estaba a punto de cruzar los casilleros para entrar a las duchas cuando escuché gemidos. Caminé más lento, la curiosidad me mataba. Efectivamente, el sonido venía de las duchas. Me acerqué sigilosamente. Debajo de una de las regaderas estaba Marco. Podía verle su cuerpo desnudo, su culo, que estaba mejor de lo que quisiera admitir y más blanco que el resto de su piel.

Tenía su cabeza echada hacia atrás, el agua le caía en el pecho.  Miré que tenía las manos encima de la cabeza de alguien. Podía ser cualquiera, Francisco o Alejandro, incluso alguien que no fuera del equipo de natación. Sentí cómo se me iba formando una erección. Puse mi mano sobre mi polla y la froté. Francisco entró detrás de mí, llevaba su celular en la mano, chocó conmigo y se disculpó. Lo paré en seco. Me miró sin entender. Le hice señas para que se asomara.

—Ahora entiendo por qué siempre se quedan más tiempo—dijo entre risas—, Alejandro se la traga toda—susurró—. Deberíamos unirnos —agregó.

—No lo creo —dije entre risa, mirando de reojo.

—Me estoy empalmando—me guiñó un ojo y sonrió. Francisco me miró fijamente, era muy guapo y tenía rasgos medio infantiles. Se acercó a mí y me besó en los labios. No me molestaba, al contrario. Dejé caer mi mochila al suelo con cuidado y lo tomé de la cintura. Puso sus manos sobre mi cuello y comenzó a besarme en las mejillas y luego el cuello. Escuchamos gemir a Marco, esta vez con más fuerza. Nos asomamos. Estaba empujando la cabeza de Alejandro contra su pelvis. Éste estaba teniendo arcadas. Veíamos cómo se aferraba a las nalgas de Marco mientras le follaba la boca. Entendimos entonces, se estaba viniendo en su boca.

Francisco dejó caer su botella de agua. Me asusté y me pegué al casillero para que no nos miraran. Después de unos segundos ambos entramos a las duchas, pero Marco y Alejandro ya estaban separados. Ninguno de los dos volteó a vernos. Supuse que sus erecciones no habían desaparecido por completo.

Nosotros dos nos desvestimos y nos duchamos junto a ellos sin decir nada. Yo estaba calentísimo. Francisco me sonrió y se mordió el labio.

—¡Te fue bien hoy, chico nuevo! —dijo Marco. Sonreí de oreja a oreja. No tan bien como a ti. Pensé.

—El entrenador estaba fascinado con tus técnicas —agregó Alejandro saliendo de las duchas.

—Me pidió que viniera a entrenar por las tardes también —dije. Francisco me miró sorprendido, pero más contento que los otros dos.

—Felicidades, eso quiere decir que cree que eres buen rival para las otras escuelas —Fran pasó su brazo por mis hombros para abrazarme. Fue un poco incómodo porque estábamos desnudos frente a los otros dos—, ¿no te da gusto, Marco? —fingió sonreír.

—Claro, entre mejor sea el equipo, más posibilidad hay de ganar —salió de la ducha. Se vistió rápido igual que Alejandro y se marcharon.

Escuchamos cómo se cerraba la puerta de los vestidores. Francisco y yo nos acercamos y nos besamos. Puso las manos sobre mi culo y yo sobre el de él.

—¿Quieres venir a mi casa? —preguntó—, no me da confianza hacerlo aquí.

—Mi hermano está en camino —dije apenado.

Escuchamos al entrenador entrar a los vestidores. Nos separamos. Terminamos de ducharnos y nos salimos para cambiarnos.

Después de salir de ahí, Francisco me acompañó a terminar unos últimos requisitos a servicio escolar. Parecía que él era el bueno de los tres. Me invitó a una fiesta que darían el viernes. Pensé que era buena idea, porque no conocía a nadie. Le di las gracias y salimos de la facultad.

—Entonces, ¿vendrán por ti? —preguntó. Asentí —, vale. Entonces, me voy. ¡Te veo mañana!

—¿Quieres venir a mi casa más tarde? —me había quedado caliente. Asintió sonriendo. Intercambiamos números y luego se marchó.

Mi hermano llegó justo después de que Francisco se marchara. Me subí a la camioneta y esperé a que soltara todas sus preguntas. Le conté todo lo que había ocurrido, evitando mencionar lo de los vestidores. Pensé que después de lo que había soñado la primera noche, lo mejor era no tocar temas sexuales con mi hermano.

—Entonces, ¿le agradaste al entrenador?

—Sí. Soy como cinco centímetros más grandes que el nadador más veloz de aquí, eso me da ventaja.

—Me da gusto. Tienes que llamarle a papá y mamá y contarles —puse los ojos en blanco.

Llegamos a la casa. Me arrojé en el sillón. Mi hermano dijo que iba a calentar la comida. Estaba súper cansado. Tenía un mes sin practicar. Me dolían las piernas y los hombros. Me saqué los tenis y cerré los ojos.

Alejandro se acercó. Se sentó levantando mis piernas y poniéndolas sobre las suyas. Me sacó los calcetines y comenzó a masajear mis pies. Preguntó si me gustaba, estaba encantado. Cerré los ojos. Sentí cómo iba subiendo por mis pantorrillas. Acariciaba mis piernas y subía hasta mis rodillas. Pasaba sus manos por debajo de ellas y las apretaba con fuerza. Subió hasta los muslos. Sentí cómo se metía debajo de mis shorts y acariciaba mi polla con el dorso de sus dedos. Sacó las manos y bajó mi short hasta mis rodillas. Se metió mi polla a la boca y comenzó a chuparla. Me encantaba. Puse mis manos sobre su cabeza. Moví mi cadera para que se metiera toda mi polla, sentí cómo se atragantaba y le daban arcadas, pero no la sacaba.

—Yago, Yago, ¡Santiago! —me desperté. Otra vez había soñado ¡con mi hermano! Me levanté del sofá y caminé hasta la mesa—. ¿Qué estabas soñando? —preguntó curioso.

—No lo sé, ¿por qué? —estaba nervioso.

—Dijiste mi nombre varias veces, pensé que estabas teniendo una pesadilla.

—Quizás, aunque uno de los bravucones se llama Alejandro también. Probablemente estaba intentando ahogarme en la piscina.

Moría de vergüenza, porque también tenía una erección cuando desperté. Era imposible que Alejandro no la hubiese visto. Comimos en silencio, aunque no por mucho tiempo. Empezó a contarme sobre su día en el trabajo. Sus alumnos eran muy graciosos, me contó cosas que solían decir y me hacía mucha gracia imaginar a mi hermano cuidando a un montón de niños.

Supuse que de ahí había crecido su interés en cuidar de mí. Que, debo admitir, me gustaba mucho la idea de tener a mi hermano a cargo de mí. Era mucho más sencillo dialogar con él y que entendiera mis cosas sin presionar mucho.

—Entonces, ¿hiciste algún amigo?

—Sí. Creo, es amigo de ellos también, pero parece que es amable. Se llama Francisco, está en el equipo de natación también. Me invitó a una fiesta el viernes, de hecho.

—Perfecto, es tu oportunidad para hacer amigos. Todo con medida, ¿está bien?

—Sí, mamá —soltamos una carcajada—. Oye, le dije a Francisco que podía venir a casa hoy. Haremos unos deberes juntos y, además, me vendría bien asegurar un amigo. ¿Hay algún problema?

—No. Adelante. Sólo asegúrate de cerrar bien si se marcha hasta tarde.

Le ayudé a mi hermano a lavar los platos y limpiar las cosas. Subí a mi habitación. Hice los deberes de la escuela, que se suponía haría con Francisco, y me quedé dormido cuando terminé. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero me despertó el frío. Busqué la hora en mi reloj en la mesita de noche. Eran las seis de la tarde. Le envié un mensaje a Fran con la dirección y respondió enseguida. Tenía hambre otra vez. Bajé con cuidado las escaleras porque aún estaba medio adormilado. Escuché ruidos salir de la habitación de mi hermano. Se escuchaban golpes. Me acerqué rápido, pero escuché cómo jadeaban él y alguien más.

De algún modo u otro, me sentí triste por la idea de pensar en mi hermano follando ahí con alguien más. Me senté en el último escalón de la escalera y pensé que estaba siendo muy idiota. ¿Me molestaba escuchar a mi hermano follando con alguien más? ¡Qué pavada! Me levanté de ahí y me preparé un sándwich de champiñones con germinado. Francisco llegaría en cualquier momento.

Quise terminar rápido para subir a mi habitación, pero escuché cómo se abría la puerta de la habitación de Alex. Un muchacho sonriente, completamente vestido y de muy buen ver salió de la habitación de mi hermano. ¡¿Cómo no iba a salir sonriendo?! Acababa de follar con mi hermano.

La luz de la cocina estaba apagada. Supuse que por ello no me habían visto. Mi hermano salió en slips. Lo despidió en la entrada y le dio un beso en los labios. El tipo le agarró la polla a mi hermano y se fue.

El color se esfumó del rostro de mi hermano cuando me miró sentado comiendo. Sonreí de oreja a oreja y él comenzó a tartamudear.

—Al menos alguien folla en esta casa —le dije burlándome.

—Creí que seguías dormido —dijo apenado.

—Era muy guapo. ¿Cómo se llama?

—Juan… o José, no recuerdo—comenzamos a bromear al respecto. Al parecer lo había conocido en Facebook. Mi hermano había sido el pasivo. Dijo que el muchacho tenía la polla muy grande y aún le dolía. Sentí cómo se me ponía dura. Imaginarme a mi hermano en esa posición, simplemente no podía—. Lo malo es que ni siquiera me vine. Le llamó su novia y tuvo que irse.

—Vaya, un hetero-curioso—solté una risita—. Subiré a mi habitación. Francisco viene en camino.

—Usen condón —dijo jugando—, y no hagan mucho ruido porque me da envidia.

—Lo intentaremos —bromeé.

Escuché que alguien tocaba la puerta. Caminé hasta allá y abrí. Alejandro entró a la cocina. Miré a Francisco sonriendo, le pedí que pasara y lo hizo. Mi hermano salió de la cocina, aún en slips, y saludó a Fran. Mi amigo me miró sorprendido.

—No sabía que era dos por uno —dijo.

—No lo es —comentó Alejandro marchándose a su habitación.

—Lástima —bromeó Francisco.

Subimos a mi habitación. Comenzamos a besarnos en cuanto entramos. Le saqué la camiseta y él me sacó la mía. Me besaba el cuello, lo lamía y mordía, todo al mismo tiempo. Nos acostamos en la cama y seguimos besándonos.

Lo recosté boca arriba y le mordí los pezones. Soltó un grito ahogado. Le lamí el pecho entero. Como practicábamos natación, teníamos los pectorales muy marcados. Los estrujaba con mis manos y los mordía con fuerza. Sentía sus manos sobre mi cabeza pidiéndome que no parara. Le bajé el pants que llevaba puesto y me di cuenta de que no traía ropa interior. Su polla, la cual ya había visto en las duchas, estaba durísima. Estaba circuncidado igual que yo. Me metí la cabeza de su polla a la boca al mismo tiempo que pellizcaba sus pezones.

Francisco no se reprimía y soltaba gemidos fuertes. Quise poner música, pero no me dejó bajarme de la cama.

Seguí con su polla en mi boca. Me gustaba, estaba gruesa y cuando me llegaba la garganta me hacía sentir arcadas.

—Quiero que me folles —dijo tomándome la cara. Me acerqué a él y le besé. Me recosté encima y sentí nuestras pollas frotarse. Me saqué el short que llevaba puesto. Metí mi polla entre sus piernas y comencé un vaivén.

—Qué bueno porque quiero follarte —le respondí. Mordí sus labios y luego lo tomé de la cintura para voltearlo boca abajo. Levanté su cadera para que su culo quedara arriba. Mordí sus nalgas, estaban duras. Lo nalgueé. Pensé que iba a quejarse, pero no, me pidió que le diera más fuerte. Lo nalgueé con más fuerza y miré cómo se contorsionó.

Me agaché y le lamí el culo. Sentía cómo lo abría para que metiera más mi lengua. Me pidió que me acostara boca arriba. Lo hice. Puso su culo en mi boca y se agachó lo suficiente para que mi polla entrara en la suya. Le mordisqueé el culo, y lo llené de saliva lo más que pude.

Tomé un condón de la mesita de noche. Me lo quitó de las manos y lo abrió rápidamente. Lo puso en mi polla. Puso sus labios encima y fue bajando el condón lentamente. Le seguí mordiendo el culo.

—Voy a montarte —me dijo en el oído, una vez que se levantó. Siguió de espaldas a mí y movió su culo hasta mi polla. Le ayudé a encontrar la entrada a su ano y se fue sentando lentamente en mí. Estaba apretadito. Comenzó a cabalgarme. No podía con tanto. Me levanté hasta juntar mi pecho con su espalda y moví lentamente mi pelvis para darle también con fuerza.

Estábamos gimiendo como locos. Nos levantamos de la cama. Lo pegué en la pared y comencé a penetrarlo con fuerza. Le besaba la oreja y el cuello. Echó su cabeza para atrás, como lo había hecho Marco en los vestidores.

Bajé mis manos hasta llegar a su polla y comencé a masturbarlo. Me senté en la orilla de la cama y siguió brincando encima de mí. Francisco era experto en recibir polla. Seguí mordiéndole la espalda. No sabía cuánto tiempo me faltaba para venirme, pero la estaba pasando de maravilla.

Fue bajando en el suelo hasta quedar en cuatro patas. Doblé una de mis rodillas y comencé a darle ahí abajo. Puse los dedos de mi mano derecha en su boca y los lamió todos de uno por uno. Volví a acariciar su polla y lo masturbé.

—Vente en mi cara —me dijo.

Nos subimos a mi cama nuevamente. Lo recosté boca arriba y subí sus piernas sobre mis hombros. Comencé a darle duro. Me abrazaba con sus piernas y eso me excitaba todavía más. Le dije que iba a venirme. Saqué mi polla de su culo. Me quité el condón y se acomodó con la cara en mi polla. Me lamió las bolas. No pude aguantar más. Comencé a venirme en su cara. Él hizo lo mismo. Soltó chorros de líquido blanco sobre su pecho y mi pelvis. Metí mi polla a su boca y siguió lamiendo.

Sonreí. Saqué la polla y caminé al baño por una toalla. Le limpié la cara y el pecho. Me limpié también y luego me acosté junto a él.

—¿Te ha gustado? —preguntó.

—Me ha encantado. Eres buenísimo. Puedes quedarte un rato aquí, no tienes que irte —sugerí.

—Normalmente los hombres con los que follo me piden mi uber en cuanto terminan. Eso habla bien de ti —bromeó. Se acostó dándome la espalda. Me acerqué a él y lo abracé. Alcancé una de las sábanas para taparnos con ella —, tu hermano está igual de rico que tú —dijo entre risas—, quisiera tener un hermano así.

—¿Para qué? No podrías hacer nada. Sería tu hermano.

—No lo sé, con un hermano como el tuyo, quizás haría una excepción.

—Qué tonto eres —le dije besándole el cuello.

—¿Puedo dormir aquí? —preguntó.

—Claro —dije abrazándolo con fuerza—, con esa carita de niño bueno que tienes, puedes dormir dentro de mí si quieres —soltamos una carcajada.

—Perfecto, después te follo yo —empujó su culo a mi polla.

—Con ese culo que tienes, estoy seguro que tú me follaste a mí hoy —dije.

No supe cuánto tiempo pasó, pero nos quedamos dormidos. A media noche sentí cómo se me levantaba la polla una vez más. Francisco despertó. Giró su cara y me besó. Le pedí que me acercara otro condón. Me lo puse debajo de la sábana y metí mi polla dentro de su culo una vez más. Soltó un quejido. Llevé mi mano derecha a su cuello y comencé a follarlo lentamente. No cambiamos de posición ni nada. Seguí dándole hasta venirme de nuevo. Mi polla comenzó a salirse lentamente de su culo. Cuidé que el condón también saliera. Lo arrojé al suelo.

—Ahora sí, buenas noches —le dije susurrando.

—Gracias, igualmente —respondió jadeando.

Muchas gracias a todos los que me enviaron correos con el capítulo anterior. De verdad me motiva a seguir compartiéndoles esta historia. Si quieren seguir en contacto este es mi e-mail: yagocaceres16@gmail.com