Vivencias: 7 días (Día )
Una ciudad nueva donde sólo puedes estar 7 días.Te proporcionan una nueva identidad, dinero, acceso a todos los sitios mas destacados de la ciudad, la posibilidad de tener sexo y probar cosas nuevas.¿Qué elegirías? yo lo tuve muy claro.Acceder a los caprichos de un hombre mucho más mayor que yo.
Día 1
Llegas a una ciudad nueva donde sólo puedes estar 7 días. Durante ese tiempo te proporcionan una nueva identidad, dinero, acceso a todos los sitios mas destacados de la ciudad, la posibilidad de tener sexo y probar cosas nuevas...¿Qué elegirías? yo lo tuve muy claro.
Mi curiosidad por el sexo siempre ha sido muy grande, demasiado quizás para una chica tan simple físicamente como yo. Tampoco he tenido posibilidad ya que mis relaciones siempre han sido estables, duraderas y muy monótonas. Pero ahora tenía la oportunidad de que por una semana fuese lo que realmente quería ser, y lo mejor de todo es que nadie iba a saberlo.
¿El precio? Acceder a los caprichos de un hombre mucho más mayor que yo y que podía comprar todo lo que se le antojase, a él o a mi, y que curiosamente había visto en mi alguien que desapareció de su vida.
Destino, casualidad... llamémosle X. El caso es que iba a disfrutar como nunca, que por algo había aceptado un acuerdo sin saber muy bien por que. Las deudas, la rutina, las ganas de aprender lo que tanto me ofrecía... Lo que si puedo decir es que nunca firméis un contrato estando bebida y sin un abogado delante.
Le dije a mi benefactor lo que ansiaba y él me lo proporcionó, no sin antes cobrar su parte del acuerdo.
- He decidido lo que quiero, pero no se si te gustará.
- Te di la oportunidad de que eligieras y eso incluye cualquier cosa, nada de lo que me digas me afectará. No hay sentimiento emocional, sólo eres mi capricho, te lo dejé claro.
- Quiero sexo. Sexo a parte del que tengo contigo. Supongo que para alguien como tu no será difícil decirme por donde me debo mover.
- Acércate.
Haciendo caso me puse lo más cerca posible de él y con una leve inclinación acerqué mi oído a su boca. Apreté los labios y cerré los ojos cuando escuché su petición. Nuevamente era un juego absurdo de fantasías sexuales en las que me tenía que disfrazar. Esta vez de una colegiala, haciendo honor al clásico cliché que todos hemos oído y visto alguna vez.
Desaparecí en cuanto chasqueó los dedos para ir a mi habitación, la que él me había asignado cuando acepté a viajar con él y aceptar su propuesta.
Durante siete días le pertenecería completamente, a cambio de que saldara mis deudas y yo pudiese hacer todo lo que me apetecía.
Abrí el armario donde había una flecha pegada en la puerta sobre una nota. Dentro había exactamente 7 disfraces diferentes que no parecían ir en orden. Como si lo tuviese todo preparado, en cada uno de los disfraces colgaba un lazo con un sobre. Abrí el de colegiala, leyendo lo que había escrito en el,
"No leas ninguno más o se romperá el acuerdo"
. Hice caso tontamente sin saber muy bien el por qué. Ya que por alguna extraña razón esta manera de llevar esta... ¿relación? ¿propuesta? no sabía muy bien que era lo que teníamos pero me gustaba, y no iba a perder la oportunidad de conseguir todo lo que me había puesto en bandeja.
Mi amiga lo llamaba prostitución, yo lo llamaba supervivencia, goce y curiosidad.
Entré en el despacho donde estaba sentado aún, acariciando el filo del vaso de cristal donde podía ver el coñac que tanto le gustaba disfrutar. Con un gesto del dedo me acerqué y contemplé como sus ojos me miraban de arriba abajo dando su aprobación.
Me sentía estúpida con mi vestimenta de la cual sólo salvaba la minifalda plisada oscura. La camisa, corta enseñando ombligo y con escote que dejaba ver parte de mis pechos cumplía el mencionado cliché. Una pequeña corbata negra femenina anudada, de manera suelta, acompañaba mi cuello, mientras que había pedido que en los pies llevase tacones tan altos que me costaba andar.
Me extrañó que no quisiera esos estupidos calcetines tan infantiles que llegan hasta la rodilla, pero lo agradecí.
Mi pelo largo, negro y ondulado estaba recogido en dos grandes coletas, una a cada lado de mi cabeza, dejando mi flequillo suelto con mechones por la cara. Las gafas, que yo las traía de fábrica, me pidió que las dejara.
De vuelta a una a extraña adolescencia que no había tenido me puse frente a él y siguiendo las órdenes de sus manos me puse de rodillas entre sus piernas, dejando mi cara a la altura de su entrepierna.
Como no soy estúpida sabía que quería y con el alarde que pude me dispuse a calentarle.
Me inclinaba a caso hecho para que pudiese ver mi escote, mientras que con mis manos acariciaba su pecho, descendiendo hasta su entrepierna y acariciando por encima del pantalón lo que empezaba a crecer debajo.
Cogí su mano libre, y llevando sus dedos a mi boca pasé las yemas por los labios, rozando con la lengua la punta de cada uno de ellos e introduciéndomelos en la boca, saboreando, cerrando los ojos y dejándome llevar por el momento, sin pensar en nada más.
Sentía su miembro endurecerse cada vez más, como el pantalón cada vez era más pequeño para guardar en el lo que me tenía preparado, así que lo desabroché, bajé la cremallera y liberé la erección que allí yacía.
Lo acaricié despacio con la mano, mientras lo libraba de toda tela. Comencé a lamer de abajo arriba y escuché de fondo un suspiro placentero, sintiéndome observada en todo momento mientras mi saliva se quedaba en el miembro del hombre que me estaba presionando la cabeza en cuestión de segundos.
Cabía entera en mi boca, aunque me costaba respirar la introduje hasta la garganta, iniciando un mete saca hasta el fondo de la misma mientras el me cogía por las coletas e intentaba marcar el ritmo.
Quería deleitarme, hacerlo como a mi me gustaba realmente pero estaba a sus ordenes y en este momento, tras un rato felándole el miembro me apartó, me cogió de la cintura y me puso contra el escritorio, dejando mi culo expuesto a él.
Ya que no llevaba ropa interior y que la falda era extremadamente corta, al inclinarme ya se podía apreciar lo que había debajo. Pasó su mano por mi entrepierna, acariciandome y comprobando si la situación me calentaba, y vaya si lo hacía... sacó su mano de mi coño y la puso sobre mi boca, invitando a saborear lo que yo misma desprendía. Mientras lo hacía podía sentir en mi culo su polla erecta rozarme una y otra vez mi entrada, lo cual deseaba ahora mismo más que cualquier cosa.
Se apartó, me agarró del culo y masajeando me soltó un azote, se puso de rodillas y acercó su cara a mi, dándome lametones en esta postura haciéndome chorrear cada vez más. Podía sentir sus dedos clavándose en mi piel, como sus manos grandes me agarraban el culo y me abrían para él... y me gustaba. Sentirme así como si estuviera a su merced me encantaba. aunque realmente...lo estaba.
Me indicó que subiera una rodilla sobre el escritorio y desde esta posición, colocándose de pie, me penetró de una embestida haciéndome soltar un gemido. Me hizo temblar, tambalearme sobre la mesa y me obligó a agarrarme a ella como si me fuese a romper.
Se clavaba en mi, me empalaba una y otra vez reventándome por dentro. Podía sentir como con cada embestida me abría más, y yo no sé por qué disfrutaba más, si por el placer que me estaba dando o por darme cuenta de lo extasiado que estaba y de que mi coño estrecho lo estaba volviendo loco.
Cada vez más profundo, con desesperación, con agonía, me penetraba como si quisiera dejarme un mensaje y que lo leyese en mi cuerpo al día siguiente cuando no me pudiera mover. Sentí una de sus manos en mi pecho, pellizcando mi pezón, mientras con la otra me agarraba la cintura para impulsarse más profundamente dentro de mi.
Iba a romperme.
Pero no, no lo hizo, lo que consiguió fue diferente. Sacó su miembro para acariciarme con el el clítoris, pasándolo por mi sexo empapado, y me la metió hasta el fondo. Mi sensibilidad ahí abajo era extrema y con su mano tocándome ahora podía sentir como mi orgasmo cada vez se acercaba más, cada vez más cerca, casi al borde... hasta que estalle y gemí mientras clavaba las uñas en la mesa y respiraba como si hubiera estado aguantando el aire una eternidad.
Pero el seguía empujando dentro de mi cuerpo, notando como cada vez se tensaba más sabía que pronto se correría. Sorprendida, salió de mi, me dio la vuelta y me abrió la pequeña camisa haciendo saltar los botones. Colocó su miembro en medio y agarrándome los pechos empezó a follarmelos mientras me pedía que pasara la lengua por la punta de el.
Poco después se corrió de manera salvaje sobre mi boca, cayendo en mi cara, pecho y labios su semen caliente y pidiéndome que le limpiase con la lengua cada gota que había en su erección.
Sin mencionar nada y sin advertir una sola muestra de algún sentimiento, manteniéndose frío como era habitual en él, cuando me quité y me iba me dio una tarjeta.
Me indicó con la mano que me fuera y antes de salir por la puerta, creyendo que se había olvidado de su parte del trato, miré la tarjeta. En ella había un número, un nombre y una dirección.