Vivencias: 7 días (Día 2 parte 2 )

"Disfruta tanto más que ayer", leo en la pantalla cuando abro el Chat de mi benefactor. Y la idea de que qué sabrá él como me va me inunda por dentro. Al igual que la duda de por qué ese chico sabía exactamente que serían siete días de experimentos.

Día 2 (Parte 2)

Tuve durante todo el día para prepararme para lo que me pudieran ofrecer en el club. Aquel chico, del cual no sabía el nombre, me tendría preparada alguna sorpresa. Pude intuirlo en sus palabras y en la forma en que me miraba cuando me recordó que aún me quedaban 6 días.

Pasé la tarde en la piscina, disfrutando tranquilamente de algunos largos bajo la atenta mirada de mi benefactor. Cuando empezó a caer el sol ambos nos retiramos y no volvimos a saber el uno del otro por el momento.

Cuando miro el reloj veo que son cerca de las 22, por lo que me doy una ducha, me visto y me arreglo un poco el pelo para irme.

Con un vestido blanco de gasa anudado al cuello, unas medias hasta el muslo similares a las que llevaba por la mañana, los finos tacones del mismo color y un moño con mechones sueltos, salgo de casa. Cojo el taxi que hay en la puerta esperándome y dirigiéndome al local miro en mi móvil.

"Disfruta tanto más que ayer" , leo en la pantalla cuando abro el Chat de mi benefactor. Y la idea de que qué sabrá él como me va me inunda por dentro. Al igual que la duda de por qué ese chico sabía exactamente que serían siete días de experimentos.

Y así, vagando por las preguntas que se mezclaban en mi mente llegué a la última calle donde me dejaría el vehículo.

Cuando llegué a la puerta esta vez el guardia no me hizo preguntas, simplemente me indicó que entrara con la mano y pasé al vestíbulo, donde rápidamente aquella rubia de la noche anterior me agarró del brazo y me pidió que la acompañara.

La seguí, fijándome en su vestimenta de cuero y pedrería que resaltaba su escote y marcaba su figura, resaltando las curvas y marcando su trasero.

  • Toma. - Me entregó la llave con el número 25. - Ya sabes lo que hay que hacer. Espera a que él venga.

Bajé por las escaleras hasta llegar al sótano y la curiosidad me embargaba dejando salir mi vena voyerista al darme cuenta que había pegado la cara a una de las rendijas de una puerta que estaba sin cerrar y de la cual salían pequeños sonidos.

Miré a través del espacio que había. Una mujer atada a la cama y desnuda gemía al caerle cera caliente encima, mientras se arqueaba excitada por aquello. Casi suplicaba que la follara mientras la quemaba, y el chico que había con ella, entre palabras desagradables, dejaba caer la cera sobre su sexo.

La imagen me estaba humedeciendo la entrepierna pese a resultarme desagradable, y podía sentir como mis muslos se iban mojando.

Una mano acarició mi culo, dándome un susto de muerte y haciendo que me girara colorada como un tomate.

  • Creí haberte dicho que tenías que esperar en la habitación.
  • Yo... ya iba.
  • ¿Te gusta lo que ves? - Acariciaba mi cintura, pegando su cuerpo más a mi y sentía los pechos de la rubia pegados a mi espalda. - Así que también eres voyeurista... eres una cajita de sorpresas pequeña.
  • Estaba abierta y al pasar...
  • Shhh - tapó mi boca desde atrás. - Ve a la habitación.

Obedecí y entré en la habitación de la noche anterior comprobando que varias cosas habían cambiado. La cama, que ahora tenía cuatro pósteres de las que colgaban pequeñas tiras de tela, tenía las sábanas negras, pero también de satén.

En la mesita esta vez había una caja y un bote de color rosa oscuro que no sabía que podía ser.

Me senté en la cama, esperando que viniera y con el gusanillo en el estómago por no saber que sería hoy.

Al poco escuché los cascabeles justo antes de verlos en la mano del chico. El cual entró y sin mediar palabra me los volvió a colocar en la muñeca, donde el sello que me puso la noche anterior ya había desaparecido.

  • Te ha durado poco. - Comentó pensativo. - Bueno, hay otras maneras de marcarte hoy. ¿Sigues manteniendo el sí?
  • Sí. - Respondí sin duda alguna.

Me desató el vestido, anudado al cuello y me lo fue deslizando poco a poco, comprobando esta vez que yo no llevaba sujetador.

Cuando me dejó solamente con el tanga blanco y las medías claras me pidió que me pusiera de rodillas frente a él.

En esta postura cogió una de las telas de la cama y me ató las muñecas a la espalda, haciendo que al estar en tensión mis pechos estuvieran más erguidos.

De rodillas en el suelo y abierta rasgó el tanga y me lo puso a modo de mordaza, quitándome la posibilidad de decir nada.

  • ¿Recuerdas que te dije ayer que usaría la mordaza? Pues prefiero tu tanga para ello.

Se dio la vuelta hasta la mesa, cogió la cajita y sacó de ella una especie de tenacitas unidas mediante una cadena. No tenía la menor idea de lo que podía ser, pero cuando vi que acercaba ambas a mis pechos y pillaba cada uno de mis pezones con ellas, pasando la cadena tras mi cuello, sentí un profundo dolor y ganas de querer decir no. Pero no podía, sólo solté un quejido y ganas de revolverme para quitármelas.

En ese momento escuché como el chico dio paso a la rubia que había estado estos dos días siendo mi guía, la que momentos antes me había tocado el culo y me había inquietado.

Observé, mientras notada cada vez mas presión en los pezones, como la mujer se puso de rodillas y empezó a desabrocharle el cinturón y a pasarle la boca por el abultado pantalón, todo esto mientras no apartaba los ojos de mi, retándome a que mirara a ella o al suelo, diciéndome con gestos que ella iba a disfrutar mientras yo sólo sentía dolor.

El chico le agarró la cabeza, acariciándola mientras me miraba y sonreía, como pavoneándose de mi.

Me ha dicho esta agradable mujer que te gusta observar a desconocidos. Intentaremos darte un buen espectáculo entonces. Eso si, no puedes tocarte... bueno, tampoco puedes ahora que caigo.

La carcajada resonó en la habitación y por alguna extraña razón ese trato me empezaba a crear una especie de ardor entre las piernas.

Mis ojos se apartaron de los suyos cuando vi como la rubia liberaba la erección e impactaba en su boca. Rodeó la punta con su lengua y se la introdujo entera, abriendo la boca y apartándose despacio para después subir con su lengua desde la base, lamiendo el miembro por completo y con una de las manos masajeando los testículos. Sin embargo poco tardó en reemplazar sus dedos por su boca y con una habilidad casi innata y que yo no tendría, se metió los huevos en la boca y empezó a masturbarlo mientras intentaba mirarme a mi. Ambos lo intentaban.

Él le agarraba del pelo, enredando sus dedos en el y pegando leves tirones. A ratos echaba la cabeza hacía atrás suspirando y dejando escapar quejidos de goce.

Yo sentía que ardía por dentro, y entre aquella sensación el dolor de mis pechos empezó a evadirse, dejando paso a una sensación placentera que me simulaba a los dientes de alguien alrededor.

Intentaba cerrar los muslos, aun estando de rodillas, pero no podía, la mirada atenta de aquel hombre me amenazaba con que no lo hiciera. Por inercia movía levemente mis caderas de adelante a atrás, intentando rozarme con algo invisible, sintiendo como al estar abierta me empapaba más, empezando a creer que en cualquier momento gotearía allí mismo o moriría de desesperación.

Ansiaba ser yo la que tuviera en su boca esa polla que entraba y salía ahora de aquella mujer. O en su defecto tenerla dentro de mi en lo más profundo de mi ser. Pero no podía y me frustraba, me sentía humillada y desplazada de un placer y goce que veía disfrutar a otros y que encima me habían prohibido.

La rubia seguía chupando, cada vez con más ganas, agarrada por esas manos que la impulsaban a que se la introdujera hasta la garganta. Al final la apartó, y creyendo inocentemente que me tocaría mi turno vi como la ponía a cuatro patas delante de mi y el se agachaba, le envolvía el minúsculo vestido de cuero en la cintura y la penetraba.

Con su coño en primer plano podía ver como aquel miembro entraba y salía de ella y como las caras de placer de la rubia y los gemidos, cada vez más fuertes se propagaban por la habitación.

No podía dejar de mirar como cada embestida unía hasta el fondo ambos cuerpos, llegando a chocar sus testículos contra ella una y otra y otra vez.

Mientras tanto yo seguía atada, suplicando que me follaran, que me usaran, que me hicieran correrme como nunca porque no podía soportarlo más.

Instintivamente tiré de la tela que me ataba a la parte baja de la cama y el sonido de mi cascabel le llamó la atención al hombre.

  • Así que has llegado a tu límite de observar... - Le dio una palmada en el culo y esta se quitó. - Ahora te toca a ti.

Me desató, me quitó las pinzas, que me habían dejado los pezones de un rojo ensangrentado, y el tanga de la boca y me pasó la mano por mi sexo.

  • Joder, si que ansías que te folle.

Aquellas palabras no hicieron sino que calentarme más aún si cabía. Me tumbó en la cama y abrió mis piernas, pero mi sorpresa no fue esa, sino ver como la rubia se sentaba en mi boca y, a modo de 69 empezaba a lamer mi sexo empapado.

  • Come. - Ordenó el hombre mientras me metía dos dedos en mi interior. - Sé que nunca lo has hecho y eso es lo que lo hace una nueva experiencia.

Abrí la boca intentando respirar mientras los jugos de ella, mezclados con los de él momentos antes, impregnaban mi boca. Empecé a lamer imitando las sensaciones que ella me estaba haciendo, pero no podía centrarme sintiendo su boca comerme con tanta avaricia y me dejé llevar.

Agarré su cuelo y me acomodé, haciendo círculos sobre su clítoris con mi lengua mientras ella me degustaba y sentía los dedos de aquel hombre invadiéndome. Y ella, sin saber si yo lo hacía bien o no, se corrió restregándose por mi boca y gritando contra mi sexo como si no pudiera soportarlo, presionando su coño en mis labios mientras a su vez yo me corría por la excitación del momento y sentía mi cuerpo temblar, presionando los dedos que había en mi interior.

La chica se apartó de mi, poniéndose a mi lado y me lamía suavemente los pezones marcados por las pinzas, que aún se podían ver de un rojo sangre. El chico me abrió las piernas y colocándose entre ellas, esta vez sin condón, me penetró de una sola embestida, sintiendo como mi humedad le daba paso a entrar y salir casi sin esfuerzo. Arremetiendo unas embestidas firmes, fieras, salvajes, clavando sus dedos en mi cintura atrayéndome hacía él cada vez que la empujaba hasta el fondo.

Estaba perdida y evadida en un mundo de sensaciones, entre deseo, saciada, y excitación aún y pese a verme corrido ya, seguía queriendo sentir dentro el bombeo de su polla entrando y saliendo de mi con esa frialdad y ese salvajismo animal.

Perdí la noción del tiempo y sentía su miembro, ahora fuera, rozarse, masturbándose con mi sexo y tensándose para correrse, notando el calor de su semen en mi y corriéndome por segunda vez con el roce.

No me podía mover, estaba exhausta y respiraba con dificultad. Me había olvidado de quienes habían en la habitación, de donde estaba y de que estaba pasando por mi cabeza para estar ahí.

Sólo escuché de fondo mientras me tiraba el vestido encima y se alejaba hacía la puerta que me dedicaba unas palabras.

  • Aún te quedan 5 días.