Vivencias: 7 días (Día 2 parte 1 )
Segundo día del diario de sexo. Segundo disfraz y segundas intenciones...
Había pasado parte de la noche en vela, intentando desesperadamente descansar mi cuerpo y mente por todo lo que había vivido la noche anterior. No estaba preparada para eso y sentía mi cuerpo dolorido aunque lo que más me estaba marcando eran recordar lo vivido.
Llegué y me metí en la ducha, tirando al suelo de manera desesperada la ropa, casi ansiando que el agua me ayudase a borrar parte de lo vivido por que me sentía en cierto modo sucia y hurgada.
Pero ahí estaba mi mente recordando que todo esto lo había elegido yo y que lo ansiaba, de hecho esperaba con inquietud lo que sucedería mañana.
Iba a ser una semana dura, llena de experimentos, sexo y preguntas. Sin mencionar los remordimientos que seguro me atormentarían.
Lo pensé bien y llené la bañera con agua tan caliente como mi cuerpo podía soportar, y cuando entré en ella sentí como me comí la piel y como el color rojizo por el quemazón empezaba a emerger. Era demasiado blanca, me habían dicho alguna vez, y cualquier calor, o toque me marcaba la piel de manera fácil.
Me senté en la bañera y sentía la espuma llegarme hasta el cuello, como me cubría entera y como mi pelo negro, suelto y enmarañado, se deshacía en el agua hasta mojarse por completo y ejerciendo peso.
Eché la cabeza hacía atrás, cerré los ojos y respiré hondo para buscar un poco de relajación. Me volví a dormir poco después y desperté cuando el agua empezaba a darme escalofríos.
Me puse el albornoz y salí de allí, colocando una toalla en la cabeza para no chorrear con mi pelo. Una vez en mi habitación me sequé la cabeza con el secador y con el albornoz aún me metí en la cama, quedándome profundamente dormida. Sin embargo poco después me desperté sobresaltada sin saber por que y me costó dormirme. Y así toda la noche metida en un bucle de desvele y sueños que me sobresaltaban mezclados con escenas de mi día vívido.
Mi benefactor no estaba, pasaba la noche fuera y volvía cuando quería. Nuestra relación, por llamarla de alguna manera, era un poco complicada a los ojos de los demás y que sólo conocíamos nosotros. Firmamos un acuerdo de que durante siete días haríamos las cosas como van sucediendo. Siete días en los que le pertenecería, pero serían siete días en los que haría también todo lo que yo quisiera. Ambos ganábamos, aunque creo que yo más, ya que me llevaba el dinero, el placer y la experiencia.
Desperté por la mañana y bajé a desayunar, poniéndome antes un ligero camisón corto con una bata fina encima. En la cocina me encontré a mi benefactor, sentado leyendo el periódico mientras tomaba un café. Indicó a la asistenta que me sirviera el desayuno sin yo pedirlo. En la bandeja había una nota.
- Ahora no. - Me dijo cuando fui a abrirlo antes de desayunar. - Primero come.
Haciendo caso terminé con el plato y el zumo y me dispuse a leer la nota. “Número 2 – Encontrarás cual es en el armario, te quiero en 10 minutos a partir de ahora en el jardín.”
Fui a mi habitación y tras darme una ducha rápida abrí el armario para buscar lo que me pedía. El número dos, un disfraz de asistenta que tenía colgada de la percha un sobre con ese número “Sin ropa interior, sólo medías hasta el muslos. Ah, mira en el bolsillo del delantal.”
Me miré al espejo tras arreglarme con ese mini traje que dejaba más carne fuera que dentro, en el que meter mis pechos era imposible y se me salían. Además el uniforme oscuro dejaba mas contraste con mi piel, y la parte de arriba tenía un gran escote con un sólo botón que era imposible cerrar. Era muy corto, por lo que cualquier inclinación dejaría mi culo a la vista e incluso se podía ver las medías que terminaban en el fondo de los muslos con un precioso y fino encaje, de color carne. El uniforme lo complementaba un pequeño delantal blanco de encajes, típico de este disfraz.
No llevaba ropa interior como él me pidió, y cuando me senté en la cama para ponerme los tacones comprobé que el vestido era mucho más corto de lo que pensaba.
Cuando miré en el bolsillo del delantal vi otro papelito con algo escrito “ve a la cocina, y coge lo que hay sobre la mesa.”
No quería llegar más tarde de lo que me había dicho así que me fui rápidamente y cogí la bandeja con champan, fresas, chocolate y ¿raíz jengibre? Y me fui al jardín.
Me lo encontré sobre una tumbona con un bañador puesto tomando el sol y con un libro en la mano, me acerqué a él con la bandeja y la deposité en la mesita que tenía a su lado.
Tiró el libro y me agarró, me puso sobre sus rodillas dejando mi culo expuesto a él me dio un par de azotes y metiendo el jengibre en mi boca me hizo chupar hasta empaparlo. Enseguida entendí el por qué, ya que sentí como poco a poco iba introduciendo en mi interior aquello y me obligaba a cerrar las piernas mientras me ponía de pie nuevamente.
- No quiero que eso salga de ti. Ahora quiero que me sirvas una copa.
Moviéndome con dificultad actué tal y como me dijo, y por tener que mantener las piernas cerradas para que no se saliera lo que tenía me inclinaba de tal forma que mis pechos se sobresalían, haciendo que sus ojos se clavaran en ellos.
La sensación del jengibre en mi interior y de ver que me miraba así me estaba encendiendo cada vez más.
Me indicó que me acercara y una vez tenía su copa en la mano bebió un sorbo. Acercó su cara a mi cuello y derramo el champán en mi escote mojándome.
Con calma fue quitándome el delantal, y abriendo parte del vestido hasta que escuché la tela rasgarse por arriba, dejando solamente la parte de abajo sin romper.
Lamió lo que había manchado, volvió a beber e hizo lo mismo hasta que mis pezones, duros como piedras, estaban bajo sus dientes.
Me sentó en la tumbona, abrió mis piernas y sujetando el jengibre para que mi cuerpo no lo echara, me vació la copia en el sexo, empapando mi clítoris y sintiendo el calor crecer.
Me lamió lentamente, provocando ligeros espasmos, pero no fue hasta que me sacó el jengibre y me lo puso en la boca cuando reaccioné de verdad.
Incrédula intenté hablar pero antes de eso me presionó la boca y escuché “Estas para servirme, sirvienta”.
Y acepté.
Lamiendo de abajo arriba, introduciendo su lengua en mi sexo, cogiendo con los labios mi clítoris y estirando de el mis piernas temblaban. Y pensé que en poco tiempo iba a correrme si seguía así.
Como si se diera cuenta me quitó el jengibre de la boca, me levantó de la tumbona e introduciendo en mi interior otra vez aquella pieza me indicó que le bajara los pantalones. Se sentó y me puso a su lado de rodillas, inclinada a él, me subió un poco la falda y empezó una serie de azotes que, con el jengibre en mi interior, me hacían vibrar y sentir todo de manera más intensa. Noté su mano en mi cabeza ejerciendo control sobre su erección que estaba en mis labios, y abrí la boca, saqué la lengua y rodee con ella la punta de su miembro.
Chupaba despacio, saboreando cada momento como me hubiera gustado hacerlo ayer, y con cada movimiento de mi cabeza, con su mano en ella, recibía un azote que me removía las entrañas.
Cada vez me la metía más al fondo, y en una de esas embestidas me presionó contra el y no me dejó moverme. Ahogándome con su polla completamente en la boca y sus azotes que se volvieron mas fuertes, junto al roce del jengibre, me corrí y me sentí que me faltaba el aire mientras temblaba con mi boca sobre su miembro.
- Sirveme. - Me dijo mientras me agarró del pelo y comenzó bruscamente a follarme la boca, ahora manejando él el movimiento y la situación... si es que en algún momento no había tenido ya él el control. - Así, sí... suficiente. Levanta.
Me puse en pie y el jengibre salió de mi, resbaladizo, empapado. Me llevó a la pared más cercana, me puso de espaldas a él, pegando mi cara contra la dura estructura, y golpeando mi culo con su erección me agarró los cachetes y de una embestida me penetró, moviéndose salvajemente en mi interior mientras me presionaba la cabeza contra la pared, intentando que no me moviera absolutamente nada y poder hacer conmigo lo que realmente le apetecía.
Sentía sus manos en mi cogote, como me presionaba, y su otra mano en mi muslo, insistiendo en que lo levantara para dar más profundidad a las embestidas.
“
Me gusta contratar servicio tan aplicado y tener un coño así a mi disposición, como buena sirvienta.” Me dijo poco antes de arremeter más fuerte y dejarse llevar, corriéndose en mi interior y sintiendo como su semen aun caliente, me resbalaba por el coño y los muslos dejándome empapada.
- Sirve las fresas ahora, y siéntate a mi lado.
Me dijo cuando se apartó y me bajó la falda, dándose la vuelta y dirigiéndose nuevamente a la tumbona.
- Espero que esta noche vuelvas a disfrutar. - Comentó justo antes de mordisquear la fruta, dejando claro que sabía todo lo que había hecho la noche anterior. Pero... ¿Cómo?