Vivencias: 7 días (Día 1 - Parte 2)
Segunda parte de Vivencias del día 1. Una joven dispuesta a experimentar se mete a ciegas en una dirección que le han dado, sometida a todo cuanto quieran hacerle.
Día 1 - Parte 2
Salí de allí vestida como me había pedido y volví a mi habitación. Dejé la tarjeta en la cómoda y me metí en el servicio. Allí me desnudé, dejé la ropa en el cesto que había tras la puerta y abrí el grifo de la bañera para darme un baño relajante mientras pensaba las posibilidades que me abriría esta tarjeta.
El agua caliente soltaba el vapor que empañaba cada uno de los cristales de la habitación, y cuando me metí despacio en ella sentí un alivio en todo mi cuerpo que me permitió flotar por un instante, y evadirme de todo lo demás..
Por un instante pasó la fugaz idea de juzgarme a mi misma si estaba bien o mal lo que hacía, pero...¿Debía rendir cuentas a alguien de mi vida? no. Nunca. Así que me di el privilegio de, por una vez, hacer lo que realmente sentía y mi cuerpo me pedía.
No se el tiempo que había pasado pero me había quedado dormida y el agua empezaba a enfriarse, haciendo que la pequeña corriente de aire me acariciara la piel provocando que mis pezones reaccionaran a esos escalofríos. La espuma se había disipado y el agua me dejaba tan desnuda como había entrado, la cortina de jabón que me tapaba ya no estaba.
Con desgana salí de la bañera, me anudé la toalla al pecho y abrí el armario donde tenía mi propia ropa. Escogí un vestido sencillo, corto, palabra de honor y una tira de encaje sobre el.
En la mesita de noche donde guardaba la lencería tenía aún las prendas que me había comprado mi benefactor a petición mia antes de venir. Elegí el conjunto negro, sujetador sin tirantes y braguitas a juego, de transparencias con encajes. Algo que nunca me había puesto. Y por primera vez en mi vida usé un ligero que me costó ponerme por falta de aprendizaje.
Cuando me vestí, me maquillé y me peiné me mire al espejo
"¿Esta soy yo?"
me pregunté realmente sorprendida por el cambio que había dado en el último mes. Cogí la tarjeta y me fui a la dirección indicada en ella en un taxi.
Cuando llegué intuí el lugar. Era una especie de club, cerrado aparentemente como si fuese privado, aunque se podía ver claramente que había gente dentro. Llamé a la puerta y alguien con cara desagradable me miró de arriba abajo con aprobación, pero hasta que no le enseñé la tarjeta no me dejó pasar.
El local con tonos oscuros entre rojos y azules, simulaban un ambiente acogedor, erótico, íntimo... varias personas lo acompañaban y me atrevía a decir que muchas de ellas si no eran pareja al menos follaban.
Una mujer rubia, vestida de una manera un tanto peculiar se acercó a mi y me cogió del brazo. Su piel, pese a los colores que alumbraban la zona, era pálida, y más aún cuando llevaba un conjunto de color negro, lo cual realzaba su blancura. Conjunto que dejaba muy poco a la imaginación al tener tanto escote y ser tan corto de abajo.
- Dame tu tarjeta.
Me llevé una sorpresa, pues no esperaba eso. Pero al parecer ahí todo el que iba debía de llevar una tarjeta a modo de invitación.
- ¿Quién te manda? - Cuando le respondí noté en sus labios una sonrisa. - Sígueme.
Dejamos la habitación para meternos en un pasillo decorado de un estilo muy llamativo, tanto rojo empezaba a nublarme la visión. Por todo el había puertas que supuse serían habitaciones, como si esto fuese un local de sexo... ¿Me había metido en un prostíbulo?.
- Espero que sepas bien lo que haces, esto no es un puticlub si es lo que piensas. Aquí se viene a dejar a un lado la vida habitual, lo que hagas se queda aquí. Ni te llevas nada, ni entras con nada. Sólo hay sexo.
Tragué saliva un tanto nerviosa, como si me hubiera leído la mente me respondió, pero algo en esa respuesta me tensó ejerciendo en mis entrañas una presión conocida.
- Nadie te obliga a nada, sólo eligirás tu, si quieres lo dirás y si no, siempre puedes irte.
Bajamos por unas escaleras hasta ¿un sótano? donde no se oía absolutamente nada. Ahora empezaban a ponerse los pelos de punta al ver lo raro del asunto. Pero continué buscando lo que vine a encontrar, siguiendo a esta mujer que me advertía de algo como si pensase que quería huir o que no estaba ahí por propia voluntad. No sabía hasta que punto se equivocaba.
Puertas, más y más puertas. Cada una con un número a modo de hostal. Entramos en una, la número 25. Una habitación simple, oscura, fría y donde sólo había una silla en el centro.
- Siéntate y reflexiona. Enseguida vendrá Él .
"¿Él?"
Me pregunté, intrigada por que tenía esa referencia hacía alguien. Aunque no sólo era esa pregunta la que agolpaba mi mente, que acompañada con el bombeo de mi corazón a mil por hora me hacía pensar en varias cosas, la primera que qué hacía en una silla sentada sin nada. La segunda sobre qué tenía que reflexionar, y la tercera... ¿Estaba segura?.
Escuché el tintineo de unos cascabeles y levante la vista hacía la puerta, en ella un chico, de unos 30 y tantos entró, llevando en su mano las bolas que resonaban por toda la habitación.
La sutileza en su vestuario dejaba en evidencia a la rubia. Vestido de traje y chaqueta, con corbata incluída, se acercó hasta a mi apoyándose sobre los posabrazos de la silla, acercándose quizás demasiado. Tanto que podía oler su perfume y ver el filo de su camisa sobresalir por la chaqueta.
- Nueva, ¿eh?. No quiero saber tu nombre, no quiero que sepas el mío. Ya se de quien vienes y si estás aquí es por que creo saber que buscas. Experimentar. Posiblemente todo lo que veas aquí, hagas aquí o te hagan aquí no lo hayas hecho hasta ahora, ¿Deseas continuar?
Tragué saliva ante la veracidad de su voz, la firmeza de sus palabras como si fuesen ensalladas frente al espejo cada mañana. Aunque quería responder, no podía. La lengua se me trababa y las palabras no salían. Pegué un brinco cuando sentí sus dedos agarrarme la barbilla y levantar mi cara hasta casi pegarla a la suya.
- Si estás aquí debes estar segura. No hay opción a dudas, simplemente di si o no y pasaremos a la segunda fase. ¿Deseas continuar?
- Sí. - La voz temblorosa le hizo gracia.
- Bien, ven conmigo. No hables, mira lo que quieras mirar y cuando yo te pregunte entonces me dices que deseas hacer.
Salimos de la habitación número 25 y, tras él fui entrando en algunas habitaciones que había por el pasillo. En cada una de ellas había alguien. Parejas, más de tres, más de cuatro... sin embargo no fue eso lo que llamaba mi atención, sino el hecho de que no se oía un sólo ruido y al entrar podía escuchar todo un espectáculo sonoro de placer.
Observaba mi cara detenidamente intentando leer en ella mi reacción. A su vez, yo observaba la pareja que yacía frente a mi follando sin control mientras ella estaba colgada del techo. Lo cual no me pareció nada del otro mundo, pues sabía de esas prácticas.
Entramos en otra habitación. Aquí había dos chicas y un chico, ellas con los ojos tapados practicando sexo oral a él, mientras que él las tenía atadas entre ellas. En su mano una fusta iba marcando el ritmo en ambos traseros.
En la última habitación pude sorprenderme al ver dos hombres con los ojos vendados en el suelo, de rodillas, mientras una mujer les pisaba sus partes íntimas. Pero no sólo estaban ellos, sobre la cama había tres mujeres, dándose placer entre ellas, un hombre de pie junto a la cama masturbándose y en uno de los sillones de terciopelo rojo había un hombre sentado con una mujer sobre él, gritando salvajemente mientras se empalaba en él una y otra vez.
Nos quedamos un rato observando la escena, viendo como entre ellos se turnaban, se juntaban, se mezclaban y se follaban los unos a los otros. Yo junto a este hombre del que no sabía nada, miraba y escuchaba todo intentando comprender lo que me quería mostrar. Algo me hizo decir por inercia
¡NO!
, y él me miró. Un hombre tras usar por completo a una mujer se orinó sobre ella y mi reacción inmediata fue tal que sin darme cuenta respondí.
- Suficiente. Vamos fuera.
Volví a seguirle y me agarró la manó, girando mi muñeca me puso una especie de sello y me anudó el cascabel que tenía al entrar en la habitación. Ahora que me fijaba, cada una de las mujeres que había visto lo llevaban.
- ¿Esto es lo que buscas? - Me miró a los ojos. - No es no, así que esa parte me ha quedado clara.
Por un instante dejé de mirarle y otra vez pensé en que no se oía nada fuera de los cuartos.
- Todo está insonorizado, logicamente. - Me leyó la mente o yo era un libro abierto para él. El caso fue que siguió preguntando. - ¿Es esto lo que buscas, durante 7 días?
- ¿Cómo...?
- Como lo sé es algo que por el momento carece de importancia. Lo importante ahora es que me respondas sí o no.
- Sí.
- Una vez más, la última ocasión para irte. ¿quieres entregarte a este sótano?
- Sí.
Sacó de su chaqueta una llave, con el número 25 y me la entregó.
- Mientras te mostraba las instalaciones preparaban tu habitación, es la número 25. Entra en ella, no toques nada, siéntate y espera.
Haciendo caso metí la llave en la puerta y giré el pomo, sorprendiéndome al encontrarme ante un cambio tan drástico de la habitación. Donde antes había una simple y solitaria silla, ahora había una cama mas grande de lo habitual con sábanas de satén rojo. Un espejo grande adornaba la parte izquierda de la habitación, y en el otro lado, una mesa donde había encima dos cajas, una cubitera y un trozo de tela negro.
Sentada observaba y me limitaba a obedecer impaciente, con un nudo en el estómago me preguntaba una y otra vez que iba a suceder a partir de ahora.
No tuve que esperar mucho para obtener la respuesta, cuando al cabo de unos minutos apareció por la puerta que tanto miraba el chico que me había llevado hasta ahí.
No estaba solo, pero no podía ver quien más venía con él. Me dio una hoja a modo de encuesta y me pregunté si esto era algún tipo de broma, ¿Enserio esto en un momento así?... por mi cara parece ser que leyó mis pensamientos y seriamente me dijo que la realizara.
Marqué mis respuesta y tras entregárselo, leerlo y analizarlo, cogió el trozo de tela de la mesa y me lo puso en los ojos privándome de visión. Escuché como pedía a quien había con él que entraran, y nerviosa y excitada intentaba agudizar mis sentidos para poder captar algo.
Pero no oía nada. Sólo la respiración de alguien sobre mi cuello mientras me empezaba a quitar el vestido y me desnudaban.
Completamente desnuda me llevaron hasta la cama, donde me tumbaron para abrirme las piernas y empezar algún tipo de función con mi cuerpo.Sentí movimiento, agitación y ...¿Frío?, algo helado, congelado, me resbalaba desde el cuello hasta mi sexo, moviéndolo lentamente. Y recordé los cubitos.
Aún quedaban las cajas que había sobre la mesa.
No podía saber que pasaba, solo describir las sensaciones que estaban apoderándose de mi cuerpo. El frío, el deseo, la excitación, el sentimiento de sentirme expuesta, abierta, indefensa, a merced de algunas personas que no sabía ni quienes eran.
Una lengua cálida me recorría el cuerpo siguiendo el camino del hielo y haciendo que me estremeciera y me arqueara, buscando con las manos una cabeza que tocar. Pero entonces otras manos me agarraron por las muñecas, haciendo resonar el cascabel, y sentí como un metal me juntaba ambas manos y me inmovilizaba. ¿Esposas?.
¿Cuanta gente había aquí? ¿Qué me iban hacer? dudas, placer y más dudas me golpeaban.
Otros labios sobre mi cuerpo, sin saber de quien de los presentes era, agarraba mi pezón izquierdo pegando bocados y tirones haciendo que me quejara y a la vez disfrutara. Ensimismada en aquello, dejándome llevar, sufrí una oleada de placer al notar como mi sexo era saboreado por una boca desconocida. Me lamía de abajo arriba, dando golpes con la lengua en el clítoris, introducía los dedos en mi, despacio, deprisa, alternando movimientos rápidos y lentos para hacerme sentirlo más intensamente. Me chupaba, me succionaba, metía su lengua en mi, me degustaba y la sola idea de saber que un desconocido me lo hacía y que unos extraños miraban hizo que me corriese, por desgracia, demasiado rápido.
Agitada respiraba con dificultad y noté un ligero aire en mis ojos al quitarme la venda. Y vi con un sentimiento extraño como la persona que me había saboreado y había hecho que me corriera tan rápido como nunca, y que aún estaba saboreándose los labios, era una mujer. Y no sólo ella. Mis manos esposadas estaban en posesión de una pelirroja que únicamente "vestía" un collar sobre el cuello.
Había dos hombres más. En total cuatro personas y cinco contándome a mi. Uno de ellos era el chico que me había metido aquí, al que le había entregado esa estúpida encuesta en la que había marcado
"No, he tenido sexo con mujeres ni tengo intención de hacerlo"
. ¿Quería hacerme cambiar de idea?
- Querías experimentar - Me dijo como adivinando mis pensamientos. - Ahora lo estás haciendo. Y creo por la expresión de tu cara cuando te corrías que has tenido la mejor comida de coño de tu vida.
Y era cierto. Miré a la mujer que estaba aún entre mis piernas y la veía sonreir con un ego que no cabía en la habitación. Iba a decir algo, pero una bola se interpuso en mis labios prohibiendome hacerlo.
"La última caja"
me dije mientras sentía el frio de la bola plateada acariciar mis labios y ajustándose a mi boca con una cuerda.
- Tuviste tu ocasión de hablar, ahora ya es tarde.
Parte de mi ansiaba esas palabras, y ansiaba descubrir que más me esperaba.
Me fijé en el otro hombre que estaba de pie frente al espejo. Me pusieron a cuatro patas en la cama, inmovilizada por las muñecas y amordazada, sin embargo me habían dado el privilegio de poder observar lo que me harían. Podía verlo todo en el espejo, absolutamente todo. Incluso pude ver como los dos hombres hablaban entre ellos y el que me trajo aquí, que parecía ser el que mandaba, asentó.
Entonces el hombre que no conocía se acercó a mi, me quitó la mordaza y me dijo que no hablara y que abriera la boca. Lo hice y puso su miembro en ella. Me agarró del pelo, empujando mi cara contra su erección, introduciéndola por completo en mi boca, hasta la garganta, notando una pequeña arcada al sentirla tan al fondo.
Comenzó un movimiento lento de mete y saca, follándome la boca despacio, acelerando el ritmo cada vez más hasta que me costaba respirar.
"Mira al espejo, mira lo que estás haciendo. Observa como mi polla entra completamente en tu boca, como te follo, como te uso, y sobretodo, siente como te gusta".
No podía tener más razón, ya que aquello me estaba despertando partes de mi que ni conocía, y que me estaban gustando más de la cuenta. Disfruté el momento, dejándome llevar otra vez y dejando que aquél hombre desconocido me follase la boca.
Me iba encendiendo más y más otra vez, y un sólo orgasmo no parecía suficiente.
Desde el espejo pude ver como el culpable de esta situación se posicionaba tras de mi, ahora completamente desnudo como los demás y con el condón puesto, para agarrarme los cachetes del culo y abrirme para él. Note la punta de su miembro en mi entrada y como poco a poco me abría la carne para darse paso en mi interior, empalándome completamente tras varias embestidas.
Nunca me había sentido tan llena, y veía como las chicas, ahora como espectadoras, observaban la escena masturbándose la una a la otra y magreándose los pechos. La situación me excitó. ¿Las estaba calentando yo? ¿Las hacía tocarse por que me veían ser follada por la boca y por el coño a la vez? No sabía por qué, la cuestión es que lejos de avergonzarme estaba disfrutando cada vez más.
Cada vez notaba más la polla en la garganta, como cada vez profundizaba más, y como por mi sexo me llevaban, entrando y saliendo más y más fuerte por ambas partes. La siguiente sensación que sentí fue la del semen caliente del extraño cayendo en mi cara y la punta de su miembro goteando restregándolo por mis labios.
El otro seguía en mi interior, entrando y saliendo cada vez más rápido. Salía y la pasaba por mi clítoris, me golpeaba con ella en mi centro y volvía a introducirla, y así hasta que sin poderlo aguantar más me corrí.
"Ya usaremos la mordaza la próxima vez de otra manera"
escuché levemente en mi mundo de éxtasis.
Se aferraba a mi culo, a mi cintura y bombeaba una y otra vez hasta que se corrió y me apretó tan fuerte que solté un quejido.
Las chicas no estaban, ¿Dónde habían ido?. Moví la cabeza buscándolas pero no las encontré.
- No quieras experimentar todo el primer día, aún te quedan 6.
Me dijo antes de irse ambos y darme el vestido para que me vistiera y me fuera.