Vivencias (1)

Después de pensarlo un tiempo... Ahí va la primera parte de mi relato...

Vivencias – 1ª Parte.

No sé hasta que punto se me dará bien el contar la historia, sin recrearme demasiado en detalles banales, pero lo voy a intentar.

Me llamo... Diré que José, aunque realmente no es este mi nombre. Tengo 38 años y una dilatada vida, tanto profesional, como dedicada al ocio.

Me voy a remontar momentáneamente a finales de los años ochentas, cuando gracias a mis ahorros del trabajo, me propuse irme el mes de vacaciones a algún país lejano. Mi destino final, y después de muchas dudas, fue México. Uno de los motivos, era que un amigo de un buen amigo mío, estadounidense, vivía y trabajaba allí, y por supuesto, podía alojarme, y en ratos libres, hacerme de guía.

Dicho y hecho, cogí un avión, y después de hacer escala en Madrid y en Miami, llegué a DF.

Resumiendo bastante, durante ese mes, hice muy buenas migas con Jack, afroamericano, algo mas mayor que yo, empresario al alza y un juerguista de mucho cuidado.

Él, tenía una empresa que se dedicaba a la producción de elementos relacionados con la industria alimenticia.

Una vez volví, periódicamente iba manteniendo el contacto con Jack, y eso hizo que al cabo de unos meses, y mientras ya consideraba distintos puntos del planeta para las próximas vacaciones de verano, él, me comentó de que quería pasar dos o tres semanas por Europa, y al saber que yo estaba estudiando un posible destino, me propuso que las pasáramos juntos de juerga en juerga por distintos puntos de la geografía europea.

Y así fue. A primeros de Agosto, y después de recibirlo en Barcelona, nos disponíamos a partir rumbo a Londres (primera parada), para después seguir a Ámsterdam, Berlín, París, y vuelta a casa.

Fueron unas grandes vacaciones: juerga diaria, varios ligues a las espaldas de cada uno; la verdad, las cosas fueron fantásticas.

Ya, de vuelta a Barcelona, él se quedó 4 días mas aquí. En un principio, la idea inicial, era la de conocer la ciudad, cosa que procuró hacer durante los dos primeros días. El tercero, me comentó de que además de pasar las vacaciones, quería comentarme un tema a la misma vez que hacerme una propuesta.

La cuestión era, que la gran progresión que había tenido su empresa, no había pasado desapercibida por las grandes multinacionales de su sector, y gracias a ello, tenía una importante oferta de compra sobre su mesa, por parte de una empresa alemana, a la cual, estaba a punto de dar el si. Eso, le iba a proporcionar una estabilidad económica de por vida, cosa, que en definitiva, era lo que buscaba al iniciar su actividad.

A pesar de la absorción, él, seguiría al frente de la empresa, y debía de realizar una fuerte expansión por varios países de la América latina, de África y de España, Portugal y Grecia. Y ahí era donde entraba yo. Jack, quería rodearse en todo momento de personas de su mas entera confianza, y la propuesta era que me quería como colaborador, y que después de una formación adecuada, me dedicara a ayudarle en la expansión , para al final de ella, dirigir desde España los distintos puntos de producción en Europa.

De aceptarlo, mi vida iba a dar un vuelco importante, ya que para ello, debía dejar mi Barcelona natal y trasladarme a México. Y así lo hice.

Hasta entonces, pasaron unos meses. De por medio había el tema de la fusión con la empresa alemana, remodelación de la empresa, etc. Y en Enero de 1.991, sin haber cumplido todavía los 22 años, yo, estaba volando con destino a México para fincarme allí, quién sabe por cuantos años.

Los años pasaron deprisa: el aprendizaje, la expansión, viajes en avión por doquier a distintas partes del mundo... A veces, miro para atrás, y ciertamente, da mucho vértigo el ver lo rápidamente que ha ido pasando todo.

Luego, también me encontré con que a pesar de mi larga lista de ligues, amantes, etc,..., nunca había profundizado seriamente en una relación con ninguna mujer. Cierto es que tanto en mi estancia en México, donde tenía mi residencia, como en los distintos países que visité, nunca me faltó ninguna mujer con quién compartir juegos de cama. A veces incluso, juegos realmente arriesgados, ya que no solo eran mujeres solteras, sino que debido a mis muchos contactos y relaciones laborales, me encontré con grandes sorpresas, venidas de parte esposas e incluso hijas de empresarios con los cuales tratábamos.

Pero eso, no solo era patrimonio de mi persona, sino que Jack, también era partícipe en algunas ocasiones de este tipo de juegos, y aunque él si que se casó, un año después de mi llegada, con una chica texana que conoció, eso no fue impedimento para que tuviera muchos escarceos extramatrimoniales.

Durante el tiempo que estuve al otro lado del mundo, éramos dos, las personas de confianza de Jack en el terreno profesional. Estaba también Enrique, un chileno extremadamente serio y trabajador. Había sido compañero de Jack en la universidad, con lo cual, y después de haber compartido los años de carrera, él, consideró de que sería la persona idónea para realizar el plan de expansión marcado.

La situación era la siguiente: Jack, se ocuparía de la expansión en Centro América, Enrique, de Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Paraguay, Ecuador y Bolivia, y del resto me ocuparía yo: Colombia, Venezuela, Brasil y el Caribe.

Poco tiempo después de mi meticulosa formación, y si bien tenía residencia en México, mis viajes por esos países eran continuos, y como antes comentaba, eran muchas las amantes que tenía en ellos. Unas, mejores, otras peores, pero ninguna como Ana Rosa.

Ana Rosa, era la mujer de un magnate de la industria alimenticia en Venezuela, que se dedicaba tanto a la fabricación, como a la importación de productos.

Ardiente y exuberante, son solamente dos de los muchos grandes calificativos que se le pueden atribuir. Morena de pelo y de piel, extremadamente bien cuidada, sin un solo defecto en su cuerpo, era, es y será siempre una hembra en celo constante.

En 1.994, fue cuando tuve el primer contacto. Fueron 6 meses, los cuales, tuve que estar sin salir de Venezuela, debido los tratos con ellos, la creación de una factoría, laboratorios, temas legales, etc.

En un principio, la idea era la de habitar en un hotel, pero debido a la gran hospitalidad de la persona con la cual íbamos a tener tratos, me alojé los primeros 3 meses en una de las habitaciones de su gran mansión: Una gran casa con 3 piscinas, gimnasios, 22 habitaciones con sus correspondientes cuartos de baño; y 20 personas al cuidado de todo ello: sirvientas, cocineras, jardineros, chóferes, etc.

No me pasó desapercibido durante los primeros días, que en esa casa, se respiraba un cierto libertinaje sexual con respecto a los empleados de ella. ¿Ejemplos?, poco después de instalarme allí, tuve que estar en cama varios días, debido a un fortísimo catarro que cogí. Los cuidados que me proporcionaban, no fueron pocos, pero desde los ventanales de mi habitación, que daban a una de las piscinas y solarium, durante mi segundo día de "cuarentena", pude ver como la esposa del dueño de todo eso, Ana Rosa, disfrutaba de los favores sexuales de uno de los jardineros.

Pocos minutos después de que ella se colocara boca abajo en una de las tumbonas, para tomar el sol, Francisco, uno de los jardineros se dirigió hacia ella, y en algo que hasta ese momento debió de ser lo mas normal del mundo, se dispuso a ponerle crema bronceadora por todo el cuerpo, entreteniéndose mas de lo normal en sus nalgas y en su entrepierna.

Ana Rosa, se notaba que disfrutaba con el masaje. Su cara lo denotaba, y su culo, a medida de que iba poniéndose mas en pompa, lo iba confirmando.

Todo ello, duró unos largos minutos para mí. A pesar de lo débil que me encontraba debido a los fármacos, la calentura de mis genitales iba aumentando por momentos, y sin darme cuenta, estaba realizando el consabido movimiento de subir y bajar con la mano.

Ella, se incorporó, puso los pies en el suelo, y quedándose sentada y colocando a Francisco delante suyo, liberó su gran tranca (porqué eso es lo que era), empezando a chuparla como si de ello dependiera su vida. No sé cuanto tiempo pasaron así, ya que estaba absorto en ello, y perdí la noción del tiempo. No quise perder ni un detalle de todo ello. Mientras ella no paraba de chupar y lamer esa estaca, tampoco paraba ni un momento de masajearse y pellizcarse el coño, el cual, en esos momentos, lo debía de tener chorreando.

En un momento determinado, ella, se levantó, y cogiéndolo de la polla, lo dirigió a la piscina, la cual estaba a escasos metros de la tumbona. En un instante ambos se habían despojado de las pocas ropas que les cubrían; ella de su diminuto bikini, y él de su camiseta y de su pantalón corto. Y en un momento, iba yo a ser testigo de las escenas de sexo mas tórridas que había contemplado hasta ese momento.

Se metieron en el agua, y sin que les cubriera del todo, y sin dejar de comerse, ambos, sus labios y sus lenguas, empezaron la follada mas salvaje, tal y como os comentaba, que había visto yo hasta entonces.

Fueron pocos minutos hasta que ambos, entre sollozos y jadeos, se corrieron de forma animal. Y no fue poco el escándalo que montaron; y es que eso, me llamó poderosamente la atención: otros/as empleados, repararon en ello, pero siguieron con sus que haceres, por esto, es lo que os comentaba antes del libertinaje sexual que se respiraba en esa casa.

Él, salió rápidamente del agua. Ella, todavía permaneció allí durante unos minutos. El caso, es que cuando salió del agua, Ana Rosa, miró hacia mi ventana, lanzando un guiño y una pícara sonrisa. Eso, me altero ligeramente, pero no lo suficiente para darme cuenta de que debía limpiar rápidamente el suelo de ahí donde estaba yo, ya que ellos, durante su gran follada, no habían sido los únicos que se habían corrido.

A pesar de las atenciones que estaba recibiendo, y de que en la habitación donde yo estaba habían todo tipo de comodidades, estaba deseando estar recuperado para volver a la actividad. Pasaron unos pocos días hasta que ello sucedió.

Esa mañana, y después de haber tenido ya largas charlas con Ignacio, el dueño de todo aquello, decidimos que ya era hora de ir a ver su fábrica mas grande, que a la postre, íbamos a reformar para que fuera también el laboratorio principal de la empresa en Venezuela.

A ese viaje (esto estaba como a unos 100 km. De Caracas), nos iba a acompañar también Ana Rosa, la cual, ocupó junto a mi la parte trasera del Land Rover. Conducía uno de los chóferes que tenían a su cargo, y a su lado, Ignacio.

A pesar de lo que había visto días atrás, en ese momento no podía llegar a imaginar lo insaciable que podría llegar a ser esa mujer. Durante el trayecto, en la parte delantera del vehículo, Ignacio, iba charlando animadamente con el chofer, sin reparar en ningún momento en lo que íbamos hablando ella y yo en la parte de atrás. Por nuestra parte, charlábamos de temas sin importancia, aunque yo en ella, le notaba una cierta mirada de picardía, casi la misma que me dedicó al salir de la piscina días atrás.

Habíamos dejado una carretera, digámosle principal, y mientras íbamos por un camino de tierra, el cual no íbamos a dejar en unos cuantos kilómetros, de pronto, noté como la mano derecha de Ana Rosa estaba empezando a masajear mi entrepierna. Su mano, perfectamente adiestrada en estos que haceres, me desabrochó rápidamente el pantalón, empezando a masajear mi polla arriba y abajo.

Yo, no sabía que hacer... ¡su marido estaba en el asiento de delante!, y si bien, el único que podía intuir algo, debido a la posición del retrovisor era el chofer, intenté de las pocas formas que pude retirar su mano de ahí. No paraba de sudar, ya que entre el calentón del momento y lo sofocante de la situación, la reacción no se hizo esperar.

Observaba también, y dentro de mi nerviosismo, como el chofer, no paraba de darle conversación a su patrón. Era como si esa forma de distracción estuviera consensuada, y mientras... Mientras, Ana Rosa, y sin dejar de mirar al frente, no dejaba de pajearme. Su mano, no dejaba de masajearme el glande, de subir, de bajar, y si bien yo no sabía si estaba disimulando bien, había otro problema que me estaba empezando a preocupar, y era que, claro, no iba a tardar en correrme, y eso, era fácil que se notara, tanto visualmente, como por el olor que puede llegar a desprender.

Y así fue. Me corrí como un cerdo. Fueron varios chorros los que salieron, y fueron a parar al suelo del vehículo, a la parte de detrás del asiento que tenía enfrente,... Medio aturdido, la miré y otro guiño fue el que recibí por parte de ella.

Como pude, y a pesar del sudor, me recompuse, y de la forma mas disimulada que pude, intenté limpiar con unos pocos pañuelos de papel que llevaba, el resultado de la gran paja con la cual, Ana Rosa, me había obsequiado.

No tardamos demasiado rato en llegar, ya al bajar del Land Rover, y al ver de la forma que todavía sudaba, Ignacio se limitó a comentar de forma jocosa: - Hay que ver los españolitos estos, que mal aguantan un poco de calor.

Si tu supieras... Pensé yo. ¿O tal vez si que lo sabía?. En fin, por el momento, no quería pensar mas sobre el tema.

De todas formas, las correrías sexuales de ambos con sus empleados y personas que tenían a su alrededor, eran muchas y continuas, y en consecuencia, y durante el tiempo que estuve con ellos, como no, las mías también.

Ese mismo día, y una vez estábamos de vuelta en casa, me presentaron a Carlota. Ella, era una de las empleadas de la casa, y por directriz de Ignacio, ella, iba a ser mi asistente durante mi estancia. Fuera lo que fuera lo que necesitara, ella me lo proporcionaría, y por lo que pude comprobar muy poco después, la satisfacción de necesidades, iba mas allá de lo que podría ser la necesidad de unas toallas o del planchado de alguna camisa determinada.

Carlota, tenía por aquel entonces 20 años, mulata, delgadita y, por que no decirlo, bellísima de cara. ¿sus demás atributos?, no pude comprobar su real belleza hasta que la noche siguiente la despojé de su uniforme: un culo respingón que quitaba el hipo, y unos pechos no muy grandes, pero si durísimos.

Aquella noche, cené con el matrimonio, y lejos de lo que esperaba, tuvimos una conversación bastante animada, dentro de la cual, ni por un momento comentamos ningún tema profesional.

Al día siguiente, no hubo ni un minuto para respirar. Fue un día stressante.: Reuniones, presentación de proyecto, etc., y sin casi darme cuenta, Ignacio y yo, estábamos de vuelta a casa. Él, me dejó allí y se fue, ya que había quedado con unos amigos para una partida de cartas; me invitó a ir, pero como esas cosas nunca me han gustado y como estaba bastante cansado, decidí que lo mejor sería una ducha, algo de cena y a dormir.

Entré por el jardín, y al dirigirme hacia la entrada de la casa, me encontré con la ama de llaves de la casa, Rosalía, la cual me informó de que la señora, Ana Rosa, tampoco se encontraba en casa, y que si necesitaba algo, que no dudara en pedírselo a Carlota o a ella.

Todo el mundo era muy amable y muy servicial en esa casa. Nada mas entrar en la casa, me dirigí a la cocina para coger un botellín de agua del frigorífico, y ahí se encontraba Carlota, junto a dos de sus compañeras.

Enseguida empecé a charlar con ella, y después de que me dijera de que tenía toda mi ropa del día anterior limpia y planchada, la habitación preparada, etc,..., le comenté de que estaba cansadísimo y de que esa noche, solamente cenaría algo ligero después de darme una ducha y que me acostaría.

Ella, por su parte, y con toda la espontaneidad del mundo, me dijo que a lo mejor me iría bien un buen masaje, la cual cosa, acepté sin dudar un momento.

Quedé con ella de que me dejaría un rato para ducharme, y al cabo de ello, vendría a la habitación para el tema del masaje. Me dirigí hacia la habitación, y a pesar del descanso, estaba excitado: ¡ese bellezón me iba a premiar con un masaje!...

Entré, me despojé de mi ropa y efectos personales, y en pocos minutos, y estando ya dentro de la bañera con la ducha encendida, no pude aguantar mi excitación, y empecé a pajearme. Era un compendio de todo: el calor sofocante, la excitación por estar rodeado de mujeres bellísimas, condescendientes y abiertas en cuanto al sexo se refiere..., muchas cosas pasaban por mi cabeza en ese momento, y como no, estaba pensando en los labios de Carlota y en la paja que me había hecho Ana Rosa en el coche el día anterior.

En ello estaba, cuando noté como la puerta de la mampara se abría. Miré de inmediato: Era Carlota, la cual, sin mediar palabra y totalmente desnuda, se metió conmigo ahí dentro, volviendo a cerrar de forma sistemática la puesta corredera de la mampara.

El agua de la ducha, enseguida la dejó completamente empapada, y ahí fue cuando por primera vez pude ver la verdadera belleza de la chica.

Hice el ademán de querer decir algo, pero ella con la yema del dedo índice de su mano derecha, me selló los labios, buscándomelos con los suyos de inmediato. Lo que al principio fue un tierno beso, poco a poco, la cosa se fue convirtiendo en una tórrida batalla de lenguas. Al mismo tiempo, nuestras manos, buscaban nuestros sexos ajenos: las mías, pellizcaban uno de sus dos durísimos pezones y acariciaban su coñito; ella, mientras me masajeaba la polla y los huevos de manera sabia.

Así estuvimos unos minutos, saboreándonos, hasta que ella, decidió que era el momento de enjabonarnos...