Visitas a mi vecino (Una pequeña fiesta)

¡Toma, precioso!, que te voy a dar de comer para todo el mes.

Después del entreno, se encontró con Edu en la entrada del vestuario.

  • No ha venido Loren, ¿que raro?... ¿sabes algo?

  • ¡No!

Y movió la cabeza de un lado a otro.

  • ¡Bueno!, entonces... ¿quieres que te de un masaje?

  • Me vendría fenomenal, Edu. Pero, ha venido mi abuelo a decirme que tengo que ir a casa a ayudarle con un tema y no voy a poder quedarme esta tarde.

  • ¡Que pena!…

¡bueno!, otro día será; y se fue a la sala de masajes.

Por primera vez, Edu se dio cuenta de lo bueno que se había puesto Diego. Y después de pensarlo, volvió al vestuario para sentarse en el banco de siempre; y desde allí, admirar su cuerpo mientras se duchaba.

  • Se ha puesto tremendo, pensó...

Diego, vio que le miraba. Pero, no le dio ninguna importancia. Se secó y se vistió delante de él; y al salir se despidió, sin sospechar que ya le tenía ficháo.

  • ¡Hasta mañana!

  • ¡Hasta mañana!

Luego buscó a Chencho antes de salir, pero le dijeron que ya se había ido.

Y decidió llamarle...

  • ¡Chencho!

  • No. No soy Chencho. Soy Laura…

Este golfo se me ha colado en la ducha y me ha jodido, ¡pero bien!…

Lo he cogido porque he visto que eras tu, si no, lo dejo sonando...

  • ¡CHENCHO!, DIEGO QUIERE HABLAR CONTIGO.

  • ESPERA, QUE YA SALGO.

  • Con la prisa que tengo hoy, ¡joder!, se lamentaba Laura. Este cabrón, siempre me la juega.

  • ¡Que pasa Diego!

  • ¡Tu hermana está que bufa, tronco!. ¿Porque la puteas así?...

  • ¿Que dices?, tu no sabes quien es esta.

  • ¡Bueno!… que te has ido... y no me has dicho nada, ¡coño!

  • Si es que he quedado a comer con Lucía… y ya voy tarde, tío... ¡me va a matar!

  • ¿Sabes algo de Loren?

  • ¡Que vá!. ¿No te ha llamado?

  • ¡No!. Pero ahora mismo voy a llamarle. ¡Venga, ya nos vemos! ¡Ciao!

  • ¡Ciao!

Seleccionó a Loren en sus contactos y le llamó; pero Loren no cogía el móvil.

  • ¿Que coño pasa?, pensó...

De momento, decidió olvidarse del tema e irse a casa.

  • ¡”ABU”!, YA ESTOY AQUÍ.

  • ¡VOY!, dijo Fermín, que estaba en la terraza tendiendo.

  • ¿Que hay de comida?. ¡Tengo hambre!

  • Ensaladilla rusa y un lomo de lubina a la plancha…

... y de postre, una pera al vino tinto.

  • ¡Mmm!, ¡que rico!.

  • Siéntate un poco, ¡anda!. Que ya termino…

Se acordó de la cita con D. Carlos y subió a ponerse un enema de los suyos y a lavarse bien.

  • ¿Que has estado haciendo?, le dijo su abuelo

  • Ordenando un poco todo lo que tengo que presentarle mañana a la de Química. Como tardabas…

Por fín, se sentaron a la mesa y se pusieron a comer…

Y después, al rato, Fermin, que como de costumbre se había sentado en el sofá a ver la tele, se caía de sueño.

  • ¡Bueno! Yo me voy a echar un ratito, hijo...

  • ¡Claro!, “abu”

  • ¡Ah!, que no se te olvide pasarte a echarle una mano a de D. Carlos, ¡eh!... que seguro que está esperándote.

  • ¡Vale!...¡Ahora bajo!

D. Carlos había comprado un pequeño mueble de cocina en IKEA. Y llamó a su amigo Rogelio, para que se lo montara. Era mas joven y podía contar con él para cualquier cosa. Y cuando digo cualquier cosa, es cualquier cosa. Mantenían una relación muy estrecha desde que D. Carlos fuera entrenador del equipo de fútbol de su pueblo, allá por el año 1985. Entonces Rogelio tenía 19 años, y jugaba de delantero en el equipo.

D. Carlos, entonces Carlos a secas, era un simple entrenador; y Rogelio, en ese tiempo tenía un cuerpazo soberbio, que le volvía loco. Con 41 años, supo seducirle y enamorarlo. Y, solía llamarle, cada vez que su mujer lo dejaba solo en casa, para disfrutarlo.

Ahora, a sus 52 años, Rogelio todavía mantiene un culo muy llamativo; que hace, que mas de uno quiera petárselo.

No, en vano, sabe cuidar su cuerpo, como pocos.

Cuando Dieguito llegó a la casa de D. Carlos, Rogelio estaba montando el mueblecito para la cocina. Y al entrar al salón, se lo encontró con un pantalón corto, de deportes; apretando tornillos.

  • ¡Me gustaría presentarte a un amigo!, dijo D. Carlos

Por fin, iba a conocerle. Siempre le había gustado ese señor. Hace muchos años que se encontraba con él, en el portal, cuando iba a casa de D. Carlos

  • ¡Hola!, ¡mucho gusto!, dijo Rogelio…

  • ¡Encantado!

  • ¿Que te parece?, le preguntó D. Carlos a Rogelio...

  • ¡Precioso!

Y En ese momento sonó el timbre.

D. Carlos fue a abrir la puerta...

  • ¿Está aquí?, ¿ha llegado ya?, preguntó D. Tomás

  • ¡Claro!, está en el salón. Con Rogelio

  • ¿Rogelio?

  • No te he hablado de él, porque es una sorpresa. ¡Espero que te guste!.

Cuando D. Tomás entró en el salón se dirigió a Diego

  • ¡Que gusto me da verte Dieguito!. Pero, enseguida miro a Rogelio.

  • Este es Rogelio, mi mejor amigo, dijo D. Carlos

D. Tomás se quedó agradablemente sorprendido y le alargó la mano

  • ¡Un placer!

  • ¡Lo mismo digo!, dijo Rogelio

D. Carlos le cogió por la cintura y le forzó a girarse, para mostrarles ese culazo.

  • ¡Está riquísimo, Tomás!

Y Diego se empalmó inmediatamente.

  • ¡Ffffffff!, ¡que rico!... y miro a D. Tomás.

D. Tomás sonrió y le cogió por la cintura

  • ¡Si!, está buenísimo, si. Pero tu me gustas mucho mas; y hoy, te voy a comer enterito.

Rogelio esbozó una sonrisa, que le iluminó la cara; y se reveló, también, como una cara guapa y con ángel, a pesar de su edad.

Entre los dos le quitaron el pantalón y lo pusieron sobre la mesa grande del salón.

Luego, Tomás destapó el rosado agujerito y esnifó, a tope, durante unos segundos, recorrió con su lengua toda esa raja e inspeccionó sus intimidades a fondo.

Por su parte, Rogelio, que se había colocado adecuadamente, se hizo cargo de ese rabo que se ofrecía tan sugerente…

Terminaron arrebatándole los calzoncillos y colocándolo boca arriba para disfrutarlo entre los tres.

D. Carlos le comía la boca y disfrutaba de sus tiernos labios, mientras pellizcaba sus tetillas. Pero Tomás, le había levantado las piernas lo suficiente como para dejársela ir entre las nalgas; y arremetía con ganas.

  • ¡Ahhh!… ¡Aghhh!… si… ¡dale!...¡dale!

  • ¡Toma, precioso!, que te voy a dar de comer para todo el mes…

D. Carlos, también miraba a Rogelio de vez en cuando; y deseaba su culo, tan familiar y atractivo.

Por eso, le dio una palmadita; y, enseguida, Rogelio dejo de mamar, mirándole interrogante.

Le estaba indicando, que se subiera en la mesa y le diera rabo al chico, mientras seguía comiéndosela, para follárselo mientras se la chupaban mutuamente. Y eso le encantó.

Diego sentía el pollón de Tomás entrando con fuerza en él y la boca de Rogelio que se comía su polla con glotonería, mientras se deleitaba con el sabor de ese rabo, tan deseado, que le ofrecía Rogelio. No podía pedir más.

¡Que placer!

Rogelio, por su parte empezó a sentir como le cabalgaba su dueño y señor, mientras la boca de Dieguito disfrutaba de su rabo, tan goloso y deseado en otros tiempos.

D. Carlos, intentaba dosificarse, para no perder la fuerza. Quería disfrutar del momento, y también alargarlo.

Pero, ese no era el caso de D. Tomás, que estaba hecho un toro y quería que Dieguito lo pasara fenomenal. Lo cogió por la cintura y se lo arrebató a Rogelio, para dejarlo cabeza abajo, de forma que pudiera chuparle el cipote, mientras le daba lengua en el culo y le comía los huevos. D. Carlos abandono Rogelio, por un momento, y se acercó a Tomás para participar de esa comilona tan apetitosa…

Y, en volandas, lo estuvieron disfrutando entre los tres hasta que el chico dijo que el también quería follarse a Rogelio.

Lo dejaron en el suelo; y Rogelio se colocó para que pudiera trabajarlo.

Diego se acercó a él y colocándose detrás le acarició el culo durante unos segundos.

  • ¡Como me gustas, Rogelio!

y le metió la mano, hundiéndole un dedo en el ojete

  • Tienes un culo “atómico”. ¡Me encanta!

Y de un solo empujón, se la enchufó hasta el fondo...

  • ¡Aghh!… ¡uf!, ¡que bien!

Empezó a pegarle zambombazos y a morderle en la espalda; como podía.

Era evidente que este hombre le gustaba mucho. Y D. Tomás y D. Carlos pudieron verlo con toda claridad.

Rogelio empezó a sentir un placer al que no estaba acostumbrado; y sintió que las piernas le flojeaban.

  • ¡Que rico!...¡que rico!...dale fuerte Dieguito, decía Rogelio

Tomas supo que Rogelio merecía mejor trato y arrodillándose frente a él empezó a comerle la polla, comprobando, que era de primera especial y que tenía un sabor extraordinario. D. Carlos, que miraba el espectáculo completamente concentrado en su rabo, se levantó y se la enchufó a Dieguito, que pegó un respingo al sentirla dentro y dijo

  • ¡Ay!, ¡cabrones!. ¡Que me vais a matar de gusto!; y empezó a culear hacia delante y hacia atrás.

¡Fffffffffff!… ¡que rico!… se me va a ir la olla…¡mas fuerte, coño!

La fiesta estaba en pleno apogeo y Diego, sentía un placer que iba a marcarle para siempre. Le gustaba follar a tope, pero sobretodo, ese desenfreno en el que ahora estaba implicado.

Se tiraron un par de horas, follando como locos; para no perder la tarde. Pero Dieguito había descubierto que necesitaba follar con Rogelio, mucho mas. Tendría que quedar con el. Y presentárselo a Chencho, al que seguro que le molaba un tío así. Era muy guapo; y con un culo del diez.

Se habían vaciado un par de veces y Diego quería dejarlo ya. Así que de acercó a D. Tomas y dándole un beso en la mejilla le dijo que quería irse a casa.

D. Carlos, lo oyó; y le dijo que podía irse cuando quisiera, pero que supiera, que se lo iban a follar con frecuencia. Y, también, que ponía su casa su disposición.

Luego se acercó a Rogelio y le besó en la boca; y le dijo que era el tío mas guapo que había visto nunca.

  • Puedes follar conmigo cuando quieras. Solo tienes que llamarme

y le escribió su número de móvil en la mano.

  • ¡Bueno, chicos!, ¡nos vemos!

Y salió…

Cuando entró en su casa, su abuelo estaba viendo la tele.

  • ¡Hola, “abu”!

  • ¡Hola!. Creía que estabas arriba. ¿De donde vienes?

  • De casa de D. Carlos...

He estado montándole el mueble de IKEA.

Bueno, ¡mejor dicho!. Hemos estado montándole el mueble de IKEA.

Porque ha venido un amigo suyo... y luego, a llegado D. Tomás…

y no veas que lío.

  • ¡Ay!, es verdad. Ya se me había olvidado. Y ¿que tal?... con tanta gente

  • ¡Bien!. Ha quedado bien... pero, ya sabes...

  • No os poníais de acuerdo ¿verdad?

  • Bueno, para algunas cosas si, pero para otras… pues ya sabes, el lío.

  • Y ¿que vas a hacer ahora?. Vas a salir. O, ya te vas a quedar en casa.

  • No sé “abu”. Voy a llamar a Loren; a ver que dice. Solo son las 19:30

Por fin, pude hablar con Loren

  • ¿Joder, tío, ya te vale!. No hay manera de hablar contigo ¡eh!

  • ¿No te ha dicho nada Chencho?

  • ¡Si!. Que te han dejado el culo como un bebedero de patos.

  • ¡Pues eso!. Y encima quieren que me vaya a Nueva York, para hacer una peli. ¡Joder!, que no han parado de follarme en estos dos últimos días, tío. Y a uno le gusta, pero…

  • ¡Bueno!, si es por follar, no lo hagas. Aquí no te va a faltar. Te lo aseguro. Esta mañana te estaba esperando Edu, sin ir mas lejos; y con unas ganas…

  • ¡jajaja!, ¿si?

  • Ya te digo…

... pero, bueno... ¿que te pasaba hoy, que no cogías el móvil?

  • He estado todo el día sobando, tronco. Que, no veas que cansancio tenía, tío.

  • ¡Ah!, ¿era eso?…

estaba preocupado, ¡coño!. Me alegro. ¿y has descansado ya?

  • Si. Pero hoy ya no salgo ¡eh!

  • ¡Vale!. Yo también voy a quedarme en casa, que también estoy cansado. ¡Ciao!

  • ¡Ciao!