Visitas

Ese día simplemente salí a dar una vuelta, no esperaba encontrarme con mi ex y su novio, pero ya que se dio la oportunidad, los invité a mi casa a disfrutar de las películas XXX que recién había adquirido.

Visitas

La pequeña campanilla dorada, lanzaba destellos de luz reflejada en todas direcciones, ésta colgaba de una pequeña cadenita dorada desde el techo para sonar cada vez que alguien la golpeara con la puerta al abrirse, esta vez era yo quien la golpeaba con la puerta, me disponía a salir.

La sexshop de la que salía, era mi favorita del rumbo, debido principalmente a que "por el rumbo", uno no podía encontrar muchas tiendas dedicadas a ese tipo de cosas. En el momento en el que yo salía, la tienda se quedaba prácticamente vacía. Dentro sólo se quedaban la hermosa dependiente de piernas sexys y una pareja de curiosos, la experiencia que tenía, me indicaba que esos dos no comprarían nada.

Caminaba hacia mi departamento, cargando una bolsa café en mi mano izquierda, en ella llevaba un par de películas y una nueva botella de lubricante, la que tenía en casa, estaba por terminarse y uno nunca sabe cuando pueden utilizarse las cosas.

Andaba por el parque mirando alrededor, la bolsa se bamboleaba a mi costado con cada uno de mis pasos, no esperaba ver a nadie, pero en ocasiones anteriores, la belleza de una chica me inspiraba hermosas fantasías que después desarrollaba aun más en la compañía de Lucero, mi muñeca inflable. Eterna compañera sexual que siempre estaba dispuesta a entregarse a mí cuando otras se negaban.

Mientras contemplaba las bien torneadas nalgas de una hermosa transeúnte, una voz femenina conocida me llamó a mis espaldas, un poco sorprendido de que me llamaran mientras deleitaba la pupila con aquellas nalgas que se alejaban contoneándose dentro de aquel pantalón que las aprisionaba, giré sobre los talones para ver de quien se trataba y me lleve una grata sorpresa.

Erica, acompañada de su novio actual, se acercaba a mí. Ella era una gran amiga y lo seguía siendo, la única diferencia, era que ahora su ausencia en mi vida la compensaba Lucero, o al menos lo intentaba. No fue nada fácil que mi actual amiga se ganara ese puesto, pues Erica meneaba las caderas de una forma brutalmente satisfactoria, además de que gustaba de experimentar de todo, con la única condición de que a ella también le causara placer.

  • Hola, ¿cómo te ha ido? –Preguntó con su voz angelical y no pude evitar recordar sus maravillosos jadeos que llenaban mi alcoba, mi comedor, mi sala y mi departamento entero en aquellas salvajes noches de pasión.

  • He sobrevivido –dije pensando en Lucero.

  • Te presentó a mi novio, Fernando.

El tipote tendió una mano y en cuanto se la estreché, me di cuenta de por qué ella salía con él.

Era alto de cabellos negros y ojos castaños, no era muy voluminoso pero sin duda pasaba tiempo ejercitándose, su mano fácilmente podría abarcar en una agarrada toda la preciosa nalga de Erica, era suave y parecía que las cuidaba demasiado, seguramente pensando más en el bienestar de su novia que de su propia apariencia.

  • Mucho gusto, ¿A dónde van? –Pregunté sin mucho interés.

  • Bueno –respondió Erica mirando a su novio- aún no lo hemos decidido, ¿y tú? –preguntó fijando por unos instantes su mirada en la bolsa.

  • Voy a casa a ver unas películas que acabo de comprar… -guarde silencio y este escasamente infinito instante en el que ninguno de los tres replicó nada, me dio tiempo suficiente para pensarlo y antes de que pudieran agregar algo más, les propuse-: ¿quieren venir?

Erica miró a su novio y casi sin mover la cabeza, éste asintió.

  • Sólo si nosotros compramos las palomitas –pidió Erica mostrando esa sonrisa que tanto me gustaba.

Así pues, llegamos a mi departamento, durante el camino íbamos conversando animadamente, pude darme cuenta de que Fernando no sólo le atraía a Erica por sus bien cuidadas manos. Me pareció simpático e inclusive me cayó bien y nunca antes nadie lo había conseguido en tan poco tiempo. Tan inmersos en la charla estábamos, que olvidamos por completo comprar las palomitas para ver las películas, sin embargo, no harían mucha falta.

Nos acomodamos los tres juntos en el sofá más grande de mi sala, Erica se encontraba en medio. Entre el mueble en el que se encontraba la televisión y el sofá donde nosotros nos encontrábamos, había una pequeña mesita de madera y era rodeada por los otros dos sofás. En el pequeño departamento, había dos recamaras (una para mí y otra para las visitas), una cocina pequeña, un patio, un baño y la sala comedor. Tenía mucho espacio, pues no compraba más cosas que las necesarias y no tenía prisa por llenar el lugar.

Tres vasos y una botella de refresco descansaban sobre la mesita mientras mirábamos la primera de las dos películas que adquirí ese mismo día en la sexshop. En esta ocasión, había elegido dos cintas un poco más fuertes de lo que acostumbraba ver. La primera mostraba a dos chicas bellísimas que estimulaban a un enorme pastor alemán por medio de caricias e inclusive, una de ellas masajeaba hábilmente el miembro del can, lo que le provocó una enorme erección.

El perro jadeaba y las chicas seguían estimulándolo, después de unos momentos, ambas se entregaron, una a la vez, al mejor amigo del hombre. Por los gritos de placer que cada una de ellas emitía de sus gargantas al ser embestidas por su acompañante peludo, yo diría que era mucho mejor amigo de ellas que del hombre.

A lo largo de la película, pude notar como la mano de Erica se deslizaba sin disimulo a la entrepierna de su novio y éste, a su vez, colocaba una de las suyas entre la entrepierna de ella. La situación no podía ser más incomoda, ellos dándose placer a mi lado mientras yo seguía viendo la estúpida película.

Cuándo esta terminó, Erica jadeaba un poco al igual que Fernando, repentinamente ella se puso de pie y fue a la cocina, yo mientras, ponía la otra película.

  • Te lo tenías bien guardadito –dijo cuando volvía mostrándonos una botella de mi mejor vino.

  • ¡Oh no! Devuelve eso –le dije sin miramientos, esa botella la tenía reservada para una ocasión mucho más especial que esa.

  • No seas amargado, bebamos sólo un poco –respondió ella abriendo la botella, sirvió su contenido burbujeante en tres copas y me tendió una. Muy a mi pesar, la tomé sentándome de nuevo en mi lugar en el sillón, al tiempo que la película comenzaba.

Esta otra trataba del clásico trío entre dos mujeres y un hombre, Erica y su novio habían perdido todo el interés en ésta y se dedicaron a beberse mi botella, yo no quería quedarme sin probarla, así que también bebí.

  • Pensé que ya habías cambiado de gustos –comentó Erica y en su voz comenzaban a notarse los efectos del alcohol.

  • Pues ya vez que no, además no está nada mal –repliqué y volví a vaciar mi copa de un trago.

  • ¿Por qué nunca traes una donde sea una mujer con dos hombres, siempre tienes que ser tan machista?

  • No hay necesidad de traer una película, él y yo podríamos hacer algo para ti –dijo Fernando de pronto y yo me quedé petrificado, ¿hablaba enserio?

  • ¡Sí! –Bramó Erica entusiasmada y se apartó de inmediato, los miré a ambos y los dos parecían muy decididos. Pero yo… eso era algo que jamás había hecho antes y no sabía si estaría dispuesto a hacerlo, sin embargo, la bebida que ya había ingerido, ayudó a que me decidiera.

Miré a Fernando. Contenía una sonrisa y me miraba directamente a los ojos, se acercó un poco a mí e instintivamente yo me eche hacia atrás, la mano de Erica me empujó hacía adelante, el rostro de Fernando se encontraba demasiado cerca y sentía su respiración, era cálida y no me gustaba. Cerré los ojos para imaginar a Lucero, a Erica o a la hermosa dependiente de la sexshop, la imaginé detrás del mostrador enseñándome sus hermosas piernas y fue cuando sentí los labios de Fernando en los míos, estaban húmedos y su aliento apestaba al vino que bebió antes.

Inmediatamente quise romper el contacto de sus labios con los míos, pero la mano de Erica no dejó que apartara la cabeza, apreté los parpados para no abrir los ojos tanto como pude, imaginaba a la dependiente, a Erica y a Lucero, a las tres juntas y a muchas otras, pensaba, me engañaba diciéndome a mí mismo que esos labios eran de una de ellas.

Y de repente su lengua se hizo presente, la sensación se me hizo tan repulsiva que no pude contenerme y abrí los ojos. La visión fue horrible, Fernando tenía los ojos cerrados y me besaba sin detenerse, la mano de Erica oprimía mi nuca para impedir que me alejara, todo era tan extraño, su aliento embriagante comenzaba a fluir de él a mi y viceversa. Su bigote me picaba, sus labios gruesos no dejaban de aprisionar los míos, la sorpresa y la incomodidad pasaron en cuanto me hice a la idea de que a Erica no le estaba gustando eso y decidí poner un poco de empeño.

Cerré los ojos y me entregue de igual forma a aquel beso varonil, esperando que lo que sucediera en esa estancia, ahí se quedara.

  • Bien, lo hacen muy bien –opinó Erica, retirando su mano de mi nuca- pero muevan esas manos o esto no será igual.

Fernando obedeció primero, colocando sus manos en mi espalda me acercó a él. Yo, pretendiendo representar a la perfección lo que Erica quería, comencé por recorrer sus muslos con mis experimentadas manos, se estremeció, quizá no lo esperaba pero aún así continué subiendo. Recorrí su abdomen, estaba bastante duro, llegué a sus pechos y sentí una leve decepción por no encontrar lo que acostumbraba encontrar en esa zona.

De repente sus manos comenzaron a quitarme la ropa, yo no lo entendía y estaba claro que no permitiría aquello, sin embargo, en lugar de hacer algo para detenerlo, comencé a quitar sus ropas, ni yo mismo me entendía, primero no quería hacerlo y ahora no podía detenerme. Al poco rato ambos estábamos desnudos uno frente al otro.

La bebida ayudaba un poco a aumentar mi excitación, Erica se encontraba sentada en la mesita, mirándonos fijamente con las piernas abiertas, mientras sus manos jugueteaban con sus senos y su vagina.

Me di cuenta de lo que debía hacer para ponerla realmente caliente, así que no dude. Me puse de pie, busqué en la bolsa café y saqué de ella la botellita de lubricante. Erica y su novio me miraron, intercambiaron una mirada de asombro y me volvieron a mirar con una gran sonrisa en los labios.

Yo no sabía lo que hacía pero aún así lo hice. Entre el sofá y la mesita, me puse a cuatro patas después de darle la botella a Erica, quien la miró con un brillo lujurioso en los ojos e hizo una seña de asentimiento a su novio.

  • ¡Hazlo ya antes de que me arrepienta! –Le dije al ver que no se movía, por un momento me pareció escuchar emoción en mi propia voz.

Sin pensarlo más, se arrodilló detrás de mí y contempló mi culo virgen, yo temblaba, estaba seguro de que eso dolería y no tenía ni la menor idea de que fuera a ser satisfactorio.

Pero me mantuve firme y esperé. Unos instantes después sentí las dos manos de Fernando, grandes y fuertes, sujetando mis nalgas para separarlas otro poco. Me estremecí como nunca antes al sentir su lengua acariciándome la puerta trasera. Húmeda y caliente su lengua me recorría varias veces desde los huevos hasta el pequeño orificio oscuro, donde jugueteaba haciendo círculos alrededor de éste.

Erica comenzó a derramar lubricante entre mis nalgas abiertas y las bien cuidadas manos de Fernando lo esparcían por todo el lugar.

  • ¿Listo? –me preguntó.

  • ¡Métemela ya cabrón! –le dije y estoy seguro que Erica sonrió complacida.

Al sentir su glande rozando mi pequeño orificio, un nuevo estremecimiento recorrió mi cuerpo entero, él me sujetó fuertemente de las caderas para que yo no pudiera huir. Lentamente, comenzó a meter su verga hinchada en mi culo, haciendo pedazos la virginidad de este que hasta ese momento yo cuidaba como el más preciado de mis tesoros.

Cuando la tuve metida hasta el fondo, el dolor era terrible, sentía dentro de mí cada milímetro de su miembro palpitante. Y salió, casi la mitad de éste, tan despacio como había entrado, sólo para volver a entrar. A medida de que me la clavaba y la sacaba, iba aumentando la velocidad y el dolor se fue para que su lugar fuera ocupado por un inmenso placer que me la fue dejando más dura que nunca.

Intentaba reprimir los jadeos que Fernando me provocaba y lo había hecho bien hasta que sus lentos movimientos delicados se convirtieron en furiosas envestidas que me sacudían completo.

  • ¡Métemela hasta la garganta, puta madre! –Grité en medio de jadeos, loco de placer y sin darme cuenta, mi grito fue acompañado por un leve jadeo del desconocido que en esos momentos me poseía y me provocaba una sensación placentera que jamás había sentido antes.

Erica, completamente desnuda se había metido debajo de mí con la espalda contra el suelo y comenzó a chuparme la verga, un nuevo jadeo se liberó de mi garganta, mis invitados sin duda sabían lo que hacían.

Incliné un poco la cabeza para comenzar a lamer el sexo rozado y mojado por la excitación de Erica, el sabor de su sexo seguía siendo tan exquisito como siempre, tal y como yo lo recordaba y deseaba con todo mi ser que Lucero también tuviera ese sabor tan peculiar.

Sintiendo en mi cuerpo las deliciosas embestidas de Fernando y las suculentas mamadas de Erica, besaba sus labios y estrujaba con los míos su delicado clítoris, lamiéndolo, chupándolo y probando cada gota del líquido que manaba desde las oscuras profundidades de su rozada intimidad.

Fernando liberó un grito cargado de placer al tiempo que yo sentía sus líquidos seminales dentro de mí, no me la sacó de inmediato, esperó unos momentos mientras acariciaba mis nalgas. Los labios de Erica seguían haciendo lo suyo, hasta que consiguió de mí lo que quería. Arqueando mi espalda lo más que pude, dejé que mi leche llenara su boca y ella la recibió gustosa.

  • Tienes el mejor culo que me haya chingado hasta el momento –me hizo saber Fernando, momentos después, los tres yacíamos tirados en el suelo, él y yo cansados y satisfechos, Erica tan caliente como una tetera al fuego, sus manos exploraban su sexo al tiempo que masajeaban sus pechos erguidos.

  • Me alegro que les haya gustado, pero yo aún no recibo nada de ustedes –nos hizo saber con un gesto de aburrimiento.

Olvidando mi cansancio y el dolor ardiente que sentía en el culo, comencé a chupar una de sus tetas mientras sujetaba contra el suelo una de sus manos, como si las tuviera hacía arriba, para mi sorpresa, Fernando hizo lo mismo con la otra y la hicimos presa contra el suelo. Guié mi mano libre lentamente recorriendo su vientre plano, hasta tocar los vellos que florecían adornando su cálido monte, bajé un poco más la mano y encontré allí la de Fernando, que ya tenía un dedo dentro de la vagina de Erica, no me importó y le metí uno yo también sin dejar de lamer y chupar su seno.

Comenzó a arquear la espalda para permitir que nuestros dedos llegaran aún más adentro de ella, mi erección regresaba poco a poco, seguro que lo mismo le pasaba a Fernando.

  • ¡Uno métamela por el culo y el otro por la pucha! –gimió y obedecimos.

Fernando se recostó sobre la mesita dejando las nalgas al aire. Erica, con las nalgas abiertas se sentó sobre la enorme verga de su novio, lo hizo lentamente hasta que ésta desapareció engullida en su totalidad por la chica. Comenzó a subir y a bajar mientras Fernando la sostenía por la cintura.

Los miré un momento, ella parecía realmente disfrutarlo y aún le faltaba yo. Acaricié sus hermosas piernas, que eran mucho mejores que las de la chica de la sexshop, apreté sus nalgas y me acerqué a ella, agaché la cabeza para hundirla entre sus piernas, estirando al máximo mi lengua y torciendo mi cuello lo más que pude, para lamer la unión de su verga caliente y su culo ardiente.

Sobresaltada me miró desde arriba, sujetó mi cabeza para moverla de atrás hacía delante. Subí por su cuerpo sin despegar mi lengua de su piel, probé sus senos nuevamente y di leves mordiscos en su cuello.

Introduje lentamente mi glande en su polla mojada, para después ensartarle el miembro completo violentamente y de golpe, se elevó unos centímetros por escasos segundos, gritó al mismo tiempo que clavaba sus uñas en mi espalda, gozaba como loca con las embestidas de ambos, con vergas tan hinchadas que parecía que iban a explotar, no cabía en su excitación, movía las caderas como yo recordaba, se meneaba desquiciada envuelta en oleadas de placer, gritando, gimiendo, chillando, lanzaba su cabeza hacía atrás y adelante como poseída, sus maravillosos senos se bamboleaban enfrente de mí hacia arriba y hacia abajo.

  • ¡SÍ! –chillaba-. ¿No te dije que sería maravilloso? –dijo y en medio del placer alucinante lo comprendí todo.

No los había encontrado en la calle, ellos me buscaban, había sido y estaba siendo utilizado por ambos. La idea me excitó hasta el orgasmo.

Dedicado especialmente para Zely

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