Visitante(s) repentinos
En forma accidental vi a mi vecina casi desnuda.
Mi vecina era una jugadora de tenis y solía viajar bastante, por eso su departamento estaba deshabitado gran parte del tiempo. Ella solía dejarle las llaves a mi madre para que durante su ausencia lo cuidara y regara las plantas.
Samanta tenía en ese tiempo 24 años, era muy atractiva, cabello castaño largo, ojos marrones y un cuerpo estupendo debido a su permanente entrenamiento.
Yo realmente la quería mucho ya que ella me había regalado mi primer raqueta (con el tiempo me di cuenta que el tenis no era lo mío). Yo no diría que estaba enamorado de ella, ya que ella era diez años mayor que yo, pero realmente disfrutaba mirarla en su minifalda de tenis cuando compartíamos el ascensor.
De todas maneras nunca la había visto tan sexy como el día en que mi madre me envió a pedirle azúcar y Samanta me recibió vestida con su bata de baño. Ella acababa de salir de la ducha y todavía tenía el cabello húmedo.
Muchas veces acompañaba a mi madre cuando iba a lo de Samanta ya que ella tenía una impresionante colección de revistas deportivas.
Ella siempre nos avisaba cuando llegaría de viaje para que mi madre le conectara la heladera y pusiera algo dentro de ella.
Esa vez ella nos avisó que llegaría el viernes siguiente por lo que, el día anterior, compramos helado porque era uno de los días más calurosos del año y fuimos hacia su departamento.
Algo extraño pasaba ya que cuando puse la llave en la cerradura, noté que, si bien la puerta estaba cerrada, no estaba trabada con llave. Como yo era quien normalmente abría y cerraba la puerta no dije nada y entonces ingresamos. Como era habitual el lugar estaba completamente oscuro ya que las persianas estaban bajas.
Rápidamente me dirigí a través del pasillo hacia el living para levantar las persianas mientras mi madre se había quedado detrás para cerrar la puerta. Después del ruido producido por la puerta al cerrarse, escuchamos una voz viniendo desde la cocina. Era la voz de Samanta preguntando si era mi madre. Como la respuesta fue afirmativa, Samanta fue hacia el pasillo a recibirla y para nuestra gran sorpresa…
…ella salió de la cocina vestida solamente con un diminuto y escaso conjunto blanco de lencería.
El departamento estaba diseñado de la siguiente forma, la puerta de la cocina estaba en medio del pasillo, en frente de la puerta del dormitorio y luego el living al final del pasillo.
El momento no podría haber sido más perfecto. Como la cocina era el único lugar donde no había persianas, Samanta estaba ahí parada, totalmente expuesta en solamente su sostén y su tanga, justo en el único punto iluminado del departamento como si estuviera enfocada por un faro.
Antes de que pudiéramos reaccionar, ella le dijo a mi madre que recién había llegado ya que pudo cambiar el vuelo y viajar antes de lo planeado. Si bien estaba sorprendida, no parecía avergonzada y tampoco hizo el menor esfuerzo por cubrir su cuerpo. Actuaba como si estuviera cómoda y no le importara ser vista en ropa interior.
Yo estaba asombrado de que ella ni siquiera se sonrojara. Estuve a punto de disculparme cuando me di cuenta que ella no me había visto ya que yo estaba en medio de la oscuridad en el final del pasillo y tampoco había hecho ningún sonido ni pronunciado palabra alguna. Sentí que no tenía sentido revelar mi presencia.
Samanta empezó a contar sobre su último viaje al Caribe, siempre sin sospechar que yo estaba absolutamente deleitado observándola. Mi madre, sin hacer ningún comentario sobre la escasa vestimenta de Samanta, trataba de inducirla para ingrese en su dormitorio. Sin embargo, ella continuó con su relato.
Desde mi posición yo solamente podía admirarla y ella no tenía ni idea!!! Tenía ese increíble cuerpo armónico que valía la pena disfrutar mirando. Su piel estaba bronceada, sus caderas eran hermosas y sus pechos perfectos. Su estómago era plano y tenía un ombligo redondo. Además de esto su trasero estaba en buena forma , sus piernas fuertes y su cintura delgada.
Realmente hubiera querido felicitarla, pero, por mucho que apreciara la vista, esto habría sido completamente inapropiado.
En un momento ella dijo sonriendo que por suerte yo no había venido con mi madre ese día.
Ni mi madre ni yo dijimos nada ya que Samanta hubiera sentido muy triste al haberla visto yo prácticamente desnuda.
Realmente fui muy afortunada ya que Samanta realmente tenía ganas de hablar ese día, a pesar de los discretos esfuerzos de mi madre por llevarla dentro de su habitación.
Finalmente mi madre le dijo que sería mejor que se vistiera ya que yo llegaría en cualquier momento con más alimentos para la heladera. Entonces ella caminó hacia el dormitorio para vestirse.
Cuando volvió, tenía puesto una bata de algodón. Yo fingí que había llegado recién como si nada hubiera pasado y nunca mencioné lo que había visto.
De todos modos, siempre tendré aquellas imágenes grabadas en mi memoria!!!