Visitando el mirador
Acerca su cara a mi lateral derecho, coge mi mano derecha con la suya, la mueve en la dirección que antes señalaba con la suya, y me marca el recorrido que tengo que hacer con la mirada. Sentir su respirar en el cuello, su voz susurrante en mi oreja derecha, no puedo evitar el escalofrío
- Cuando quieras ven que te muestro la casa y las vistas que tenemos del valle desde nuestro mirador.
Es una oferta que no puedo rechazar, conocer la casa que se ha comprado Javier con su mujer, que tiene una de las mejores vistas del valle que se pueden tener. Con amplias miradas a la montaña, en plena naturaleza, rodeado de naturaleza y silencio. Pues sí, me apetece ir a conocerla, así que quedo con Javier para visitarlos, echar un rato de conversación y conocer las vistas.
Cuando llego me recibe Javier con ropa deportiva, camiseta de manga corta amplia, pantalones de deporte cortos, sandalias y esa sonrisa tan amplia que siempre tiene. Carmen tuvo que ir a trabajar esta semana a la ciudad, con lo que no estaría.
Javier es más alto que yo, debe de medir metro ochenta, si no un poco más, 45 años, con barba de varios días, pelo corto en punta, inicio de pelo canoso, ojos oscuros, dientes blancos, sonrisa amplia, buena piel, de constitución normal “de serie”, no trabajada en gimnasio. Vamos, un hombre del montón, agradable a la vista y de trato afable dado lo poco que nos hemos visto.
Nos adentramos al jardín, bordeamos la casa para aparecer en la parte trasera de la construcción, donde se encuentra la terraza con las magníficas vistas del valle, y una mesa preparada con algo de picoteo y dos vasos. Me ofrece una cerveza que no puedo rechazar, bien fría como sé que le gusta a él, y como me apasiona a mi. Nos sentamos a charlar tranquilamente, a tomarnos esa cerveza y picar algo. El rato es muy agradable, conversación fácil, ágil, interesante sobre cosas básicas de la vida y un poco de nuestra vida personal. El tiempo pasa muy agradable, y una cerveza lleva a la siguiente, y la segunda nos conduce a una tercera. Me meo, no puedo aguantar más, y Javier me invita a entrar a la casa para ir al baño; salón amplio, que han reformado para que quede un espacio diáfano con ventanal hacia el exterior. Primera puerta a la derecha, ahí está el baño, completo, equipado con ducha y bañera de hidromasaje junto a otro gran ventanal, para relajarte en la bañera con tu copa de vino, velas y vistas, ya me visualizo; mientras me quedo embobado mirando por la cristalera, veo que Javier se asoma y me saluda con una sonrisa en la boca y ojos achispados de las cervezas, me da por reír y se contagia con mi risa. Cuando salgo de mear me encuentro a Javier apoyado en la barandilla contemplando las vistas.
- Tenéis una casa preciosa, buen gusto.
- Gracias, Carmen es diseñadora de interiores, así que no puedo esperar menos de ella.
- Aquí tenéis unas vistas espectaculares, el pueblo que se ve al final, ¿es Roquetas?
- No, Roquetas está allí a la derecha, ¿lo ves?
- Sinceramente, no, aunque después de 3 cervezas, lo complicado es mantener los ojos enfocados.
- Jajaja, ven, que te muestro
Y dicho esto se pone detrás de mi, acercándose a mi espalda, puedo sentir el calor que desprende su cuerpo, que se encuentra con el mío irradiando calentura y seguramente testosterona saliendo por cada uno de mis poros de la piel; su olor, huele a suavizante, mezclado con horas de estar al sol y sudor dulce. A medida que se acerca a mi un escalofrío me recorre toda la espalda.
- ¿Ves?, está allí
Y pasa su brazo por el lado derecho de mi cabeza, señalando hacia el horizonte, entre las montañas, donde debería verse Roquetas, pero yo sólo puedo oler su piel, ver su brazo con el vello negro, sus manos grandes y su dedo índice señalando, que acaban en unas uñas cuidadas, limpias y de aspecto duro. Suspiro.
- ¿Te soy sincero? No
Entonces acerca su cara a mi lateral derecho, coge mi mano derecha con la suya, la mueve en la dirección que antes señalaba con la suya, y me marca el recorrido que tengo que hacer con la mirada. Sentir su respirar en el cuello, su voz susurrante en mi oreja derecha, no puedo evitar el escalofrío que nota, y sé que le ha gustado provocar esa sensación en mi porque respira con más ritmo, con más exhalaciones y baja el tono de su voz:
- Tranquilo, sigue mirando al frente, enfoca la vista y la verás.
Pero esta forma de susurrarme me altera, no controlo mi reacción, cierro los ojos, tiro la cabeza suave hacia atrás dejando mi cuello a su alcance. Javier aprovecha para besarme en el lado derecho del cuello, suspiro, abre sus labios para besarme con humedad, con su lengua rozando mi piel, gimo, gime, su mano derecha se apoya sobre mi mejilla izquierda y me mueve la cara hacia él, dejándome enfrente suyo, nos miramos fijamente a los ojos, que los tiene abiertos, húmedos, y cargados de deseo. Nuestras bocas se encuentran, primero el roce de los labios de forma tímida, sintiendo en calor de los unos y los otros; abrimos un poco nuestras bocas para sentir la respiración del otro, entrecortada, caliente, cargada de excitación. Muevo la lengua, en busca del roce de sus labios carnosos, él con la suya sale a mi encuentro, se conocen, se tocan, se desean. Nos fundimos en un beso con lengua cada vez más excitado, cada vez más frenético, más sexual. Muerde mi lengua, muerdo sus labios, nos separamos para mirarnos pero las bocas se desean, se necesitan.
Las manos están en la cabeza del otro para dirigir el beso. No puedo evitar bajar a su cuello, recorrer su espalda caliente, sentir el roce con su camiseta, apretarlo contra mi cuerpo, sentir cómo su polla está dura bajo sus pantalones. Meto la mano por debajo de sus shorts, en la parte de las nalgas y me llevo una grata sorpresa al notar que no lleva ropa interior. Me separo de su boca:
- Así que eres de los que no usan calzoncillos en casa.
- Me gusta sentirme libre
- Me gusta sentirte libre
Y retomamos el beso, con nuestras bocas húmedas, calientes de tanta succión, y rojas de nuestras barbas rozándose.
Javier baja sus manos por mi espalda, me sube la camiseta por la parte de atrás y mete sus manos por debajo de la ropa. Siento sus dedos rozar la piel de mi espalda, y cómo va subiéndome la ropa a medida que asciende con sus manos. Se separa de mi boca, me hace subir los brazos y saca la camiseta por mi cabeza. Sus manos se dirigen a mis pezones, erectos y sensibles a su toque, que reaccionan con su tacto… ahhh, gimo, no puedo evitar excitación cuando me los pellizca suavemente con sus dedos, desciende la cara y con su boca me succiona el pezón derecho. Creo que voy a morir de placer, la polla me da un salto, y una descarga eléctrica sale de mi pezón directa a mi coronilla y a la punta de mi pene. Podría correrme en este mismo momento. Con la mano derecha me trabaja el pezón inquierdo, y con su mano izquierda aprieta mi espalda contra su boca. Yo no puedo más que agarrar su cabeza contra mi pecho para que no pare de comerme el pezón, que lo acaba liberando con un sonido que me hace abrir los ojos y mirarlo fijamente. Sube a mi boca, nos besamos.
- Me ha encantado, qué placer
- Pues espera que no hemos acabado aquí
- Eso espero
Aprovecho para quitar su camiseta, a medida que la voy subiendo aparece su ombligo, rodeado de vello suave, rizado, negro. Su barriga, sin marcar abdominales pero con un vientre plano, con su línea de pelo subiendo hacia sus pechos, más cargados de vello rizado, que dejan ver unos pezones duros y marrones oscuros. Acabo de deshacerme de su camiseta y no puedo evitar comerle la boca, bajo a su cuello, lamiendo desde su oreja hasta su hombro, mientras estimulo los pezones con mis dedos. Voy besando su parte superior del pecho, lamiendo todo el camino hasta su pezón izquiero con el que juego con la lengua en círculos, pellizco con mis labios y succiono como si fuese un bebé en busca de su leche. Con las manos sigo bajando por su abdomen, sintiendo el roce de los pelos que me indican el camino hacia su pubis. Desabrocho el pantalón, que dejo caer al suelo, y me sube el olor a sexo, a polla caliente, a placer próximo. La curiosidad me invade, así que me aparto de su pezón para verle la polla erecta, apuntando hacia delante, dura, roja, con el pellejo aún cerrado, un pubis recortado y unos huevos bien tersos, debe de medir unos 15 centímetros, una medida perfecta para disfrutar. Esa visión me evoca un placer indescriptible, esta tarde lo vamos a pasar muy, pero que muy bien.
Me incorporo, busco su boca, y con la mano derecha envuelvo su polla en ella, siento cómo la venas bombean la sangre por todo el miembro, calor, dureza, piel suave con pequeños granitos. Empiezo con un movimiento de muñeca para estimularlo aún más, sus besos se entrecortan por el placer que está sintiendo. Me avisa que si sigo así no podrá aguantar mucho. Con mi mano izquierda le tapo el labio para que no hable, quiero que se deje llevar, que no piense en la duración, simplemente que disfrute del momento. Lo vuelvo a besar, sigo con mi juego de mano, cada vez siento más su calor, sus contracciones musculares, su respiración entrecortada, arqueando la espalda, tirando la cabeza hacia atrás a medida que el placer aumenta. Quiero que se corra, pero también quiero hacerlo esperar, postponer su orgasmo para hacerlo más potente.
Él recorre mi pecho lampiño con sus manos, juega con los pezones, baja a mi cintura y desabrocha mis tejanos que caen al suelo. Los calzoncillos me apretan la polla dura, que está deseosa de ser liberada. Me soba el paquete y los huevos a través de la ropa, haciéndome sufrir por el deseo de sentir su mano en mi polla. Me pajea sobre la ropa, que ya está manchada con mi líquido preseminal, presiento que va a hacerme rogar que me quite la ropa interior. Me come la boca, me lame la cara, me mira a los ojos y su expresión es de niño travieso. Pero para malo yo, así que me arrodillo ante él, acerco la punta de su polla a mi boca, siento el olor a sexo, a polla deseosa, la huelo fuerte para que escuche cómo aspiro su olor; abro la boca para que sienta el calor que desprende mi lengua en su glande, pero no me la meto, nos miramos a los ojos, intenta acercar su pelvis a mi cara y me voy apartando suavemente.
- No me hagas esto, no me dejes con las ganas.
- Pídemelo
- Por favor, cómeme la polla, quiero sentir tu boca en ella.
Y como niño obediente que soy, paso mi lengua por su capullo, limpiando las gotas de preseminal que asoman por su abertura, un líquido transparente, viscoso y muy sabroso que me abre las papilas gustativas y me excita, tanto que no puedo esperar y mis labios se posan sobre su glande, acogiéndolo con suavidad, apoyando toda mi carne en él, succiono suavemente y me la voy introduciendo poco a poco, humedeciéndola bien hasta que la tengo toda dentro. Entra perfecta, encaja en mi boca, se adapta a mi garganta. Mi nariz se mete entre sus vellos púbicos que huelen a sudor, a calor, a hombre con ganas de sexo. Saco lentamente su polla de su boca, adaptando mis labios a su recorrido; sin sacármela, cuando llego al capullo juego con la punta de la lengua. Toda mi boca sabe a él, a sexo, a polla, a placer. Vuelvo a introducírmela, a sacarla, cada vez aumentando más la velocidad, la presión y la succión. Ha empezado un vaivén que será difícil de poder parar, no creo que pueda dejarlo hasta satisfacer mi deseo de hacerlo gritar y eyacular.
- Me vengo, no puedo aguantar más, joder, ah… ah… ah…
Me la saco de la boca, usando mi mano derecha para que se corra sobre mi pecho, lo miro a los ojos que tiene cerrados con la cabeza reclinada hacia atrás, se mueve en espasmos, y siento cómo su corrida recorre todo su tronco, saliendo disparada a borbotones espesos, blancos y calientes hacia mi pecho, 2, 3, 4 estallidos, y una buena cantidad de semen bajando por mi pecho, recorriendo mi piel con su calor y su viscosidad. Qué placer me ha producido, no me he corrido pero tengo mi ropa interior bien manchada de mis líquidos preseminales.
Me pongo en pie, me acerco a su boca que está abierta por el placer, aún sigue con los ojos cerrados. Lo beso, me besa, intenta recuperar su aliento. Aprieta mi pecho contra el suyo, que se pegan por su lefa, se entremezclan con sus pelos.
- Joder, la mejor corrida que he tenido en mucho tiempo. Gracias. Siento no haber podido aguantar más, pero no me has dado tregua, y estaba muy excitado, me has puesto muy cachondo.
- Me encanta que te provoque este deseo sexual. Y es compartido, mira.
Y pongo su mano derecha sobre mi paquete, duro, húmedo, para que pueda sentir lo mojado que está mi calzoncillo.
- Con esta humedad te vas a enfriar, debería hacer algo
Y agarra mis calzoncillos de la goma y me los baja, acompañándolos hasta mis tobillos, me los quita, los deja en un lado del suelo y su nariz contra la punta de mi polla, bien brillante de la humedad.
- Aquí huele a gloria.
- Mejor sabrá.
Abre su boca y se mete toda mi polla del tirón, hasta tocar su campanilla. Tengo una polla pequeña pero que da grandes alegrías. Se nota que Javier ha comido pocas pollas porque no se le siente muy seguro, pero el calor de su interior, su lengua jugando con el glande, y la respiración sobre mi pubis está haciendo que mis músculos se contraigan y mis huevos empiecen a bombear preparando la inminente corrida.
- Javier, no voy a poder aguantar mucho más, me tienes muy cachondo, me voy a correr. Para, ah, o dale, ah, lo que quieras, pero ya no puedo más, no puedo… aaaaaaaaah
Mi primer espasmo impacta contra su cara y labios, no le ha dado tiempo, o no ha querido, apartarse. Con la boca cerrada me mira mientras mi polla estrella toda mi corrida sobre su cara. Bien espesa, bien densa que resbala con poca soltura y se queda enganchada en su barba. Cuando acabo de correrme se levanta, se pone a mi altura, abre la boca y me tiro a ella para besarlo con pasión. La lefa nos va enganchando en la cara, nos va uniendo cada vez más, y sentimos su sabor envolviendo nuestro interior.
- Ha llegado la hora de ducharnos.