Visitando a una amiga
Hacer sexo con mayores es muy hermoso, gozamos el voyeur de él y mi exhibicionismo, así como un intercambio de parejas maravilloso.
VISITANDO A UNA AMIGA
Este relato tiene varias faceras y no sé bajo que clasificación colocarlo. Predominan narraciones de los actos entre yo y un señor maravilloso, maduro, él muy dado a estar espiando actos de los demás, un voyeur nato, y yo, que por ociosa me dediqué a exhibirme para excitarlo. El relato está complementado por lo demás que pasó, un hermoso intercambio de parejas durante nuestra estancia en el club de mi amiga Gloria.
Tomamos una decisión sin pensar mucho. Mi casa estaba sirviendo de refugio del coronavirus para una familiar, con su pareja, así que deseábamos dejarlos solos y huir. Hace un tiempo Gloria me propuso la fuéramos a visitar hasta su casa, a Casi 2,000 kilómetros de distancia. Horacio se puso feliz cuándo yo le insistí y lo planeó considerando volaríamos en nuestro avioncito. El club, propiedad de mi amiga queda en la frontera Norte y es frecuentado por personas nacionales y varios americanos que solo cruzan la frontera para disfrutar del club, un pequeño club que está muy completo y limpio, muy bien atendido y bonito.
Salimos el jueves muy temprano, el avión lo guarda Horacio en un aeropuerto pequeño cerca del lugar en donde se encuentra nuestra casita. Volamos haciendo solo una escala para rellenar los tanques de combustible, pero continuamos, a ratos yo llevaba el timón, fueron muchas horas de vuelo.
En el aeropuerto de destino ya nos esperaban Gloria y su padre, aterrizamos, Horacio ancló debidamente el avión y fue a la oficina a documentar el cierre de su vuelo, mientras tanto Gloria, que venía junto con un señor, nos alcanzó hasta en donde quedamos estacionados. Al partir, al despegue, la temperatura que reinaba en ese momento era de un poco más de cero grados, iba yo muy bien abrigada, ya dentro del avión la temperatura se pudo regular, pero al aterrizar el termómetro de la temperatura exterior del avión indicaba 37 grados y el ambiente muy seco.
Gloria nos alcanzó y abrí mi portezuela, la del lado derecho del avión. Nos saludamos y como era de esperarse con mucho cariño, nos adoramos.
“¡Con esa ropa te vas a asar, mija!” me dijo.
“Ahora me cambio”, le dije, deslicé el asiento en el que yo iba sentada, el del copiloto, lo más atrás posible, y todavía incliné el respaldo todo lo que se podía para poder estirarme y así librarme de la ropa caliente que llevaba. Escarbé en mi maletín y saqué unos shorts.
Gloria permanecía frente a mi puerta, me saqué los pantalones y un pants que me puse debajo para soportar el frío, quedé en puros calzones, pero en eso, sin yo darme cuenta, ese señor que la acompañaba se acercó para saludarme, Gloria se hizo a un lado y abrió toda mi puerta, así que quedé a la muy agradable vista de éste señor que no se movía de enfrente de la portezuela, quedó petrificado al darse cuenta de la vista tan hermosa que yo le estaba proporcionando, lo peor es de que en ese preciso momento yo me estaba arreglando mi pantaleta, que con el tiempo tan largo de estar sentada se me había incrustado en mi rajadita, me la jalaba con los dedos. Todo eso lo presenció éste señor, en fin, ya se disculpó y de ahí no pasó a más.
Sacamos del avión nuestras pertenencias, otros bultos los dejaron, eran regalos que Horacio iba a entregar entre los empleados de sus dos oficinas fronterizas, que sí iban a laborar en éstos días y a las que él ya tenía programado ir. En la primera estaría viernes y sábado, y después volaría a la otra ciudad, ahí uno de los empleados, muy amigo de él, lo había invitado a quedarse en su casa. Trabajaría lunes y martes y regresaría a estar con Gloria para pasar Año Nuevo, y después salir de regreso a casa el lunes.
Gloria nos presentó a su señor padre, del que busqué su mirada reclamatoria, pues fue la persona que me vio casi desnuda y con mis dedos manoseándome mi cosita cuando estaba en el avión, pero ni se dio por enterado. Horacio se presentó, como siempre, con mucho respeto usando su diplomacia, parece que sí hicieron buena amistad.
El club, efectivamente muy bien cuidado, ofrece canchas de tenis, una alberca, gimnasio, sauna y hasta un cafecito, que en estos días no estaba programado para operar. La casa habitación esta adyacente a la oficina por la que se tiene que entrar. En la parte trasera tiene otra alberca pequeña, ésta es para uso privado, con una terraza para asolearse o sentarse a tomar alguna bebida o un cafecito, tiene una sombrilla y varias perezosas. Está protegida de la vista desde afuera, solo tiene una puerta para entrar, también protegida de la vista.
No habíamos comido, de desayuno solo los sándwiches que yo había preparado, así que propuso Horacio fuéramos a comer a algún lugar.
“¡Pero si todo está cerrado!” dijo Gloria.
“Hay un restorancito informal, muy limpio y sirven muy sabroso, ¿Se animan a ir ahí? ¡Sí se los puedo recomendar, aunque es a dónde los camioneros llegan!” dijo el papá.
Mientras nos servían la comida decidimos ponernos a bailar, había algunas parejas ya bailando, así que Horacio bailó con Gloria y yo con Don Salvador, el papá.
“¿Están contentos y se sienten bien?” me preguntó, después de haber permanecido la gran parte de la pieza en silencio. Fuimos a sentarnos, nos habían avisado que ya estaba nuestra comida servida.
“¡Muy contentos, nuestro objetivo era venir a visitar a Gloria y aquí estamos!” le contesté.
“¡Que bueno, mi niña los quiere mucho y los añora, por lo pronto no tiene algún prospecto y lo necesita, solo piensa en ustedes!” me dijo.
“Entre los dos nos preocupamos por ella, la queremos mucho y tanto yo, como Horacio nos morimos de ganas de verla, ganas de estar cerca de ella.” Le dije.
“Sí, me cuenta muchas cosas de ustedes.”
“¿Y usted, ya tiene compañera, o la sigue buscando?” Le pregunté.
“No, pero sí me hace falta para muchas cosas.”
“¿Pero, si ahí tiene a Gloria y a su ayudanta de día? Le dije
“No es lo mismo tener a una hija y a una empleada.”
“Su empleada le ayuda en todo lo relacionado con la casa y la tienda y su hija lo acompaña en privado. ¿Y qué siente tener a una hija que se ve tan bonita?” me atreví a preguntarle.
“Pues sí, una bella distracción que preocupa.” Me dijo
“¿Cuándo la ve, no piensa en ella como mujer?”
“Desvío todos esos pensamientos, de chica hicimos algo que recuerdo muy bien.”
“¿Con tristeza, o le da gusto recordar lo alborotada que esa chamaca era?” ya fui más allá en mi pregunta.
“No sé, ni siquiera se toma en cuenta lo que le hice, pero lo recuerdo siendo yo su padre.”
“¿A ver, que fue, o cómo estuvo, me puede contar?” le pregunté.
“MMmm, más adelante.” Fue lo único que contestó.
“¡Oiga, dígame! ¿Le agradó el ‘TACO DE OJO’ que se echó en el aeropuerto? ¿Estuvo bueno y le gusté?” le pregunté directamente.
(Significado de TACO DE OJO en México, es solo poder admirar algún platillo delicioso sin estar disponible para comer)
“¡Ay niña! ¿Quién me diera de esos? ¡aunque fuera de vez en cuando!”
“¿Los busca? ¿En el club no le caen de vez en cuando?”
“¡No, nunca!” contestó todo triste. “Pero sería yo el hombre más feliz teniendo uno que otro. Los necesito para que mi ánimo se me levante.”
Bailábamos a ratos, Gloria insistía en que yo siguiera bailando con su papá, ella bailaba con Horacio, a ratos aceptábamos bailar con algunos que nos pedían la pieza.
“¡Dígame, con toda confianza! ¿si no se molesta si le menciono la escena que vio en el aeropuerto?”
“¿Cómo crees? ¿Crees que se me puede olvidar? ¡es lo máximo que me han dado! ¡No podré olvidarlo jamás! ¡Fue única!” me dijo.
“¿Se excita con eso? ¿Si me ve a mí?” más directo no le podría haber preguntado.
“¡Mi niña! ¡No lo puedes dudar! ¡Tú sabes que eres hermosa!”
“¿Me parezco a Gloria?” fue mi pregunta.
“¡Mucho, si no les veo las caras las llego a confundir!”
Ya no continué haciendo más preguntas, ya tenía muchas cervezas y me precaví, pero salimos a bailar, ya pasaban de las 5 de la tarde y habían dicho que a las 2 cerraban, pero aún seguía abierto el local y la música seguía. Bailando solamente le pregunté si yo le gustaba entonces.
“¡Eres muy bonita, muy hermosa y me hincaría a tus pies para pedirte otro ‘taco de ojo’.” Me contestó, yo ya me había dado cuenta de que el frente de su pantalón estaba bien abultado. Había que pensar en algún plan.
Salimos del restorán, caminamos un tramo largo, platicábamos. Llegamos al club, a la sala y Gloria nos sirvió un tequilita. Platicamos de varios temas que nos vinieron a la memoria. Se hizo más noche y nos fuimos a los dormitorios de cada uno. Después de un rato, Horacio creyó que me había dormido, se levantó y fue directo a la habitación de Gloria. Me dio un gusto enorme, él se iba a tener que ir mañana y tenía que aprovechar.
Seguí a Horacio para ver a donde iba, claro, derechito a la habitación de Gloria, pero me descubrió y ya solo nos reímos y lo animé a que siguiera y pernoctara junto a ella.
Yo fui sigilosamente al cuarto de Salvador, estaba recostado, todavía despierto y me escabullí debajo de sus sabanas. Éste se sorprendió al verme y sentirme, me abrazó y me besó.
“¡Aquí estoy, ahora sí puedes comerte ese taco que antes fue solo de ojo!” le dije.
“¡Que linda eres!” y me besaba. Le sobaba entre sus vellos rizados del pubis, su pene estaba bien paradito. Sus huevitos bien sabrosos. Me metí su pene en la boca, todo hasta adentro, todo lo que me cabía. Él se retorcía y me jalaba de mis cabellos, sentía sus manos, que me acariciaban y me sobaban el cuello. Me vio los pechos y me los chupó, con los dedos me jalaba mis pezones y me pasaba su lengua por todo alrededor de mis aureolas dejándolas mojadas con su saliva. Yo sentía en mis pechos hermosísimo lo mojado de sus babas. Él repetía a cada rato
¡QUE BONITA ERES, QUE LINDA ESTAS!
Me puse en posición sentada en su pene que me introduje inmediatamente, tenía yo miedo de que se fuera a venir prematuramente, y lo peor que pudiera pasar es que sucediera fuera de mí, pero no sucedió, en realidad le costó trabajo venirse, nos volteamos, ya él sobre de mí, con una de mis piernas estirada y la otra abierta a lo máximo pero después de varios intentos lo logró. ¡Caray! ¡Qué cantidad de semen!
¡Que rico! ¡LO GOCE, QUÉ MARAVILLA!
“¡Que linda eres que quisiste conmigo! Hacía mucho tiempo que no tenía algo de esto, ¡Gracias, mi niña linda!” me decía y yo lo dejé que siguiera jugueteando con mis pechos y con mis nalgas, me las apretaba a cada rato, yo me sentía en el cielo. Llegó a mordisquearme abajito de los senos. Ahora me dí cuenta del lugar de donde viene la manía de morder que tiene Gloria, pero lo sentí con mucho amor.
“¡Gracias Salvador, me has dado una cogida muy rica, Gracias, gracias!” le dije.
Nos enderezamos, el semen se me estaba escurriendo, así que fui volada al baño a admirar la cantidad que me había echado Don Salvador, ¡QUE LINDURA! ¡NO LO PODÍA CREER! Verdaderamente me sorprendió, que cosa más rica, nunca antes había considerado si la cantidad de semen que me dejaban dentro era poco o mucho, éste fue mucho, rico y calientito y dejándome dentro de mí un hermoso mensaje de amor.
Arropé a Salvador, todavía le chupé su pene y se lo dejé perfectamente limpio, listo para la otra.
“¡Gracias mi niña! ¿cuándo se irán? Me preguntó.
“El plan es salir el lunes 4, en la madrugada.” Le informé ¿Por qué me preguntas? ¿Tienes algún plan con nosotros? Me daría mucho gusto me lo dijeras.”
“Hasta ahora no tengo ningún plan, vamos a ver que inventa Gloria. Y Horacio ¿Cuándo regresa?”
“Su programa es estar de regreso el viernes en la tarde.” Le dí un beso muy amoroso y le desee buenas noches, “¡Nos veremos más adelante! ¿te gustaría?”
Se quedó en silencio, viéndome de pies a cabeza, yo estaba aún casi desnuda, me detuve enfrente de él y lo dejé me observara todo lo que a él le gustara de mí.
Llegué a la habitación que nos habían asignado y me encuentro a Gloria desnuda en los brazos de Horacio.
“¡HOLA MAMITA!” Y SOLTAMOS LA CARCAJADA.
“Estamos aquí para darte la bienvenida en tu nuevo estatus.” Dijo el condenado de Horacio, ¡QUE LINDOS LOS DOS!
“¡Ven, MAMITA, quiero besarte y darte las gracias, eres una lindura! ¡Miles de gracias por lo que le diste a mi papá, todo eso que yo no le podría haber dado” me dijo Gloria, ya con lágrimas en los ojos.
“¡Vamos, vamos, mantengámoslo dentro de nuestros corazones, recordémoslo con ese cariño que se merece.” Dijo Horacio
“Gracias a los dos. ¡Esto es inolvidable, sentí muy rico, y como digo, nunca podré olvidar este taco que me eche!” les contesté.
“¿Ustedes la gozaron? ¿recuperaron los días de ausencia uno de la otra?” les pregunté.
“¡Ya sabes manita, que siempre los gozo a los dos. La estamos pasando muy bien, ya nos desquitamos de esa ausencia de uno del otro. Te agradezco que siempre me prestes a Horacio sabiendo que entre nosotros dos nos amamos, pero es tuyo solamente, solo me lo prestas cada vez que es necesario, o se puede, claro. Y sé que entre ustedes dos se aman y además me aman un poquito.”
Al día siguiente llevamos a Horacio al aeropuerto, checo el avión, completo los documentos de partida y nos dimos muchos besos, a mí y a Gloria, con la que también yo sentía algo de agradecimiento, además del amor que los une.
Ya habíamos tomado el desayuno que Gloria nos había preparado, llegó un cliente y ella tuvo que atenderlo.
“¡Anímate a jugar un poco de tenis, ahorita que me desocupe te atiendo, mientras que mi papá te dé un par de tenis y faldita de tenis, ve a mi cuarto y toma una que te guste y te haga verte hermosa!”
Fui con Don Salvador y le pedí un par de tenis, se los iba yo a comprar porque, después de usarlos pensaba llevármelos. Buscó, me seleccionó un par y me los dio. Estaban muy bonitos pero
“¿Sabe si son de mi talla? Le pregunté.
“¡Claro, son de la talla de Gloria y éstos son los que le agradan!” fue su contestación.
Me sentó en la banca, él se sentó frente a mí y me iba a poner el zapato. Pensé en excitarlo, a ver si me resultaba como anoche, me subí la falda ligeramente y subí mi pie. ¿Más ‘taco de ojo’ que el que le estaba presentando nuevamente el día de hoy, creo que solo el que le obsequié al bajarme del avión estuvo mejor, ahí pudo gozar mis calzones por mucho tiempo y, casi seguro, ver mis dedos que sobaban mi vaginita arreglando la posición de mi calzón molesto, que se me metía en mi rajadita? Me volteó a ver, se quedó mirándome a los ojos
“¡Ya no me digas Don, solo delante de Aurora, la ayudante, para ti solo soy Salvador!” me dijo.
“¡SÍ PAPI!” Y SOLTAMOS LA CARCAJADA. No sé si estuvo peor.
Ya me disfrutó verme los calzones, luego me besó y acarició mis piernas. Le tomé el zapato tenis, me lo puse yo sola y efectivamente me quedaban a la perfección. De premio le tomé de las manos e hice que me sobara mis muslos y hasta mi pubis y, hasta le tomé la mano, un dedo y me lo introduje en mi vagina. No dijo nada, me lo saqué, le tomé dos dedos y me los introduje nuevamente en mi vagina. Si esto no lo calentó tendré que buscar algún otro truco. A mí sí me provocó muchísima excitación, si hubiera sido posible, le habría jalado toda la mano y me la habría metido hasta el fondo, lo deseaba tremendamente, como primeriza. Me dejé poner el par de tenis, le pedí me escogiera la faldita para jugar tenis, tomó una y me pidió me la pusiera.
Delante de él me quité la falda que llevaba, y la blusa, quedé solo en chones, que por cierto son de los únicos que traje, todos muy cortitos, muy coquetos, y de diferentes colores, ninguno blanco no buenos para jugar al tenis, enseña uno bastante más de lo tradicional, solo tapan algo del trasero, dejan ver desde la mitad de las asentaderas para arriba, sin cubrir. No llevaba brasier, así que me tenía otra vez ofreciéndole ‘taco de ojo’, que si lo hubiera deseado, ahí se lo estaba ofreciendo, para que se lo comiera, ya estaba casi toda desnuda, solitos los dos. Sin embargo, yo todo lo estaba preparando para más tarde, con la esperanza de que sí lo lograra.
¡CÓMO SE ME ANTOJABA SALVADOR, MI PAPITO! No lo podía creer. Esa noche soñé con él y todo el día solo me viene él a la memoria, ¿Qué tendrá? En momentos pienso que veo en él como si fuera mi padre con el que pudiera hacer ese sexo que me gusta, e involucrarlo, sin remordimientos. Siento algo de desesperación por ver ¿qué más sucederá entre nosotros?
Gloria tuvo que atender a dos grupos que iban a jugar tenis, iba a estar ocupada por casi dos horas, sería después que intentaríamos jugar nosotras. Ella me aconsejó que me pusiera cómoda y fuera mientras a asolearme a la alberquita.
“Ahí te pones desnuda para que no te queden marcas de sombra, NO MÁS DE UNOS 10 MINUTOS DE CADA LADO, no te arriesgues, el sol acá quema de a deveras. Más tarde, después del tenis, y antes de un regaderazo, te tomas una segunda dosis de 2 x 10 minutos. ¿Traes algún bikini práctico, sino toma uno mío, ponte el de los tres triángulos, que es el más erótico! ¡Lo considero el más propio para la ocasión!” me dijo, pero como yo ya me había preparado y traía otro bikini igual, es más, compré dos idénticos en previsión de que las dos nos llegaremos a poner iguales. Los dos en diferentes tonos de un color café muy claro, algún lujurioso que nos volteara a ver juraría que estábamos desnudas. Los tres triángulos, uno por cada pecho y el tercero, el más pequeño, solo cubriéndote la panochita con el hilo para atrás.
Me cambié del trajecito para tenis, por el bikini. Fui a la oficina en donde se encontraba Salvador sentado en una silla secretarial, una de varias patas con rueditas, fui y lo besé con mucho cariño, besos que él me regresó igual. Sus manos se posaron en mi piel de alrededor de mi cintura y me apretó. Lo retiré de su escritorio y me senté sobre sus piernas, de la forma que Gloria me había platicado. Mis muslos colgaban a sus lados, montada frente a él. Lo abracé presionando mis pechos sobre su cuello, él me los besó. Mi panochita estaba colocada exactamente sobre su pene, nos separaban solo las telas de las prendas, pero sentíamos cada uno el calor de esa proximidad. El hilo del triángulo del bikini que me quedaba sobre mi pubis no entorpecía algún contacto, pero sí la tela de los pantalones estorbaba. Intenté bajarle la cremallera, sonó el teléfono y tuve que ponerme de pie. Él contestó pero con la mano libre me detuvo para impedir me retirara. Esperé a que terminara con su negocio, pero aproveché para bajarle la cremallera, le tomé el pene, flácido, pero tenía que hacer uso de mi experiencia y, mientras él se encargaba del teléfono yo me encargaba de nuestro “salvadorcito”.
“¡Discúlpame, tengo que hablar con Gloria, no te vayas, regreso inmediatamente!” me pidió.
Gloria regresó acompañándolo, tomó el teléfono mientras me admiraba mi bikini.
“El triangulito de enfrente va unos centímetros más abajo para que cumpla con su función de cubrir. ¡A ver!” me lo enderezó metiéndome los dedos, y ya quedó bien, todo frente a Salvador.
“Ya mero termino, si pueden, terminen también ustedes.” Dijo alegremente, dando a entender que ella ya sabía que era lo que ya estábamos haciendo nosotros dos, pero mejor fui a la alberca. Ahí coloqué una toalla sobre una perezosa, me deshice de todo el bikini y, primero me recosté boca abajo, al rato me volteé boca arriba pero oí que Gloria le decía a su papá que si lo que quería era verme desnuda, que entrara y me viera y que no estuviera espiando por la reja, como chiquillo. Y entraron los dos.
“¿Ya se te cumplieron los 10 minutos de cada lado?” me preguntó para saber si ya consideraba que estaba lista para la sesión de tenis. Me enderecé, tomé la toalla y fui a mi cuarto a ponerme la ropita de tenis, los calzones tuve que ponerme unos todo monos, con encajes, de un color medio azul claro. Pero mi piel estaba bien roja, me había excedido. No soy tan clara de la piel, pero sí me quemo muy fácilmente.
La sesión de tenis duró poco, ella ya estaba medio agotada y yo no daba esperanzas de recuperar lo poco que me quedaba del tenis que jugué de joven. Fuimos a la alberca privada, ahí nos deshicimos de la ropa de tenis y nos recostamos sobre las perezosas, el papá estuvo sentado frente a nosotras, admirando nuestros cuerpos.
“¡Que bárbara! Te has quemado mucho con el poquito de tiempo que te asoleaste. Por ahorita cúbrete, mañana repites la dosis y verás que regresarás envidiablemente morenita, hermosa.” Me dijo Gloria.
“¿Quién me va a envidiar, si estamos en cuarentena, encerrados?”
“Búscate un pretexto y cita a las chicas, que se presenten un par de horas. Les inventas algo, por ejemplo, que revisen las tarjetas de Navidad que llegaron y preparen contestaciones, las recibes y dizque las enviarás después de revisarlas. Mientras tanto ya todas te revisaron, se dieron cuenta de tu nuevo color y, felices, y cumplieron. Que regresen a su confinamiento. ¿No te parece una buena idea?” me aconsejo Gloria.
Almorzamos algunas cosas que cocinamos a la carrera entre Gloria y yo. Después de la comida nos quedamos platicando en la sala y dormimos una corta siesta. El telefonazo de unos clientes nos alertó y al poco tiempo se aparecieron los clientes, Gloria los atendió, terminando Gloria propuso ir de compras de comestibles. Al salir en su coche el papá le hizo algunos encargos, y partimos.
“¡Este viejo caliente! ¿Sabes que me encargó? ¡Que le comprara de las pastillitas azules! ¡6! ¿Tú crees?” Me dijo Gloria.
“¡Condenado, con razón me estuvo preguntando de cuantos días íbamos a estar con ustedes! ¡Vaya! ¿qué programa tendrá? y ¿Que aguante cree que tiene?” Le dije ya considerando que de lo que él trataba, o pensaba, era de que me iba a estar cogiendo cada uno de los días que yo estuviera aquí, y disponible.
“¡Buen previsor! ¡Te tiene muchas ganas, le gustaste mucho!”
“¡Claro, ve en mi a la mujer que le hubiera gustado, además de que me lo tengo bien caliente, estoy como tú, busco a cada rato algún nuevo plan, o pretexto para irle reviviendo su calentura! Lo del avión fue casual, pero ¡ya verás lo que tu alumna ha aprendido de ti!”
Hicimos las compras, yo solo compré mi cera para depilar y regresamos al club. Unas amistades del señor habían llegado y los atendimos. Se quedaron hasta muy tarde y habíamos estado tomando un poco. Al irse las visitas, Gloria prendió la tele en una serie que ellos estaban siguiendo y los tres nos quedamos dormidos en la sala, en el fresco, hasta el día siguiente. Después de asearnos y desayunar, ellos tuvieron que atender el negocio, mientras tanto yo me alisté para mi baño de sol.
Me programé para asolearme pero se me ocurrió depilarme antes, así que fui a la cocina, con la cera en su trastecito y la puse a calentar, con flama baja. Mi intención era de depilarme mi pubis, mi bigote y hasta mis piernas, así que fui a la cocina solo cubierta por una batita que me prestaba Gloria.
La cera se derritió, me la apliqué con mucho cuidado en el bigote y luego en mi pubis, con mucha precaución, no me fuera a quemar. En esas estaba, embarrándome ya la cera en mi región púbica cuando siento que me soban mi trasero. volteo y a mi lado ¡Ahí estaba viéndome Salvador! ¡Metiche!
“¿Te puedo ayudar? ¡Yo te embarro la cera!” tomó la paletita que yo uso y ¡se dio una quemada muy fuerte al tocar la cera que aún estaba dentro de la ollita!
“¡Rápido, rápido, échate agua fría en la mano! ¡Eso te pasa por meter las manos en cosas de mujeres!” “Pobrecito, ahorita se te va a curar, ¡ven, dame tu mano! Y me la llevé a mi entrepierna. “¡Mantenla ahí hasta que se te cure!” Y me llevé su mano a que me sobara los muslos en mi interior,
“¿Ya mero se te cura? Mientras tanto, ¿por qué no metes tu dedito más quemado dentro de ese agujerito que encuentres? ¡eso solo para que se te termine de curar!” No se hizo de rogar y me metió creo, dos dedos y me los movía en mi interior. Yo sentía muy rico. Volvía a tener a Salvador dentro de mí.
“¡Ahora retírame toda la cera!” le dije y le inicié jalándomela de mi pubis. “¡Fuerte y rápido, jálala arrancando!” Lo hizo, mi pubis quedó coloradito, pero lisito. Me besó en los labios, aún tenía cera en mis bigotes, me olvidaba de ellos. Le levanté la camiseta y le chupé sus pechos, ricos, le mordisqueé sus pequeñas tetillas y me desquité con su pene que ya estaba medio paradito.
Esos huevos se me antojaron, me los metí succionando hasta que él me detuvo,
“¡Espérame!” Me dijo, yo ya entendía, lo que deseaba era que le diera tiempo para que me dejara meterlo. Lo primero que se me ocurrió es acostarme sobre la mesa, pero no funcionó. Luego de perrito, de panza también sobre la mesa, pero tampoco pudimos. Optamos por el suelo. Se quitó el short y la camiseta y a mí me terminó de descubrir y ahí, yo boca arriba, dándole el frente a Salvador, iniciamos nuestro acto.
Nos rodamos, él quedando debajo de mí y yo ya totalmente montada sobre él, en cuclillas. Yo bombeaba, le daba oportunidad de ayudarle a sentir su orgasmo, yo ya lo había sentido al sentir su roce en mi cuerpo y luego dentro de mi vagina. Bonito y largo y seguí cabalgando hasta que oí en voz baja
“¡MMMPPFFS …. MMMPPPFFFSS … OOOGGR y me abrazó apretándome muy fuerte y me mordisqueó algo de la cera que aún tenía en mis bigotes.
Ya nos separamos y cada uno se dirigió a sus actividades. Él estaba en la oficina, pero al pasar Gloria frente de él, lo miró y le preguntó “¿Qué tienes en la mejilla?” Lo revisó y le dijo,
“Parece cera de depilar, ¿Que la usaste para algo? ¿O de donde salió?” Salvador ya no supo qué contestarle, pero me di cuenta, me le acerqué y lo besé efusivamente. Aunque no se me ha de haber notado, sí dí a entender que me había depilado y la cera de Salvador eran restos míos.
Había dado por terminada mi depilación y fui nuevamente a mi sesión de asoleado, pero ésta vez sí teniendo el cuidado de que no me fuera a exceder. Gocé ese tiempo en que soñé al quedarme recostada por mucho tiempo, pero ya cubierta por una toalla, hasta que Gloria fue a despertarme.
“¿Da sueño después de una buena sesión de amor?” Me preguntó, jalándome la toalla dejándome descubierta en mi desnudes. No me había aseado, mi pubis estaba blancuzco, eran muestras de semen ya seco y mi vagina también con algunos restos, frescos.
“Sí, es hermoso, ¡Cómo me ha gustado! ¡Las pastillitas azules hacen éstos milagros!” Le dije
“¿Cuáles pastillitas azules? las que compramos ayer aún las tengo en mi bolso, no se las he dado. ¡Tú eres más efectiva!” Me dijo
“Yo solo hago lo que mi maestra Gloria me enseñó que debería hacer. ¿recuerdas?” Con esto, don Salvador había comido su segundo ‘Taco de ojo’.
“¡Pero si el ser tan cachonda eso lo tienes tú y es de ti que yo lo aprendí!” me contestó.
Yo envidio a Gloria porque ella me parece muy cachonda, el que me haya dicho que lo aprendió de mí, me enorgulleció en extremo. Las dos nos copiamos una de la otra, complementándonos las más de las veces.
Gloria hizo algunas notas en su diario y dio por terminado el día, no tenía esperanzas de que fuera a llegar algún cliente. Comimos y fuimos de compras. La intención era pasar al otro lado, al lado de USA y hacer las compras allá, pero nos encontramos con que el paso por la aduana estaba muy lento. Don Salvador nos llevó en el coche hasta el paso y cruzamos a pie, bastante rápido. Ya del otro lado tomamos un taxi que nos llevó a un centro comercial. Gloria insistía en ir a una tienda de mariscos, ahí la conocen. Compró una barbaridad de ostiones, calamares, callo de hacha y otros mariscos.
“¡Es para preparar ‘Vuelve a la Vida’ para todos. A la tarde les hago un poco y mañana uno bien bueno y efectivo, ya verás!” Dijo Gloria para justificar su compra, yo solamente pensé en cómo nos lo íbamos a llevar y cruzar cargando, de regreso.
“¡Todos lo vamos a disfrutar y a aprovechar, lo necesitamos después de toda nuestra actividad, especialmente para el suegro! ¡Ya verás que efectivo es!” En ese momento no había entendido lo que ella dijo, después de un rato caí en su información, al suegro se refería a su papá, suegro de Horacio y el famoso cocktail de esos mariscos se refería a que nos ayudaría a tener más deseo sexual, como afrodisíaco, levanta el ánimo, según es la creencia. En fin, hasta dejó encargado un guisado de bacalao para el 31 en la noche.
“Nos lo entregan todo del otro lado, solo pago aquí y vamos a comprar alguna otra cosa, aprovechando que ya estamos aquí.”
Deambulamos por varias tiendas y por el mall, casi no compramos nada, solo pantis blancos, para mí y regresamos, cruzamos y ya don Salvador nos estaba esperando a la salida.
Ya era de noche, cenamos ligero, Salvador fue a su recámara, calmadito, Gloria y yo fuimos a la recámara que me asignaron. Platicamos un buen rato y ella se me durmió recostada sobre mis piernas. Amanecimos temprano porque Salvador quería saber cuándo llegaría Horacio. Gloria y yo nos quedamos en la cama, su cabeza estaba aún sobre mis piernas así que aproveché para jugar con su pelo, y acariciarla como si fuera yo su madre. Creo se volvió a quedar dormida y nos levantamos bien tarde. Desayunamos a la carrera, ya estaban esperándola unos chiquillos y se dedicó a ellos.
Salvador estaba ya en su oficina, pasé por enfrente de él y se me ocurrió platicarle, pero como estaba sentado en la silla de secretarias mi cabecita me llevó a que me le sentara en sus piernas, él ni iba a protestar. Me le monté, de frente a él y ahí reinicié una plática que ya habíamos tenido antes.
“¡Ya nos tenemos confianza! ¿no es así? Me dijiste que más adelante me contabas algo que les pasó a ustedes dos, que creo, te dio mucho gusto y que hasta la fecha lo recuerdas con amor.” Como se lo dije no era exactamente cómo él lo dijo, pero mejor, como ahora se lo digo espero me platique ya más liberado.
Yo iba vestida ya preparada para jugar tenis con Gloria inmediatamente que ella terminara con el grupo de chiquillos. Mis chones, bien delgaditos, pero los únicos blancos, como de seda. Al estar montada, su pene, aunque flácido, lo sentía muy bien pegado a mis labios de la vagina. A ratos me levantaba ligeramente, para acomodar mejor mi sensación, su pene debajo de la tela de sus pantalones, pero aunque no fuera lo que él deseaba, mi conchita se lo acariciaba y así iba yo a oír lo que yo quería que él me contara.
“Yo siempre he querido mucho a mi hijita, y la respeté siempre, pero así como tú ahora, me dio algo muy hermoso, su tesoro. No quiero decir que ella me haya provocado, pero así como estas tú ahora, uno olvida complejos y formalismos, y hasta la razón.”
“¿Pero, cómo fue?,¿qué tesoro te dio? ¿Algo material irremplazable? ¡Solo me cabe pensar, por lo que dices, que te dio algo de su cuerpo, solo podría ser su virginidad! ¡Todo lo demás aún lo tiene!” Yo seguía insistiendo y todavía le pregunté si se trató de haberle quitado a algún pretendiente, algún buen futuro.
“¡No, fue que sí me dio ese tesoro, yo no lo merecí!”
“¡Ah, eso, ni te preocupes! Casi ninguna de nosotras nos acordamos con quien la perdimos, o la dimos. ¡Yo me sentiría muy feliz si la hubiera regalado a algún ser querido! ¡Ella así lo siente! No lo puede publicar, pero se siente muy orgullosa y te ama muchísimo, tal vez porque recuerda que se te dio!”
“¿De veras?”
“No tiene más que a mí y a Horacio y ella nos lo contaría con mucho orgullo y felicidad, y ya quedaría entre nosotros olvidado, apreciándola más por habernos tenido el cariño necesario para decirnos esa intimidad! ¡Sé muy feliz y ten el orgullo de recordar que ella hizo que tú la veas como mujer! Todos y todas tenemos historias de nuestros pasados, la mayoría de las veces las recordamos con cariño, otras con risa, burlándonos. Lo que conmigo pasó lo puedes leer en TODORELATOS/Sexo con Maduros/Mi Primer Amor. Otro día te lo cuento.”
“Así como estas sentada, la recuerdo.” Me dijo
“Pues reconstruyamos ese día.” Le abrí la cremallera de los shorts y se los bajé. Yo me bajé los calzones. Primero tuve que despertar a ese dormilón, lo sostenía paradito y se le volvía a dormir, ya no tan encogido. Me le volví a sentar en la misma posición, con mi mano se lo levantaba hasta que se me metiera. Él jugaba con mis pechos y yo lo besaba, pasamos un tiempo hermoso, queriéndonos y dándonos mucho cariño.
Al día siguiente llegaría Horacio, mi piel ya del color que él deseaba verme, aunque muy ardida. Vestí a Gloria, también como yo sabía que a él le gustaba verla, la maquillé un poco y le arreglé el peinado. La ví preciosa, Horacio también. Desde al descender del avión Horacio nos gritó “¡Que lindas las dos! Que suerte de tener a mis dos mujeres más bellas del mundo!” Nos besuqueamos y fuimos a la casa.
Horacio dejó sus pertenencias y fueron Gloria y él, a recoger el guisado de bacalao que había encargado antes. Al salir, Horacio me confeso de que a lo mejor se iban a tardar un poco. Ya lo entendí, yo me iba a entretener, primero, asoleándome y después le pedí a Salvador que me preparara el sauna, que quería meterme un rato.
Al sauna fui envuelta en una bata de baño de Gloria, y llevé una toalla extra que extendí sobre una de las bancas de en medio, sobre la que me recosté desnuda. Solo Salvador se había quedado, pero calculé que estaba ocupado, y no conté con lo mirón que era. Pero descubrí primero a alguien mirando a través de la ventanita. Me imaginé que a lo mejor era Horacio o Gloria, que ya estaban de regreso.
“¡Aquí estoy, abre la puerta rapidito para que no se salga el calor!” pero no eran ellos, era Salvador. Entró vestido, me vio. Mi reacción involuntaria fue cubrirme inmediatamente con la toalla,
“Soy yo, perdona, quería disfrutar de tu hermoso cuerpo.” Me besó los pechos y mi barriga. Yo estaba empapada en sudor pero me lamia y fue hasta mi pubis. Jugaba con el sudor que ahí se me reunía y me chupaba en mi vagina, me metía dedos, pero noté que él ya estaba empapado en sudor.
“¡Vamos para afuera!” le dije. “Espérame ahí afuera sentado en la banca, voy a enjuagarme en agua fría.” Salí y Salvador no estaba, me preocupó y lo busqué. Estaba en la recepción con un amigo de él que había llegado, con una cerveza en la mano.
Me vestí bonita, ya regresaron Gloria y Horacio. Venían muy sudados, hacía mucho calor, les ofrecí una cerveza y los mandé a bañarse. Los dos sonrientes, me voltearon a ver y Gloria me hizo la seña desde lejos, de arriba el pulgar, con eso entendí su respuesta a mi curiosidad, todo les había salido bien. Al fin de cuentas Salvador y yo tuvimos que ir a recoger el bacalao.
Pasamos una velada despidiendo el año, muy bonita y con nuestros Champanes saludamos al Año Nuevo. Vimos televisión hasta que amaneció. Salvador se retiró y nosotros tres formamos un bulto, el aire acondicionado ya se sentía muy frío y nos quedamos dormidos apapachándonos, Horacio, inquieto como siempre, manoseándonos a las dos, pero dejó de dar lata ya que ninguna de nosotras lo atendíamos y también se quedó dormidito con sus dos angelitas a los lados, cuidando de su sueño, así amanecimos. Salvador había apagado el aire acondicionado y ya estaba haciendo mucho calor dentro de la casa, así que los cuatro fuimos a la alberca a darnos un chapuzón para refrescarnos.
Se me ocurrió quitarme el vestido y mi ropa interior y me dediqué a provocar a los demás, que al final los cuatro estábamos chacoteando desnudos.
“¡Hace hambre, voy a prepararles algo de desayunar, quédense en la alberca, los llamo cuando listo!” dijo Salvador y nos fuimos los dos.
“No me has dicho si me viste sabrosa en el sauna, si te me antojé.” Le dije
“¡No sé cómo decírtelo, pero estabas buenísima, te quería coger en ese momento!” me confesó.
“Lástima, me dejaste a medias y ya ahora ni te he de gustar.” Dejó su ropa mojada en el suelo y me abrazó. Con las manos recorría todo mi cuerpo y su salvadorcito estaba muy bien firme. Me lo comí, casi se me viene ahí, pero no me dejé.
Fuimos a su cuarto y nos echamos sobre su cama. No me dejaba, me besaba y lamía todo mi cuerpo. Me hacía que me agachara, luego que me volteara para un lado y luego para otro, decía que quería mantener en su memoria el cómo era yo. Estando de lado, con una pierna estirada, vino y me lamió mi cosita, mis labios y clítoris, después mi ano, me causaba muchas cosquillas y lo apretaba, con sus manos me abrió las nalgas y se puso a chuparme el ano. Su pene estaba más que listo, esperando mi panochita que lo recibió y se lo empezó a tragar.
Salvador me zangoloteaba, me mordisqueaba mi pecho, mis hombros y toda. Yo me movía también, primero a su ritmo y después ganándole hasta casi lo llevaba a su orgasmo, lo sentía y me detenía, él forcejeaba y volvía a embestirme tratando de recuperar el ritmo. Yo jugaba con él, lo tenía desesperado. Me abrazó para aquietarme, me quedé muy quieta y de repente, ¡QUE SE VIENE bien fuerte. Bombeó todavía algunas veces, yo ya empecé a utilizar mis herramientas secretas y le ordeñé hasta su última gota. A él yo lo había mantenido tieso, sin movimientos mientras yo me lo cogía, lo bombeaba como desesperada hasta volver a alcanzar otro orgasmo delicioso.
Descansábamos y ¡que nos vamos dando cuenta de que Gloria y Horacio nos habían estado viendo todo el tiempo!
“¡Ahora sí te has de sentir muy orgullosa al ver a tu padre y a tu madrastra cogiendo descaradamente!” Le dije
“¡Yo también me siento orgulloso de haber descubierto a mi hija ensartada con mi yerno en el coche! ¡Y sin mi permiso, y ni están casados!” Una hermosa observación de Salvador. Todos soltamos la carcajada y gozamos el rato.
Cenamos, claro, un cocktail ‘Vuelve a la Vida’, entre otras cosas. El desayuno fue de más mariscos, un guisado muy sabroso que preparó Gloria. El bronch más mariscos y de almuerzo los cocteles esperados de ‘Vuelve a la Vida’ que Gloria había prometido. Exquisitos que después de la meriendita tenían que reflejar sus efectos.
Hicimos plática de sobremesa en la que disfrutamos de los datos biográficos de Gloria y los míos. Lavamos los trastes, mientras Horacio y Salvador fueron a la recamara de Salvador, en dónde él iba a enseñarle algunas fotos relacionadas. Las tomó de un cajón, junto con un proyector. Los cuatro tomamos asiento sobre la cama de Salvador, recargados sobre las almohadas y nos dispusimos a ver las fotos, ordenadas en forma cronológica, hasta que llegamos a la primera en que Gloria aparece en bikini acompañada de uno de sus amigos.
“Con éste las relaciones parecían ya muy serias.” Dijo Salvador.
“¡Ah! entonces ¿éste se salvó de que le pusiéramos los cuernos? ¿No es así mi amorcito? Le preguntó a Gloria, pero todos reímos.
“Me encanta estar viendo las fotos de mi amiguita, fotos desde chica. Se ve que desde muy chica fue muy sexi y preciosa. ¡mira las poses, hermosísima, de profesional! ¡Con razón estas enamorado de ella! ¡Así hasta yo!” Le dije a Horacio, pero, gracias a que son mis queridos amigos, los tres dijeron que éramos igualitas.
Salvador se acurrucó contra mi pecho, me metió una mano por debajo de la blusa, que enseguida me la levantó y me acariciaba los senos. Ya me arrimé más a él, le dí mi espalda y, abrazándome me acariciaba los dos senos, masajeándome los pezones. Mi mano libre que quedaba a su alcance inmediatamente buscó lo que yo quería de él.
Como todos estábamos recostados en la cama de Salvador, medio vestidos Horacio opinó que verdaderamente las dos nos parecíamos mucho.
“¡Vamos a taparles las cabezas, que se metan al baño, dejas la luz bajita para que no se distinga el color de sus pieles, la negra, Silvia y la güera Gloria y que se paren frente a nosotros, desnudas, a ver si las podemos identificar! ¿Sale?” Propuso Horacio.
Fuimos las dos al baño, nos quitamos la ropa y nos cubrimos las cabezas con fundas de almohadas. “¡Ahora sí, apaguen la luz, cuando estemos dentro solo prendes la de lectura, que es muy tenue, dijo Gloria.
Efectivamente, sí nos confundieron, honradamente. Además de que se las hicimos difícil, nos intercambiábamos de lado a cada rato.
“¡Escojan rápido! A ver papá, ¡tu primero, a la que escojas te la tienes que coger!, dijo Gloria y yo agregué “¡sea la que sea! ¿De acuerdo?”
“¡Si quieren, apaguen totalmente la luz y los dejamos que nos identifiquen solamente tentándonos!” dijo Gloria, pero Salvador insistía que él quería conmigo.
“¡Gánatela y es toda tuya, al fin es la más negra y fea!” Le dije.
Tentalearon y al final quedamos como deseábamos, yo con Salvador. Antes de prender la luz yo me le eché encima y lo desvestí totalmente. Él aún no estaba seguro de que era yo, pero esa era la diversión. Reaccionó y me dejó su pene hermoso, y sus huevitos, a mi entera disposición. Gloria y Horacio se fueron a la recámara de visitas y allá disfrutaron una del otro. Iba a ser su último encuentro, mañana partiríamos de madrugada, así que fue medio mañosa la selección.
Salvador y yo tuvimos una velada muy hermosa, le hice, y él me hizo todo lo que se nos ocurrió y que solo era para satisfacer al otro. Una vez más, Salvador lo logró, y sin ‘pastillitas azules’ y los dos quedamos muy complacidos. Me quedé dormida en sus brazos, fue demasiada gimnasia lo que hicimos.
En la madrugada me despertó para decirme que ya estaba amaneciendo y quería saber si partiríamos. Nuestros equipajes ya estaban listos desde la noche anterior, así que me levanté, fui con Horacio y Gloria, que me los encontré aún despiertos.
“¡Pobres de ustedes que no han dormido nada, ni tú tampoco Papito! ¡Si quieres nos vamos más tarde!” Le dije a Horacio.
“¡No, el tiempo va a empeorar desde medio día y no se quitará hasta después de algunos días y tenemos compromisos! ¡Ni modo, vámonos!” fue su contestación.
A la carrera subimos todo al coche, Gloria nos hizo emparedados y nos puso refrescos. Llegamos al avión y nos despedimos con la peor tristeza.
Despegamos, Horacio piloteaba al principio pero después de un rato me pidió que yo continuara un tiempo, él estaba muy cansado. En varias ocasiones antes ya había piloteado. Él se incorporaba a ratos, checaba si íbamos bien y se volvía a acomodar. Llegamos bien, muy tristes y cansados. Desde el club yo ya había citado a mis chicas para que nos reuniéramos en la oficina mañana martes, así que tenía ya un compromiso ineludible.