Visita médica
Una chica está a punto de solucionar su vida. Sólo debe pasar un examen médico.
VISITA MÉDICA
Cuando recibió la noticia sobre la consecución de ese puesto de trabajo, a Lara se le iluminó la cara y la alegría llenó su corazón "Por fin, un buen trabajo". La satisfacción se debía a la ayuda económica que iba a proporcionar a su recién creado matrimonio, y que sin duda los impulsaría en su nueva vida compartida. Para mayor alegría, el trabajo se desempeñaría en la misma ciudad donde ellos vivían, todo parecía hecho a medida.
La entrevista se había realizado una semana antes. Cuando Lara llegó a la oficina donde se iba a dar lugar se encontró con que la sala estaba atestada de gente, toda ella aspirando al mismo puesto de trabajo que ella. Se desanimó un poco, pero le pareció que lo único que podía hacer era dar lo mejor de ella en la entrevista, y que los jefes decidiesen. Con ello, aún cuando no consiguiese el puesto, mantendría su conciencia relajada y tranquila.
La entrevista transcurrió con normalidad, incluso salió airosa de alguna situación comprometida en la que se vio por culpa de las preguntas de las personas responsables de la entrevista. Cuando terminó se sintió más relajada, hizo todo lo que pudo y pensó que había cumplido con lo que se esperaba de ella como aspirante, pero salió de la oficina sin hacerse muchas ilusiones.
Ahora al fin le llegó la carta en la que se le comunicaba que estaba aceptada para el trabajo. Aún le quedaba un último requisito por cumplir, algo que la empresa restaba importancia y que lo justificaba como una mera medida protocolaria. Se trataba de obtener un certificado médico apto, y para conseguirlo debía presentarse en una clínica médica privada concertada con la empresa, al día siguiente de la recepción de esa carta.
La alegría que le dio a su marido fue inmensa, ambos veían su futuro mucho más prometedor. Decidieron celebrarlo cenando en un restaurante, y después haciendo el amor hasta muy tarde.
Lara se presentó puntual en la clínica. Se hallaba en una gran avenida, rodeada de mucha zona verde y con una mediana muy adornada en la calzada, que separaba ambos sentidos de la circulación. Era un edificio gris, de dos plantas y con amplios ventanales. No se apreciaba un excesivo tránsito de gente, apenas había movimientos a través de la puerta principal. Lara entró decidida en el vestíbulo. Cuando se halló en él y vio toda su amplitud y la zona de recepción, consistente en una especie de mostrador de madera que llegaba a la altura del cuello y donde se encontraban dos atractivas mujeres, pensó sobre que tipo de revisión médica le iban a realizar, puesto que no se trataba de una clínica convencional.
Presentó la carta a las mujeres de recepción. Una de ellas la leyó, mientras la otra no le quitaba los ojos de encima a Lara. Ella al principio se sintió intimidada, la mujer que la miraba era una morena cuyo rostro impresionaba de lo bello que era. Era de ojos negros, y torcía la boca en un mohín que mostraba picardía y sensualidad. Lara se sintió desnuda ante esa mujer. Sus ojos la recorrieron de arriba abajo, desde sus discretos zapatos negros, la mirada de la morena pasaba a lo largo de los vaqueros ajustados y alcanzaba sus pechos, muy redondos y firmes.
Lara intentó devolverle la misma mirada de loba, pero al cabo de pocos segundos no pudo soportarla y la bajó. Observó que tanto la morena como la de pelo castaño, que ahora estaba realizando una llamada, vestían una especie de blusas negras, de manga corta, y muy ajustadas. Cuando su mirada alcanzó los pechos de la morena tuvo que bajarla. Se sintió atraída por esas magníficas tetas, quería tocarlas, y temió que la inquisitiva mirada de la mujer la descubriese.
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Cuando se encontraba al final del pasillo giró hacía la
derecha, en la dirección indicada. Al hacerlo, miró hacia el mostrador de
recepción que había dejado atrás, y observó como la mujer morena tenía su mirada
posada en su trasero. Ella se percató de que Lara la había pillado y emitió una
sonrisa que dejó a la pobre Lara temblando <
Encontró una gran puerta enfrente de ella. "Sala de espera",
rezaba un pequeño cartel verde encima de ella. Entró y se acomodó en una de las
sillas negras que se disponían en aquella sala. En el momento de entrar había
una pareja esperando, de edad madura, próxima a la jubilación parecía. Se
saludaron educadamente cuando ella se sentó. Lara se sintió presionada para
mantener una conversación cordial con aquella pareja, y eso no le ayudaba a
relajarse en aquel lugar. La mujer parecía más impaciente que él, en parte por
Lara, ya que desde que había entrado se había fijado en ella. Era el
inconveniente de llevar esos pantalones vaqueros, ajustados y marcando sus
perfectas piernas y su increíble culo. No le extrañaba que aquél señor se
quedase mirando. <>, ¿es que podía haber otro motivo para estar
allí?, pensó ella enfadada por el tratamiento de "hija" que le dio. <<¿Y a que
vienes? Yo te veo muy sana>>. La mujer le dio un codazo y le dirigió una mirada
de advertencia, <>, le contestó Lara, sin dirigirle la mirada
para hacer notar su incomodidad. <
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La consulta se veía más blanca que los pasillos de la clínica. Las paredes, así como el mobiliario, las cortinas y las batas de la enfermera y del médico eran blancos, y la luz que entraba por el ventanal que estaba enfrente de la puerta de entrada resplandecía por toda la habitación. Delante del ventanal se encontraba la mesa del médico, que cuando entró Lara se hallaba escribiendo frenéticamente en una hoja en blanco. La enfermera le indicó la silla donde debería sentarse, al tiempo que ella se colocaba al lado del médico y le ayudaba a recoger todas las carpetas que se hallaban encima de la mesa.
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<<20 años, señor>>. Lara se encontraba nerviosa. No sabía que le había pasado, pero desde que entró en ese sitio todo le resultaba intimidatorio. La sobriedad del ambiente, el color gris oscuro de las paredes y del vestíbulo, la mirada lujuriosa de la morena en el lugar de recepción. Y ahora se hallaba frente a un señor de unos 50 años, con el pelo entrecano, y con una mirada que esquivaba sus gafas colocadas sobre la nariz para dirigirse a ella directamente. La boca y rostro del médico no mostraban ninguna sensación, ni simpatía ni enfado, era una expresión anodina. Pero sus ojos eran firmes.
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Diciendo esto el médico se levantó y rodeó su mesa para ponerse a la altura de Lara. La enfermera también se levantó, y se dirigió hacia la parte más próxima de la entrada donde había una camilla y empezó a prepararla con una sábana blanca. Lara se levantó, despacio. La idea de desnudarse allí delante le estremeció en un principio, pero no era la primera vez que visitaba un médico, así que trato de relajarse y se dirigió hacia la camilla.
La enfermera, una señora un poco más joven que el doctor, pero no mucho más, ya tenía todo dispuesto. Lara empezó a desabrocharse la blusa rosa, ante la mirada de los 2 clínicos. Después se desabotonó el vaquero, y lo deslizó por sus piernas hasta llegar al suelo. Una vez en ropa interior se detuvo por si era suficiente, pero la enfermera le ordenó quitárselo todo. Hasta ella misma se ofreció a ayudarla a quitarse el sujetador. Lara se negó amablemente, pero la enfermera insistió y ya tenía entre sus manos el enganche. Lo soltó hábilmente, y después sus manos se desplazaron hacia la parte delantera de Lara, con el pretexto de liberarle las copas del sujetador. En realidad, sus manos acariciaron las tetas de Lara, tetas muy bien formadas y firmes, del tamaño adecuado, sin excederse. Realizó un movimiento con ellas como de sopesamiento, y terminó acariciándolas suavemente. Lara estaba inmóvil, temía que cualquier reacción por parte de ella fuera mal considerada por los clínicos y que estos la dejaran sin el puesto de trabajo. ¡Como lamentaba ahora el haber venido sola a la consulta!.
La enfermera, una vez le quitó el sujetador, se agachó y puso
sus manos sobre la goma de sus braguitas. <
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Una vez acostada boca arriba, el médico empezó a examinarle los ganglios linfáticos, en busca de alguna enfermedad infecciosa. Primero le palpó el cuello, después las axilas (donde sus manos también palparon discretamente los pechos de Lara) y por último quedaban las ingles. El médico le abrió un poco las piernas, y colocó sus manos en la cara interna de los muslos de Lara. Empezó a hundir los pulgares, mientras al mismo tiempo también los desplazaba hacia arriba. La enfermera no perdía detalle, se encontraba al otro lado de Lara, y observaba como sus ojos mostraban el mal rato que estaba pasando. El médico hizo un gesto de fastidio repentino.
<<¿Cuánto hace que no vas al ginecólogo, Lara?>>
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<<¿Es necesario?, no creo que deba hacerme eso yo >>
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Lara se dio la vuelta. El médico parecía enfadado y a punto
de mandarla a casa sin posibilidad de trabajo. La postura boca abajo dejó a Lara
muy expuesta, con el culo sometido a las miradas de los 2, y ella sin poder
mirar que se proponían. Las manos del médico se posaron en su cuello, y fueron
descendiendo por la columna vertebral hasta llegar a las nalgas. Se detuvo en la
zona lumbar, donde detectó una contractura que afectaba tanto a los músculos que
sujetaban la columna como a los abdominales laterales. <> <
Lara se levantó y quedó sentada sobre la camilla. Quiso
vestirse, pero el médico se lo impidió. <
El médico salió sin esperar la respuesta de Lara. Esta seguía sentada sobre la camilla, completamente paralizada. Al salir el médico, las dos mujeres quedaron solas, las dos temblando, pero una de miedo y la otra de excitación.
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La enfermera entró de nuevo con una bañera pequeña redonda y
una bolsa como de deporte. <
Cada vez se metía más en su interior. Lara cerraba a veces
las piernas por instinto, pero la enfermera se las volvía a abrir. Su clítoris
ya estaba estimulado, y cada vez la enfermera se detenía más en él. Lara empezó
a sentirse excitada, pero le daba rabia que fuese en esa situación tan forzada.
<<¿Ya está?, quiero irme>> <
Al final, Lara se sintió derrotada, y su cuerpo dejó escapar el orgasmo que la enfermera tanto ansiaba. Sujeto a Lara con las manos en las tetas, mientras su boca la bebía entera.
Cuando Lara dejó de temblar estaba sollozando. La enfermera se mostraba triunfante. No se dijeron más. Lara se vistió y salió todo lo rápido que le permitían sus temblorosas piernas. Cuando se encontraba en el pasillo a punto de salir, volvió la vista atrás, y vio a la enfermera y a la morena de recepción abrazadas mirándola a ella. Lara se fue y sus llantos aún se prolongaron el resto de la mañana.