Visita inesperada iii

Esto si que supera todas mis expectativas

VISITA INESPERADA III

No sé ni cómo empezar para explicar el complicado giro que ha dado mi vida desde el día que apareció Aurora en la puerta de mi casa.

Si excitante fue aquel primer día, aún más lo fueron los extraordinarios cinco días que Carmen y ella pasaron conmigo debido al viaje de sus padres, pero lo que sucedió la semana pasada se está llevando la palma en cuanto a mi relación familiar.

Desde los famosos cinco días que mi sobrina y su amiga pasaron en casa y en los que las introduje voluntariamente en el mundo del sexo solamente las he visto dos veces, una en su casa y otra en la mía. En su casa, por supuesto, no ocurrió nada; de hecho, su actitud fue de lo más normal, sin excesivas muestras de cariño hacia mí, pero el día que me sorprendieron en casa fue una locura desde el instante en que atravesaron la puerta. Sin darme tiempo ni a decirles ‘buenas tardes’ se abalanzaron sobre mí, quitándome la ropa y apoderándose de mi polla con sus manos y bocas, ansiosas como no las había visto nunca.

De sus labios solo salían expresiones de deseo hacia mí, de añoranza por los pasados días y de agradecimiento por todo lo que les había enseñado y que les había abierto una puerta hacia un mundo nuevo de sensaciones.

En unos minutos consiguieron que me corriera en sus bocas, sin desperdiciar ni una gota de leche que saliera de mi polla, y, una vez satisfechas, se quitaron las prendas que las cubrían para ofrecerme sus núbiles cuerpos para mi completo disfrute. El estriptís que me obsequiaron fue de lo más excitante, y las dos zorritas me aseguraron que llevaban días ensayando para mí.

Desnudas, se sentaron en mis rodillas y juntaron sus cuerpos al mío, sus bocas a la mía. Tomaron mis manos y las dirigieron a sus respectivos coñitos, mojados por la excitación. Mis dedos se introdujeron en ellos como un cuchillo caliente en la mantequilla y sus bocas gimieron al unísono mientras saltaban, obsequiándose ellas mismas un orgasmo simultáneo.

Una vez satisfechos los tres, al menos momentáneamente, me contaron el motivo de la visita, aparte de practicar sexo, claro está.

Desde que estuvieron en la casa del pueblo y descubrieron los placeres del sexo gracias a mis enseñanzas, no había día que no lo practicaran en casa, teniendo cuidado de que mi sobrina Marta y su marido no las sorprendieran, y se estaban planteando declararse pareja ante ellos, porque la verdad es que se amaban con locura y no concebían sus vidas sin la otra. Los chicos ya no les interesaban, y no veían a otro hombre en sus vidas que no fuera yo, a quien decían que adorarían el resto de sus vidas por todo lo que les había mostrado.

Por supuesto, mi consejo fue que lo dijeran si en verdad sentían ese amor mutuo. Mi sobrina y su marido son dos adultos modernos y no se escandalizarían por el hecho de tener una hija lesbiana. En 2021 nadie tiene que juzgar los sentimientos de nadie respecto al amor, y estaba seguro de su plena aceptación de la realidad de la relación de Aurora y Carmen. Respecto a esta última, tal vez sus padres fueran más reacios a aceptar la situación, pues ella los veía un poco más conservadores, pero las animé a decirlo con toda libertad en todo su entorno, tanto familiar como de amistades o compañeros de estudios.

Al decir lo de los compañeros de estudios se echaron a reír y me confesaron que alguna ya lo sabía, especialmente una amiga que una noche se quedó a estudiar con ellas y que “una cosa llevó a la otra… y la amiga no tenía pijama… y vernos todas desnudas nos calentó… y terminamos comiéndole el coño, ja, ja, ja…”. La confesión no me sorprendió: había creado dos zorritas de cuidado.

Tras la charla volvieron a calentarme con besos y caricias y me pidieron que les comiera el coño como la primera vez, de modo que fuimos a la habitación para estar más cómodos en mi cama y enseguida se tumbaron abiertas de piernas dispuestas a disfrutar una vez más de su tío Raúl. Al verla tumbada pude fijarme en que Carmen estaba más estilizada, la barriga ya no le cubría tanto el monte de Venus como antes, y se lo hice notar. Confesó que gracias a mis consejos había dejado de comer tantas chucherías y comenzado a hacer ejercicio con la intención de mejorar su aspecto, y me alegré por ella, por mejorar su físico y su autoestima.

Comencé besando los pies de las dos niñas y fui alternando sus piernas hasta alcanzar sus vaginas depiladas delicadamente, con dos triángulos de rubio pelo sedoso señalando el objetivo final de mi boca. Mis labios besaron primero los abiertos labios de Carmen que ya mostraban el clítoris enhiesto, dispuesto a ser acariciado por mi lengua. Un respingo recorrió el cuerpo de la pelirroja al tiempo que se enzarzaba en un profundo beso con Aurora. Los fluidos lubricaban su coñito y me permití meter dos dedos para extender los jugos en dirección a su ano, jugueteando con un dedo de forma circular e introduciendo la punta en su estrecho esfínter. Un quejido me hizo retirarme un momento, pero su mano se apoyó en mi cabeza dirigiéndola de nuevo al objetivo final. Besé y lamí con fruición el juvenil coño que se abría ante mí en un espectáculo color rosado hasta provocar un orgasmo explosivo en Carmen, que se agitaba descontrolada sobre la cama.

Aurora lloraba de la emoción de ver a su amada transida de placer y se echó a mis brazos besándome y dando gracias sin cesar por ser tan bueno con ellas. A continuación se tumbó esperando ser agraciada con el mismo placer que su amante amiga acababa de recibir. Sin dar tiempo a que se preparara dirigí mi boca a su expuesta vagina y comencé un furioso chupeteo de los jugos que emanaba. Comenzó a gemir fuertemente, de manera que Carmen tuvo que sellar su boca poniendo su todavía chorreante coño ante ella para que lo dejara limpio como una patena. El culito de mi sobrina sufrió también el ataque de mi lengua y mis dedos, viéndose perforado sin compasión una y otra vez con facilidad. Su orgasmo no tardó en llegar precedido de un tremendo chorro que salpicó toda la cama, mi cara y el cuerpo de Carmen que todavía estaba encima de la boca de mi sobrina. Fue su primer ‘squirt’.

Las risas se entremezclaban con las lágrimas de emoción y los jadeos subsiguientes a la actividad sexual. Carmen se lanzó a saborear los restos de la corrida de Aurora, a quien le sobrevino un nuevo orgasmo húmedo, empapando el pecoso rostro y los llameantes cabellos. Destrozada sobre el lecho, mi sobrina suplicaba que parase el placentero tormento al que se veía sometida, pero su petición era omitida por los juguetones labios de su amante que no cesaba en su empeño de dar gusto a quien amaba.

Después de un breve descanso tomaron una ducha juntas en la que no quise participar y se marcharon con la intención de comunicar a sus padres la noticia de su amor.

Justo una semana después llegó la bomba a mi casa.

Se presentaron las niñas con Marta, mi sobrina. Besos a distancia con las mascarillas y, con unas cervezas y unos refrescos delante, Marta suelta la bomba:

--Tío, lo sé todo…

Me da un mareo, me ahogo, la vista se me nubla, me quiero morir…

Pero ¿cómo? no hay enfado en su tono, no me ha saltado a la yugular ni me ha arrancado los ojos… Y las niñas, ¿qué hacen sonriendo cuando su madre me está acusando de haberlas pervertido o de yo qué sé qué…?

No puedo hablar. No me salen las palabras.

--Tranquilo, Raúl, no pasa nada. Marta es buena persona y lo entiende.

--Bueno, entender, entender… Me enfadé al principio, pero ahora conozco toda la historia y casi te estoy agradecida por haberte portado así con ellas.

--Verás, Marta, no puedo excusarme ni puedo pretender que me perdones, porque soy vuestro tío y tenía que haber velado por ellas, no aprovecharme de su inocencia.

--Pero tío, si fue todo culpa nuestra, dijo Aurora. –Si nos has protegido frente a los malos y gracias a ti hemos descubierto nuestra personalidad.

Unas lágrimas cayeron por su rostro que fueron enjugadas por los labios de Carmen, que se veía tan emocionada como su amante.

--Y vosotras, ¿cómo habéis contado esto después de haber jurado silencio?

--Pues la culpa fue tuya, por decirnos que debíamos comunicar a nuestros padres nuestra relación amorosa. Nos han apoyado, ¿verdad, mami?

--Sí, pero no teníais que dar a conocer nuestro secreto ¿no?

--Es que verás, Raúl, siempre somos muy discretas cuando hacemos el amor, pero el día que se lo dijimos a Marta nos emocionamos y nos descuidamos un poquito y nos pilló en la cama comiéndonos el coño, ja, ja, ja…

--La verdad es que no me lo esperaba, y me puse un poco calentorra y me fui a masturbar a mi habitación.

--Y ahí fue cuando la pillamos nosotras, y ver ese pedazo de cuerpo acariciándose nos puso como motos y acabamos las tres comiéndonos todo, todo, todo…

--Te juro, tío, que jamás en la vida me habían comido el coño como estas dos mocosas. Ni mi marido ni nadie en mi vida. Así que les pregunté cómo habían aprendido a hacer esa maravilla con las bocas y confesaron en menos que canta un gallo. Al principio me enojé muchísimo contigo. No podía creer que hubieras abusado de ellas de ese modo, pero al contarme la historia completa comprendí cómo las habías respetado incluso en contra de su voluntad cuando querían que las desvirgases.

--No es para estar orgulloso de mi comportamiento, pero si ellas te lo han contado así es porque así ocurrió. Son dos zorritas, la verdad, pero son dos chicas magníficas a las que siempre apoyaré y protegeré.

--Bueno, dijo Marta, ahora que hemos aclarado las cosas tengo que pedirte yo un favor.

--Cualquier cosa que necesites y esté en mi mano…

--No exactamente en tu mano, pero sí necesito algo de ti. A las niñas no te las quisiste follar porque son muy jóvenes, ¿verdad?

--Pues sí, tienen catorce años. Y saben que les he prometido que cuando sean mayores y estén preparadas, si lo desean, estaré para cumplir sus deseos si lo siguen anhelando.

--¿Y a mí, me follarías…?

--¿Quéééééééé…?

--Llevo sin echar un polvo desde el inicio de la pandemia. Manuel ni me mira. Las vacaciones en Berlín no sirvieron de nada. Voy más caliente que la moto de un “heavy”. Y desde que estas dos crías me comieron el coño no pienso en otra cosa más que en una buena tranca dentro de mí, y además me han dicho que estás bien provisto.

Las niñas se miraban y se reían por lo bajinis. Cruzaban sus miradas conmigo y esperaban expectantes mi respuesta.

¡Caramba con mi sobrina…! No me esperaba esa petición, pero la verdad es que está muy buena y también llevaba yo mucho tiempo sin echar un buen polvo, por más que el sexo con las adolescentes fuera muy satisfactorio.

Carmen y Aurora se posicionaron a los lados de Marta y comenzaron a acariciarla.

—Vamos, Raúl, no tendrás una oportunidad como esta, musitaba la pelirroja.

—Mira, tío, es un bomboncito para ti. Te la vamos a poner en bandeja…

Acto seguido se lanzaron a quitarle delicadamente la camisa que llevaba, mostrando un sujetador de encaje que apenas contenía un par de voluminosos pechos. Los labios de las niñas se deslizaron por ellos en cuanto se vieron libres de su retención, e inmediatamente salieron de la boca de Marta los primeros gemidos. La hicieron levantar y procedieron a despojarla de la falda corta que mostraba sus preciosas piernas. Sólo cubierta por un sucinto tanga la hicieron girar para que pudiera admirar su anatomía duramente trabajada en el gimnasio.

—Levántate y tócala, Raúl, dijo Carmen, que ya se dirigía hacia mi polla, dura bajo los pantalones.

No me hice de rogar y acaricié sus prietas carnes con delicadeza y miedo.

El fabuloso cuerpo de Marta se mostraba ante mí en todo su esplendor. A sus 37 años no mostraba ni un defecto ni un rastro visible de los años de gordura que padeció en la infancia. Dos pechos firmes coronados por un par de pezones visiblemente excitados reclamaban mis caricias. Un gemido escapó de su boca cuando mis labios succionaron el primero de ellos, mientras observaba a Aurora despojando a su madre del tanga al tiempo que Carmen hacía lo propio con mis pantalones y calzoncillos, dejando libre mi dura polla. La mano de Marta se dirigió a ella y la acarició con delicadeza, pasando suavemente un dedo por el hinchado glande que ya expulsaba líquido preseminal. Ms labios recorrían todo el cuerpo de mi sobrina cuando sentí los de Carmen apoderarse de la dura barra de hierro en que se había convertido mi pene. Aurora me quitó la camisa y, ahora los dos desnudos, comenzamos a besarnos con pasión, enlazando nuestras lenguas y haciéndolas librar una excitante batalla.

Se levantaron las niñas del suelo y se desnudaron mutuamente, imitándonos en el abrazo y los besos. Se abrazaron a nosotros y nos dirigieron hacia el dormitorio para continuar la sesión de sexo familiar.

Mientras continuábamos de pie, Aurora me hacía una mamada al tiempo que Carmen lamía el rasurado coño de Marta, cuyos gemidos brotaban sin cesar al igual que los jugos de su vagina, convenientemente degustados por la gordita pelirroja.

Finalmente, las dos zorritas nos dejaron con un "Disfrutad, tortolitos..." y se sentaron en el silloncito de la habitación a observarnos.

Tumbé a Marta en la cama y procedí a comerme el coñito que instantes antes estuvo en la boca de Carmen, provocando en mi sobrina el primero de sus orgasmos. Las convulsiones eran inequívocamente iguales a las de su hija en las mismas circunstancias, y las niñas celebraron el hecho con aplausos y grititos.

—¡Bravo, mami…!, animaba Aurora.

—Cómele la polla tú ahora. Verás qué deliciosa, añadía Carmen.

No se hizo de rogar y, de un salto, se incorporó del lecho y atrapó mi polla sin miramientos, tragando por completo mi aparato. Con furia empezó a succionar y lamer el glande violáceo por la excitación, al tiempo que un sube y baja de su mano me proporcionaba un extremo placer. Al anuncio de mi cercana eyaculación imprimió un mayor ritmo a las chupadas y se dispuso a tragar la leche que, como una fuente, manó de mis huevos inundando su boca ávida por tragar mi corrida. Abrió los labios mostrando la leche recién ordeñada a las niñas y la tragó con un placentero gesto.

—Jo, mami, qué guarrilla eres, ja, ja, ja…

—Y vosotras, qué zorras, guardándoos esta maravilla para vosotras…

—Lo que no entiendo, Marta, es cómo tu marido no quiere disfrutar de este pedazo de mujer que tiene, porque hay que reconocer que estás muy requetebuena.

—Dice que es el estrés, o la pandemia, o yo qué sé. Igual tiene otra por ahí que le atiende mejor.

—¿Mejor? Pero si la mamada que me has hecho ha sido de superclase…

—Pues espera a que te folle, porque ahora sí que necesito una tranca dentro de mí. Niñas, ponedlo en forma para mí, por favor.

No necesitaron que les repitiera la orden, y las dos niñas tomaron posesión de mi cuerpo para volver a endurecer la polla que su madre necesitaba. Como ya hicieran en otras ocasiones tomaron mi polla al asalto con ambas bocas, una por cada lado, mientras Marta se masturbaba mirando. Carmen la observó y abandonó momentáneamente mi pene para comerse el chorreante coño de mi sobrina. Marta gemía y se retorcía de placer ante los ataques de la boca de la pelirroja, y pronto reclamó mi polla.

—Fóllame, tío. Necesito tu polla dentro de mí ya.

Aparté a Aurora suavemente y me situé encima de Marta, dispuesta al incesto.

Carmen tomó mi miembro y lo dirigió al encuentro del excitado coño de la madre de su novia, y cuando lo tuvo a punto se apartó, dando un beso a Marta, diciendo “todo tuyo, disfrútalo “.

Un suave empujón introdujo por completo mi polla en el interior de la anhelan te vagina, y en un hábil movimiento, las piernas de Marta se entrelazaron en mi espalda, presionando así nuestros cuerpos. Un vaivén lento inició la cópula, con los músculos de Marta haciendo presión sobre mí miembro. Aceleré el ritmo y los gemidos de Marta fueron en aumento, pidiendo más y más. La complací dando fuertes embestidas sobre su pelvis abierta para mí y puso los ojos en blanco al llegar a un nuevo orgasmo, apretando mi polla con fuerza.

Aurora y Carmen no perdían detalle, y, sentadas en el suelo, se masturbaban mutuamente en silencio, besándose cada rato.

Reinicié el ataque y Marta me detuvo.

—No, ahora te voy a follar yo.

Me apartó y me hizo tumbar, colocando su escultural cuerpo sobre el mío, dejando mi polla entre sus labios vaginales chorreantes de líquidos. La visión que tenía de esa diosa era espectacular, y pronto dirigí las manos a los preciosos pechos que se erguían ante mí. Inició un suave vaivén sobre el endurecido pene y con un hábil movimiento se lo introdujo por completo, exhalando un fuerte gemido de placer. Irguió su espléndida figura y sus tetas perfectas comenzaron a botar al ritmo de sus salvajes saltos. Mi polla no podía más y le avisé de mi inminente corrida para no eyacular dentro de ella y evitarnos un problema.

—No te preocupes, tío, me ligué las trompas cuando nació esta putita que nos mira. Córrete a gusto y lléname de leche.

No tardé nada en hacerlo. Sus saltos no cesaban mientras mi polla escupía mi leche en su interior. Su vagina exprimía mi miembro todavía vigoroso cuando las dos adolescentes abandonaron su puesto de observación y comenzaron a llenarnos de besos. Marta devolvía el morreo a su hija mientras Carmen devoraba las perfectas tetas de mi nueva amante. Saqué mi polla de su interior y los fluidos de ambos brotaron del coño de mi sobrina, siendo degustados por la pelirroja al momento, que pasó a compartir con Aurora como en un festín.

—Raúl, prométenos que un día nos follarás como a Marta.

—Claro que sí, niñas, cuando estéis preparadas para ello seré vuestro guía.

—Y yo querré estar presente, si puedo, intervino Marta. Y quiero follar contigo siempre que pueda y tú quieras, estén ellas o no.

FIN hasta dentro de un par de años...