Visita del fontanero 2 final

La follada que me estaba dando el macho del fontanero era de campeonato, pero yo necesitaba más.

Hola, os acordáis de aquel morboso fontanero? Si no es así, esta es la primera parte (http://todorelatos.com/relato/121279/) Siento la tardanza en publicar la segunda. Espero que os guste.

SEGUNDA PARTE

La follada que me estaba dando el macho del fontanero era de campeonato, pero yo necesitaba más:

-      Aquí es. – dije abriendo la puerta del dormitorio.

-      Así que aquí es donde te folla tu novio, ¿no?

-      Bueno, realmente follamos por toda la casa. – Digo riéndome. Él también ríe.

-      ¡Qué viciosilla!

En ese instante, se tumba boca arriba en la cama con los brazos tras la nuca y la polla enhiesta apuntando al techo.

-      Siéntate aquí, cariño. – me dice vacilón mirando a su entrepierna.

Enseguida me subo a la cama, poniendo una pierna a cada lado de su cuerpo. Coloco la punta en la entrada de mi ano y comienzo a introducirme su estaca hasta quedarme totalmente ensartado. Apoyándome en sus pectorales, empiezo un sensual movimiento de caderas en círculo. El placer vuelve a brotar desde mi ojete.

-      Venga, puta, demuéstrame lo que sabes.

En ese momento empiezo a botar, sacando casi del todo esa enorme polla de mi ano y volviendo a metérmela toda de golpe. Mientras gimo, me follo cada vez más rápido, provocando a su vez, que mi amante comience a bufar al compás de la follada.

A continuación, me agarra de la cadera y empieza a mover su pelvis. Cada vez más rápido, bombea su polla en mi culo, llevándome al cielo. Me taladra a una velocidad pasmosa. Yo no puedo dejar de gemir del gozo y él ahora ruge, al mismo tiempo que me folla sin piedad.

En eso que para y me ordena que me ponga a cuatro patas. Hago lo que me dice. Él se pone detrás y, agarrándome de la cadera, me vuelve a introducir su cacho de carne en mi ojete. Y aunque lo hace con fuerza, yo sólo siento placer. Me folla con fuerza, clavándome la polla hasta el fondo. El sonido de su cuerpo chocando con mis nalgas, se apaga gracias a mis gemidos y a sus rugidos.

De repente, la puerta se abre, interrumpiendo nuestro brutal polvo.

-      ¿¡¿A-Alberto?!?

-      ¿¡Iván?!

La escena que se encuentra mi novio al abrir la puerta es increíble. Un enorme negro me folla a cuatro patas sin compasión. La cara de Alberto está descompuesta. El fontanero ni se inmuta y sigue follándome.

-      ¿Pero tío, qué es esto?

-      Ahhh Albeertoo, cariiñooo…. Te lo puedooo explicar…

-      ¡Joder! Por lo menos podrías dejar de gemir…

-      Uff… es que no veas como fooollaaa… Es el fontaneeroo que viiiino a arreglar el desaaagüe de la cociiina….

-      ¿Ah, si? – El tono de Alberto cambió. Se le nota pícaro y juguetón.

-      Buah, tio, no veas lo perra que es tu novio.

-      Si, es bastante puta. Cabrones, que me habéis puesto cachondo. – Alberto me da un morreo.

Se baja los pantalones de golpe y acerca su gran paquete a mi cara. Se puede apreciar el pollón de 22 cm marcado en la tela del bóxer y como este desprende un delicioso olor a sudor y polla. Hundo mi cara en su bulto y aspiro. Me encanta su olor. Saco mi lengua y lamo el tronco de su rabo por encima de la tela, empapándola. Mientras, el fontanero sigue follándome a buen ritmo.

-      Macho, cámbiate de lado, que yo me voy a poner cómodo para que el mamón este me coma el cipote.

Nos cambiamos de posición y Alberto, ya completamente en bolas, se acuesta en la cama ofreciéndome su polla. Mientras tanto, yo a cuatro patas recibo por enésima vez la estocada del rabo de ébano. Sin esperar más, agarro la polla de mi novio y me lo trago todo. Me agarra de la nuca y guía la mamada a su gusto. Me encuentro en el cielo, con un pollón negro petándome el ojete y con el rabazo de mi novio llenándome la boca.

-      ¡Ahhhhhhhh!

Nueve trallazos de mi novio viajan por mi garganta, mandando mi ración de leche directamente al estómago. En ese instante me corro por segunda vez en la mañana, también sin tocarme.

-      Joder, menudo mamadón.

-      Yo me quiero correr en tu cara, zorrita. – El negraco se acerca y se pajea brutalmente en mi cara y de repente hasta once trallazos llenan mi cara de lefa espesa y sabrosa, pues no dudo en relamerme.