Visita del fontanero 1

Bajó la cremallera y descubrió su cuerpo perfecto. Un torso fibrado y totalmente depilado. Unos grandes pectorales, coronados por unos pezones duros y grandes. Unos abdominales marcadísimos y unos brazos fuertes y torneados. Y todo aderezado por algunas gotas de sudor resbalando por su piel.

Hola, me llamo Iván, tengo 25 años y vivo en una ciudad del norte de España. Mido 1,77 m, peso 71kg, tengo buen cuerpo, delgado, un poco fibrado del gym, aunque no mucho. Soy rubio, ojos azules y estoy totalmente depilado. Mi culo es duro y redondito y mi polla mide unos 18 cm. Soy pasivo, siempre lo fui, me encanta el sexo y disfruto mucho de un buen macho.

Actualmente tengo novio, se llama Alberto, tiene 26 años, mide 1,82m, pesa 73kg y es blanco, pelo castaño y con poco vello. También es delgado, un poco marcado del gym. Me gustan sus piernas, bien formadas de jugar al futbol muchos años. Tiene una polla de 22 cm, gorda y venosa, y en la cama es muy cañero y me da mucho placer. Él era hetero hasta que me conoció.

Vivimos juntos desde hace 6 meses. Nuestra vida es muy tranquila, nos llevamos muy bien y nos queremos mucho. Hacemos lo habitual en una pareja, ir al cine, de fiesta con amigos… Nuestra vida sexual es muy activa y excitante. Nos gusta el sexo y lo disfrutamos de todas las maneras posibles. Me encanta chuparle su cipote (soy un buen mamón, todo hay que decirlo) y a él le gusta follarme duro, embistiéndome desde abajo, estando yo arriba. Dice que así puede ver mi cara de gozo. Si bien es cierto que practicamos diversas posiciones y lugares de la casa. Nos mola mucho hacerlo ante un espejo e, incluso, alguna vez nos hemos grabado en video.

Pues bien, resulta que hace unas semanas, tuvimos un pequeño problema con el desagüe del fregadero de la cocina y el casero nos mandó a un fontanero. Ese día hacía mucho calor, yo estaba en casa con un bañador cortito y chanclas, y aun así sudaba. Mientras esperaba al fontanero, yo estaba en la cocina escuchando música y cotilleando un poco el Facebook y en esto que timbran al telefonillo:

-      ¿Sí?

-      Hola, soy el fontanero. Vengo por lo del desagüe.

-      Ah! Si, sube.

Al rato timbran a la puerta y mi sorpresa fue que al abrirla me encuentro con un chico africano, negro como el carbón. Alto, fuerte, musculado, guapo, con el pelo rapado al cero y una amplia y blanca sonrisa. Su gran atractivo me llamó la atención y terminó por calentar, mi ya de por sí calenturienta mente.

-      Hola, pasa, pasa. La cocina está por aquí- le indicaba con la mano para que pasara.

-      Hola. Gracias.

Como si de rutina se tratara, se dispuso a echarle un vistazo al fregadero para ver cuál era el problema y comenzar a arreglarlo. Yo mientras no dejaba de comer con los ojos a ese dios de ébano. A través del mono de funda pude observar un culazo redondo y, en un momento que se giró, también pude apreciar un buen paquete. Yo notaba como mi polla se ponía morcillona. Estaba muy caliente, por el morbo que desprendía aquel macho subsahariano.

-      Puff, que calor hace, ¿verdad?

-      Sí, hace muy  buen tiempo, y eso se agradece, pero la falta de costumbre…

-      ¿Quieres tomar algo? Una cerveza, un refresco, agua… - le ofrecí, señalándole la nevera.

-      La verdad, un poco de agua se agradecía. El calor es agobiante. ¿Te importa si me quito la parte de arriba de la funda?

-      Por supuesto – dije llenándole un vaso de agua – ponte cómodo.

Bajó la cremallera y descubrió su cuerpo perfecto. Un torso fibrado y totalmente depilado. Unos grandes pectorales, coronados por unos pezones duros y grandes. Unos abdominales marcadísimos y unos brazos fuertes y torneados. Y todo aderezado por algunas gotas de sudor resbalando por su piel. Su fragancia invadió toda la casa. Una mezcla de olor a macho limpio y sudor por el calor y el trabajo. Yo estaba a mil. Mi sangre hervía y mi mente se nubló ante tal portento de la naturaleza.

Se agachó debajo del fregadero, boca arriba, para trabajar cómodamente. Así pude observar su lujurioso cuerpo y su gran paquete, que se antojaba más grande si cabe.

Absorto en mis pensamientos, caí en la cuenta que él me observaba fijamente mientras se sobaba el bultazo. Instintivamente miré mi paquete y vi que formaba una gran tienda de campaña. Y en ese instante, me puse colorado.

-      ¿Qué te pasa? – su tono de voz había cambiado, ahora era más sensual - ¿No te gusta lo que ves?

-      Yo… perdona… lo siento – dije entrecortadamente. No sabía qué hacer ni que decir.

-      No pasa nada. A mí me gusta lo que veo – dijo levantándose y dirigiéndose a mí, muy seguro de sí mismo. Me coge una mano y la dirige a su bulto. Notaba como su polla endurecía en mi mano. Era grande y gorda. – Desátame la funda.

Sin rechistar, le desaté la funda. Para mi sorpresa, no llevaba gayumbos, por lo que su pollón saltó como un resorte. Me quedé maravillado mirando ese falo negro, grande, gordo, venoso, con el capullo rosado y muy apetecible. Era increíble, debía medir unos 25 cm. Mirándolo  estaba mientras me relamía, cuando me dijo:

-      Chúpala.

Sin pensármelo dos veces, me puse de rodillas, agarré la polla y comencé a pajear el pollón del fontanero. Con la otra mano sopesaba los cojones, grandes, pesados y colgones. Me los metí uno a uno en la boca, saboreándolos, succionándolos. Continué lamiendo el tronco de ese rabo, besando cada centímetro de carne. Al llegar al capullo, lo besé. El fontanero emitió un gemido y puso sus manazas en mi nuca. Comprendí lo que quería. Introduje el capullo en mi boca y comencé a lamerlo en círculos con mi lengua. Primero en un sentido y luego en el otro. Sus gemidos roncos me indicaron le estaba gustando mi trabajo sobre su polla. Con mis manos seguía pajeando aquel enorme trozo de carne que ya estaba durísima y ardiendo. – Ummm… qué bien la chupas, putita… Ah… - Yo continué tragándome ese rabo tieso, metiéndome cada vez más y más polla en la boca. Notaba el rico sabor del precum que brotaba del falo del negrazo. Comencé un rápido mete-saca que volvía loco al fontanero. Con mis manos sobaba sus duros músculos, sus cuádriceps, sus abdominales, su pecho… Allí comencé a jugar con sus pezones duros. Los apretaba con fuerza mientras me tragaba la polla del macho. Y aunque estaba acostumbrado a comerme el pollón de mi novio Alberto, este era de mayor calibre y me costó un poco alojarlo en mi garganta, pero finalmente lo conseguí al chocar mi nariz con su pubis. Estaba depilado pero emanaba un rico olor a macho. En ese momento hizo fuerza con sus enormes manos y me aprisionó con todo su rabazo dentro de mí. De repente, me la saqué de golpe para poder respirar. Cogía aire entrecortadamente. Nos miramos y sonreímos:

-      ¡Cómo tragas polla!

Yo estaba rojo y los dos estábamos empapados en sudor. El olor a macho, a polla, a sudor y a sexo era indescriptible. Yo estaba cachondo perdido. Mi polla, dura como una piedra, estaba aprisionada en mi bañador. Me levanta por las axilas y me besa apasionadamente. Me baja el bañador liberando mi rabo, que choca contra el suyo. Con sus manos soba mis nalgas, apretándolas. Yo paso mis manos por sus anchos hombros y sus fuertes brazos.

De un golpe me empuja contra la encimera, termina de quitarme mi bañador y pone mi culo en pompa. Lo agarra con las dos manos, apretujándolo, deleitándose con la mirada. Abre los cachetes para descubrir mi ano rosadito:

-      Ummm… por tu agujerito ya han pasado unos cuantos… zorrita.

-      Tengo un novio que me folla con frecuencia.

-      ¿Tiene buena polla?

-      Sí, pero la tuya es aún más grande y más gorda.

-      Tienes un macho que te da polla y aún pides más. Puff... que ¡zorrona!

Acto seguido, escupe en mi ano y comienza a comérmelo con tesón. El placer que me produce es increíble. No puedo evitar gemir como una perra en celo. Su experta lengua se introduce en mis entrañas y yo gozo como nunca. Sin esperármelo, me introduce dos dedos en la boca, que chupo gustosamente, para luego meterlos en mi ano, casi sin dificultad. Tras un rápido mete-saca, me introduce un tercero. Y por último, el cuarto dedo no se hizo esperar.

Con el culo dilatado, él se levantó, se puso el condón y me agarró fuertemente las caderas para poner su capullo en mi agujero. Haciendo presión, logró introducir el capullazo.

-      ¡Ah…! – grité.

-      ¿Quieres polla, perrita?

-      Siii, dame polla.

-      ¡Suplícalo! – me ordena dándome un azote.

-      Por favor, dame polla por el culo.

-      Mmm… jajaja… - De una estocada me mete el pollón entero.

-      ¡Ahhhhhhhhhhhhhh…! – Grité de dolor.

Después de mantener su rabo un tiempo en mi ano para que éste terminara de acostumbrarse, comenzó un lento mete y saca, que me provocó un cada vez mayor placer. En poco tiempo, las embestidas eran bestiales, y me follaba con una velocidad pasmosa. Yo hacía rato que gemía escandalosamente, debido al enorme placer que me producía.

-      Mmmmm… Ahhhhhh… Siiiiiiiiiii… Ummm… Siiiii… Ufff Sigue… Sii... Ohh… Siii… Dame polla, cabrón, dame polla.

-      Mmm… ¡vaya culito tienes, maricón! – Me decía mientras me follaba brutalmente y me azotaba.

A continuación, me da la vuelta, me sube a la encimera, coloca mis piernas encima de sus hombros, dejando mi culito expuesto, y de una embestida, vuelve a meterme la polla. Esta vez modera la velocidad ligeramente, pero la penetración es más profunda. Mis gemidos aumentan, grito de placer gracias a la brutal follada de este macho negro. De allí a un rato, mis músculos se estremecen y me corro abundantemente sin ni siquiera tocarme:

-      Vamos a tu habitación.

Continuará...