Visita del amigo de mis padres
Seguimos con nuestros encuentros a escondidas
Me llamo Ainhoa, soy delgada, mi pelo es moreno y liso, tengo los ojos verdes, me gusta cuidarme, tengo 33 años y sigo viviendo en casa de mis padres por diversos motivos.
Como os he dicho otras veces, me gusta contaros mis experiencias porque me sirve para aliviarme y desahogarme.
A pesar de que llevo tres meses viéndome con un amigo especial, por llamarlo de alguna forma, sigo manteniendo la relación con Antonio, cada vez que vienen a casa de mis padres nos las hemos arreglado para tener un rato a solas y poder saciar nuestra pasión.
Aprovechando que eran fiestas de donde vivimos, quedaron para comer en casa de mis padres, aunque Lola y José no podían venir porque a José le operaron hace menos de dos meses y las otras dos parejas están de crucero, María y Antonio si aceptaron la invitación, el problema es que yo tampoco iba a poder estar en la comida a pesar de que me hubiera encantado estar.
Llegué sobre las ocho y media o así de la tarde a casa de mis padres, allí estaban los cuatro jugando a las cartas junto a sus cubatas, les saludé y me senté a su lado, nos pusimos a charlar hasta que me levanté para ir a darme una ducha.
Cogí mi ropa y me metí al baño, dejé la puerta sin cerrar, dejando una pequeña rendija, esperando la visita de Antonio.
Encendí la ducha y estuve haciendo algo de tiempo sin dejar de mirar hacia la puerta esperando verle, pero no aparecía, así que me metí y le di al agua, dejando la cortina un poco abierta.
Me frotaba con la esponja sin dejar de mirar hacia la puerta, esperando que de un momento a otro pasase Antonio, pero no aparecía, estaba ansiosa, cogí la alcachofa de la ducha, la acerqué a mi coño y los chorros del agua empezaron a rozar mi clítoris.
Aumenté la presión del agua, los chorros golpeaban mi clítoris dándome placer, mientras el dedo de la otra mano lo introduje en mi agujero para seguir dándome más diversión.
Estuve un buen rato hasta que acabé de masturbarme, pero ni rastro de Antonio, así que acabé de ducharme y comencé a vestirme y arreglarme.
Baje a la bodega, allí seguían los cuatro jugando así que me senté al lado de mi madre y allí pase el rato hasta que nos pusimos a cenar.
Tras acabar de recoger, nos marchamos a la plaza del pueblo donde había una orquesta tocando música, allí estuvimos disfrutando del ambiente durante varias horas.
En una de las varias visitas que hicimos a los bares que rodeaban la plaza, Antonio y yo aprovechamos a hacer una escapada al baño, allí nos enrollamos, pero la gente quería entrar y no pudimos estar todo lo que nos hubiera gustado.
La noche fue muy divertida, lo pasamos los cinco en grande, la orquesta dejó de tocar y antes de irnos para casa, nos tomamos un último cubata en el bar de un amigo de mi padre.
Llegamos a casa, yo estaba deseando quedarme a solas de nuevo con Antonio, pero no conseguía que se diera el momento, los dos nos mirábamos, pero no había ocasión de conseguirlo.
Tras un rato de charla, nos fuimos todos a la cama, sentía frustración, quería disfrutar del morbo que me produce la situación de estar con Antonio con el miedo de ser pillada, pero no lo había conseguido.
Me puse una camiseta blanca ajustada y una braguita rosa, me tumbé en la cama, estaba cansada, pero no podía conciliar el sueño, estuve tirada una media hora esperando que Antonio me visitase, pero no venía.
Me levanté, encendí al luz de mi habitación, caminé hacia la habitación de Antonio y María, puse la oreja junto a la puerta para escuchar, pero no se escuchaba nada.
Golpee con los nudillos suavemente en la puerta, me bajé hasta la cocina y encendí la luz, me senté en una de la sillas esperando que Antonio me hubiera oído.
Miraba en el reloj de la cocina como los minutos iban pasando, me bebí un vaso de agua, de repente Antonio apareció, mi cara dibujó una sonrisa, él se acercó hasta mí y me besó directamente.
Me puse de pie, él me apretó con sus dos manos el culo, nuestras lenguas jugaban, me separé de él, me tumbé en la mesa de la cocina, con mis manos me quité las braguitas y abrí las piernas dejándole ver mi coño a la vez que con mi mano me acariciaba el clítoris.
Antonio no dudó, sacó su pene que ya había reaccionado, se acercó y con su punta comenzó a rozarme la vagina.
Se escupió en la mano, me la restregó por el agujero del coño lubricándomelo más si cabe, y con suavidad, metió su polla dentro de mí.
Poco a poco fue metiéndola más adentro con suavidad hasta que la introdujo del todo, yo sentía ese palo duro dentro y mi excitación era cada vez mayor.
Antonio me penetraba con cuidado, no podíamos hacer ruido, mis padres y su mujer estaban arriba dormidos en las habitaciones, sus manos sujetaban mis piernas hasta que las apoyó en sus hombros, me follaba y yo lo deseaba, mi cuerpo cada vez sentía más placer.
Las manos de Antonio sobaban mis pechos, los apretaba y jugaba con ellos, a la vez que mis pezones se ponían duros de excitación, mientras, yo tenía las manos agarrándome a la mesa para no caerme con sus embestidas.
Separó más mis piernas y sin dejar de penetrarme con su gran polla, acercó su boca a la mía, para después poco a poco ir bajando hasta mis pezones, con los cuales se puso a jugar con su lengua.
Yo estaba excitadísima, sentía un placer cada vez que me incrustaba su miembro dentro de mí y más con el morbo de intentar no hacer ruido para que no nos pillaran, mi coño babeaba líquido, lo tenía empapado, su polla se deslizaba sin problema y se escuchaba como sus huevos chocaban contra mi cuerpo imitando el sonido que se produce cuando pisas un charco.
Nuestra respiración comenzó a ser cada vez más intensa, yo reprimía mis gemidos al igual que Antonio lo hacía con la fuerza de sus embestidas, yo estaba excitadísima perdida, pero me di cuenta que no había cogido preservativo, así que de inmediato reaccioné poniendo mis manos sobre su tripa haciendo que parara de follarme.
Antonio se quedó sorprendido, no había caído, se lo dije en voz baja, a la vez que me bajé de la mesa acercándome a él le besé mientras que con mi mano agarraba su juguete duro y firme comenzando a masturbarle.
Me fui agachando lentamente hasta que quedé de rodillas en el suelo, con mi lengua le lamí la punta de su pene en círculos para después hacerlo de arriba abajo de su polla como si me estuviera comiendo un helado.
Antonio me sujetó de la cabeza empujándome hacia su pene, me lo introduje lo máximo que pude en mi boca, el seguía apretando hasta que me dio una arcada, pero no cesé de comérsela.
Mi mano comenzó de nuevo a subir y bajar su pene, miré hacia arriba coincidiendo las miradas, le escupí en la punta y volví a introducirla en mi boca sin dejar de mirarle a la cara, eso le encanta y a mi… también.
Le masturbaba cada vez más rápido a la vez que su polla estaba dentro de mi boca, dentro y fuera, dentro y fuera, sus manos presionaron fuerte mi cabeza, señal de que se iba a correr enseguida, yo seguía intensificando los movimientos, hasta que por fin un chorro golpeó el fondo de mi garganta y otro y otro, sin yo dejar de chupársela.
Mi boca estaba llena, al abrirla el semen se me escurría, pero yo seguía masturbándole y gotas de semen seguían saliendo y salpicándome la cara.
Escupí todo el semen de mi boca al suelo y me introduje de nuevo su polla todavía dura en mi boca, se la relamí hasta dejársela bien limpia.
Me levanté, cogí papel y limpié el semen del suelo, acabamos de limpiarnos nosotros también, cogí mis bragas, me las puse y nos subimos con mucho cuidado a las habitaciones.
Por suerte, todo salió bien y nadie nos pilló, el morbo que me produce esta situación es magnífico.