Visita con el agente inmobiliario
El agente inmobiliario que nos atiende a mi chica y a mi, me enseña algo más que la casa...
Mi chica y yo llevamos 4 años juntos, 3 de ellos conviviendo y pagando un pastizal por el alquiler de un piso (antiguo pero con vistas a la ría) a las afueras de una pequeña ciudad gallega. Siempre nos ha gustado la idea de tener una casa con su jardín y, tras el confinamiento en un piso sin terraza, esa idea se hizo más acuciante.
Por ello, cuando la ansiada Fase2 permitió abrir comercios, tiendas (e inmobiliarias) y permitió salir del límite municipal, no lo dudamos y comenzamos la búsqueda. Ni que decir tiene que las casas con parcela son de lo más cotizado en estos momentos y, si ya de por sí eran escasas, lo poco que hay ahora es caro o feo.
De pronto, un día nos saltó el aviso de uno de los portales inmobiliarios en los que estábamos inscritos: una casa a punto de finalizar su construcción, a las afueras de un bonito pueblo vecino, estaba a la venta. Solamente le faltaba la fontanería (WC, lavabos, etc.) y la cocina por lo que, en caso de quererla, con un par de miles de € podríamos entrar a vivir en un par de meses. No lo dudamos y para el día siguiente concertamos cita para verla a última hora de la tarde. Como el tiempo veraniego acompañaba y teníamos tiempo de sobra (mi chica está en ERTE y a mí me tocaba la tarde libre por las horas extra que tenía acumuladas en el taller en el que trabajo como mecánico), decidimos aprovechar el resto del día para ir a una playa cercana. El verano es una época que me flipa: la gente está más guapa, más alegre, más desinhibida… y en la playa disfruto siempre del sol, los baños de mar y las vistas a los bonitos cuerpos de las y los jóvenes que nos rodean luciendo cuerpos más o menos trabajado en el gym durante todo el año: pechos y pectarles, abdómenes firmes, culos prietos... y paquetes que se mueven de un lado a otro y se transparentan bajo el bañador al salir del agua. Este año, de cualquier modo, era un poco extraño, ya que la prevención frente al Covid nos obligaba a permanecer más separados entre los diferentes grupos que de costumbre y se veía a la gente más cauta en ese sentido.
En fin, que estaba bastante cachondo de la tarde de playa cuando llegamos a la dirección que nos había dado. Aparcamos el coche detrás de un Audi A3 verde agua delante del portal, que supusimos del agente inmobiliario pues no había muchas casas habitadas alrededor, y salimos del coche a la ya menos calurosa tarde, poniéndonos la mascarilla obligatoria en estos momentos.. Un chico estaba levantando las persianas de la casa que íbamos a visitar y, al vernos, nos saludó con la mano desde un amplio ventanal.
Nos acercamos a la entrada y allí se presentó él:
-Hola, soy Rafa, creo que hablé ayer contigo –dijo, dirigiéndose a mi chica. – Disculpad que no os de la mano. Habéis encontrado bien la casa?
-Hola, sí, hablamos ayer. Yo soy Andrea y él es mi chico, Javier. Con las indicaciones de Google Maps es difícil perderse hoy en día, así que aquí estamos, puntuales. – Bromeó mi chica.
La primera impresión que nos dio fue buena ya que, a pesar de llevar la mascarilla puesta, se notaba que era una persona amable y agradable, de las que sonríen con la mirada. Eso sí, noté que se fijaba bastante en mí, pero sin hacerme sentir incómodo ni mucho menos. La verdad, me sonaba de algo pero no podía decir de qué: no conocía a ningún Rafa que trabajase en una inmobiliaria. Por lo demás, parecía un tipo bastante atractivo: pasaba los 40, eso fijo, pero se mantenía en muy buena forma. Pelo corto casi blanco, moreno de piel, ojos marrones pequeños pero expresivos. Vestía un polo azul de marca, bastante ceñido, que resaltaba sus brazos musculados y su espalda ancha, si bien su torso era más bien delgado y se notaba que bastante definido. Muchas horas de gimnasio semanales, pensé. Y muchas sentadillas, confirmé en cuanto se dio vuelta para encaminarse a la entrada de la casa y pude admirar su fabuloso trasero, bien marcado por unos pantalones vaqueros ajustados hasta el tobillo. El atuendo se completaba con unas deportivas NewBalance grises y azules que le daban un aspecto desenfadado pero con cierto estilo. La verdad es que pintaba muy bien!
Comenzamos la visita por el salón, con un amplio ventanal, en el que nos explicó los aspectos generales de la casa. Mi chica le hizo un par de preguntas, a las que respondió amablemente, y yo le hice otras tantas: su respuesta a mis cuestiones fue mucho más detallada y extensa, dedicándome miradas y alguna que otra broma que hizo que ambos nos sonriésemos. Me caía bien ese Rafa y seguía teniéndome algo familiar pero si él no había dicho nada era que quizás era una impresión mía…
Seguimos viendo las diferentes estancias de la casa: cocina, distribuidor, 2 habitaciones con aseo compartido y una habitación enorme con baño y vestidor que hizo las delicias de mi chica. La casa estaba en muy buen estado, a pesar de llevar cerca de 10 años cerrada. Nos contó que era de una promotora pequeña que había construido 5 casas más en la zona pero que esta, sin comprador, no pudo acabarla cuando llegó la crisis. Después, al no poder hacer frente a la deuda, la casa fue pasando de banco en banco hasta que fue adquirida, junto a otras muchas propiedades, por un fondo de inversión que era quien a había puesto ahora a la venta por muy buen precio. Se conservaba, efectivamente, en muy buenas condiciones pero había bastantes arañas e insectos que a mi chica le horrorizan por eso, cuando tocaba bajar al garaje y vio semejante tela de araña de lado a lado de las escaleras de acceso, decidió que se quedaba en la planta de arriba, que el tema del garaje y la sala de caldera nos la dejaba a nosotros.
Rafa y yo continuamos bajando las escaleras iluminados por la cada vez más escasa luz que llegaba de la planta superior. En un momento dado, en un tramo en que la escalera hacía un giro, no vi que se había parado y choqué contra él, que me sujetó con su fuerte brazo para evitar que acabase rodando los 2 peldaños que nos quedaban para llegar abajo.
-Quieto parado, Javier! Te encuentras bien?
-Gracias, Rafa. Con tan poca luz no vi que te habías parado, disculpa.
-No te preocupes, debí haberte avisado de que me paraba. Estaba sacando el móvil para tener algo de luz –dijo mientras encendía la linterna de su móvil e iluminaba el suelo.
Yo le imité y encendí la linterna del mío, pero no alumbraba ni la mitad que el suyo.
-Caray, Rafa, la tuya es mucho más potente
-Ya sabes que sí, Javier, qué te voy a contar??
Me quedé un poco pasmado, a la vez que mi linterna ascendia del suelo e iluminaba sus piernas, su paquete, su abdomen, su pecho y, finalmente, su cara. Se había quitado la mascarilla y, viendo su cara de vicio, caí en la cuenta. Hostia, no me jodas!!
Hacía como 10 o 12 años (recién sacado yo el carnet de conducir), alguna noche en que mis padres me dejaban el coche para salir a tomar algo por Vigo, me pasé a curiosear y morbosear por la zona de cruising de la playa de Samil, en Vigo. En una de ellas, un chico super majo y muy guapete, me había tirado la caña desde su coche, el mismo A3 verde agua que estaba ahora aparcado delante del chalet. No nos habíamos dado los nombres ni los teléfonos, pero lo recordaba perfectamente y, por lo que parece, él a mi también. Había sido algo rápido: -Qué tal? -Por aquí, curioseando – Te apetece chupármela? –Si tú me la chupas a mi… nos comimos las pollas mutuamente entre los coches, nos morreamos, nos corrimos cada uno en la boca del otro, nos vestimos y adiós muy buenas. Todo muy rápido. Todo muy fácil. Todo muy morboso.
Ahora, mientras mi chica estaba en la planta de arriba, mi cuerpo recordaba todo lo sucedido aquella noche de verano y poco se podía disimular bajo la sutil tela de mi bañador. Por lo visto, él también me recordaba, ya que me miraba al tiempo que se agarraba el tremendo bulto que le surgía dentro de aquellos jeans tan ajustados. No lo dudé, le agarré el paquete con la mano derecha al tiempo que me abalanzaba sobre su boca, que me esperaba ansiosa para comenzar un morreo frenético. Su mano derecha se dirigió a mi bañador, de donde sacó mis 18cm de gruesa polla que comenzó a pajear mientras me comía la boca con deseo. Apoyó su móvil sobre una pila de cajas de azulejos que había en el suelo, se desabotonó la bragueta y se sacó su magnífica polla sin circuncidar, a la que me lancé de cabeza. Qué sabor más rico, qué morbazo estar comiéndole el rabo a un tío mientras mi novia estaba arriba, qué sabor y qué olor desprendía el líquido viscoso que manaba de la punta de su capullo…
Todo esto ocurrió en menos de 1 minuto. Un minuto en el que recuerdos de noches de morbo se acumulaban en mi cabeza, un minuto en el que recordé mis primeras mamadas a la luz de la luna, la primera vez que me follaron, la primera vez que yo penetré el culo de un chico, el morbazo que me daba el tener sexo al aire libre con desconocidos… Un minuto en el que Andrea se extrañó de no oir voces y preguntó desde el inicio de las escaleras:
-Qué tal por ahí abajo, Javi??
-Buah, es que hay un montón de arañas, Andre, pero pinta bastante bien. Ahora subimos!