Visita al médico
Mariela como paciente de última hora necesita un tratamiento especial para su dolor de espalda...
Visita al medico
Soy traumatólogo y a pesar de considerarme extremadamente respetuoso del juramento Hipocrático, hoy no es mi día. Mi asistente no vino, la consulta ha estado floja y tengo más de una semana que no doy en el clavo o con el clavo. Bueno mañana será otro día y espero tener más suerte. Cuando voy a colocar el aviso de cerrado en la puerta, este ángel caído del cielo me hace señas para que la deje entrar. Yo complacido por la presencia de ella y porque al fin tengo un paciente la dejo pasar y distraídamente dejo el cartelito de cerrado puesto.
En que puedo servirla le digo galantemente.
¿Es usted el Dr. Pablo Bastos? me pregunta ella a su vez
En efecto, mucho gusto respondo mientras estiro mi mano y estrecho una pequeña mano terminada en unos hermosos dedos con unas uñas perfectamente mantenidas.
Quizás mantengo por mucho tiempo mi mano en la de ella, pero es que estoy comenzando a enamorarme, además ella no hace ningún esfuerzo por retirar la de ella mientras mantiene su mirada en la mía:
Es que tengo un dolor en la espalda y quería que usted me examinara mientras se voltea señalándome el sitio que coincide con el nacimiento de dos hermosas colinas resaltadas por unos apretados pantalones. Mis ojos se clavan un poco más abajo y solo puedo responder:
Por favor pase y luego llenamos los datos de su planilla.
Este hermoso ángel con su pelo corto casi rubio, su nariz perfilada y hermoso cuerpo me ha caído del cielo. La hago pasar al cuarto de examen y le digo que por favor se coloque una pequeña bata para examinarla. Ella me pregunta si se quita toda la ropa y casi le digo que si, pero me aguanto y le digo que se deje la ropa interior y que me avisara cuando estuviera lista. Mientras tanto comienzo a hacerle preguntas desde la oficina. Me entero que se llama Mariela y que su dolor tiene algún tiempo y que últimamente le ha dolido algo más, de repente levanto la vista y la tengo al frente apenas cubierta con esas cortas batas de papel que deja ver su ropa interior. Un conjunto negro de sostén transparente que deja ver los pezones ya erectos por el frío del consultorio y una braguitas muy pequeñas que apenas cubren su coñito. Me levanto y le digo que por favor se siente en la orilla de la camilla para hacerle el examen físico.
Al voltearse me deja ver sus hermosas nalgas a través de la abertura trasera de la bata y que su braguita es un hilo dental que deja a la vista y al toque su bello trasero. Como la camilla es alta tiene que apoyarse en un escalón y se inclina permitiendo que la bata se abra completamente y pueda ver como su braguita se pierde entre los bellos pliegues de sus nalgas y luego reaparece tomando las formas de los labios vaginales de su coño. Todo esto empezaba a excitarme y tenía que controlarme para poder hacer mi trabajo como doctor. Inicio el examen revisando sus reflejos en sus piernas. Le digo que las afloje y me permita moverlas. Se las separo un poco mas de la cuenta porque quería deleitarme viéndole el coñito que se apreciaba hinchado a través de la tela transparente de sus braguitas. Me distraigo un rato golpeándole las rodillas y tobillos y haciéndole saltar las piernas por reflejo. Me parece ver un brillo de humedad en el medio de sus braguitas justo ahí, en ese punto donde los pliegues de sus nalgas hacen desaparecer la fina tela. Para salir de duda le dije que se acostara dejando sus piernas colgando. Pudorosamente acomodé la bata para que cubriera su cuerpo, aunque por lo corto realmente no era mucho. Me pare frente a la camilla y tome su pierna izquierda y se la doble hacia el pecho, luego le hice un movimiento rotatorio hacia fuera para verificar la articulación. El espectáculo era impresionante. Su coñito estaba expuesto frente a mí, la pequeña braguita era transparente y se podía apreciar la rajita completamente. Sí, era humedad de su coñito. Repetí el mismo movimiento con su otra pierna y me provocaba sacarle a dentelladas las braguitas y meterle la lengua y saborearle los jugos que brotaban de su bello canal. Un gemido de dolor me ratifico el diagnostico.
La mando a colocarse boca abajo para realizar unos ejercicios y estiramientos para verificar mi diagnostico. Se voltea enredándose con la bata y rompiendo el delgado papel. Finalmente se acuesta descubierta, disculpándose y diciéndome que no me preocupara y que siguiera con el examen. Después de deleitarme viendo ese bello cuerpo contornearse desnudo frente a mí, ya no tuve palabras que decir. Al frente mío tenía ese hermoso culo desnudo solo para mis manos. Así como le iba haciendo los estiramientos le iba explicando muy profesionalmente las técnicas, pero siempre aprovechaba para dejar correr mis dedos un poco mas cerca de su coño, o apoyar mi antebrazo en sus nalgas, o acercar mi cara a su trasero y deleitarme con el suave aroma de mujer que emanaba de su cuerpo, y sobre todo con la excusa de buscar los puntos de dolor acariciar su piel suave y tersa, sentir el calor de su cuerpo y como la piel se le erizaba cada vez que pasaba por algún punto de placer.
No aguanté más e invente un último movimiento que igualmente se lo fui explicando. Me coloque entre sus piernas abiertas apreciando la excelente calidad del depilado que no dejo ni un solo pelo alrededor del culito ni de los lados de sus labios. Su humedad era notable y sus gemidos más de dolor eran puro placer y éxtasis. Le dije que levantara sus nalgas de manera que pudiera meter mi mano izquierda y apoyarla en el hueso pélvico, dejando que el monte de Venus se acomodara en mi antebrazo y su clítoris pudiera ser frotado contra él. Mi posición me permitía poder ver a muy corta distancia los detalles de sus nalgas, culito y coño mojado. Con la otra mano agarre su pierna su pierna derecha y la levante un poco, suficiente para estimular la articulación pero más para frotar su coñito contra mi brazo. Repetí el movimiento varias veces y al final sentía como sus movimientos pélvicos eran espontáneos. Cambie de posición y metí la otra mano, pude ver sus braguita toda mojada y como manchaba mi brazo. En esta oportunidad la oí suspirar fuertemente y me decía que no parara, sus movimientos pélvicos eran más rápidos hasta que sentí como su orgasmo se manifestaba viendo como su culito se contraía y expandía en sincronía con los espasmos de su vagína.
La deje reposar un instante, mientras trataba de ganar control de mi mismo, tenía la polla inflamada y se salía por los lados del bóxer. Si me separaba de la camilla se iba a notar el inmenso bulto entre mis piernas. En eso siento a Mariela moverse y le pregunto que si los estiramientos le habían aliviado el dolor. Ella me comenta que si, pero lo mejor era su técnica de relajamiento. Le digo que se siente de nuevo en la camilla para comprobar como estaba su flexibilidad. En eso ella nota mi bulto y me mira a los ojos y me comenta con mucha picardía:
- Doctor usted tiene un problema mayor, yo creo tener el movimiento adecuado para aliviar esa tensión - se acomoda en la orilla de la camilla y se abre de piernas - Ande Doctor que no se va a arrepentir y con descaro se quita el pequeño hilo dental negro el cual se lo pasa por la nariz oliendo sus propios jugos que lo mojaban todo.
Rápidamente me saco la verga que la tenía desde hace rato a millón y me coloco entre sus piernas. Veo que simplemente no tiene vellos, su depilación es total y sus labios están hinchados, mojados y rojos esperando que le meta mi polla. Coloco mi verga en la puerta de su coño y comienzo a metérselo poco a poco jugando con las sensaciones que produce la penetración. Siento el calor de su vagína y la suavidad de sus paredes todas cubiertas de humedad. Su aroma inunda mi nariz, enviando más señales de excitación a mi polla ardiente. Ella levanta sus piernas y me enlaza por detrás forzando la penetración y metiéndosela hasta los testículos, mi semana de abstinencia y todo el morbo acumulado de los ejercicios anteriores con el contacto de tan bello cuerpo hace que me corra casi inmediatamente.
Ella parece desilusionada y entonces recuerdo el equipo de vibración que uso para ciertas dolencias musculares. Me lo coloco en la mano y comienzo a pasárselo por sus muslos, vientre y al estirar mis dedos y aprisionar su clítoris, la vibración que viene del equipo se transmite por mi mano produciendo una sensación de electricidad que hace que sus gemidos suban varios decibeles, temiendo que mis vecinos se puedan quejar le pongo una mano en la boca. Mariela se corre nuevamente y siento como su cuerpo se contrae todo y sus orificios se abren y cierran alternativamente. Ahora si esta en un estado de relax. La acomodo en la camilla y la cubro con una sabana para que descanse. Me dirijo a mi oficina para recetarle un relajante muscular y darle cita para mañana, pero no en la consulta, sino más bien en mi apartamento