Visita al ginecólogo
A falta de manos, bueno es un pene
Nunca me ha gustado ir a especialistas médicos, quizás sea un tema de saturación, no sé. Pero ir al ginecólogo es, cuanto menos, deporte de riesgo…. Subir a esa camilla es, cuanto menos, una operación peliaguda. Menos mal que hoy vengo solo a recoger unos resultados aunque ya por fecha me tocaría la revisión anual creo que la cosa se va a retrasar, ya sabemos que en la seguridad social es trienal, no vaya a ser que le cojamos el gustillo a la citología. Normalmente, una exploración ginecológica empieza con una exploración mamaria con guantes y después te introducen un pequeño instrumento por la vagina para recoger muestra del cuello uterino. Normalmente, la gestión genera un “pop” en sentido onomatopéyico ya que la vagina no se encuentra para nada predispuesta a ninguna intromisión de semejante cachivache.
Pero hoy me voy a librar de todo eso, solo voy a recoger unos resultados que espero sean favorables. Por fin me llama una voz masculina, accedo a la consulta y ahí está él. El ginecólogo buenorro que me ha tocado en gracia desde aquel problemilla. Pelo moreno, ojos marrones y profundos y recuerdo unos labios gruesos, jugosos y sensuales. Digo recuerdo por que ahora están cubiertos por la protocolaria mascarilla. Aun así, sus ojos bastan para erotizarme. Lamentablemente, parece que él no me recuerda muy bien. Parece que lo que ve en mi historial médico no le cuadra con mi silla de ruedas ¿tuvo usted un hijo hace 10 años? Si, respondo suspirando al comprobar que no me recuerda tan bien como yo a él. Lamentablemente, mi analítica de orina desvela un problema que ha de inspeccionarse en la dichosa camilla. Ok! Resignación ¿Esperamos a la enfermera para que me ayude a la escalada?
Él la llama por teléfono y esperamos, esperamos…. ¿Y si se va quitando la ropa detrás de la cortina? Acepto, resignada e intento hacerlo lo mas despacio posible para dar tiempo a acudir a la enfermera pero es imposible… Estoy desnuda con la bata abierta por delante, con los pezones mas tiesos que la torre Eiffel, rodeados de piel de gallina, a punto de hipotermia. Vuelve a llamar por teléfono, malditos recortes…. Con voz entrecortada se ofrece a subirme el mismo a la camilla. Quizás la parte de mi cerebro que vela por mi supervivencia dijo que si, el caso es que ya está a mi lado preguntándose cómo diablos me va a ayudar estando yo completamente desnuda y tiritando. Yo no sé si quitarme la mascarilla para cubrir un pecho, el otro o mi pubis por que la bata se abre al menor movimiento…. Vale, probamos de utilizar el taburete para subir a la camilla. Un intento, dos intentos…. Él me coge decorosamente por la cintura pero mi culo a cada intento se restriega con su pantalón. Al final consigo subir y sentarme en el borde de la camilla, la bata completamente abierta y aplastada por mi enorme culo contra el borde de la camilla, a punto de resbalar. Intentar hacerme la exploración mamaria acostada supone un riesgo de caerme de la camilla, así que me pide que simplemente levante los brazos mientras el sujeta mis rodillas con su cadera.
Estamos realmente cerca uno del otro. ¿Los guantes? ¿Dónde diablos están los guantes? En todo caso, demasiado lejos…..¿Me permite hacer la exploración mamaria sin guantes? ¡Diós! Ya llegados a este punto solo pienso en conseguir algo de calor animal por el medio que sea, así que acepto. La exploración es todo lo profesional que cabe esperar en esas circunstancias pero mi cuerpo no lo sabe y reacciona a sus caricias. Se me escapa un suspiro y la concentración que mantenía mi culo pegado a la punta de la camilla. Él reacciona con rápidez y me coge las piernas colocándolas ipso facto en las pernera y sujetando mi culo con ambas manos. La situación es dramática. Para alcanzar el instrumental para la citología necesitaría una tercera mano que impidiera que mi culo cediera a la ley de Newton ¡y no tiene una tercera mano! O si? Desde luego, debajo de sus pantalones algo pugna por ayudar en esta tragedia. Así que interrogándome con los ojos se va bajando los pantalones. Yo miro como si se tratara de un parto pero para ver lo que va a entrar en vez de lo que va a salir. Desde luego es una buena barra de apoyo…y mucho mas anatómica que el palito de las citologías. Nunca hubo un acoplamiento perfecto ni tan necesario contra la ley de la gravedad. Me proporciona un gran alivio y gran placer a la vez. Empuja su polla cada vez mas adentro de mi coño para subir mi culo a la camilla y ver si puede alcanzar el cepillo de la citología. Llega un momento en que dudo si me está follando o me está colocando bien en la camilla pero el placer es máximo. No sé a qué tanto empeño en conseguir el cepillito, tenga lo que tenga ya se lo he contagiado. Pero es todo un profesional y ahí sigue, follándome, a cada embestida parece mas cerca de su objetivo. Yo el mío ya lo he conseguido y unas cuantas veces…. Al fin consigue su instrumental y entonces parece dudar como proceder, raspar mi vagina o rasparse su polla. Daría el mismo resultado ya que me he corrido abundantemente. Como buen profesional, procede a la extracción de la muestra de mi vagina. En el momento en el que se viste, aparece la enfermera solicitada que me ayuda a bajar profesionalmente de la camilla y a vestirme. Por un momento, pienso que él no se ha corrido. Quizás demasiada presión en el trabajo. Me cita para dentro de un mes y en el reverso del papel encuentro un número de móvil. Cuando me voy coge rápidamente el teléfono ¿acaso llamará a sus superiores para pedirle una camilla ginecológica hidráulica y accesible, al fin? ¿o ya le vino bien todos estos apuros?