Visita al bar de los suburbios

Mi mujer me lleva a un bar de mala muerte para mostrase delante de los clientes que acaban follandosela encima de la mesa de billar.

Visita al bar de los suburbios

Esta es una historia basada en un correo recibido por otro lector donde me explica su fantasía que yo intento desarrollar en este relato. Espero que os guste.

Ese viernes por la noche a Ana le dio por querer salir a un bar de los que hay en los suburbios de nuestra ciudad. Ese tipo de bares está siempre lleno de tipejos mal olientes, rudos trabajadores, que van a estos bares a beber y a hablar de todo lo que no halarían con sus mujeres. Son bares a los que solo entran los hombres y que nunca son frecuentados por las mujeres de esos barrios. Mi mujer quería entrar en uno de esos bares para calentar bien al personal y ver como sus entrepiernas crecían y crecían al ver a ese cuerpo de diosa que mostraría sin reparo en unas horas.

La muy zorra en esa ocasión se vistió como si fuera a una fiesta de alto copete, con un vestido largo que tenía para ocasiones especiales. El vestido era de falda larga pero con un corte a cada lado de la pierna que le llegaba hasta la altura de su entrepierna. Arriba el vestido dejaba al descubierto su espalda y por delante apenas podía contener a sus tetas bien formadas y erectas, marcando con descaro los pezones duros de mi esposa. Claro esta que no llevaba sostén y además del vestido tan solo llevaba un diminuto tanga para no dejar marcas en su trasero prominente.

A mi me dijo que también me vistiera bien para la ocasión, ya que quería que al entrar todos nos mirasen, sobretodo a ella, ya que le daba mucho morbo que esos tíos hiciesen ilusiones con una chica bien delante del pijo de su marido.

Cogimos el coche y nos dirigimos hasta la zona donde nunca iríamos a pasear por la noche, dimos algunas vueltas hasta que me hizo parar delante de un bar cutre donde parecían que ya estaban cerrando ya que tenían algunas sillas encima de las mesas. Aparcamos allí mismo y entramos enseguida en le bar. Solo entrar todo el mundo se calló al instante y se giró hacia nosotros. Ana y yo nos dirigimos hasta la barra y fingiendo que nos habíamos perdido pedimos dos bebidas al barman.

El local estaba casi vacío, tan solo había el dueño del bar y cuatro hombres de mediana edad con pinta de obreros de la construcción. Estos desde nuestra llegada no paraban de mirar con descaro a mi mujer haciendo todo tipo de comentarios sobre lo buena que estaba:

  • Joder, que pedazo de zorra -decía uno.

  • Yo me la follaba aquí mismo delante del pijo de su marido -decía otro.

Mi mujer ya en situación, empezó a calentar al personal. Se sentó en el taburete de cara a la mesa donde estaban los mirones y cruzando las piernas hizo que la parte delantera de su vestido se corriera hacia un lado dejando ver a los tíos sus dos piernas desnudas. Yo me hacía el despistado y los tíos viendo que no hacía nada y que mi mujer les iba mirando con picardía se sentaron todos de cara a mi mujer para disfrutar sin reparo del espectáculo.

Ana vio a un lado de la sala una mesa de billar y me dijo que fuésemos a jugar pero yo le contesté que no estaba para juegos. Eso no la hizo dudar y ni corta ni perezosa de fue hacia la mesa de billar pasando su cuerpo de pecado por delante de los cabrones salidos de la mesa. Ana cogió un palo y mirando a los de la mesa empezó a subir y a bajar la mano por el palo como si lo estuviera pajeando. Aquello me puso a cien y estuve a punto de salir corriendo a pajearme pero me contuve y continué en la barra viendo el show de la zorrita de mi mujer. Dejó entonces el palo en la mesa y agachándose mostrando el culo a los de la mesa fue sacando las bolas del lado de la mesa y las iba poniendo lentamente encima de la mesa.

Los tíos se volvieron a situar de cara a mi mujer pero esta vez mucho más cerca de ella, dejándome a mi ya fuera de la escena. Vi ya como alguno ya se pasaba su mano por encima del paquete.

Ana viendo que ya los tenía a su antojo empezó a jugar al billar colocándose con las poses más provocativas que podía, ahora de cara a los tíos para enseñarle todo el esplendor de sus pechos, ahora de culo hacia ellos, dejándoles su trasero a pocos centímetros de la cara de los tíos. Se estaba empezando a calentar demasiado el ambiente. En esas que uno de los tíos se levantó y con una erección que no podía ni quería disimular se fue hacia mi mujer para darle conversación:

  • Me parece que no has jugado mucho a este juego -le dijo el.

  • No son las bolas que más me gusta tocar -le contestó Ana muy salida y puta.

  • Creo que te puedo enseñar a tocarlas mejor -siguió él con el juego.

Los otros al ver que mi mujer se estaba portando como una puta calienta pollas se levantaron y se fueron hacía ella.

  • Vamos coje el palo a ver como las metes -le dijo otro.

  • ¿Se coge así cariño? -le preguntó ella cogiendo a propósito mal el palo para que el otro se acercara a corregirla.

  • Mira pijita -le dijo él rodeándola por la espalda y clavando su entrepierna en el culo de mi mujer- se coge así y ahora te agachas suavemente para tocarla con suavidad -Mientras la acompañaba con el movimiento iba apretándole su erecta entrepierna en el trasero de Ana y aprovechaba una de las manos para sobarle una teta a mi mujer.

Con un golpe seco ayudó a mi mujer a meter la bola en uno de los agujeros.

  • Ves como así ha entrado bien la bola -le dijo él. Los otros se fueron acercando más a ella. Querían saltar sobre ella, pero mi presencia aún les cortaba un poquito. Mi mujer, que había podía comprovar el buen tamaño de aquel cabrón, quería más, y al ver que aun estaban cortados decidió subir otro nivel.

  • Lo que pasa es que estos palos no son los buenos- dijo ella.

Uno de ellos dandome la espalda le dijo al oído de mi mujer cogiéndole la mano:

  • Coge este a ver si es de los buenos - Mientras le ponía la mano encima de su paquete.

Mi mujer le bajó la cremallera y empezó a sobar aquella polla tiesa.

  • Esto ya es otra cosa mamonazo -le dijo ella.

Los otros al ver a Ana sobandole la polla la rodearon y viendo que yo no hacia nada le dijeron al dueño:

  • Cierra las puertas que vamos a jugar una partida de las buenas.

Mientras el dueño cerraba las puertas a mi espalda yo veía como los cuatro cerdos empezaban a sobar a mi mujer sin demasiado disimulo. Uno se situó detrás de su culo y iba restregando su entrepierna contra las nalgas de mi mujer. Ana que seguía sobando la polla del tío, notaba como los otros dos le iban sobando las tetas. Estaba claro que aquello tenía que terminar con mi mujer follada por aquellos hombres.

El dueño del bar, volviendo de cerrar las puertas me dijo:

  • Mira pijito nos vamos a follar a la zorra de tu mujer, ella lo está pidiendo a gritos y tu te quedas aquí quietito mirando. Vale?

Yo no dije nada ni tampoco él espero mi respuesta se fue directo hacía mi mujer y dijo al resto:

  • Venga vamos a follar que esta puta necesita verga de la buena y de paso enseñamos al niñato como se folla a su mujer.

Y luego dirigiéndose a Ana de un golpe le sacó el vestido, Mi mujer casi se cae del tremendo empujón pero entre todos la aguantaron. Ana que parecía otra le dijo:

  • Dame tu polla cabrón que te la voy a comer.

  • Tómala y no pares hasta que la leche te salga por las orejas.

Y mientras mi mujer estaba arrodillada delante del dueño del bar y con su polla entre las manos dijo a los otros:

  • A que esperáis mamones? Quiero todas las pollas fuera.

  • Pero que puta que es esta pija -dijo uno.

  • Entró buscando polla y va a tener tanta como quiera -dijo otro.

Mi mujer estaba desnuda, tan solo llevaba aún el tanga, sus pechos bien erectos no paraban de dar botes mientras repasaba con la boca y con sus manos las cinco pollas de los tíos.

Uno de ellos se subió al billar y estirándose sobre la mesa ordenó a mi mujer que se calzara su polla bien tiesa:

  • Ven aquí pijita, que te la voy a meter hasta los cojones.

Mi mujer se subió sobre la mesa y poco a poco se fue metiendo aquel nabo. El tío que no estaba para ostias la cogió por las nalgas y se la clavó de golpe.

  • Ahhhh, que bestia que eres cabrón. -dijo Ana.

  • Venga empieza a moverte puta -le dijo él.

El dueño del local se subió entonces también en el billar y poniéndose detrás de mi mujer pude ver como le iba metiendo su fina pero larga polla por el culo de Ana.

  • Toma zorra, que este estaba libre.

  • Ohhhh, despacio por favor, Ahhhhh -decía Ana.

Yo estaba que rebentaba, veía como mi mujercita estaba encima del billar ensartada por delante y por detrás, mientras no paraba de moverse arriba y abajo cada vez con más fuerza.

  • Que pollas tan buenas, Ahhhh, como necesitaba que me follaran, Ahhhh - seguía mi mujer.

Los otros tres que hasta ahora se habían quedado de pié pajeandose sus pollas, subieron encima de la mesa para que Ana les siguiese chupando sus pollas. Y ahí estaban los cinco hombres follándose a mi mujer.

El que estaba estirado empezó a avisar:

  • Ohhh, puta... que me viene.... Ahhh sigue..no pares puta. -le decía a mi mujer.

  • Vamos córrete en mi chocho cerdo cabrón.... Ahhh.... que quiero lechita calentita -le contestaba ella.

  • Ahhhh.. que me viene.....toma zorra....

  • Ohhh.. ya la noto.... Ahhhhh... sigue bombeando que me viene.... Ahhhhhhh.... -Ana se corrió de tal manera que su grito seguro que se oyó en todo el barrio.

El que se había corrido sacó su polla babeante del coño de mi mujer mientras el dueño del bar seguía bombeando el culo de mi mujer. Entonces el dueño se sentó en el billar para dejar bien expuesto el coño de Ana y dirigiéndose a los otros tíos les dijo:

  • Venga dos de vosotros, meterle a esta guarra dos pollas de golpe.

A mi mujer casi se le salen los ojos de las órbitas, nunca lo había probado y le daba miedo por el tamaño de las pollas, mucho más gordas que las del dueño.

  • No me jodáis así, de uno en uno -dijo ella.

  • Cállate zorra, que estos no es la primera vez que lo hacen con una pijita como tú -le dijo a Ana mientras la agarraba bien fuerte de su cabellera negra.

Dos de los tíos se pusieron de manera que pudiesen ensartar bien a Ana y mientras el dueño la tenía bien agarrada uno de ellos se la metió de golpe.

  • Ahhhhh... que brutos que sois -dijo mi mujercita.

El otro no tardó y se la metió también esta vez más despacio.

  • Ohhhhh.... despacio.... ahhhhh..... un poco más..... -Ana ya las tenía dentro.

Entonces los tres al mismo tiempo empezaron a bombear a mi mujer primero despacio y luego cada vez más fuerte.

  • Ahhh..que bueno.... cuanto nabo..... que me viene....Ahhhhh....- Ana se estaba corriendo otra vez.

  • Sigue puta que me corro.... Ahhhhh.... -le dijo el dueño que se estaba vaciando dentro de su culo.

  • Dámela toda cerdo..... Así... ohhhh... vosotros no paréis....Ahhh...... - como estaba gozando la zorra de mi mujer.

El otro que se había quedado de pié se acercó a Ana para correrse encima de sus pechos.

  • Toma lechita zorra.... Y ahora limpiármela bien - le dijo a Ana.

Ella se la metió en su boquita para chupar y tragar los restos de semen de aquel gordo que no podía creer que una belleza como mi mujer se la estuviese chupando y encima sin pagar.

El dueño del local se levantó dejando a mi mujer con los otros dos tíos encima metiéndole sus pollas por su coñito. Y en un momento los dos se levantaron y dirigiendo las pollas hacia mi mujer se vaciaron encima de ella, por su cara, por su pelo, por sus pechos, toda Ana estaba llena de zumo de polla. Mientras ellos se corrían mi mujer aún se metía los dedos para correrse de nuevo por tercera vez en aquella noche.

  • Ahhh... venga dádmela toda cabrones.... Ohhhh.....que gusto....Como me habéis dejado.....

Así se quedo ella, tendida en la mesa de billar, extasiada de placer y toda llena de la leche de aquellos hombres.

Los hombres se empezaron a vestir mientras el dueño le decía a mi mujer:

  • Venga puta, vístete, y llévate al cabrón de tu maridito a casa para que se corra.

Ana se levantó, se vistió como pudo y así nos fuimos de aquel bar de mala muerte.

Antes de irnos pude oír al dueño como decía a mi mujer:

  • Una puta como tú se merece que le den verga de la buena. Cuando quieras vienes y te follamos como te mereces.

No hay que decir que al legar al coche me corrí allí mismo.