Visita a la Feria de Sevilla (I)

Una historia real que empezó siendo un viaje de trabajo y terminó siendo mi primera experiencia seria de sumisión. Siempre me habían repateado los chulos y ahora iba a ser usado por uno de ellos. (sumisión, fetichismo, morbo)

Me llamo Jose y tengo 29 años. Mido 1.85 y soy delgado. Fuerte pero sin musculitos. Un tío normal, masculino y más bien calladito.

He empezado a tener relaciones con tíos apenas hace 4 años con un futbolista que estaba casado y me enseñó a disfrutar sin complejos. Hace unos meses conocí a Paul, un policía nacional muy morboso que me comenzó a enseñar a ser sumiso y descubrirme a mí mismo disfrutando de dar placer a otro macho.

Este año, de premio por trabajar mucho, me han invitado a acompañar a mi jefe y a su mujer a la Feria de Sevilla. Sería un buen plan de no ser porque estaría con la gente de nuestro mejor cliente en la zona sur. Parecía aburrido pero acabó siendo una experiencia con la que todavía estoy flipando y por eso os la quiero contar obviando los nombres reales.

Al llegar a la estacion del AVE no estaba esperando nuestro anfitrión. Cayetano, un hombre de unos 45. Alto y con el pelo muy negro peinado hacia atrás. Unas anchas patillas y unos labios finos que junto a su cara angulosa le daba aspecto de cabrón de no ser por su permanente sonrisa muy blanca.

Mi jefe y Cayetano junto a sus esposas pusieron camino al recinto ferial mientras a mí me llevarían después de dejar su equipaje en el hotel, al apartamento que la empresa tiene para cuando vamos a trabajar a la capital hispalense. Sería mi casa durante los cuatro días que iba a pasar en Sevilla.

El chaval que me llevó desde la estación era el responsable de almacén de nuestro cliente. Tendría unos 28 años y vestía pantalón y botas de trabajo con un polo gris del que sobresalía una pelambrera importante adornada con un cadenón de oro. Llevaba el pelo muy rapado y tenía una barba de dos días muy negra. Se llamaba Pedro y resultó ser un cani que es así como les llaman a los macarras chandaleros por allí abajo.

Durante el trayecto me fue contando algunas curiosidades de la Feria.  Me dijo que el iría un par de tardes que le daba la empresa a la caseta del jefe.  Se le veía muy agradecido a don Cayentano por haberle dado aquel trabajo cuando su padre que también trabajaba para él, falleció. Así podía sacar a su madre  y sus dos hermanitos adelante.

Él me contaba su vida mientras yo intentaba mirar de reojo su paquete abultado. Entonces me recordé que estaba allí por trabajo y sería mejor olvidarme de cualquier connotación sexual mientras estuviera de viaje con un cliente y mi jefe.

El resto del día fue la toma de contacto con la caseta e Cayetano y sus muchos amigos con los que la compartía. Por la tarde renuncié a ir a los toros, no sin cierta mirada de reproche de mi jefe y me fui al apartamento a descansar un rato antes de volver para la cena.

La verdad es que la feria de noche era muy distinta. El color había dejado paso a la luz como protagonista y a medida que me iba acercando a la caseta aumentaban las chicas elegantes y los hombres con traje muy ceñido.

Dos horas después el rebujito, una mezcla de manzanilla y refresco de lima, hacía su efecto y me arranqué a bailar unas sevillanas con la mujer de Cayetano. La sonrisa de mi jefe era de aprobación en la línea de "tenemos que tenerles contentos" que era lo que me había dicho en el AVE como única consigna.

Al terminar la cuarta sentí la mirada de Cayetano en mi espalda. Le mire y volvió la suya hacia su mujer forzando una sonrisa y unas palmas. Seguramente me habría equivocado. Nunca supe interpretar las miradas de interés de otras personas.

El caso es que después de bailar me dirigí a la barra a pedir algo para refrescarme cuando un brazo me cayó por encima del hombro.

  • Manolo, ponle aquí una copa a mi amigo de Madrid- El camarero dejó lo que estaba haciendo y se puso a atender solicito.

  • ¿Qué desea tomar?- Yo me quedé un poco pensativo mientras los hombres esperaban mi repuesta.

  • Ponle un escocés como el mío- Le dijo Cayetano agitando su vaso.

  • Gracias pero no bebo Whisky- Dije con el tono más cortés posible.

  • No pasa nada hombre- Me sonrió Cayetano y cuando ya pensé que había pasado el compromiso me espetó. -Pues hoy lo vas a probar- Su cara se había puesto algo más rígida y se asomó una sonrisa pícara que no supe cómo interpretar de nuevo. La cuestión es que accedí y brindamos por la Feria mientras empezó a contarme la satisfacción de ver a su familia reunida junto a sus empleados y bueno proveedores como nosotros.

  • Se nota que todos te aprecian. No veas como Pedro habla de ti y de la empresa- Le dije en un momento de sinceridad provocado por el whisky que después pensé que podía ser interpretado como un burdo peloteo. En todo caso parece que lo agradeció y sonriendo me mantuvo la mirada unos segundos hasta que apareció Pedro. Esta vez venía con un traje que le sentaba muy bien pero mantenía el aura de macarrilla disfrazado.

  • ¿Qué pasa Pedro? ¿Te has traído a la familia?- Le dijo Cayetano mientras le ponía el brazo sobre el cuello para atraerle hacia él. Pedro visiblemente incómodo a 5 cinco centímetros de la cara de su jefe señaló a su mujer estaba en una mesa.

  • Ah muy bien. Ahora voy a saludarla. Oye Pedro- Me señaló con un dedo y le indicó - Que lo le falte de nada aquí a mi amigo-

  • Claro don Cayetano- Respondió Pedro con una sonrisa más bien forzada.

En cuanto nos quedamos solos pegó un trago a su zumo de piña y no pudo evitar decir - Cuando bebe no le soporto. Se pone muy pesado -

Yo traté de quitarle importancia y le dije - Bueno cuando bebemos todos nos ponemos demasiado contentos pero es Feria ¿no?-.

  • Bueno voy a saludar a la jefa consorte también. Si necesitas algo lo que dijo el jefe: me lo dices- Y se fue.

La verdad es que el mucho alcohol me tenía un poco despistado para interpretar el malestar de Pedro y también el empecinamiento de Cayetano porque bebiera su Whisky.

Mientras iba y venía pillé un par de veces al anfitrión mirándome a través de la gente. Definitivamente algo le pasaba conmigo. Deje de beber para estar algo más en guardia y comencé a pensar en un problema de trabajo que tuve en cierta ocasión con su director financiero, un déspota en toda regla, al que tuve llevar técnicamente la contraria y desde entonces dejó de hablarme. Ya me quedé preocupado así que cuando mi jefe decidió irse aproveché la ocasión.

  • Si no te importa que mi mujer les acompañe a su hotel y yo te llevo en un rato cuando cerremos- Dijo en tono más de afirmación que de pregunta. Nos quedamos solos y sin preguntarme ordenó otros dos escoses con hielo.

  • Bueno, ¿Qué tal tu primer día de Feria?- Y aprovechando que teníamos detrás la pared fue pasando su mano por mi espalda hasta llegar al culo. Fue sólo un momento pero lo suficiente para confirmar lo que no quise ver el resto de la noche. Lo que quería era follarme. Me temblaron las piernas de estar allí en aquella situación con un cliente. Él como si nada se fue a la puerta despidiendo a muchas de las parejas que comenzaban a desalojar la caseta. Seguí charlando con los conocidos que todavía estaban por allí pero ya sólo pensar en qué hacer.

De nuevo Cayetano se acercó y poniendo su lengua entre los dientes me miró fijamente. - Chaval, hay que mea el alcohol que mañana ya verás. ¡Vamos!- Esta vez el tono de chulo había aumentado y seguí su dedo que señalaba a los baños. Entró después de mí y con toda naturalidad se puso a mear a mi lado mientras me contaba un chiste de leperos.

No quería pero acabé mirando un momento a su polla que estaba lanzando un chorro en ese momento. Antes de devolver la mi mirada a la pared le vi sonreír con cara de cabrón. - Chaval mira- Y estirando el slip blanco dejó caer una gotas en él antes de ponérselo en su sitio. - Espérame en la puerta que cojo una botella y te acerco a ese picadero que tenéis en tu empresa. Se rio de su gracia y me dejó allí meando.

Todavía las calles con nombres de torero estaban llenas de gente. Salió de la caseta y nos fuimos en busca de un taxi. Volvimos a hablar de lo buena gente que tenía trabajando con él. - Son una panda de hijos de puta. Me tienen miedo así que nunca se muy bien lo que piensan y si me dan la razón como a los locos. Y ¿sabes? yo busco gente comprometida, que esté dispuesta a entregarse-.  Sin duda la conversación tenía una lectura distinta a la que estaba escuchando el taxista.

En cuanto entramos en el ascensor me puso de espalda y rozándome el culo con el paquete me dijo al oído. - Se lo que quieres. Lo llevas deseando todo el día. Y te lo voy a dar-. Se me escapó un gemido que el recibió con una carcajada.

Abrí la puerta y entró delante de mí como "Cayetano por su casa". Se sentó  el sofá y me pidió dos vasos y hielo. Desde el ascensor no acerté a decir ninguna palabra más. Tampoco parece que lo necesitara y por primera vez en el día estábamos en silencio. Se sirvió una copa y colocó los pies sobre la mesa.

  • Descálzame y dame un masaje que estoy molido- Mientras me sonreía con auténtica cara de carbón morboso. Así que me puse tímidamente a tocarle los pies. Estaban húmedos y me daba un poco de reparo. Llevaba unos calcetines de ejecutivo algo trasparentes. A medida que presionaba más notaba como su cara se iba relajando. No podía creer que estuviera a los pies de un pijo sevillano con cara de cabrón pero mi rabo duro me decía que me lo fuese creyendo.

  • Vaya chaval parece que a tu polla le van gustando ¿no?- Y con un nueva mirada fija en la mía acercó su pie derecho hasta metérmelo en la boca- Empecé por besarlo para trasmitirle el calor de mis labios. Después me los introduje todo lo que pude hasta conseguir los cinco dedos dentro. Se incorporó abriendo mucho los ojos y apretando el pie hacia mi garganta.

Caliente perdido me puse a quitarle los calcetines. Me los quitó de las manos para pasármelos por toda la cara. Me dejaba un rastro húmedo y su olor por todas partes. Volví a gemir con la respiración entrecortada. Después me los metió en la boca y la apretó. - Saboréalos cerdo- Y lo hice. El sabor era sutil pero inconfundible a macho.

Dio un nuevo trago y se puso en pie. Me cogió por el pelo para que yo también le siguiera. - Bien perro, vas a desnudarme y hacerme una buena limpieza para que conozcas todos los rincones de tu macho-. Era exactamente lo que yo quería en ese momento. Le quité la camisa y aprovechando su invitación al levantar un brazo metí mi nariz en su sobaco peludo y húmedo. Joder aquello fue la gloria, para quedarse a vivir allí. Después de varias horas conservaba el look de recién salido de la ducha pero sus sobacos olían a macho salido. Después de la nariz fue la lengua con la que se los limpié durante un buen rato mientras Cayetano bramaba como un toro.

Me agarró la cabeza y me fue guiando por sus pezones y su barriga que sabían salados. Le gustaba sentir mi lengua por los costados y se retorcía de vez cuando dándome un pequeño tirón de pelos. Cuando hizo que me arrodillara le vi desde el suelo y la verdad que su cara de cabrón y pecho peludo me tenían loco. Me arrastró la cara por su paquete. Un slip blanco que le sentaba muy bien y que olía a meado y también a sus pelotas sudadas. Me tuvo un buen rato esnifando para después obligarme a pasarle la lengua por ingles húmedas. El cabrón se retorcía cuando llegaba a los límites del calzoncillo rozándole con mi lengua.

Con una mano me apretaba la cabeza mientras que con la otra se descubría unas pelotas llenas de vello negro y algo brillantes por el sudor. Me clavó la nariz en su pubis y  restregó su rabo y pelotas por la cara obligándome a cerrar la boca. Quería sentir sólo mis labios. Le fui besando los cojones hasta que descubrió un rabo ancho y venoso que seguí besando.

Me separó un poco la cara para tirar hacia atrás de su prepucio que dejó al aire un capullo enorme y con más olor a macho todavía. Me pidió que la pasara la lengua por las pelotas y el rabo así que por primera vez caté sus sabores más íntimos. Una mezcla de sudor de macho y un rabo que había babeado en algún momento de la noche. No podía más así que saqué la polla y me puse a pajearme. Él con un manotazo me lo impidió y me la clavó sin previo aviso en la garganta. Me folló la boca unos minutos mientras mi saliva me caía por la barbilla y apenas podía respirar.

De pronto me la sacó y empezó a pejearse delante de mi boca. Me encanta ver un tío con su manubrio en la mano desde tan cerca. Mientras me llegaban sus efluvios yo sacaba la lengua para darle pequeños toques en la punta lo que le volvía más loco. Cerré los ojos y no tardé en sentir su leche caliente por toda la cara.

Mientras recuperaba la respiración se cogió el rabo y me lo pasó por la cara llena de leche hasta metérmelo en la boca a lo que en principio me resistí. Seguí mirándole a los ojos mientras su leche salía de mi boca hacia el rabo y volvía a entrar en él.

  • Dime- Le oí contestar al teléfono mientras yo seguí con la operación. - Si voy ya de camino que me he entretenido un poco pero tú acuéstate. No me esperes-. Colgó y me miró mientras dejo caer un lapo sobre su polla. Yo no supe que hacer pero él rápidamente me  metió en la boca su polla flácida y mojada.

  • Llévame al baño- Me siguió por la casa y ante el inodoro se me dijo.- Sujétamela y cuando acabe me la limpias-

Su rabo estaba todavía morcillón y noté como la meada lo atravesaba hasta que con una bofetada me hizo ver que tenía que apuntar porque estaba meando todo el water y la alfombrilla. Estuvo meando más de un minuto y cuando paró se giró hacia mí. Me arrodillé y le limpié el rabo con todos sus sabores juntos: su leche, su meo y su sudor. Era la primera vez que lo hacía pero me encantaba limpiar a aquel macho.

Se miró con detenimiento y me llevó la cara un resto de leche que había en su muslo. Primer lo lamí y luego lo escupí a la taza.

  • Venga pues me vistes y mañana te recogerá Pedro para llevarte a la caseta sobre las tres- El resto del tiempo permanecimos en silencio.

Cuando se fue me vi a mi mismo en un espejo: desnudo, empalmado y con la cara brillante con todos los olores desde su pies a su rabo. Me hice dos pajotes seguidos recordando cómo aquel chulito casado me había utilizado y me dormí rendido.