Visiones Ama-esclavo (fragmento)

Traducción de un fragmento de "Un regalo de James" ("A Gift From James" de Chris Bellows) ofrecido gratuitamente por Pink Flamingo Publications

Un regalo de James  (fragmento)


Título original: A Gift From James

Autora: Chris Bellows (c) 2001

Traducido por GGG, marzo de 2004

James

Dormir resultaba difícil. Había un acolchado de espuma en el fondo de la jaula pero mi peso hacía que las rodillas empujaran contra la dura superficie de acero de abajo. Además, los humanos no duermen habitualmente a cuatro patas.

Después de una hora o así aprendí que podía girarme a un lado, bajar las caderas y tumbarme pese a que mis muñecas estuvieran enganchadas. Fue entonces cuando pude dormir.

En algún momento, en mitad de la noche, D se levantó. Fue al baño, salió y tiró una manta dentro de la jaula. Trajo un cuenco con agua de la cocina. Cuando lo deslizó por una pequeña rendija de la parte delantera estiré la cabeza hasta que pude besarle la mano con gratitud. Sonrió reconocida, me acarició la cabeza y volvió a la cama.

Me desperté a menudo. La manta se había deslizado y no me cubría lo suficiente. Era frustrante que no fuera capaz de colocarla bien con las muñecas enganchadas. No solo estaba en una posición incómoda sino que tenía hambre. D no me había dado de cenar. Me encontré relamiendo el cuenco para evitar los sonidos de mi estómago gruñón. Finalmente, cuando el dormitorio empezaba a brillar con el sol naciente, me volví a despertar e instintivamente supe que no podía volverme a dormir. Los dolores del hambre combinados con la difícil postura no me permitirían descansar más.

De modo que volví a mi posición arrodillada y observé como D dormía. Era maravillosamente angelical cuando dormía. Su abundante pelo negro se desparramaba por la almohada enmarcando un rostro, que en su tranquilidad parecía haber sido cincelado por un maestro de la escultura. De vez en cuando se movía y por un instante las sábanas se caían y exponían sus pechos a mi mirada. Perfectamente formados, ni grandes ni pequeños, recordé la primera vez que esta mujer hermosa y rara me permitió disfrutar de sus encantos, lamiendo y mordisqueando los pezones que encontré maravillosamente táctiles.

Luego sentí en lo profundo de mi bajo vientre la punzada de esa mágica válvula masculina y cuando miré hacia abajo otra vez observé que mi pene se endurecía lentamente. Mirarlo hacía que se acelerara su hinchazón y me di cuenta de lo salido que estaba, empalmado incluso sin la ayuda del tapón anal.

Allí estaba arrodillado. Esperando tranquilamente que D saliera de su somnolencia. Preguntándome cuando comería y que extrañas cosas tendría que soportar para aliviar mis abundantes hormonas. Y con la vejiga llena una vez más...

D

Los sábados me acuesto tarde. Y este sábado dormí bien.

Con la luz de la mañana me desperté dos veces para echarle un vistazo a James arrodillado pacientemente en su jaula, esperándome. Con semejante visión reconfortante de mi poder y control, me di la vuelta y dormí más sonoramente. Sabía que tenía hambre, no habiéndole dado de comer deliberadamente la noche anterior. También sabía que no podía colocarse en el suelo acolchado de la jaula. Por eso, cuando me daba la vuelta imaginaba a un James muy hambriento y con la vejiga llena, saludándome ansioso cuando decidiera levantarme. Me sonrojé solo de pensarlo y volví a caer en un sueño profundo.

Finalmente, con el brillante sol de la mañana iluminando el dormitorio, miré al reloj. Eran más de las 9:00 de la mañana y había cosas que hacer.

El avión de la doctora Alice tenía programado un aterrizaje temprano y James requeriría atención.

Duermo desnuda, así que cuando me deslicé fuera de la cama sabía que James disfrutaría bastante del espectáculo. Pero yo no era tímida, y añadirlo a su tormento era divertido. Podía mirar pero eso era todo. Me pregunté si se habría dado cuenta de que su pequeño pene no iba a entrar en mí durante bastante tiempo.

Bien, mejor dejar que mantenga la esperanza, pensé para mí. Su entrenamiento avanzará mucho mejor con la esperanza eventual de la cópula. Que la habrá, pero bajo nuevas condiciones. Mis condiciones.

Así que me deslicé fuera de la cama y dediqué al cachorro una graciosa sonrisa. Sus ojos me siguieron y me alegró encontrar que mi orden de silencio estaba siendo obedecida. Lentamente me encaminé al baño. Sabía que le gustaban mis pechos y para mi alborozo ya estaba empalmado. Mi cinta parece funcionar, pienso para mí, y después de solo dos sesiones. Mi análisis es correcto. James es bastante susceptible a la sugestión subliminal.

Dejo la puerta del baño abierta y orino facilitando más sonidos sugerentes. Luego el espectáculo se acaba cuando me pongo la bata y vuelvo a la jaula.

"¿Qué te parece un paseo?" sugiero, sabiendo que los músculos entumecidos debían ser ejercitados.

Asiente ansioso y tomo su caperuza, collar y correa del vestidor. Eso me hace acordarme de mi arnés, que se encuentra al lado, en el cajón superior del vestidor.

Sí. Un mensaje ominoso, pienso para mí. Me hago con mi juguete favorito y me dirijo a la jaula. Allí cuelgo sin decir palabra el arnés en la esquina delantera. Firmemente acoplado a él está el 'dilatador de hombres', el nombre de mascota que asigno a uno de los mayores falos de goma que se pueden conseguir.

Resulta deliciosamente perverso, y James lo mira con desesperación. ¿Le oigo tragar saliva?

Pero todavía no está preparado. Los días de dilatación y apertura de su trasero necesitan aún ser asumidos. Quizás parezca extraño que él colabore cuando le vuelvo a poner la capucha en la cabeza. Pero ¿qué opciones tiene? Sin capucha no hay paseo. No tengo ninguna prisa en abrir la jaula. La necesidad es suya. Así que otra vez está encapuchado, luego con collar y una vez que no puede ver recolocar sus muñecas no supone esfuerzo. Además si se hubiera resistido la jaula está bien acolchada.

Cuando le ato las muñecas le coloco un cordón entre ellas de menos de un pie (unos 30 cm) de largo. Y lo mismo en los tobillos. Sirve como recordatorio permanente de que está esclavizado, casi cualquier movimiento está limitado por los cortos cordones. Hace que se sienta maravillosamente arrastrado y humillado, puesto que solo puede avanzar sus rodillas y manos el corto espacio que permite el cordón. Y, por supuesto, me proporciona un elemento de seguridad,  en el caso de que James decidiera poner fin a nuestro pequeño juego de forma prematura.

Le hago dar vueltas por el apartamento durante un tiempo, luego le llevo al baño. Allí la bañera sirve como sitio adecuado para abluciones y acicalamiento. Lucha de algún modo para meterse dentro, pero le ayudo tirando de la correa.

"Limítate a usar la bañera, James. Haz lo que tengas que hacer, luego te lavaré por abajo, te afeitaré el pubis y seleccionaré un tamaño agradable para insertártelo. Mi amiga la doctora va a visitarnos. Quiero que estés presentable."