Visión, sueño y realidad.
Como por fin, después de mucho tiempo, pude cumplir mi gran sueño en una granja, con dos de sus animales.
Hola, mi nombre es Juani. Tengo 37 años, y os escribo para contaros una vivencia que tuve hace unos meses, en una de esas granjas con animales o casas rurales como ahora las suelen llamar, en la cuál por fin, pude llegar a realizar un sueño que desde hacía mucho tiempo rondaba por mi cabeza.
Todo venía desde que un año en el cual y durante las fiestas patronales de un pueblo, pude asistir allí a una concentración de jinetes y caballos, en la cual el objetivo principal era el de desfilar después montados en ellos por las calles del pueblo para que los pudiesen ver toda la gente.
Yo como desde siempre me han encantado los animales, en cuanto vi tanto caballo junto en aquella gran explanada, aunque escaseaban los árboles y el día era muy caluroso, decidí quedarme a mirar bajo uno de ellos para ver como transcurría todo aquel bonito espectáculo.
La verdad es que se podían ver caballos de todo tipo y colores y yo tuve la suerte de poder estar bien cerca de uno de ellos de color castaño, ya que debido al calor y a la espera de que llegasen algunos más, uno de los jinetes se vino allí junto a mí con el suyo, para estar también a la sombra.
En cuanto lo vi acercarse con él, mi cara se iluminó, y una vez que lo tuve tan cerca, ya no me pude contener y le pregunté al jinete, si me permitía tocar y acariciar al caballo un poco, a lo que él desde arriba me contestó que no había ningún problema, ya que el animal era muy bueno y dócil.
Así que dicho eso, le puse una de mis manos sobre su testuz, y se la empecé a acariciar, al igual que hice también con sus orejas cuando enseguida agachó la cabeza. Después me fui hacia su costado y le fui dando unas suaves palmaditas sobre sus cuartos traseros. A todo eso, el jinete seguía allí arriba impasible preocupándose tan solo en cómo iba la organización del evento.
Entonces yo, como nunca había visto tan cerca a un animal así, empecé a fijarme en toda su anatomía. Así fui mirándole bien aquellos grandiosos huevos negros que tenía allí colgando entre sus patas, así como toda la parte de su polla, la cual aunque la tenía escondida entre aquellos grandes pliegues negros, sí que pude darme cuenta como de vez en cuando, iba sacando y escondiendo aquella punta afilada y puntiaguda, la cual empezó a ir poniéndome muy nerviosa y fue creando en mí una curiosidad que no era otra que la de podérsela ver toda fuera en alguna de aquellas ocasiones, si sacaba para mí un buen trozo al exterior.
Al cabo de un instante y tal vez debido a lo tranquilo y fresquito que se estaba allí bajo el árbol, el caballo pareció escuchar mi súplica y de sopetón sacó un buen cacho de polla de unos 20 cm que me dejó alucinada por la forma en que lo hizo y por el grosor que tenía.
En ese momento mi cuerpo recibió como una descarga eléctrica y empecé a sentirme muy caliente, por eso, al ver que el jinete desde allí arriba no se estaba enterando de nada y allí alrededor no había nadie, me atreví a darle otras palmaditas, aunque en esta ocasión, sobre su bajo vientre, cosa que el caballo me agradeció enseguida sacando para mí otro trozo más de polla con un ya formado glande de color rosado y negro, como jamás había visto.
Ahora, aunque la seguía teniendo flácida, su polla había adquirido ya unas dimensiones extraordinarias y aquello parecía que aún podría ir a más, lástima que, en aquel preciso momento, algunas personas desde lejos se dieron cuenta de como se había puesto el caballo, y empezaron a reírse y a señalar hacia donde nos encontrábamos, por lo que por vergüenza me tuve que cambiar de sitio disimuladamente.
Luego tras una orden, los jinetes se fueron colocando para empezar el desfile. Al ir pasando todos ante mí, vi que al caballo ya se le había pasado el calentón, cosa que a mí no me había ocurrido todavía, y tras saludarme el jinete al verme de nuevo, decidí marcharme de allí, aunque en mi retina seguía estando muy presente la polla de aquel caballo que llegué a tener tan cerca pero que me había dejado con las ganas de vérsela toda fuera, bien tiesa y dura.
Aquella vivencia y esa gana siguió conmigo durante mucho tiempo y la verdad es que para mí era ya toda una obsesión. Por eso un día, decidí afrontarlo y acabar con eso, y ya que ahora estaba tan de moda eso de irse a vivir unos días a una granja con animales en plena naturaleza, decidí informarme sobre alguna de ellas y entre todas las que encontré vi una que cumplía todos los requisitos que deseaba, ya que tenían un caballo junto a muchos más animales.
Así que en cuanto nos pusimos de acuerdo tanto en el precio como en los días, enseguida les dije que sí, y tras preparar mi maleta, me fui para allá. La granja estaba en las afueras de un pueblecito de montaña y yo iba a estar sola en la casa, ya que sus dueños tan solo vendrían una vez al día y en horas concertadas, para hacerse cargo del cuidado de los animales.
A partir de ahí, todo aquello quedaría a mi entera disposición. Cuando llegué vi que todo era muy rural, pero a la vez precioso. Así que, tras contactar con los dueños, me vinieron a recibir y me estuvieron enseñando la casa y sus alrededores. A continuación, me llevaron hasta el cobertizo o establo y me enseñaron los animales que tenían, aunque yo tan solo me fijé en un perro el cuál desde que llegué no se había apartado de mí, y en un caballo de color castaño que tenían al fondo del establo.
La verdad es que su estampa era estupenda. Tenía un pelo liso y suave el cuál, al ser tan brillante, llamaba mucho la atención. En lo demás no pude fijarme mucho más, puesto que estaban allí presentes sus amos, pero pensé que ya tendría tiempo de hacerlo en cuanto me quedase a solas con él.
Luego me entregaron las llaves y se despidieron hasta el día siguiente ya que ese día habían cuidado ya a los animales. Después, una vez a solas y en la intimidad de la casa, decidí darme una ducha para relajarme un poco del ajetreo del viaje, y mientras lo hacía no paraba de pensar en todo momento, en lo bien que me lo iba a pasar allí con tantos animales a mi disposición, aunque por ahora en mi mente, tan solo existiese uno.
Todos esos pensamientos empezaron a calentarme de tal modo, que al final tuve que ir llevando mis manos enjabonadas hasta mis redondeadas tetas para empezar a sobármelas como una loca. Después, tras pellizcarme los pezones, fui bajándolas por mi vientre hasta llegar a mi entrepierna, y una vez allí, fui metiendo cada uno de mis dedos dentro de mi ardiente raja, hasta acabar corriéndome bajo los chorros del agua.
Una vez terminé y salí de la ducha, me estuve secando con la toalla y en uno de esos movimientos que hice, al agacharme para coger mis braguitas del taburete, noté por entre mis muslos algo húmedo y muy frío, el cual en aquel momento no supe bien qué podía ser, por eso me giré asustada y al ver al perro, supuse que podía haber sido él con su hocico el que había estado por allí intentando olerme el coño puesto que en el baño no había nadie más.
Aun así, no supe reaccionar, y lo único que se me ocurrió fue salir de allí lo más rápido posible, aunque llevando ya en mi mente a otro animal más para investigar durante aquellos días que iba a pasar allí. Seguidamente me estuve vistiendo en mi habitación ante la insistente mirada de aquel gran pastor alemán, y una vez acabé, decidí ponerme a comer algo.
Luego, tras reposar un poco la comida y ya tendida en la cama, empecé de nuevo a recordar todo lo ocurrido y enseguida me puse otra vez muy cachonda, teniendo que acabar de nuevo masturbándome ante aquel animal, el cual como siempre me había seguido y se encontraba allí sentado junto a la puerta como queriéndome decir que él también quería participar en todo aquello.
A continuación, como no le hice caso, se tumbó en el suelo y con su lengua se empezó a lamer toda la polla, la cual al tenerla fuera de la funda pude verle que era de color rosada y que estaba llena de venas, cosa que, al no haber tenido nunca perro, me dejó algo perpleja y nuevamente sofocada, por lo que pensé que aquellos días que iba a pasar allí, iban a ser muy intensos para mí.
Después me vino a la mente lo que realmente me había llevado hasta allí, y me dirigí enseguida muy decidida hacia el establo, en el cual estaba esperándome aquel estupendo semental que en cuanto me vio entrar, se puso a relinchar y a resoplar como si quisiera darme la bienvenida.
Yo con tan solo mirarlo ya me daba por satisfecha, pero en el fondo sabía muy bien que quería algo más de él. Así que, de momento me quedé allí parada junto a él, y empecé, ahora sí, a examinarlo bien, tal y como hice aquel día con aquel otro caballo durante las fiestas de aquel pueblo, aunque en esta ocasión sin ningún impedimento de por medio. Así, me dediqué a contemplar sus grandes huevos y luego toda su zona de placer, por la que tarde, o temprano, sabía que iba a aparecer aquella grandísima polla negra que, desde hacía tanto tiempo, era lo que más anhelaba.
A continuación, y aunque con recelo decidí ir acariciándole ya todo su vientre, para que desde allí poco a poco pudiese ir acercándome cada vez más a todos sus órganos sexuales, para poder averiguar por fin, como sería su tacto. Una vez lo conseguí, con una de mis manos fui masajeándole suavemente aquellas dos grandes bolas negras, las cuales noté muy suaves y mullidas, y al ver que el animal no reaccionaba mal y hasta parecía que le gustaba, se la fui acercando más hasta la zona de la polla. Allí continué con los masajes hasta que vi como enseguida y tras unos resoplidos por su parte, le empezó a salir toda la punta por entre aquellos grandes pliegues, que poco a poco, se iban abriendo para dar paso a que le saliese un trozo más.
Una vez visto eso, me animé con los masajes y el animal me lo agradeció sacando otro cacho más de carne al exterior. Ahora ya debía de tener fuera casi medio metro de aquella palpitante herramienta que, aunque todavía seguía flácida, yo seguía contribuyendo en dicha operación cogiéndosela y estirando de ella hacia fuera, para conseguir vérsela toda al completo.
Ahora, aquella punta afilada del principio se había convertido ya en toda una grandísima seta, la cual tenía justo en el centro, un gran orificio por el que le empezaba a salir ya un líquido viscoso pre-seminal, el cual, por curiosidad, decidí probar cogiendo un poco con la punta de uno de mis dedos. A continuación, con alguna saliva y con ese mismo líquido haciéndolo servir de lubricante, fui extendiendo mi mano por todo lo largo de aquella cosa, desde el glande hasta la base de los huevos.
La verdad es que era una pasada, yo no había tenido nunca entre mis manos ni había tocado jamás una cosa tan gorda y tan larga como aquella. Luego a partir de ahí, vi que el caballo empezaba a ponerse muy nervioso y su polla muchísimo más dura y tiesa que antes, tanto que empezó a golpearse con ella sobre el vientre, cosa que me hizo coger miedo y aunque estuviese deseando seguir, decidí parar y dejarlo para otro día en el que estuviese más tranquilo.
Luego, de camino a casa, me fui notando muy mojada y era porque tras lo ocurrido allí, mi coño había ido soltando un líquido pre-seminal y había hecho que mis braguitas estuviesen más que húmedas. Por eso en cuanto llegué me las quité enseguida y las tiré sobre el taburete, mientras que me estuve lavando y me puse otras nuevas. Cuando regresé a recogerlas, vi que el perro estaba lamiendo sin parar todos los jugos que habían impregnados en ellas, por lo que sin saber porque, me empecé a poner otra vez muy cachonda y decidí hacerme allí mismo un dedo tendida sobre la cama de la habitación. Para ello cerré los ojos y me fui introduciendo los dedos uno a uno dentro de mi coño muy despacio para después poco a poco ir agilizando los movimientos hasta acabar haciéndolo frenéticamente.
Entonces, cuando estaba ya a punto de correrme, volví a sentir de nuevo aquel hocico frío y húmedo, al igual que una lengua larga y rasposa que no paraba de lamerme la mano y los dedos sin parar. Así que, aunque no lo había hecho nunca, se me ocurrió dejarlo seguir solo, y separándome los labios exteriores del coño con los dedos, le dejé el terreno libre para que disfrutásemos los dos mucho mejor. El animal enseguida guiado tal vez por mi embriagador olor, empezó a lamerme con su larga lengua toda la zona de mi raja y del culo, haciéndome sentir enseguida algo muy especial y bueno que hasta entonces no había sentido nunca, y es que con cada lamida que me daba, me abarcaba todo el coño y todo el agujero del culo, por lo que el placer que me proporcionaba era doble, por eso no pude aguantarme por mucho tiempo, y enseguida tuve el mayor orgasmo de mi vida, el cuál propició que con las convulsiones de mis muslos, en una de las ocasiones aprisionase entre ellos sin querer, la cabeza del perro y éste asustado, se marchara a su sitio en cuanto pudo hacerlo, para quedarse allí expectante desde la puerta.
Al darme cuenta de lo ocurrido me dirigí hacia él con cuidado y le empecé a hablar y a acariciar, como queriendo pedirle perdón. El animal pareció entenderlo y al momento se tumbó en el suelo muy relajado. Luego empezó él solito a chuparse la polla, dándome a entender tal vez, que no se había quedado satisfecho con tan solo chuparme el coño. Yo ya había perdido la cuenta de los orgasmos que había tenido ese día y eso solo era el principio.
Como ya os dije, yo nunca había tenido perro ni sabía nada sobre ellos, por eso a partir de ahí, decidí informarme por internet y tras encontrar alguna página sobre zoofilia, pude ir viendo todo lo que podíamos ir haciendo los dos para satisfacernos mutuamente.
Al día siguiente y a la hora acordada vinieron los dueños, y tras limpiar bien el establo y dar de comer a los animales, se despidieron de mí y se marcharon. Ahora ya no existía ninguna otra distracción más para mí, y por mi cabeza solo rondaba la idea de disfrutar a tope con mis dos nuevos amigos, aunque al ver lo que había ocurrido con el caballo, se me ocurrió que podía llevarle algunas zanahorias o algún terrón de azúcar, para calmarlo si se ponía nervioso.
Así que una vez preparé todo me fui para allá. Cuando llegué vi que el animal estaba muy relajado y comiendo plácidamente, por eso, aunque le empecé a acariciar de nuevo toda la zona genital, no me hizo mucho caso, aunque aún así, al momento empezó a sacar aquella punta negra de su polla la cual me tenía enamorada. Tras unos cuantos meneos más, enseguida sacó otro trozo más, dándome así la posibilidad de poder cogérsela con una mano y estirar de ella con cuidado para intentar sacársela toda al exterior.
Una vez lo conseguí y vi aquella grandísima polla con su correspondiente glande tan cerca de mí, como ya había visto alguna que otra película porno sobre eso, me entraron ganas de tocársela bien, así que tras ensalivarme bien las manos, empecé a hacerlas resbalar sobre aquella gran barra de carne palpitante y caliente de arriba abajo, para después ir acercando a mi boca aquel glande rosado y negro, para que con la punta de mi lengua pudiera empezar a lamérselo justo en el centro, que es donde tenía aquel gran orificio por el cual iba soltando ya aquel líquido viscoso que la vez anterior había probado.
A partir de ahí al caballo se le empezó a poner muy tiesa y dura, y empezaba a ponerse nuevamente nervioso, así que fui dándole las zanahorias y tras ir hablándole entre susurros, conseguí calmarlo. Después ya pude seguir lamiendo todo lo que quise aquella verga negra desde su base hasta la punta, mientras a la vez yo me iba metiendo los dedos en el coño una y otra vez.
La sensación y el gusto que todo aquello me proporcionaba era maravillosa, jamás había tocado o chupado nada tan grande, y aún así logré meterme todo su glande dentro la boca y lo estuve succionando hasta que me cansé. Por otro lado, mis dedos continuaban haciendo su trabajo dentro de mi raja, la cual estaba muy mojada, aunque eso para mí ya no era suficiente, por eso, al tener toda aquella barra de carne entre mis manos, decidí acercarme algo más al caballo, y poniéndome bajo su vientre con las piernas bien abiertas, me atreví a ir frotando sobre mi raja una y otra vez, aquel grandísimo glande que el animal me ofrecía.
Luego como lo noté tan suave y calentito, intenté que también me fuese rozando aquél mágico botoncito rosado y dilatado que era mi clítoris. A su vez trataba de enterrarlo entre los labios de mi coño, así de esa forma y al cabo de un rato, me corrí espectacularmente como jamás lo había hecho, dejándole todo el glande al igual que mis manos, lleno de aquel líquido íntimo que tantas ganas tenía de sacar al exterior.
Al principio pensé e intenté meterme toda aquella polla dentro del coño, pero debido a su gran tamaño me fue del todo imposible, por eso al final, me tuve que conformar tan solo con el frotamiento de su gran cabezota, aun así, el orgasmo que tuve fue alucinante.
Luego vi que el caballo aún seguía con la polla tiesa y dándose golpes en su vientre, y en esa ocasión sí que quise premiarlo ya como se merecía, así que le di un terroncito de azúcar para calmarlo y empecé a hacerle una soberbia paja tal y como había visto hacer en las películas, cosa que él me agradeció, ya que al cabo de un rato empezó a disparar por aquella grandísima polla, un rio de leche viscosa y caliente, con la que me regó todo el cuerpo dejando además un buen charco de leche en el suelo.
Una vez que acabó de disparar tuve que estar limpiándolo todo muy bien para que sus amos al día siguiente no se dieran cuenta de nada, y una vez lo revisé todo, emprendí el camino hacia la casa más contenta que nunca por todo lo que había hecho. Por fin había podido cumplir el mayor deseo de mi vida, y lo mejor de todo es que me había encantado, por lo que al final pensé que la espera había valido la pena.
Pero aún me quedaban dos días más de estar allí, así que seguí mirando en internet alguna película más para ver qué podría hacer con aquellos animales para a ser posible ponerlo en práctica antes de irme. Así que en mi penúltimo día y tras marcharse los dueños de la casa otra vez, decidí darle una oportunidad a aquella otra preciosidad que desde que llegué, me había acompañado a todos los sitios y que siempre lo había dejado con las ganas de poder culminar su faena.
Para ello ese día dejé de ducharme por la mañana para que mi coño oliese más fuerte y el perro se pusiese más caliente todavía cuando se acercase a mí. Luego me dirigí enseguida a la habitación y me fui desnudando poco a poco ante la presencia del animal, el cual, al tirarle mis bragas al suelo, enseguida se puso a olerlas y a lamerlas, cosa que, al verlo, me puso ya a cien por hora.
A continuación, y ya desnuda, me tumbé en la cama y me empecé a tocar por todos los lados hasta que abrí las piernas y empecé a meterme los dedos sin parar, viendo como al instante iban saliendo de mi coño todo mojados de aquel líquido que no paraba de ir soltando. Entonces cambié de posición y me puse al borde de la cama con las piernas bien abiertas, y tras hacerle una señal con la mano al perro, se acercó diligente y empezó a olerme y a lamerme la mano, la cual me llevé enseguida a mi entrepierna para que él la siguiera y empezara a lamerme ya toda esa zona.
El animal obediente como siempre así lo hizo, y en un momento y tras abrirle como pude mi raja, me supo llevar hasta el séptimo cielo, en el cuál me corrí como una loca, mientras que él se iba bebiendo todos mis jugos.
A continuación lo miré y vi que tenía toda la polla fuera de su funda y que una y otra vez trataba de montarme aunque sin conseguirlo, así que tal y como había visto hacer en las películas, decidí por fin darle también su premio, y una vez que me puse a cuatro patas en el suelo, lo dejé que me oliese bien y que me fuera lamiendo toda la zona genital, ya que así de paso me la iba lubricando por lo que pudiera pasar.
Como en la vez anterior aquel animal, con su gran lengua rugosa no paraba de lamerme todo el coño y el culo a la vez, aunque en esta ocasión, empezaba ya a querer montarme y taladrarme desde atrás, pero sin conseguirlo. Por eso traté de ayudarlo poniéndome más a su altura y abriéndole bien mis nalgas con las manos, para de esa forma facilitarle mejor la penetración, pero aún así, cada vez que me montaba, sus continuos pollazos siempre acababan chocando en mis nalgas o alrededor del culo, por eso decidí ayudarlo un poco más y cogiéndole la polla por detrás de su ya formada bola de abotonamiento, se la llevé hasta justo la entrada de mi calentísimo coño.
Después ya él, al sentir su calorcito, de una embestida certera me la metió hasta el fondo, lo cual me hizo soltar un leve quejido de dolor. Luego decidí ser yo quien dirigiese la operación, y empecé a meterme y a sacarme aquella larga cosa caliente en mi coño sin parar. La sensación era estupenda, puesto que cada vez iba notando como se le iba haciendo más grande y más gruesa dentro de mí.
Aquel animal tenía la polla muy caliente y palpitante, por lo que como me gustaba mucho, iba aferrándome a ella fuertemente para sentirla mejor entre las paredes de mi vagina ya que el placer que me producía era estupendo, por eso me volví a correr de nuevo, y en una de las veces que se bajó de mí, como él aún tenía su polla bien tiesa, decidí ya dedicarme a él por entero. Así que, tras hacerlo tumbarse en el suelo, volví a cogerle de nuevo la polla con la mano y le empecé a hacer una buena paja.
Luego, cuando vi que le empezaba a salir de ella aquel líquido viscoso, me la fui metiendo en la boca todo lo que pude y con suavidad, y fui escupiendo cada disparo que me iba soltando una y otra vez, aunque a mí en aquel estado de excitación que me encontraba, la verdad es que no me importaba tragármelo.
Todo aquello era nuevo para mí y la experiencia me estaba resultando maravillosa. Lástima que no lo hubiese probado antes. Después al acabar, el animal se relajó al igual que hice yo, y tras lamerse bien toda la herramienta hizo lo mismo con toda mi zona genital, dejándomela bien limpia. Después se fue a descansar un rato, mientras yo me fui a dar una buena ducha.
Al día siguiente, cuando vinieron los dueños de la casa, yo ya me había despedido de mis dos buenos amigos y tenía la maleta preparada para irme. Así que, tras entregarles las llaves, me despedí de ambos y emprendí el regreso a casa.
Antes de abandonar todo aquello, aquellas dos personas me preguntaron como me lo había pasado allí durante esos dias, y yo con una sonrisa picarona en la cara, tan solo les contesté… ¡estupendamente ¡
FIN.