Vis a vis

Un preso empieza a recibir inesperadamente, las visitas en vis a vis de las mujeres de su vida

Los días y meses iban pasando en la cárcel , donde me habían metido por causas que ahora no interesan y que por supuesto eran falsas, hasta que un día me avisaron que tenia una visita.

Una visita especial: lo que se llama un vis a vis.

A la hora prevista me llevaron a una habitación preparada para estos encuentros.

Por supuesto no era el Hilton, pero no estaba mal. Fría e impersonal pero limpia y discreta.

Y apareció ella.

Hacia unos 25 años que no la veía pero se mantenía bien. Todavía conservaba los rasgos, los detalles que hace años hicieron que me fijara en ella y la eligiera para mis deseos y fantasías.

Después de los saludos, la pregunta era inevitable:

.- Como es que apareces por aquí?

Me contó que había recibido una llamada un tanto misteriosa informándole de mi situación y de lo mucho que me gustaría volver a verla.

Tras un breve repaso rápido a nuestras vidas, empezamos a recordar como nos conocimos y nuestros encuentros.

Nos habíamos conocido el año 1986, en Jeanville, en un curso de animación.

Por mis limitaciones con el francés ambiental, y a pesar de que intenté ligar con una danesa alta, rubia y distinguida, iba mucho con 3 catalanes: Javier, otra chica y ella.

Era pequeña, de ojos grises y risa fácil.

El 14 de Julio fuimos a la ciudad y en los fuegos artificiales y después en el baile del pueblo hicimos manitas. En algún momento rechazó un beso que yo llevaba largo rato planeando, con esa sensación de riesgo y esperanza que se siente cuando uno lleva la iniciativa.

Nuestras manos estaban unidas desde el principio y según recordábamos los detalles de nuestros encuentros pasaron de acariciar la cara y el pelo a sujetar la cabeza para besarnos con una profundidad que yo apenas recordaba.

El curso se acabó y paseamos cogiéndonos furtivamente por la ciudad y las proximidades de la estación.

En el departamento del tren nocturno de regreso, estábamos solos Javier, ella y yo.

A la hora de dormir se recostó en mis piernas y yo le acariciaba el pelo y la cara. Al llegar a la boca empezó a chuparme el dedo y yo a explorar primero su boca y luego sus pechos (todo ello con la mayor discreción en la penumbra del departamento). Al llegar a los pezones, acariciándolos y apretándolos, me preguntó si lo que yo pretendía es que se corriera.

Le propuse que saliéramos al pasillo y primero ella y después yo llegamos a la plataforma junto a los lavabos. Nos besamos apasionadamente hasta que nuestras manos buscaron más. Primero sus pechos por la blusa desabrochada y luego mi polla fuera de la bragueta y su mano meneándola, todo junto a la ventana viendo pasar el paisaje nocturno.

Nos metimos en el water y yo sentado en la taza, con los pantalones apenas bajados, ella encima de mí, saltando sobre mi polla, con la blusa abierta y sus tetas ante mis ojos, pegamos un polvo inolvidable por lo exótico de la situación.

Le conté las veces que me la había meneado recordando aquel departamento, aquel pasillo, aquel lavabo...Su mano, su boca, su coño... representadas siempre por mi mano en la ducha o en la cama.

Ahora ya estábamos reproduciendo, representando, el guión de nuestros recuerdos: mis manos ya habían pasado por sus tetas y buscaban por debajo de la falda y entre las bragas su coño, sin duda húmedo y caliente. Y mi polla, fuera de la bragueta, ya estaba en su mano. Cuando empezó a chupármela la excitación era tan grande que me corrí enseguida en su boca y sobre su cara.

De regreso al departamento, dormimos púdicamente y a la mañana siguiente en el tren español hacia el Sur (y ella sin billete, algo habitual) vivimos unas horas de dulce tristeza de despedida. Cada uno tenía una vida que seguir al cabo de unas horas. Se bajó no sé dónde para ir a un camping y yo seguí hacia mi destino.

Aunque no fue el "coitus" esta historia había sido demasiado "interruptus".

Si en otros casos la cama había sido el final natural de una atracción y de una cierta persecución, en este caso y después de 15 días juntos, el viaje de vuelta era poco.

Esto necesitaba ser retomado y lo fué.

Pocos meses después tuve que ir a Huesca solo a hacer unas entrevistas. El autobús, con hora de llegada a las 2 se retrasó y llegue a pensar que había perdido la oportunidad. Pero no. A las 3 y media ella todavía estaba allí. Comimos en un vegetariano y fuimos a su casa en las afueras. Era un piso como de estudiante (que me recordaba un pasado ya lejano) pequeño y desastrado con solo una habitación de colchón en el suelo y estanterias de cajones de fruta. Hasta la mañana siguiente no salimos de la cama.

Recordando aquella noche, mi polla ya estaba repuesta y pasamos la hora de la que disponíamos recordando y repitiendo las posiciones que probamos entonces.

Primero me recibió con las piernas muy abiertas y tocándose el clítoris mientras yo veía mi polla entrar y salir. Después se dio la vuelta y sujetándola por las caderas la follé mientras le acariciaba el culo. Nos comimos todo hasta que me confesó que quería algo que no hicimos entonces. Volví a acariciarle el culo primero con un dedo húmedo y luego con dos hasta que me pidió que se la metiera. Sin mucho esfuerzo mi polla entró en su suave agujero hasta el fondo sintiendo cada arruga de su piel y el contacto con mi dedo que se movía por su coño. Entonces me contó que había tardado muchos años en probarlo pero que ahora lo que más la excitaba es que le dieran por el culo mientras ella o la pareja movía frenéticamente un dedo por dentro de su coño. Y que quería que me corriera alli y sentir mi leche caliente. La saqué, humedecí la polla y el ojete y empezé a follarla despacio. Poco a poco fui subiendo el ritmo hasta el máximo y cuando mi polla descargó, sentí como su cuerpo se convulsionaba acompañando mis golpes de salida de leche.

Nos quedamos un rato abrazados, mojados por dentro y por fuera, pero el tiempo se acababa.

Al despedirnos con un largo y profundo beso, coincidimos en la sensación que aquello parecía un sueño, una de esas veces que la vida te da la oportunidad de repetir algo fantástico, incluso de mejorarlo. Y así nos despedimos, sin planes, sin futuro.

A partir de aquel día, cada mes apareció una de mis mujeres como en un milagro que reconstruía mi vida amorosa.

Sin un orden, ni cronológico ni por importancia en mi vida. Supongo que por disponibilidad de fechas.

Nunca he sabido de quién fue la mano que puso en marcha y organizó esta operación que convirtió los primeros miércoles de mes en mi única ilusión para soportar el paso de los días.

Pasaba los días con la curiosidad de saber cual seria la próxima.

Y reproduciendo en mi cabeza una y otra vez todas las historias, todas las aventuras, todos los detalles para, llegado el momento, comentarlos juntos y excitarnos. recordando aquellos encuentros y nuestros pensamientos y deseos nunca verbalizados.